Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 9
Bella
Los fines de semana cambiaron por completo para los tres. Mel estuvo incluida en nuestros pequeños paseos y aunque no lo dijera, ella hacía lo posible por dejarnos para nosotros las noches.
Llegó noviembre y con el mes una sensación extraña y también emocionante cuando Edward y yo intercambiamos las llaves de nuestras respectivas casas. Nunca hablábamos de vivir juntos porque seguía pensando que era prematuro. No obstante estábamos decididos a hablar con nuestras familias y hacerles participes de nuestra dicha.
Él lo hizo primero y pidió a sus padres presentar a su novia para la cena de acción de gracias.
Era mi turno.
Estábamos pasando un fin de semana junto a mis padres. Era abrumador estar en su casa, no por los malos recuerdos desde luego que no, sino porque Renée aprovechaba mi presencia para ponerme a ordenar su cocina.
— Busca bien. —Dijo mamá mientras yo seguía arrodillada buscando entre sus viejos sartenes rojos.
Estaba acalorada y cansada de buscar un refractario que ella necesitaba.
— No hay nada —me quejé.
— ¿Qué tienes ahí?
Miré mis senos y subí rápidamente el escote de la blusa tratando de ocultar las pequeñas marcas que Edward había hecho en mi sensible piel.
»Es lo qué creo que es… —articuló mamá—. ¿Estás saliendo con alguien?
— Lo estoy —respondí viéndola desde donde estaba.
— ¿Quién es? ¿Por qué no me dijiste, Isabella?
— Es Edward —murmuré— mi novio es Edward Cullen, mamá.
El solo nombre de él bastó para que el ambiente de aburrimiento cambiará por completo a ira absoluta y desmedida de parte de Renée.
Llevó las manos a las caderas y sus cejas se juntaron demasiado en una mueca desagradable.
— ¡Por todo lo sagrado! No puedes decir semejante idiotez, Isabella. Ese hombre solo está buscando hacerte otra barriga y eres tan estúpida que terminarás de nuevo teniendo otro hijo.
Me incorporé. El buen humor que tenía había desaparecido desde hace horas.
— Soy bastante adulta, madre. Elijo lo que quiero porque te recuerdo que salí de tu casa desde que tenía dieciocho años, elegí mi destino y bien, me hago cargo de las consecuencias. Pero que creas que sigo siendo la misma tonta que se embarazó, me duele. Porque es más que claro que todos estos años es lo único que has pensando de mí.
— Tenías un futuro prometedor, Isabella. Pusimos el mundo a tus pies y no aprovechaste.
— Me lo dieron todo, estoy de acuerdo. Mas nunca se preocuparon por estar conmigo, madre. Crecí sola entre las paredes de esta casa, porque se esforzaron tanto porque no me faltara nada económico, pero me faltó su presencia. Que era mil veces más importante que un par de tenis nuevos.
— ¿Ahora resulta que nosotros somos los culpables de que hayas salido embarazada? Es el colmo.
— Nunca dije que lo fueran, mamá. Solo no vas a negar que fuiste cruel conmigo, me enseñaste a cómo nunca ser con Mel. Porque créeme que si ella llega a salir embarazada no recibirá el rechazo que yo tuve de ti. Jamás le daré la espalda como lo hiciste conmigo.
— ¡Fue por tu bien! Entiende. Gracias a ello no estás llena de hijos.
Sacudí la cabeza.
— Hasta la estancia llegan sus gritos —dijo papá—. ¿Por qué discuten?
Renée le dio una mirada severa.
— Tu hija que no entiende y se ha vuelto a enredar con Edward, así que no esperes otra cosa que no sea arrullar otro bebé en unos meses —espetó mamá.
Papá me miró y rápidamente se acercó pasando un brazo por mis hombros.
— Estás enamorada —la voz de Charlie fue relajada.
Él posiblemente ya había superado el repudio hacia Edward, lo comprendía. Papá era un hombre sensato que estaba más interesado por jugar una partida de domino que por estar pensando en mi pasado con el padre de mi hija.
— Charlie, por favor. Isabella está con Edward, sabemos bien cuál será el resultado final.
— ¿Y eso qué importa? Si ella es feliz yo también lo estoy, mujer. Mi hija ha tenido suficiente tiempo sola y es libre de elegir a quién le dé su gana y si quiere a Edward lo acepto.
Papá besó el tope de mi cabeza y me acercó a él en un abrazo cariñoso.
»¿Por qué no vino Edward? —preguntó papá.
— Esta vez no pudo venir porque preferí ser yo quien les dijera a ustedes que estamos saliendo —respondí—. Pasaremos acción de gracias en casa de su familia, papá.
— Entonces van muy en serio —dijo Charlie— me alegro por ti y por Mel.
— No estoy de acuerdo —mamá sacudió la cabeza y salió de la cocina a toda prisa.
