Capítulo 5

El pitido constante de los mensajes los despertó a ambos, aunque en vez de leerlos, Erin apagó el móvil. Luego se acurrucó un poco más contra Aaron. El chico besó su frente y pasó su brazo por su cintura, atrayéndola hacia él.

-Creo que deberíamos levantarnos. Tengo una sorpresa para ti.

Erin se levantó un poco y se apoyó en un codo. Su cara se iluminó y el chico sonrió ante su ilusión.

-¿En serio? ¿Qué es?

-Bueno, no es gran cosa, sólo un pequeño detalle, pero.. -él se encogió de hombros y se sonrojó ligeramente.

Erin lo besó despacio, saboreando el beso. Luego trazó el contorno de su cara con su dedo.

-Aaron, ya sabes que no hace falta que me regales nada, ni que te gastes dinero en otras cosas. Sólo con estar contigo para mí ya es suficiente.

-Lo sé. Pero quería tener un detalle contigo.

Se levantaron, y mientras Erin se quedaba sentada en la cama, tapaba sus piernas con el edredón y se apoyaba en la pared, Aaron fue al armario de Arthur, donde había escondido una pequeña caja con un par de magdalenas de chocolate, las favoritas de Erin. Algunas veces, le dolía no poder invitarla a cenar, o comprarle cualquier cosa, aunque ella decía que no le importaba. Y tal vez fuera verdad, pero él seguía sintiéndose mal por no poder darle lo que cualquier novio le daba a su novia.

-Feliz cumpleaños Erin -le pasó la caja y se fijó en su reacción.

-Oh, Aaron, muchas gracias -lo besó de nuevo y le dio un mordisco a una de las magdalenas -.¿Sabes que nunca nadie ha tenido un detalle como este? A veces no hacen falta grandes regalos, si no un pequeño detalle para hacer feliz a una chica -la sonrisa llegó a sus ojos, y el chico supo que lo decía con sinceridad.

-Me alegro que pienses así, porque tengo otra cosa para ti -se acercó a su escritorio y sacó otro paquete. Se lo entregó y se sintió un poco nervioso. Se sentó a su lado mientras ella lo abría.

Erin dejó la caja de las magdalenas en el suelo, y abrió el regalo. Abrió la boca sorprendida ante el libro. Una edición antigua de "Mujercitas" su libro favorito. El libro se veía usado, pero estaba en buen estado. Eso le gustaba, porque significaba que su anterior dueño había disfrutado la historia y lo había desgastado de tanto leerlo.

-Aaron, esto es…maravilloso -Erin lo miró con los ojos brillantes de la emoción.

-Bueno…gracias -se encogió de hombros y se rascó la nuca un tanto avergonzado-. Lo encontré en un mercado de segunda mano en mi pueblo, en Acción de Gracias. Mi tía me había dado algo de dinero por mi cumpleaños, y cuando vi el libro, no lo dudé. Sé que es tu favorito, y quería algo especial para ti.

-Es el mejor regalo que me han hecho nunca, de verdad -Erin seguía mirando el libro embelesada.

-¡Qué exagerada! Seguro que tus padres te han hecho un montón de regalos mucho mejores a lo largo de tu vida -señaló él sacudiendo la cabeza con incredulidad.

-Nunca con un valor tan sentimental como este -dejó el libro a un lado y se sentó en su regazo-. Aaron, en casi dos meses a tu lado he sentido más amor, cariño y paz que con el resto de gente en toda mi vida, y me has demostrado que con cualquier pequeña cosa, uno puede ser feliz. Te quiero -sonrió con timidez mientras se mordía nerviosa el labio. Era la primera vez que lo decía.

El chico la miró sin saber qué decir. Él también la quería, pero tenía miedo de expresarlo en voz alta y que todo se desmoronara. Sin embargo, Erin lo estaba mirando con tanto amor que supo que debía decírselo y compartirlo con ella.

-Yo también te quiero, Erin. Muchísimo -le apartó el pelo de su cara y la besó.

Ella profundizó el beso, luego se quitó la sudadera, quedándose completamente desnuda, y volvió a besarlo.


Salió de su clase de Derecho Penal pensativo, y casi no se dio cuenta que Erin lo esperaba junto a la puerta. Ella lo agarró del brazo, asustándolo.

-¿En qué estás pensando, tonto? Casi pasas de largo.

