El sonido de una turbina fue lo primero que mis oídos percibieron. Sentí el aire chocar en mi rostro y mi cabello agitarse de un lado al otro. Sin prisa, fui abriendo los ojos, el más mínimo rayo de sol me resultó cegador. Estaba amaneciendo, me ausenté quizá unas horas después de lo último que recuerdo.

Terminé de recuperar el conocimiento y volteé en ambos sentidos, a mi derecha estaba Sam lo cual me tranquilizaba, a mi izquierda tenía a un agente y frente a nosotros iban un hombre afroamericano y una mujer. Teníamos puestos unos audífonos con micrófonos y reducción de ruido, los que suelen usarse en helicópteros porque justo estábamos dentro de uno.

—Miren, despertó —el hombre sonríe y me saluda con su mano—. Hola.

—¿Y tú qué? —mi ceño se frunce, no estaba de humor.

Puedo ver que su mano automáticamente se cierra y sus labios se aplanan.

—Déjala tranquila, Glen —lo regaña la mujer a su lado.

—Solo quería ser amable... —murmura.

Ruedo los ojos y me enfoco en mi hermano.

—Sam, ¿A dónde vamos? —pregunto desorientada—. ¿Y qué pasó con Bee?

—No estoy seguro —contesta. De golpe llega a mi un intenso dolor detrás de mi cabeza que se estuvo reservando, pongo una mano en la zona para tratar de mitigarlo, pero es inútil y suelto un quejido—. Tienes que relájarte, ¿Sí? Te golpearon con una de esas armas largas. Por el momento solo hay que esperar y trata de no pelear con ellos.

—Como sea —vuelvo a acomodarme en mi asiento, aprieto ambos ojos. Este dolor era insoportable.

—Y bueno... —ese tal Glen vuelve a hablar—. ¿A ustedes por qué los detuvieron?

Agacho ligeramente la cabeza para verlo y relajo cada músculo en mi rostro, consigo el semblante más serio posible.

—Tratamos de entrar al Pentágono —digo añadiendo suspenso en la última palabra.

—No es cierto —sus labios se despegan y sus cejas se alzan. Se lo había creído.

—No lo molestes —Sam me da un suave empujón con su hombro. Me suelto riendo inevitablemente por la reacción que causé en Glen, solo quería darle un pequeño susto—. Digamos que mi auto resultó ser un robot extraterrestre, ¿Qué tal?

—Que denso —dice la chica—. Soy Maggie, por cierto. Ya conocieron a Glen —señala al sujeto sentado junto a ella.

—Sam —le corresponde con educación—. Y esta de aquí es mi hermana menor Grace. Le gusta molestar a la gente, no le hagan caso.

—¿Qué pasa? —los saludo elevando un poco la barbilla.

—Y esta es la razón por la que somos perdedores, compórtate, ¿Quieres? —me dice Sam entre dientes y luego les sonríe.

Yo solo suspiro. Sep, es por cosas así que asusto a la gente.

El helicóptero siguió su ruta por un rato más, pronto pude asomarme por una de las puertas y ver que debajo de nosotros había un gran cuerpo de agua que reconocí de inmediato. Era la presa Hoover, nunca la había visto en persona y menos desde este ángulo, así que me dejé impresionar por el inmenso panorama.

¿Para qué nos trajeron? No tenía ni idea y tampoco tuve respuestas. Simplemente aterrizamos sobre la pista, volvieron a subirnos a unas camionetas para trasladarnos hasta una edificación en la que en sus afueras, nos topamos con el agente Simmons. El hombre ya aguardaba de brazos cruzados por nosotros, parece que sabía que íbamos a llegar tarde o temprano.

—Chicos —nos saluda—. Tuvimos un mal comienzo —pone una mano sobre el hombro de Sam y otra en el mío—. ¿Tienen hambre? ¿Quieren un latte o que tal un doble machiatto?

Retiro su mano de encima mío y lo veo directo a sus gafas oscuras.

—Muy gracioso, en verdad, señor. Si su trabajo era venir aquí a decir chistes estúpidos ya puede irse antes de que le arranque ese gorrito de la cabeza.

