Capítulo dos

Las mujeres no han cesado en atender al señor William, la pequeña Candy no se despegaba de su lado, tomaba su mano y ayudaba a la hermana María a pasar un paño húmedo por su rostro, sus lágrimas aun escapaban cada tanto de su pequeño y afligido rostro, pero su concentración en ayudarlo era absoluta, haciéndola ver incluso mayor.

—Pedro, corre al rancho de Tom y pídele ayuda para que alguien valla al pueblo por el doctor Martin, —ordenó la señorita Pony.

—¡no!, iré yo señorita Pony, soy la más rápida, ayudaré más al señor William si voy, —declaró Candy.

Sin esperar respuesta la pequeña depositó un beso en la mano de aquel buen hombre y salió a toda prisa en busca de ayuda, el hombre comenzó a quejarse quedito, pero sin reaccionar del todo.

—parece que pronto va a despertar Hermana María, pero…

—si señorita Pony, no sabemos en qué estado, es una bendición que ahora contemos con la ayuda del doctor Martin, si no fuera por el…

Las mujeres de pronto recordaron la presencia de los caballeros y se volvieron hacia ellos, estaban agradecidas de que se encontraban para ayudarlas con el señor William, de lo contrario… bueno, si Candy lo había podido llevar al hogar el año pasado, ellas también habrían encontrado una manera.

—buenas tardes caballeros, disculpen los malos modales, pero con todo lo sucedido nuestra atención estaba en auxiliar al señor William, soy la señorita Pony, ella es la hermana María, somos las encargadas de este orfanato.

—muchas gracias por su ayuda, hace mucho tiempo que el señor William no presentaba un episodio así, pero díganme ¿qué hacen por acá?, ¿estaban de paso?

—buenas tardes, señoras, soy George Jonhson y el joven es Albert, puedo preguntar ¿hace cuánto tiempo conocen al señor William?

—desde hace un año, pero ¿acaso lo conocen?, ¿saben quién es?, el solo ha logrado decirnos su nombre, más cuando trataba de recordar su apellido el solía sufrir un episodio, por lo que dejamos de presionarlo, —respondió la señorita Pony.

—es un buen hombre, no ha dejado de ayudarnos en todo lo que le ha sido posible desde que se mejoró, aunque sabemos que el sufre al no recordar nada de su pasado, trata de ser positivo, —completó la hermana María.

—en efecto él es mi jefe y por más de un año lo habíamos creído muerto, por lo que me gustaría si por favor nos cuentan ¿Cómo es que él llegó a este lugar?, —preguntó George.

—fue nuestra pequeña Candy quien lo encontró, verá, ella tiene la costumbre…

—terrible costumbre, —interrumpió la hermana María.

—bueno, ella gusta de subir a los árboles, pese a ser muy pequeña ella llega muy alto, causando preocupación y alterando los nervios de sus servidoras, pero por más que tratemos hemos llegado a entender que es parte de ella y que no se le puede negar que lo haga, ese día ella había estado un poco triste, pues habían adoptado a Tom, ellos eran cercanos y aunque estaba feliz por él, no dejaba de ser un sentimiento agridulce para ella, —explicó la señorita Pony.

—debido a eso, ella había estado en la colina de Pony, pero de pronto bajo muy rápido y subió muy alto el padre árbol, es el enorme árbol que ustedes pueden ver frente al hogar, los niños lo llaman así, ese día había estado haciendo un poco de frio, la noche anterior había nevado, en esa temporada somos estrictas en no permitir que ella suba a los árboles y en general suele obedecer, pero ese día simplemente lo hizo pese a los muchos regaños que le dábamos para que no siguiera subiendo, —continuó la hermana María.

—la luz del día estaba por irse, en ese momento Candy comenzó a bajar a prisa, tanto así que temimos que se fuera a caer, resbalando por el hielo en el árbol, pero como si los ángeles la hubieran cuidado, ella logró bajar sin mayor percance, pero una vez en el suelo, ella comenzó a correr a toda velocidad y ya usted la escuchó, es la más rápida del hogar, unos momentos después regresó muy agitada, entro corriendo al cobertizo y sacó un viejo trineo que los mismos niños han hecho para jugar, pero que también usan para ayudarnos en algunas tareas, —explicaba la señorita Pony.

