Madara y Naruto cogían salvajemente en la oficina del pelinegro sin tapujos. Gemían fuerte y alto importando poco que alguien más los escuchara.

Mientras estaban en lo suyo, el Uchiha recibió una llamada de su esposa que lo hizo virar los ojos con molestia y respondía sin dejar de penetrar a la rubia bajo suyo.

-Dime

-Necesito que actualices los libros de la biblioteca y mi sala de estar para tener una mayor comodidad. Además, requiero que mandes a cambiar mis bebidas especiales, odio que no sean las que pedí-mencionó secamente sin siquiera decirle buenos días

-Estará listo para hoy, tendrás todo en orden

-Eso espero-colgó

-Puta perra-susurró el empresario con molestia

-El vejestorio ese si que es exigente-menciona con burla mientras gime con gusto al sentirse llena por el semen del hombre

-En serio me enerva, pero necesito su dinero para complacerte querida-sonríe con burla

-Le agradezco por mi lujoso departamento y atuendos-le devuelve la sonrisa

-Ni siquiera sabe que firmó un documento donde me cede todos sus bienes y dinero al momento de casarnos

La alzó de las piernas para continuar con una segunda ronda de sexo.


Al salir del trabajo, la rubia decidió ir a colocarse un par de piercings y tatuajes.

Un tatuaje de un pentagrama en su ombligo, una calavera en llamas y de aspecto tétrico en su brazo, una muerte en el otro y un gran demonio rojo con un enorme pene adornando su espalda.

Como parte de su nueva apariencia, perforó sus pezones con piercings alusivos al símbolo ario de color negro y de cuero.

Satisfecha con su trabajo, pagó al dependiente y regresó a casa para preparar su atuendo para mañana.

Había varias alimañas que tenía que exterminar de la empresa.


Todos los empleados fueron citados al auditorio de la compañía en el mismo edificio, donde al entrar el último de los trabajadores cerraron todas las salidas y siendo custodiadas por elementos de seguridad de la empresa.

Madara se encontraba sentado de brazos cruzados y porte serio a un lado del escenario.

-Buenos días pequeñas perras-anunció la rubia quien se mostraba con su atuendo que dejaba al descubierto sus pezones, guantes y botas de cuero negro y en su parte íntima salía a relucir un enorme pene de caballo listo para castigar-parece que algunas mierdas han estado robándole a mi empresa bastantes acciones-azotó con fuerza su látigo haciendo estremecer a los presentes

-Así que hablen por las buenas o me veré obligada a ponerme muy molesta-menciona paseándose entre los empleados

Mira fijamente a cada uno con firmeza y burla, porque sabe quién era la escoria que se atrevió a ello.

Se detuvo en cierta fila colocando su mirada fijamente en una mujer de cabello rosa que estaba sumamente nerviosa y sudaba sin control.

Continuó su camino dándole un respiro a la chica, pero su tranquilidad se esfumó al sentir un amarre en su cuello que la hizo salir disparada de su lugar y caer estrepitosamente al suelo.

-Y tenemos a nuestra escoria mayor-comenzó a azotarla sin piedad alguna

Duró varios minutos golpeando cada parte de su cuerpo hasta dejarla prácticamente ensangrentada de todo el cuerpo.

-Muy bien perra, ahora dinos dónde están nuestra acciones-le rasgó la ropa dejándola totalmente desnuda

La arrastró por todo el pasillo hasta llevarla al escenario y amarrarla de un potro de madera dejando expuesta su vagina y ano.

-Y bien querida, ¿dónde están las acciones?-alineaba el enorme dildo entre sus piernas en el ano de la mujer

-E...están en una cuenta privada personal, la...la señora Mito m...me lo pidió-lloraba a mares por el dolor y la humillación pública

-Buena chica-le sonríe con maldad-lástima que aún debas recibir tu castigo

Empujó con brusquedad el dildo hasta entrar de forma profunda en el ano de la chica desgarrándolo por completo.

La pelirrosa gritó con desesperación mientras era violada salvajemente por la rubia y siendo azotada con mayor fuerza.

-Esto y peores cosas les pasará a todo aquel que intente robarme por cuenta propia o por "hacerle el favor" a alguien más-anunció seria mientras continuaba profanando a la mujer

El Uchiha observaba con tranquilidad la escena mientras tomaba su café matutino extasiado además de ver las caras horrorizadas pero curiosamente excitadas del resto de los empleados.

Entre azotes, embistes y gritos, salieron otros dos responsables del robo que terminaron siendo castigados por el mismo Madara y el resto de los empleados.

Sin duda fue una mañana bastante productiva y un día perfecto para deshacerse de una vez de la perra de Mito Uzumaki.