—Que grosera —me señala.

—Ay, ajá.

—¿Dónde está mi auto? —interviene Sam, capturando su atención.

Un segundo hombre llega y se coloca a un costado de Simmons. Este también traía gafas de sol así que era imposible ver bien su rostro completo.

—Hijo, quiero que me escuches con mucha atención —le pide a Sam—. Puede morir gente. Tienes que decirnos todo lo que sabes, es necesario que lo hagas.

—Claro, pero primero mi auto, mis padres, Mikaela y lo quiero ahora.

Yo asentí respaldando todo lo que dijo, exceptuando la parte de Mikaela. No era nada personal, pero me importaban más mis padres y encontrar a Bumblebee.

—Ven conmigo, hablaremos de tu auto —el hombre se da la vuelta y comienza a caminar, nosotros lo seguimos.

Un grupo de militares se unió a nosotros y todos entramos a unas instalaciones subterráneas debajo de la presa. Fuimos guiados por un túnel que nos condujo a un cuartel gigantesco en el que, además de haber más personas trabajando y todo tipo de maquinaría, tenían en criogenización a un robot gigante con el que tal parece que experimentaban.

—Oh, no... alerta de súper villano —digo en voz alta.

—Santo cielo, ¿Qué es eso? —pregunta con horror el Secretario de Defensa, Keller. Aquí había gente importante.

—Creemos que cuando estuvo en el Polo Norte, nuestro campo gravitacional arruinó su telemetría —el agente de antes nos llevó hasta él—. Se estrelló en el hielo, tal vez hace miles de años. Lo trajimos a estas instalaciones en 1934.

—Le decimos el NBE-1 —comenta Simmons.

Con todo lo dicho, lo que recuerdo que nos explicaron los Autobots, más lo que podía observar, solo pude pensar en un nombre que salió de mi boca antes de que pudiera notarlo.

—Megatron.

—¿Perdón? —puedo sentir la mirada de Simmons.

—Señor, no quisiera corregirlo en todo lo que cree, pero Grace tiene razón —habla Sam—. Ese es Megatron. El líder de los de Decepticons.

Mis ojos lo recorrieron de pies a cabeza, era tan grande cómo Optimus pero este desprendía un aura terrorífica con solo ver los cristales apagados que funcionaban cómo sus ojos. Hablando de Optimus, ¿En dónde estaba? ¿Acaso no tenían pensando venir por Bumblebee? Bueno eso si es que también estaba aquí, lo que no sería raro si ya tienen a alguien como Megatron escondido debajo de este lugar. La cosa sería encontrarlo y pensar una manera de salir.

—Déjenme decirles que su tatarabuelo hizo uno de los descubrimientos más grandes de la historia —menciona el agente.

—Esto que ven es el origen de la edad moderna —aclama Simmons orgulloso—. Microchips, láseres, vuelos espaciales... Con los principios de sus componentes los desciframos.

—Así que... —digo esta vez yo—. Tenían conocimiento de todo esto, ¿Y no les pareció buena idea que los demás se enteraran de que tenían a un robot gigante escondido en su sótano?

La mirada fulminante de Simmons volvió a caer sobre mí, contradecirlo se estaba volviendo mi deporte favorito. Él ya venía en mi dirección pero las palabras del Secretario Keller lo detuvieron.

—La niña tiene razón —me apoyó para mi sorpresa—. Al menos los militares tenían que saber de esto.

—No soy una niña, solo soy... Joven y pequeña —susurro molesta.

—¿Y por qué la tierra? —se suma a la conversación uno de los militares que nos acompañaba. Creo escuchar que antes lo llamaron Lennox.

—Pues por la Chispa Suprema —aseguro. El resto no pareció entender mucho de lo que hablo.

—Vinieron en busca de algo que parece un cubo —les trata de explicar Sam—. Y a lo que le llaman NBE-1 osea Megatron, que es su nombre, es el mensajero de la muerte. Quiere usar el Cubo para transformar nuestra tecnología y apoderarse del universo.

—Ese, en resumen, es su plan —añado.

—¿Están seguros de eso? —las miradas nos atacan.

