Buenas!
TheWolftelope90: Willy es un amor de persona, así que si que duele cuando dice algo como eso. Y todo por no querer asustarlos. Un idiota.
Capítulo veinte
Dirty Laundry
You don't really need to find out what's going on
You don't really want to know just how far it's gone
Just leave well enough alone, keep your dirty laundry
Era como si Gordon se hubiera quebrado por completo.
Desde que había pasado el Zalenko, se había recluido en el garaje y se negaba a salir o a hablar con nadie. A duras penas dejaba entrar a Katrina para que le dejara comida, pero nada más. Era como si la culpa y la vergüenza se lo estuvieran devorando vivo.
Dentro de la casa de los Tanner las cosas no estaban mejor. Kurtis se la pasaba la mayor parte del tiempo alternando entre quedarse encerrado en el desván con su hermana y aporrear la puerta del garaje para intentar entrar; Willie y Kate parecían tensos todo el tiempo; Lynn intentaba hacerlos razonar para que perdonaran a Gordon y Brian tenía pesadillas casi todos los días.
Cuando ya habían pasado tres días y Katrina le estaba llevando un plato de sopa de verduras a Gordon, el melmaciano rompió el silencio.
—¿Podrías llevarnos a Chaffers? —preguntó.
Katrina parpadeó y le dejó la comida sobre la mesa.
—Es un poco complicado salir sin ser detectado. Aunque pudiera llevarlos a mi planeta o a cualquier otro, tú podrías…
—Eso es lo que quiero.
Katrina suspiró con fuerza.
—Gordon…
—Viste lo que pasó. Fui demasiado lejos esta vez. Pude haber matado a toda la casa de no ser por ti y tu amigo.
Katrina se agachó para estar a su altura.
—Si, entiendo lo que pasó, pero nadie murió. Todos están bien.
—Tú estás herida.
—Ya casi he sanado, no te preocupes por mí.
Gordon se tapó los ojos con una mano.
—Los Tanner me odian, ¿cierto?
Katrina miró hacia el suelo.
—Están enojados, pero no creo que te odien.
Gordon soltó una leve risa amarga.
—Como quieras, pero fíjate si puedes sacarnos de aquí o intentaré hacer andar la chatarra que tengo de nave.
Katrina suspiró.
—Veré como podemos solucionar esto, lo prometo.
Willie aún estaba enojado con toda la situación. ¿Cómo Alf había puesto sus vidas en peligro así? Desde que había llegado, de lejos era la peor cosa que había hecho.
Desde que había pasado el peligro, nadie se hablaba con nadie. Los hermanos de Alf estaban encerrados, Katrina apenas salía de su habitación, Brian estaba totalmente apagado y temeroso y ya no se acercaba a Kurtis o a Augie… solo Lynn parecía intentar llevar una vida normal, aunque se la pasaba demasiado tiempo fuera de la casa con su novio.
Ya no podía seguir viviendo así.
Katrina regresó del garaje. Sus movimientos eran más lentos y cojeaba un poco de la pierna derecha, pero parecía estar mucho mejor.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó Willie.
—Mejor —respondió Katrina—. Pronto estaré curada por completo.
—¿Usas medicina de tu planeta?
—Si. Si tuviera que usar tu arcaica medicina, tardaría una eternidad.
Willie quería preguntarle cómo funcionaba la medicina alienígena, pero se contuvo.
—No podemos ignorar más la situación —dijo Katrina de golpe, sentándose a su lado en el sillón.
—Lo sé.
—Gordon quiere irse a mi planeta junto con sus hermanos.
Willie parpadeó.
—Pero dijiste que los separarían.
—Eso quiere. No se siente capaz de cuidarlos después de todo lo que pasó.
Willie no quería eso. Estaba furioso con Alf y no iba a negar que estuvo pensando en una manera de sacarlo de su vida, pero sabía perfectamente que sus hermanos eran su vida entera y viceversa. Los había visto convivir y eran felices juntos.
—Creo que deberían hablar, Willie. Quedarse en silencio fingiendo que el otro no existe no está solucionando nada.
Katrina tenía razón, pero no sabía si se sentía listo para hablar con él.
—Lo intentaré.
—Date prisa. Cuanto más tiempo tardes, peor será.
