MOOSE

The urban nightclub

Los personajes pertenecen a S. Meyer; la historia es mía.


Capítulo 14

EPOV

Besos. Los sentí por todas partes. En mi rostro, en el cuello, en mi pecho, de mis hombros hasta mis omoplatos.

—Repítelo —pedí. Mi respiración era dificultosa y yo estaba desordenado. Todo a mi alrededor parecía dar vueltas porque tener a Bella conmigo causaba ese efecto de por sí. Era nuevo, embriagador y me entumecía, todo en partes iguales.

—Te amo —repitió solemne; sus labios estaban en mi cuello y mis manos bajaron a sus caderas—. Quiero estar contigo.

Eso era la única afirmación que necesitaba. Mis manos se dirigieron a su vestido desesperadas, alzándolo y consiguiendo que pronto la silueta de Bella estuviera desnuda frente a mí. Y, joder, no estaba usando bra.

—¿Estás tratando de matarme? —pregunté jadeante. Me sonrió, maliciosa.

—Estoy tratando de que me folles, Edward —contestó. Su lengua sucia hizo que mi polla se moviera ansiosa en mis pantalones—. ¿Funciona?

—Definitivamente —respondí, bajando mi lengua para cubrir uno de sus pezones. Mordí suavemente y su cuerpo reaccionó con un gimoteo. Sus manos estuvieron en un segundo contra mi cabello, empujándome con otra ella pero me separé fácilmente para poder besarla de nuevo. A fondo.

Mi lengua se deslizó por su labio inferior y pedí permiso para entrar; ambos nos enrollamos el uno con el otro y fue fantástico. Sus pequeñas manos estaban jugando con la esquina de mi camiseta y me separé lo suficiente para que pudiera quitármela.

—Eres hermoso —dijo solemne. Le solté una sonrisa tímida; nunca había recibido un comentario así—. Te amo.

Sentí que mis ojos se volvieron dos putos faroles de felicidad.

—Yo también lo hago.

Quise regresar a besarla, pero me lo impidió y empujó con sus manos mi pecho, dejándome laxo en la cama. La miré confundido hasta que se puso a horcajadas sobre mi cadera, frotando su núcleo caliente contra mi longitud. Gemí, sorprendido por lo bien que se sentía ella. La necesitaba de todas las formas posibles.

De repente, se detuvo. No entendí qué pasaba y arqueé la ceja cuando hizo malabares encima de mi y se bajó las bragas, quedándose completamente desnuda. Vi un bonito sonrojo cruzar por todo su rostro. Era rara la ocasión en la que Bella se avergonzaba y mi curiosidad eclipsó por una milésima de segundo lo caliente que estaba.

—¿Edward? —preguntó, mordiéndose el labio. Me retorcí debajo de ella, queriendo seguir frotándome.

—Dime, amor.

—Mmh… quiero probar algo, ¿puedo?

Fruncí el ceño, pero asentí. ¿Qué tendría en mente mi dulce niña que la hacía lucir tan apenada?

—Por supuesto que puedes, cariño.

Me sonrió triunfal y no pude evitar devolverle el gesto, feliz de que darle lo que quería; incluso aunque no supiera qué era.

—Gracias —me dijo de forma chistosa. Asentí divertido pero pronto la expresión burlona se fue de mi rostro cuando me di cuenta de lo que pensaba hacer. Se agachó contra mí, pero mantuvo sus ojos conectados con los míos. Sus dedos se deslizaron por el botón de mi jean, desabrochándolo lentamente, nunca perdiéndome de vista. Bajó el cierre y tomó mis vaqueros de la pretina, y de un tirón los bajó, dejándome completamente desnudo y erecto a su vista.

Mi polla saltó de felicidad al ver a Bella relamerse los labios.

—Perfecto —murmuró más como para ella que para mí. Casi me sentí avergonzado, pero no me dio tiempo de pensar en eso porque se apresuró a dejarme completamente desnudo en su presencia. Estaba más que malditamente emocionado por sentir su contacto, pero no quería presionarla, así que dejé caer mis brazos a cada lado de mi cuerpo y empecé a respirar con dificultad cuando su traviesa lengua salió de su boca y cayó sobre mi abdomen.