— No le hagas caso —murmuró papá—. Sabes bien que ella hubiese preferido que eligieras estar con el hijo de su mejor amiga. Ray es el prototipo de novio que quiere para ti.
Rodé los ojos sin que mi padre me viera. Ray era un gran amigo y aunque en su momento él intentó conquistarme nunca pude darle un sí.
Lo que restó del día mamá no volvió a mencionar el tema. Sabía que le costaría aceptar a Edward, podía respetar su decisión siempre y cuando ella respetara las mías.
Edward
El comedor se quedó en completo silencio cuando nos vieron entrar.
Mis padres se vieron entre sí, mientras mis hermanos compartieron una sonrisa cómplice con sus esposas.
— Les presento a mi novia —dije orgulloso sin soltar la mano de Bella.
Mel estaba al lado mío y mostraba su pulgar en una clara indicación que lo estaba haciendo bien.
— ¡Bella! —Gritó mamá arrebatándola de mi lado, la abrazó cariñosamente y besó sus mejillas.
No me equivoqué cuando pensé en que mamá sería la más feliz; ella tenía un cariño especial por Bella, lo tuvo siempre. Tal vez era porque no tuvo hijas y cuando Bella salió embarazada mi madre vio en ella a la hija que no pudo tener. Me arrepentiría siempre de que por mi culpa ellas no pudieron tener ese acercamiento.
— Enhorabuena, hijo —papá me abrazó palmeando mi espalda.
Los siguientes quince minutos fueron felicitaciones y muestras de cariño hacia Bella. Era como si la hija favorita hubiera vuelto después de tanto tiempo lejos de casa.
Me dediqué a disfrutar el momento. De hecho disfruté tanto la semana en compañía de mi familia, por supuesto que mi madre no dejó a Bella un solo rato libre, salieron de compras por el resto de los días que pasamos en Seattle.
Eso me dio oportunidad de tener pequeñas charlas con mi padre y también con mis hermanos. Una de esas fue cuando salíamos de la cafetería bajo el frío de la ciudad.
— ¡Edward! —Escuché los gritos de una voz conocida desde la otra acera de la calle. Colleen agitó la mano para que me detuviera y corrió hacia nosotros—. No sabía que estabas aquí —dijo con una sonrisa— ¿has vuelto?
— Hola, Colleen —saludé educado sin muestras de cariño—. Vine a pasar una semana con mi familia, me voy mañana. ¿Cómo estás?
Papá dejó una palmadita en mi hombro y se encaminó hacia la suburban junto a mis hermanos.
— Estoy maravillosamente bien ahora que te veo. Me gustaría que habláramos; sé que la última vez me porté mal y nunca te envíe tus cosas, tu colección de tazas se quedaron conmigo y parte de tu ropa, me gustaría llevártela personalmente.
Rasqué mi nuca.
— Eso ya no importa, no te preocupes.
— No mientas —sonrió— amas las tazas.
Estreché los ojos quedándome pensativo. ¿Amaba las tazas? Ni siquiera lo sabía, solo podía decir que desde que estaba en Arizona tener una taza era lo que menos importaba.
Escuché las risas de mi madre y Bella junto a Mel y mis cuñadas, ellas no me vieron. Parecían felices intercambiando opiniones acerca de velas, puesto que mi madre le acercaba cada vela a cada una de sus nueras, ellas siguieron su camino hacia la camioneta donde papá esperaba.
Colleen lo sabía. Entendió el porqué Bella andaba con nosotros y el semblante suave de su rostro se transformó en amargura.
»Siempre fue ella, ¿verdad?
Miré hacia Bella. Ella seguía enajenada, conversando con Rose y Alice mientras echaban sus compras en el baúl trasero de la camioneta. Se abrazó a sí misma cuando el viento sopló y despeinó su largo cabello oscuro, llevaba puesta mi campera azul, que le quedaba enorme.
No pude evitar sonreír al ver lo pequeña que lucía. Tal vez Colleen tenía razón y siempre había sido Bella. Sin ella estaba perdido y no sabía lo que quería y ahora todo tenía sentido, estaba cada vez más seguro de lo que quería para mí.
— ¿Qué te puedo decir? —hice la pregunta en voz alta—. No te debo explicaciones.
— Lo sabía, Edward. Siempre supe que esa mujer era más especial de lo que admitías, solo me duele que nunca hayas sido sincero contigo, fueron tantos años y… —guardó silencio—. Olvídalo, también tengo dignidad y no te rogaré.
— No hay nada qué hablar entre nosotros, Colleen. Terminamos hace más de un año.
— Pero tus sentimientos por ella estuvieron siempre y saberlo me duele.
No tenía cara para negarlo y decir un lo siento tampoco resolvía nada. Dejé que interpretara mi silencio y fuera ella quien le diera el significado que quisiera, igual nada cambiará mi amor por Bella.
Colleen exhaló. No supe si por el frío o por otro motivo, de reojo vi que se alejó y siguió su camino. Entretanto seguí viendo hacia Bella, ahora imaginaba un futuro con ella y también un par de niños, ¿por qué no?