Willie fue a la mañana temprano a acercarse al garaje. Iba a golpear la puerta, pero vio que estaba entornada. Temiendo por un instante que hubiese huido durante la noche, se metió rápidamente al interior.
Alf estaba sentado en el suelo, sobre una manta. A su alrededor había varios álbumes de fotos de todos los tamaños. Tenía uno en sus manos y acariciaba las hojas con sus dedos.
—Llegaste temprano, Katrina —dijo Alf, sin mirar atrás.
—No soy Katrina.
Alf giró bruscamente hacia atrás para mirarlo. Pareció asombrado por un momento antes de volver a su álbum. Seguía hecho una ruina, igual que la última vez que lo había visto.
Willie se acercó y se arrodilló detrás de él para observar mejor las fotos. Parecía que eran de una fiesta donde los protagonistas eran una pareja joven.
—¿Quiénes son?
—Mis padres.
Alf sonaba apagado y con muy pocas ganas de conversar, cosa muy rara en él.
—Oh. ¿Están en una fiesta?
—Es su boda.
Hubo un silencio muy incómodo. Alf casi ni se movía más que para acariciar la foto. Después de estar así por medio minuto, volvió a hablar.
—No soy como mi padre o mi madre. Yo no sé como criar a mis hermanos. Ni siquiera puedo cuidar de mi mismo —suspiró profundamente y miró a Willie a los ojos—. Lo siento de verdad por lo que hice, especialmente a Katrina por haberla lastimado. No quería que esto pasara.
Willie tuvo el impulso de apoyar la mano en su hombro, pero se contuvo.
—¿Por qué no nos contaste la verdad? ¿Por qué le dijiste a Kurtis que no hablara, aunque sabía lo que iba a pasar?
Alf no respondió de inmediato. Cerró el álbum y dijo:
—No quería que me tuvieran miedo, pero supongo que a estas alturas da igual, así que le dije a Katrina que nos llevara a su planeta. La humedad va a arruinar mi pelaje, pero podré vivir con eso.
—Alf, no tienen por qué irse…
—¿Me perdonaste?
Ahora fue Willie el que se quedó callado.
—No lo sé.
Alf mostró una media sonrisa.
—No es cuestión de que me perdones o no lo que pasó, el caso es que no me lo perdono yo. Ya cometí suficientes errores que le costaron la vida a…
Alf cortó la frase de golpe.
—¿Alf?
El melmaciano se levantó del suelo.
—Iré a ver a mis hermanos. Deben estar preocupados por mi.
Willie estaba en un dilema. Estaba enojado, muy enojado con Alf por lo que había pasado, pero al mismo tiempo se preocupaba por él y no quería que sufriera. Verlo tan serio lo desconcertaba. Realmente parecía estar arrepentido y dolido por lo sucedido.
Pero había algo más en el fondo. Ya estaba harto de que le ocultaran todo.
Willie golpeó la puerta de la habitación de Katrina con un poco más de fuerza de la necesaria.
—Pasa.
Willie entró y vio a Katrina de pie con la camisa abierta, terminando de curarse la herida del estómago. Willie desvió la vista apenas la notó.
—Katrina, debiste haberme dicho que te estabas curando —le reprochó.
—Ya termino.
Willie esperó con impaciencia, fijando su vista en un punto de la pared hasta que Katrina le dio permiso para mirarla.
—¿Pasa algo, Willie? —preguntó, guardando el equipo médico en una caja.
—Siento que todos me están ocultando algo —respondió Willie.
Katrina guardó la caja en un rincón del armario.
—No sé de que hablas.
—Hablo de Alf. Siento que me están ocultando cosas que debería saber.
—Si él no quiere contar sus cosas…
—¡Tengo derecho a saber con quien estoy compartiendo mi techo! ¡Es mi casa!
Katrina parpadeó ante el exabrupto de Willie.
—Entiendo lo que sientes, pero…
—No confías en mi por ser un humano.
Katrina sonrió un poco.
—En realidad, eres el mejor humano adulto que he conocido hasta ahora. Un caído.
A pesar de su enojo, WIllie no pudo evitar sentirse halagado, aunque un poco confuso.
—¿Un caído?
—La frase completa sería algo así como "Caído de las estrellas" o "Caído del cielo", dependiendo del planeta. Significa que eres la excepción a la regla. Algunos lo usan como insulto y otros como halago.
