-Por eso mismo no quería que vinieras!-se quejó ella-eres un tonto...
-Déjame Akane, eres una malagradecida!. Vine porque todos estaban preocupados por ti en casa.
-Y eso qué?-la chica sujetó con un trozo de cinta adhesiva la improvisada venda en su mano.
-Cómo que qué?-resopló Ranma-Tampoco pienses que voy a dejarte ir por tanto tiempo como si nada.
-Ranma, salí de casa hace exactamente dos horas.-lo interrumpió Akane
-Sí, pues tu padre ya se estaba volviendo loco. Y Kasumi dijo que avisaron de una tormenta.-intentó alegar
-Y Nabiki no dijo nada?-cuestionó ella arqueando una ceja
-Claro que dijo! Me estafó 500 yenes, la muy...
Akane tomó el rostro de su esposo entre sus manos.
-Estoy tomando clases de cocina. Necesito aprender.
Ranma asintió levemente.
-Y no es como que estoy sola en un lugar desconocido, no puedes ser tan celoso.
-No estoy celoso, pero tenías que venir justo al restaurante de Picollet? Qué no sabes cómo es ese tipo de aprovechado?
-Ranma! Te recuerdo que estoy en espera de nuestro hijo-replicó ella con molestia
Ranma relajó su postura y carraspeó para darse tiempo a responder.
-Por eso, precisamente-respondió-No puedes estar cerca de tantos peligros.
-Pero... cuáles peligros, Ranma?!
-El calor de la estufa, los cuchillos, el aceite...-enumeró él-No te estoy pidiendo que no aprendas, solo que me dejes acompañarte.-sugirió abrazándola
-Eres tan molesto!-Akane se removió inconforme en sus brazos
-Pero me amas-sonrió victorioso besando su cabello
-No es cierto, te odio-se quejó ella-Bien, puedes quedarte, pero no interfieras en mi receta-Akane se liberó de su abrazo
-Me amas, lo sabes.
Su esposa puso los ojos en blanco, fingiendo molestia.
-Tú y tu ego-dijo tomándolo del brazo para volver a la cocina de Picollet.
Nada más entrar, Ranma miró amenazante al francés, quien se dedicó a engullir un pastelillo.
Todo fue un ligero descuido suyo. Solo estaba intentando llamar la atención de Akane, que estaba absorta en las indicaciones de Picollet, cuando sus celos lo hicieron golpear la plancha caliente con la mano desnuda.
Akane limpió su herida y también la vendó. Un vendaje nada bonito pero suficiente para él.
-Lo siento mucho, Picollet-la escuchó decir-Ranma se quedará para acompañarme
El francés arrugó el ceño pero no dijo nada más y el resto de la clase transcurrió en relativa calma.
-Mañana vendremos de nuevo?-preguntó animado de regreso a casa.
-Vendré yo sola, Ranma. Y no te atrevas a seguirme!
-Pero Akane, yo creí que!
-Pues creíste mal. Estaciónate aquí-señaló ella y bajó del auto para entrar a la farmacia y regresar minutos después con una bolsa que apenas la dejaba ver por dónde venía.
-Cielos, Akane, me hubieses dicho que querías comer chocolate.
-No son chocolates, bobo!-chilló ella dejando la bolsa sobre sus piernas.-Es un ungüento para las quemaduras, vendas nuevas, esto no sé qué es, pero el farmacéutico dijo que serviría-añadió concentrada buscando entre las compras.
Ranma sonrió, ella era tan torpe.
-Dame la mano, voy a cambiarte el vendaje
-Mejor dame un besito-pidió haciendo un puchero.
-Ranma-la regañó ella-Ay, no tienes remedio!-se quejó, pero aún así cumplió con la solicitud de su esposo.
-Qué? Es un privilegio mío el que me concientas.-respondió él abrazándola con fuerza
