HOLAAAA, hola.

A que no se esperaban que regresara, pero aquí estoy otra vez, aprovechando que ando robando internet jaja

Han pasado muchas cosas en mi vida, algunas buenas otras no tanto, pero se vive, espero encontrarlos (si es que siguen por aquí) muy bien, con mayor energía de la que yo podría tener.

No nos quedemos tanto en el preámbulo, les subiré el siguiente capítulo en tres días más. Besitos y abrazos.


No quería salir. Vio su reflejo en el espejo por quinta vez en lo que iba de la mañana; algo no la convencía, pero no estaba segura de si era su ropa, el maquillaje o su cara, en cuyo caso no le quedaría más opción que resignarse pues no podía cambiar. Es decir, sus ojeras eran capaces de desaparecer con siestas prolongadas y a tiempo, sin embargo, no le salía bien eso de dormir, los días se pasaban como agua mientras ella intentaba pegar los ojos dando vueltas en la cama sin parar.

Incluso comenzó una rutina: intentaba acostarse y dormir, al no conseguirlo pasaba a girar por el colchón hasta que la estresaba su propia inhabilidad y decidía levantarse para ver la televisión. Acababa de terminar esa misma noche la sexta temporada de una serie empezada por casualidad, ahora sólo esperaba el momento donde los protagonistas pudieras salvar el mundo y, si tenía suerte, su pareja favorita se volvería oficial; eso último era poco probable.

Se pasó la mano por el cabello, se veía menos rebelde de lo usual, las puntas le caían justo bajo los pechos con ondulaciones manejables para variar. Era un progreso, al menos hoy no necesitaría miles de productos para controlar sus rizos o llegar al extremo de sujetar su cabello con una liga con tal de mantenerlo en su sitio.

Pese a la pequeña ventaja, no tenía ganas de enfrentarse al mundo todavía, ni siquiera después de las constantes visitas de Elsa que intentaba convencerla para salir y, casi siempre, conseguía llevarla a algún lado, así fuese al parque o a algún centro comercial, incluso a comprar nimiedades en el supermercado. Todo cuando veía allá parecía ajeno a su mundo, como si lo viera por primera vez, aunque le prestaba una importancia mínima.

Así que se encontraba encerrada en su baño como una niña pequeña, asustada quizá y si alguien preguntara los motivos no podría decir nada porque los desconocía. Si bien la amenaza de que Hans se pasara un día por su casa sin tener quien la defendiera era una de esas razones, no le parecía suficiente para encerrarse de por vida.

Tenía derecho de tomarse su tiempo, se dijo. Hasta ese momento sólo Elsa y Kristoff habían conseguido un espacio en su vida. El chico era tan insistente en cuanto a salir que no le quedó otra opción, y Elsa… era ella misma, se esforzaba en entenderla y jamás la presionaba demasiado, si no quería hablar se quedaba a su lado en silencio, ponía alguna película en la televisión o le contaba anécdotas de su infancia.

No podía evitar preguntarse cuándo se cansaría de su inestabilidad, quizá por eso todavía se negaba a contarle muchas cosas, si Elsa se iba de la nada se quedaría con un fondo negro dentro de su pecho y se llevaría también todas sus palabras o aquello que consintiera contarle. Si aceptaba meterla a su mundo corría riesgo de ser herida otra vez. A nadie le gusta sufrir, ella no era la excepción.

Se lavó las manos, no quería echarse agua en el rostro o podría arruinar su maquillaje y tenía el tiempo contado para irse, a decir verdad, si no salía cuanto antes corría riesgo de llegar tarde, de todos modos, le costó trabajo despegarse del espejo mientras sostenía con fuerza el lavabo. Su doble le devolvía la vista desde la otra cara del espejo, fruncía mucho las cejas y se le formaba una arruga justo en el centro de la frente. Las comillas en sus labios estaban bien, eso podía pasarlo por alto, si no fuera porque no se transformaban en sonrisa, era más una mueca de disgusto muy poco propia de ella.

Cuando salió de su casa el aire le arrancó un quejido. A estas alturas del mes no esperaba sentir tanto frío, pero no quiso regresarse por una chamarra; metió las manos en los bolsillos para calentarlas en el camino, a pesar de que su boca seguía expulsando vaho en cada respiración, ¿por qué Kristoff había elegido ese día en concreto? ¿No podía esperar a que el viento helado dejara de colarse por los resquicios de su ropa? Hasta el silbido que provocaba en las hojas le ponía los vellos de punta.

