Partitura XX
El día pasó con una falsa tranquilidad. En el aire estaba la sensación de la calma antes de la tormenta. De alguna forma, todos en el edificio lo presentían y parecían inquietos.
La mente del joven profesor de música se encontraba en dualidad. Una parte de él, permanecía planeando en cómo lidiar con su hermano William. Aun necesitaba observar la forma en que se movería, no obstante, debía pensar con anticipación todas las opciones de para hacer su jugada de la manera más adecuada. La otra parte de su mente, se encontraba entre los dedos y melodías del violinista, anhelando un contacto que no obtendría pronto.
Debía mantenerse con Bill, ensayar todo lo que pudiera antes del gran día de su presentación. No le costaba trabajo reproducir las melodías, por supuesto, pero la interpretación no era algo que le satisficiera. Por parte de su acompañante, se mostraba frustrado, no podía terminar de romper con un mal hábito y su sello personal.
— ¿Qué pasa, Bill? No estás concentrado — dijo Liam, sabiendo que él mismo tampoco lo estaba — ¿Qué te distrae?
Aunque era por razones totalmente diferentes, intentó mantenerse en su postura de maestro. Entonces, el otro músico respondió:
— Disculpe. Es que… quizá solo deba dejar todo esto. Sé que, aunque ame la música, no estoy hecho para ese mundo y…
— Al contrario, Bill. Pienso que fuiste hecho justo para esto.
— Pero habrá muchos músicos importantes y yo me pongo nervioso…
— Es normal sentirse nervioso — comentó Liam conciliadoramente — Lo importante es volver lo que consideramos un defecto, en una fortaleza.
— ¿Es posible hacer eso?
— ¿Alguna vez escuchaste sobre John Larkin?
— No…
— Era conocido en el medio de la música como Scatman John. Era un canta autor que tenía problemas de tartamudez.
Bill se mostró intrigado. Por lo cual, Liam sacó su teléfono y buscó la canción "Scatman ski-ba-bop-ba-dop-bop". Cuando empezó a escucharse la canción llena de ritmos pegajosos, el rostro de Bill cambió, abrió sus ojos en demasía por la impresión y escuchó en silencio.
— ¿"Scatman"? es por la improvisación vocal scat ¿cierto? Como en el Jazz.
— Así es, Bill. John se encargó de usar su mayor desafío que era su condición y el scat, como un arma para vencer sus miedos. Por supuesto jugando con el jazz, lo electrónico y los ritmos para cantar fue que creo algo como esto. Y quiero que hagas lo mismo. Esta presentación será solo una escalera, aun no es el trampolín. Quiero que aprendas a marcar tu estilo.
— ¿Podré hacerlo?
— ¿Por qué no?
De repente, la voz del director Lestrade se coló a la sala en la que se encontraban desde el otro lado de la puerta con un:
— ¡Holmes! ¡Te dije que te alejaras de esa puerta!
— ¡Voy al aula 4 debo pasar por aquí!
Liam trató de ocultar su sonrisa tanto como pudo, pero al final, liberó una risita imposible de suprimir.
— Están muy vivaces afuera ¿no? — comentó complacido.
Bill también sonrió un poco. No había convivido mucho con Holmes, pero a menudo lo había visto orbitando en los alrededores del profesor Moriarty y los había escuchado tocar juntos. Era un deleite al oído. Reflexionó y se preguntó: si eran tan buenos juntos y obviamente Holmes quería tocar con el profesor ¿por qué le habrían ofrecido a él la oportunidad?
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Más tarde, del otro lado de la academia, Sherlock se encontraba fumando con impaciencia, iba por su octavo cigarrillo en una hora. Reflexionaba lo determinado en que el director estaba, en no permitirle ver a Liam hasta que no pasara el recital y eso no le gustaba.
Un día o dos no habría problema, pero aún faltaban dos semanas completas. También podría resistirlo, tenía sus propias ocupaciones. Pero una cosa era preocuparse cada uno de sus asuntos y otro muy diferente que le impidieran algo. Eso no lo toleraría, menos aún que le prohibieran estar con la persona que amaba.