—Sí —respondo—. Y por lo que sospecho... Ustedes ya saben en dónde está, ¿No?

—Pues sí —admite el agente—. Síganme.

Nuestro recorrido sigue hasta una habitación con un cristal que tenía vista hacia un gigantesco cubo. Nos acercamos para poder tener una visión más clara, eso dejó salir un sonido mío de asombro. Ya perdí la cuenta de cuantas cosas inimaginables había visto.

—Genial —escucho a Glen, enseguida Maggie lo hace callar.

—La prueba de carbono ubica al Cubo en los 10, 000 A.C. —empieza a contarnos el agente—. Los Primeros Siete, lo encontraron en 1913. Sabían que era extraterrestre por los... Jeroglíficos en el Cubo y en el NBE-1.

—Megatron —corrijo.

—Como sea. El presidente Hoover construyó la presa alrededor. Cuatro muros extra gruesos son la forma perfecta de evitar que su energía sea detectada por cualquier humano o especie extraterrestre —concluye el hombre.

Finalmente tenía sentido. Me estuve preguntando el porque armar todo este circo debajo de una presa famosa.

—Dijo que la presa oculta la energía del Cubo, ¿Qué clase de energía? —se atreve a preguntar Maggie.

—Buena pregunta.

Fuimos llevados a otra habitación sellada con máxima seguridad, nos pusieron alrededor de una caja de cuatro paredes de cristal. En la habitación ya había pasado algo anteriormente, pudimos saberlo por las notorias marcas de garras en los muros.

—¿Freddy Kruger estuvo aquí? —bromea el soldado Epps. Tuve tiempo de escuchar sus nombres en el trayecto.

—No creo, Freddy Kruger tiene cuatro navajas y esas son tres —Glen se lo toma en serio—. ¡Debe ser Wolverine!

En el más que justificable silencio, yo me limito a torcer los ojos.

—¿Podemos concentrarnos? —Simmons lo reprende—. Bien, ¿Alguien trae una llave con alarma, un Blackberry o un celular?

—Yo un teléfono —como un cachorro regañado, Glen saca su teléfono Nokia y se lo lanza.

A todos nos hacen ponernos unos goggles de protección mientras Simmons mete el Nokia en la caja.

—Uy, no te lo va a regresar —le digo a Glen al oído y este solo niega decepcionado con la cabeza. Me aguanto algunas risas tapando mi boca.

—Tomamos la energía del Cubo y la encauzamos a esa caja —Simmons comenzó a bajar unas palancas que activaron un rayo que cayó sobre el dispositivo, después de recibir la descarga de energía se transformó en un pequeño Decepticon que fue embistiendo cada uno de los cristales sin éxito en tratar de llegar a nosotros. El pequeño desplegó unas armas miniatura y disparó a los cristales.

—Los va a romper —Sam se preocupó.

Simmons apretó el interruptor de un control en su mano que generó una sobrecarga que dejó pulverizado al Decepticon.

Lo que pasó fue justo lo que Ratchet nos dijo, la energía del Cubo es capaz de transformar un simple teléfono en una agresiva máquina de matar. Si los Decepticons ganaban, sería un final desastroso. No debíamos permitirlo.

Dejé de pensar cuando las luces en la habitación comenzaron a parpadear.

—Caballeros, saben que el Cubo está aquí —expone Keller.

Ay, mierda.

—¿Tienen cuarto de armas? —pregunta Lennox.

Todos salieron corriendo para dirigirse hacia allá, Sam y yo les seguimos el paso hasta la armería. Una vez ahí los soldados se estaban equipando con todo lo que sus vestimentas les permitieran llevar. Esto si era cool.

Salí de mi asombro al sentir que todo el lugar retumbaba y escuchar el fino sonido de la arena desprendiéndose del techo. Las luces parpadearon una vez más y Sam desesperado se acercó a Simmons, yo rápidamente lo seguí.

—Lléveme con mi auto, el sabrá que hacer con el Cubo.

—¿Tú auto? Está confiscado —le recuerda Simmons.