—Quiero creer que lo mio es lo segundo.
—Lo es. Los humanos me parecen simplemente basura, pero tú y tu familia son distintos a todos los que he conocido.
Willie suspiró. A pesar de que los que le había dicho Katrina lo había sorprendido de manera agradable, no quería perder el punto.
—No me cambies de tema. Dime que está pasando.
Katrina se sentó en la cama. Parecía estar sopesando todas las opciones en su cabeza.
—Sabes que Gordon era militar, ¿verdad?
—Si, algo sabía —respondió Willie.
—Bueno, pues Gordon llegó a tener un cargo medianamente decente en la Guardia Orbital. Le iba muy bien allí, por lo que sé.
Willie le instó a que continuara.
—Pero a él nunca le gustó mucho ser militar. Tuvo que hacer cosas que no quería hacer.
—¿Qué clase de cosas?
Katrina levantó una ceja.
—Este país le da mucha importancia a los militares, creo que deberías darte una idea que fue lo que no quiso hacer.
Willie no quería llegar a esa conclusión, pero sabía lo que Katrina quería decir. Aún así preguntó:
—¿Acaso él…?
—El mató, Willie. Melmac estaba en medio de una guerra civil porque querían derrocar al gobierno, luego tuvo que participar en una intervención militar en Mukluk donde hubo más muertos y luego… la guerra de Marte donde terminaron arrasando a casi el ochenta por ciento de la raza. Gordon participó en todo eso.
Willie tragó saliva. No sabía ni que pensar.
—Luego vino la explosión de Melmac, la cual todavía se está investigando y casi todos creen que fueron sobrevivientes de Marte, aunque los mismos marcianos lo niegan… La Unión Intergalactica consideró la guerra que pasó en Marte como un verdadero genocidio y van a juzgar a todos los que hayan participado. Si Gordon sale del planeta, lo juzgarán por crímenes de guerra y podrían condenarlo a muerte si lo encuentran culpable.
Willie tragó saliva.
—¿El sabe lo que va a pasar si lo encuentran?
—Es perfectamente consciente de eso.
Willie negó con la cabeza. No podía estar pasando.
—Y aún así…
—Solo quiere lo mejor para los demás. Lo que sea mejor o peor para él ya se convirtió en algo irrelevante, dada las circunstancias.
—¡Pero no es irrelevante! —exclamó Willie—. ¡Necesita ayuda!
—Ayuda que no podemos proporcionarle. Ninguno aquí es psicólogo. Todo lo que podemos hacer es contenerlo, pero no me sorprendería mucho si simplemente se vaya sin avisar. Se siente muy culpable por lo sucedido y con razón.
—Yo no quiero…
—¿Qué es lo que no quieres?
—Solo quiero que esté bien.
—Entonces perdónalo. Lo que hizo no estuvo bien, pero no ha habido consecuencias graves. Se lo pensará dos veces la próxima vez.
Alf nunca había querido hacerles daño, al menos no a propósito. Estaba enojado con él y sentía que le resultaría difícil volver a confiar en él, pero no quería que sufriera. No quería que sus hermanos pequeños fueran separados.
En estos momentos, solo quería cerrar los ojos y olvidarse por un rato de todo el asunto.
Willie quería tener una charla honesta con Alf sobre el asunto, pero no sabía como abordarlo. Después de ver a sus hermanos, había regresado al garaje y se había vuelto a encerrar. Willie no era psicólogo, sino asistente social, pero tenía que intentarlo.
Alf estaba limpiando su nave de manera cuidadosa y compulsiva. Tarareaba una canción por lo bajo y rogó que eso fuera una señal de que se estaba recuperando.
—¿Cómo estás, Alf?
—Bien. Estoy reclasificando las cosas de mi nave. Hay tantos compartimientos adentro que podría tener el Santo Grial y haberlo olvidado.
Willie carraspeó.
—Que bien… Oye, ¿Qué tipo de nave es esta?
—Es una nave común y corriente, como las que cualquiera tendría en su patio trasero.
Willie recordó que Katrina le había dicho que las naves espaciales personales no eran muy comunes. También recordó que Alf le había insinuado que esa nave era de su trabajo.
—Pensé que era de la milicia.
Alf se puso tenso.
