DECLARACION:

Los personajes de Naruto no pertenecen son pertenecientes a Masashi Kishimoto.

Capitulo 9

Hinata.

El Four Seasons de Seattle es el hotel más bonito que he visto jamás. Intento caminar despacio para apreciar todos los detalles, pero Kimberly me arrastra al ascensor que hay al fondo del vestíbulo y deja atrás a Gara y al señor Namikaze.

Al poco, nos detenemos delante de una puerta.

—Ésta es tu habitación —dice—. Te veo en nuestra suite en cuanto hayas terminado de deshacer las maletas para repasar el itinerario del fin de semana, aunque estoy seguro de que ya lo has hecho. deberías cambiarte, creo que tendrías que reservar ese vestido para cuando salgamos esta noche. —Me guiña el ojo y sigue andando por el pasillo.

La diferencia entre el hotel en el que he dormido las dos últimas noches y éste es abismal. Un cuadro del vestíbulo debe de costar más que todo lo que se han gastado en decorar una habitación entera del motel. Las vistas son increibles. Seattle es una ciudad preciosa. Me imagino viviendo en ella, en un rascacielos, trabajando en Seattle Publishing, o incluso en Namikaze, ahora que van a abrir una sucursal aquí. Serie fantastica.

Cuelgo la ropa del fin de semana en el armario. Me pongo una falda lápiz negra y una camisa lila. Tengo muchas ganas de que empiece el congreso y los nervios a flor de piel. Sé que necesito divertirme un poco, pero todo esto es nuevo para mí y todavía siento el vacío del daño que Naruto me ha causado. Son las dos y media cuando llego a la suite que comparten Kimberly y el señor Namikaze. Estoy muy nervioso porque sé que tenemos que estar en la sala de congresos a las tres.

Kimberly me recibe con una sonrisa y me invita a pasar. Su suite tiene salón y sala de estar. Parece más grande que la casa de mi madre.

—Es... Caray... —digo.

El señor Namikaze se ríe y se sirve una copa de algo que parece agua.

—No está mal.

—Hemos llamado al servicio de habitaciones para poder comer algo antes de bajar. Llegará en cualquier momento —dice Kimberly, y sonrío y le doy las gracias. No me había dado cuenta del hambre que tenía hasta que la había oído hablar de comida. No probó bocado en todo el día.

—¿Lista para aburrirte hasta la saciedad? —pregunta Gara acercándose desde el salón.

—No creo que se me haga nada aburrido. —Sonrío y él se echa a reír—. De hecho, es posible que no quiera irme de aquí —añadido.

—Yo tampoco —confiesa.

—Lo mismo digo —dice Kimberly. El señor Namikaze menea la cabeza.

—Eso tiene fácil arreglo, amor. —Le acaricia la espalda con la mano y aparte la mirada ante ese gesto tan íntimo.

—Deberíamos trasladar a Seattle la central y vivir todos aquí! —Bromea Kimberly. O eso creo.

—A Smith le encantaría esta ciudad.

-¿Herrero? —pregunto, luego me acuerdo de que su hijo estaba en la boda y me sonrojo—. Su hijo. perdon

-Nothing is wrong. Sé que es un nombre poco común. —Se ríe y se apoya en Kimberly.

Debe de ser muy bonito mantener una relación llena de cariño y confianza. Envidio a Kimberly; me da vergüenza admitirlo, pero ya querría yo algo así para mí. Tiene en su vida un hombre a quien le importa de verdad y que haría cualquier cosa por hacerla feliz. Es muy afortunada. Sonrío.

—Es un nombre precioso.

Bajamos después de comer y me encuentro en una enorme sala de congresos repleta de amantes de los libros. Estoy en el cielo.

—Contactos, contactos, —contactos dice el señor Namikaze—. Se trata de hacer contactos.

Y durante tres horas me presenta prácticamente a todos los asistentes. Lo mejor es que no me presenta como a una becaria, sino que él y todos me tratan como a una adulta.

naruto

—Pero mira a quién tenemos aquí —dice Sakura, y pone los ojos en blanco cuando Orochimaru y yo entramos en el apartamento de Sasuke.

—¿Ya estás borracha y embarazada? —le concurso.

—¿Y? Son las cinco pasadas —dice con una sonrisa maliciosa. Meneo la cabeza cuando añade—: Tómate un chupito conmigo, Naruto —y agarra una botella de licor marrón y dos vasos de chupito de la encimera.

