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Llamada a los Dioses

"Diosa Atenea, de la guerra eres dueña y de las artes maestra. Hija del rey de los dioses, virgen por elección propia, imploro que me escuches a mí, Andrómaca hija de Troya. Escucha las palabras de una de las troyanas a la que tú y tu familia destrozasteis la vida, condenando al Hades a todos los seres que amo. Imploro escuches mis palabras. —Se arrodilló, pero no agachó la cabeza, miraba al cielo, decidida—. Hoy he sabido que una mujer, una joven que pidió ayuda a tu persona y que no fue socorrida, ha sido asesinada por la mano vil de una aquea. ¿Dónde está tu honor Atenea? Tú, que transformaste a la Gorgona en monstruo por mancillar tu altar, ¿Por qué no tomaste represalias contra los aqueos? ¿Por qué somos castigadas las esclavas sin haber cometido injuria alguna? —Las lágrimas empezaron a descender por las mejillas sonrosadas—. Nuestra tierra también ofrecía ofrendas a los dioses. ¿No eran suficientes para conseguir el favor divino? ¿O vuestro favor era para los bárbaros? Ningún aqueo ha sido castigado por su falta, nadie vengó a la joven Casandra. ¿Es cierto que vuestro amor solo envuelve su estela? ¿Son ciertos los rumores? —Hizo una pausa respirando entrecortadamente—. ¿Es cierto que tu caíste en las redes engañosas de Eris y que por culpa de una simple manzana masacraste una ciudad? Por la estupidez de un muchacho que aun no había llegado a su edad adulta, las diosas juraron destruir una ciudad entera. Hombres, mujeres y niños masacrados porque la manzana dorada fue a parar a manos de otra diosa. —Con la mano cerrada en un puño y sobre su corazón Andrómaca reprimía las dolorosas punzadas de su órgano vital— ¿Por qué ha muerto Casandra y no yo? —preguntó en un susurro—. No soy la mujer perfecta, nunca lo he pretendido, pero considero que no he sido menos que cualquier otra mujer aquea. Mi deber como esposa, mi deber como madre y mi deber como ciudadana de una ciudad próspera, siempre fueron mis principios y nunca los desobedecí. ¿Por qué si no soy menos que la mujer de Odiseo, soy yo quien debo estar postrada aquí suplicando respuestas? ¿Por qué la diosa Atenea no aparece y me los resuelve? ¿Es que solo se aparece a los hombres?"

Esa misma tarde, dejó a Sōta en el gimnasio Lee y se dirigió a la comisaría. Quería hablar con el dibujante para hacer un retrato robot del hombre de la floristería y saber algo de él. Cuando consiguió un resultado, el nombre la dejó completamente pasmada. Mukotsu Yari, el hombre que vivía a unas calles de su madre y que, además, había sido uno de los camellos que había trabajado para Suikotsu Hirata antes de que éste entrara en la cárcel. Recordó que aquel nombre estaba en la ficha de su madre y que Taisho la había relacionado con ella de alguna manera. ¿Se estaría refiriendo a Sonomi Higurashi cuando hablaba por teléfono? ¿Por qué su madre se había metido en aquellos negocios?

Con más decisión que antes, intentaría saber que había pasado. No podía colarse, puesto que ahora estaba embarazada, pero sí podría colar a alguien. Se levantó decidida y se dirigió hacia la mesa de Akane, esperando a que ella apareciese por la puerta. Mientras esperaba, vio unos papeles y unas fotografías desparramadas, por lo que no pudo evitar no mirar.

Era un archivo de una violación con maltrato hecha dieciséis años atrás. El atacante había maniatado a la muchacha y a punta de pistola la había violado delante de su prometido que estaba seminconsciente a su lado. La adolescente había sufrido grandes lesiones internas las cuales fueron curadas con años de terapia. No había quedado embarazada puesto que el novio había recuperado las fuerzas y se había abalanzado sobre el atacante, dejándole una cicatriz en el brazo y varios moratones. Aun así, el atacante desapareció. Abrió los ojos al ver los nombres de los protagonistas. El atacante era Suikotsu y la pareja se apellidaban Saotome y…

—Tendo.

—¿Me buscabas? —Kagome alzó la vista para ver a Akane con una mirada fría.

—Lo siento, no quería ser una fisgona —aseguró la mujer con la mirada baja.

—No te preocupes, tampoco tenía que ser un secreto —suspiró, recogiendo los papeles y guardándolos en un cajón bajo llave—. ¿Qué haces aquí? Pensaba que te tomarías unos días.

—Está relacionado con el caso de mi madre —contestó iracunda.

—¿Cómo? —Kagome la guio a su mesa y le enseñó el retrato robot y la fotografía donde se veían a él y a Suikotsu hablando—. Es él, más viejo

—Encontré a su amigo en la floristería a la que mi madre había ido por última vez antes de… —Akane levantó una ceja—. Pasaba por allí y escuché una conversación, nada más —se excusó.

—No estás en el caso, Kaede me ha dicho que aun debes mantenerte al margen

—¿Por qué? ¿No me crees capaz?

—Si encontraras al asesino de tu madre ¿serías capaz de traerlo ante la justicia? — Kagome la miró sorprendida — no, igual que ni Ranma ni yo seríamos capaces de mantenernos quietos con Suikotsu.

—¿Es por eso que mantenéis vuestra relación en secreto? —Akane se sentó encima de la mesa y bajó la mirada— Os echáis la culpa.

—Estábamos los dos en casa —comenzó el relato la de cabello corto— mi padre se había ido a una convención con los Saotome, mi hermana mayor se había ido con mi cuñado y Nabiki salió con sus amigas. Decidimos hacer una tregua, no llevarnos mal durante una noche. Incluso él me cocinó —sonrió de medio lado—. Cuando nos fuimos a dormir, empezó a llover y yo le tengo terror a las tormentas, por lo que me fui a dormir con él. Hasta ese momento, había sido el mejor día de mi vida, estaba durmiendo con el chico que me gustaba, aunque odiaba darle la razón a mi padre.