Intentó alejar el pensamiento de su mente, quería concentrarse en la euforia por ver a su amigo de nuevo pues la última vez las cosas no salieron como esperaba; la huida tan precipitada y el encuentro unos minutos después con su ex novio los sentía todavía frescos en su memoria. Rogó porque su amigo olvidara el tema de voleibol porque no quería sostener la misma conversación de nuevo, ya tenía suficiente con Elsa preguntándole cada día cuándo pensaba reintegrarse al equipo, a pesar de que ni siquiera se planteaba semejante cosa, no después de abandonarlas sin explicación.

Quería volver, claro, eso era innegable, pero era mejor así. No tenía las fuerzas suficientes para lidiar con el enojo de sus compañeras. No podía lidiar con nada últimamente, cualquier cosa la ponía sensible, lloraba casi diario y lo odiaba, odiaba sentirse tan desprotegida como cuando su madre la dejó irse sin pedirle explicaciones, sin despedirse, sin acompañarla en su travesía.

Apretó los labios con fuerza al recordar, no le gustaba ponerse a pensar en eso, menos en la calle donde le era imposible soltarse en llanto para no ser juzgada de rara.

—¡Anna!

Kristoff la esperaba al otro lado de la plaza con la sonrisa pegada al rostro mientras agitaba la mano. Sonrió, era el momento ideal para deshacerse de sus recuerdos y volcarse de lleno en la realidad, esa donde su amigo la saludaba con cariño no aquella donde extrañaba la compañía de su ex novio, aunque podía con eso si el resultado era tener a su hermana menor en su casa todos los días.

Tener a Elsa en su vida se sentía como un premio por un boleto que no es tuyo, cuando de la nada te topas con una lotería premiada en el suelo. La misma magia, el mismo efecto, y todo lo que hacía era darle su presencia un rato.

—Hola, Kristoffono.

—Ja, Ja, que graciosa, Anna. Veo que estás de mejor humor si ya hasta haces chistes.

El chico llevaba su cabello rubio oculto bajo un gorro gris, apenas alcanzaba a ver unos mechos sobre su frente, casi al borde de sus ojos.

—Siempre es un buen momento para molestarte —argumentó.

—Me parece bien si eso significa que te encuentras mejor. —La repasó con la mirada—. Supongo que así es, te ves mejor que la última vez que te vi.

—¿Me veía tan mal la última vez? —cuestionó con una ceja alzada.

—No es lo que trataba de decir —se defendió.

Anna lo sabía, pero eso no iba a impedir que quisiera molestarlo un poco. Eran el tipo de conversaciones que podían otorgar una pizca de claridad a sus días, incluso con Elsa utilizaba esos juegos, aunque la chica siempre tuviera una respuesta ingeniosa con la cual dejar su intento de broma a la mitad.

—Es justo lo que dijiste, me veía fatal y hoy es un milagro mi apariencia decente.

—Anna, no, no pongas palabras en mi boca.

Le gustó burlarse de él, pese al sentimiento de tristeza que todavía se negaba a permanecer lejos de su pecho (podía sentirlo rondar por su cuerpo sin su consentimiento), el miedo de no poder soportar ese dolor o la idea de que estaría a su lado una eternidad, aunque no fuese su intención mantenerlo ahí.

Se quedó en silencio un rato con la sonrisa forzada, eran temas de los cuales no podía hablar de lo contrario se arriesgaba a conseguir más lastima y con la que tenía de Elsa y su mejor amigo ya le parecía suficiente.

—Te estoy tomando el pelo, Kristoff, agradezco tu cumplido.

Kristoff la llevó casi de la mano mientras caminaban, incluso en su forma de hablar parecía querer cuidarla, con la voz lenta y las palabras caídas poco a poco en el aire. Ni siquiera debería molestarse porque su amiga no estaba escuchando, pero eso no lo sabía él, continuó con el monólogo mientras el paseo se alargaba.

Estaba preocupado, claro, la conocía mejor que nadie y en estos momentos no podía encontrar a su mejor amiga entre los despojos de esa muchacha triste. Quizá no lo dijo con esas letras, pero así lo entendió Anna por lo que no pudo evitar sentirse más culpable porque era verdad; sus días buenos se quedaron muy lejos de su alcance y le entristecía tanto por él como por Elsa, quien no llegó a conocer su mejor versión, pero estaba empecinada en lidiar con la que no valía la pena.

Merecía más y ella no sería capaz de dárselo.