-Lo siento. Iba pensando en el trabajo que nos han mandado para principios de Febrero e iba distraído.

Aaron se fijó en el pelo y el abrigo de la chica, que brillaban por las pequeñas gotas de lluvia que llevaba cayendo desde la mañana. Tenía las mejillas sonrosadas por el cambio de temperatura entre el edificio y la calle. La besó brevemente antes de cogerla de la mano y continuar.

-¿Qué haces aquí, por cierto?

-Vamos a salir con mis amigos esta noche para celebrar mi cumpleaños -dijo con alegría. El chico se puso serio-. ¡No pongas esa cara, Aaron! Quiero que los conozcas, y que te conozcan a ti.

-Erin, somos diferentes. Y no creo que sea buena idea hacerlo -soltó su mano y echó a correr hasta su residencia, que no quedaba demasiado lejos, para no mojarse.

Ella suspiró profundamente antes de seguirlo. Llegó sólo unos segundos después que él. Esperaba poder convencerlo, era importante para ella, aunque sabía que Aaron tenía razón: eran de mundos diferentes. Aunque eso no significara que no pudieran llegar a llevarse bien.

Se sentaron en las escaleras, intentando molestar lo menos posible a los estudiantes que entraban y salían. Aaron sabía que Arthur estaba en su habitación en ese momento, y no quería hablar con él allí.

-Cenamos tú y yo solos, una pizza en cualquier sitio; y después quedamos a tomar una copa con ellos en el pub. Aaron, por favor, es importante para mí -ella hizo un puchero y él supo que por mucho que se resistiera, iba a terminar aceptando.

Sentía debilidad por ella, y mucho más si le ponía esa cara. Lo peor es que Erin lo sabía y en ocasiones, se aprovechaba de eso.

-Está bien, pero sólo un rato. Mañana es Viernes y tengo clase a primera hora -dijo sin ganas.

-¡Eres el mejor novio del mundo! -le dio un beso y se levantó-. ¿Me recoges a la seis para cenar?

Asintió y se despidió con la mano. Se animó un poco al verla a ella feliz, pero no le apetecía pasar la noche con un grupo de jóvenes superficies que lo más probable es que lo miraran por encima del hombro. Pero había que hacer sacrificios en el amor ¿no? Era lo que siempre le había dicho su madre.

Suspiró profundamente y se dirigió a su habitación.


Entraron en el pub cogidos de la mano y riéndose por algo que había dicho ella. Aaron quiso guardar para siempre en una caja ese momento y el resto que hasta ahora habían vivido; cuando Erin reía, sus ojos brillaban y en sus mejillas se formaban unos pequeños hoyuelos que a él le encantaba besar. Y quería ser tan egoísta, que quería tenerla para él solo siempre.

Erin vio a sus amigos en cuanto entraron, y se dirigieron hacia ellos. La felicitaron con algunos abrazos, mientras Aaron se quedaba en un segundo plano. Eran tres chicos y dos chicas. A ellas las reconoció de la primera vez que conoció a Erin, y a ellos vagamente del día de Halloween.

-Chicos, este es Aaron -se los fue presentando uno a uno y él los saludó con la mano, un poco incómodo.

Enseguida notó las miradas de arriba abajo que le dieron y que ni siquiera intentaron disimular. Quiso salir corriendo de allí, pero Erin sujetaba fuertemente su mano.

-Voy a la barra a pedir. ¿Quieres una cerveza? -dijo cerca de su oído.

-Un refresco mejor. No me gusta mucho la cerveza.

Ella hizo una mueca de disgusto pero asintió. Se alejó hacia la barra, dejándolo solo. Aaron se rascó nervioso la nuca y miró hacia el suelo mientras sentía de nuevo las miradas sobre él.

-Aquí tienes -Erin volvió y le pasó su vaso. Él le sonrió nervioso.

-¿Un refresco? ¿En serio? Me parece que eres un blando ¿no? -dijo con burla un chico alto, fuerte y moreno, el que parecía el líder del grupo.

-Jake, no te pases -advirtió Erin con seriedad.

-A mí me da igual, pero queda bastante mal que todos estemos con cerveza y él con refresco. Parece el descastado del grupo -comenzó a reírse y el resto, excepto la chica morena y Erin lo siguieron.