—Es muy bonito. —Kagome la cogió de la mano—. ¿Qué ocurrió luego?

—Se escucharon unos ruidos y nos despertamos. Salimos a ver qué ocurría, descubriendo que habían entrado a robar —cerró los ojos—. Ranma me dijo que me quedara, pero en cuanto escuché un tiro baje de inmediato pensando en él. Había un hombre en el suelo, sangrando y Ranma estaba luchando con el que llevaba el arma. Yo sentí que alguien me apuntaba por la espalda y aunque intenté librarme, no pude. Ranma redujo al hombre con el que luchaba y cuando se giró, contempló la escena —tragó con dificultad.

—Entonces lo redujo y le obligó a mirar —prosiguió Kagome.

—Sí, pero Ranma no aguantó mis chillidos. Se abalanzó contra Suikotsu, como un animal salvaje, rompiéndole varias costillas y dejándole una cicatriz profunda en el brazo. Sin embargo, consiguió escapar y la policía lo perdió de vista. No sabemos cómo lo hizo, pero el médico perdió las muestras por lo que nunca tuvimos las muestras del ADN

—¡Pero lo visteis! ¡Te atacó!

—Consiguió sobornar a diferentes compañeros que alegaron verlo a la hora del ataque, además era de noche y el abogado alegó que ninguno de nosotros pudo ver suficiente como para identificar al agresor. —Kagome estaba completamente sorprendida— Tuvimos un problema familiar. El padre de Ranma le rompió la nariz a un padre de uno de mis compañeros que tuvo la indecencia de preguntarle cuanto cobraba.

—Dios. —Recodaba a su tío Genma. Era bastante raro pero era un buen hombre. Entendía su reacción—. ¿Fue denunciado?

—No, la madre de mi compañero no quiso presentar cargos, pero fue la peor época de mi vida. Además, que mi relación con Ranma se distanció, no solo porque nos culpáramos… no me sentía atractiva. Estaba sucia y aun a veces ocurre.

—Es más fácil llamarle Lee que Ranma ¿no? —preguntó Kagome comprendiéndolo. Utilizaba el nombre de Lee cuando Akane se sentía insegura y él había aceptado esa otra personalidad para que ella se sintiera cómoda a su lado.

—Lee ha aprendido a quererme así, con los defectos incluidos —corroboró ella.

—Tu mal carácter es un defecto —el susodicho, apareció sin ser visto y, con disimulo, le cogió de la mano y la acarició—, pero eso me encanta.

—¿Tú no tenías clase? — Akane se giró y lo miró sonriente. Kagome se sintió una intrusa entre ellos dos.

—Mi prima me ha enviado un WhatsApp —Ranma la señaló. La del cabello corto se giró mirándola soprendida.

—Luego te lo explico —dijo conciliadora. Se sentó y enseñó el retrato robot, sorprendiendo a Ranma—. Estaba en la floristería donde mi madre solía comprar sus lirios para la tumba de mi padre

—¿Estás investigando? —preguntó Ranma.

—No oficialmente — asintió en un susurro — pero este hombre está relacionado con la muerte de mi madre y con Renkotsu. Escuché una conversación interesante. Este hombre tenía que reunirse con una mujer relacionada con un tal Minami. —Ranma abrió los ojos—. Son hipótesis, pero es un comienzo.

—¿Y cómo piensas averiguarlo? —preguntó Akane.

—Podríamos seguir con el plan —propuso Kagome—. Intentaría entrar en contacto con Sahara Suikotsu e intentar introducir a alguien.

—Tú podrías introducirte —aportó Ranma— sería la excusa perfecta para no eliminarte del caso cuando abancemos —Kagome alzó la vista, indecisa.

—Pero debes de ser muy discreta —sugirió la del pelo corto—. Si está relacionado con tu madre, Kaede y Taisho nos quitarán el caso. Tienen preferencia.

—Bien, en este momento, nadie, aparte de nosotros tres, sabemos que pasa. Créate un nuevo personaje, y una nueva identidad. Yo iré a entrenar a los chicos —sacó el móvil—. Estamos en contacto —dijo para luego desaparecer por la puerta.

—¿Estás segura de esto? —Akane le tocó la mano—. Te he notado rara estos días.

—Tranquila, estaré bien —le apretó la mano y sonrió—. Acabemos con esto, quiero llegar pronto a casa.

Crearon un personaje falso. Su nombre, Ceciline Leduc una mujer francesa medio asiática que había llegado de París para rehacer su vida. Su padre la habría maltratado por lo que había huido de su casa. Quería tener una peluquería, pero necesitaba dinero, así que buscaría trabajo en la cafetería donde trabajaba la mujer de Suikotsu e intentaría pedirle un trabajo.

Kagome tuvo la idea de hacerse pasar por una embarazada, por lo que sería mucho más fácil que confiara en ella y que no sufriera ningún daño. A Akane le extraño la propuesta, pero la encontró de lo más acertada, ofreciéndole el teléfono de su cuñado médico para que pudiera informarse de que cuidados debía de tener una embarazada. Ella asintió nerviosa, al menos había conseguido que su embarazo no entorpeciera la investigación que estaba a punto de llevar a cabo. Se puso la mano en el vientre y suspiró nerviosa, sabía que se había prometido quedarse a un lado, pero no quería perder la oportunidad de cazar al maldito asesino de su madre. Se prometió a ella y al embrión que estaba formándose, que no correría ningún riesgo.

