Red Velvet

Capítulo 66: Escena

De todas las cosas que creyó falsas, esta no era una de ellas.

Él no era falso.

Se vio temblando.

Nunca tuvo miedo de él, de hecho, hasta sentía lastima. Siempre lloriqueaba, y se lucía en frente a las otras personas, intentando parecer capaz de todo, masculino, decente, inteligente, pero no era así.

Y ahora, veía algo en él que le aterraba.

Lo vio desesperado antes, diciendo estupideces para generar pena, para lograr salvarse el pellejo, pero jamás había visto ira en sus ojos, jamás. Se notaba que había perdido la razón.

"¡Me arruinaste por completo! Si no me hubieses dejado, mi familia no me habría abandonado, no habría quedado botado en la mierda."

Su voz resonaba con fuerza, diferente a antes. Fuerte, con ímpetu.

Se sentía aliviada, en general, de que las cosas no hubiesen sido tan feas como su mente la hacía ver, pero ahora, tenía miedo de que la gente pudiese cambiar así de rápido. Todo en su mente había logrado hacerla dudar de sus recuerdos, de su vida, su padre siendo un vil villano en su cabeza para no ser nada más que un padre lleno de falencias, pero tal vez su ex prometido era en realidad el verdadero villano y no lo vio nada más que como a un perdedor.

¿Podía ser así de despiadada su cabeza?

No, probablemente al menor signo de violencia se habría apartado, no podría soportar eso, y nunca notó algo semejante en él, de hecho, siempre se vio capaz de ponerlo en su lugar. Entonces, ¿Tanto cambió? ¿Tanto lo destruyó al romper su compromiso?

Nunca amó a ese hombre, sin embargo, compartió años de su vida con él, y que este la mirase con tanto rencor la hacía sentir dolor. No quería ser el objeto de odio de nadie, aunque tenía claro que nunca había sido considerada la persona más agradable del mundo, sin embargo, no había hecho nada malo, al menos no en este caso. Se mantuvo fiel a él, estuvieron juntos, acompañándose, le dio en el gusto más seguido de lo que debía. Incluso estuvo dispuesta a aceptar hijos de él, ya que este quería tenerlos, y con la familia que tuvo, sabía que tener hijos era una pésima decisión.

No quería convertirse ni en su madre, ni en su padre, y ahora sabiendo la historia de su padre, de su abuelo paterno, era evidente que el ciclo de dolor se iba a repetir, de una u otra forma.

Realmente estuvo dispuesta a dejar tantas cosas por esa relación, esa relación que se convenció que era la única para ella, la definitiva.

Estaba dispuesta a dejar su libertad, ¿Y así le pagaba? ¿Gritandole ahí, rodeados de gente?

Era inaceptable.

Sin embargo, no hallaba su propia voz.

Se sentía tan en calma hace solo unos momentos, tan feliz, y ahora no podía asimilar que todo se tornaba de esa forma. Le costaba aceptar cambios tan abruptos, pero esto era prácticamente una pesadilla de la que quería despertar.

No quería revivir más traumas, no ahora que se sentía sana luego de años viviendo bajo una enfermedad que la consumía por dentro, que le comía la cabeza día y noche. No quería más de eso, no quería tener que recordar nada de aquellos momentos dolorosos y falsos en los que se vio atrapada.

Soltó un suspiro, que salió más tembloroso de lo que esperaba.

No quería dirigirle palabra, no quería avivar más la rabia del hombre, no quería tener otra cicatriz más. Otra marca que la perseguiría por los años siguientes. No podría soportar algo así, no podría sobrellevarlo.

Tenía que manejar la situación, tenía que decir algo.

"¿Qué quieres que haga entonces? ¿Quieres que volvamos a estar juntos? ¿Crees que eso arreglará las cosas?"

Le dijo, su voz sonando más dura de lo que creyó que saldría ante los nervios que la arrasaban.

El miedo.

Él la miró, sus ojos duros, ardiendo, enojados, rabiosos, y lo vio acercarse, su cuerpo temblando de manera inmediata por inercia, por instinto. No confiaba en él, y nunca volvería a confiar en un sujeto así, así que podía esperar lo peor.

Podía ver en él, lo peor.

