Draco no se molestó en volver a la mansión, su ansiedad por ver a Harry era demasiada.

¿Qué pasaba si lo había herido?

¿Qué pasaba si lo había herido más allá de lo recuperable?

Theo también estaba allí cuando se Apareció afuera de la base, ambos cubiertos de sangre, sudor y cenizas. Theo se abrazaba a sí mismo mirando al frente, y Draco quería abrazarlo a él por lo frágil que se veía... pero apenas estaba manteniéndose de pie por sí mismo. Draco no quería correr el riesgo de quebrarlos a los dos.

—Está muerta —fue lo primero y único que dijo Theo, antes de que el portón se abriera.

Por al menos durante medio minuto, su mundo pareció detenerse. La frase carecía de sentido en su cabeza.

Draco sintió el aliento estancarse en algún lugar de su boca, y se giró a Theo, quien estaba tan serio como siempre. Sin embargo, aquello no se veía natural. Se asemejaba demasiado al Theo de luego de la explosión en el Valle de Godric. El que fue después de la muerte de sus padres. Una máscara. Estaban hechos de máscaras.

—¿Qué? —preguntó Draco con el terror subiendo por su sangre mientras lo seguía por el laberinto—. ¿Quién?

¿Quién? ¿A quién perdimos ahora?

Theo no contestó, y Draco tuvo- tuvo que unir las piezas solo.

No le costó demasiado llegar a una respuesta.

El Ministerio había caído, todos los que quedaron allí murieron. Theo estaba afectado, tiritando, y Draco no imaginó el quiebre de su voz. Está muerta.

Dos palabras que Draco había escuchado más de lo que quería.

Y sólo podían referirse a una persona.

Pansy estaba muerta.

Nadie fue a rescatarla, él no fue a rescatarla de la forma que prometió hacerlo. Pansy estaba en los calabozos, y todo el puto edificio tuvo que haberle caído encima. Pansy estaba muerta, y Blaise también, y Draco no podía hacer nada al respecto. Tal vez ella lo esperó, tal vez gritó el nombre de Draco, y él... él ni siquiera pensó en ella.

Pansy estaba muerta.

Y yo prometí salvarla.

Draco casi corrió los últimos pasos del laberinto, con la urgencia de encontrar a Harry picando bajo su piel. Harry probablemente no sabría qué hacer, probablemente estaría desgastado y miserable como después de cada batalla, pero serían miserables juntos y Draco lo necesitaba en ese momento como necesitaba respirar.

Pero en el inicio del laberinto no había nadie más que Luna Lovegood.

—Estás viva —oyó, y pronto Theo la estaba estrujando en sus brazos.

—Theo.

Draco les dio una rápida mirada y siguió su camino con el resto. Harry había abierto la puerta, por lo que debía estar ahí, debía estar ahí en alguna parte, seguramente desgastándose ayudando, pero allí, detrás de esas paredes y a salvo.

Respira.

Draco ignoró las miradas de desconcierto mientras avanzaba por la mansión e iba de puerta en puerta, mirando a través de ellas y buscando a Harry exhaustivamente. Tenía que estar allí, tenía que estarlo.

Respira.

Creyó haberlo visto, aunque sólo lo confundió con un chico con lentes. Con cada segundo que pasaba, el corazón de Draco llegaba más arriba en su garganta, y la desesperación hacía que quisiera tirarse el pelo o arañarse la cara. Que Harry no estuviera allí ni siquiera había sido una opción. Debía estarlo. Debía estarlo, y debía estar bien. Harry le había prometido, le había dicho que su vida le pertenecía, y Draco no estaba listo para perderlo ahora. Ni nunca. No cuando lo último que había hecho- lo último que le había dicho-

Respira.

—Granger —Draco llamó sin aliento a la mujer en la subida de la escalera—. ¿Dónde está?

Ella, increíblemente, pareció entenderlo sólo con esa indicación. Sus ojos cafés lo recorrieron de arriba a abajo, como si buscara una señal o algo mínimo para desconfiar y mandarlo a la mierda. Draco estaba demasiado preocupado para que le importara.

—Aún no ha llegado —fue su respuesta, e incluso la persona más densa habría captado el miedo en su voz.

Su pecho se apretó tan fuerte, que Draco apenas podía pensar.

Mierda.

Draco siguió su camino hacia arriba sin preocuparle que Granger lo llamara o le dijera que no podía ir allí. Le daba igual. Rasguñaba el inicio de su cuello, tratando de tranquilizarse. No había pasado nada, no aún, Harry todavía podía volver. Lo más seguro es que se hubiera quedado ayudando a toda esa gente que le costó escapar, como el imbécil altruista que era. Draco necesitaba convencerse de eso, porque la idea de que su cadáver estuviera tendido bajo toneladas de cemento era una idea que lo iba a enloquecer.

¿Qué harías entonces?

¿Cómo recuperarías su cuerpo?

¿A él sí le harías un funeral?