Horas después, se despidió de su compañera y fue a buscar a Sōta, encontrándolo hablando algo sonrojado con una chica de cabellos azabaches igual de cortos que Akane. Antes de poder salir del coche y decir algo, su hermano se despidió de la joven y se subió al coche, exigiéndole a su hermana que arrancara. Cuando llegaron a su casa Sōta se puso con el portátil de su hermana para mirar una serie de partidos. Kagome por su lado pasó al ordenador de mesa, situado en una de las habitaciones del piso superior, a modo de despacho. Se sentó y empezó a escribir en la que se había convertido en su novela favorita. Sabía que tenía que prepararse un personaje, que debía ser convincente, pero necesitaba desahogarse. Sus dedos fluyeron por el teclado, sintiendo la música en sus oídos. Necesitaba música para escribir, siempre le había ocurrido. Además, desde que supo su estado, había conectado mucho más con el personaje protagonista de su novela, sintiéndose igual de sola y desamparada que Andrómaca cuando murió su madre y con la ruptura con Inuyasha.

Después de escribir, se sacó los auriculares de las orejas y se dirigió hacia la cocina, había estado más tranquila después de escribir ese pequeño párrafo de su historia. Sacó unos huevos y se dispuso a hacer una tortilla francesa cuando el móvil sonó.

—¿Sí? —contestó sin mirar-

—¿Kagome? Soy Kagura

—¿Kagura? —Dejó de batir el huevo y cogió el teléfono mejor—. ¿Ocurre algo?

—¿Tienes un momento para hablar?

(-.*-.*-.*-.*)

Sesshomaru entró sin previo aviso en la oficina, descubriendo a una mujer pelirroja de ojos verdes escondidos detrás de unas finas gafas. Sus labios eran algo gruesos, su nariz algo respingona y su mentón fino. Vestida con un traje y chaqueta beige, el cual realzaba sus curvas, miraba los documentos con gran interés, mientras hacía movimientos extraños con la mano para que el extraño se sentara.

—Hemos cerrado —fue lo primero que dijo sin levantar la vista—, pero solo haré la consulta porque parece desesperado. ¿En qué puedo ayudarlo? —levantó la cabeza y se sorprendió de ver al albino allí—. ¿Sesshomaru? ¿Va todo bien?

—¿No puedo ver a mi hermana mayor favorita? —La mujer entrecerró los ojos, mirándolo acusadoramente—. Tranquila Riko, todo está bien.

—Nunca vienes a mi despacho cuando las cosas van bien. —él se cruzó de brazos—. ¿Qué pasa renacuajo? ¿qué le has hecho ya a tu mujer?

—No es por Kagura por lo que estoy aquí —se apresuró a decir— es por Kagome Higurashi

—¿La mujer de tu hermano?

—Exmujer, en realidad. —Midoriko abrió los ojos de par en par. La única pareja que podría estar más unida que Sesshomaru y Kagura eran Inuyasha y Kagome, lo sabía. Tenía un cierto sentido adquirido con su trabajo—. Necesito tu ayuda.

—No me dedico a la terapia matrimonial, hermanito —se apresuró a contestar Riko.

—Kagome acaba de perder a su madre —soltó de sopetón recibiendo la mirada sorprendida de ella—. La han asesinado, poco después de que dejara a mi hermano. —La psicóloga no daba crédito. Esa mujer vino a su consulta hará dos días y estaba completamente bien.

—Vale, stop —levantó la palma a la altura de los ojos del albino. Sacó una hoja y un boli y escribió cuatro garabatos— Bien, desde el principio.

—¿Tienes toda una noche?

—Yo no soy quien tiene mujer e hijos esperándome. —Sesshomaru giró la cabeza—. ¿Le has dicho donde ibas?

—No tengo por qué decírselo —dijo después de unos segundos—. Quiero ayudar a una amiga y debe confiar en mí.

—¿Tú confías en ella cuando llega tarde de trabajar? ¿O vas a buscarla?

—Es diferente, ella no se sabe defender —apoyó las manos en la mesa, iracundo.

—Se enfrentó a su hermano maníaco asesino que intentó matarla —espetó Riko—. Eso dice mucho de su fuerza de voluntad

—¡Estuvo a punto de morir! ¿Cómo esperas que esté tranquilo? Tú no estuviste en esa sala, Mirokiro, día tras día viendo como no despertaba. Pensando que nunca más verías sus ojos cobrizos, ni su sonrisa.

—Y ¿Cómo esperas que ella tome que vayas a las —miró su reloj— doce de la noche a ver a otra mujer?

—No sabe que estoy aquí, además vengo a que me ayudes con Kagome, no a que te metas en mi matrimonio —se levantó—, pero si no puedes hacerlo, me iré.

—Siéntate idiota —ordenó con una voz inusualmente fría, muy parecida a la del patriarca Taisho cuando se enfadaba— Inuyasha y tú sois como hermanos pequeños para mí, desde que Izayoi y Toga me acogieron. Solo quiero que sepas exactamente lo que haces, porque puedes perder al amor de tu vida.

—Me lo dices por propia experiencia ¿no?

—Teàrlach decidió volver a Escocia con su antigua mujer —sentenció Riko sin ningún ápice de sentimiento en su voz—. Yo no tenía por qué intervenir. Él eligió, mal, pero eligió —sonrió ante la cara estupefacta de Sesshomaru—. Y tú también estás eligiendo mal —él gruñó sentándose—. ¡Ei! Solo te aviso.

—Céntrate Riko —volvió a gruñir el albino—. Para empezar, mi hermano se ha dejado engatusar por Kikyō. —La psicóloga levantó una ceja, extrañada—. Ha conseguido hacer pensar a Inuyasha que ella solo quiere ser su amiga, mientras que le ha dado a entender a Kagome que ellos dos se han acostado. —observó su mirada escéptica—. No, no se han acostado. Te lo puedo asegurar.