Sabía que era difícil encontrarse con él antes y después de clases por su situación familiar. Incluso aún no estaba seguro de cómo le habría ido al no haber pasado la noche en casa. No habían tenido tiempo suficiente para hablar todavía. Eso lo llevó a concluir que debía encontrar una forma de romper el sistema actual. Estaba seguro de que Liam estaba pensando lo mismo, su sonido le decía eso, su parte más calculadora estaba seduciéndolo y conspirando a través de la música.
Todavía recordaba lo que Liam le estaba diciendo a Bill sobre John Scatman. Debía encontrar algo que siempre había considerado su desventaja, volverse su ventaja. Suspiró. Liam era un genio para encriptar mensajes y hacérselos llegar. Sin duda, era su misterio favorito. Si él le prodigaba semejante placer, era hora de tragarse su opinión sobre los recitales y hacer su parte.
Le dio una última y larga calada a su cigarro. Dejó caer la colilla al suelo y la pisó. No tardó en ponerse en marcha. Se dirigió con los zafiros destellando en resolución y se paró frente a la oficina de Lestrade.
Suspiró cansinamente, tragándose su orgullo y tocó la puerta.
Sin respuesta.
Volvió a tocar.
— Pase.
Suspiró de nuevo y con su paso despreocupado, entró a la oficina.
— ¡Director Lestrade! — fingió buen humor.
El director no pasó por alto que lo llamó por su título. Algo poco visto en Sherlock. Algo debía querer.
— ¿Sí, Holmes?
— Verá, tengo esta idea que pienso, podría gustarle.
— Te escucho — le alentó con la paciencia que no siempre le tenía.
— Lia… El profesor Moriarty y yo tocando juntos en el recital ¿qué tal?
El director permaneció en silencio, incrédulo. Hasta que Sherlock, fastidiado con la opulencia de su sorpresa, presionó para salir de la vergonzosa situación.
— ¿Y bien?
— ¿Qué te hizo cambiar de opinión? — quiso saber el director.
— … Pienso que sonaríamos bien juntos.
— Eso ya lo sabías. ¿Qué fue en realidad?
— Solo eso.
— Sherlock.
— Insisto.
Lestrade lo observó severamente. Luego de mucho observarlo creyó percibir algo similar a un sonrojo y luego carraspeó la garganta.
— Escucha, Holmes, no me tomes esto a mal, pero no creo que sea bueno que te declares a una chica apoyándote en un músico que compite contigo en habilidad.
— ¿Qué?
— Sí, bueno, lo digo porque pienso que es mejor que brilles por tu cuenta. Tienes que…
Sherlock estrelló la palma de su mano contra su frente, interrumpiendo así al hombre del otro lado del escritorio.
— Director, eso es por demás, impreciso…
— No, no, yo entiendo. Alguna vez pasé por lo mismo, es por eso que quiero brindarte mi apoyo.
El violinista quedó sin palabras. Más por la estupidez que erróneamente pensaba el director que por contar con su apoyo sin saberlo.
— Gracias… — no luchó más al respecto.
— Sobre el recital, Holmes. Lo siento, pero no puedo hacer nada.
— ¿Qué? ¡¿Por qué?!
— Porque los lugares ya están decididos. Te pregunté con mucho tiempo. En este punto, no es posible hacer cambios.
— Claro que aún se puede, faltan dos semanas. Alguien de su calibre podría sin problemas.
— El profesor Moriarty está esforzándose mucho por su presentación. Poner algo extra podría dañar sus manos. Necesita periodos de descanso también. Tú no corres ese riesgo pues no practicas tan a menudo como deberías, pero él sí es un joven muy disciplinado.
— Entonces métame en lugar de Bill. Él está nervioso y usted quería esto desde el principio.
