El gran aquelarre Parte 4
Eda se dirigía sigilosamente hacia salida, cuando una conocida voz femenina la detuvo.
—¿Hermana?
Volteó y se encontró con Lilith, mirándola fijo, al tiempo que firmaba autógrafos para unos/as jóvenes brujos/as, incluyendo a la líder del aquelarre de princesas mágicas.
—Pasó mucho tiempo desde la última vez que te vi —Terminó de firmar el costado derecho del vestido de Amity y, acompañada de sus jóvenes admiradores, se acercó a la dama búho con una sonrisa burlona—. ¿Qué llevas puesto? Pareces una especie de recolector de basura. Oh, claro... Lo eres.
—Oh Lilith, solo quería ver al líder del aquelarre del emperador en acción ¿Cómo está tu esposo? Ups, lo olvidé —contraatacó Eda, para después inclinarse hacia los jóvenes brujos/as—. ¿Saben? Hace unos años, Lilith estaba tan obsesionada por su trabajo en el aquelarre del emperador... —Les guiñó un ojo—. Que arruinó su matrimonio.
Igual que sus compañeros, Amity miró a la líder del aquelarre del emperador con lástima, pero ella fue la única en reaccionar, exclamando:
—Uuuuuuuuuuuuuuuuuunnn golpe bajo.
Avergonzada, Lilith se sonrojó e inmediatamente, cambió de tema.
—Bueno, eso es todo por hoy —despidió gentilmente a sus jóvenes fanáticos, saludándolos con la palma zurda. Luego, giró hacia su hermana menor con el ceño fruncido, y apuntándole el índice zurdo—. En primer lugar; nunca me casé. Y segundo; no deberías estar aquí. Eres una criminal buscada. A menos que... —Jadeó sorprendida—. No puedo creerlo... —Estrechó las manos de Eda, sonriendo contenta—. Estás aquí para unirte al aquelarre del emperador. ¿Val D' Nora está contigo? ¿Ella también...?
Eda se rió de aquella declaración, soltándose de su hermana mayor.
—En tus sueños —Desvió la mirada, adoptando una expresión tensa—. Y sobre nuestra hermanita bebé... bueno...
Lilith alzó una ceja.
—¿Qué pasó con ella?
Eda no respondió, solo cerró los ojos y se mordió el labio inferior.
—Oye... ¡Oye! —Visiblemente alterada, Lilith tomó a Eda de los hombros, y empezó a sacudirla un poco—. ¡No entenderé qué sucedió si no hablas! ¡Dime algo, Edalyn!
Eda la miró, tenía pequeñas lágrimas en sus ojos.
—Val…
Lilith también empezó a lagrimear, apretando los hombros de su hermana menor.
—N-No me digas que ella está…
Eda asintió.
—Sí… —Repentinamente, embozó una sonrisa de oreja a oreja y, adoptó un elevado tono burlón, al tiempo que apuntaba a su hermana mayor con el índice diestro—. ¡Asalvo de tí!
Y se echó a reír aún más fuerte que antes, mientras Lilith respiraba profundo, como conteniendo el impulso de abalanzarse sobre ella y estrangularla.
—Las dos piensan que no pertenecer a un aquelarre las hace mucho más inteligentes. Pero mientras huyen de la ley como unas delincuentes —Lilith volvió a sonreír—. Yo guío a la próxima generación de poderosos estudiantes de todo el mundo.
—Bueno, yo tengo unos alumnos —se jactó Eda, poniendo los brazos en jarra—. Y pueden derrotar a cualquiera de tus pequeños puritanos de sangre azul —Sonrió, orgullosa—. Y creo lo mismo de nuestros sobrinos-nietos.
Lilith la encaró de cerca.
—¿Esto es un desafío?
Eda hizo lo mismo, apuntándola con el índice zurdo.
—Ooooh, es una promesa.
—Espera... —Lilith ensanchó los ojos, como acometida por un pensamiento repentino—. ¿Sobrinos-nietos? ¿Val D' Nora ya es abuela?
Entonces, Luz apareció entre ambas brujas, estaba muy alterada
—Eda, ayúdame. Accidentalmente, desafié a Satan a un duelo de brujas —Se dejó caer de rodillas, cuando Luis llegó poco después—. Y creo que él me derrotará por completo.
—Arriba, Lucinda.
Luis la levantó del suelo, tras inclinarse y envolver sus brazos alrededor del tronco de su hermana melliza por detrás, pero…
—¡Ey, esas manos! —se quejó Luz ruborizada, sintiendo las palmas de él sobre sus bustos en pleno desarrollo.
—Parece que tus alumnos conocieron a mi protegido más fuerte.
Lilith examinó a los jóvenes, apuntando a sus pabellones auriculares con el índice zurdo.
—Y mira esas orejas ¿Son humanos? —Soltó una risita burlona—. ¿Donde encontraste un par de estos?