—Sigue siendo un problema en el que solo puede participar un mediador y yo estoy demasiado cerca como para hacerlo.

—Tengo sospechas de pensar que a Kagome le pasa algo, algo de salud grave. —Riko suspiró—. Tengo un amigo en el departamento que dice que está apunto de introducirse en una misión arriesgada, de aquellas de las que una persona que no tiene nada que perder, acepta.

—¿Insinúas que tiene tendencias suicidas? —Los ojos verdes de la mujer miraban con desconfianza al albino. Ella conocía a Kagome, no creía que la ruptura de una relación pudiera desencadenar ese tipo de reacción en ella.

—No insinúo nada —aclaró Sesshomaru—, pero ha perdido a su madre y está dispuesta a hacer lo que sea para saber la verdad.

—Es grave —anotó algo en el papel y miró al inspector—, pero no puedo tratarla sin que venga. Necesito evaluarla y luego que acepte el tratamiento, pero no creo que esté dispuesta a hacerlo.

—Es por eso que he venido —Sesshomaru se acercó—. Necesito que me hagas un favor, el mayor que te he pedido nunca. —Ella suspiró nuevamente y le hizo un gesto con la mano para que continuara—. Quiero que hagas de inspectora y te infiltres en el departamento.

—Perdona ¿Qué? —se acercó a la mesa—. ¿A ti se te ha caído una maceta en la cabeza antes de entrar por esa puerta? ¿Cómo se te ocurre pensar que puedo hacerme pasar por policía?

—Por policía no… por hermana mayor de una infiltrada Kagome —dijo de forma baja y apresurada.

—¡¿Qué?! —preguntó levantándose exasperada— ¿Quieres que me infiltre en una operación alegando que soy inspectora infiltrándose junto a otra? ¿Tú sabes la locura que me estás pidiendo?

—Sé que sabes defenderte, Riko. Me has pegado palizas inolvidables —se levantó Sesshomaru—. Además, papá y yo estaremos vigilándote. Os vigilaremos a las dos.

—Es ilegal, idiota —se exaspero Riko—. Tu madre es abogada, deberías saberlo.

—Aun tienes vigente tu licencia de investigador privado ¿no?

—¿Cómo?

—La policía puede utilizar a investigadores privados para hacer ciertos trabajos, siempre y cuando estén preparado para situaciones difíciles, y tú lo estas.

—¿Te has sacado esa ley de la manga? —preguntó irónica.

—Yo no —contestó divertido—. Mi jefa es muy amiga del fiscal.

—Izayoi es la fiscal —matizó masajeando el puente de la nariz— y, además, hay otro problema. Kagome me conoce, sabe exactamente como soy y conoce mi acento escocés. Lo sabrá desde el principio, es buenísima con las lenguas.

—No te reconocerá después de la transformación que haremos contigo. —Riko lo miró seria—. Necesito a alguien para que me ayude con mi cuñada. Sé que le ocurre algo grave.

—Si acepto y nos pillan, tú, Toga y Kaede aceptaréis todas las culpas —señaló con el dedo—. ¿Está claro?

—Nadie se dará cuenta —reiteró Sesshomaru—, pero si por un casual, alguien lo sabe y te delata, tranquila, estaremos ahí.

—Más os vale —amenazó recogiendo sus cosas y colocándolas en su maleta de piel. Cogió su teléfono y marcó un número. Cuando en la otra línea preguntaron quién era, Riko le pasó el teléfono a Sesshomaru— Es tu mujer —susurró. Él la miró enfadado—. Si quieres que te ayude, harás lo que yo diga —volvió a susurrar mientras la voz de la mujer se tornaba algo más desesperada.

Sesshomaru cogió el teléfono y habló con Kagura, sorprendiéndose de escucharla hipar. Parecía que había estado llorando, por lo que se estremeció, cortó rápidamente la llamada y se dirigió a su casa sin despedirse de la psicóloga.

—Atenea, dame fuerza para esto —dijo sonriendo con el móvil aún en la mano. Cerró la puerta del despacho apagando todas las luces antes de salir.

(-.*-.*-.*-.*)

Habían pasado dos días desde que Kagome decidió adentrarse en la vida de Hiromi Hirata, la mujer de Suikotsu. Se había puesto lentillas de color cobrizo, gafas de pasta gruesas y una peluca rubia, intentando así que nadie la reconociera. Consiguió un trabajo a media jornada en la cafetería donde ella era camarera, descubriendo que aquel café era la sala de operaciones de los mafiosos de la ciudad.

Hiromi parecía una persona amable y que se había reformado y estuvo encantada de abogar por ella para conseguir el trabajo en cuanto supo que estaba embarazada. El problema de las náuseas aumentaba cuando con el olor a bacon, con lo que su "coartada" estaba bien respaldada.

Esa mañana, entró en la cafetería una mujer con gafas de sol y un polar verde con el nombre de Polen escrito en la solapa, que se sentó rápidamente en la mesa de los camellos como ella la había apodado. Hiromi, suspiró le había explicado, en confianza, que esa mujer era una de las peores arpías que existían y que no entendía como su marido había podido hacer amistad con ella.

Hiromi, le pidió que fuera ella a tomar nota, por lo que asintió y nerviosa fue a la mesa indicada. La dependienta la miró algo extrañada, por lo que Kagome se apresuró a hablar forzando su acento francés.

—Oui, ¿Qué desean tomar? —sacó la libreta de su delantal negro y esperó a que demandaran.

—¿Eres nueva? —La mujer, aun con las gafas de sol puestas, la miró de arriba abajo con aires de superioridad— ¡Te he hecho una pregunta! —se levantó de la mesa exasperada, provocando la intervención de Suikotsu.