Su lengua se movió desde mi abdomen hasta mis pezones y jugó con ambos, mordisqueándolos y chupándolos.

Arrastró sus dientes desde mis costillas hasta mi ombligo y cuando llegó allí, metió su lengua en él, jugando conmigo. Y joder, nunca había notado lo sensible que era de esa parte del cuerpo. Sentí cómo me hacía gelatina contra la cama, con mi polla palpitando por recibir esa atención también.

—Santa mierda —me quejé, cerrando los ojos. Me lamí los labios y Bella sonrió, divertida.

—¿Te gusta? —preguntó contra mi piel, presionando besos con su boca abierta arrastrándose hasta la V de mi abdomen bajo.

—Sí —jadeé. Quise rogar como una niñita por más.

Ella se echó para atrás y abrí mis ojos, prestándole toda mi atención. Siguió succionando un poco más abajo la orilla de mis caderas, dejando una pequeña manchita roja en mi piel blanca y sonriendo satisfecha con el resultado. Cuando terminó, su cara estaba justo en frente de mi erección y me miró, casi como si me estuviera pidiendo permiso. Quería gritar "joder, sí, hazlo" pero me contuve y solo asentí en silencio, jadeando.

Ella canturreó alegre y quise gruñir cuando levantó su mano y por fin, jodido Cristo, tomó mi erección entre su pequeña manita. Comenzó con movimientos lentos, deslizándola de arriba hacia abajo y luego su travieso pulgar se dirigió a la punta, esparciendo líquido preseminal que se había escurrido por toda mi polla. Gemí ante la sensación.

—Joder, amor, eso se siente fantástico —le dije y lentamente comencé a embestir en su mano. La fricción se sentía increíble.

Bella me sonrió.

—Ed, ¿puedo…? —la miré directamente a los ojos. ¿Iba a pasar lo que estaba pensando o solo era mi imaginación pervertida y caliente?

Su expresión era de determinación completa. Joder. Sí era lo que me imaginaba.

Asentí rápidamente y me lamí los labios, mordiéndome el labio inferior en un intento de acallar los gemidos que querían salir de mi boca en contra de mi voluntad.

Vi la sonrisa de Bella por mi obvio entusiasmo y se inclinó lentamente, tocando mi cabeza con la punta de lengua y saboreando el líquido preseminal que había ahí. Mis ojos se pusieron en blanco, se sentía maravilloso. Había imaginado tenerla así tantas veces y ahora se estaba cumpliendo.

Lentamente comenzó a deslizarme dentro de su boca y gemí cuando me tomó completamente hasta que sentí que choqué con la parte posterior de su garganta. El espacio que sobró lo tomó con su mano, no desatendiendo mi polla ni por un centímetro.

Puse cuidadosamente mis manos en la parte de atrás de su cabeza, no lo suficientemente fuerte como para evitar que se moviera sino como para poder guiar sus movimientos. La mire con avidez, instándolo en silencio a que continuara. Ella pareció gustosa por hacerlo.

La sensación de que Bella me estuviera tomando en su boca era asombrosa. Estaba deshecho, siendo un desastre jadeante que murmuraba y gemía por ella y repitiendo la palabra «mía» miles de veces. Cada vez me chupó más fuerte, produciendo que me pusiera más duro y comencé a sentir el habitual tirón que me decía que estaba por venirme.

—B-Bella —gemí—, me voy a venir, a-amor. Apártate.

Ella negó con un gemido y continuó succionando con fuerza; las vibraciones me lo hicieron simplemente imposible. Jadeé, soltando su nombre entre mis labios mientras me venía y Bella aceptaba gustosa todo mi semen.

Finalmente, cuando pude recobrar el sentido ella me soltó con un sonoro «plop» y se acostó a mi lado, sonriente. Besé su cabeza y la atraje a mis brazos.

—Gracias —murmuré, todavía tratando de recuperarme—. Se supone que yo era el que debía de hacer eso.

Ella se encogió de hombros y negó, sonrojada.

—En realidad, creo que lo disfruté más yo —admitió—. Algo que me dice que lo estaremos haciendo muy seguido.

¡Dios, sí!

