PARTE DOS

Bellatrix

Hermione Granger detiene la camioneta después de diez minutos de un viaje silencioso e incómodo. Es la primera vez que están solas después de que terminaron, así que Bellatrix no tenía idea —ni intenciones, si es completamente sincera— de entablar una conversación casual con su ex novia.

Tampoco es que como si hubieran terminado de la manera más cordial posible.

Aún le duelen las palabras que Hermione gritó esa noche y no está orgullosa de las cosas que le respondió. Supone que es mejor no tocar el tema y dejarlo en el pasado para enfocarse en su trabajo, aunque ellas no pueden dejar de ser ellas en ningún momento. Tal vez por eso congeniaron tan bien los meses que estuvieron juntas.

—¿Cuándo se bautizó, señorita Black?

—¿Ah?

La camioneta se detiene después de un viaje de quince minutos.

—El crucifijo en su cuello. ¿Es cristiana ahora?

—No vuelvas a llamarme señorita Black —dice Bellatrix, recobrando el sentido. Hermione no se inmuta—. No me he bautizado a nada, fue el regalo de uno de los chicos que trabaja conmigo, un colombiano. Es católico, un buen tipo.

—¿La señora Malfoy me invitó a una cena de Navidad? —pregunta Hermione abruptamente. Bellatrix aprieta los labios y se rasca la cabeza con disimulo. Le gustaría pedirle a Narcissa que tenga más cuidado con las cosas que dice cuando su hijo está presente.

—Fue antes de que le dijera que habíamos terminado.

Hermione asiente y se quita el cinturón de seguridad. El tono de la conversación cambia abruptamente.

—Iniciamos la preventa hace algunos meses —dice Hermione, abriendo la puerta de su camioneta y bajando. Bellatrix suspira y la imita, resignada a escuchar un montón de cosas que no le interesan en lo absoluto (lo que para su padre sin duda es lamentable)—. Creemos que… —Hermione empieza a caminar, mira la jaula y luego la mira a ella, sus ojos marrones brillan con orgullo—. Creemos que una nueva atracción es lo que Mundo Jurásico necesita para reavivar la atención de la gente. —Es el turno de Bellatrix de mirar la jaula, es sorprendentemente grande, hace que se pregunte que tipo de dinosaurio esconden allí—. Por lo tanto, se tomó la decisión de que se le hicieran algunas modificaciones genéticas… aumentarían la sorpresa.

Eleva una ceja, escéptica, pero Hermione no la ve.

—Son dinosaurios, ningún otro parque en el mundo tiene dinosaurios como atracciones, ya son impresionantes por sí solos.

—No según los grupos de encuestados —responde Hermione sin mirar atrás. Ella empieza a subir las escaleras de metal y Bellatrix va detrás de ella; Bellatrix tiene que recordarse que ya no tiene ningún derecho a hacer un comentario (ni siquiera por molestar) sobre el hecho de que Hermione está poniendo su trasero frente a su cara—. Así que… El Indominus Rex nos da relevancia.

¿Indominus Rex? —pregunta Bellatrix entre risas.

—Necesitábamos algo aterrador y fácil de pronunciar —contesta Hermione desde la cima de la escalera, dándose la vuelta y clavando sus ojos en ella. Bellatrix se siente un poco intimidada, lo que es extraño porque Hermione nunca ha conseguido ponerla en problemas.

No en público, al menos.

—Bien —dice Bellatrix, trepando los escalones de dos en dos para ponerse a su altura. Hermione está usando tacones, pero Bellatrix continúa siendo más alta que ella. Esa es una pequeña ventaja que siempre utilizó a su favor—. ¿Y qué tengo que ver yo con todo esto? Digo, se supone que los mejores ingenieros del mundo estuvieron involucrados en la construcción de esta cosa. Yo no tengo un título en ninguna ingeniera, Granger, sino en abogacía porque mi padre amenazó con cortarme las tarjetas si no hacia lo que quería y otro en paleontología porque se resignó conmigo cuando comprendió que no iba a ser su marioneta por toda su vida.

Hermione estira el brazo y abre la puerta, aunque no deja de observarla en ningún momento. Es tan indómita como la recuerda.