Draco ignoró la mirada asustada de la mayoría, o la inquisidora de los que ya sabían quién era y qué hacía allí. Sus pasos lo llevaron hasta los últimos pisos, sin rendirse, pensando que quizás Granger estaba equivocada y Harry había llegado sin verla.

¿Y si Voldemort lo tiene?

¿Qué pasa si lo capturó mientras nadie veía?

¿Qué pasa si vuelve a matarlo en frente de todos?

¿Dirías algo entonces?

Draco sentía que se estaba poniendo enfermo con cada segundo. Sus respiraciones eran aceleradas, y el sólo pensamiento de perderlo era- era terrible. Jodidamente aterrorizador. Como pensar que el sol nunca volvería a salir por el horizonte.

Perdiste a Pansy hoy. ¿No crees que sería adecuado perderlos a los dos en la misma noche?

¿Perderlo todo?

Draco llegó a una habitación en el quinto piso –que estaba en su mayoría vacío– y entró a ella sin dudar. No se molestó en cerrar la puerta, simplemente avanzó en grandes zancadas hasta una ventana al otro extremo y comprobó que desde ese lugar se podía ver hacia abajo, hacia el patio y fuera de la base, donde un montón de gente se acumulaba ansiosa para entrar.

Y Harry no estaba allí.

Draco no había sentido esto antes, nunca había repetido con tanta fuerza una petición como en ese momento. No mueras. No mueras. No mueras. Mantente vivo. Esperaba que Harry lo recordara, que intentara llegar a él, porque de no ser así, Draco no sabía qué carajos haría. Draco no sabía cómo seguiría viviendo.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Draco se giró en su lugar, con la indiferencia puesta en su cara. Su respiración continuaba acelerada.

—Eveline —dijo, manteniendo la sorpresa fuera de su voz—. ¿Qué estás haciendo tú aquí?

—Paseaba.

La muchacha entró al cuarto y se asomó hacia afuera. Sus ojos escanearon la multitud.

—No es muy práctico que sólo el de lentes pueda abrir, ¿no?

Draco casi soltó una risa histérica.

—Su nombre es Harry Potter.

—¿Lo es? —Sonaba desinteresada—. Madre dice que él fue vencido.

—Era mentira.

—Mmm... No se ve como el Harry Potter del que todos hablaban.

Draco no sabía qué quería decir con eso, pero no le importaba. No quería saberlo. Quería que Harry volviera y Draco pudiera contarle esas cosas que no le había dicho, antes de que fuera demasiado tarde.

—Eres más amable de lo que pensaba.

Draco no la miró cuando respondió.

—No lo soy.

—Entonces he conocido tu buen lado.

Los ojos de Draco escanearon la multitud obsesivamente. Una y otra vez. Había pasado una media hora y Harry no llegaba. No llegaba. Tenía que hacerlo-

Porque si no lo hacía, Draco no estaba seguro de... de nada. La seguridad se desvanecía bajo sus pies como un piso de azúcar. En su día a día no tenía muy claro adónde iba, pero al menos sabía que Harry estaba allí. Si Harry moría, ¿qué quedaba? No sólo para él. ¿Qué quedaba para el mundo? La oscuridad devoraría la tierra, el mar, el cielo. Ya nada sería posible.

Draco necesitaba verlo. Lo necesitaba.

No mueras. No mueras. No mueras. No mueras. No-

Joder, sí.

Draco nunca se había sentido más agradecido en la puta vida.

No miró a Eveline cuando salió, no miró a nadie. Draco bajó escaleras de a dos, corrió hasta llegar al patio, notando a la gente nueva ingresar. Tenía que llegar a él.

Tenía que tocarlo.

Tenía que asegurarse de que no lo había imaginado todo el tiempo. Desde el inicio.

•••

Harry se llevó a la gente que podía salvar.

Se llevó a los heridos, a los inconscientes, trató de reunir a todos y luego los Apareció; volvió un par de veces al Ministerio para traer a todos a la base. Estaba exhausto y demolido porque la gente lo botó y lo pisó, aunque creía que había valido la pena. Apenas sentía sus pies cuando entró al laberinto acompañado de toda esa gente, y menos recordaba el momento en el que volvió a cerrar los portones de la mansión una última vez.

En el jardín estaba Kingsley recibiendo a los heridos, dando indicaciones. Kreacher casi lloraba por saber que estaba vivo. Hagrid, con su águila en el hombro, miraba todo pensativamente, y Hermione y Ron ya estaban entre sus brazos, ambos besando sus mejillas y agradeciendo de verlo bien.

Sin embargo, lo único que Harry podía procesar era a Draco parado en la puerta; su cabello brillaba bajo la luz y tenía una expresión totalmente expuesta y avasalladora.

Mientras Draco caminaba hacia él con rapidez, Harry recordó el Ministerio. Las cosas que había dicho, las cosas que hizo, y cómo Harry se tuvo que recordarse a sí mismo que ese era- era Draco Malfoy, era la persona que tanto le importaba..

