¿Podemos hacer como que no ha pasado un mes desde la última actualización? Han pasado tantas cosas, desde "¡Oh, que cómic tan bueno!", a "Estoy triste, llamen a Dios", y "Oh, este arco de Amor Prohibido está más interesante, me voy para allá". Entre otras cosas. Lo importante es que estoy de regreso con un nuevo episodio…


Polidrama - Capítulo 57

-¿En dónde está Leni?

Yang acababa de llegar a casa tras un día de trabajo. En el departamento, se encontró con Millie preparando unos spaguettis en la cocina. Se encontraba tan concentrada en su labor que fue atrapada por la sorpresa al ver al conejo arribar. Tapó la olla y salió de la cocina secándose las manos con un paño.

-No la he visto hoy -le dijo.

-Chiwa -contestó lanzando su bolso de gimnasia sobre un sofá.

-¿Ocurre algo? -cuestionó Millie arqueando una ceja.

-No, nada -contestó el conejo-. Es solo que bueno -agregó rascándose la nuca con nerviosismo-… recordé que mañana es la Cena de Aniversario y quería comentarle a las dos que podríamos ir y pasar un buen rato por allá.

-Sería una gran idea -Millie le sonrió-. Supe que iba a ser en el ayuntamiento.

-Sí, y que estará toda la ciudad -contestó Yang-. No tienes problemas con eso, ¿verdad?

-¡Oh no! Claro que no -la chica se apresuró a contestar.

Realmente se apresuró a contestar, puesto que no había considerado el factor "presentación social". Era su talón de Aquiles que sería acribillado en veinticuatro horas. Claro, siempre podía decir que no, pero algo dentro de su ser la obligaba a callar.

Aquella cena en torno a la mesa de medialuna fue más silenciosa de lo que esperaban. Millie quedó atrapada en un hilo de pensamientos que cargaban su ansiedad a fuego lento. Yang se quedó meditando en la inmortalidad del cangrejo. La silla de Leni se encontraba desierta.

¿En dónde estaba Leni? La chica, con toda su despreocupación, había seguido a sus amigos por las calles de Anasatero en busca de diversión. Max había propuesto salir a celebrar a alguna discoteque, propuesta aceptada de inmediato por todo el grupo. Entre andar vagando en el auto, fueron a parar al barrio Blue, a las afueras de la ciudad. La fiesta en la que terminaron se encontraba en su máximo esplendor. Todo el mundo se encontraba en medio de la pista, bailando, gritando y saltando, como si les quedara solo una noche de vida. Las luces de neón, sumado al vapor del hielo seco y la explosión de energía, llevaba a todo el mundo a un frenesí de adrenalina que borraba todo pensamiento y preocupación. Para Leni, borrar su mente no era difícil, pero en medio de la fiesta era más entretenido.

En medio de la algarabía, nuestro grupo de amigos se encontraba bebiendo alcohol despreocupados del mañana. Leni en particular se acababa las botellas sin miramientos. Sus amigos alrededor la alentaban a acabarse todo sin que nadie midiera exactamente las consecuencias. Sus mentes engañadas les aseguraban que tenían todo bajo control. El viernes se lo tomarían libre debido a las festividades de la ciudad. No había nada de qué preocuparse.

-¡Dale Leni dale! ¡Dale Leni dale!

Max, Miguel y Fiona cantaban a coro mientras Leni acababa la décimo segunda botella. El mareo se hacía inevitable, pero la música electrónica la convencían de olvidarlo. Se sentía en confianza en torno a sus amigos. Tenía el impulso de beber hasta perder el conocimiento. Tenía el serio impulso de olvidar algo que ya había olvidado, pero con el temor de llegar a recordar lo que había olvidado.

La madrugada había caído sobre las calles de Anasatero. Las calles entregaban un halo de misterio bajo el manto estrellado del cielo. Yang llamó por teléfono un par de veces a Leni, sin recibir respuestas ni contestación.

-No sé qué le habrá ocurrido -le confesó Yang a Millie.

Ambos se encontraban en el sofá frente al televisor. La pantalla sintonizaba ATTV a bajo volumen, simplemente para acompañar con ruido de fondo e iluminación adicional. Millie se sentía en completa comodidad y confianza junto a su novio, y sin la intervención de terceras personas. Estaba consciente que aquel pensamiento era literalmente lo opuesto al poliamor, pero no quería arruinar el presente con cuestionamientos morales.