— Bill superará su nerviosismo. Yo no podría robarle su oportunidad a un músico tan prodigioso y sin apoyos como él. Desde que lo descubrimos, ha sido el protegido del profesor Moriarty. Es un joven que ha llegado tan lejos con una educación autodidacta ¡y no permitiré que le robes su oportunidad por un capricho! — dijo señalándolo.
La expresión endiablada de Sherlock le hizo dudar si estaba siendo demasiado duro con él.
— Habrá más recitales, Holmes. Son solo dos semanas las que debes esperar. Luego de eso, si aún lo deseas, podemos programar otro para más adelante.
Sin querer perder más el tiempo, Sherlock salió de la oficina a paso tranquilo, aunque él ciertamente, no lo estaba. Tuvo ganas de dar un portazo a la puerta, pero si iba a hacer su jugada, era más conveniente no despertar sospechas de sus movimientos. Al menos no de inmediato.
Mientras caminaba molesto y descartaba su plan A, subió de nuevo a la azotea. Levantó las colillas de cigarro que había dejado regadas por ahí y pensó en su plan B. No podría llevarlo a cabo ese día, necesitaba prepararse adecuadamente. Le faltaban herramientas.
En tanto meditaba, escuchó unos pasos conocidos. Eran John y Billy. Calificó de inusual que ambos lo abordaran al mismo tiempo, así que obviamente tenían algo entre manos. Como siempre, funcionar como la voz de la consciencia que no tenía o tal vez querían hablar con él sobre lo de la mañana.
Consideró las variables y determinó que no debían aun tener idea de su plan B, tomando en cuenta que no conocían su plan A. Suponiendo que no se hubieran topado con Lestrade los últimos 5 minutos, era más probable que quisieran hablar de lo de la mañana.
— ¿Y qué harás? — preguntó Billy poniéndose a su lado.
Eso contestó su pregunta. Definitivamente era lo de la mañana.
— Debo hablar con él, intentaré verlo hoy y luego esperaré a que pase el recital — compartió tan dócilmente que, John y Billy desconfiaron.
— Eso no suena a ti.
— Sherlock — lo llamó John con sospecha — ¿Y qué hacías justo ahora?
— Solo recogía mi basura. ¡Qué paranoico eres! — dijo mostrándole las colillas de cigarro.
— Seguro que es porque a William le gusta que el área esté limpia — reveló Billy.
— ¡No asumas que todo lo que hago es por Liam!
John y Billy voltearon a verse, como si se dijeran entre sí "¿Tú le crees? Porque yo no"
— ¿Y? ¿Vinieron a ver si me dijo "si" o "no"? — presionó, guiándose por el dicho "Al mal paso darle prisa".
— Cómo era de esperarse de ti, cola de caballo.
— Son muy obvios — desestimó junto a un ademán de mano.
— Sherlock, hay mucha gente hablando al respecto— reveló John.
— ¿Sobre la canción de la mañana? — sus amigos asintieron — Sí, bueno, lo esperaba. Pero no son inusuales ese tipo de canciones aquí.
— Hay algo más.
— ¿Qué?
John suspiró. Pero lejos de desesperarse, le habló en tono conciliador.
— Sherlock, debes tener cuidado, los rumores no son buenos.
Sherlock meditó en lo recién dicho por John. No obstante, aún le pareció que, los demás no deberían saber que la canción era para Liam. Incluso Lestrade no supo que se trataba de él. En el caso de John y Billy, eran sus amigos cercanos, así que de ellos era entendible que vieran las señales. De parte de su hermano y su madre, era imposible ocultarles algo. Pero el resto era imposible. Pero, por otra parte, precisamente en eso consistían los rumores: datos imprecisos mezclados con opiniones.
— ¿Rumores? — se burló. Alentándolo a seguir hablando.
— Tu sabes, de trato preferencial y eso.
Sherlock liberó una carcajada desde el fondo de su garganta.
— Siempre ha habido rumores a mi alrededor. Soy hermano del rector ¿recuerdas? — fingió no darse cuenta.
— Terminarás metiendo al profesor Moriarty en problemas — la expresión de Sherlock cambió— Aunque tú eres estudiante, él es maestro aquí. Pueden perjudicarle los rumores.