Ron y Hermione lo soltaron, y Draco se paró enfrente, sin parecer percatarse del resto. Se miraron el uno al otro, y Harry escuchó el suspiro de alivio que soltó.

Entonces, y de pronto, Draco tomó la cara de Harry y estampó los labios contra los suyos en un beso desesperado y brusco, como cada que compartían.

Lo besaba como si fuera a perderlo.

Se sentía como un momento de alivio en todo lo que estaba sucediendo, una pausa, un refresco. Harry lo tomó de la cintura y lo acercó hasta él, dejándose llevar por la forma en que parecían encajar.

—Creí que habías muerto —susurró Draco temblorosamente sobre sus labios, sólo para que Harry escuchara.

Él cerró los ojos, sintiendo el peso de los que habían sido heridos, las nuevas bajas. Dejó que se disolvieran. Dejó que cada caricia que Draco depositaba en él, cada respiración frenética y asustada, se llevaran la culpa.

Por primera vez, Harry agradecía volver vivo.

Nunca te voy a dejar, ¿me entiendes? —murmuró Harry en respuesta, apoyando su frente en la de él—. Mi vida es tuya.

Draco soltó una risa débil mezclada con un sollozo. Abrazó a Harry con más fuerza, como si no pudiera creer que estaba allí. Era extraño que se mostrara abierto en público, Draco era una persona extremadamente reservada. Que estuviera al borde de las lágrimas en medio del patio, sólo le hablaba del miedo que había sentido de perder a Harry.

Hizo que su corazón se estrujara.

—Estás vivo —dijo, haciendo que Harry se preguntara por qué sonaba así, como si hubiese pasado algo terrible—. Estás bien. Estás bien. No puedes morir.

Harry se alejó para así poder mirarlo a los ojos. Entrelazó sus dedos, y Draco levantó la mano y la dejó descansando en su mejilla. Harry dobló el cuello, besando su palma. Se sentía mucho más calmado ahí, con él. Siempre con él. El vacío, la rabia, la tristeza... todo desaparecía cuando miraba sus ojos grises. Sin Draco nada tenía sentido.

—Tus deseos son órdenes.

Draco suspiró una vez más, antes de envolverlo entre sus brazos nuevamente. Fuerte. Harry se dejó llevar.

Sentirlo así era como si, de un momento a otro, le prestara su espalda para cargar el peso que Harry siempre llevaba en sus hombros. Era como hacerle olvidar que allá afuera se gestaba una guerra. Era encontrar un refugio, porque sólo eran... Draco y Harry. No el Elegido, no el Mortífago, no la Muerte Negra, o Astaroth.

Sólo eran Draco y Harry, y con eso bastaba.

Pero entonces se separaron, Draco dio un paso atrás y Harry volvió a ser consciente del mundo a su alrededor: Kreacher evitando su mirada. La cara completamente shockeada de Hagrid a un lado, Kingsley con una expresión indescriptible en el rostro, y Ron y Hermione viéndolos con ojos desorbitados.

Bien.

Mierda.

—Hermi-

No pudo terminar. Harry vio el gesto de Hermione llenarse de furia, –una furia que no había visto dirigida hacia él en décadas–, mientras se daba media vuelta y prácticamente corría de vuelta a la mansión echando humo. Ron los miró a ambos un segundo antes de negar, como si estuviera decepcionado de Harry, e ir tras ella. Harry sintió algo frío depositarse en su pecho y este se contrajo. A lo lejos oía los gritos inteligibles de Hermione hacia Ron.

Debería ir tras ellos.

Pero no lo hizo.

Kingsley hizo una pequeña reverencia y se alejó, creyendo que era mejor dejarlos solos. Kreacher lo imitó con un crack. Hagrid tropezó con sus propios pies a medida que se iba de vuelta al invernadero, murmurando para sí mismo.

Y Harry los miró irse, sintiéndose medianamente irritado porque no debía explicaciones a nadie sobre quién le importaba o no. Y al mismo tiempo, algo desesperado por pensar que acababa de perderlos. Ninguna de las alternativas le parecía justa.

De todas formas, cuando volteó a observar a Draco, descubrió que no podía llamar a lo de ellos un error.

—Se iban a enterar en algún momento —dijo tratando de restarle importancia.

Draco dio un paso atrás.

—Mierda.

—Da igual —Harry dijo, levantando la mano y atrapando su muñeca para evitar que fuera más lejos. Él negaba—. Hey, hey. Da igual. ¿Qué pasó?

Harry preguntaba, porque ahora era demasiado obvio que algo había sucedido. Draco estaba agitado, había actuado por impulso y eso no sucedía a menos que se estuviera dando una situación límite. Era compuesto y frío y distante, y a veces Harry no sabía cómo llegar hasta él. Pero en ese momento la máscara de hielo tenía fracturas, pequeñas grietas que le dejaban ver que algo había sucedido.

Y no se equivocaba.

—Pansy está muerta —soltó Draco con voz imprudente y distante.