—Relájate, Sakasagami, no es de aquí y a veces le cuesta el idioma. —La aludida se sentó enfadada. Se quitó las gafas de sol y la gorra, dejando ver una melena rubia. Kagome abrió los ojos sorprendida, sabía quién era esa mujer—. ¿Ya has dejado de ser morena?

—Sabes que a mi pelo le queda bien todo, querido —sonrió la mujer con voz sensual. Sakasagami volvió la atención a Kagome—. Yo a ti te conozco de algo. ¿No has ido por mi floristería alguna vez? —fue a tocarle el pelo, pero ella se apartó en un espasmo.

—No —contestó con una sonrisa—. Soy alérgica al polen —agregó sin poder evitarlo y salió corriendo de allí hacia la barra. Debería hablar con Akane y Ranma; esa mujer era la misma mujer del apartamento de Plaza y a la que ella había perseguido, días atrás.

—Cycy —la llamó cariñosamente Hiromi—, hay una mujer que pregunta por ti —Kagome dirigió la vista hacia el lugar señalado por la mujer sorprendiéndose de ver a una joven rubia que bien podría ser de su edad—. Quiere hablar contigo.

—Merci. —La mujer sonrió y le cogió el pedido preparándolo ella. Kagome por su parte se acercó hacia la mujer y la miró de arriba abajo—. Excuse moi, pero no sé quién eres —dijo sin salir de su personaje

—Soy tu hermana mayor —contestó con cinismo. Sacó una placa de policía precavida de que nadie la viera y volvió a guardarla— y estoy aquí para hacerte una visita, querida hermana mía.

—¿Quién te ha traído? —preguntó olvidándose por completo de su papel, Kagome se quedó en blanco— ¿Sesshomaru ya lo sabe?

—Hablaremos luego, ahora, abrázame como si hiciera años que no nos veíamos —alargó los brazos y sonrió de forma genuina. Kagome suspiró y siguió su coartada. Le sirvió un café cerca de la mesa de Suikotsu y se despidió de ella en francés, mientras seguía con las mesas. La inesperada visita de la nueva detective había calmado un poco a la señorita Sakasagami, olvidando por suerte su existencia sin insistir más.

La conexión estaba clara, la mujer de la floristería, la misma que los atendió era la mujer que había huido de ella en el departamento de Plaza. Por un momento, se sintió como una auténtica imbécil por haberse dejado engañar por un cambio de look tan poco elaborado y no haber hecho las conexiones pertinentes cuando la vio en la floristería. Pero, por suerte, ahora sabía que ella estaba involucrada. Por lo poco que pudo escuchar mientras trabajaba, la dependienta de la floristería había decidido traspasar un nuevo cargamento de droga de otra manera. No alcanzó a escuchar cual, pero en ningún momento hablaron de su madre ni de su participación en la banda. Tampoco había aparecido Renkotsu Yanaka, por lo que debía de estar escondido en alguna parte.

La nueva agente infiltrada le pidió un bocadillo de bacon con queso, pero Kagome no pudo escuchar mucho más de la conversación, saliendo a toda prisa hacia el lavabo.

(-.*-.*-.*-.*)

—Discúlpala —Hiromi apareció con el pedido de la mujer—. No sé si lo sabías, pero está embarazada y los olores de la carne le dan arcadas. —La mujer abrió los ojos—. Siento fastidiarte la sorpresa.

—No te preocupes, había escuchado algo, pero ella no lo había confirmado —dijo con una sonrisa—. ¡Qué bien! Seré tía.

—No pareces su hermana —comentó Hiromi, pero al momento se arrepintió—. Quiero decir… no pareces tener rasgos como los nuestros —la mujer se sonrojó y bajó la vista—. Eso ha sonado peor.

—No soy su hermana de sangre —dijo con toda la naturalidad del mundo—. La madre de Cycy abandonó a mi padre para casarse con el suyo, luego ella murió y yo no supe de su paradero. Yo soy hija del matrimonio anterior de mi padre. Soy escocesa —dijo sonriendo— Pero su madre me trató tan bien, que la considero como la mía propia.

—Pobre chiquilla —dijo la mujer—. Venir sola a un país y embarazada. ¿Quién será el desalmado que la haya dejado así?

—Ya estoy aquí, disculpa que te haya hecho esperar —dijo Kagome apareciendo de la nada y sorprendiendo a las otras dos—. ¿Ocurre algo?

—No —se apresuró a decir Hiromi—. Recoge tus cosas, debes ir al médico ¿Podrías acompañarla tú? —La mujer asintió. Fue a pagar, pero Hirata se lo prohibió—. Hoy invita la casa. —agregó con una sonrisa genuina se dirigió a la barra. Kagome se fue a cambiar y la inspectora acabó su bocadillo y la esperó fuera. Cogió el teléfono y escribió un mensaje a alguien.

—Bien ¿me vas a decir quién eres? —la mujer se asustó poniéndose una mano en el corazón—. Tú no eres policía.

—Estoy empezando ¿vale? —se giró y la miró a los ojos—. Mi nombre es Boudica Sims, pero ahora soy Nerys Slandman y soy tu hermanastra mayor escocesa.

—¿A qué viene esto? —preguntó exaltada.

—Me han contratado para hacer que tu cuartada sea más creíble, además tendrás una salida por si las cosas salen mal.

—Sí, una novata será de mucha ayuda.

—¿Te sientes intimidada? No voy a quitarte el puesto, de eso estoy segura.

—Como sea, debo irme —Kagome empezó a andar en dirección a un autobús.

—Espera, puedo llevarte. —Kagome la miró, su cara se le hacía familiar, pero no sabía de qué—. Así nos conoceríamos mejor y podríamos intimar ciertos detalles de nuestros personajes.