—Esto te ganas por meterte con un bastardo —le reprochó Luis a su hermana melliza, quién hizo una pequeña mueca.
Lilith le dedicó una mirada venenosa.
—Cuidado, estás hablando de mi hijo —le advirtió.
—Lo siento —se disculpó Luis no queriendo empeorar las cosas.
—Ok, Edalyn —Lilith dibujó un círculo de hechizos con su índice zurdo y, en unas llamas azules, todos los carteles de búsqueda de la dama búho desaparecieron de las paredes uno tras otro—. Por un día no tendrás que esconderte de la ley —Dio media vuelta, juntó las manos y comenzó a alejarse—. Porque quiero ver lo buena maestra que eres en realidad.
—Vamos, niña —dijo Eda, rodeando los hombros de la chica Noceda con su brazo zurdo—. Prepárate para el baño de sangre.
—Pero… ¿Sangre de quién? —le preguntó Luz, nerviosa.
—De una nutria inocente —dijo Luis, burlón.
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—Bien, Luz —dijo Eda, tras ponerse una balda elástica azul/roja en la cabeza—. Comencemos tu entrenamiento —agregó, haciendo crujir sus dedos—. Ahora, me estoy acercando con una explosión de fuego —Se inclinó hacia la chica Noceda, en una "pose de ataque"—. ¿Qué harás?
Luz simplemente respondió poniéndose la capucha, y dejándose caer aun lado de la caja de cartón (donde había estado sentada) con una expresión temerosa.
—Oh, es verdad —admitió la dama búho—. No te enseñé demasiados hechizos, ¿eh?
—Y uno de luz no es material de combate, exactamente —opinó Luis indiferente, quién estaba a la izquierda de su hermana melliza, quien estaba detrás de su hermana melliza, cruzado de brazos y piernas, apoyado contra una pared.
—A menos que Satan quede ciego, pero no creo...
Pero Luz fue interrumpida por Eda, quién dijo:
—Bueno, espero que no hayas hecho un juramento para renunciar a tu dignidad o algo así —apuntó la zurda en pistola hacia la chica Noceda—. Estarías frita.
—Igual que yo —agregó Luis.
Luz se puso nerviosa.
—E-Es algo como un apretón de manos o...
Oyeron una risa malvada, y voltearon hacia cierto duo que estaba como a unos diez metros de ellos.
A primera vista, Satan parecía haberse transformado en un abominable; pero conservaba su tamaño normal.
Lilith miró orgullosa a su retoño.
—Si solo su padre estuviera aquí —susurró para sí misma, cerrando los ojos.
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[Escena retrospectiva]
Unos catorce años atrás...
En algún lugar del bosque de las islas hirvientes, una extraña figura encapuchada huía de una versión más joven de Lilith, quién iba acompañada de varios guardias de cascos plateados y capas blancas.
—¡Que no escape!
El encapuchado se giró para esconderse en una zanja, logrando así evadir a los soldados, pero antes de poder celebrar su huida...
—¡Te tengo! —declaró Lilith, derribándolo por detrás—. Déjame ver tu cara, cobarde —agregó, bajándole la capucha tras voltearlo.
Acto seguido, la bruja jadeó cuando vio que se trataba de un hombre de agrietadas gafas con un punto dorado de cada lado, ojos azules, nariz en forma de pera color rosáceo rojizo, orejas grandes, barbilla con hendidura y ligera sombra de cinco en punto, piel clara, cejas pobladas y cabello color café con toques de gris. Iba vestido con un abrigo color canela, un suéter de cuello alto rojo, un cinturón negro que colgaba sobre su pecho, pantalones negros y grandes botas marrones cubiertas de tierra.
—¿Qué? —se burló el desconocido de ella—. ¿Nunca viste a un humano en tu vida?
—¿Seis dedos?
—Sí. Un trastorno genético.
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—Emperador Belos.
En un gran salón únicamente iluminado por dos antorchas gigantes, debajo de un gigantesco corazón palpitante y rodeado de varios guardias para su protección, el supremo gobernante de las islas hirvientes, quién era un hombre alto y delgado con una máscara dorada cuyos ojos estaban huecos a través de ella (creando la apariencia de tener cuencas vacías), una gran capa blanca y marrón con adornos dorados, estaba sentado en su trono y, cuando vio a cierta bruja teñida de negro, acompañada de cierto humano, le preguntó:
—Oh, Lilith ¿Quién es nuestro invitado de hoy?
La bruja se arrodilló.
—Un humano —respondió, jalando al hombre del atuendo para que hiciese lo mismo que ella—. Lo encontré en el bosque.
—¡Ey, cuidado con la gabardina! —se quejó este.
Belos lo miró fijamente, haciéndolo estremecer.
