Disclaimer: Twilight es de Stephenie Meyer, la historia es de Violet Bliss, yo solo me adjudico la traducción con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight belongs to Stephenie Meyer, this story is from Violet Bliss, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

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Agosto

En agosto, salieron con amigos que en realidad no habían visto desde la ruptura, pasando más tiempo uno con el otro y volviéndose a conocer.

Fueron a un bar cerca del apartamento de Bella, uno que vendía alitas baratas y la sidra de pera que ella y Angela preferían a la cerveza. Edward sonrió al verlas a las dos ponerse al día, sus tranquilas personalidades se habían desvanecido mientras se reían de un personaje escocés de un programa de televisión que a ambas les gustaba, uno que Edward se negó a ver incluso después de que Bella le suplicara.

Él y Ben no resistieron el impulso de poner los ojos en blanco cuando escucharon las palabras "trasero perfecto" por tercera vez en cinco minutos, sacudiendo la cabeza ante las dos castañas. Mike y Eric bebieron cervezas y hablaron sobre un videojuego que nadie más conocía mientras Jessica se sentaba y le daba pistas muy poco sutiles a Edward acerca de que ambos estaban solteros al mismo tiempo.

Trató de no estremecerse cuando ella decidió tratar de entablar conversación con él sobre la última película de Star Trek, diciendo Capitán Kurt en lugar de Kirk, y observó por el rabillo del ojo cómo Bella se encogía por el error.

Mike trató de no mostrarlo mientras pasaba la primera hora, pero Edward podía ver sus ojos entrecerrados hacia ellos cada vez que Bella le sonreía o se reían de una broma interna.

—Bella —llamó Mike finalmente después de que todos hubieron comido alitas hasta llenarse, exactamente una hora y quince minutos después de que todos llegaran—. ¿Has pensado en ese picnic del que te hablé?

Los ojos de Angela y Ben se abrieron con horror, y los ojos de Eric se cerraron lentamente, avergonzado por su mejor amigo.

—Ya dije que no, Mike —indicó Bella con voz tranquila, pero Edward pudo escuchar la irritación, pudo ver la tensión en sus hombros porque él lo hubiera sacado a relucir frente a todos, con la esperanza de pensar que ella no diría que no frente a una audiencia.

—Solo pensé, han pasado algunos meses desde lo de Emmett y… —comenzó Mike, pero ella lo interrumpió.

—No fue por eso que dije que no la primera vez. No estoy interesada en ti de esa manera, lo siento —explicó, y todos se estremecieron un poco ante eso, tomando largos sorbos de sus bebidas para ocuparse en algo.

—¿Por qué no? —exigió saber Mike, su orgullo muy claramente herido y esta vez, Bella no contuvo la irritación.

—No tenemos nada en común, Mike. Solo te gusta la idea de mí —espetó. Ante la molestia en su voz, Edward colocó una mano sobre su rodilla, apretándola para hacerle saber que la respaldaba si fuera necesario. Mike se perdió el movimiento, pero Angela no, sus ojos se abrieron un poco antes de mirar a Edward, sus mejillas sonrojadas pero su expresión de aprobación.

—Me gustas…

—¿Cuál es mi película favorita? —cuestionó ella, interrumpiéndolo una vez más. El rostro de Mike palideció ligeramente.

—¿Star Wars? —respondió, pero todos podían escuchar la pregunta en sus palabras.

—Es Labyrinth, la película de Jim Henson con David Bowie —le informó Edward—. Ella no está interesada, Mike, no seas un imbécil.

Todos observaron a Mike en un tenso silencio, preguntándose qué iba a hacer a continuación y los hombros de todos se hundieron con alivio al ver al hombre inclinarse hacia atrás, derrotado.

—Lo siento, Bella —musitó, y ella le sonrió en respuesta, no llegó a sus ojos y todos vieron a Mike hacer una mueca al saber que había dañado irreparablemente su amistad con ella al forzarla. No era el tipo de mujer a la que le gustaban los hombres que no aceptaban un no por respuesta, tanto si fueran amigos durante años como si no.

—¿Otro trago? —le preguntó Edward, tratando de distraerla de la incomodidad en el aire.

—Por favor —respondió ella, sonriéndole agradecida.

Apretó su pierna una vez más antes de salir de la cabina para conseguir su bebida. Mientras estaba de pie en la barra esperando, sus ojos volvieron a la cabina, donde ella estaba sentada hablando con Ben sobre algo que él no podía escuchar, con una sonrisa en los labios.