El conejo por su parte, comenzaba a sentir el nudo en su garganta. La preocupación por la falta de su novia se hacía evidente. Se intentaba convencer de que ella se encontraba tranquila en algún contratiempo y se le olvidó avisar. Su mente traicionera le recordó aquella experiencia pasada causada por Coop, y su preocupación se multiplicaba.

Llamó a la policía mientras paseaba por el living. Como era de esperarse, nadie contestó. Es en ese punto de debilidad en que se descubre que estás completamente solo en esta sociedad.

-¿Estás segura que no te dijo en dónde iba a estar? -lanzó su pregunta a Millie.

-No -contestó con simpleza-. Creo que debe estar en alguna fiesta con sus amigos.

-¡Ya va a ser la una de la mañana! -contestó observando la hora en su smartwatch-. Además, un carrete a mitad de semana es excesivo incluso para ella.

-¿Un qué? -preguntó Millie arqueando una ceja.

-¡Una fiesta! -exclamó impaciente-. De seguro debe haberle pasado algo -agregó con angustia-. Debo ir a buscarla.

Con una rapidez digna de su habilidad como guerrero Woo Foo, el conejo agarró su chaqueta de cuero colgada en el perchero junto a la puerta de salida.

-¡Espera! -Millie alcanzó a sujetarlo del hombro-. ¿Tienes siquiera la idea de a dónde ir?

El conejo la observó con la mirada pasmada. Es cierto que su preocupación lo empujaba a actuar impulsivamente, pero deteniéndose durante un instante, descubrió que ni siquiera sabía por dónde comenzar. Finalmente, negó lentamente con la cabeza.

-Seguro que ella estará bien -Millie intentó tranquilizarlo-. Mañana en la mañana regresará y nos explicará qué hizo durante la noche.

-Podría estar en casa de sus padres -comentó Yang con un suspiro volteándose hacia su novia-, pero no me atrevo a llamar porque sé que no le caigo muy bien a mi suegro.

-Quizás pueda llamar yo a su casa -le propuso Millie-. Tengo el número de su hermano -agregó sacando su celular del bolsillo de sus pantalones.

-¿En serio? -Yang fue tomado por sorpresa ante aquella novedad.

Millie no respondió. Se volteó hacia el otro lado mientras realizaba la llamada. En el fondo, la curiosidad por el paradero de Leni se hacía cada minuto más grande. Fue gracias a esta idea que aceptó realizar la llamada. En el fondo, si fuera por ella, se quedarían ambos solos por el resto de la eternidad.

Leni y sus amigos salieron de la discoteque casi a las dos de la mañana. Todos iban muertos de la risa, con risotadas estridentes que, si no fuera por el contexto, más de un vecino hubiera llamado a la policía por ruidos molestos. Se acercaron al Toyota blanco de Max y abordaron el vehículo. El chico tomó el asiento del piloto, mientras que Leni se quedó en el asiento del copiloto. La chica se quedó dormida apenas se instaló en su asiento. Su cartera blanca había desaparecido en medio de la algarabía. Ninguno de sus amigos se percató de este pequeño detalle. De hecho estaban tan borrachos que ninguno se encontraba capacitado para conducir. Max apenas podía apuntarle con la llave del motor a la cerradura.

Pasaron por lo menos unos quince minutos entre risas provocadas por ideas imaginarias surgidas de la creatividad desatada por el alcohol. A Leni le estaba cayendo la baba sobre su vestido ya manchado por la cerveza y salpicaduras de vómito de un desconocido. Su estado podría considerarse deplorable si no fuera porque las sombras del techo del auto la cubrían hasta casi dejarla en el anonimato.

Finalmente el motor se encendió, siendo celebrado por Max y su comitiva desde el asiento trasero. El vehículo salió zigzagueando por el camino de regreso a la ciudad. El grupo se encontraba bastante lejos de lo que se podría definir como el punto central de Anasatero. Les quedaba bastante camino por recorrer. Con suerte, y si no se encontraban con nadie, entrarían a la ciudad con vida.

Leni no se percató de absolutamente nada. El vacío, la nada, la liberación de la consciencia, la magia de Morfeo, eran su anestesia ante la atemorizante realidad. Su entorno podría estar de cabeza, pero ella jamás se enteraría. Era un secreto de la realidad que fue enterrado bajo siete llaves por toda la eternidad.