—Déjeme preguntarle, humano. ¿Quién es usted y como fue que arribó a las islas hirvientes?
—¿Islas hirvientes? Eso explica lo de las tórridas aguas del mar y la lluvia —El hombre se aclaró la garganta, y siguió hablando con firmeza—. Bien, mi nombre es Stanford Pines y, para no aburrirlo, solo le diré que seguí a un par de extrañas, quienes curiosamente se parecían a la señorita... —Miró a la bruja a su lado, quién parecía algo sorprendida por su explicación—. Lilith, ¿verdad?, hacia un callejón, y antes de que me diera cuenta, pues...
—Entiendo, entiendo —lo interrumpió Belos—. Un suceso de naturaleza impredecible lo ha traído hasta aquí, y si no me equivoco, ahora su propósito es volver al reino humano.
—Ya que lo menciona, sí —afirmó Ford con seriedad, para después embozar una pequeña sonrisa—. Pero como encontré este lugar... Interesante. No me vendría mal quedarme por un tiempo, si su majestad me lo permite, claro.
Belos asintió.
—Desde luego. Lo invito a permanecer en mi castillo como invitado por el momento, y la capitana Lilith estará a su disposición por cualquier inconveniente.
Lilith ensanchó los ojos, pasmada.
—¿Qué?
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Al principio, Lilith odió tener que cuidar del humano. Pero eso cambió durante su tiempo con él...
Más tarde, la bruja siguió al humano mientras este exploraba las islas hirvientes.
—Wow, este lugar es más interesante de lo que creía —admitió Ford, tomando nota en lo que parecía ser un cuaderno de tapa dura, color rojo burdeos y dos líneas de encuadernación doradas en el lomo, al igual que las esquinas restantes y la mano de seis dedos con el número uno negro escrito en medio—. Dragones de manos, escuelas de magia, grifos-palomas que vomitan arañas ¿Y quién diría que las jirafas eran demonios?
—Sí, me imagino que no estás acostumbrado a este tipo de cosas en tu mundo —le dijo Lilith—. Escuché que no hay magia en el reino humano.
—En realidad sí hay un poco, aquí y allá —la corrigió Ford, volteando a mirarla con una pequeña sonrisa—. Solo tienes que buscarla en los sitios correctos. De hecho, te sorprenderías de las rarezas que he encontrado.
Lilith ensanchó los ojos, sorprendida.
—¿Dices que los humanos también hacen magia?
Ford rió.
—Según tengo entendido, no realmente —Caminó hacia lo que parecía ser un árbol en forma de garra casi a la orilla de un precipicio—. Aunque tenemos científicos y artistas de espectáculos —Observó fascinado dicha planta—. Vaya, nunca antes había visto un árbol como este, me pregunto...
Pero antes de que pudiera terminar la frase, las ramas lo golpearon y Ford estuvo a punto de caer por el acantilado, de no ser por Lilith, quién lo detuvo a tiempo.
—Cuidado —le dijo, ayudándolo a levantarse.
La bruja y el humano se miraron a los ojos por un rato, lo suficiente como para ruborizarse, para después apartar ligeramente sus miradas.
—Vaya, gracias por salvarme, Lilith —le agradeció Ford.
Lilith le sonrió, tímida.
—S-Sí, no hay problema, Stanford.
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Comenzó con un flechazo, pero la bruja no pudo evitar enamorarse del humano al que habían asignado a vigilar y ayudar...
En la habitación de invitados del palacio, Lilith le había mostrado su experiencia en pociones a Stanford, quién notó su similitud con la química.
—Interesante —dijo Ford, mientras tomaba notas sobre las pociones, sentado al borde de la cama—. La magia aquí es como la ciencia del mundo humano. Ambas son búsquedas interminables para expandir el conocimiento.
Lilith, quién estaba sentada a su derecha, cepillándose el pelo, lo miró de forma soñadora.
—Sí, ambos tienen mucha... Química.
Ford la miró con una ceja levantada, haciéndola sonrojar.
—Yo... quiero decír... Las pociones y los químicos, como los llaman ustedes los humanos.
—Um, cierto —dijo Ford con nerviosismo, bajando un poco la mirada, al tiempo que Lilith hacía lo mismo.
Ambos quedaron en silencio, antes de que Ford lo rompiera.
—¿Sabes? El reino de los demonios me ha enseñado muchas cosas. Principalmente, a ver la belleza en lo macabro.
—Imagino que lo mismo se aplica a tu mundo —le dijo Lilith con torpeza, sonriéndole—. Y hablando de él... ¿Tienes a alguien esperándote allá?
Ford suspiró, mirando hacia otro lado.
—No —admitió—. Estaba casado con mi trabajo, y por eso nunca tuve tiempo de desarrollar sentimientos por nadie. Una vez tuve un amigo, pero se fué. Y no hablaré de mi familia...