Harry dejó salir una larga respiración, dejando que la oración resonara en su mente.

Pansy Parkinson no significaba nada para él, excepto que era importante para Draco y eso hacía que Harry se preocupara por ella. Nunca la mencionaba, Draco no mencionaba muchas cosas, sin embargo, Harry había juntado las piezas y sabía que Parkinson le importaba. Seguramente había estado atrapada en los calabozos cuando el Ministerio se derrumbó, y Draco no pudo sacarla.

Mirando su cara pálida, no tenía idea si Draco estaba lo suficientemente afectado para quebrarse, o si se estaba conteniendo hasta que un día ya no pudiera más. Harry estaba asustado de descubrirlo.

—¿Cómo te sientes? —decidió preguntar, a falta de palabras.

Draco se quedó muy quieto y respiró varias veces, lento, inhalando por la nariz y soltando por la boca. Harry tenía un nudo en su interior. Lo tiró más cerca.

—No lo sé —respondió con voz fría y nivelada—. Me di cuenta de que lo había estado esperando.

Harry no podía creerlo. Draco solía ser indiferente con el resto, pero no con la gente que le importaba, no en ese sentido al menos. Si Theo hubiera muerto no estaría así, ¿y casi no había matado a Goyle a golpes el día que Pansy fue apresada?, ¿pero aún así quería vivo a Gregory? ¿Qué tanto se estaba conteniendo para no derrumbarse, porque simplemente no podía hacerlo? Ambos habían aprendido que los momentos de fragilidad sólo podían ser factibles de vez en cuando. Draco no podía dejar que esto lo devorara, ya tenía suficiente con lo que sucedió con su madre y con su padre. Harry lo entendía.

Le preocupaba, de todas formas.

—Es otra de las cosas que fueron mi culpa, ¿sabes? —continuó Draco, con los ojos fijos más allá de donde se encontraban—. Creo que lo que verdaderamente me jode es que creí que a ella sí podría haberla rescatado.

Un vívido recuerdo de Pansy Parkinson y Draco Malfoy riendo a los catorce años apareció en la mente de Harry.

¿Cómo esos niños habían acabado allí?

Harry no sabía qué responder a las palabras de Draco. Debería decirle que no era su culpa, porque por supuesto que no lo era. Y tampoco era trabajo de Draco rescatarla. Pero no podía hacer nada de eso porque sabía que no sería ningún consuelo, al contrario, quizás le haría peor. Quizás Harry terminaría por fragmentarlo.

—Lo siento —murmuró.

—No lo hagas. No creo que sea la última persona en morir.

Sus ojos contaban otra historia.

Harry soltó un suspiro y finalmente cerró el espacio entre ambos. El cuerpo de Draco se encontraba rígido bajo el suyo, aunque el lío que Harry tenía en su interior fue disipándose al sentirlo cerca. Draco solía tener ese efecto.

—Aún así lo siento.

Draco suspiró temblorosamente; parecía querer volver a estar en control. Harry odiaba que tuviera que hacerlo. Su mano se deslizó hasta el cabello ajeno y la reposó allí, esperando a que su respiración se calmara.

—Tú estás bien —Draco susurró—. Tú estás bien, estás conmigo.

Harry podía oír las notas aterrorizadas en su voz, como si el único consuelo real era que estuvieran allí después de todo.

Bueno, planeaba que fuera así por un largo tiempo.

—Sí.

Se mantuvieron en silencio. Draco metió las manos bajo su camiseta y las pasó por su espalda. Estaban frías- siempre estaban frías. A Harry le gustaban, eran de ese tipo de frío que solía quemar. Harry quería quedarse entre ellas cuanto pudiera.

Pero entonces, los dedos de Draco pasaron a rozar la herida de su costado y el hechizo se rompió. Draco se separó rápidamente de él y miró la punta de su mano, temblando. Estaba embarrado de sangre.

—No es nada —se apresuró en decir Harry, pero la mente de Draco estaba trabajando demasiado rápido, uniendo cabos.

Era demasiado tarde.

—Joder, pude hacerte algo —dijo, respirando agitadamente—. Pude-

—Pero no lo hiciste —Harry sacó su varita y cerró el corte de nuevo, moviéndose para que lo notara—. ¿Ves? No lo hiciste.

—Pero quería —Draco insistió, y Harry deseó volver a segundos atrás, donde todo había sido calmado y pacífico, incluso con el enojo de sus amigos y la sombra del duelo—. Quería hacerte daño. Quería poder herirte lo suficiente como para no matarte pero para que no te recuperaras.

Fue la sinceridad en las palabras lo que lo dañó, aunque trató de no demostrarlo. Draco no lo miraba, por lo que era más fácil fingir, pero dolía saber que el Draco que no lo recordaba lo odiaba tanto. No tenía idea por qué, era algo obvio, era un hecho y Harry no podía ser hipócrita y decir que no lo había odiado también en su momento, pero tener frente a sus ojos una y otra vez el recordatorio de eso... ardía.