—Ya me sé esa historia, señorita Black, y tiene todas mis condolencias por lo ruin que ha sido su familia con usted y sus hermanas menores —pronuncia con calma—. Pero no soy yo la que la ha traído aquí. El señor Lockhart quiere que examine la jaula y que compruebe que es segura. Al parecer, él piensa que usted es la indicada para este trabajo —añade Hermione al ver la expresión de escepticismo en su rostro—. No la habría molestado si fuera de otra manera. Solo le tomará cinco minutos y usted es libre para irse de nuevo. ¿Le gustaría pasar, señorita Black?

Hermione le hace un ademán para que ingrese que le recuerda a Bellatrix como son tratados los miembros de la realeza. Entiende la sutil burla y le sonríe, arrugando la nariz, pero cruza la puerta de todos modos. No está consiguiendo incordiarla, definitivamente no.

Hay un enorme ventanal que le da una espectacular vista al interior de la jaula. Igual que todas las locaciones del parque, la jaula tiene varias especies de fauna de la región. Bellatrix casi puede identificar todas mientras busca al dinosaurio con la mirada, ansiosa por conocer a la nueva atracción de Mundo Jurásico. No encuentra nada. Lamenta haber dejado sus lentes en casa.

—¿Y de qué está hecho?

—El genoma base es de tiranosaurio y el resto… es clasificado.

—¿Ni siquiera sabes qué es? —Bellatrix la mira, sonriendo incrédulamente. Hermione la mira devuelta, sus ojos denotan descontento y el poco entusiasmo que le causa tenerla allí.

—El laboratorio nos da productos terminados y nosotros lo mostramos al público —responde Hermione, sin poder ocultar el dejo de impaciencia. Ella mira al operador que está detrás del cuarto de controles y da una orden—: Dale algo de carne para que salga, tenemos que terminar con esto pronto.

Se nota que Hermione quiere deshacerse de ella cuanto antes. Bellatrix se siente un poco mejor ahora y decide aumentar ese sentimiento.

—¿Le dan de comer con esa cosa? —pregunta Bellatrix, señalando el gancho de metal que desciende con la mitad del cuerpo de una vaca. Hermione bufa, descontenta.

—¿Hay algún problema?

—Los animales criados en aislamiento no son los más funcionales, deberías saberlo —responde como si fuera lo más obvio del mundo, Hermione arruga el ceño.

—Tus raptores también nacieron en cautiverio.

—No puedes compararlos. Ellos se criaron con hermanos, así aprenden a socializar, y desde que nacen son influenciados con eso. —Bellatrix señala la grúa—. La única relación positiva que tiene esa cosa es con la grúa, al menos sabe que necesita comida. —Suspira—. Esto no me parece buena idea.

—No digas tonterías —espeta Hermione, perdiendo un poco los estribos y arrepintiéndose un poco por ello. Bellatrix eleva las cejas, sorprendida—. Yo… Yo no…

—Esta es mi opinión al respecto —replica Bellatrix—. Para esto me trajeron aquí, ¿no? Por cierto, ¿dónde está esa cosa?

—Estaba aquí, estaba aquí.

Hermione se aleja y Bellatrix sigue buscando tras la vegetación al impresionante dinosaurio que le prometieron. Camina hacia el otro extremo, buscando la puerta de la jaula y descubriendo rasguños enormes en la jaula. Es un animal bastante grande, Bellatrix no duda que podría desgarrar cualquier cosa si se lo propusiera. Se prepara para comentar su hallazgo, pero un chillido muy parecido al de una alarma de bomberos la sobresalta.

Los monitores del centro de control tienen el aviso rojo que advierte problemas. Bellatrix busca respuestas y se encuentra con las miradas angustiadas de Hermione y del otro operador.

—Esto no tiene sentido —farfulla el operador con la frente cubierta de sudor—. Las puertas de la jaula no se han abierto en semanas.

—¿Eso siempre estuvo allí? —pregunta Bellatrix al fin, señalando la pared con una mano. Hermione se acerca a ella dando grandes pasos. El operador ahoga un suspiro. Ambos están alarmados.

—¿Crees qué…?

Se quedan en silencio por unos segundos, intercambiando miradas de pánico. Todo parece indicar que el dinosaurio escapó trepando los muros.

—Tiene un implante en la espalda… Se puede rastrear desde la sala de control.

El sonido que hacen los tacos de Hermione desaparece cuando ella abandona el lugar.