Erin se acercó a él y le dio un pequeño empujón. Luego le dijo algo en voz baja, volvió con Aaron y lo separó del grupo. Se quitó el abrigo y lo dejó sobre una mesa junto a la cerveza. El chico la imitó. Ella se acercó y rodeó su cuello con sus brazos y se movieron despacio al ritmo de la música.

-Lo siento, Aaron. Jake es un idiota, no le hagas caso ¿vale?

-Vale -murmuró él mientras enterraba la nariz en su pelo.

Bailaron un rato, y el chico consiguió relajarse, hablando y riendo con su novia. A pesar del volumen de la música, escuchaba de vez en cuando las risas molestas de los amigos de Erin.

-Voy un segundo al baño. No tardo -picoteó sus labios y se alejó.

Aaron se apoyó en la mesa mientras esperaba que Erin volviera. Intentó ignorar al grupo mirando al suelo y centrándose en la música.

-Hola -escuchó la voz suave de una de las chicas.

-Hola -respondió con cautela-. Addison ¿verdad?

-Así es -la chica sonrió con timidez-. No deberías tomarte en serio lo que dice Jake, es un idiota inmaduro.

-Ya…

Addison iba a decir algo más cuando el resto del grupo se acercó. Aaron se irguió tenso.

-Y dime…Aaron. ¿De dónde has sacado esa ropa que llevas? ¿De una tienda de segunda mano? ¿De un contenedor? -todos estallaron en carcajadas, mientras Aaron se sonrojaba profundamente.

-Jake, deja de ser tan cruel. No todo el mundo tiene tanto dinero como tus padres ¿sabes? -intervino Addison.

-O como los tuyos -respondió un chico pelirrojo, con la cara llena de pecas. Todos volvieron a reír.

Aaron no se había sentido más humillado en su vida. Llevaba unos vaqueros, una camiseta y un jersey, pero era evidente que no eran de marca, como toda la ropa que llevaban los otros chicos. Trabajaba duro para poder comprarse ropa, y solía cuidarla bien para que le durara mucho tiempo.

-Sois realmente idiotas -respondió molesta Addison. Se giró hacia Aaron, pero el chico cogió su abrigo y salió rápidamente del local. Escuchó cómo lo seguían insultando cuando alcanzó la puerta.

Erin llegó unos segundos después, y se sorprendió al no ver a Aaron. Addison le explicó rápidamente lo que había pasado. Cogió su abrigo y salió tras él.

-Erin, no te enfades. ¡Te hemos hecho un favor! Es imposible que quieras salir con ese muerto de hambre -escuchó a Jake mientras se alejaba.

Tuvo que correr para alcanzarlo, y se le rompió el corazón cuando el chico la miró a la cara. Tenía los ojos llenos de lágrimas, aunque estaba haciendo un gran esfuerzo para evitar llorar.

-Aaron, perdóname. Todo esto ha sido por mi culpa. Jake es un idiota, se cree superior a los demás y siempre se está metiendo con todo el mundo -la chica cogió sus manos y lo miró con cara suplicante.

-Nunca me he sentido tan humillado en mi vida, Erin. Se han metido con mi ropa, con lo que tomo, he escuchado insultos y en todo eso está implícito el qué haces tú conmigo. Somos totalmente diferentes, Erin. He venido porque me lo has pedido pero…-soltó un sollozo y se limpió las lágrimas no derramadas.

-A mi no me importa de donde vengas, Aaron. No me importa tu ropa o que no tengas móvil. O que en vez de salir a cenar fuera, tengamos que quedarnos en tu habitación y comer sándwiches tres noches seguidas. Te quiero, y eso es lo único que me importa -ahora era ella la que tenía los ojos anegados de lágrimas.

-Tal vez algún día te canses de eso. No puedo ofrecerte lo que…-ella lo interrumpió con un beso.

-Quiero estar contigo, Aaron. Sólo contigo -susurró juntando sus frentes.

-Y yo contigo -dijo también susurrando.

Después de unos minutos, comenzaron su camino de vuelta. Pasarían la noche en la habitación de Erin. Ella le prometió que no volvería a reunirlo con sus amigos. Quedaría ella sola con ellos.

Vieron una película y se durmieron abrazados. Justo antes de perder la consciencia, Aaron pensó que aunque los amigos de Erin eran Idiotas, él tenía a la chica más maravillosa del mundo.

Continuará…