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El día estaba soleado, perfecto para un paseo, o tal vez como en el caso de la pareja, para lavar la ropa.
-Terry, déjame hacerlo, ese es mi trabajo.
-Y cuando se determinó eso? – preguntó sonriente.
–Ya Terry! – trataba de acercar las manos al lavadero.
-No mi amor, no dejaré que vuelvas a lavar la ropa. – con su cuerpo tapaba la lavandería. – es más, no volverás a tocar agua.
-No exageres, ya te dije que no enfermé por lavar la ropa.
-No voy a arriesgarme – dijo el castaño mientras fregaba una camisa – mejor entra a la casa y descansa.
-Descansar de qué, si no dejas que haga nada.
-Qué te parece, si preparas algo para comer mientras yo continuo lavando. – sugirió.
-Prefiero ayudarte. – dijo con un puchero – vamos Terry, a mí me gusta lavar tu ropa.
-Mi amor – se giró para verla de frente – recién te estás recuperando, deja que yo me ocupe de esto, aprovechemos que estoy de descanso, de acuerdo? – besó su frente.
-Pero es mi trabajo… - bajó la mirada – todas las mujeres se ocupan de atender a sus esposos, y yo… yo también quiero hacerlo, ningún esposo lava la ropa, eso es raro.
-Bueno, yo no soy igual a los otros esposos; no quiero que te sientas incomoda por nimiedades, si me casé contigo no fue para que lavaras mi ropa o limpiaras la casa, fue porque te amo, porque no concebía estar alejado de ti - besó su frente - y si tengo que lavar, limpiar y cocinar para cuidarte, no me importaría; lo hago con gusto, sabes que me gusta cuidarte y mimarte. – dijo lo último con una sonrisa traviesa.
-Van a criticarme… todos nos ven raro, somos diferente a lo que deberíamos.
-Y cómo deberíamos ser?
-Bueno… yo debo encargarme de cocinar, limpiar y de lavar la ropa… ya sabes, cuidar la casa y atenderte.
-Y qué debería hacer yo? – cuestionó con su sonrisa de lado.
-Pues… trabajar y traer dinero a la casa. – levantó la mirada – y ya haces todo eso.
-Y acaso tú no trabajas también? – ella lo miró sorprendida, cómo si recién se enterara que lo hacía – aparte de encargarte de la casa también ayudaste para traer dinero cuando lo necesitamos, tú me ayudaste mucho cariño, ahora deja que sea yo quien te ayude y te cuide.
-Pero…
-Candy, hazlo por mí, me siento tan culpable por lo que te pasó que… - vio que iba a interrumpirlo – ya me dijiste que no fue mi culpa, pero así lo siento; ahora deja que yo retribuya todo lo que haces por mí desde que llegaste a mi vida – Candy se sorprendía de lo diferente que era Terry a todos los hombres que ella conocía - cariño, para mí es normal hacer estas labores, recuerdas que te conté que solía hacerlo cuando vivía con mi madre? – ella asintió - no es raro para mi encargarme de los quehaceres de la casa.
-De acuerdo. - dijo no muy convencida – yo iré a preparar algo para comer.
-Así me gusta! – dijo triunfante – cuando termine con esto iré a ayudarte.
-Ah no señor! – protestó – yo me encargaré de la comida, así que tú lava toda la ropa. – ordenó.
-Creo que me casé con una tirana – dijo con pesadumbre – cómo ordene mi señora, terminaré con mis labores de inmediato.
-No te burles, así lo quisiste tú. – lo apuntó con el dedo mientras sonriente se daba la vuela para ir a preparar el almuerzo, pero su sonrisa no duró mucho. – papá…
-Candy.
Cuando William llegó al edificio y se disponía a subir al departamento de su hija, uno de los niños lo reconoció y le dijo donde se encontraba Candy, cuando estaba a punto de llamarla escuchó como Terry le pedía ir a descansar mientras él lavaba la ropa.
-Qué… qué haces aquí? – Terry se giró al escucharla y se puso detrás de ella.