Tonks

La asistente de la ex novia de su tía no ha soltado el teléfono celular ni sola una vez, es como si fuera otra extensión de su cuerpo. Tonks está frustrada, quiere llamar su atención y decirle que podrían visitar atracciones más divertidas que el zoológico para niños, pero Pansy —así oyó que se llamaba— no deja de ignorarla.

Incluso Draco se ha aburrido de dar vueltas sobre el triceratops bebé y al principio se la estaba pasando realmente bien. Incluso había olvidado que estaba usando la ropa de turistas del parque y la camisa que la tía Bella le dio para protegerse los brazos del sol.

Cuando él termina la sexta vuelta, Tonks se acerca a las barandas de metal y lo llama. Tiene un plan y, aunque detesta a su primo con toda su alma, no le parece justo dejarlo solo con esa especie de niñera malvada.

—¿Quieres hacer algo más divertido?

Draco asiente. Tonks le señala, primero, la salida del corral y, segundo, a Pansy que ni siquiera les está prestando atención.

—Pues hagámoslo. Corre. Vámonos de aquí.

No esperó que su primo comprendiera su idea de inmediato, por eso se sorprende cuando lo ve correr a su lado y, luego, sortear a la multitud de gente que está a su alrededor.

No dejan de correr hasta que están seguros de que Pansy —que, de todas maneras, está usando unos zapatos demasiado altos y, por lo tanto, poco adecuados para seguir a dos chiquillos más jóvenes y agiles que ella— ya no está siguiéndolos.

La verdadera diversión empieza en el momento que tienen la libertad para hacer lo que quieran.

Hermione

El corazón le late tan rápido y tan fuerte que piensa que va a romperle el pecho en cualquier momento. No quiere admitir, ni siquiera para sí, que, en esa situación, sería un completo alivio.

—¿Hola? —Ron suena adormilado.

—Dame las coordenadas del Indominus —exige Hermione con rapidez.

—¿Qué? Sí, claro…

Los segundos pasan dolorosamente. Hermione contiene las ganas de vomitar mientras espera, la velocidad a la que va está mareándola, pero no puede detenerse. Los momentos como ese le exigen que este a la altura, ese es su trabajo.

—Está en la jaula.

Suspira, aliviada. Su pecho se relaja, el alivio es monumental. Todo está bien.

Hasta que la noticia de Ron la pone a temblar.

—Que raro… Hay personas adentro.

El corazón se le encoge dolorosamente. Quiere desaparecer.

—¡Rápido, sáquenlos de allí!

Bellatrix

—Este muro mide doce metros —dice el operador—. ¿De verdad crees que lo pueda escalar?

Bellatrix examina las marcas profundas en la pared de concreto. Hay grietas de más de cinco centímetros de profundidad. Esa cosa en el exterior… sin duda hará un gran desastre.

—Por supuesto que sí, tú la escuchaste: ni siquiera ella sabe con qué hicieron esa cosa. Creo que han creado un monstruo en el laboratorio.

El operador traga saliva. Su rostro —más sudoroso que nunca— se arruga con preocupación. Parece estar comprendiendo el problema en el que Mundo Jurásico se ha metido.

—Oh, mierda. Vamos a perder el trabajo.

—¿Te gusta Costa Rica?

—¡Por supuesto que sí! Y si no fuera por esos malditos mosquitos creo que me quedaría aquí por siempre —confiesa con tristeza—. Si esa cosa está suelta… —Él traga saliva, aterrado—. Que Dios nos ayude.

Bellatrix suspira con resignación. Casi puede ver como el dinero de su padre es retirado por montones de su cuenta en el banco. ¿Qué hará Narcissa cuando descubra que ya no puede costearse los viajes de lujo y la ropa de diseñador?

—Sí —murmura, observando instintivamente el crucifijo de plata que cuelga en su pecho—, que Dios nos ayude.

Pero parece que él no está de su lado. No en esa ocasión, al menos.

Los altavoces de la jaula se activan, sobresaltándolos.

—Jaula once, jaula once… Tienen que evacuar el área. Ahora —dice la voz de un hombre, parece alterado.

El operador, confundido, toma la radio que cuelga de su camisa. Bellatrix lo mira, el corazón latiéndole desesperado. Tiene un mal presentimiento.

—Sí, aquí jaula once, ¿cuál es el problema?