A pesar de todo, su amigo consiguió sacarle un montón de sonrisas porque así era él, sabía a dónde dirigir una conversación con tal de encontrar algo divertido por decir, por eso cuando mencionó a Hans no fue tan pesado como de costumbre lidiar con ello, incluso se atrevió a mencionar su ruptura definitiva y, pese a la sorpresa, Kristoff no indagó demasiado lo cual le agradeció en silencio pues solía hacer preguntas con frecuencia.

Pensar en él todavía la desconcertaba. Hans decía no querer terminar, pero no estaba haciendo el intento de arreglar nada, al contrario, la dejaba sola a la más mínima oportunidad como si su supuesto amor sólo valiera por momentos. No debería importarle porque ella lo dejó, lo quería fuera de su vida, solo que verlo irse de forma tan fácil le hacía creer que estar a su lado no valía el esfuerzo.

Quizá por eso no entendía a Elsa, ni sus ganas de seguir junto a una persona tan negativa que parecía aferrada a la visión enfermiza del mundo. Las luces ahora eran sólo un juego de sombras en su vida por eso no le gustaría meter a esa chica a fondo en sus problemas personales; con Kristoff, sin embargo, era diferente porque era su amigo, conocía sus facetas, incluso ésta pues era parecida a la que tuvo que pasar cuando dejó su hogar para llegar hasta ahí.

Metió la mano en el bolsillo del pantalón cuando sus manos comenzaron a helarse demasiado. Notó un objeto pequeño y redondeado de algunas partes el cual reconoció enseguida sin necesidad de verlo, ese diminuto pedazo de plástico se convirtió en su amuleto de la suerte, no salía a ningún lado sin él.

Le recordaba el día más feliz de su vida, a pesar de traer a su memoria también la experiencia que lo cambió todo con su ex novio. Esa parte prefería ignorarla porque cuando pensaba en las señales que Hans le dio en ese momento para salir de la relación se daba cuenta de que las conocía de sobra; llegaron con antelación y no fue capaz de notarlas hasta ese momento, eso la convertía en una tonta, ciega, enamoradiza, capaz de quedarse con la primera persona que le prestara un poco de atención.

Mordió su labio inferior para reprimir el llanto. ¿Por qué debía pensar en eso constantemente? Conocía las consecuencias de su inocencia, no se engañaba, el chico nunca la quiso, a pesar de aparentar lo contrario. Si tuviera un mínimo de aprecio por ella no hubiera tenido que someterse tantas veces con tal de no enojarlo, no agacharía la cabeza por miedo a su reacción ni se obstinaría con tener su cuerpo cuando Anna no quería estar con él.

Pero lo hizo, le recordó una vocecita molesta, y tú lo dejaste.

—Anna…

El chico se había detenido en mitad de una vereda con el ceño descompuesto, al parecer por fin notó la falta de atención de la muchacha porque se veía entre preocupado y molesto.

—¿Qué pasa?

Intentó aparentar inocencia con una mirada desinteresada.

—Te has perdido, ni siquiera escuchabas lo que te decía —explicó.

—Eso no es verdad —se defendió.

Su amigo se veía molesto, levantó las manos frente a su rostro e intentó soplar aire caliente a sus manos heladas. Continuó con el camino sin decirle una palabra más, eso la hizo sentir peor porque ahí estaba él esforzándose por poder sacarla de casa y los colores de su mirada se desvanecían por su culpa. No quería seguir así de rota, no quería lastimarlo.

Se sorprendió cuando lo escuchó hablar otra vez, más avergonzado que molesto.

—Sé que te estoy forzando a todo esto, ni siquiera debería enfadarme contigo, no es tu culpa, pero me duele verte así. Si yo pudiera entraría en tu corazón para sacar todo el dolor y como no puedo, solo me queda acompañarte.

—Kristoff…

Anna sentía que podía ponerse a llorar en cualquier momento.

—No, déjame terminar: suelo arruinarlo bastante, por eso te pido que me digas si necesitas el silencio, te prometo que te lo concederé y me quedaré sentado a tu lado con la boca cerrada hasta que quieras hablar o hacer algo, cualquier cosa está bien.

Lo abrazó colgando su cuerpo de los hombros del chico.

—No arruinas nada, Kristoff, te agradezco que intentes distraerme y me saques de mi casa —dijo contra su gorrito.