Bella
Habían pasado seis meses desde que nos hicimos novios y para celebrar fuimos al cine con Mel. Ella dándonos nuestro espacio quiso que la dejáramos en casa para que siguiéramos festejando solos.
— Tienen permiso hasta las 2 am. —Nos dijo al ver el reloj de su celular—. Diviértanse mucho.
Nos reímos.
Antes de que Edward pusiera en marcha el vehículo nos aseguramos que ella entrara a casa junto a kai. Sabíamos que volvería a mirar su aceptación en la universidad de Chicago desde que llegó la carta no paraba de leerla.
Ella se marcharía en unos meses. Mi compañera de vida me diría adiós y yo debía ser fuerte y darle una sonrisa aunque por dentro estuviera deshecha.
Limpié una solitaria lágrima y tragué el nudo en la garganta.
— ¿A dónde iremos a cenar? —articulé como si nada pasara.
— Me gustaría ir al apartamento y pasar tiempo ahí.
— Tiempo ahí —repetí—. Mejor di que quieres hacerme el amor.
Pasó una de sus manos por mi rostro.
— Quiero hacerte mía, estoy desesperado por estar dentro de ti.
Lo miré.
— Puedes ir más rápido
Edward sonrió acelerando sin respetar los señalamientos de velocidad.
.
No pudimos llegar a la cama y terminamos haciendo el amor en el piso de la cocina.
A estas alturas podría decir que era normal entre nosotros terminar haciéndolo en todos lados menos en una cama.
Edward movió sus caderas y empujó fuertemente dentro de mí mientras ambos gemíamos.
— Bella…
— ¿Mmm? —Mis ojos estaban fuertemente cerrados, disfrutando.
— Dame un hijo.
Abrí los ojos de inmediato, ¿había escuchado bien?
Mis manos estaban en el pelo de su nuca, justo donde me gustaba que estuvieran, las resbalé por los anchos hombros y recorrí con fascinación la espalda hasta acunar su cara.
Edward no había dejado de embestir, seguía moviéndose dentro de mí sin mucha delicadeza.
— No juegues así —quise que mi voz fuera severa, pero no logré.
— No estoy jugando, amor.
Jadeé al sentir más vigor en su ritmo. Las palabras se habían ido de mi boca y sólo mantenía mis labios entreabiertos.
»Nunca pensé siquiera en la posibilidad de ser padre nuevamente, por muchos años fue un tema cerrado para mí —añadió—. Sin embargo, ahora estoy seguro que mi deseo más grande es tener otro hijo contigo. Tengamos un bebé, mi amor.
Él no me podía estar pidiendo un hijo, no así, cuando estábamos haciendo el amor y era tan vulnerable.
Cerré mis ojos.
Quería concentrarme sabrá Dios en qué, pero no quería pensar en nada.
Y era imposible pensar cuando mi cuerpo sudoroso lo abrazaba y recibía tan bien en cada movimiento.
¿Un bebé? Sonreí tontamente.
— No lo sé —murmuré—, es demasiado precipitado. Apenas tenemos seis meses juntos.
Abrí más las piernas y acuné sus caderas. Edward estaba decidido a dialogar el tema de la manera más inusual.
— Por favor, nena. No lo pienses más y dime que sí.
Gemí.
Mi respiración era irregular.
»Es más, primero casémonos —añadió.
— ¿¡Qué dices!? —Oh Dios, ¿por qué me hacía esto?
— Cásate conmigo, Bella y tengamos un bebé. Hagámoslo, nena. No esperemos más. Dime que sí.
Mi piel se estremeció y mis vellos se erizaron.
Edward empezó a empujar con más ahínco adivinando que mi orgasmo estaba cerca. Alineé su rostro al mío y me permití ver sus ojos: había paz a parte de pasión.
Suspiré.
Cada decisión que tomé después de tener a Mel, fue pensada minuciosamente en el crecimiento de mi hija y salud emocional, si decidí estar tantos años sola fue por el bien de ella.
Ahora era tiempo de pensar en mí.
Fin.
De ustedes depende el epílogo.
Infinitas gracias a quienes dejaron reviews: Flor McCarty-Cullen, LOQUIBELL, Lily Pattinson Cullen, Pepita GY, Daniela, marisolpattinson, NarMaVeg, Dulce Carolina, Lore562, Adriana Ruiz, Adriana Molina, Valeria Sinai Cullen, Daniela Masen, PaolaValencia, Kaja0507, sandy56, rociolujan, Kasslpz, Gabby352, Antonella Masen, piligm, saraipineda44, Rosemarie28, Patty, Cary, Jane Bells, Elizabeth Marie Cullen, Diannita Robles, Lili Cullen-Swan, Cassandra Cantu, Noriitha, Torrespera172 (estoy mejor Perita, gracias por tus buenos deseos), mrs puff, y comentarios Guest.
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