Dolor. Eso es lo que siente Bruno Madrigal justo ahora. Dolor y cansancio, una combinación devastadora para él. Sabia que sus visiones a veces le cobraban factura. No le pasaba cuando era más joven pero, con el pasar de los años, los pequeños mareos se convirtieron en jaquecas capaces de tumbarlo por completo; eso sin contar que no ha dormido como era debido.

Hoy solo fueron dos visiones, solo dos, y fue suficiente para dejarlo molido dejándolo sin ganas de hacer nada. Solo quería quedarse en su cuarto todo el día.

Sabia que debía comer una arepita de su hermana, pero también sabia que solo curaría el dolor físico pero no su males del alma. Por suerte, sus ánimos ya no se mermaban como antes; con la ayuda de su familia pudo salir poco a poco del hueco en el que se encontraba. Aunque eso no quitaba que a veces se sumergiera en la nostalgia, de vez en cuando.

Bruno pegó su frente en el marco de la puerta, apretó los dientes mientras las punzadas le recorría la sienes dándole un dolor punzante.

Unos dedos pasaron por la base de su cuello y los hombros, giró, encontrándose con Alex. Ella le tendió una taza de té, el humo acarició sus fosas nasales, es té de toronjil.

Su amiga tiene la mirada preocupada pero firme.

Su toque fue suave.

–Lo hizo Julieta y creo que te hará bien –le dijo suavemente. Antes de que pudiera negarse ella agregó:–. Lo necesitas, Bruno, por favor. Y si Julieta te ve así probablemente te de el sermón del siglo.

Con el simple hecho de nombrar a Julieta hizo que aceptara el té rápidamente. Lo último que necesitaba es que su hermana mayor se preocupara y, por ende, su hermana Pepa se entere de alguna forma y le diga a su madre; una situación que quería evitar a toda costa.

–Con cuidado, Brunito, esta caliente –advirtió –. Vayamos a tu cuarto, bebes el té tranquilo y te haré un buen masaje para relajarte, ¿si?

–No es necesario, Alex –soltó un leve quejido, solo bebería un sorbo y seria suficiente para quitar el dolor –. Con el té bastara. Muchas gracias.

–Si piensas que voy a dejarte así estás equivocado –replicó –. Sé que el don de Julieta es más que suficiente pero te veo muy estresado y creo que en verdad lo necesitas –las comisuras de sus labios se elevaron en una pequeña sonrisa traviesa –. Tengo manos mágicas, y tú te convertirías en uno de los pocos afortunados en recibir un masaje de tales manos.

Alex lo había notado cansando últimamente. Estaba leyendo tranquila cuando lo vio entrar con esa cara de haber sido agitado por un camión de basura. Supo que necesita hacer algo porque, en verdad, no se veía nada bien

Bruno ladeó una sonrisa cansada.

–Que humilde eres, señorita Corona –bromeó antes de soplar un poco y beber el té. El dolor se fue diluyendo mientras disfrutaba del sabor. Ambos empezaron a subir las escaleras hacia su cuarto, pese a que ya no estaba aislado como antes sigue siendo una torre –. ¿Quién más fue el afortunado, entonces? –preguntó, con mejor humor aunque igual sonaba cansado.

–Uhg –Alex colocó un dedo sobre su barbilla como si lo estuviera pensando –. Contigo son tres, nada más –le guiño un ojo –. Son pocos los afortunados. ¿No has dormido bien últimamente? Te noto algo cansado.

–Ya sabes que estoy viejo.

–Te creería esa excusa sino fuera por esos posos negros que tienes debajo de los ojos.

Bruno maldijo internamente porque a ella casi nada se le escapaba. A veces tiene pesadillas y no logra conciliar el sueño, así que aprovecha ese tiempo para escribir alguna novela, asaltar la cocina o simplemente ver a la nada. Alex no tiene constancia de las pesadillas porque no quería preocuparla, como ahora.

–Estoy bien –insistió. Pero ella lo recostó en la cama haciendo caso omiso a sus quejas. Aunque no opuso resistencia alguna porque una parte de él sabe que ir contra esa mirada decidida seria una batalla perdida –. Te preocupas por nada. Ya se fue el dolor y no necesito un... –no pudo continuar hablando cuando un quejido bajo salió de su boca.

Alex contuvo la sonrisa de suficiencia y el "te lo dije", al menos, por esta ocasión. Sus dedos masajeaban las sienes de Bruno con absoluta precisión pero sin ser muy bruscos ni muy suaves, el punto perfecto. El entrecejo de Bruno se relajo al igual que la tensión en su cuerpo.