A él no le importaba que hablaran a sus espaldas y sabía que a Liam tampoco. Sin embargo, tomando en cuenta su situación familiar, sí debía considerar el ser más discreto. Por el bien de Liam.
— Nadie había practicado esa canción y la tocaste solo una vez — agregó Billy — Además… están hablando de que William luce, diferente. En algún punto podrían conectar los puntos si das más pistas.
— ¿Diferente? — volvió a presionar.
— Está frente a todos en las clases de solfeo. La gente lo nota.
— ¿Nota qué precisamente? — eso ultimo no le estaba gustando.
— Que luce más…
— ¿Más qué?
— ¿Me harás decirlo? — explotó John.
Sherlock gruño. Giró la cabeza un par de veces hasta escuchar un crujido. Sabía que John y Billy le decían eso por su bien, pero no significa que le gustara escuchar de otros lo sensual que Liam era.
"Necesito armarme de paciencia. Es decir, Liam es un hombre muy atractivo, es imposible que la gente no lo vea. Y es un músico prodigioso, obviamente todos querrán tocar con él. Además…"
— Sherlock, lamento interrumpirte mientras piensas en lo perfecto que es William, pero ya es hora de irnos. Las clases terminaron — anunció Billy.
— Cállate — dijo dándole un empujón sabiéndose atrapado — Adelántense, debo hacer una llamada.
Billy y John voltearon a verse. Seguramente Sherlock esperaría a que el profesor Moriarty saliera. Fuera como fuera, la advertencia ya estaba hecha. No obstante, seguirían vigilándolo…por su bien.
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Más tarde, vio a Bill salir. Y un poco después, su rostro se iluminó cuando logró encontrarse con Liam en el vestíbulo. Había sido un día largo y solo anhelaba poder hablar con él, aunque fuera unos minutos. Entonces recordó a John y Billy, ciertamente, Liam desprendía ahora una sensualidad que el día anterior no tenía tanta intensidad. Ahora le incomodaba más dejarlo solo con Bill.
— ¡Hola, Liam!
— Sherly… — él mismo había olvidado por completo que no lo llamaría así en la escuela, así que se corrigió enseguida — ¿Necesitas algo de mí, Sherlock?
La sonrisa del violinista se borró.
En apariencia, el pianista estaba bien, pero lucía cansado y ausente. Calculando algo. Le había dado esa impresión su música y el breve contacto que habían tenido en la mañana en el baño. Pero poder verlo ya de frente, cuando Liam pensaba que nadie lo veía, le dejó a Sherlock comprobar lo que había percibido antes.
— ¿Vamos por un café? — ofreció.
— Solo por hoy — concedió.
Obviamente, esa respuesta le hizo ruido a Sherlock. ¿Cómo que "solo por hoy"? Inevitablemente sacó un cigarrillo y lo encendió.
— Vamos entonces.
Empezaron a caminar juntos en silencio, esperando a salir del lugar. Pasaron frente a la oficina del director quien iba saliendo solo para encontrarse con una mueca de Sherlock, burlándose a modo de "te dije que lo vería después de clases". Lestrade quiso fastidiarlo reteniendo al joven maestro, pero se sintió incapaz sin saber por qué. La atmósfera de ambos muchachos le señalaba que no debía interferir, como siempre que tocaban juntos. Aunque hasta ahora, siempre había ignorado eso e interrumpido de todos modos.
Salieron del lugar con tranquilidad y una vez afuera, Sherlock se atrevió a preguntar:
— ¿Cómo está tu cuerpo?
Creyó ver un leve rubor en el rostro solar y una sonrisa que intentaba ocultar la atmósfera coqueta que prodigaba.
— Me duele un poco, pero no estoy tan mal. ¿Y el tuyo?
Sherlock, de igual forma, trató de ocultar la seducción tras su sonrisa, aunque no se esforzó mucho, por lo que expuso su blanca dentadura dándole un aspecto fresco.
— Puedes comprobarlo si quieres.