Draco le había dicho que no quería que muriera. Que nunca había querido que muriera. Y mientras peleaban...

Espero ser yo quien te mate.

—Lo siento. Lo siento.

—Estoy bien —le aseguró Harry con su garganta cerrada.

—Si algo te hubiera pasado-

—Nada pasó, estoy aquí, ¿ves? Nada pasó.

Mierda.

Y Harry lo atrajo para poder besarlo; no había otra forma de arreglar esa situación. Dolía. Un Draco que no lo recordaba siempre dolía.

Sus besos podían arreglarlo.

O pretender que lo arreglaban.

Harry no recordaba haber sido besado nunca como Draco lo besaba: suave, rudo y desesperado, todo al mismo tiempo. Eran los besos de alguien que sabía que podían ser los últimos, aunque fuera una verdad que ambos decidieran ignorar. Eran los besos de alguien que no sabía cómo pedir disculpas o aceptar la absolución.

Draco apoyó la frente en la suya, y aquel momentáneo duelo apareció otra vez entre ambos; ahora con más fuerza. La realidad los había alcanzado y cada uno debía enfrentar las consecuencias de lo ocurrido. De todo lo ocurrido.

—Tengo que irme —dijo Draco.

Su corazón cayó.

—No...

—Lo siento. —El tono de la voz de Draco sonaba suave, lo más suave que se oye alguien que acaba de perder a un ser amado—. El Señor Tenebroso probablemente nos reunirá en cualquier momento. Tengo que estar en la mansión. Tengo que irme.

Harry pensó en lo furioso que debía estar Voldemort por perder su preciado Ministerio, y sus entrañas se revolvieron. Las imágenes de Draco bajo un Crucio volaron a su cabeza de inmediato, la certeza de que no iba a estar a salvo.

Una parte de sí se arrepintió de haber tumbado el edificio.

—No te vayas por favor.

—Harry, no puedo quedarme.

—Te hará daño. —Su voz era prácticamente un gruñido, y Draco lo miraba sorprendido, como si no entendiera el desespero en él. Harry sólo pensaba en lo que podían hacerle una vez que lo perdiera de vista—. Te dañará más, y yo no podré hacer nada. Quédate aquí. A la mierda el espionaje. Por favor, no te vayas.

Draco volvió a su expresión neutral.

—No me matará.

—Hay peores cosas. Por favor, quédate conmigo.

Incluso bajo la neutralidad, Harry podía sentir el debate mental de Draco. Esperaba que viera su angustia. Voldemort le pondría las manos encima, Harry lo sabía y parecía un castigo mirarlo marcharse sabiendo dónde se dirigía...

—Volveré a ti —Draco prometió, poniendo las manos en sus mejillas. Por unos instantes, lució suave. Draco nunca lucía suave—. Puedo prometerte eso. No dejaré que me impidan volver a verte.

—Draco, no-

—Harry. Por favor, no me lo pidas de nuevo. —Draco respiraba encima suyo, y sonaba estrangulado también, aquellas palabras le estaban costando—. Por favor, o lo haré. Sabes que lo haré. Haré lo que sea por ti. Piensa con la cabeza fría. Acaban de matar a Pansy —el nombre en su boca era como una astilla—, han matado tanta gente. No podemos detenernos ahora. Por favor.

Harry cerró los ojos, recordando la última vez que se vieron. Lo que me pidas, te lo daré. Esas habían sido las palabras de Draco, y no es como si Harry las hubiera creído, pero ahora podía ver que lo decía en serio. Draco lo miraba a los ojos y le decía que Harry desistiera, por él.

Sin embargo, si pensaba en lo que Draco tendría que afrontar, si pensaba en las cicatrices de su torso...

—Por favor —repitió Draco.

—No sé cuándo te veré de nuevo.

—Pronto —le aseguró, y sonaba demasiado seguro para su gusto—. Estaremos bien.

Harry no le creía, no mientras estuviera lejos. Si hubiera algo que hacer, Harry lo haría; si estuviera en sus manos, Harry haría lo que fuera para que se quedara y estuviera allí con él, donde pudiera asegurarse de que nada le pasaría.

Pero sabía que esto no era algo de lo que podía protegerlo.

—Puedo cuidarme —le aseguró Draco, al sentir lo reacio que Harry estaba de dejarlo ir.

Él se separó para así poder mirarlo a los ojos. Grises, brillantes.

Suyos.

—No hagas nada estúpido.

—No lo haré.

Harry quería decirle más, dos palabras que quemaban en su garganta, y que se suponía que significaban algo... pero no podía, no sabía cómo; nunca se las había dicho a alguien antes y no estaba seguro de que supiera realmente qué significaban. No así de rápido, no así de abrupto. ¿Se suponía que el amor era temer por alguien, desesperarte por no tenerlo cerca, por no poder pensar en un mundo sin él, y querer protegerlo de todo? Eso no sonaba a algo que alguna persona querría sentir. Los señores Weasley siempre decían que el amor no dolía, o no podía ser considerado amor.