–Ok. Lo admito. Si tienes dedos mágicos.

–Manos mágicas –corrigió.

–Aja. Si, eso –su semblante se ensombreció un poco –. Lamento ser una molestia para ti. Seguramente debías estar haciendo otra cosa más importante que esto. Y...

–¿Y que te hace pensar que es una molestia? –interrumpió ella, conteniéndose de darle un zape para que dejara de decir tonterías –. Eres mi amigo, eres alguien importante para mi al igual que el resto y, sin contar, claro, que vivimos en la misma casa. Bruno, te vi hecho un asco y no lo digo para insultarte ni nada, solo quiero que estés bien. Así como tu buscas que yo este bien aunque no te lo pida. Para eso son los amigos.

–Eres demasiado buena.

–Lo sé.

–Y toda una reina de la humildad –ironizó rodando los ojos, logrando que ella riera –. Ah, con que eso te divierte, ¿no? –se incorporó acercando su rostro al de ella. La detalló unos segundos antes de continuar –. ¿Sabes algo? A veces me pregunto que ocultan tus brillantes ojos o esa actitud coqueta y descarada, eres todo un enigma para mi –confesó impulsado por el sentimiento de valentía que lo acogió.

–¿Con que soy un enigma, eh?

Hace ya algún tiempo que han estado coqueteando entre si. Al principio Alex lo hacia para probar su limite y ver su reacción, pero lo que no contaba es que Bruno se atreviera a seguir el juego logrando, algunas veces, que ella sea la que se sonrojase.

Ninguno de los dos aparto la mirada. Verde contra marrón, esmeralda contra chocolate; ciertamente había una vena competitiva ahí. Bruno a veces se permitía actuar de esta forma tan relajada con ella porque se sentía lo suficientemente cómodo para ello. Pero verla ahí, ver sus ojos a través del cristal de sus lentes, la picardía y el brillo en ellos le recordó a una noche estrellada. Ciertamente algo que admiraría todo el día y no se cansaría de ello. Sorpresivamente, Alex hizo que se recostara de nuevo, siendo ella quien apartó la mirada primero y continúo con el masaje; sonrió de lado porque había ganado este pequeño juego, al menos, esta vez.

Cerro los ojos al sentirse tan relajado, ligero.

Y, sin darse cuenta, cayo en los brazos de morfeo.

Alex dejo de masajear su sienes. Sonrió al ver su rostro pacifico en el valle de los sueños. Inclinó su rostro un poco, movió uno de sus rizados mechones encanados de su frente dejando una pequeña caricia en la zona; no se atrevía a más.

Su amigo es la persona más dulce que había conocido. Con cuidado se levantó y, antes de salir, llevo su dedo a sus labios para que las mascotas de Bruno no hiciesen ruido alguno.

–Dulces sueños, mi dulce vidente –murmuro por lo bajo despidiéndose finalmente.

Más tarde, de madrugada. Alex bajaba las escaleras con sumo cuidado hacía la cocina. No había dormido bien o mejor dicho no había dormido en lo absoluto. Estuvo removiendose en la cama desde hace rato, cerraba los ojos, intentado dormir, pero el mismo sueño se reproducía otra vez como si le hubieran dado pausa; como a una mala película que sí o sí debes terminar de ver.

Al servirse un vaso con leche y un poco de cacao caliente, se sentó, soplando su preciada bebida para luego darle un sorbo.

Suspiró, esta delicioso.

La presencia de una sombra la alertó.

Apretó el vaso cono una mano, lista para lanzarselo al intruso.

–¡Soy yo, soy yo! –Bruno exclamó bajito con las manos en alto.

Alex dejó el vaso en la mesa, la vela a su lado chispeo, su mano viajó a su pecho para calmar su corazón. Al verlo bien y cerciorarse de que es Bruno masculló una maldición por lo bajo.

– ¡Pude haberte dado otro coñazo! ¿Cuántas veces debo decirte que no te me aparezcas así en las noches? –Bruno solo atino a sonreír pero logró una mueca de disculpa. Alex frunció el ceño, mientras volvía a sentarse –. Eres demasiado sigiloso. Con razón nadie notó tu presencia en esos diez años.

–Sino digo nada me hubieras dado en la cabeza como aquella vez, con la sarten, si mal no recuerdo.

–Pensé que eras un ladrón –se excusa.