Despertó gracias a un rayo de sol juguetón que se disparó directo a sus ojos. Se estiró con despreocupación mientras podía sentir el roce de las sábanas en torno a todo su cuerpo. Inspiró y expiró una enorme bocanada de aire, percatándose de que se encontraba viva y sana. Abrió los ojos de par en par. Se encontraba completamente desnuda, envuelta en unas sábanas color celeste cielo. No reconoció la habitación. Solo notaba que el color lavanda predominaba en un lugar simple y minimalista, con muebles de caoba y helechos plásticos.

Al voltearse, pudo notar que había alguien durmiendo a su lado. Igual de desnudo, Max se encontraba de espaldas durmiendo a sus anchas. La chica no pudo menos que sonreír al respecto. Acarició con cariño su cabellera rubia. Como respuesta, recibió un gruñido de parte del muchacho.

-Buenos días dormilón -le dijo con una amplia sonrisa.

-Buenos días -el chico despegó la cara de la almohada y le regaló una sonrisa sencilla.

Ambos sellaron el momento con un corto beso.

-¡Max! ¿Te encuentras bien?

Ambos se sobresaltaron al oír aquella voz acompañada de unos golpes en la puerta.

-S-sí sí. Estoy bien -titubeó Max como respuesta.

-¡Apúrate! Que se te hará tarde -oyeron la voz desde el otro lado.

-¿Quién es? -le preguntó Leni en voz baja una vez que oyeron los pasos de la retirada.

-Es Franco, mi roomate -contestó el chico saliendo de la cama-. Creo que debemos levantarnos -agregó volteándose hacia la chica.

Leni sonrió como respuesta.

Franco se encontraba batallando con el nudo de su corbata cuando oyó que la puerta del cuarto de su amigo finalmente se abría. El chico había llegado tarde y cansado tras una larga jornada laboral, sumado a las sesiones que no se perdía de su mentor. Gracias a Carl, poco a poco estaba agarrando confianza en sí mismo, lo que le ayudaba a tener pasos agigantados hacia Millie. Lo que no se esperaba, era que su amigo se le hubiera adelantado con solo un paso.

-Buenos días.

La voz femenina obligó al chico a voltearse, encontrándose cara a cara con Leni. La chica traía una vieja bata de tela de Max. Debido a que la tenía mal abrochada, no dejaba mucho a la imaginación de la delantera. A Leni parecía no importarle provocar al pobre chico, quien quedó en shock. Los colores se le subieron al rostro, mientras que soltó su corbata. El nudo se desarmó como por arte de magia y cayó al suelo sin que se diera cuenta.

-Tú debes ser Franco, ¿no? -Leni sonrió con jovialidad.

Franco intentó responder, pero le temblaba el paladar.

-Permiso, necesito ocupar la ducha -Leni se deslizó por el baño hasta alcanzar la mampara mientras dejaba caer la bata.

Franco no lo pensó dos veces para escapar de allí.

-¿Qué rayos hace ella aquí? -el chico se desquitó contra su amigo mientras Max se preparaba un café en la cocina.

-Olvidé decírtelo -contestó con nerviosismo-, pero le ofrecí a Leni a que se quedara un tiempito en el departamento. No te molesta, ¿verdad?

-¡¿Qué?! -exclamó-. ¡Ni siquiera me consultaste!

-Perdón, pero es que surgió tan de repente -Max juntó sus manos en señal de disculpas-, resulta que a ella le pegan en su casa -agregó casi en susurró-, y por supuesto, no puedo permitir que la maltraten en su casa. Se quedará aquí hasta que pueda regresar con su familia fuera de peligro.

-¿Qué? -esta vez la confusión se apoderó del muchacho.

-Es que bueno, es simplemente eso -Max se limitó a encogerse de hombros.

-Me estás diciendo que… -los engranajes del chico comenzaron a girar en busca de armar la historia completa. Como resultado, solo podía ver a un Yang maltratador de mujeres teniendo a sus chicas como sus trofeos. El rostro de terror le indicó al mundo que su imaginación había llegado al momento de ver a Millie bajo el yugo del conejo.

-Sí, sí -Max afirmó con la cabeza aceptando lo que fuera que su amigo imaginase.

Con lentitud, Franco se alejó de él. Se encontraba demasiado absorto como para modular alguna oración más. Había olvidado el factor conejo. Había olvidado el factor Woo Foo. Ese tipo podía matarlo de cinco formas diferentes antes de caer al suelo. Evidentemente muerto no podría cumplir su anhelo de estar con Millie.