-Podemos hablar? – pidió su padre, la rubia sintió como su esposo le apretaba levemente los hombros en son de apoyo.
-Yo seguiré con esto, porque no subes con tu padre y hablas con él. – le dijo suavemente.
-Bien, vamos papá, si no te molesta hablar en mi casa – su padre levantó levemente sus labios en una casi imperceptible sonrisa, oírla molesta o a la defensiva era señal de que su hija estaba mejor.
-Claro cariño, donde dispongas. – a Candy le gustó escucharlo llamarla de esa manera.
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Archie caminaba de un lado a otro, estaba furioso por lo que había escuchado de labios de Karen.
-Lo hiciste a propósito.
-Cómo puedes decirme eso? – dijo dolida.
-Quién me asegura que es mío?
-Y de quien más sería? – estaba ofendida – tú fuiste el único con quien yo…
-No lo creo, para poder atraparme pudiste buscar a alguien más mientras yo estaba en Florida.
-Eres un desgraciado! – trató de golpearlo – es tu hijo Archie y debes hacerte responsable.
-Ya te dije que no estoy seguro de eso. – la miró serio – desde el inicio me buscaste, fuiste tú quien se metió en mi cama, te deje claro que no quería estas sorpresitas.
-Yo no lo planeé, sólo pasó.
-Y muy conveniente para ti, cierto? – antes de que Karen respondiera continuó – te dije sobre mis planes de recuperar a Candy.
-Ella está casada!
-Estoy seguro que ese matrimonio no durará mucho, y cuando se separé estaré listo para ofrecerle mi apoyo.
-Eres patético.
-Mira quien lo dice, acaso no buscaste a ese niño sólo para forzarme a quedarme contigo?
-Ya te dije que no lo planeé.
-No quiero saber nada de ti Karen, y sobre ese niño, busca a su verdadero padre.
-Tú eres su padre! – le dolía lo que Archie le decía – pero creo que no me crees, ya lo verás cuando nazca.
Archie la miró con rabia, maldijo la hora en que aceptó su propuesta; ahora estaba en esa encrucijada; si de verdad era su hijo, perdería a Candy para siempre, además que tendría que hacerse cargo de él, pero no quería nada que ver con la castaña.
-Si ese niño es mío, le daré mi apellido; pero no esperes que me case contigo.
-Tienes que casarte conmigo! - no podía creer lo que escuchó – no puedo ser una madre soltera, sabes lo que eso significaría ante la sociedad?
-Y desde cuando te importa? – dijo con burla – desde que te conocí, no has dejado de repetir lo liberal que eres, lo encontra que estás del sistema social hacia las mujeres y sus absurdas reglas de mantenerlas como amas de casa. – le sonrió sínicamente – o acaso todo era parte de tu farsa?
-Es tu hijo… - le dijo ofendida – mi padre hará que te cases conmigo.
-Que me visite, lo estaré esperando. – no se inmutó – es hora de que se enteré de quien es su hija.
-MALDITO! – cayó de rodillas – eres un cobarde… creí que eras un caballero.
-Lo soy cuando tengo a una dama en frente. – estaba frente a la puerta – busca a su padre, tal vez él decida desposarte, y si en verdad es mío, le daré mi apellido; pero no me casaré con una mujer como tú. – después de decir eso dejó la habitación.
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-Cómo te enteraste?
-Michael le comentó a su padre.
-Oh. – fue lo único que dijo.
-Hija…
-Papá… - lo interrumpió – ya viste que estoy bien, agradezco que me hayas visitado y que te preocupes por mí; pero si tu intención es culpar a mi esposo por mi irresponsabilidad y tratar de alejarme de él, pierdes tu tiempo.
-Seré honesto contigo; al venir aquí, es eso lo que pretendía…
-Qué? - Candy lo miró sorprendida por lo que dijo, no porque esas habían sido sus intenciones, sino por haber usado el pretérito.