Lo vio a él, a su padre.

Todo el lugar cambió, todo se tornó oscuro, su mente revolviéndola al pasado.

Se vio inerte, en pánico, viendo a su padre acercarse, o a la imagen de este, años atrás. Se vio paralizada, temblando, sus dedos congelándose, su rostro palideciendo. El recuerdo tormentoso apareciendo abruptamente en su cabeza, haciéndola desaparecer de ese momento, de ese lugar, haciéndola volver en el tiempo.

Entonces, vio la escena que había olvidado, que su cabeza había eliminado de su memoria con la intención de alivianar su carga, lo cual solo ocasionó más problemas.

Lo cual solo la llenó de dudas, de mentiras.

Oh no.

No estaba preparada para recuperar aquella memoria.

Estaban discutiendo, los ánimos se calentaban, y ella misma presionaba más y más, exigiendo libertad, exigiendo cosas que su padre no estaba dispuesto a ceder. Estaba demandando una vida que no se merecía al haber estado, los últimos años, siendo una carga para su padre, haciéndolo quedar en ridículo, manchando su apellido con sus actos estúpidos, todo para enfurecerlo, todo para sacarlo de sus casillas.

¿Cómo se iba a merecer su generosidad luego de no ser nada más que una niña mimada y egoísta?

Fue la rabia del momento, lo sabía, era evidente. Siempre lo supo.

Él no tenía la paciencia para lidiar con ella, así como no la tuvo para lidiar con su hermana mayor, con su mujer incluso. Era demasiado para él. La vida que tenía que cargar sobre sus hombros, era demasiado peso, y no podía soportarlo.

Su padre había perdido los estribos, estaba iracundo.

Ahora entendía, ahora sabía la otra parte.

Su padre ni siquiera quería tener hijos, para él, tener que lidiar con eso, era otro problema que pudo haberse ahorrado de no haber sido obligado por su propio padre. Jacques debía de tener implantado en su cabeza, desde que era un niño, cuales debían ser sus deberes como padre, como cabeza de una familia que debía llegar a lo más alto, y ahora se le escapaba de las manos, ahora perdía el control.

Ese día, su padre debió recordar la voz de su progenitor, así como ella escuchaba la voz del suyo. Ambos siendo atacados, día y noche, por las ordenes, por las manipulaciones de sus propios padres.

Había perdonado a su padre, y ahora, que la escena al fin aparecía en su cabeza, lo perdonaba aún más.

Este se había enojado tanto, estaba frustrado, estaba en pánico, y usó su bastón para golpear el mueble que sostenía sus libros, hacer cualquier cosa para callarla a ella, para no perder el control de la situación, para seguir siendo el jefe que debió ser obligado a ser, y ella no se callaba, ella seguía peleando, una y otra vez, rebelándose. Como cada día.

Ambos eran otras personas en ese momento, llevadas por la ira, por la frustración.

El bastón no golpeó la madera, si no que golpeó unos jarrones, todo por un mal movimiento.

Todo pasó muy rápido.

Cuando se dio cuenta, estaba sangrando, mirando la alfombra, notando las gotas caer de su ojo izquierdo, justo donde una de las esquirlas de cristal había impactado, raspando su ojo, su rostro, dejándola sin visión.

Fue un accidente.

Solo un accidente.

No podía ser…

Escuchaba la voz de su padre, genuinamente alterada, pero no en rabia, como la tenía marcada en su cabeza por el miedo, por los recuerdos difusos, no, este parecía preocupado, consternado, en pánico.

No fue su intención lastimarla, no lo hizo de adrede.

Y con esa imagen, con esos sonidos, con el recuerdo ahora vivido en su cabeza, las lágrimas comenzaron a caer por su rostro.

Su padre era un mal padre, al igual como fue el padre de este, pero no era un monstruo, no la iba a atacar para hacerle daño, no iba hacer algo semejante y luego regodearse de eso, como había creído. No la había sujetado de la forma que creyó, o la hirió de la forma que creyó. Este no se le arrojó encima, con la intención de herirla, matarla.

No.

Este estaba genuinamente preocupado por el estado en el que se encontraba, pidiendo ayuda, pidiendo auxilio.