Lilith, notando algo de arrepentimiento en el rostro del humano, se inclinó y le dio un beso en la mejilla.
Ford se sorprendió, y cuando tanto él como la bruja se miraron a los ojos, se sonrieron mutuamente.
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Ambos empezaron a salir en secreto. Pasando momentos inolvidables...
En su primera cita, combatieron y al final protegieron al Selkidomus (que era un monstruo marino gigante parecido a una foca) de unos cazadores, mientras navegaban en uno de los barcos del aquelarre del emperador por el mar hirviente.
En su segunda cita, disfrutaron de una romántica cena dentro de una celda del conformatorio, mientras el guardián Wrath hacía guardia.
En su tercera cita, persiguieron a Eda y Val D' Nora, durante un tradicional desfile (aunque Stanford estaba más del lado de las brujas rebeldes que el de Lilith en secreto).
En su cuarta cita, caminaron tomados de la mano por una playa, donde accidentalmente se quemaron los pies con el agua hirviendo.
En su quinta cita, parados en la cima de una colina, Lilith mostró a Stanford sus habilidades mágicas con la ayuda de su taliamigo, creando la imagen de un cuervo que atravesaba un corazón en el cielo.
Y finalmente, en su sexta cita, tras haber estado jugando como niños e intercambiando palabras románticas en Griego (el idioma de los "Ángeles" y del amor, para ellos) en un campo de flores, ambos...
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Pero todo terminó cuando...
—¿Stanford? Cariño, ¿dónde estás? —Lilith buscaba a su amante, tocándose el vientre con la palma diestra—. Hay algo que debes sa...
Al entrar al cuarto de invitados, la bruja se vio interrumpida por dicho humano, quien parecía a punto de salir del castillo por la ventana.
—Ford, ¿qué estás haciendo?
—Lilith, desearía que las cosas no fueran así, pero... —comenzó a decir Stanford con seriedad, mientras sostenía un tubo de ensayo con un extraño líquido rojo burbujeante por dentro en la zurda—. No confío en ese emperador tuyo. Vi como castiga a aquellos que no se someten a su gobierno, y sospecho que tiene un motivo oculto para eso del sistema de aquelarres. Uno nada bueno —Hizo una pausa para suspirar—. Tengo que irme... —Sonriendo, le ofreció su mano libre a la bruja—. Y quiero que vengas conmigo. Podemos ir juntos al reino humano, escapar de Belos y su tiránico reinado.
Lilith bajó la mirada.
—Yo... No puedo... Belos prometió curar a mi hermana de su maldición, y no puedo renunciar a eso. Si lo hago, todo habrá sido en vano.
—No puedes confiar en él —la regañó Stanford—. Lamento lo de Eda, pero no dejes que eso te detenga.
Lilith lo miró con firmeza.
—Lo siento, Stanford. Pero no puedo decepcionar a mi emperador.
Triste y resignado, Stanford respiró hondo y...
—Entonces, ya hiciste tu elección. Adiós, Lilith.
Arrojó él tubo de ensayo a los pies de su ex amante, y salió una extraña niebla que al parecer la debilitó.
—Stanford... —decía Lilith entrecortadamente, cayendo de rodillas y presenciando como el humano saltaba por la ventana—. Por favor... No te vayas... Nosotros... Nosotros... —Se agarró del vientre con ambas manos, al tiempo que unas lágrimas humedecían sus ojos—. Vamos a ser padres.
[Fin de la escena retrospectiva]
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Lilith suspiró, abrió los ojos y vio a Satan creando un tridente de baba de abominable.
—Gracias, maestro Darius.
Ni bien terminó la frase, el joven brujo lo arrojó, clavándolo en el sombrero del bigotudo calvo del aquelarre de panaderos, quién quedó en estado de shock.
—¡NARIBELA ARRASAAAA! —gritó la ex prisionera de las conspiraciones liberando un aura de energía naranja, tras mandar a volar a dicho brujo con un movimiento de judo, mientras la vitoreaba un demonio ave tríclope de piel verde agua.
Regresando a su forma original, Satan volteó hacia Lilith, y le preguntó:
—¿Qué piensas, madre?
Lilith negó con la cabeza.
—Necesita mejorar.
—Ay no —comentó Eda a sabiendas.
—No puedo creer que vamos a ser juguetes de un matón depravado —se desesperó Luz, entre gestos.
Luis le dirigió una mirada reprobatoria.
—Siempre tan optimista, ¿verdad Nutría?
—Escúchame, Luz. No dejaremos que esos snobs nos ganen tan fácilmente. Ni siquiera los dejaremos ganar —le aseguró Eda. Luego, embozó una sonrisa maliciosa y agregó—: Tengo una idea.
Los mellizos contuvieron la risa, cuando la banda elástica se desprendió de la cabeza de la dama búho, debido a su cabello rebelde.