Me apoyé, sosteniendo mi cuerpo sobre el suyo. Iba a besarla, hasta que murmuró algo sobre tener mi sabor en su boca. No era un jodido marica, eso no me importaba, así que lo hice de todos modos. Después de unos minutos de besos ya estaba listo para ella. Nunca en mi vida había estado tan caliente por alguien y joder, la necesitaba. Quería descubrir lo que se sentía estar dentro de la chica que se había adueñado de mí sin saberlo, desde hace tantos meses atrás.

—Por favor, Edward —rogó gimiendo debajo de mí y la miré sonriendo, sintiendo todo mi amor por ella—. Hazme el amor.

—Te amo, Bella —ronroneé contra su piel, chupando ligeramente su clavícula y marcándola como ella lo había hecho conmigo hacía un rato.

—También te amo —jadeó.

Gruñí, volteándonos para que ella pudiera estar encima de mí. Sentí mi polla resbalar entre sus jugos y joder, un empujón y estaría hecho, pero no quería ser tan irresponsable. Me estiré, consiguiendo un condón en mi mesita de noche y abriéndolo como un poseso para ponerlo rápidamente.

Alineé mi erección contra su centro y de un empujón estuve dentro y, oh, joder, se sintió como el paraíso. No podía sentir su humedad por culpa del estúpido condón, pero su calor rodeándome y exprimiéndome era aplastante.

—Te sientes deliciosa —gemí, sin poder detenerme—. Eres maravillosa, amor.

—Edward, necesito más —rogó. Sus manos se fueron a mi pecho para poder sostenerse y moverse sobre mí, pero ese no era mi plan. La jalé hacia mí, para que estuviéramos juntos – estómago con estómago y pecho contra pecho.

Sus labios estaban en mi oreja y comenzó un camino travieso con su lengua, chupándome el lóbulo de esta y tirando de ella con fuerza. Gruñí, tomándola de las caderas y levantándola para que se moviera sobre mi polla. Ella chilló de placer mientras se movía contra mí, devolviendo mis duras y rápidas estocadas. Estaba en el cielo.

—Eres mía, amor. Lo sabes, ¿verdad? —gemí manteniendo mis embestidas profundas con algo de agresión, pero no lo suficiente para lastimarla.

—Sí, lo soy —jadeó, con una de sus manos puesta en la parte trasera de mi cuello y otra en mi pecho, dándose impulso—. Y tú eres mío.

Sus labios bajaron a mi cuello y comenzó a chupar fuertemente. Sabía que probablemente eso me dejaría una marca, pero en este momento no podía importarme menos. Mis manos seguían en sus nalgas cargándola para embestir en ella, guiándola de manera que mi pelvis se frotara furiosamente contra su clítoris. Ella gimió con la sensación y su cabeza cayó contra mi pecho.

—Sí, E-Ed, ¡sí, así! —aulló, y de repente comenzó a devolver mis embistes con más fuerza. Ahora no tenía que cargarla, solo guiarla para que pudiera mantener el ritmo enloquecedor que teníamos—. ¡Mierda!

Ella alzó su cabeza y me miró directamente a los ojos, con sus rizos cayendo a cada lado de mi cara y bloqueando todo excepto nuestros rostros. De alguna manera, sentí que me enamoraba más. La conexión se sintió demasiado profunda como para ignorarla; el placer aumentó exponencialmente.

—Bésame —pidió y yo no tardé en darle lo que quería, mis labios se estrellaron con los suyos con demasiada fuerza y entré en su boca, frotando su lengua con la mía. Nos separamos jadeantes y le sonreí maliciosamente, apretando sus nalgas entre mis manos y volteándonos de un tirón para que yo pudiera estar de nuevo arriba de ella, esto sin separarnos ni por un momento.

Desenredé sus piernas de mi cintura y las levanté para ponerlas en mis hombros. Sentí cómo llegaba más profundo de esa manera y ella gimió, poniendo los ojos en blanco y sintiéndolo también. Mis labios se fueron a sus piernas, chupando y mordisqueando su pantorrilla mientras empujaba con fuerza lo que hizo que ella comenzara a gritar.