Quería decirle que no debía preocuparse por eso, no se perdía en sus pensamientos porque no quisiera escucharlo sino por el ruido tan alto que llevaba dentro, a veces se volvía tan fuerte como para prestar atención a las conversaciones del exterior. Pese a todo, le gustaba hablar con él, sentirse parte de una charla incluso cuando participaba poco o nada.

Solo podía tener esos pequeños momentos con su amigo y con Elsa, le gustaría incluir a Bella en la lista, pero todavía se sentía avergonzada con cualquier persona del equipo.

Kristoff la abrazó más fuerte mientras le acariciaba el cabello. Daba la impresión de que no se soltarían nunca, pero debían hacerlo, la chica fue la primera en dar un paso atrás, feliz porque al menos había evitado ponerse a llorar.

—¿Quieres ir por un helado? —ofreció él.

—Vamos.

El camino fue más ameno, Anna hizo lo posible por prestar toda su atención a su amigo y no volver a perderse sus palabras porque no quería incomodarlo otra vez. Si ya había hecho el intento de salir al menos podía pasarla bien e ignorar cualquier tipo de pensamiento ofensivo que intentara colarse en su cabeza y eso fue lo que hizo.

Caminaron largo rato con los helados en la mano, aunque ahora pensara en la pésima idea de comprar algo frío con un clima como el de ese día, con el viento que ya dejaba sonrosadas sus mejillas y apretaba su garganta, pero eso no le impidió seguir comiendo.

Se felicitó en silencio cuando al final del día se dio cuenta de que pudo evitar sentirse miserable al menos por un par de horas, dejar de compadecerse a sí misma y disfrutar de la compañía de otra persona. Últimamente Elsa era la única en su agenda porque se negaba a dejarla sola, cosa que ella agradecía, aunque la hiciera sentir un poco culpable por quitarle tanto tiempo de su día, tal vez por eso tomó el pretexto de salir con su amigo; no tenía ganas de pasear, sin embargo, era la excusa perfecta para darle un minuto libre a la chica.

Le gustaba ver a Kristoff y fue divertido rondar por las calles con él, ese no era el problema sino sus nulas ganas de salir que parecían querer mantenerla prisionera en casa. Debía admitir, cada día esa sensación comenzaba a ser un poco más llevadera, al menos ya no lloraba todas las noches y disfrutaba sinceramente cada programa en la televisión.

—Gracias por la distracción.

—Deberías aceptar salir más seguido —dijo él.

Estaban detenidos en el frente de su casa a unos pasos de la puerta. Lo invitaría a entrar, pero le pareció demasiada interacción social por un día, por eso quería despedirlo con amabilidad sólo que no parecía muy dispuesto a irse.

—Prometo intentarlo.

—Bien, supongo que no me queda de otra que conformarme con eso.

—Es más de lo que tienen otros, te lo aseguro. Tienes una ventaja por ser mi mejor amigo.

—Es bueno saber que el puesto venía con esa clase de beneficios —se burló.

Anna no pudo evitar acompañarlo en la sonrisa.

Cuando él se alejó por la acera todavía se despidió una vez más con la mano en alto. Le agradecía la salida, a pesar de encontrarse cansada con ganas de llegar a tirarse en la cama y no despertar quizás hasta el día siguiente, es decir, eran las seis de la tarde, pero quién iba a impedirle llevar a cabo sus planes si estaba sola. Quería dormir, sólo eso.

Aventó las llaves en la mesa de la cocina con un resoplido.

—Hey.

Una silueta le salió al paso y retrocedió tan rápido que chocó con una silla, a punto estuvo de tirarla o caer sobre ella cuando detuvo su intento de huida. Reconoció la voz, luego la luz dejó a la vista el rostro de su ex novio, aunque no por ser él sintió menos miedo de encontrarlo dentro de su casa y entonces recordó que jamás le regresó la llave de repuesto.

En su momento se la dio porque le tenía confianza. Al inicio de su relación ni siquiera soñaría con tener la situación tan fuera de control, con un corazón roto y el miedo a ese chico quien un día la convenció de quererlo.

—No pensé que quisieras cambiarme tan rápido, Anna.

No pudo contestar, sentía la garganta cerrada. La puerta se encontraba más lejos de lo que quisiera.

—Él siempre ha querido alejarte de mí, por eso no me caía bien. Veo que al final lo consiguió.

—Kristoff no tiene nada que ver, Hans, si me alejé de ti fue por tu propia culpa.