Ya ni siquiera estaba mirando a su ex prometido, su mente vagando en los recuerdos desbloqueados, pero volvió a la realidad cuando lo escuchó gritar, volviendo a donde estaba hace solo unos momentos, y se sentía mareada, nauseabunda. Prefería quedarse en sus recuerdos, en lo que pasó aquel día, sentir los brazos de su padre sujetándola, abrazándola, temiendo perderla.

Era primera vez que se sentía más a salvo con su padre que con otra persona, porque en ese instante, su ex podría ser incluso peor, y eso le aterraba.

Aun no sabía qué clase de monstruo era.

"¿Casarme contigo? Por favor, fue un martirio estar contigo. ¡Eres insoportable! Siempre andabas amargada, nunca sonreías, ni siquiera podías satisfacerme como una esposa debería de satisfacer a su marido, e incluso peor que tu carácter de mierda, era tener que lidiar con los problemas que tenías con tu ojo, que no veías, que te dolía, haciendo todo un drama, ¡Me desagradaba tu estúpido victimismo!"

Eso era verdad.

Su mente vagó, por una fracción de segundo, dándole la razón a las palabras del hombre.

Era un pésimo partido, lo sabía. Con su familia, con sus problemas, con su actitud, ¿Qué clase de persona aceptaría estar con alguien como ella? Era eso, insoportable.

Siempre lo había sido.

Había gente en el lugar, y no tenía duda que su discusión había traído a más personas a su alrededor, atraídos por los gritos, por el bullicio, pero fue capaz de salir de su cabeza cuando escuchó a mucha de esa audiencia gritar, o más bien, parecer sorprendidos.

Ahí se dio cuenta de lo que había ocurrido.

Había olvidado, durante esos momentos, que no estaba sola, que Ruby estaba a su lado, los recuerdos y las emociones reprimidas desligándola del mundo real. Y ahora, sobre todo, lograba entender que la mujer, su acompañante, su amiga, su socia, su novia, no se iba a quedar ahí, inerte, en silencio, mientras su ex la atacaba de esa forma. Y así había sido.

Ruby se había acercado y lo había empujado, alejándolo de ella.

Ruby se lanzó a él apenas terminó de gritarle, cuando se acercó peligrosamente, su cuerpo moviéndose por si solo con la intención de defenderla. Por su parte, se quedó inmóvil, sin poder detenerla, de todas formas, hacer eso no era lo correcto, pero no podía estar más tranquila de que aquel fuese el desenlace.

Obviamente Ruby la iba a proteger, su Ruby era real.

Ruby la quería a pesar de ser quien era, a pesar de ser como era. La quería a pesar de todos sus rasgos insufribles.

Su ex había caído al suelo por la fuerza del empujón, su rostro contorsionándose en dolor y en indignación al ser agredido, de inmediato se levantó para mantener su dignidad a flote.

"No se te ocurra acercarte más a Weiss."

La voz de Ruby sonó como un gruñido, y estaba segura que todos podían escucharla, sin embargo, a pesar de llamar la atención de esa forma, los plateados estaban pegados a los de su ex, como un depredador observando a su presa. Era diferente a las miradas que le daba a ella, podía notar real ira en su rostro, no aquella ira falsa, o esa frustración que solía ver en ella.

Jamás había visto a Ruby así de enojada. Realmente enojada.

"¿Y tu quien te crees que eres? ¡Acabas de agredirme!"

Era claro como él intentaba lucir decente frente a todos, digno, pero más de alguien debió escuchar lo que este le dijo, como este se le acercó, violento, y realmente le avergonzaba aquello, que le dijese esas cosas en público, obviamente la dejaba mal.

Sobre todo, lo de su ojo.

Nadie sabía sobre eso, su padre se había encargado de ocultarlo, solo era una cicatriz para todos, no una ceguera que logró arreglar con cirugías. A veces salían rumores al respecto, pero no llegaban a más. Pero nunca fue confirmado, y ahora más de alguien debía darlo por hecho.

Weiss Schnee tenía ceguera.

Ahora entendía que la razón de que Ruby se metiese en la escena.