Yang no pegó pestaña durante la noche. Aunque Millie había llamado a Lincoln consultando por Leni, solo descubrió que ella no había regresado a casa de sus padres. El conejo solo se paseó en soledad por el pequeño departamento mientras que Millie se fue a acostar con aparente tranquilidad. Recién a la mañana siguiente, mientras se dirigía a paso lento rumbo a su trabajo, al conejo se le ocurrió la flamante idea de preguntarle a su hermana. Como casi siempre en su vida, Yin solía ser la de las ideas. Aunque no tenía aparente sentido, sin duda ella le daría la pista ideal para encontrar a su amada.

-Esta tarde debes cerrar temprano. La cena comienza con su recepción a las siete de la tarde, y no, no puedes faltar.

Apenas arribó al local del Centro Comercial, Yin le comentó sobre los planes para esta tarde. Ambos se encontraban ordenando unos papeles sobre el escritorio de la oficina que tenían al fondo. Ella y Dennis eran invitados de honor a la cena gracias al auspicio de Luan. La chica había aprovechado de promocionar su obra entre las autoridades, aumentando así la expectación. Lo anterior se sumaba a la contrariada impresión que la ciudad tenía de su alcalde, lo que lo obligaba a bajar el perfil. Era el momento ideal para que Yin alcanzara el protagonismo en el Aniversario de Anasatero.

-Sí, sí, como digas -contestó su hermano con impaciencia-. La verdad tengo otro problemita que no sé si me puedes ayudar…

-Es sobre Leni, ¿no? -Yin levantó la vista lanzando una mirada hiriente que se clavó en el conejo como una flecha a alta velocidad.

Yang la observó detenidamente mientras procesaba lo que acababa de ocurrir. ¿Acaso le había leído la mente? ¿O eso de la telepatía entre gemelos era más que charlatanería? Se quedó en silencio durante un instante, oportunidad que aprovechó Yin para explicarse.

-Anoche, me encontraba cerca del barrio Blue cuando vi un auto zigzaguear por la carretera. Cuando me percaté que Leni iba a bordo, decidí intervenir. Detuve el auto con mi poder Woo Foo y empujé al conductor al asiento trasero. Ninguno de los que estaban en el auto era capaz de sostenerse en pie. Los llevé a su casa.

El conejo se quedó sin respiración ante aquella revelación. Se quedó con el índice en el aire, intentando buscar qué exactamente destacar de todo el discurso. Como era de esperarse, no fue capaz de pronunciar palabra alguna.

-Escucha Yang -Yin aprovechó la oportunidad de hablar con seriedad-, tu relación poliamorosa se está yendo al carajo. Por alguna razón los amigos de Leni me pidieron que la dejara en casa de uno de ellos. Insistieron tanto que no pude negarme…

-¡¿Qué?! -exclamó Yang alterado.

-… y no hablemos de lo que ocurrió con Millie el miércoles…

-¿Qué ocurrió? -Yang se encontraba en estado de alerta con las orejas gachas.

-Leni llegó al hospital con varias heridas en su cara -le explicó con calma-. Yo me encontraba con la señorita Mushroom cuando la vi llegar con sus amigos. La ayudé con sus heridas mientras no paraba de llorar. Según ellos, Millie llegó y la atacó.

-¿Qué dices? -gritó Yang en un desahogo de impresión.

-¿No me digas que no te habías dado cuenta? -cuestionó su hermana con el ceño fruncido y los brazos cruzados.

Yang se limitó a negar con la cabeza mientras mantenía la boca abierta, el cuerpo congelado y el aliento retenido.

-En serio Yang, deberías prestar más atención a tus relaciones si por lo menos quieres tener a alguien a tu lado -le recriminó Yin.

Yang se agarró las orejas con desesperación mientras intentaba extraer alguna conclusión de sus neuronas.

-En fin -Yin volvió a colocarse su cartera en su hombro mientras observaba la hora en un delicado reloj de pulsera que traía sobre su muñeca izquierda-. Solo vine a ordenar unos papeles. Debo estar en media hora en el canal para los ensayos generales. Mañana es el estreno de la obra y yo…

En ese instante alzó la vista, y notó que se encontraba completamente sola.

-¿Yang? -la coneja observó en todas direcciones buscando a su hermano-. ¡Yang! -alegó al notar que la había abandonado, con todas las implicancias.