—Lo siento, hoy tengo prisa —se excusó y le dio el teléfono de Ranma—. Llama a mi compañero, él te pondrá al tanto. Pero no hables con nadie más, necesitamos la mayor discreción posible. —La psicóloga cogió el número y se lo guardó, aceptando el trato. Su móvil sonó, sobresaltándola.

—Sí —esperó unos segundos, miró en dirección de Kagome pero esta ya había desaparecido—. Ya lo sé Sesshomaru, pero no ha querido que me acerque —empezó a caminar—. No sé, por ahora no sé lo que tiene —le engañó, primero quería saber que se traía entre manos esa mujer—. Es buena, sabe defenderse —aseguró— ¿Hablaste ayer con Kagura? —Se hizo un silencio en el otro lado—. Vale lo arreglasteis de otra forma —dijo con aire picante provocando la ira del otro. Se apartó el teléfono de la oreja—. Te dejo hermanito, tengo cosas que hacer —colgó el teléfono y se lo guardó.

Midoriko fue hacia su coche y se dirigió a su oficina sumida en sus pensamientos. Como dato, no era habitual simular un embarazo cuando alguien se infiltraba en una operación, porque, por norma general, siempre eran tomado como elementos débiles y era difícil pasar desapercibido. Además, una embarazada siempre debía estar metida en un papel constante: sentir nauseas, dolores de espalda, un estómago que fuera creciendo… eran muchos problemas para un perfil de falso. ¿Por qué habían elegido eso? La única razón que ella veía era que la joven estuviera embarazada y que utilizara su tapadera para esconder su embarazo. ¿Podía ser más rocambolesco? Además, si la inspectora estaba embarazada aquello se volvía mucho más peligroso. No tenía ideas suicidas, era cierto, pero estaba adquiriendo una temeridad que no solo la ponía en peligro a ella sino también a su feto. Si sus sospechas eran acertadas, tendría que hablar con el menor de los Taisho, pero por ahora intentaría acercarse más a Kagome, quería poder ayudarla de alguna manera.

Aparcó en el parquin de su consulta, ensimismada en aquellos pensamientos. Sabía que la inspectora Higurashi era una persona fuerte, no entendía por qué había dejado que su hermana mayor se entrometiera en su relación. Además, ella había conocido con Kikyō en alguna ocasión y estaba más que segura que ella no sentía nada por su hermano pequeño. Entonces ¿a qué se debía aquella situación? Una llamada de atención ¿tal vez?

La alarma de su móvil sonó, recordándole que aún tenía que atender a toda una lista de pacientes y debía quitarse el disfraz que llevaba consigo, sino quería destrozar su tapadera el primer día. Entró en la consulta y se dirigió al baño sin saludar a Sayuri, su secretaria. Se dispuso a quitarse las lentillas y la peluca. El cambio fue radical: sus ojos verdes brillaron al verse nuevamente como ella era en el espejo. Se quedó mirando su cara, tenía una pequeña cicatriz debajo de su oreja derecha, imperceptible para quien no supiera de su existencia, pero dolorosa para ella.

Recordó el día en el que Toga Taisho, inspector de policía, había llegado con su mujer Izayoi y sus dos hijos al centro de acogida de menores. Ella estaba allí, ya que su madre había muerto de sobredosis y no sabía quién era su padre. Toga la vio sentada en una silla, leyendo un libro sobre Sigmund Freud. Recordó que los dos albinos se acercaron a ella y como el más pequeño le tendió la mano. Aquel día fue extraño, ella no conocía el idioma y ninguno de los jóvenes del centro sabía hablar inglés, por lo que cuando Inuyasha empezó a entablar una conversación que ella entendía, casi lloró de alegría.

Escuchó golpes en la puerta, posiblemente ya habían llegado sus pacientes, por lo que se apresuró a guardar todo en su bolso. Se pintó ligeramente los ojos y salió del lavabo. Sayuri, de cabello y ojos castaños, mucho más bajita que ella, miraba extrañada por la puerta como buscando a otra persona, Riko sonrió, al menos su disfraz había confundido a la secretaria que llevaba con ella cerca de ocho años.

—¿Ya ha llegado el señor Finn? —Sayuri la miro—. Señorita Hakudoshi, ¿ha escuchado lo que le he preguntado?

—Perdone, esperaba encontrar a otra persona —volvió a mirar al lavabo para luego mirarla otra vez—. La señorita Higurashi está en la sala de espera, viene a hablar de su madre. —Riko abrió los ojos—. Ya le he dicho que su madre no tenía hora hasta dentro de dos semanas, pero la mujer quiere hablar con usted.

—Dígale al señor Finn que tengo una urgencia —salió a toda prisa hacia su despacho—. ¡y no me pases llamadas! —le grito desde la otra punta.

Cuando llegó a la sala de espera al lado de su puerta de despacho, la vio completamente vacía excepto por una silla, la cual sostenía a una mujer de cabellos azabaches y ojos azules, que miraba algo nerviosa los asientos vacíos que estaban al frente. En ese momento Riko se fijó más en su fisonomía, su estrechez de caderas había desaparecido y parecía que los pantalones que llevaba puestos le quedaban algo ajustados.

Cuando las miradas se encontraron, durante un ápice de segundo vio en los ojos de la inspectora tristeza y desesperanza, que fue rápidamente reprimida cuando le sonrió y miró a los ojos. Kagome se levantó y fue hacia ella.

—Buenos días Riko —la abrazó, poniendo nerviosa a la psicóloga—. ¿Te pillo en mal momento?

—No tranquila —Midoriko miró la sala de espera—. Como ves no tengo mucho trabajo. ¿Qué necesitas?