Ruby sabía cuanto le afectaba lo de su ojo, ella misma tuvo que ayudarla cuando el dolor la atacaba, y no podía sentirse mejor respecto a eso. Era una debilidad, pero Ruby no lo hizo sentir como una carga, como él lo hacía cada vez que tenía un episodio. Recordaba como este salía de la habitación, gritando, enojado, como si los problemas que tenía los invocase ella misma, forzara su ceguera de adrede. Y era obvio que no era así, pero para él, sí.

"Quien soy no es importante, lo que sí es importante es hacer algo al respecto cuando estás atacando a una mujer vulnerable, y no me voy a quedar de brazos cruzados mientras la lastimas de esta forma."

Ruby se veía enorme al lado de su ex, aunque este fuese mucho más alto que ella. Se veía fuerte, se veía capaz, o tal vez era solo ella quien la veía así, como su fuerte heroína, como su salvadora.

"¡Me agrediste, no hay excusa! ¡Te voy a denunciar por esto!"

Este le gritó, y notó más tonos de sorpresa viniendo del público. Miró alrededor, sintiendo sus ojos ya secos de lágrimas ante la sorpresa de la situación. Debía de parecer una pobre mujer ahí, con las mejillas bañadas en lágrimas, pequeña, débil, mientras su amiga la protegía de un hombre enloquecido.

No le gustaba parecer débil, pero ahora que tanta gente las había visto, quizás debía seguir con el papel. No podía dejar a su ex como la víctima, era un experto en ganarse ese puesto.

"Ruby."

Dijo el nombre de la mujer, y esta de inmediato se giró, mirándola, tornando toda su atención hacía ella. Se veía exaltada, pero sus ojos ya lucían menos frenéticos a penas se alinearon con los suyos.

"¡Te estoy hablando, maldita sea!"

Su ex tomó a Ruby del brazo, y esta de inmediato se soltó con un movimiento brusco, sin siquiera tomarse un segundo para mirarlo. La cosa se iba a poner fea. Temía que Ruby lo golpease, porque era más que capaz de hacerlo, y temía aun más que ella misma atacase a su ex por ponerle una mano encima a Ruby.

Se sentiría arder de ira si no se sintiese tan devastada.

"¿Estás bien?"

Dejó caer un par de lagrimas que sus ojos estaban reteniendo, mientras Ruby se acercaba, y ni siquiera estaban tan lejos la una de la otra. Esta la intentó apaciguar, olvidándose de la existencia del sujeto tras ella que seguía intentando mantener su posición dominante.

Tenía una debilidad por Ruby, así como Ruby tenía debilidad por ella, y ahora se notaba.

"No debes permitir que se victimice."

Le dijo a Ruby en un susurro, asegurándose que solo esta la escuchase, y consiguió que se tensara. Notó como esta le pasaba uno de los pañuelos desechable que tenía en su bolsillo. Y era gracioso, porque ese paquete se lo había dado ella misma a la mujer, cuando estaban almorzando y creyó que esta debía de tenerlos por si acaso, siempre en caso de emergencia, y en ese caso, se lo dijo porque Ruby era extremadamente buena para mancharse.

Se alegraba que fuesen de utilidad.

Ruby dejó de mirarla, solo para mirar a su ex, el cual parecía absorto, quedando olvidado en la escena que él mismo había creado.

"¿En serio eras su prometido? Si la tratas así ahora, ni siquiera imagino como la hubieses tratado de haberte casado con ella. Tienes toda la pinta de ser un maltratador de mujeres."

Se sujetó a la ropa de Ruby, anclándose a ella, y no era un acto, porque realmente no se sentía bien, y la cercanía con la mujer siempre la hacía sentir aliviada, tranquila, libre. Respirar su aroma a rosas era suficiente para calmar su llanto, sus temblores, y no se había dado cuenta, pero sus manos seguían temblando, sin parar.

"Por favor, ¡Se lo habría merecido por ser un fracaso como esposa!"

Ruby la sujetó en sus brazos, protectoramente, sus plateados no dejaban de mirar a su ex. Ahí, oculta en su pecho pudo calmarse, pudo ordenar sus pensamientos, y no le gustaba dejarle la tarea a Ruby de lidiar con el hombre, pero luego la iba a recompensar por hacerlo.