—Por tu madre, ¿Es en serio? —exclamo—. Es obvio que lo tienen aquí, así que desconfiscalo. Esto es más importante que tus protocolos de S-7.

—¡No sabemos que pasará si se acerca a esa cosa! —alega.

—¿Y quiere quedarse aquí a ver que pasa? —inquiere Sam.

—Está en peligro la vida de algunos aquí, jovencitos.

Cómo un león cazando a su presa, Lennox saltó sobre Simmons y lo empujó contra un pilar. Eso provocó que agentes y militares se apuntaran entre sí con sus armas.

Sam y yo solo observamos quietos. Esto no era lo nuestro. Hasta hace poco solo éramos dos chicos con una vida tranquila en la ciudad y ahora estábamos en medio de un conflicto armado y extraterrestres.

—No pedimos venir aquí —le aclara Lennox.

—Baja tu arma, soldado. Te lo ordeno bajo la jurisdicción de la S-7 —dice Simmons.

—La S-7 no existe —le responde Epps.

—No recibimos órdenes de lo que no existe —Lennox sostiene firme su arma. No piensa bajarla.

—Contaré hasta cinco —le advierte Simmons.

—Y yo hasta tres.

Okey, Lennox es genial.

—Simmons, haga lo que dicen. Perder no es una opción para ellos —acepta Keller sin más remedio.

—Entiendo —asiente a regañadientes—. ¿Pondrán el destino del mundo en un Camaro? Está bien.

Conseguimos que nos lleven a donde tenían preso a Bumblebee, mi furia se dispara al darme cuenta de que seguían rociándole ese gas y dándole descargas eléctricas.

—¡Ya déjenlo! —corro contra uno de los hombres y le quito el aparato que estaba usando. Veo que Sam hace lo mismo con otro.

—¿Estás bien? —se asegura de preguntarle a Bee.

Bumblebee alza la cabeza y emite un gorgojeo que interpretamos como un sí. O eso creímos hasta que una máscara cae sobre su rostro y su mano se transforma en un gigantesco cañón que usa para apuntarles a todos en el lugar.

—¡Espera, Bee! —intento calmarlo—. El Cubo está aquí y los Decepticons ya vienen por el.

—Olvidate de ellos —le pide Sam—. No te harán daño. Baja tus armas, ¿Sí? Te llevaremos a la Chispa Suprema.

Bumblebee tarda unos segundos para aceptarlo, pero al final confía en nosotros y baja sus armas, la máscara en su rostro también regresa a su lugar.

Maldición, es demasiado bueno, no lo merecemos.

Le mostramos el camino a Bee hacia el Cubo, se acerca a el cómo si ya supiera lo que tiene que hacer y presiona una de las esquinas. Una luz azul emana del Cubo y después empieza reducirse en cubos más pequeños. Al final termina en una réplica que cabe en la mano de Bumblebee.

—Mensaje de la flota al capitán: vamos a hacerlo —nos dice Bee a través de un audio grabado de su radio.

—Tiene razón, seremos blanco de Megatron si nos quedamos aquí —lo apoya Lennox.

—¿Y qué es lo más cercano? —pregunto.

—Mission City está a 35 kilómetros —me contesta—. Hay que sacar el Cubo de aquí y esconderlo en la ciudad.

—Debemos intentarlo —estoy tan asustada que no se donde me salen fuerzas para seguir hablando.

—No lo lograremos sin el apoyo de la fuerza aérea —les hace saber Lennox.

—Aquí debe haber un enlace de radio, un equipo de onda corta —piensa el Secretario.

—Ustedes háganles saber la señal, pronto. Los demás nos vamos —ordena Lennox—. Sam y Grace al auto. Señor secretario, que despeguen los cazas. Al llegar a la ciudad buscaremos un radio y le diré a Epps que los dirija.

Bumblebee se transformó en Camaro y Sam y yo subimos en el, cerró sus puertas automáticamente para arrancar a toda velocidad fuera de la base. Los soldados también subieron a sus vehículos blindados y formaron un círculo a nuestro alrededor. Nos estaban escoltando.

No tenía idea de que iba a pasar, solo espero que esto de verdad funcione.