El placer era intenso y cuando incliné mis caderas hacia Bella, pareció que toqué un punto importante. Comenzó a pedirme entre gritos que no parara y lo hice, embistiendo fuerte sobre ella. No tardó mucho en gritar mi nombre en voz alta y venirse; la fuerza de su orgasmo y de su coño succionando mi polla hizo que mi liberación fuera inminente con la de ella.

Me tomé un momento cuando colapsé sobre ella, pero finalmente me rodé y quedé a su lado. Me quité el condón y lo anudé, echándolo en el bote de basura al lado de la cama.

Luego me di la vuelta sobre mi lado derecho, quedando frente a Bella. Nos miramos fijamente.

Un segundo después, sonreí como un idiota.

—Eso estuvo delicioso —le dije. Ella me rodó los ojos y vi venir su respuesta irónica, pero no llegó porque me empujó para quedar acostado de nuevo.

Abrí los ojos, sorprendido. A este paso me iba a secar.

—No es lo que piensas, bobo —Bella se rio cuando vio mi expresión. Pasó tímidamente su mano por mi cuello y mi cuerpo soltó un escalofrío de placer—. U-uh… parece que te dejé una marquita.

Arqueé la ceja y por reflejo mi mano subió a donde estaba la suya. Toqué mi piel sensible.

—¿En serio?

Se sonrojó.

—Sip.

Sonreí, divertido, y tomé mi teléfono de la mesita de noche. No podía ser tan malo, ¿o sí?

Abrí la cámara y se lo pasé a Bella.

—Tómame una foto.

Se mordió el labio, dubitativa.

» Vamos, Bella. No puede ser tan malo.

Oh, pero sí lo era. Tenía una rojez de aproximadamente cinco centímetros y contrastaba bastante contra lo blanco de mi piel. Lo miré durante unos segundos, no sabiendo exactamente cómo sentirme. Luego me encogí de hombros.

—Se ve sexy —dije finalmente—. Sólo ¿podrías hacerlo en donde no se vea tanto la próxima vez?

Los ojos de Bella brillaron.

—¿Quieres que haya una próxima?

—Por supuesto que sí, niña tonta. Ven aquí —como se había sentado para tomarme la foto, ahora estaba más separada de mí de lo que hubiese aprobado, así que la jalé para tenerla en mis brazos unos minutos más.

—Te quiero —me dijo después de que nos acurrucamos un buen rato. Alzó su rostro hacia mí, depositando suaves y tiernos besos contra mi mandíbula. Comenzó a frotarse contra mi hombro como un gatito y me reí, amando la sensación.

—Yo también lo hago —dije, soltando un jadeo cuando su mano libre rozó mi polla por accidente. Mi mente sucia se fue a otros lugares inmediatamente—. ¿Entonces qué? ¿Todavía me aguantas un rato más?

Sus ojos brillaron maliciosos cuando asintió y sonreí, comenzando un camino de besos por su abdomen; de vuelta a mi felicidad.

.

.

.

Al día siguiente Bella entró por la puerta de mi departamento luciendo más cansada de lo normal. Había ido de regreso a su casa por algunas cosas y a bañarse. Desde que comenzamos a ser novios, cada vez que venía dejaba algo aquí. Primero fue su cepillo de dientes, luego su desodorante, un par de bragas y una blusa. Se estaba mudando a pasos hormiga.

Sabía que su cansancio era producto de que no habíamos dormido bien las últimas noches, pero el recordatorio me hacía sentir culpable y feliz en partes iguales. Ella era mi lugar; eso era la maldita cosa más obvia para mí.

Carlisle había jodido mi cumpleaños. Eso obviamente no era novedad, era algo que me esperaba, pero me había tomado por la guardia baja porque Esme prometió que no estaría por ahí. Ahora Bella sabía toda la historia, con todos los sórdidos detalles. Mi culpabilidad, la negligencia de él y todas las cosas que había estado cargando desde que tenía quince años.

Ella no me juzgó. Jamás, ni siquiera por un momento pasó una mala emoción por sus ojos. Sólo hubo amor, comprensión y ternura ahí. Me miró de la forma en la que Esme me había mirado a través de todos estos años; entendió perfectamente lo que pasé.