Las palabras les llegan entrecortadamente. El operador, extrañado, insiste:

—Jaula once, ¿qué sucede?

Es entonces cuando su corazón da un vuelco.

—¡Está en la jaula, está con ustedes!

Quiere derrumbarse por la angustia, pero su instinto de supervivencia la insta a correr hacia el mismo hueco de donde salió. Sin embargo, se detiene a medio camino cuando ve al enorme dinosaurio aparecer por entre la espesa vegetación.

Mide más de quince metros y tiene unas garras que luces muy capaces de desgarrar humanos como si se trataran de papel. Su hocico está repleto de largos y afilados dientes que le ponen la piel de gallina. Sus ojos amarillos los miran fijamente. No se parece a nada que haya visto antes, es un monstruo.

Y se está interponiendo a su camino hacia la salida.

Bellatrix se da la vuelta para descubrir que el operador ha conseguido abrir la enorme puerta de la jaula y observándolo escapar tras de ella. Corre hacia allí como nunca ha corrido antes, a sabiendas de que su propia vida está en juego, intentando escapar del dinosaurio que está siguiéndolos.

El suelo parece temblar con cada paso que da.

La gigantesca puerta empieza a cerrarse, pero ella se las arregla para cruzarla antes de que se convierta en una tarea imposible. Cree que se ha salvado, pero cuando escucha —porque está demasiado aterrada para mirar hacia atrás— a las paredes derrumbarse y los gritos aterrados de las personas que se encuentran fuera de la jaula, comprende que el infierno apenas está empezando.

Derrapa en el barro y se arrastra debajo de una camioneta. Las puntas afiladas de las piedras se le clavan en todas partes del cuerpo, pero no tiene tiempo para pensar en el dolor. El corazón le late muy fuerte cuando ve las enormes patas llenas de garras del animal y casi siente que va a infartarse cuando escucha el sonido de sus fosas nasales al olfatear. Ve al operador, escondido delante de una furgoneta, tragar saliva mientras mira firmemente hacia el frente.

Está pálido como un fantasma, congelado por el terror, incapaz de hacer algo para salvar su vida.

Bellatrix sabe lo que va a suceder antes de que suceda. La furgoneta blanca sale precipitada a un lado, el dinosaurio ruge y, en un instante, el hocico repleto de dientes afilados acaba con la vida del operador. Saca, sin planearlo, una navaja de su bolsillo y —mientras escucha a los dientes destrozar los huesos y la carne— corta una de las mangueras de la camioneta. La gasolina le baña el rostro y el torso, pero soporta el olor y la horrible sensación de ese líquido sobre su cuerpo sabiendo que es su única oportunidad de sobrevivir.

Se detiene cuando oye nuevamente los pasos del animal y espera que su idea haya resultado: con mucha suerte, el olor de la gasolina lo habrá espantado antes de que decida seguir buscando a la presa que se le escapó de las narices.

De pronto, un hocico repleto de dientes se aparece en el espacio entre la camioneta y la tierra. Bellatrix se queda muy quieta en su lugar, conteniendo la respiración y sudando frio. El olor de la sangre le revuelve el estómago, pero —sin saber cómo— se las arregla para mantenerse serena y ahogar sus miedos en su garganta. Cualquier movimiento, cualquier sonido, por más pequeño que fuera…

Respira tranquila cuando —después de unos interminables segundos— oye a sus pasos alejarse, pero el alivio es simplemente momentáneo. El mayor depredador del planeta acaba de escaparse en una isla repleta de personas, sino lo atrapan pronto, el parque se convertirá —nuevamente— en el escenario de una terrible tragedia.

Hermione

Todos los ojos de la habitación están sobre ella cuando las puertas del ascensor se abren. Las miradas aterradas, pesarosas y conmocionadas de todos la persiguen mientras camina hacia ellos, adentrándose más en el salón. La tensión podría cortarse con un cuchillo.

—Tenemos que mantener la calma —dice. No eleva la voz, pero es perfectamente audible en el silencio. Ellos asienten con lentitud, dándole la razón, pero no totalmente convencidos de que puedan solucionar eso antes de que sea demasiado tarde. Hermione lo ve en sus ojos.

Va hacia Harry y Ron. Ambos pálidos como el papel.

—El implante le dará una descarga eléctrica si se acerca demasiado a uno de los muros de contención.