-All Right. Uno —digo, y sonríe antes de llenar los pequeños vasos.

Diez minutos después, estoy mirando la galería de imágenes de mi móvil. Ojalá le hubiera dejado a Hinna hacernos más fotos juntos. Ahora tenemos más que mirar.

Joder, me ha dado fuerte de verdad, como ha dicho Orochimaru. Creo que me estoy volviendo loco y lo peor es que me da igual con tal de que eso me ayude a volver a estar con ella.

«Yo seré feliz», dijo. Sé que yo no la he hecho feliz, pero podría hacerlo. Aunque tampoco es justo que continúe persiguiéndola. Le he arreglado el coche porque no quería que se preocupara de hacerlo ella. Me alegro de haberlo hecho porque no me habría enterado de que se iba a Seattle si no hubiera llamado a Namikaze para asegurarme de que tenía quien la llevara a trabajar.

¿Por qué no me lo dijo? Ahora esa idiota de Gara está con Hinna, cuando el que debería estar allí soy yo. Sé que le gusta y ella podría enamorarse de él. Él es justo lo que necesita y los dos son muy parecidos. No como ella y yo. Hinna podría hacerla feliz. La idea me cabrea hasta tal punto que quiero tirarlo de cabeza por la ventana...

Pero tal vez tenga que darle tiempo a Hinna y la oportunidad de ser feliz. Ayer me dejo claro que no puedo perdonarme.

—¡Sakura! —grito desde el sofá.

-¿What?

—Tráeme otro chupito.

No me hace falta mirarla, noto cómo su sonrisa victoriosa llena la habitación.

Hinata.

—¡Ha sido increíble! Muchísimas gracias por haberme traído, señor Namikaze —le suelto de un tirón a mi jefe cuando nos metemos a todos en el ascensor.

—Ha sido un placer, de verdad. Eres una de mis mejores empleadas, muy brillante a pesar de ser una becaria. Y, por el amor de Dios, llámame Minato, como ya te dije —repone con falsa indignación.

—Sí, sí, de acuerdo. Pero es que no tengo palabras, señor... Minato. Ha sido genial poder oír a todo el mundo dar su opinión sobre la edición digital, y más porque no va a parar de crecer y es tan cómodo y tan fácil para los lectores. Es tremendo, y el mercado va a seguir en expansión... —continúo con mi perorata.

—Cierto, cierto. Y esta noche hemos ayudado a que Namikaze crezca un poco más.

Imagina la de clientes nuevos que vamos a conseguir cuando hayamos terminado de optimizar nuestras operaciones.

—Ustedes dos, ¿Han acabado ya? —protesta Kimberly agarrándose del brazo de Minato—. ¡Vamos a cambiarnos ya comernos la ciudad! Es el primer fin de semana en meses que tenemos niñera —añade con un mohín juguetón. Él le sonríe.

—A sus órdenes, señora.

Me alegro de que el señor Namikaze, quiero decir, Minato, haya vuelto a encontrar la felicidad tras la muerte de su esposa. Miro a Gara, que me regala una pequeña sonrisa.

—Necesito un trago —dice Kimberly.

—Yo también —asiente Minato—. Nos vemos en el vehículo dentro de media hora. El chófer nos recogerá en la puerta. ¡Yo invito a cenar!

Vuelvo a mi habitación y enchufo las tenacillas para retocarme el peinado. Me aplico una sombra de ojos oscuros en los párpados y me miro al espejo. Se nota, pero no es excesivo. Me pongo delineador de ojos negro y un poco de colorete en las mejillas. Luego me arreglo el pelo. El vestido azul marino de esta mañana ahora me queda mucho mejor, con el maquillaje de noche y el pelo algo cardado. Cómo me gustaría que Naruto...

«No, no me gustaría. No, no y no», me repito a mí misma mientras me pongo los zapatos negros de tacón. agarro el móvil y el bolso antes de salir de la habitación para reunirme con mis amigos... ¿Son mis amigos?

I don't know. Siento que Kimberly es mi amiga y Gara es muy amable. Minato es mi jefe, así que es otra cosa. En el ascensor le envió un mensaje a Shikamaru diciéndole que lo estoy pasando muy bien en Seattle. Lo echo de menos y espero que podamos seguir siendo buenos amigos, aunque yo ya no esté con Naruto.