Finalmente, no le quedó de otra que colocar el cartel de anuncio de emergencia en la entrada del local, informando que ese día no habría clases. En el camino aprovechó de maldecir a su hermano por lo bajo.

Yang en tanto, corrió y corrió por las transitadas calles de Anasatero. Los rayos solares caían con delicadeza sobre las cabezas de quienes transitaban por las calles con total despreocupación. El conejo esquivaba con elegancia a los transeúntes que paseaban con calma sobre las veredas. Nadie notaba la presencia del conejo hasta sentir una leve brisa y un atisbo azul zigzagueando por las calles.

Él no tenía en mente con claridad hacia dónde ir. La verdad Leni podría estar en cualquier parte de la ciudad -incluso fuera de la ciudad-. Su mente lo torturaba con la culpa de haber permitido que el caos llegara demasiado lejos delante de sus narices. Su relación poliamorosa también era su responsabilidad. ¡Qué falta le había hecho la señorita Mushroom en aquellos días! Era aquella hada psicóloga la única salvación en un momento como este. Solo ella podía guiarlo rumbo a una solución medianamente aceptada.

Mientras tanto, en la oficina del alcalde, el patito se encontraba revisando algunos papeles con seriedad como rara vez se le ha visto, cuando golpeé la puerta.

-¡Adelante! -me gritó desde adentro.

Entré con una bandeja metálica en la que llevaba una tetera de loza, acompañada de un par de tazas humeantes, azúcar y leche.

-¡Buenos días patito! -saludé con alegría-. ¿Cómo estás para el día más importante de Anasatero?

-Mejor que nunca -el patito me sonrió-. Recapturamos a Herman, salvamos la única copia del audio que podría delatar al Patoverso, estamos estableciendo relaciones con el FopVerse, Jacob al fin se está tomando en serio su entrenamiento, y esta tarde tendremos una cena de gala con la comida más deliciosa de la ciudad. ¿Qué más podría pedir un patito de hule?

-¡Sí! -agregué mientras dejaba la bandeja sobre el escritorio-, y todo en una escena que jamás vamos a narrar.

-Solo espero que esta chusma sepa valorar lo que hice por ellos -comentó el pato aproximándose hacia la bandeja en busca de su taza.

-La gente no suele valorar lo bueno que alguien realiza por ellos -comenté tomando mi taza.

-Afortunadamente, esto no es chile -el patito alzó su tacita con su alita de goma en señal de brindis.

-Salud -lo saludé con una sonrisa.

Y así, ambos nos quedamos aprovechando el descanso de media mañana mientras tomábamos una taza de té.

Aquella mañana Leni y Max aprovecharon el momento como nunca. Como Franco debía ir a trabajar, el departamento quedó a solas para ambos. Se prepararon unas palomitas de maíz con refresco, pidieron pizza y se instalaron en el living a ver una maratón de películas ofrecidas por Netflix. Hacía mucho tiempo que no tenían el día libre, y nunca habían disfrutado una mañana en compañía mútua. Se sentía todo como nuevecito de paquete.

Se encontraban en medio de un ataque de risa, lanzando palomitas de maíz por todo el lugar, cuando se oyó el timbre de la entrada.

-Yo voy -Leni se paró mientras aún tenía la risa contagiada.

A la chica poco le importaba el peso del pasado. Ni siquiera se le ocurrió meditar por ejemplo, la preocupación de su novio, o el hecho de haberse emborrachado hasta perder la consciencia y despertar en la cama con un amigo. Solo pretendía disfrutar del presente y del momento sin pensar en las consecuencias de sus actos. Aquel mal presagio la perseguía entre las sombras, pero su inconsciencia era más rápida.

El peso de todo cayó de golpe tras abrir la puerta y encontrarse ni más ni menos que con Yang. La chica no alcanzó a soltar el aire que se tragó por la sorpresa cuando el conejo la abrazó con fuerza. En ese instante el peso de su pasado la atrapó de manera inevitable. Yang parecía desesperado con el abrazo. Pudo notar el sudor de su pelaje y el desastre de su uniforme. La chica apenas podía creer que lo estaba volviendo a ver. Lentamente, le devolvió el abrazo. Ambos se quedaron en ese estado por varios minutos, mientras Leni meditaba por primera vez.

Aunque era el momento de las explicaciones, las palabras no existían. Solo el silencio podía transportar las emociones que transitaban desde el fondo de sus corazones.