—La Guardia Orbital, si —murmuró— ¿Por qué preguntas?
Willie tragó saliva.
—Alf, no tienes por qué ocultarme más cosas…
—No te oculto nada…
—¿Por qué no me contaste de la guerra de Marte?
Alf reaccionó como si lo hubiera alcanzado un rayo y lo hubiera paralizado.
—No quiero hablar de eso —dijo, cuando al fin pudo reaccionar.
—¿No pensaste que necesitas ayuda para lidiar con ciertas cosas?
—No —dijo con brusquedad—. No estoy loco.
—Nadie dijo que lo estés…
—¿Qué quieres hacer? ¿Qué me siente frente a un psicólogo y me diga que estoy roto? No, gracias, no necesitas pagarle a nadie para que me digan cosas que ya sé.
—Alf, cálmate.
—¿Y quien te ha contado de Marte, eh? ¿Fue Kurtis?
—Fue Katrina.
—Claro, Katrina. ¿Qué te dijo de mi? ¿Qué fui a una guerra y ayudé en un genocidio aunque yo no quería? ¿Que tuve que ver morir a mis hombres en emboscadas hechas por los marcianos? ¿Qué tuve que matar para sobrevivir y porque me hicieron creer que era para lo único que servía y que estaba haciendo lo mejor para todos?
—Alf…
—Ahora ya lo sabes, Willie. Tuviste a un genocida en tu casa todo este tiempo. Debiste dejar que Kate me entregara.
Alf se sentó en la escalera.
—Dejame solo, Willie, por favor. Tengo que pensar que voy a hacer a partir de ahora.
—Alf.
—Por favor…
El tono de súplica y dolor hizo que Willie cediera.
—De acuerdo. Solo… no hagas nada de lo que te puedas arrepentir.
Katrina estaba cansada. No solo tenía que lidiar con sus propios problemas, sino que ahora tenía que lidiar con los de los demás. La tensión de la casa la estaba enloqueciendo.
La oscuridad era total cuando Katrina decidió que ya era suficiente. Cuando todos se durmieron, salió al patio y se metió en el garaje, donde Gordon se había recluido.
Gordon aún estaba despierto, como se lo imaginaba. Estaba sentado en el suelo, escuchando a Cyndi Lauper en el grabador.
—Gordon…
—No quiero verte, Katrina —la atajó, con tono gélido—. En lo posible, me gustaría que te largaras de aquí y no regresaras.
—Se merecía saber la verdad.
—¡Y yo merezco que me dejen en paz! —estalló, levantándose de golpe para enfrentarla—¡No era necesario que le hablaras de mi vida de Melmac! ¿Tienes idea de lo que provocaste?
—Kurtis ya le había mencionado algo. Era cuestión de tiempo que quisiera preguntar.
Gordon se tapó los ojos con una mano, apretando con fuerza.
—Desde que llegué aquí, quise mostrarme inofensivo para que no me entregaran a los militares humanos. Ahora que le dijiste que era un militar de alto rango, que maté a otros de mi especie y participé del genocidio de Marte, tendré que dar las gracias si solo se limitan a echarme a mí y a hermanos a la calle.
—Gordon, nunca te echarían de aquí. Si hablaras con Willy…
—¡¿Qué quieres que le explique? —la respiración de Gordon estaba muy agitada—. ¡Estoy intentando con todas mis fuerzas no destrozar este garaje a golpes porque solo eso quiero ahora! ¡Quiero destrozar todo hasta desmayarme y tal vez no despertar nunca!
Katrina se cruzó de brazos, analizando la situación con cuidado. Los ojos negros como el carbón de Gordon la miraban con odio y una pizca de pánico; su cuerpo temblaba como una hoja y le costaba respirar. Necesitaba calmarlo de la manera que sea.
—¿Quieres pasear en mi moto? —preguntó de golpe.
Gordon parpadeó, confundido.
—¿Qué?
Katrina se sacó la chaqueta de cuero y se la tiró para que la agarrara. Gordon la tomó en el aire, aún confundido.
—Tengo un casco extra. Con eso, mi chaqueta y tal vez un pantalón, nadie notará nada extraño. Vamos a dar unas vueltas por ahí. Seguro te mueres por salir al mundo.