—Tengo algo que decirte —me dijo, echándose en el sillón a mi lado. Se hizo un ovillo junto a mí y yo pasé mis manos por su cabello, acariciando las suaves ondas que se formaban en su espalda.

¿Qué era lo que me tenía que decir? ¿No habíamos aclarado todo ya, y pedido pasar página?

—¿Qué es, nena?

—Mi papá me llamó hace un rato —murmuró contra mi camisa—. Quiere que pase unos días del verano con él.

La tensión en su cuerpo se hizo evidente después de que hizo eso. No me gustó nada la sensación.

—¿Por qué?

—Te dije que estaba saliendo con esta nueva novia… Charlie normalmente no es muy expresivo, pero en la llamada sonaba tan, no lo sé, raro. Dijo que tenía cosas muy importantes que hablar conmigo.

—¿Estás preocupada por eso, nena?

Suspiró.

—¿Francamente? Sí, como el demonio. Desde que vivo en Seattle Charlie nunca me pidió expresamente que lo visitara. Temo que me quiera decir algo malo, o ir solamente para encerrarme, aburrirme y pasarlo mal como en otros veranos.

Apreté mis brazos contra su cuerpo, encerrándola en un fiero abrazo.

—Verás que todo saldrá bien, amor —traté de animarla, aunque mi voz no salió con el entusiasmo que me hubiese gustado—. Sólo serán unos días.

Suspiró.

—Eso espero.

El resto de la tarde pasó como un borrón de Bella y mío estando juntos. Era liberador que ambos estábamos libres ya de algunas de nuestras responsabilidades, así que pudimos pasar tiempo conociéndonos.

Me di cuenta de que no sabíamos muchas cosas el uno del otro, es decir, sabíamos cosas importantes como nuestra mierda y nuestro contexto familiar aterradoramente parecido, pero desconocíamos cosas banales como el color favorito de cada uno, la película preferida, toda esa clase de tonterías que deberíamos saber.

Finalmente nos fuimos a acostar a mi cama, solo acurrucándonos y hablando de tonterías. Eso hasta que fue un poco después de las seis de la tarde, cuando Bella decidió que era suficiente.

—Está bien; basta de acurrucarse —me dijo después de un rato de silencio.

Hice un puchero contra su cabello.

—¿Acaso no te gusta?

Su gruñido juguetón solo me hizo reír más.

—Me encanta, pero siento que me estoy revolcando en mi miseria y te estoy llevando conmigo.

—Sabes que eso no es así.

Pegó un suspiro exagerado.

—Lo sé, pero eso no evita que lo sienta, ¿sabes? —se volteó, quedando de frente mío y montándome a horcajadas. Se había puesto una camisa mía de botones blanca y debajo de ella traía unos shorts de jean. Se veía adorable—. Rose me mandó un mensaje, va a ir a cenar con Jasper y Emmett; quiere que nos unamos. ¿Te parece?

Asentí, poniendo mis manos en su cintura. No me había dado cuenta de que en realidad no habíamos comido más que algunas frituras con nuestra tarde de interrogatorio y la verdad es que tenía algo de hambre.

—Me parece. ¿Necesitas ir a tu casa a cambiarte antes?

—Nah, así estoy bien —se encogió de hombros antes de bajarse de mí y comenzar a ponerse sus tenis—. Me lavaré los dientes y luego nos podemos ir, ¿está bien?

—Vale.

Después de una buena sesión de higiene personal de mi parte Bella y yo partimos a buscar a sus amigos. En realidad, comenzaba a sentirme cómodo con ellos y casi podía sentir que se volverían mis amigos también en un futuro cercano.

Normalmente yo era bastante serio, no me gustaba abrirme. Tenía conocidos, sí, pero nunca me di la oportunidad de ir más allá. Estaba encerrado en mi burbuja claustrofóbica con Tanya y hasta apenas ahora comenzaba a darme cuenta de lo tóxico que era eso.

Media hora más tarde Bella y yo nos encontramos con Em, Rose y Jasper enfrente de un restbar que, según Bella, era el que hacía las hamburguesas más jodidamente sabrosas de todo Seattle. Sí, con esas palabras.