-Cuando me casé con tu madre le prometí que la haría feliz - Candy sabía cuánto su padre amaba a su mamá – ella deseaba tanto formar una familia, incluso decía que tendría ocho hijos – recordó con una sonrisa – por eso compré esa mansión… pero sólo te tuvimos a ti – la miró, Candy sólo lo miraba con atención, pues nunca le había contado aquello – nos costó mucho iniciar una familia, por años, tu madre se culpó el no poder darme un hijo; un día me pidió que la devolviera a sus padres, que yo merecía tener una familia… un heredero.
-No sabía eso… - susurró afectada.
-Me negué por supuesto, como dejar a la mujer que era mi vida – recordó a su amada esposa – los años pasaron y cuando nos enteramos que estabas en camino, fuimos los más felices del mundo - sonrió contagiando a la rubia – fuiste amada desde ese momento y… cuando naciste, prometimos que te cuidaríamos, que haríamos todo para que seas feliz.
-Y lo cumplieron – las lágrimas de la rubia bañaban sus mejillas – fui muy feliz a su lado… lo soy, papá.
-Pero casi lo arruino… cierto? – la miró con ternura y melancolía - hoy, al escuchar a tu esposo… - soltó un suspiro - él es lo que tu madre hubiera querido para ti - Candy creyó no haber escuchado bien a su padre; primero, reconoció a Terry como su esposo y segundo, aceptó que su madre hubiera estado feliz por ellos – cuando los vi, la manera en cómo te trata… cómo te cuida… me recordaron a cuando Rose y yo iniciamos nuestra vida juntos. Tú te pareces tanto a tu madre, y él, me recordó a mí mismo.
-Papá…
-Casi te pierdo… no me lo hubiera perdonado nunca. – la abrazó con fuerza, ella le correspondió de la misma manera. – por mi terquedad, te hubiera perdido…
-No papá… yo te amo mucho…
-Candy… eres el mayor tesoro que me dejó tu madre, le prometí cuidarte y protegerte – acarició las mejillas mojadas de la rubia – y en mi intento por cumplirlo, te lastimé.
-Te quiero tanto papá.
-Yo también mi amor. – la volvió a abrazar, quería recuperara a su pequeña.
-Terry es hombre maravilloso, papá, si lo conocieras...
-Supongo que lo es. Y lo intentaré, cariño. – una enorme sonrisa se dibujó en el rostro femenino.
-Ya lo verás! - abrazó emocionada a su padre, como cuando era una niña y le traía algún regalo de sus viajes – cuando lo conozcas va a agradarte. – dijo con entusiasmo, logrando que William sonriera.
William suponía que así sería, pues él mismo se dio cuenta lo responsable y honesto que era Terry; pero fue cegado por prejuicios absurdos de su círculo social, sumando a eso que aceptarlo significaba que se llevaría a su hija a una vida de carencias, sabía que no le daría la vida a la que estaba acostumbrada y ella merecía. Pero ese día, después de escucharlo y ver con sus propios ojos la relación que tenían, el como la cuidaba sin importarle que lo criticaran por realizar quehaceres que les correspondían a las mujeres y escucharlo decir que no le importaba lo que dijeran los demás, que él sólo quería cuidarla; eso, eso lo convenció, le recordó que en una ocasión él había vivido una situación parecida con su difunta esposa.
-Creo que es hora de hablar con él, verdad?
-Iré a llamarlo. – dichosa se dirigía a la puerta para buscar a su esposo.
-Candy espera - se detuvo al escuchar a su padre – quiero hablar a solas con él.
-Pero… - tuvo miedo que su padre se retractara y tratara de alejarlo.
-Todo estará bien cariño, sólo déjame hablar con él a solas.
-D-de acuerdo. – salió para buscar a su esposo.
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Terry estaba sentado en una de las bancas que había en el pasillo de la planta baja del edificio, su mirada estaba centrada en la puerta de su departamento, estaba alerta, por si algo pasaba con su esposa acudir de inmediato.
Cuando la puerta se abrió y vio a su esposa salir con la mirada en el piso, su corazón se aceleró, pues imaginó lo peor, rápidamente subió las gradas hasta encontrarla a medio camino.