—Se está moviendo muy rápido —responde Ron.

—¿Deberíamos emitir una alerta a todo el parque? —pregunta Harry, mirándola fijamente a los ojos.

—No, no, no —interviene Gilderoy Lockhart, apareciendo desde la zona más oscura de la habitación. Ha perdido su sonrisa deslumbrante y tiene el rostro bañado de sudor—. Ni siquiera lo pienses —advierte y, luego, con un tono más serio y mirando a todo el mundo, añade—: La existencia de este parque depende de que sepamos manejar momentos como este. Sabíamos que esto ocurriría tarde o temprano, así que debemos portarnos a la altura de la situación.

—Podría incluirlo en el volante —susurra Ron muy bajito mientras Lockhart se aparta a un lado para hablar con otro de los técnicos—: Y para ser honestos, esta cosa se va a comer a alguien.

Un asomo de sonrisa aparece en el rostro de Harry.

—Esa jaula está a seis kilómetros de la atracción más cercana —Hermione traga saliva—, control de productos puede encargarse antes de que…

—¿Antes de que se coma a alguien… otra vez? —murmura Ron.

Barty

Su teléfono empieza a sonar y él lo agradece. Ahora tiene una excusa para tener un respiro del molesto de Fudge.

Sin embargo, cuando oye las nuevas noticias, el alivio es inmediatamente reemplazado por el terror. Hay un hombre muerto y un dinosaurio suelto en una isla con miles de personas en su territorio.

Si no tienen suerte…

Las consecuencias podrían ser fatales.

Tonks

Draco parece mucho más agradable ahora.

Acaban de salir de la exposición del mosasaurus y están empapados de los pies a la cabeza, pero Draco no se ha quejado ni una sola vez, por el contrario: ha saltado emocionado diciendo que ha sido genial y que se muere de ganas por ir a la siguiente atracción.

Ahora parece mucho más un niño que la copia en miniatura de Lucius Malfoy.

Tonks va tras él, siguiéndole el paso con la misma emoción. Suben en el tren y el niño apega el rostro en la ventana mientras abre los ojos, emocionadísimo como ella no lo ha visto jamás. No ha hecho ningún comentario sobre el calor o el hecho de que están juntándose con «gente que no es de su estatus». Él, consciente o inconscientemente, es mucho más agradable ahora.

Espera que siga así durante todo el fin de semana porque no quiere volver a lidiar con su malhumor ni su actitud de niño engreído. Son primos hermanos, no tienen más familia cercana que ellos mismos, pero son tan diferentes entre sí que es imposible no pelear.

Pero a sus madres les agradará saber que, al menos durante un breve periodo de tiempo, consiguieron llevarse bien.

Aunque, piensa Tonks, no van a enterarse de eso por su boca. Y sabe que Draco tampoco sería capaz de decírselos.

Tonks jamás pensó que tendría un secreto que compartir con su primo.

Bellatrix

Un hombre vestido completamente de negro se planta frente a ella cuando las puertas del elevador se abren, impidiéndole el paso. Es casi tan alto como Bellatrix, pero mucho más ancho de hombros. Aunque quiera empujarlo, sabe que no va a conseguir hacerlo caer.

—Quítese de mi camino.

Siente que todos la están mirando. Quizá hablo muy alto, tal vez, en realidad, se puso a gritar. No le importa.

—Señorita, usted no puede estar aquí. Necesito su identificación.

—Es mi padre el que pone el dinero en tu cuenta, así que si sabes lo que te conviene…

Hace mucho que dejó de utilizar su posición para intimidar a la gente, pero está hirviendo de rabia. El tipo de seguridad no se aparta, pero tampoco hace nada para impedirle pasar. Las personas dentro continúan mirándola mientras va derechito hacia donde está Hermione, tan pálida como la camisa que tiene puesta.

Ella la mira, angustiada, tal vez pidiéndole perdón con la mirada. Pero a Bellatrix eso tampoco le importa.

—¿Qué fue lo que pasó allá? —exclama, blandiendo un dedo hacia ella. Hermione aprieta los labios—. Tienen cámaras térmicas en toda la jaula, esa cosa no pudo desaparecer.