—ni bien terminó de sacarlo que entro corriendo al hogar, tomó unas mantas y llamó a los niños que la siguieran y ayudaran, ellos no dudaron en hacerlo, ella es su líder, por lo que los niños como siempre han hecho, fueron con ella, nosotras estábamos preguntándonos si acaso había encontrado algún animal, o ¿Qué es lo que pasaba?, por lo que seguimos a los niños, pero al ser más rápidos, a medio camino nos encontramos con que ya venían de regreso jalando el viejo trineo, dentro del cual estaba el señor William, —relataba la hermana María.

—esa pequeña niña salvó su vida, él estaba apenas vivo, con su ropa toda rota, dañada y húmeda, al parecer Candy vio una figura avanzar pesadamente en la nieve y luego lo vio caer, si ella no lo hubiera visto y ayudado en ese momento, entonces el señor William no habría sobrevivido, —completó la señorita Pony.

—tardó casi dos días en reaccionar y varios más en recuperarse, traía una cortada en su cabeza, y varios golpes en todo el cuerpo, supusimos que sufrió algún accidente, pero no tuvimos noticia de ninguno en los alrededores, el solo recordó su nombre, pero nada más.

—de hecho, hermana María, si hay algo más, el llamó Rosemary a nuestra Candy, cuando despertó, causándole el primer episodio.

—ya estoy aquí, veamos ¿qué sucedió esta vez señorita Pony?, —preguntaba rápidamente el doctor Martin, quien en ese momento ingresaba al hogar.

—véalo usted mismo doctor, lleva inconsciente ya casi una hora, solo se ha quejado un poco pero no ha reaccionado, ¿cree que sea igual que en otras ocasiones?, —decía la señorita Pony.

—¿alguien estaba con el cuando ocurrió el episodio?, —preguntó el doctor.

—estaba yo doctor, —respondió Candy, quien llegó con el médico y ya estaba tomando la mano del señor William, —también estaba el príncipe de la colina y el señor de bigote.

Albert estaba todo rojo ante las palabras de la pequeña, mientras los otros adultos solo reprimían una sonrisa, fue la hermana María quien lo salvó de seguir más avergonzado.

—Candy el joven se llama Albert, ¿Por qué le llamas príncipe?

—así es pequeña, no soy un príncipe, ni nada parecido.

—pero pareces un príncipe, —insistía la niña.

—Candy deja de poner incómodo al joven Albert, ya te dijeron que no es un príncipe, ahora por favor explícanos que pasó, —atajó las réplicas de la niña, la señorita Pony.

—verá, me encontraba en la colina y de repente vi al princ… digo al joven Albert, conversamos un rato, después desapareció y encontré su broche, —dijo mostrando el objeto, —en ese momento llegó el señor William y mientras conversábamos regresó el joven Albert junto al señor de bigote y le hablaron al señor William, fue cuando quise devolver el broche y en ese momento se desmayó, —explicó Candy.

El doctor Martín se percató de la presencia de los dos hombres y observó el enorme parecido entre el joven y su paciente, comprendiendo que posiblemente eran familia y que su presencia, más el broche pudo haber desencadenado algunos recuerdos en el señor William.

—asumo que son parientes de mi paciente, lo examinaré y después hablaremos.

El doctor comenzó a revisar al señor William, daba algunas indicaciones a Candy, las cuales ella cumplía al instante, dejando aún más admirados a los visitantes, luego que terminó, se volvió a los expectantes adultos que esperaban ansiosos por respuestas.

—por el momento recomiendo mantenerlo cómodo, no podemos moverlo mucho, a lo sumo si gustan lo llevamos a su cama, —dijo el Doctor Martin.

—no sería posible trasladarlo, nos gustaría llevarlo a su casa, —preguntó George.

—lo mejor sería que no se moviera, un viaje puede ser contraproducente en su estado, tengo fuertes sospechas de que está próximo a recuperar su memoria, pero en este momento su estado es frágil, requiere cuidados.