Al salir del ascensor veo el pelo rojo de Gara cerca de la entrada. Lleva pantalones negros de vestir y un jersey de color crema. Me recuerda un poco a Kiba.

Admiro durante un segundo lo apuesto que es antes de hacerle saber que ya estoy aquí. Cuando me ve, abre mucho los ojos y emite un sonido entre una tos y un gritito. No puedo evitar echarme a reír un poco al ver cómo se ruboriza.

—Estás... estás preciosa —dice. Sonrío y el concurso:

—Gracias. Tú tampoco estás mal. Se ruboriza un poco más.

—Gracias —musita.

Es muy extraño verlo así de tímido. Normalmente siempre es muy tranquilo, muy sereno.

—¡Ahí están! —Oigo que exclama Kimberly.

—¡Vayaya, Kim! —le digo llevándome la mano a la boca como si tuviera que contener las palabras.

Está espectacular con un vestido rojo de los que se atan al cuello que sólo le llega a la mitad del muslo. Lleva el pelo corto y rubio recogido con horquillas. Le da un aspecto sexi pero elegante a la vez.

—Me parece que nos vamos a pasar la noche espantando moscones —le dice Minato a Gara, y ambos se ríen mientras nos acompañan a la salida del hotel. Con una orden de Minato, el coche nos lleva a una marisquería muy bonita en la que tomamos el salmón y las croquetas de cangrejo más suculentos del mundo.

Minato nos cuenta unas anécdotas divertidísimas de cuando trabajaba en Nueva York. Lo pasamos muy bien, y Gara y Kimberly bromean con él. Es un hombre con sentido del humor y se ríe de todo.

Después de cenar, el coche nos lleva a un edificio de tres plantas que es todo de cristal. Por las ventanas se ven cientos de luces brillantes que iluminan cuerpos en movimiento y crean una combinación fascinante de luces y sombras en cuerpos, piernas y brazos. No dista mucho de cómo me imaginaba que era un club, sólo que es mucho más grande y hay mucha más gente.

Al salir del coche Kimberly me agarra el brazo.

—Mañana iremos a un lugar más tranquilo. Unas cuantas personas del congreso querrían venir aquí. ¡Y aquí estamos! —dice con una carcajada.

El gigantesco hombre que vigila la puerta sostiene una carpeta en la mano, y es evidente que controla el acceso al interior. La cola da la vuelta a la esquina.

—¿Vamos a tener que esperar mucho? —le pregunto a Gara.

—No —dice con una sonrisa—. El señor Namikaze nunca tiene que esperar.

No tarde en averiguar a qué se refiere. Minato le susurra algo al portero y, al instante, el gigantón retiró el cordón para dejarnos pasar. Me mareo un poco al entrar, la música está muy alta y las luces bailan en el interior, enorme y lleno de humo.

Estoy seguro de que jamás entenderé por qué a la gente le gusta pagar por tener dolor de cabeza y respirar humo artificial mientras se restriegan contra extraños.

Una mujer con un vestido muy corto nos conduce escaleras arriba, una pequeña sala con finas cortinas en lugar de paredes. En él hay dos sofás y una mesa.

—Es la zona vip, Hinna —me dice Kimberly, y miro alrededor con curiosidad.

—Ah —concurso. Sigo su ejemplo y me siento en uno de los sofás.

—¿Qué sueles beber? —me pregunta Gara.

—No suelo beber —digo.

-Me neither. Bueno, me gusta el vino, pero no soy un gran bebedor.

—Ah, no. Esta noche vas a beber, Hinna. Te hace falta —interviene Kimberly.

—Yo... No... —empezo a decir.

—Un sexo en la playa para ella y otro para mí —le dice a la mujer que nos ha acompañado.

Ella asiente, y Minato le pide una bebida que no conozco y Gara una copa de vino tinto. Nadie me ha preguntado si tengo edad de beber. A lo mejor es que parezco mayor de lo que soy, o Minato es tan famoso que no quieren contrariarlo ni molestar a sus acompañantes.

No tengo la menor idea de qué es eso de «sexo en la playa», pero prefiero no mostrar mi ignorancia. Cuando regresa, la mujer me trae un vaso de tubo con una rodaja de piña y una sombrilla rosa. Le doy las gracias y pruebo un sorbo con la pajita. Está delicioso, dulce pero con un punto amargo al tragar.

—¿Te gusta? —Pregunta Kimberly. Asiento y le doy un trago más largo.

hasta aqui el capitulo

Que les parece?