.

.

TONTERÍAS A DOS

Fecha: 16/10/22

Pareja: Sorato

Tiempo: 25m y 57s

Cielo—

—¿De verdad podemos estar aquí?

La respuesta de Yamato fue estirar el brazo hacia Sora, tumbada a su lado, y tomar su acreditación como familiar, agitándola sobre su cara para dejarla caer otra vez alrededor de su cuello. La acreditación de Yamato no iba alrededor de su cuello sino en su nombre bordado bajo aquellas alas doradas del uniforme azul con el logotipo de la JAXA.

En silencio, y sin perder el cielo de vista, Sora no pudo evitar llevarse la mano a la alianza de su dedo anular izquierdo. Era eso lo que la identificaba como familia de Yamato oficialmente desde hacía unos meses.

Cerró los ojos y se concentró de nuevo en el tranquilo mar de aquella bahía donde estaba situado el complejo de lanzamiento de Yoshinobu, en el centro espacial de la isla de Tanegashima. Entendió por qué la mayoría de los lanzamientos de la JAXA eran desde ahí. Su clima privilegiado hacía casi imposible que pudiera haber problemas de última hora en los despegues. Era un curioso contraste, de todas formas, aquella plataforma de lanzamiento, preparada para el cohete que en unos días la ocuparía. Se veía imponente incluso a la distancia que el perímetro de seguridad les permitía. Era mejor así, de lo contrario, los focos a su alrededor no les permitirían disfrutar del cielo estrellado.

—Sora, gracias. —La mujer giró el rostro hacia Yamato. Permanecía con los brazos tras su cabeza y una pierna flexionada en pose totalmente relajada. Porque lo había escuchado sino nunca creería que había hablado. La encaró entonces—. Por venir, por esperarme.

«Por no echar a correr cuando te dije que iba a echar la solicitud para la selección de astronautas.»

No contestó al momento. Se incorporó, quedando sentada con las rodillas flexionadas contra su pecho. Ante ella, el complejo espacial eclipsó las estrellas.

—Compartimos un camino —dijo, haciendo girar en su dedo la alianza. Yamato, sin variar su posición, no dijo nada. Se limitó a observarla, a escucharla—. Además, tampoco es que mi vida vaya a quedar en pausa hasta tu regreso. Tengo muchos proyectos en mente. —Se produjo el silencio. Sora arrancó unas hierbas y las dejó caer con lentitud—. Aunque es posible que esta vez me quede por aquí… por el clima sobre todo, además, me gustaría hacer surf. Me dio envidia cuando paseamos ayer por la playa.

Con un tono cada vez más lejano, calló del todo al escuchar el bufido de Yamato. Volteó a verlo. Sin variar su posición relajada, su profunda mirada estaba fija en ella.

—Parece que cuando vuelva ya tendrás una nueva vida en esta isla, haciendo surf con ese exhibicionista musculitos.

Aunque Sora se sonrojó, lo que mostró fue su indignación.

—¿De qué hablas?

Entonces Yamato se irguió, pegando el rostro al de su esposa.

—Del instructor, Sora. ¿Te crees que no me di cuenta?

Pese al retintín, su tono fue ameno. Ella apartó el rostro, notablemente avergonzada.

—Vale, es probable que mirara su cuerpo… un poco, pero eso no significa que me tire a sus brazos en cuanto me enseñe a subirme a la tabla —hizo una pausa y miró a Yamato con travesura—, esperaré hasta que me enseñe a tomar las olas.

Contuvo la risa por el mohín de Yamato, apartando el rostro.

—Aprovecha que tu esposo se va de la Tierra.

—No te hagas el ofendido —dijo, pinchando su abdomen para llamar su atención—, tú empezaste… tonto… como si me interesaran los musculitos… —siguió, empezando a provocar su risa—. Además, no sé si te diste cuenta, pero tú también eres un musculitos —finalizó, tomando su brazo.

Entonces se dignó a mirarla.

—No por exhibicionismo como ese idiota, perderé masa muscular en el viaje.

De repente Sora perdió la sonrisa, como si ese dato le recordara a dónde iba Yamato. Apartó los dedos de su brazo, entendiendo que la próxima vez que lo tocara no estaría igual. Metió las manos bajo los muslos y se inclinó hacia delante.

—¿Tienes miedo?

Había querido preguntárselo desde hacía tiempo, pero se había resistido. Si no tenía miedo, como aparentaba ante el mundo, no quería ser ella la que se lo impusiera. Yamato miró la plataforma espacial frente a él. Pensó en contestar sin titubeos, pero no era eso lo que le apetecía. Tampoco lo que ella creería.

—No sé… es posible que lo tenga, pero siento otras emociones mucho más excitantes que lo eclipsan. —La enfocó. Su mirada brillaba como las estrellas. Ella, con la mejilla apoyada en sus rodillas, lo miraba con atención—. Además, después de todo lo que hemos vivido, no creo que Gabu entienda que tenga miedo por algo como esto.

Sora sonrió sin esfuerzo al imaginarlo. Alzó la cabeza, impregnándose de su sentimiento. Del brillo en su mirada.

—Oye Yamato —llamó, tras una leve pausa. Regresó un tono más provocativo—, ¿y piensas estar mirando el cielo toda la noche?

.

.