Gordon se balanceó ligeramente sobre sus pies, sopesando la situación. Katrina decidió dejarlo solo por unos segundos para buscar un chaleco e ir a la cocina a sacar un pack de seis cervezas. Las guardó en el compartimiento que estaba debajo del asiento de su moto. Cuando regresó al garaje, Gordon ya se había puesto la chaqueta y un pantalón de jean desgastado que había sacado por ahí, al que tuvo que dar varias vueltas para no arrastrarlo por el suelo.
—Vamos.
Fueron hasta la puerta de entrada de la casa. Antes de salir, Katrina fue a buscar el casco para ponérselo en la cabeza de Gordon.
No había un alma en la calle. El invierno era especialmente frío y Katrina no estaba precisamente abrigada, pero no tenía ganas de entrar a buscar otra chaqueta para palear el frio. Además, ningún abrigo podría protegerla de la tensión que todavía sentía flotando en el aire.
—¿Te ayudo a subir? —le preguntó a Gordon.
—Si.
Katrina lo tomó debajo de los brazos y lo colocó en el asiento trasero. Era pesado, pero ella era lo suficientemente fuerte para poder alzarlo sola, no sin cierto esfuerzo. Katrina se subió, apretó el acelerador y dio una patada a la palanca para encender el motor
—Gordon —dijo Katrina en voz alta por encima del ruido—. Agárrate de mí cintura, para no caerte. Y apoya los pies en el estribo…
El no respondió ni se movió. Pensó por un momento que se bajaría y entraría a la casa, pero luego sintió sus manos agarrando sus caderas y luego subiéndolas un poco para tomarla de la cintura con firmeza.
—¿Así?
—Así.
Con cuidado, Katrina salió de la entrada de la casa. Una vez que estuvo en la calle, Katrina arrancó, dejando la casa de los Tanner atrás. No tardaron mucho en tomar la ruta 210.
—¿Adonde vamos? —preguntó Gordon, con la voz amortiguada por el viento, el motor y el casco.
—Al parque Cleveland —respondió Katrina.
—Eso son tres horas de viaje.
—No a la velocidad que voy a ir.
Katrina aceleró por la autopista cada vez más hasta que el paisaje a su alrededor se comenzó a poner borroso y el frío le empezó a calar los huesos. Las manos de Gordon se clavaban con tanta fuerza que sentía sus uñas. Su corazón martilleaba su pecho por la adrenalina. Un mal movimiento y podrían matarse ambos, pero no le importó. Su Kawazaki era una extensión de su cuerpo y tenía plena confianza en sus habilidades como conductora.
Cuando el velocímetro estaba cerca de los doscientos kilómetros por hora, las manos de Gordon se apretaron con un poco más de fuerza y gritó. No era un grito de miedo o un grito de dolor. Era un grito salido de lo más profundo de sus entrañas. Un grito que concentraba todo el enojo, el miedo y la desesperación que había enterrado en lo más profundo de su alma, ahora saliendo de su garganta como una explosión de emociones reprimidas por décadas. Ese grito duró al menos quince segundos, luego se quebró en algo que se pareció a un llanto y luego terminó para volver a gritar. Lo hizo dos veces más hasta que finalmente se sumió en el silencio.
Katrina comenzó a aminorar la velocidad cuando sintió el casco de Gordon chocar contra su columna y el agarre se suavizó. Le iban a quedar moretones cuando amaneciera.
—¿Estás bien? —preguntó a los gritos.
No respondió de manera vocal, pero sintió el casco subir y bajar por su espalda, así que supuso que eso era un sí.
Llegaron al Parque Cleveland en una hora y media. Se adentraron despacio, alejándose del tráfico hasta encontrar un lugar tranquilo. Cuando Katrina se bajó, Gordon se deslizó hacia el costado y Katrina tuvo que sostenerlo para que no se cayera.
—Estoy bien —dijo, con la voz más ronca y baja que la que Katrina estaba acostumbrada a oir. Se posicionó en el suelo, con las piernas temblorosas, ya sea por el viaje o el agotamiento emocional. Katrina levantó el asiento y sacó el pack de cervezas. Juntos, se sentaron bajo un árbol y se quedaron en silencio, observando las estrellas que se asemejaban a luciérnagas azules sobre terciopelo negro.