Y esto entre ellos solamente podía compararse con una herida abierta que tarde o temprano volvía a sangrar.

Así que sólo dijo:

—No mueras.

Y la respuesta fue automática.

—Mi vida es tuya.

Harry sonrió, apretándolo con fuerza, memorizando su piel. No creía que podría memorizar más. Después de todo, ambos prometieron que esto solamente duraría lo que la guerra durara.

Se separaron y caminaron en silencio de vuelta a la entrada. Draco era distante otra vez, su cara no delataba absolutamente nada, su semblante era casi desconocido para Harry. De todas formas, sabía que con él nunca se cerraría por completo de nuevo.

Al menos lo esperaba.

Pasado el laberinto y de cara al portón, Draco se giró hacia él y atrapó sus manos abruptamente, mirándolas, acariciando y delineando el pulgar por su piel. Se tardó un tiempo insanamente largo repasando la cicatriz de "No debo decir mentiras", y a Harry le golpeó de nuevo la necesidad de- decirle más, o de agarrarlo y no permitirle irse de nuevo. Estaría a salvo con él. No estaría solo.

Pero Harry no hizo nada de eso, y cuando Draco habló, su semblante estaba oculto porque miraba hacia abajo.

—No mueras, Harry —murmuró. Su barbilla temblaba casi imperceptiblemente—. Sólo- no mueras. Por favor. Por favor, no mueras-

Harry sintió sus dedos temblar. Quitó las manos de entre las suyas, agarró su túnica y lo atrajo hasta él, juntando las bocas. Tal vez debía dejarlo hablar, pero no existían oraciones en el mundo que arreglaran esa jodida situación, y tampoco sabía cuando volvería a besarlo. El calor agradable lo recibió, a diferencia del resto de su cuerpo. Los besos de Draco no eran fríos, su sabor era el de la primavera, y Harry sabía que representaban lo único real en ese instante. Necesitaba transmitirle que sentía lo mismo, que el miedo era el mismo. Esperaba que Draco pensara que eso era suficiente para quedarse con él, aunque a veces doliera.

Pero no fue así. Harry lo sabía.

—Si alguien te toca, lo mataré —murmuró encima de sus labios, entre besos—. Si vuelves con un solo rasguño, lo mataré.

Draco sonrió. Parecía que no le creía.

—Hasta pareces intimidante cuando lo dices.

—Estoy hablando en serio

Harry se separó, y lo miró.

Draco no era una persona alegre. Ni siquiera era una persona agradable a menos que la conocieras bien. No parecía llevar la felicidad a cada lugar al que iba o mucho menos.

Y aún así, para Harry, mirarlo sonreír era como mirar directamente a una luz muy brillante que te cegaba y que solamente duraba unos segundos, pero era suficiente para dejar secuelas. Las sonrisas de Draco eran tan escasas, tan extrañas y esporádicas, que Harry había aprendido a contarlas y conservarlas como algo precioso. Conservarlas en ese lugar donde guardaba las cosas que le hacían feliz.

—Adiós, Harry Potter.

Draco dejó un beso casto y dio un paso atrás, dando media vuelta. Harry agitó su varita para abrirle, sintiendo un vacío, un vértigo.

Tenía miedo.

—Draco —llamó antes de que pudiera marcharse. Draco lo miró por encima del hombro—. Lo decía en serio.

Draco resopló.

—No puedes esperar salvar a todos. No tienes por qué salvarme a mí, Harry, ya te lo dije.

Harry no respondió a eso, no dijo nada más, simplemente lo miró voltearse de nuevo y salir por el portón.

No le dijo que lo salvaría siempre que pudiera.

Bajando la cabeza y respirando hondo, Harry se giró también dispuesto a entrar a la mansión.

Esperaba estar listo para enfrentar a Ron y a Hermione.

Cuando Harry entró a la habitación donde Kingsley le había dicho que Ron y Hermione estaban, no esperaba que lo primero que lo recibiera fuera su mejor amiga empujándolo contra la pared y poniendo la varita al borde de su garganta.

Finite Incantatem.

Harry no comprendió qué estaba pasando al inicio, no hasta que parpadeó confundido y vio cómo ella bajaba la varita, observándolo con precaución. Casi esperanza.

La irritación lo golpeó como un hacha.

—No estoy bajo un Imperius, Hermione —le espetó.

—Es difícil de creer.

Ron, sentado en una silla pasos más allá, hizo un ruido parecido a un resoplido.

—Te lo dije.

Hermione se giró y Harry sabía que tenía una mirada letal. Exudaba furia; Harry no le había visto tan enojada en años. Ron, por otra parte, sólo lucía decepcionado. Harry no sabía cuál de las dos le dolía más.

Su amiga empezó a pasearse de un lado a otro mientras Harry se quedaba estúpidamente en la pared, tratando de mantener la calma.

—¿Malfoy, Harry? —preguntó ella, enfrentándolo—. ¿Él, de entre todas las personas? ¿Cómo pudiste?