Hermosa, pensó, mientras la miraba reírse de algo que le dijo su amigo.

—Tu bebida —habló el cantinero, apartando su mirada. Pagó y regresó a la mesa, algo se asentó en lo profundo de su estómago cuando notó que ella lo miraba mientras él volvía hacia ella.

Más tarde esa noche, cuando observó al techo, esperando que el sueño lo encontrara, notó que incluso aunque le había dicho buenas noches a Bella horas antes, la sensación en su estómago no desapareció.

xxx

¿Tacos para cenar? Edward le envió un mensaje de texto a Bella, unas noches después de lo que llamaban el incidente de Mike, cuando salía del trabajo por el día.

No estoy segura de ser una buena compañía esta noche, Edward. Ella respondió diez minutos después.

Edward frunció el ceño ante el texto, sorprendido. Casi nunca se rechazaban el uno al otro ante la oportunidad de pasar el rato, incluso enfermos, Bella se había dirigido a su casa para darle sopa y reírse de sus dramas de gripe masculina. Cuando estuvo enferma la semana siguiente, él le trajo sopa y la dejó usarlo de almohada mientras tosía y veían dos películas de Harry Potter.

¿Qué ocurre?

Pasaron otros veinte minutos antes de que respondiera.

Mal día en el trabajo.

Dudó durante diez segundos antes de llamarla.

—Cariño —saludó cuando ella contestó, inmediatamente escuchó el suspiro en su respiración y supo que estaba llorando. Su corazón dio un vuelco por el hecho de que, incluso llorando, ella hubiera contestado el teléfono.

N-no puedo-hablar. —Sus palabras llegaron entre sollozos y Edward comenzó a moverse, agarrando su abrigo y llaves.

—Voy en camino —le dijo, poniéndose el abrigo y abriendo la puerta principal.

Gracias —susurró ella, su voz tan baja que hizo una pausa.

—Estaré allí en quince minutos, Bella —concretó, escuchando su suave despedida antes de colgar el teléfono.

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Ella lo miró durante cinco segundos completos después de abrirle la puerta principal, quince minutos más tarde, antes de que se le cortara la respiración y comenzara a llorar de nuevo.

—Cariño —lo escuchó susurrar, su visión estaba nublada por las lágrimas, pero escuchó cerrarse la puerta principal y un momento después, él la estaba levantando en sus brazos, llevándola a su sofá.

Él no dijo nada mientras la dejaba llorar y después de un rato, no sabía cuánto tiempo, sintió los dedos peinando suavemente su cabello y finalmente dejó que el latido constante de su corazón la calmara.

—Uno de mis casos se suicidó esta mañana —susurró, con la voz quebrada—. Solo tenía catorce años.

Sintió sus brazos apretarse alrededor de ella, escuchó el tirón en su respiración cuando enterró su rostro en su cabello.

—Cariño —repitió en su pelo, dolido por ella.

—Esta es la peor parte de mi trabajo, cuando hemos hecho todo lo posible y no es suficiente —se quejó, hundiéndose increíblemente más en su abrazo, su calidez.

—Siempre me he preguntado cómo lo haces. Incluso antes, me preguntaba cómo alguien tan gentil como tú podía hacer este trabajo y no dejar que le afectara —indicó, y el asombro en su voz hizo que ella lo mirara.

—Simplemente lo doy todo todos los días y luego puedo decir que hice lo mejor que pude, ¿sabes? Hay días en los que no siento que valga la pena, y sé que no podré hacerlo para siempre, pero necesito hacer lo que pueda mientras pueda —explicó con honestidad.

—Es increíble, Bella. En verdad, siempre me ha asombrado lo que haces y cómo te comportas.

Ella suspiró, sus dedos jugando con los botones de su camisa mientras lo observaba, sus ojos se encontraron con los de él y después de un segundo de silencio habló.

—Eres mi mejor amigo, Edward.

Él le sonrió suavemente antes de dejarle un beso en la frente.

—Y tú eres la mía —respondió.

Ella le sonrió, el dolor en su pecho aliviándose con cada momento que pasaba.

—Gracias, por esto —murmuró, su voz suave—. Realmente nunca he tenido a nadie con quien hablar de ello. Siempre he tenido que guardarlo cuando llegaba a casa, compartimentar todo.

—Bueno, ahora me tienes a mí —sentenció, flexionando sus brazos alrededor de ella.

¿Pero puedo quedarme contigo?, preguntó en silencio.