—Hey, Ed, ¿te atacó un vampiro? —fue lo primero que dijo Emmett cuando nos reunimos en la acera. Me señaló el cuello con una sonrisa maliciosa—. Eso debió doler, ¿eh?

—Vete a la mierda, Em —Bella murmuró. Estaba sonrojada hasta el cuello porque Rose y Jas se estaban cagando de risa. Sorprendentemente, a mí no me daba vergüenza. Creo que hasta cierto punto me gustaba. Debía checar mis fetiches—. Lo dices como si yo no te hubiera visto cosas peores.

La sonrisa de Em fue reluciente.

—Sí, pero tú nunca me habías dado la oportunidad para avergonzarte. Comenzaré a cobrarme todas las que me has hecho, Bellita —esa promesa sonaba muy firme.

Bella me empujó por la espalda para entrar al local.

—Vamos, vamos —me instó fingiendo seriedad, pero la vi morderse el labio para evitar soltar una sonrisa—. Hay que entrar antes de que quiera golpear a Emmett.

Todos pedimos hamburguesas, cada uno su favorita y yo la misma que Bella, ya que no sabía cuál era mi favorita. Ella tenía razón; estaban jodidamente buenas. Las acompañamos con cerveza y de ahí la plática fue buena; incluso Jas se soltó. Tal vez más de lo que debería.

—Alice me mandó a la mierda —contó de pronto. Se veía triste como el infierno y sus ojos estaban ligeramente enrojecidos producto del alcohol, ¿o tal vez quería llorar? Quién sabe—. Creo que ya nunca regresaremos.

—No digas eso, Jas —Bella pasó su mano a través de la mesa y acarició la de él suavemente—. Verás que todo se arreglará.

Jasper se desperdigó en su asiento, viendo distraídamente hacia al techo.

—Lo dudo —se quejó—. Esta vez si la cagué —de repente dirigió su mirada hacia mí, sorprendiéndome—. Ed, ¿tú que hubieras hecho?

¿Uh?

—¿Cómo dices?

—Sí, ya sabes —parloteó. Definitivamente estaba borracho, o al menos entonado. Parecía triste, pero eso no le quitaba lo parlanchín—. Si Bella y tú hubiesen terminado, ¿te hubieras cogido a otra?

Casi me atraganté con mi cerveza.

—¿Eh?

—Jasper, ¿qué clase de pregunta pendeja es esa? —Bella frunció el ceño. Su mirada de gatito enojado regresó a su cara y me mordí el labio, divertido.

—Contéstame, Eddddddddward —Jasper gorjeó. Por el rabillo del ojo pude ver a Rosalie y a Emmett riéndose y tomándole fotos. Uh, eso sería invaluable. Tal vez les pediría que me las reenviaran.

—¿Qué quieres que te conteste, Jas? —le respondí divertido.

—Si tú y Bella terminaran, ¿te cogerías a otra? —repitió, mirándome como si fuera idiota. No me lo tomé personal, el pobre estaba demasiado ebrio.

—Mmh, ¿no?

Bella instantáneamente me miró mal.

—¿Por qué suenas como si lo dudaras?

Uh. Me di cuenta de que comencé a entrar en terreno peligroso. La alerta de tsunami de mi mente comenzó a sonar y varios foquitos rojos se encendieron en mi cerebro, como gritándome que retrocediera.

—Amor, es que necesito más contexto —balbuceé como idiota.

Sus ojos centellaron.

—¿Qué mas contexto quieres que el hecho de que me amas? ¿Por qué en el nombre de todo pensarías en cogerte a otra vieja? —casi me estaba apuntando con su tenedor. Pasé saliva por mi garganta repentinamente seca.

—No, o sea, es que es un caso hipotético y… —miré a Emmett pidiéndole que me sacara de esta situación de mierda, pero señaló con su cabeza a Rose que también me lanzaba dagas con los ojos. Jodido cobarde—. Digo, supongamos eso. Si terminamos es porque ya no nos queremos —la sola idea me hizo sentir triste, pero continué hablando—… entonces ¿por qué debería guardar luto?

Bella me rodó los ojos, pero ya no parecía tan molesta. Aparentemente logró captar la idea entre mis balbuceos de mierda.