Simplemente no podía decir nada, porque una parte de sí misma seguía pensando que este tenía razón.

Que merecía ser atacada, que merecía ser golpeada, que merecía ser agredida.

"¿Y acaso tu serías un buen marido? ¿No fuiste tú quien le fue infiel antes de poder decir los votos? Vaya hipocresía la que tienes encima."

Sintió que él se acercó un poco más, pero no miró, no quería, ya se sentía suficientemente afectada, sobre todo sabiendo la escena que se había formado, como la gente los rodeaba, como se había vuelto un espectáculo a su costa.

Como todos ahí sabían su secreto, el que guardó con tanto esmero, el que su familia ocultó con tanto esmero.

"¡Ella era un asco como mujer! ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué me quedase ahí sin ser atendido apropiadamente?"

Este le gritó a Ruby, su voz sonando cada vez más débil, frustrada, probablemente no pensó bien antes de empezar a gritarle, y ahora no tenía idea como salir de ese embrollo. Cada cosa que decía era más desagradable.

No podía creer que se había acostado con un hombre así.

Le daba asco.

"Oh, pobre de ti, pobre hombre patético que se comprometió con una de las mujeres más poderosas en Atlas. Solo querías la fortuna del apellido Schnee, te tendrías que haberte quedado calladito y quietecito, en vez de tirar tu futuro a la basura porque querías metérsela a alguien más. No le eches la culpa a ella de tus problemas."

Ruby rugió, podía oír los latidos de esta en su pecho, abrumadoramente rápido. No sabía si era por la vergüenza de estar rodeada, de mantener un acto, o por la ira. Tal vez lo era por todo a la vez. No creía haber oído a nadie hablar de esa forma, nunca, y le causó tanto orgullo el escucharla así, aunque no creía que fuese lo adecuado al mundo de Atlas, pero honestamente, le importaba una mierda.

Ruby tenía razón, era la verdad, y él sabía que esa era la verdad.

Este se acercó de nuevo, sus dientes apretados chirreando, su rostro en evidente ira, rabia, en vergüenza incluso, y su cuerpo tembló de manera instantánea al sentirlo aproximarse. Ruby lo notó, él lo notó, y que más de alguien de los que estaba alrededor lo notó.

Fue evidente.

Sin más que decir, sin saber cómo contraargumentar, sin poder mantener una careta, este simplemente se acercó para que sus manos hablasen por él.

Sintió la mano de Ruby aferrándose a su cintura, y creyó que esta estaba apaciguándola a ella y a sí misma, ya que parecía lista para encestar un golpe si es que este seguía acercándose. La veía lista, su puño apretándose, capaz de golpearlo e iniciar una pelea en ese mismo instante.

Pero no ocurrió.

La violencia no era bien vista en Atlas, ni siquiera verbalmente, y si bien estos, como sociedad, eran siempre egoístas y jamás se meterían para salvar a nadie, ahora si ocurría. Al menos cinco personas se acercaron a ellas, evitándole el paso a su ex. Incluso notó a un hombre trajeado que ponía su maletín entre medio. Escuchó la voz de una mujer pedir por seguridad, y escuchó pasos acercándose rápidamente.

Aquello se sintió bien, demasiado.

Normalmente, siempre sentía que todo el mundo la odiaba, por quien era, por donde venía, incluso personas de su misma posición social. Antes solía tener la pesadilla recurrente de que su padre iba a perder los estribos en público y le haría daño, y al saber el odio que la gente le tenía, temía que los transeúntes se sumaran a la golpiza.

Siempre creyó que se merecía lo peor, así que no esperaba que nadie le diera siquiera el beneficio de la duda.

Si su propio padre la había lastimado, entonces cualquiera podría.

Al parecer, las cosas no eran como creyó, de nuevo.

Dos guardias aparecieron para sujetar a su ex, habían llegado rápido, al parecer ya venían de camino para hacer algo contra la escena que se había montado en el lugar, lo cual no ocurría nunca, menos en un lugar así de concurrido, menos siendo una sociedad que solo mostraba máscaras mientras que el odio que tenían lo mantenían oculto.

Ruby no dejó de pasar una de sus manos por su espalda, intentando calmarla.