Liam rio por lo bajo. Una invitación tentadora.
Llegaron a una cafetería de temática victoriana, los adornos y la vajilla eran ideales para generar una atmosfera elegante y de misterio, se sentaron y ordenaron en una pequeña sala privada que había reservado Sherlock con anticipación. No fue hasta que les sirvieron y la camarera se fue, que empezó el intercambio.
— La forma en que colocas tu mano cerca de tu boca. Algo te preocupa.
La sonrisa de Liam se amplió. Le encantaba ese lado de Sherlock que podía resolverlo.
— Descubrieron que no dormiste en casa hoy ¿verdad? — probó.
— Sí. — admitió sin molestarse en ocultar lo obvio.
— ¿Puedo hacer algo?
— No en realidad.
La expresión de Sherlock cambió. Se le notaba inconforme, por lo que Liam le sonrió conciliadoramente.
— Basta con que seamos discretos con el tiempo fuera de la academia.
— ¿Cuánto tiempo? — inquirió, haciendo alusión a lo que dijo al salir de la escuela.
— Pienso que lo olvidará en unas dos semanas.
— ¿Dos semanas? El mismo tiempo que estarás ocupado por el recital — señaló.
— Podemos vernos en los ensayos, siempre vas de todos modos.
— No puedo, Lestrade me está vigilando — dijo con un puchero.
— Ah, sí. Lo escuché gritarte del otro lado de la puerta — rio.
Sherlock exhaló pesadamente, sonando como un gruñido. Liam sabía lo que pasaba, aun así, quería escucharlo.
— ¿Sherly?
— De alguna forma me siento un poco decepcionado de mí.
— ¿Decepcionado? ¿O frustrado? — le molestó un poco.
— No esperaba ser del tipo sexual— reveló el violinista— Pero cuando se trata de ti…
Las pupilas de Liam destellaron. Incluso en eso, estaban sincronizados. Entendía perfectamente eso.
— Es difícil pensar en uno mismo como en un pedazo de carne con terminales nerviosas — coincidió Liam.
— Sí — la sorpresa de Sherlock era palpable en su rostro y su voz. Que Liam dijera exactamente lo que sentía y saber que sentían lo mismo, lo despertó.
Más que su cuerpo, era su mente la que lo excitaba.
— ¡Rayos! — no pudo evitar expresar.
La mirada de Liam paseó por el rostro de Sherly y descendió. El violinista lucía incómodo, así que probablemente…
— Sherly… — susurró en voz baja con una mirada hechizante.
A paso silencioso, se acercó encarnando la seducción con su cuerpo. Se sentó a horcajadas en el regazo de Sherlock, sintiéndolo despierto y con voz aterciopelada, dijo:
— No podremos hacer mucho aquí, pero al menos puedo ayudarte a que llegues a casa.
Se sonrieron y luego intercambiaron algunos besos. Liam, se encargó de liberar ambos cuerpos de sus camisas y desabrochó ambos pantalones, para darle atención a sus miembros erguidos. En tanto, Sherlock se permitió disfrutar de las sensaciones chispeantes en su piel y órganos, afianzando sus manos a los montículos carnosos que continuaban la deliciosa espalda de su amante.
Ambos cuerpos sentían al otro temblar a cada toque y se percibían como una sola mente conectada a tanto placer gracias a sus lenguas. Listos de no ensuciar sus ropas, alcanzaron la liberación pronto, manchando sus pechos con la cálida y alba viscosidad.
Las exhalaciones pesadas, les hizo querer reanudar la atención a sus bocas. No obstante, sabían que debían parar. En cualquier momento podría entrar de nuevo la camarera. Con pesar, tomaron algunas servilletas y limpiaron las huellas del crimen. Sabían que debían separarse e ir a casa. En ese momento, dos semanas les parecía un tiempo muy largo.
— Recibí tu mensaje — dijo Sherlock, pensando en la canción que le mostró a Bill ese día.
Liam se sintió complacido, reafirmando que ninguno de los dos era precisamente dócil.