—El contexto es que Alice y Jasper se dieron un tiempo. Y Jasper estuvo con Heidi en ese lapso —le dio su mejor mirada asesina al rubio frente a mí, que tenía ojos de cordero a medio morir y bebía de su cerveza.

—Bueno, diré esto a riesgo de sonar idiota —comencé a decir, pero me encogí cuando Bella me dio su mala mirada de nuevo—. Olvídalo.

—Ya dilo.

—No.

—¡Edward!

—¿Qué?

—Dilo.

—No, te vas a enojar —negué furiosamente. Me gustaba mucho coger con mi novia, muchas gracias. Ahora entendía por qué Emmett actuaba como un blandito.

—Me enojaré más si no lo dices.

Suspiré perturbado.

—Pues es que todo el mundo sabe que «darse un tiempo» es básicamente para conocer a otras personas fuera de la relación. Era más que obvio que alguno de los dos terminaría con otra persona. En este caso, fue Jasper —solté mi explicación rápidamente. Bella me estudió durante un segundo, pero asintió.

—Pienso lo mismo —coincidió. Casi abrí mi mandíbula como un pendejo.

—¿En serio?

—Sí, es exactamente lo que pensaba. Sólo que este idiota —miró mal a Jasper, que ahora tenía la cabeza recargada en la mesa y nos miraba triste desde su lugar— le siguió hablando a Alice aun cuando estaban dándose un tiempo. Entonces, obviamente ella se hizo ideas de que seguían siendo exclusivos cuando no fue así.

Silbé por lo bajo.

—Uh, eso sí está jodido. La cagaste, hermano.

Él gimió.

—Ya sé.

—Pero te daré mi mejor consejo —comencé a decir, sintiéndome un maldito filósofo—. Déjala en paz un rato y no hagas tus lloriqueos de marica, porque no ganarás nada así. Cuando se le pase el enojo, trata de ganártela de nuevo, pero tampoco la atosigues demasiado.

Bella movió la cabeza en afirmación a mi lado.

—Así es, ninguna mujer quiere eso.

La miré embelesado. Mi nena siempre secundaba lo que yo decía, ¿a que no era genial?

Emmett también asintió, completamente ajeno a mis pensamientos cursis.

—Eso es un buen plan, Jas —se rio—. Paso 1: dejar de revolcarte en tu mierda.

Jasper gimoteó en la mesa.

—¿Puedo empezar mañana?

Rosalie lo miró y asintió.

—Sí, está bien.

—Excelente —se irguió en su asiento, haciéndole señas al mesero para que se acercara—. Eso me deja todo hoy para acabar echo mierda. Yo invito la siguiente ronda.

Woop, ¡haberlo dicho antes, hombre!

.

.

.

Demasiado pronto descubrí que la presencia intoxicante de Bella me hizo acostumbrarme demasiado a lo que cualquier maldito envidioso llamaría «la buena vida». Así que cuando la dejé en su casa el domingo por la mañana y nos separamos, por primera vez en meses resentí el trabajar en Moose.

Ese sentimiento solo se agravó cuando entré y me encontré con Tanya sentada en un taburete frente a la barra. No entendí que hacía ahí, si nos tocaba trabajar en terraza. No me tomó mucho comprender que lo que quería era acorralarme.

—Edward —me llamó cuando la ignoré olímpicamente. Ralenticé mis movimientos un poco, pero no volteé a verla mientras agarraba mi medio mandil del cajón escondido donde estaban los uniformes.

—¿Qué sucede, Tanya? —le pregunté con voz cansina, mientras me amarraba la maldita cosa por las caderas. Ella me miró, sus grandes ojos azules lucían dolidos y tenía varias ojeras en el rostro.

Me sentí mal por Tanya, pero no por que la extrañara, sino por cómo habían terminado las cosas. Después de todo, ella había sido mi mejor amiga durante años… hasta que todo se volvió una mierda tóxica que nos terminó por ahogar a ambos. Le tenía cariño todavía, de ese cariño que le tienes a un amigo que ya casi no frecuentas, pero que su pérdida no se siente como algo relevante en tu vida.

