Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Epílogo
Bella
Pasaron muchas cosas en tres años.
Una pandemia nos sorprendió. Aunque sin duda lo más doloroso y sin punto de comparación fue la muerte de mi padre. Maldije tanto y lloré sin reparo ante lo injusto que fue la vida, me costó asimilar que nunca lo vería siendo el abuelo consentidor que tanto imaginé.
Tampoco hubo tiempo de verlo compartir un domingo junto a Edward en el patio trasero o simplemente verlo beber cerveza mientras los oía debatir un partido de béisbol. Nada.
Charlie se fue una mañana de abril y un día antes solo dejó para mí un adiós.
Ese amargo capítulo de mi vida aún estaba fresco y dolía cada día por igual. Era un hecho que me iba a doler hasta el último suspiro de vida.
— ¿Qué más falta? —preguntó mi esposo captando mi atención al cerrar el maletero de la camioneta.
¿Esposo? Sonreí a mis adentros. Edward y yo teníamos dos años de casados y había sido mi apoyo incondicional cuando sucedió lo de Charlie.
Sacudí la cabeza y mi cabello quedó sobre mis hombros al verlo caminar hacia la entrada de casa para asegurarse que estuviera cerrada la puerta.
Kai lamió mi cara buscando atención. Sonreí y acaricié su pelaje.
— Es un viaje largo, chico. Así que debes portarte bien —le dije.
Kai pareció entender porque tomó su lugar en la tercera fila de la camioneta y se mantuvo así con su lengua de fuera.
— Listo, amor —articuló Edward cuando asomó la cabeza por la ventana, besó mis labios fugazmente—. Es hora de irnos, ¿estás bien? ¿Tienes almohadas?
Le mostré los almohadones que tenía conmigo y él sonrió. Caminó a su paso rodeando el frente de la camioneta y subió al asiento del conductor.
Nuestro viaje por carretera iniciaba.
Las hojas cayeron de los árboles en forma de llovizna color ocre cubriendo el asfalto. Estábamos a mediados de octubre.
Melody se marchó a Chicago tres años atrás. Y aunque ella hacía lo posible por visitarnos cuando su nueva vida universitaria se lo permitía, sabíamos cuan difícil era lograrlo. Entre sus clases, novio y su trabajo el tiempo se había reducido para poder volver a casa, así que nosotros habíamos decidido viajar una semana y sorprenderla.
Esa parte del noviazgo a Edward aún le costaba asimilar. Era sumamente gracioso recordar lo celoso que fue al enterarse y lo mal que la pasó Gregory cuando vino a casa por primera vez.
— Mami… —La suave voz de Monica me hizo abrir los ojos. Mi pequeña hija había cumplido dos años, me señalaba con su dedo el cielo azul— allá… eta abuelo.
Le sonreí sin dejar de ver el hermoso cielo despejado de nubes.
— Allá está cariño —le dije acariciando con mis dedos su regordeta mejilla.
Charlie estaba presente en la vida de mi hija. Él no pudo conocerla, sin embargo, me hacía cargo de contarle anécdotas sobre él y mantener vivo su recuerdo.
— Princesa, ¿estás lista para ver a Mel?
Miré los hermosos ojos verdes de Edward por el retrovisor, me estaba sonriendo mientras le preguntaba a Monica.
— ¡Síí!
Nuestra hija aplaudió presa de euforia. Ella había sido concebida justo cuando él la pidió, no pude negarme y decidí aventurarme.
Nuestra segunda hija trajo muchos cambios. Dejé de trabajar; fue difícil despedirme de la que fue mi oficina por años y de mis entrañables compañeras de aventuras, mis fieles consejeras a las cuales les guardaba un inmenso cariño.
Fue complicado acostumbrarme a estar en casa, pero sin duda la recompensa de disfrutar de la compañía de mi pequeña hija, no tenía precio.
Ambos nos dimos esa oportunidad. Edward también necesitaba momentos que no pudo vivir con Melody como él hubiera querido y, Monica vino a regalarnos esa segunda oportunidad.
Pasé una mano por mi pequeña barriga y suspiré ante un leve movimiento. Nos habíamos tomado muy en serio eso de experimentar, tenía cinco meses de embarazo y algo me decía que el pequeño Charles sería un gran pateador o mínimo o jugar de soccer.
Miré hacia los autos que había en la carretera. ¿Cuántas veces no fui yo la conductora en los viajes largos? Eso también había cambiado.
Hoy tenía un esposo que se preocupaba por mí y me consentía.
Tenía una familia. Era feliz, inmensamente, inclusive más de lo que pude imaginar. Y no porque no hubiera problemas o porque existiera perfección entre nosotros, sino porque estábamos decididos a que nuestra felicidad perdurara.
Habíamos apostado por una familia.
Estábamos en el proceso de seguir construyendo este sueño.
— Oye… —le dije desde mi lugar— te amo.
Edward sopló un beso por el retrovisor.
— Te amo más —articuló.
— Tabien te a-mo —Monica añadió haciéndonos reír.
Acaricié su rostro disfrutando la tibieza de su mejilla; sus ojos cafés me miraron y de sus labios rosas se formó una amplia sonrisa, le sonreí llena de amor.
Quien diría que la felicidad se podía tocar con los dedos.
Seguramente habrá alguien que te querrá refutar diciendo lo contrario, no respondas. Que la felicidad dependerá de cada uno y para mí sin duda será siempre mi familia.
Nota: te recomiendo que no quites el follow en la historia porque es muy posible que publique un outtake o varios.
Infinitamente agradecida a quienes le dieron una oportunidad a la historia, por sus reviews y favoritos.
Gracias totales por leer 💫