Se acercó hasta dejarla contra la mesa, la cual golpeó con fuerza provocándole un breve salto de sorpresa. Bajó la mirada sólo para subirla de nuevo unos segundos después, ya no estaba dispuesta a dejarse intimidar con tanta facilidad, ni siquiera por tratarse de él o en especial no por tratarse de él.

—¿Por qué sería mi culpa? He sido un gran novio. No, tu jamás te irías de mi lado por voluntad propia, tuvo que ser alguien más.

—¿Por qué no te vas, Hans? Podemos hablar otro día, pero no aquí.

—Las mejores reconciliaciones las hemos tenido aquí, no puede ser que lo hayas olvidado tan pronto.

Anna no tenía idea cómo zafarse de la situación si él no se alejaba ni un centímetro de su cuerpo, al contrario, con cada palabra parecía estar más cerca.

—No se me olvida, pero ya no existe una reconciliación posible… déjame en paz, por favor.

Él no dio muestras de escucharla, aunque al menos le dio un respiro al alejarse y comenzar a caminar por el borde del sofá, sus dedos rozaban el respaldo con un sonido suave mientras sus nervios continuaban en la cuerda floja.

—Te puedo pedir matrimonio, si quieres, así te convencerías de que mi amor por ti no es un juego.

—Yo no…

—Nos iríamos a vivir juntos y tendríamos una bonita familia —dijo cuando al fin la miró de nuevo—. Justo como siempre quisiste.

Ella no tenía idea de cuándo había pedido algo como eso, incluso en sus años de relación, pero no lo contradijo porque se dio cuenta de que ni siquiera estaba escuchando, parecía hablar más para sí mismo.

—Intenté darte un tiempo para pensar bien las cosas porque soy comprensivo, entiendo que tengas dudas después de tanto tiempo. En lugar de alejarme creo que me quedaré para convencerte, eso suena como una mejor idea ¿no?

Esperaba una respuesta, pero estaba muy asustada para llevarle la contraria en estos momentos.

—Bien —sonrió—. Estaba comenzando a sentirme un poco harto de ti y toda esta absurda situación. Nadie te soportaría tus tonterías, pero yo lo hago con gusto porque te quiero.

Se acercó a besar su frente con las manos sosteniendo sus mejillas. Quería dejarlo hacer y así poder despedirlo rápido de su casa, pero no podía sólo ignorar que ya no soportaba tenerlo cerca; se movió unos pasos atrás para ver cómo él se quedaba sólo con la intención de acercarse. Se quedó unos minutos sin decir nada, luego tomó el borde de la silla más cercana y se dejó caer ahí con los ojos aguados.

La sorprendió porque una sola vez lo vio llorando: cuando le pidió ser su novia. Ahora, estaba ahí, con las lágrimas en los ojos mientras la observaba desde abajo como si quisiera pedirle con la mirada lo que no estaba diciendo. Pese a todo, su llanto no le provocó otra cosa que unos segundos de lastima.

—Sé que estas últimas semanas no he sido el mejor novio del mundo, pero no puedes dejarme solo, dijiste que no lo harías. Yo cuento contigo, al menos deja que me quede aquí un rato, después de todo esto, no me siento bien.

—Hans…

—Por favor, no haré nada, sólo quiero estar aquí contigo. Necesito otra oportunidad para demostrarte que puedo ser otra vez la persona de la que te enamoraste, déjame hacerlo.

—Yo ya no te quiero, Hans.

—Pero puedo enamorarte de nuevo, si lo hice una vez puedo hacerlo dos veces.

Tiró de su mano lo suficiente para acercarla y hundió su rostro en el abdomen de la chica, abrazando con fuerza su cintura, aunque Anna no correspondió el gesto, él no la soltó, se aferraba a su cuerpo como si con ello pudiera traerla de vuelta a la vida que habían compartido hasta un par de días antes, pero ya era imposible, al menos para ella quien ya no lo quería de la misma forma.

De todos modos, intentó consolarlo. El miedo se fue disipando poco a poco mientras le acariciaba el cabello de forma superficial, sus dedos apenas rozaban los cabellos más alejados de su cráneo casi sin tocarlo, pero fue suficiente para que él sonriera contra su cuerpo.

Casi había olvidado que Hans podía tener ataques de ira un día sí y otro no, podía actuar como ese chico frágil con el cual estaba abrazada ahora o podía convertirse en un imbécil capaz de hacer pedazos su mejor momento. Por hoy, se dijo, podía estar tranquila con respecto a su reacción, al menos era capaz de lidiar con este chico mucho mejor que con el agresivo.