Ve, por el rabillo del ojo, que el guardia se acerca hacia ella, tal vez para intentar sacarla de allí. Bellatrix está harta, se prepara para apartarlo por la fuerza si hace falta —hace mucho rato que le dejó de importar conservar las apariencias o comportarse de acuerdo a su posición en Mundo Jurásico—, pero él se detiene cuando ve el gesto de Lockhart, apareciendo de la nada para colocarse detrás de Hermione. Él se ve devastado y Bellatrix se compadecería de él si no fuera porque una de sus decisiones casi le cuesta la vida.

—Fue… fue una falla técnica del equipo —responde Hermione.

—¿De verdad? —Bellatrix quiere reírse por lo inverosímil de la situación—. ¿No te das cuenta? Esa cosa marcó las paredes a propósito, lo hizo como una distracción. —Camina hacia Hermione. Las miradas del mundo no se apartan de ellas—. Esa cosa quería que creyéramos que se había escapado.

—Estamos hablando de un animal, señorita Black. Lamento mucho lo que acaba de suceder, pero…

—Pero ¿qué, Hermione? Esa cosa… Es un animal muy inteligente. Muy peligroso. Y acaba de matar a…

—Control de Productos la encontró.

Hermione deja de mirarla abruptamente para atender a las palabras del hombre pelirrojo. Bellatrix lo recuerda, se llama Ronald y nunca antes —ni siquiera cuando les contó a sus amigos que estaban saliendo juntas— lo vio tan preocupado.

Sus ojos, al igual que los del resto, se concentran en el enorme monitor del frente. Parece que Mundo Jurásico ya puso todos sus protocolos de seguridad en acción, pero hay algo raro en eso…

Lo están haciendo todo mal.

—¿Piensan detenerlo con armas no letales?

—Invertimos mucho dinero en la Indominus, señorita Black —contesta Lockhart—. Casi veintiséis millones de dólares, comprenderá (igual que su padre) que no podamos descartarla con tanta facilidad.

—Los van a matar a todos —advierte Bellatrix. No puede creer que todas esas personas continúen tomando malas decisiones. Parece que no comprendieran la gravedad de la situación.

—Están a cincuenta metros —dice uno.

—Deben cancelar esa misión.

—Están sobre ella.

—¿Qué están esperando? Tienen que cancelarla. Van a morir todos.

Hermione la mira. Sus ojos escupen fuego. El pánico la está matando.

Igual que a todos.

—Tú no tienes el control aquí.

Ambas están diciendo la verdad. Bellatrix —a pesar de ser la hija de su padre— no tiene ningún poder para hacer o deshacer en Mundo Jurásico y Hermione —a pesar de ser la mujer más inteligente de ese lugar— es incapaz de comprender que no están lidiando con una criatura estúpida.

Ella está subestimando a la Indominus, igual que Lockharth, igual que todos.

El rostro de Hermione adquiere un aterrador color verdoso cuando los monitores empiezan a mostrarle imágenes de cada uno de los miembros de Control de Productos siendo despedazados por un dinosaurio que acaba de demostrar las cualidades que adquirió en el laboratorio. Ellos intentan defenderse, luchar, pero sus armas son inútiles contra su fuerza, contra sus garras afiladas, contra su velocidad y su instinto depredador. No pueden aturdirla, no pueden detenerla, solo pueden luchar contra ella, aunque no tengan ni la más remota posibilidad de sobrevivir. La Indominus se quitó el microchip y se camufló en la selva costarricense. Sabía que la estaban buscando, sabía que podían rastrearla, sabía que podía usar eso a su favor.

Es espeluznante.

La habitación se queda en silencio cuando la masacre termina. Todos están demasiado conmocionados para gritar, para jadear, para asustarse o entrar en pánico. Bellatrix tiene el estómago revuelto y ganas de vomitar por el horror.

—Evacuen la isla.

Todos se unen en un gemido de angustia. Saben lo que significa, comprenden la magnitud de los daños, la terrible tragedia que desataron por la ambición.

—No volveremos a abrir —susurra Lockhart. Bellatrix no da crédito a sus oídos.

—¿Crees que eso importa ahora? Acaba de morir gente y van a morir muchas personas más si no hacen algo. ¿Cuánto tiempo crees que le tomará llegar a la atracción más cercana? ¿Cuántas personas hay allí? —Bellatrix lo encara, es igual de alta que él—. La tuvieron en cautiverio durante toda su vida, está contemplando el mundo por primera vez… y no creo que les agrade que descubra cual es su lugar en la cadena alimenticia.