—¿Podríamos hablar? —Ella la observó extrañada—. Es sobre mi madre

—Claro —contestó lo más natural posible—, pero no sabía que eras consciente de que tu madre venía a sesiones de terapia —se dirigió al despacho y abrió la puerta haciéndola pasar.

—Y no lo sabía, pero ciertas circunstancias me han llevado hasta aquí —Riko cerró la puerta asustada ¿la habría descubierto?

—Tu madre llegó aquí después de estar ingresada en el hospital —por la expresión de la joven, Riko supuso que eso ya lo sabía—. Me gusta trabajar en algunos programas sociales y a tu madre se le ofreció esta opción.

—¿De qué hablasteis?

—Sabes la confidencialidad que existe entre médico y paciente —empezó mientras rodeaba la mesa y se sentaba en su cómoda silla giratoria— no creo que pueda ayudare mucho si es eso lo que buscas.

—Ya no hay confidencialidad, Midoriko. Mi madre ha muerto y hasta hoy no he sabido que venía a verte una vez al mes —le enseñó la libreta en forma de agenda de su madre, donde estaban marcados en rojo los días que visitaba a la psicóloga—. Sé que mi madre pasó un tiempo visitando a un psicólogo por la muerte de mi padre, pero este le dio de alta poco después. ¿Por qué venía aquí?

—No te lo puedo contar sin una orden, Kagome —contestó con profesionalidad—. No solo tengo a personas con problemas de miedos y traumas, trato con violadores y asesinos los cuales tienen la certeza de que se les respetará su silencio. Si alguien se entera de que yo te he dado la información para una investigación…

—No llevo el caso —interrumpió a Riko—. Han pasado muchas cosas en mi vida, una de ellas es que he cambiado de departamento de policía, pero Sesshomaru sí que se encarga de la muerte de mi madre.

—¿No confías en él? — preguntó la psicóloga analizando la reacción de Kagome, que había hecho un gesto despectivo.

—No puede solo —agregó— y yo no puedo participar en la investigación, nuestros departamentos no pueden trabajar juntos, no es una situación de emergencia.

—Sino trabajas en el caso… ¿Qué quieres que haga yo?

—Que me expliques porqué mi madre venía aquí y si tenía que ver con mi padrastro

—Sigues siendo un agente de policía —argumentó Riko.

—Y tu paciente muerta sigue siendo mi madre —contestó ella—. Cualquier cosa que me puedas contar, servirá para arrestar al asesino.

—Por mucho que te lo explique, no es oficial, por lo que no le servirá a ningún tribunal sin una orden —estableció la psicóloga.

—Mira. —Kagome sacó su móvil y se lo pasó. Había unas fotos de una espalda llena de cicatrices—. ¿Sabes quién es? —La psicóloga negó—. Mi hermano pequeño Sōta. —Riko levantó la cabeza asombrada—. Ese hijo de puta ha estado maltratando a mi hermano pequeño sin que yo lo supiera y seguramente, sin que mi madre tuviera consciencia. No quiere salir a la playa, ni tener relaciones con chicas porque se siente acomplejado. Nada me gustaría más que arrancarle el corazón a tiras, pero por ahora solo me puedo contentar con asesinato en primer grado si él es el asesino.

—¿Cómo estás tan segura?

—Quiero que la información que escuches, la trates con la misma confidencialidad con la que estás tratando los secretos de mi madre —advirtió—. Tengo pruebas para pensar que mi madre estaba metida en un asunto de la droga y que el punto de inflexión es mi padrastro.

—Estamos hablando de una organización que trafica con drogas y mata a todo ser viviente que se interponga.

—Soy policía Riko —recordó la inspectora—. Estoy haciendo mi trabajo.

—¿Qué opina Inuyasha de todo esto? —preguntó por inercia.

—¿Por qué debería de opinar? —preguntó enfadada. Ante los ojos de duda de Riko, suspiró—. Cierto, no lo sabes… Mi relación con Inuyasha se acabó hará dos meses.

—¿Por qué?

—No supo cortar con el pasado —bajó la mirada hacia la mesa—. Posiblemente debas hacerle alguna sesión.

—Puede que deba hacerlo —sonrió— y tú… ¿Cómo estás?

—Bien —mostró una mueca que distaba mucho de ser una sonrisa—. Tengo que preocuparme por mi hermano y por mi futuro, no tengo tiempo de pensar en amores —Una respuesta demasiado automática. A Riko le pareció que la tenía bien estudiada

—No suena muy cierto… ¿ya te cuidas? —Como esperó, Kagome se tapó el estómago con su bolso. Su cerebro había reaccionado como si pudiera saber que ocurría en su interior—. Te veo algo… bueno…

—Estoy bien —interrumpió la joven insegura—. No hemos venido a hablar de mí, de todas formas —estableció—. ¿Tienes sospechas de que mi madre pudiera tener alguna relación con la mafia? ¿estaba rara o nerviosa? —Riko suspiró.

—Tu madre nunca habló de ningún alijo de drogas, Kagome. Tampoco parecía que estuviera enganchada a ese tipo de veneno.

—¿Por qué empezó a venir?

—Después de recuperarse de las heridas, decía que lo que le había ocurrido era un castigo divino, había traicionado a alguien al cual no podía pedirle disculpas. Nunca me explicó que pasó realmente, ni quien era la persona. Tenía la esperanza de que en la siguiente sesión pudiéramos hablar de ello.

—Sabes que necesito tus apuntes, Riko, todo lo que esté relacionado con mi madre.

—Y sabes que yo necesito una orden —dijo seria—. Me he criado con una familia dedicada a estos temas. Izayoi es la fiscal del distrito y Toga y Sesshomaru en la policía. Sé exactamente cada condición y de qué forma funciona la ley, además de los derechos que ampara la constitución, por lo que, sin una orden, no puedo hacer más.

—Es algo personal Riko, es mi madre.