Hermione lo decía como si fuera algo sucio, como si estuviera mal. Recordó a Draco y todas las veces que le había dicho que en realidad eso no era lo que Harry quería. Se preguntaba si eso era lo que el resto veía al mirarlos: que Harry se estaba ensuciando de porquería y que al parecer no se daba cuenta. Hacía que su sangre hirviera.

—No sé qué quieres que te diga —murmuró él, sin tener la más mínima idea de lo que eso provocaría en Hermione.

Su amiga disparó una mirada acusatoria y luego rio. Era una risa cruel, incrédula. Una que no había escuchado antes.

—No sé, ¿una explicación? ¿Cómo es que terminaste cogiéndote al... torturador de Tom Ryddle? —Hermione hablaba demasiado rápido—. Sé que puedes ser denso, Harry, pero por si no te has dado cuenta, ese hombre es una mierda. Es una mierda, siempre ha sido una mierda- es cruel. ¿No recuerdas lo que ha hecho? ¿No lo sabes? ¿O simplemente no te importa?

Harry intentó ponerse serio, pero las palabras de Hermione eran demasiado duras. Es una mierda. Es cruel. ¿No recuerdas lo que ha hecho?, y por supuesto que Harry recordaba, por supuesto que lo sabía, no lo negaba. Pero lo único que podía pensar era en Draco, mostrándose suave para convencerlo que volvería a él. Sus cabellos enredados en la almohada y sus ojos mirándolo de rodillas. Y no podía ver lo que Hermione veía, sólo podía pensar en que estaba completamente loco por él y que no sabría adónde ir si lo perdía.

Bueno, por un lado tenía razón.

No le importaba lo que había hecho.

—No sé cuándo pasó. —Harry intentó mantener su voz nivelada—. Meses-

—¡¿Meses?! ¿Esto ha durado meses?

Harry se pasó una mano por el cabello, con la exasperación creciendo en su estómago.

—¿La primera vez que me lo follé? Sí, fue antes de Navidad. Creo que antes de Octubre. —No había esperado que sonara tan crudo, pero así fue, y Hermione pareció ser abofeteada. Ron se puso pálido—. Pero fue antes de eso- esto, lo que sea que sucedió, no fue de la noche a la mañana-

—Bueno, tiene que parar. —Hermione estaba absolutamente frenética—. No sé por qué nadie te lo ha dicho antes, por qué ninguno de ustedes dos lo ha detenido creyendo que esto es una buena idea, pero esto- esto es una ilusión. No es real, Harry.

Eso era lo que Harry necesitaba para enfadarse, para enfadarse en serio. Su magia empezó a arremolinarse y observó directamente a los ojos de Hermione. ¿Qué derecho tenía ella de decirle qué era real o no? Cuando Draco era lo más real que había sentido en- en la puta vida. Sus besos, sus abrazos, él era lo único que lo mantenía presente. ¿Qué derecho tenía?

—Nadie va a parar nada —Harry escupió—. Tengo veintiséis años. Sé cómo cuidarme-

—¡Aparentemente no sabes! —Hermione gritó, y Ron alcanzó su brazo para que retrocediera—. ¡Este hombre mató a un niño para hacerse cercano a Tom! ¡Ha quitado miembros sin pensarlo, ha visto ejecuciones! ¡Es del bando que dejó a tu jodido mejor amigo sin una pierna y de los que me hicieron todo- todo esto a mí! ¡Convirtió a niños en esclavos! ¡Ha torturado centenares de personas!

—Al igual que yo —Harry respiró—. Yo las he matado, de hecho. Y lo he disfrutado.

Hermione lo miraba como si no pudiera creerlo.

—Es diferente. La muerte dura un segundo, y luego te libras por el resto de la eternidad. El peso queda para el que mata. La tortura- para torturar a alguien de la forma en la que él lo ha hecho necesitas estar podrido. Él ha quebrado la mente de las personas, ha deseado que las mataran- torturó a McGonagall. —Sus palabras eran frías como el acero de una daga que estaba cortando a Harry—. Es lo peor que un ser humano podría ser, encerrado en una sola persona.

No, quería protestar al igual que un niño pequeño. No, tú no lo entiendes. Ninguno de ustedes lo entiende. No conoces los movimientos torpes de sus dedos al abrochar su camisa y no has visto la sonrisa boba que pone cuando algo le causa genuina gracia. Está tan vivo como tú y como yo.

Mierda, Harry necesitaba respirar y que el dolor de sus costillas se deshiciera. Odiaba esta sensación. Odiaba pelear con quienes amaba.

—Él salvó la pierna de Ron —Harry dijo, y Ron se encogió visiblemente en su lugar. Hermione se giró a mirarlo—. Me salvó a mí, cuando fui atacado en la espalda. Trajo las pociones que te relajaron y te permitieron olvidar el día de Grimmauld Place. Salvó a George en el Valle de Godric. Salvó el brazo de Padma en Austria y luego se puso en frente mío y un Mortífago. Salvó a Molly en Azkaban. Nunca dijo nada al respecto, nunca pidió nada a cambio.

