Duelo por los vivos
Por Nochedeinvierno13
Disclaimer: Todo el universo de Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling.
Esta historia participa en el Drabblectober de "[Multifandom] Casa de Blanco y Negro 3.0" del Foro "Alas Negras, Palabras Negras".
Prompt: Placer.
Diciembre, 1997. Londres.
«¿Cuánto podía cambiar la vida en un año y medio?» se preguntó Percy Weasley mientras bebía una cerveza directamente de la botella.
Él era la prueba viviente de ello.
La guerra que estaba gobernando al mundo mágico lo había obligado a escoger un bando. Lo único que tenía era su puesto como Asistente Junior del ministro. No iba a renunciar solamente porque sus padres se lo pedían.
«Hay infiltrados en el Ministerio. El mundo ya no es un lugar seguro», le dijo su madre.
«No quiero hablar más de esto», respondió Percy.
Poco después abandonó la Madriguera con sus escasas pertenencias.
Estaba instalado en un pequeño apartamento en Chelsea, muy cerca del Támesis. Prefería mantenerse en la parte muggle, donde podía hechizar al arrendador para que creyera que ya había pagado seis meses adelantados, antes que en el mundo mágico donde el precio de los alquileres se había disparado por el conflicto.
Aunque él había hecho su elección, debía reconocer que las políticas del Ministerio eran menos tolerantes con los impuros. Obligaba a declarar el origen de la magia y pagaban buenas recompensas por los indeseados.
Penny, por ejemplo, ya no trabajaba más en el Departamento de Ley Mágica. No sabía qué era de su vida. Lo más probable era que estuviera viviendo con su padre y hermana en su casa de toda la vida.
Oliver, por otro lado, estaba radicado en Francia, ajeno a todo lo que acontecía en Inglaterra. A veces hacía una escapada a la isla. Visitaba a sus padres —que seguían arraigados en Cotswolds— y a Percy.
El sexo durante sus visitas era apremiante, necesitado. Terminaban los dos exhaustos por el placer compartido, jurándose mutuamente que no existía nadie más en sus vidas.
En su última visita, antes de Navidad, Oliver no le preguntó sobre su nueva residencia o sobre su familia. No se le hizo raro que Percy estuviera allí solo cuando él mismo lo veía viviendo eternamente en la habitación de su infancia, con los cuidados de su madre.
«¿Has visto a Penélope? —le preguntó. Decía quererla, pero nunca se hacía tiempo para ir a verla—. Antes me escribía todos los días, pero ahora está muy silenciosa.»
«—La vi el mes pasado —le mintió. Apenas podía con su vida, con sus decisiones, ¿cómo iba a poder ayudar a alguien más?—. Está bien.»
Luego, Percy se sentó a horcadas sobre su regazo y comenzó a marcar el ritmo de los besos, de las caricias, de las embestidas. Mientras los dedos de Oliver se clavaron en sus caderas, dejando huellas rosáceas, no pensó en ningún momento en la carta que había recibido días atrás, donde la pulcra caligrafía de Penny rogaba por auxilio.
«Necesito ayuda. Se trata de mi hermana. Por favor, Percy. Ayúdame.»
Sabía que las mentiras tenían patas cortas, que era cuestión de tiempo para que Oliver se enterara de su engaño. Y sabía que, cuando lo supiera, ya no habría vuelta atrás.