—en ese caso nos gustaría si es posible amables damas, nos permitieran quedarnos con él, —pidió George.

—por nosotras no hay inconveniente, señor Jonhson, pero de antemano nos disculpamos por las incomodidades que pasarán, como puede usted observar no contamos con camas para su descanso, —respondió apenada la señorita Pony.

—por favor no se disculpe, somos inoportunos, pero si me lo permite, puedo mandar a traer lo necesario, además nos estamos imponiendo, no queremos ser una carga más para ustedes, por lo que me disculpo por mi atrevimiento, traeré lo que sea útil para nuestra estadía, —declaró George.

Los adultos siguieron conversando, poniéndose de acuerdo, las buenas mujeres mostraron a George el granero que había servido de habitación para el señor William, su cama era apenas unas tablas con paja apilada encima que hacía de colchón, cubierta por una cobija llena de remiendos.

George y Albert estaban conmovidos por la generosidad de las buenas mujeres, dentro de sus limitaciones no dudaron en acoger y proteger al señor William, las humildes condiciones en las que él estuvo todo este tiempo eran en extremo precarias, pero bastaba con observar bien, para darse cuenta, que, pese a lo escaso de los recursos, ellas habían puesto su corazón en cada cosa, comenzando por las mantas remendadas, a las que les bordaron lindos motivos.

Los niños estaban sanos, fuertes y muy felices, no parecían darle importancia a que su ropa era gastada y con más remiendos de los que se podían contar, aun así, se notaba el esfuerzo por mantenerlos vestidos, hasta las mismas buenas señoras tenían su ropa desteñida y con muchos parches.

Albert insistió en quedarse con su padre, viajando solo George, para recoger lo necesario y un poco de ropa para los tres, el joven no podía seguir con su traje tradicional escoces, el señor William también necesitaría ropa, por lo que sin demora salió a buscar los vehículos, llevó el que conducía Albert y lo estacionó afuera del hogar de Pony, viajando en el que había llegado.

Candy se puso a colaborar con las tareas que le correspondían, sin dejar de visitar y controlar la salud de su querido señor William, después de un rato Albert decidió que no podía quedarse sentado sin hacer nada, se notaba que todos estaban muy ocupados, por lo que él se dispuso a colaborar, lo primero que hizo fue ayudar en la escuela, encargándose de dar la clase, otorgándole un poco de descanso a las directoras.

Como era obvio que los niños nunca habían visto un kilt, el comenzó hablándoles de Escocia, de su cultura, explicándoles en qué consistía su traje, les mostró la gaita, obteniendo la misma reacción de Candy cuando comenzó a tocarla, pues todos los niños comenzaron a reír, les enseñó incluso algunas palabras en gaélico.

Se sintió tan dichoso de estar rodeado de tanta inocencia y poder contribuir un poco en la vida de los niños, las clases también incluyeron geografía, mostrándoles no solo América, si no Europa, enseñándoles donde quedaba Escocia, Inglaterra y mucho más, la clase estaba llena, puesto que esa era la única escuela para todos los niños del pueblo, se prometió que trataría de ayudar en lo que pudiera.

Al terminar las clases, los niños del hogar corrieron a comer, mientras que los otros niños se despidieron dirigiéndose a sus respectivos hogares, Albert se sintió apenado de limitar aún más los recursos de las buenas mujeres al tener que alimentarlo, pero el negarse a compartir con ellos la mesa que tan amablemente le convidaron sería una ofensa.

Los niños más pequeños tomaron una siesta, los más grandes tenían un tiempo libre antes de reiniciar sus clases de la tarde, por lo que el joven ofreció a las directoras pasear en el auto a los niños por grupos, en lo que iniciaba el turno vespertino, ellas aceptaron encantadas, dichosas de ver pintada tanta felicidad en sus pequeños.

Candy fue la primera, junto a otros niños, estuvo así con diferentes grupos, hasta que llegó la hora de iniciar la escuela nuevamente, como había hecho en la mañana, Albert volvió a impartir la clase, ampliando un poco más la visión de los pequeños, a quienes les despertaba el ansia por más conocimientos.

Continuará…