Todo terminaría cuando decidiera irse y dejarla sola, entonces podría cambiar la chapa o irse a dormir en otra parte al menos el tiempo necesario para que se olvidara de ella. Porque claro que la olvidaría, tarde o temprano terminaría aburrido, él no sabía quedarse, aunque quisiera, por eso sus idas y venidas.

Al final los dos tenían el mismo problema, les era difícil soltar. Se soltó con cuidado de su agarre para verlo a la cara, todavía llevaba las mejillas manchadas por el llanto, pero había dejado de lado su escena y sonreía mientras le limpiaba el rostro con las manos. Viéndolo así, casi sintió ganas de quedarse con él y olvidar todo lo demás, pero sabía que ya no era capaz de verlo con amor, ni siquiera con esa expresión de por medio.

—Puedes quedarte hoy, pero será en la habitación de invitados y mañana saldrás de aquí temprano, ¿de acuerdo?

—Sí, será como tú digas si con eso me perdonas.

No quiso arruinar su buen comportamiento diciéndole que en realidad no iba a perdonarlo, no lo suficiente para volver a ser pareja, aunque quizá pudieran hacer las paces de una vez y continuar con sus respectivas vidas sin tener problemas con el otro. Parecía imposible, pero podía mantener las esperanzas un poco más mientras su actitud actual durara así.

—Tampoco quiero que hagas nada contra Krisotff, él sólo es mi amigo —decidió tentar a la suerte con una condición más.

Hans desvió la mirada un segundo y asintió con poca convicción.

Cuando se encerró en su habitación se aseguró de poner el seguro no muy convencida de que eso pudiera detenerlo si de pronto decidía entrar. Le costó dormir, no podía dejar de pensar que en cualquier momento se arrepentiría de aceptar sus condiciones o no le importaría transgredirlas con la idea en la cabeza de que ella le perdonaría cualquier cosa.

Para su sorpresa, nada sucedió. La puerta permaneció cerrada y el picaporte no se movió un centímetro en lo que duró la noche, aun así, no pudo evitar el insomnio, se sentía intranquila con él ahí, incluso creyó escuchar ruido en la cocina durante la madrugada sin llegar a descubrir si era verdad porque no se atrevió a salir.

¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué lo dejó quedarse? Era una mala idea, la peor de sus ideas, se dejó convencer por su cariño hacia él cuando debió echarlo de su casa en el preciso momento en que apareció en su sala.

Se convenció de que no tenía nada por lo cual preocuparse, Hans se iría en la mañana, bastaba con esperar la salida del alba para acabar con esto. Unas horas, sólo eso.


Respuestas a los reviews.

Judini bananini: Jaja yo también creo que es adorable Elsa, la verdad, a pesar de la narración del capítulo anterior donde por fin se dejan ver los sentimientos de Elsa, creo que todavía no han visto nada, la quiere más de lo que ella misma piensa, pero eso tendrá que descubrirlo después.

Gracias por tus agradecimientos jaja extraño ese tipo de comentarios cuando tardo tanto en actualizar, la verdad. Creo que podemos olvidarnos del record porque es obvio que no sirvo para romperlos, pero SIEMPRE voy a terminar mis historias, de eso no hay duda (a menos de que muera o algo así). Cuídate mucho, espero leerte de nuevo.

Chat'de'Lune: Tienes razón en que Hans ni come ni deja comer. No creo que quiera dejar ir a Anna tan fácil porque, como la misma Anna lo dijo, le es difícil soltar. Pero bueno, te aseguro que se vienen muchas cosas bonitas entre las dos chicas, a pesar de todo y eso ya es ganancia.

Gracias por tus comentarios, lo aprecio de verdad.

zetazeta: GRACIAAAS.

Kuro: Gracias por tomarte el tiempo de comentar.

Setsuna M: ¿Verdad? Quizá Anna ya sabe que su felicidad está ahí, a la vuelta de la esquina, pero no quiero dar spoilers, entonces, me limitaré a especular nada más. Gracias por tu abrazo y por siempre comentar, es un muy lindo gesto, lo aprecio.

KariChloe: En efecto, Anna tiene una dependencia muy grande con Hans, pero al menos ya puede verlo y quiere superarlo, al contrario de su ex novio que ni siquiera lo sabe. No será un "amor como formula mágica para estar bien", pero sí, Elsa ayudará mucho a que recupere su estabilidad emocional.

Gracias por comentar, nos estamos leyendo y disculpa la demora en la actualización.