Yo sabía que estaba siendo más que un poco malo. Yo no tenía los problemas que ella obviamente tenía; se rehusaba a superar que lo nuestro había terminado, así que no podía pasar página, pero yo estaba cansado de tener que escucharla siempre que coincidiéramos en turno que, para mi desgracia, era seguido.

—¿Podemos hablar?

Suspiré y agarré la orilla de la barra con mis manos, recargándome en ella. Era ahora o nunca. Tenía que hacerle entender de una buena vez todo, para que ambos pudiésemos seguir nuestros caminos tranquilos.

—Dime.

—Ed, yo… —comenzó a decir, mordiéndose el labio inferior y revolviendo sus manos incómodamente en su regazo— solo quiero decirte que estoy muy arrepentida por cómo terminó todo con nosotros, por… la forma en la que te traté. Perdóname.

Parpadeé, sorprendido.

» Sigo muy enamorada de ti, Ed, y nunca voy a dejar de estarlo. Fuiste mi primer todo y estamos destinados, ¿por qué no puedes entenderlo?

—Tanya, yo…—mmh, ¿cómo lo decía sin sonar como un total asno? No quería lastimarla, pero tal vez era necesario— estoy viendo a alguien más, ¿sabes? Y no creo que ella se sienta cómoda si descubre que me la paso hablando contigo cada vez que tienes la necesidad. Acepto tus disculpas e igual te ofrezco las mías porque tampoco fui el novio del siglo —me reí secamente—. Lo siento.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero mantuve mi expresión firme. Antes, eso hubiera sido suficiente para hacerme retractar de lo que había dicho, incluso aunque de verdad lo sintiera. Ahora no me tocaba de ninguna forma. Lo único que quería era pasar de esta situación y regresar con Bella.

—¿Cómo puedes tomarte a la ligera nuestra separación? —lloró—. Estuvimos juntos tres años, Edward, ¡tres años! ¿Y me vas a decir que no te importó nada?

—Mmh… —subí mi mano a mi cuello, rascando cerca de la solapa de la camisa mientras pensaba en qué decirle. Estaba a punto de contestar una mierda acerca de la toxicidad de nuestra ex relación cuando sus ojos destellaron furiosos hacia un punto cerca de mi mano.

Mierda. El maldito chupetón aún no se había borrado y seguía igual de morado que siempre. Ni siquiera había intentado taparlo porque no me molestaba, pero ahora se sentía como restregarle en la cara a Tanya mi felicidad. Me sentí mal por ella durante un momento, pero luego comprendí que era lo mejor.

Pareció que captó bien en el mensaje.

—Ya veo —dijo, como si le hubiera llegado una epifanía de repente. Tal vez sí.

—Lo siento, Tan —me disculpé lo más sincero que pude—. Tal vez algún día podamos ser amigos de nuevo, quién sabe.

Me miró, desdeñosa. Su mirada de amor de hacía cinco segundos remplazada por una de asco.

—Lo dudo —se dio la vuelta y se fue escaleras arriba. Saqué el aire de mis pulmones, sintiéndome malditamente aliviado de por fin habérmela quitado de encima.

Medio minuto después, la mata de rizos rojos de Heidi se asomó por la puerta.

—Masen, te necesitan arriba, ¿qué carajos estás haciendo aquí?

Parpadeé hacia ella.

—Lo siento, Heidi. Ya voy.

Suspiré y me acomodé de nuevo la solapa del cuello. Ya solo tendría que soportar unas 7 horas más de las miradas de mierda de Tanya y entonces podría regresar a casa con Bella.


Primero que nada perdón por la tardanza. Ya sé que fue casi un mes:( En realidad no tengo una excusa válida, simplemente perdí la inspiración y no pude escribir este capítulo hasta, literalmente, hoy. En tres horas escribí las 5k palabras que no pude escribir en cuatro semanas D:

Como dato extra ya solo nos quedan dos capítulos y un epílogo. Con algo de suerte y apoyo de los Dioses de la inspiración esta historia estará finalizando a finales de noviembre. La trama ya la tengo en mi mente, sólo necesito plasmarlo jeje.

Muchas gracias por su paciencia, espero que me dejen su review porque esos son los que verdaderamente me motivan a seguir escribiendo. Sin ellos, las ganas no vienen a mí.

¡Nos leemos luego!