Duelo por los vivos

Por Nochedeinvierno13


Disclaimer: Todo el universo de Harry Potter es propiedad de J. K. Rowling.

Esta historia participa en el Drabblectober de "[Multifandom] Casa de Blanco y Negro 3.0" del Foro "Alas Negras, Palabras Negras".

Prompt: Amor.


Mayo, 2000. Piccadilly Circus.

Se encontraban caminando por Piccadilly Circus.

La intersección de las avenidas bullía de actividad. Los peatones miraban los escaparates, hacían llamadas en sus teléfonos celulares y se ubicaban en perfectas filas para cruzar de lado a lado.

El aire era cálido, suave como una caricia.

A Percy Weasley no le gustaba tanto el mundo muggle —sobre todo, luego de ocupar el apartamento en Chelsea en los tiempos que estuvo peleado en su familia—, pero agradeció el bullicio y los colores en lugar de la superficialidad del Ministerio de Magia.

—Quizás te resulte un poco extraño —dijo Oliver—. Después de todo, creo que no terminamos muy bien.

Percy sonrió levemente.

—Terminamos bien —aseguró—. Queríamos cosas diferentes. Tú querías dedicarte al quidditch y yo no sabía qué hacer con mi vida —mintió de forma natural.

Oliver asintió.

—Entonces no es extraño que quiera invitarte un café.

No podían ir a un bar porque ninguno de los dos bebía —Percy lo había dejado después de volver a la Madriguera y Oliver por ser un jugador profesional al cual le hacían pruebas en todos los partidos—, por eso acordaron ir a una cafetería.

Al principio, había tenido miedo de que Oliver pudiera recordar, de que su hechizo no hubiera sido lo suficientemente bueno para mantenerse infalible a pesar de los años; al ver que Oliver había conseguido un lugar en el Puddlemere United —el equipo de sus sueños desde que conocía el quidditch—, supo que era lo correcto.

Oliver no podía vivir con lo que habían hecho. Lo vio en su mirada luego de que se alejaran de aquel bar de mala muerte, el cual Andrew solía frecuentar, con el cuerpo del muchacho a sus espaldas. Inerte, sin vida, callado para siempre. Fue en ese instante que toda la determinación se tornó en confusión y asco.

«¿Qué hemos hecho, Percy? —Le preguntó. Las manos le temblaban—. Nos hemos convertido en asesinos. —Miró hacia atrás dubitativo, hizo el amague de volver—. Podríamos curarlo con magia.»

Percy se negó a hacerlo. Desmayó a Oliver y, con paciencia, hurgó en sus recuerdos. Quitó los malos, suplantó los acontecimientos de esa noche de marzo —y de todo lo que había sucedido desde la última tarde en la Madriguera, antes que se fuera del país— y le hizo creer que habían terminado en buenos términos.

Percy podía vivir con la culpa a cuestas; Oliver, en cambio, solo tenía amor para dar.

De repente, Oliver interrumpió la marcha y lo acorraló contra el escaparate de una tienda de ropa.

—¿Qué sucede?

Tenía los ojos avellanas clavos en él.

—Siento como tú sabes algo que yo no.

Percy le tiró del cuello de la camiseta, acercándolo hacia su cuerpo. El aliento cálido le rozó la mejilla y Percy entreabrió los labios.

Quería besarlo.

Quería que lo besara.

—Bien —aceptó—. Te diré la verdad: no llegaremos a tomar ese café.

Oliver le sonrió con complicidad; juntos buscaron un lugar más íntimo.

¿Acaso estaba mal anhelar un nuevo comienzo?