—Podemos manejarlo.

Imbécil ambicioso.

—No pueden —replica Bellatrix, furiosa por su pasividad. Da dos pasos hacia atrás y mira a Hermione—. Tienen una Minigun en la armería, pónganla en un avión y maten a esa cosa.

—Hay familias aquí —susurra ella, recomponiéndose poco a poco—, no podemos convertir el parque en una zona de guerra.

La respuesta de Bellatrix muere en su garganta porque un teléfono puesto sobre la mesa empieza a sonar, haciendo que su timbre resuene por toda la habitación. Hermione lo toma, no está feliz de atender la llamada.

—Pansy, realmente no es un buen momento —dice con dureza—. Te llamaré más…

Entonces, Hermione se queda en silencio, sus ojos se abren y su rostro pierde el poco color que aun conservaba. Ella mira a Bellatrix y Bellatrix empieza a recordar que debería haber dos personas tras su falda, siguiendo cada paso que ella da y molestándola con preguntas sobre todo lo que se mueve y respira en el parque.

Tiene que sacar a Draco y Tonks de la isla.

Pero la expresión en el rostro de Hermione le advierte que eso no va a ser posible.

El miedo le traspasa el pecho como si se tratara de dolor físico, como si alguien hubiera ido hacia ella con una espada afilada y se la hubiera clavado en el lugar donde tiene el corazón. Duele y quema y reconoce que ninguna otra cosa en el mundo la ha hecho temblar de la forma en la que lo está haciendo ahora.

—¿Qué…? ¿Qué les ha pasado…? —Bellatrix es incapaz de formar una oración coherente. Tiene la boca seca y la mente hecha un lío. Sus piernas tiemblan y quizá Hermione lo presiente porque se acerca a ella y la toma del brazo.

Sus ojos marrones y compasivos la miran. Ya no es nada de la Hermione de antes.

—Vámonos. Vamos afuera. Tengo que hablar contigo —le dice muy bajito. Bellatrix no puede hacer nada para impedir que la saque casi arrastrando de la habitación.

Draco

La giro esfera —o la bola de hamsters, como lo ha calificado su prima— se convierte de inmediato en su atracción favorita en todo Mundo Jurásico. La libertad con la que cuentan y, sobre todo, la vista y el hecho de estar tan cerca de esos enormes animales hacen a su corazón saltar de la emoción. Eso es lo que realmente vino a ver.

Nymphadora está igual de impresionada que él e incluso ha empezado a soltar datos sobre las cosas que leyó en sus aburridos libros del colegio. A Draco no le importa saber de sus dietas, su especie u otros datos insignificantes, lo único que le interesa es admirar su tamaño, sus cuernos, su cola repleta de picos y pensar en lo genial que sería que dos de ellos empezaran a pelearse justo allí, frente a sus ojos.

Sin embargo, ellos no lo hacen. Continúan con su vida normal y aburrida, caminando por allí y por allá. Draco está un poco decepcionado de la pasividad de animales tan imponentes, pero se recupera un poco cuando ve una puerta de hierro abierta que funciona de entrada para una espesa selva. Debe haber animales mucho más interesantes allí y eso es suficiente para que quiera cruzar.

Va a proponérselo a su prima, pero la giro esfera les da un aviso. La voz automatizada de una mujer les pide que terminen el recorrido y regresen al parque.

—¡Eh!, ¿por qué? —protesta Nymphadora, descontenta.

—Tenemos pases VIP, podemos saltarnos las reglas —dice Draco, mirándola con una sonrisa. No quiere irse, quiere cruzar por la puerta abierta e investigar. Es un niño muy curioso y sabe que su prima, aunque sea una nerd obediente de las reglas de los adultos, es un poco como él. Solo un poco, lo suficiente para que pueda convencerla de acompañarlo, pero también para negar su parentesco ante los demás. Él señala a la puerta, a la selva, y mira a su prima, sus ojos también refulgen de curiosidad—. Vamos allí, creo que vi un río.

Nymphadora eleva con cuidado las comisuras de sus labios. A Draco le recuerda a su madre, se parecen demasiado.

Físicamente, claro, porque su madre jamás habría asentido fervientemente —despeinando aún más su cabello— para luego, con voz muy chillona, decir:

—Vamos, vamos.