—Sí, y entiendo tu sufrimiento como no tienes idea —aseguró la psicóloga—, pero también sé que debes tener la mente fría en este caso. No puedo saltarme las leyes ni por ti ni por nadie.

—Está bien —Kagome se levantó enfadada—. Vendré aquí con una orden, no te preocupes —se giró hacia la puerta.

—Procura que la orden sea clara —dijo Riko antes de que saliera—. No pienso dejarte ver archivos que no estén detallados en ese folio —agregó levantándose y mirándola fieramente. Vio como ella la miró, con odio y salió de la consulta, dando un portazo.

Riko suspiró y agachó la cabeza cerrando los ojos. Odiaba tener que comportarse de esa forma, pero su trabajo dependía de la confidencialidad que prestara a sus pacientes, por lo que no podía ceder en ese aspecto. Cuando abrió los ojos se fijó en un papel pequeño que estaba cerca de la silla de Kagome. Extrañada, rodeó el escritorio para coger el objeto, era muy extraño que Sayuri, su impoluta secretaria, se olvidara algo en el suelo. Cuando lo cogió y le dio la vuelta abrió los ojos de par en par. La tarjeta era de un médico familiar, el doctor Ono Tofú, pero había escrito un nombre, Dra Shampoo Wu y un nuevo número de teléfono. Se acercó a su mesa y se sentó delante del ordenador portátil, tecleando en el buscador la página de la mujer citada.

La Dra en cuestión había escrito muchos artículos sobre la mujer y la gestación del feto en momentos de ansiedad y estrés. Riko abrió los ojos cuando descubrió que se trataba de una ginecóloga.

—¿Por qué siempre tengo que tener razón? —se lamentó a la vez que apuntaba todos los datos que pudo hasta que su secretaria llamó a la puerta. Antes de hacer pasar al señor Finn, la psicóloga guardó la tarjeta. Tendría que hablar con Inuyasha de inmediato.

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¡Hola a todos!

Aquí vuelvo una tarde más con un nuevo capítulo... las cosas empiezan a verse más claro ¿verdad? Espero que disfruteis de este nuevo capítulo y que no os defraude.

Aclaraciones:

En el texto de Andrómaca, la troyana habla sobre el mito de la manzana de oro, en el que Eris, diosa de la discordia, lanza una manzana dorada con una etiqueta, Para la más bella. Son tres diosas las que se levantan Hera, Afrodita y Atenea. Zeus, viendo que saldría mal parado si elge a alguna de las tres, le envía el recado a un pastor que estaba por allí (Paris) que acaba eligiendo a Afrodita como la más hermosa. Hera y Atenea juran venzanza y ese es el preludio de la Guerra de Troya (Afrodita a cambio de la manzana le ofrece a Paris la mano de Helena, quien ya está casada con Menelao).

La Gorgona: En el mito de Perseo, el héroe debe enfrentar a un monstruo que vuelve de piedra aquellos que la miran fijamente. Este monstruo era una sacerdotisa de Atenea que tuvo relaciones con Poseidón (algunos dicen que consentidas, otros que no) en el templo de la diosa, por lo que esta la transforma en un monstruo y luego ayuda a su hermanastro (Perseo) a matarla.

Casandra: Después de ganar la guerra los aqueos (griegos) se repartieron el botín material y humano. Casandra, una de las hijas del rey de Troya, se había escapado y se había refugiado en el templo de la diosa, pidiendo su protección (algo así como acogerse a sagrado en el cristianismo) pero Ayax el joven, le dio bastante igual y la sacó a rastras para violara, algo que, segun el dramaturgo Euripides, la diosa no se tomaría bien.

Agradecimientos:

Guest: Espero que este capítulo te haya gustado, aunque no sé si es más corto que el anterior... Muchas gracias por darle la oportunidad y por estar ahí una semana más.

Marlenis Samudio: Creo que aquí traigo un poco de luz a las intrigas... si, Kagome no está en su mejor momento y con su hermana parece que no cree o no quiere creer para que no le hagan daño... igualmente Inuyasha siempre debe menter la pata para crear una buena tensión xD. Espero que este capítulo te agrade, aunque para mí fue un poco duro escribirlo, la verdad es que creo que puede dar un poco de luz a las incógnitas. Gracias por estar una semana más y por dejar tu comentario!

kcar: Me alegro que te haya gustado! Muchísimas gracias por estar ahí una semana más. Espero que este no te defraude y que sigas con ganas de más xD.

Susanisa: Muchísimas gracias por tus palabras. Espero que este capítulo también sea interesante y de tu agrado!

R.T: Sí! Por fin salió Ranma xD Bueno, debo decir que tengo un problema con ello, en todos los fics que puedo, Kagome siempre tiene un primo hemano (porque para mi la madre de Kagome y Nodoka se parecen un montón) que es Ranma xD. La conversación de coche debo decir que es una de mis escenas favoritas, me lo pasé muy bien escribiendola. Espero que este capítulo te guste también, aunque es un poco más oscuro y que no te defraude. Muchas gracias por tus bellas palabras.

Como siempre agradecer a Carli89, Eren Vega, Jacqueline Mendoza, Jiyuu Akabane, Klaudia VR, Lilliana1118, Marlenis Samudio, Susanisa, hadadelcementerio, jessicatoledo . barrera78, kcar, MariaGpe y yema22 por vuestros me gusta y por seguir esta historia. Sin olvidar a todos aquellos que sean lectores fantasmas, gracias por darle la oportunidad, aunque sea por error xD! Sin todos vosotros yo seguramente no seguiría escribiendo

Bueno pues ya está, aquí lo dejo. Cualquier pregunta o comentario ya sabéis donde dejarlo.

¡Muchas gracias!

Nos vemos en los bares.