–Claro –coloca sus codos sobre la mesa, apoya do su barbilla en las palmas de sus manos, chasqueó la lengua –. Un ladrón que misteriosamente logró entrar a una casa mágica que está viva, por cierto, y por si fuera poco, con gente con dones capaces de defenderse.

Alex apretó los labios mientras sentían las mejillas calientes. Tiene razón, nadie con dos dedos de frente se atrevería a robar a la familia Madrigal, a menos claro, que seas un loco o un temerario.
Una línea demasiado delgada.

–Ya me disculpe por eso. Te dije que no volvería a pasar.

– ¿Y el vaso?

–Precaución.

Los ojos de Bruno brillaron, divertidos. La comisura de sus labios se elevaron en una pequeña sonrisa antes d educar una taza de café y ver si Julieta o Alez dejaron sobras.

–Si buscas las galletas que hice esta tarde no las encontrarás. Me las acabe hace rato –le hizo saber, volviendo a beber tranquilamente.

–Por suerte, quedó algo del pan de Julieta –le dijo sentándose frente a ella con un pan y una de café en la mano. Alex frunció el ceño al ver la bebida humeante –. Oh, quita esa cara. Sé que no volveré a dormir en lo que queda de la noche.

– ¿Algo en particular que no te permite dormir? –preguntó.

–Podría hacerte la misma pregunta –Bruno rebatió.

–Touche.

Ambos quedaron envueltos en un silencio sepulcral, pero, lo curioso es que no es para nada incómodo. Alex intuía que algo le pasaba pero claramente no iba presionarlo para que se lo contase y, ciertamente, Bruno también debe intuir algo pero tampoco la presiona, cosa que agradecía.

Tampoco es la primera noche en la que ambos se desvelan. Ya sea por diferentes motivos ambos de igual modo se hacen compañía.

Los dedos de Bruno estaban jugueteando con el pocillo, la miraba y luego la apartaba cuando ella lo atrapada viéndola, estaba nervioso.

– ¿Porque tan nervioso, Brunito? ¿Algo que quieras comentar? –Su voz se oía juguetona, pícara, peor con un dejo de dulzura.

–Gracias.

Eso la había tomado desprevenida. Se atragantó con su propia saliva y Bruno se posicionó rápidamente a su lado. Se agacho al lado de ella silla y comenzó palmear suavemente su espalda, ayudándola a aliviarse.

–Y gracias, ¿porque? –logró articular una vez recuperada.

–Yo... bueno... por todo, creo –balbuceó. Ella se quedó en silencio esperando que continuara, suspiró –. Solo quiero decirte que eres una gran amiga, una buena persona, y gracias por no juzgarme por mi don –iba a decir algo peor calló por el temor a revelarle que para él no es más que solo una amiga.

–No tienes que decirlo –apretó su mano –. ¿Sabes algo? Yo también debería agradecerte por tenerme paciencia y mucha paciencia. Por aguantar mis locuras. Y, desde luego, por perdonarme al darte con una sartén en la cabeza –dio un toquecito en su frente –; cosa ya debería ser un asunto cerrado.

–Oh, pero ver tu cara aliviada luego de tremendo susto es una imagen que, ciertamente, no olvidaré en un largo tiempo –bromeó. Alex golpeó su hombro suavemente en protesta logrando sacarle una risa al vidente –. Ok, ok, asunto cerrado.

–Más te vale –amenazó.

Ambos sonrieron y sus manos no se soltaron en ningún momento.

Bruno bajó la mirada y notó sus manos unidas. La soltó rápidamente mientras sus mejillas se sonrojaron, carraspeó:

–Quizás ya es hora de volver a nuestros cuartos. Ya sabes, para intentar dormir.

–Tú, no dormirás luego de beber tremenda taza de café. Yo –rodó los ojos –, por otra parte, dudo poder conciliar el sueño.

–¿Algún problema? –su rostro cambió a una mueca preocupada.

Alex se encogió de hombros.

–Digamos que mis pensamientos no me dejan dormir, no te preocupes –simplificó.

– ¿Quieres otra taza de cacao caliente con leche? Se cuánto te gusta –ofreció.

–Me estás mal acostumbrado, Brunito.

El vidente sonrió, incorporándose. Yendo a preparar la bebida favorita de su querida amiga.

–No escuche un no –dijo.

"Siempre tan dulce y atento. Hasta se ve lindo sin la ruana", pensó Alex colocando ambas palmas en sus mejillas seguramente sonrojadas.

Nota: Este es un pequeño corto de como Alex empezó a darle masajes a Bruno. Unos momentos clave en su interacción que los volvió más íntimos, ¿qué les pareció?