La tensión era mucho menor ahora, pero aún se podía sentir. Katrina abrió dos cervezas y le tendió una a Gordon. Este la acepto sin decir una palabra y se sacó el casco.
—Willy ya estaba sospechando —murmuró Katrina—. Si no le decía algo, tal vez iba a suponer lo peor.
—¿Algo peor que haber sido parte de un genocidio? —Gordon la miró a los ojos con dureza—. Pudiste haberle mentido.
—Tienes miedo que te rechace por lo que fuiste alguna vez…
—¿Y por qué no le dices TU VERDAD? "Agente de campo" es un eufemismo para "Asesina a sueldo del gobierno chaffi." —se burló Gordon ferozmente—. Aplícate el cuento, ¿si? Ve y dile eso a Willy, verás cómo te entrega a los militares con un lazo de regalo junto conmigo y mis hermanos. Un set completo.
Katrina se mordió el labio. Se estaba comportando como una verdadera hipócrita.
—Los Tanner no te entregarían —dijo, para desviar el tema de ella.
—Deben tener miedo de que pueda hacerles daño si lo intentan —suspiró—. No quiero que me tengan miedo... por eso soy Alf y no Gordon. Alf es… un idiota destructivo, pero adorable e inofensivo. Gordon es alguien que a duras puede dormir por la noche pensando en que tal vez debió quedarse en Melmac y morir con los demás.
Se terminó la lata de cerveza y Katrina le tendió otra.
—Estoy segura de que quisieran conocerte mejor. Me sorprende que no confíes en ellos después de todo lo que han pasado.
Gordon sorbió la cerveza despacio durante unos segundos antes de responder.
—Una parte mía quiere contarles toda la verdad, pero no puedo. No me salen las palabras.
Katrina se quedó en silencio, mirando las estrellas. Si no se podía expresar con palabras, ¿cómo podría hacerlo de otra manera?
—Escribelo —dijo. Gordon la miró, confundido.
—¿Escribir?
—Como cuando hacías tus guiones para la novela. ¿Crees que podrías hacerlo?
Gordon la miró como si estuviera desorientado.
—No lo sé…
—Intentalo. Solo lo leerá Willy, ¿si? Ni siquiera yo lo leeré, lo prometo.
Gordon miró al suelo.
—Podría funcionar… pero puede que no le guste lo que lea.
—Eso lo tiene que decidir él, ¿no?
Se quedaron en silencio un rato más, mirando las estrellas. Katrina se sentía mortificada por haberle dicho cosas sobre Gordon. Había metido la pata y no estaba muy segura de que pudiera solucionarlo. Para distraer un poco sus pensamientos, recordó una canción que había escuchado en Melmac cuando vivía en la parte norte.
Un día tomé mi nave y salí al espacio a navegar
Dejando atrás la luz, el calor y la sensación de seguridad
Apagué el sistema de comunicación, no tengo ganas de hablar
Quiero estar solo con las estrellas una vez más.
La voz de Gordon se unió a la suya
Voy saltando de planeta en planeta
Pero mi verdadero hogar está en las estrellas
Corro carreras para ganarle a los cometas
Solo a ellas les cuento mis problemas
—Hace mucho tiempo que no escuchaba esa canción —murmuró Gordon—. ¿Sabes alguna otra de Melmac?
Katrina sonrió.
—Conozco varias.
Estuvieron cantando durante varias horas, con algunas charlas cortas en el medio de cada una. No se dieron cuenta cuanto tiempo había pasado hasta que el cielo comenzó a palidecer y los primeros rayos del sol tocaron la tierra.
—Debemos irnos —Katrina tenía la voz enronquecida de tanta charla. Se levantó con dificultad; su cuerpo estaba totalmente entumecido. Gordon se levantó más rápido que ella.
—Mis hermanos deben estar preocupados —comentó
—Y los Tanner —agregó Katrina.
Gordon no respondió. Katrina se puso el casco, ayudó a Gordon a subir a la moto y se subió ella misma. Cuando estaba por arrancar, Gordon dijo:
—Lo escribiré.
—¿Hmm?
—Sería interesante escribir mis memorias sobre Melmac.
—Gordon, no quiero que te sientas presionado, no quise…
—Lo hago por mi —la interrumpió, con tono firme.
Katrina solo asintió y arrancó el motor de su motocicleta.