-Qué pasó amor? – tomó su mano y buscó su mirada – estás bien?
-Sí. – respondió la rubia y una leve sonrisa se dibujó en su rostro. – papá quiere hablar contigo.
-Conmigo?
-Sí, él aceptó nuestro matrimonio. – dijo más feliz; pero se desconcertó al ver la seriedad en el castaño. – Terry…? – él la miró, fue claro para ella que no creía ese cambio en su padre - papá quiere intentar conocerte, quiere hablar contigo.
-Entonces no lo hagamos esperar.
-Me pidió hablar a solas contigo.
-Ya veo. – su rostro no mostraba ninguna emoción – espera en la casa de María.
-Terry… - lo detuvo, tomó su mano y la apretó con fuerza – lo escucharás, verdad? – él asintió, su mirada no mostraba ningún sentimiento – por favor… dale una oportunidad… sólo escúchalo.
Sin esperárselo Candy sintió los labios de Terry aprisionar los suyos, no de una manera salvaje, más bien de una muy dulce y tierna, la besó para tranquilizarla.
-No te preocupes mi amor, - apoyó su frente en la de ella y murmuró bajito, para que solo ella lo escuchara – todo saldrá bien, escucharé lo que tenga que decirme.
Candy lo vio subir las escaleras, se veía decidido y seguro. Rogó porque todo saliera bien entre su esposo y su padre, conocía el carácter de ambos y no quería que discutieran ni se ofendieran.
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Cuando Terry entró a su casa, vio a William observando las fotos que estaban junto al florero con un ramo de flores frescas y coloridas. El hombre estaba tan concentrado observando la foto de su esposa a lado de una donde estaban Terry y Candy, la de su boda; vio otra donde estaban abrazados, reconoció el parque, era al que él y su esposa llevaban a Candy cuando era niña; la sonrisa de su hija era radiante, claramente se veía feliz.
-Señor White.
-Terrence. - se giró para mirarlo fijamente.
-Quería hablar conmigo?
-Sí me lo permites - su voz no sonaba dura ni agresiva como aquella vez, en realidad se oía tranquila y amigable.
Aun con la última fotografía en las manos William se sentó en la silla esperando que Terry hiciera lo mismo, sonrió levemente, pues parecía que el castaño esperaba que lo invitara a sentarse.
-Es una foto muy bonita.
-Fue tomado en el cumpleaños de… su madre – recordó que la rubia se había puesto triste y él sugirió salir a pasear, quería distraerla - me llevó al parque donde solían llevarla cuando era niña.
-A su madre le gustaba el aire libre, organizaba picnics en ese parque, donde Candy podría correr libremente.
Terry notó la melancolía en la voz de William, pensó que debió ser duro perder a la mujer que amaba, cuando era tan joven y tenía mucho por vivir. Él no lo soportaría, si algo le pasara a Candy, simplemente moriría con ella; pero William tuvo que seguir sin ella, pues no podía dejar a su pequeña hija sola.
-Le gustaba ver a Candy correr detrás de los patos del parque - continuó hablando – cuando tenía cinco, comenzó a trepar los árboles - sonrió regresando a esa época – a veces lo conseguía, y aunque nos moríamos de miedo de que cayera y se lastimara, su madre la dejaba seguir, quería que disfrutara a plenitud de su niñez y adquiriera experiencias.
William se puso de pie, se acercó a la mesita donde estaban las fotografías, dejó la que tenía en la mano y tomó la de su esposa, con delicadeza acarició el retrato y giró hacia Terry, quien no había perdido detalle de sus movimientos.
-Rose educó y crió una mujer fuerte. Yo estuve a punto de cortar las alas de mi pequeña – pensó lo último – estoy muy orgulloso de la fortaleza de mi hija… y la tuya.
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Ya nos acercamos al final, este es el primer paso para éste, espero que esté quedando bien, ustedes me dicen si se me pasa algo de largo.
Tengan una bonita semana.