Todo el mundo iba a ver una faceta débil de Weiss Schnee, pero le importaba poco.

Odiaba lo que había sucedido, pero gracias a eso, había recordado algo que creyó que jamás iba a volver a su cabeza, algo que se había resignado a jamás averiguar. Solo ella estaba ahí, así que era la única testigo de lo que ocurrió.

Se sentía aliviada que fuese un accidente, nada más que eso.

Su padre parecía consternado cuando mencionó que él le había hecho daño, debió culparse mucho después de eso. Al final, quieras a tus hijos o no, lastimarlos por culpa de un accidente no debe ser muy agradable. Él no era el asesino que ella creyó que era, y se podía quedar tranquila con eso.

"¡Voy a llamar a mi abogado y denunciarte por agresión!"

Ruby parecía distraída, concentrada solo en ella, pero aquel grito de guerra fue suficiente para hacerla salir del trance, a ambas, y la vio tragar pesado. De donde ella venía, las leyes debían importar bien poco, matar o morir, pelear para sobrevivir, pero ahí, en Atlas, en lo más alto, las cosas seguían un camino diferente. Y ahí, con tantas cámaras, era imposible desentenderse.

Él podía hacer lo que quisiese con ella, humillarla, gritarle, hacerla sentir pequeña e inútil, pero no iba a dejar que amenazara a Ruby.

Nunca.

Levantó el rostro, sin temor alguno. Ya no era por ella misma, ahora era por Ruby, por su Ruby.

Lo vio peleando con los guardias para zafarse, intentando huir de ellos. Solo pensó en una cosa para decir, tal vez se pondría la soga en el cuello de cierta forma, pero este ya había gritado a los cuatro vientos la razón de aquel pacto.

No tenía nada más que hacer.

"Si llegas a denunciarla, entonces mi padre te va a denunciar por romper el tratado de confidencialidad que firmaste al haberte comprometido conmigo. Y el castigo será más grande que una simple agresión pública."

Su voz salió fuerte, pero estaba segura de que su rostro debía de estar rojo, aun teniendo marcas de su llanto, su voz incluso temblorosa, pero no importaba. Su mensaje había sido trasmitido.

Notó como este se puso pálido.

Dudaba que él recordase aquello, la razón de firmar aquel papel, la intención de su padre para que el tema de su ojo no saliese al público, nunca, y ahora, era público, y la situación debía ser discutida legalmente. Ni siquiera esperaría para que él denunciara a Ruby, simplemente lo denunciaría, su padre en realidad, apenas se enterase de eso, iba a solucionarlo.

Al final se lo llevaron, este dejando de pelear. No tenía duda que el lugar le iba a poner una restricción e impedirle el paso. Atlas no permitía que personas hiciesen escándalos semejantes en sus establecimientos. Las personas alrededor le dieron un par de miradas, y se sintió apoyada por esos desconocidos, sobre todo por los que le decían un par de cosas a su ex por hacer un alboroto en un lugar público.

Era un acto repugnante para la sociedad, y se alegraba de que hubiese sido visto tal y como era.

Ruby miró alrededor, asegurándose que el hombre fuese alejado lo suficiente, y luego le acarició la espalda de nuevo, empujándola de cierta forma, distrayéndola.

"Deberíamos irnos, necesitas tomar aire fresco."

Asintió de inmediato.

Nada se le antojaba más que eso. Aun se sentía abrumada por lo ocurrido, y no había nada que quisiese más que tomarse un momento para respirar y poner todo en orden.

Y así, Ruby la sacó de ahí.


Capitulo siguiente: Respiro.


N/A: Y aquí tenemos el tormento, pero no hay mal que por bien no venga, y que Weiss pudiese recuperar sus memorias vale la pena.

Si, sé que es raro que alguien escriba a Jacques siendo relativamente bueno y no un villano, ni siquiera yo misma, ya que normalmente lo meto preso o lo mato, pero esta Weiss necesitaba algo bueno en la vida luego de hacerse tanto daño, y se lo daré. Además, quiero explorar un poco a este Jacques, o más bien, ya exploré, pero para ustedes será algo nuevo.

(Recen para que Ruby no se vaya presa.)

Nos leemos pronto.