Hermione lo miró, y Harry pudo detallar cómo sus ojos estaban llenos de lágrimas, de furia y de... más, suponía. La mención de Grimmauld Place cayó entre ambos como un ruido sordo y Harry se sintió horriblemente culpable de mencionarlo. Trataba de entenderla- podía incluso. Hermione fue discriminada toda su vida, el mismo Draco fue parte de esta discriminación, llamándola sangre sucia más de una vez. Fue torturada en su casa, y él miró. Hermione tuvo que borrar las memorias de sus padres y luego tuvo que soportar que le quitaran sus dedos y más. Que le quitaran más.

Quizás pensaba que Draco quería arrebatarle a Harry también, y de ser así, eso era otra cosa que perdía.

—¿Y qué, eso lo hace una buena persona de pronto? —terminó respondiendo Hermione, con la voz temblando—. ¿Que haya hecho esas cosas elimina todo el daño que ha causado?

Una pregunta no dicha apareció en el silencio.

¿Elimina el daño que me causó?

Harry se sintió exhausto, como si un millón de rocas se hubieran estrellado encima de él. Con cuidado, caminó al sillón más cercano y se dejó caer, apoyando la cabeza entre sus manos. No quería herirlos, joder, no quería herirlos o hacerles creer que no les importaba todo lo que habían sufrido porque a Harry le importaba más que sus propios problemas, pero no sabía qué otra cosa hacer o decir. Lo fácil sería acabar las cosas con Draco, eso era lo que Hermione y Ron probablemente esperaban, lo que querían. Pero no era lo que Harry quería. Un sólo beso de Draco era capaz de hacer las cosas mejores. Su presencia, que lo mirara... provocaba que Harry se sintiera completo. No podía perder eso. No importaba cuánto doliera que Hermione y Ron lo odiaran, no podía perderlo.

—No me pongas en el límite —Harry pidió, con voz comedida y rasposa—. No me hagas elegir, Hermione. Por favor no me hagas elegir.

La habitación cayó en un silencio luego de eso, y por primera vez en más de una década –o en la vida– Harry se sintió demasiado joven, demasiado inexperto para lidiar con algo de esto. Tenían veintiséis, y esa no era una conversación que deberían estar teniendo. Draco no debería haber torturado a toda esa gente; Harry no debería haberlos matado; Hermione y Ron no deberían haber perdido tanto.

—¿No sabrías qué elegir, entonces? —Ron habló por primera vez, y Harry no fue capaz de mirarlo.

O de responder.

—Nosotros hemos estado aquí, Harry —Hermione dijo. Su voz sonaba infinitamente triste—. Hemos- cuidado tu espalda- hemos-

—Él también ha estado aquí —Harry la interrumpió con los ojos fijos en sus manos. Minutos atrás, Draco las había tomado entre las suyas—. Él también ha cuidado mi espalda.

Harry puso los dedos debajo de sus lentes, apretando tan fuerte que dolió. No sabía qué más agregar, o si siquiera quería convencerlos. Hermione y Ron eran su familia, para él, lo eran; habían estado allí desde antes que Harry supiera que necesitaba a alguien... siempre habían estado allí. Pero también Draco lo había estado, aunque no fuera de la mejor forma todo el tiempo. Harry no quería elegir, no quería tener que escoger porque sentía que era injusto.

—Si esperan que les diga que es un hombre nuevo y que ha cambiado, no lo escucharán. —Harry intentaba ser lo más franco posible—. Estoy consciente de quién es, y no es eso lo que ha hecho que... joder-

¿Cómo podía explicarle a alguien más cómo había caído tan fuerte por Draco Malfoy, cuando ni siquiera él mismo lo sabía? ¿Cómo le explicaba el último año a Ron y a Hermione? No podía. Ellos simplemente no lo habían vivido, no lo entendían.

—Creo que estoy enamorado de él.

La confesión se estrechó entre ellos como si fuera una brecha. Algo que quiere hacerse un lugar a la fuerza en un espacio reducido.

Por un momento, nada sucedió.

Ron soltó un audible "mierda", y Hermione se dejó caer en un asiento al lado de él. Vencida. Fue horrible saber que era por su culpa.

—No sé qué decirles, no sé cómo explicarles qué sucedió. —Harry estaba respirando agitadamente—. Ha hecho todo lo posible por ayudar- ha hecho lo posible por ayudarme. Soy mejor con él, o al menos me siento mejor, como si el mundo realmente tuviera sentido. Me hace sentir como-

Como la primavera.

Como si fuera capaz de todo.

Como si las fantasías del después de la guerra pudieran ser posibles.

—Él no mató a ese niño, a su Sacrificio —Harry susurró apenas audiblemente. Desesperado. Aún no se atrevía a mirarlos—. Creyó estarles dando una oportunidad a los niños que eran convertidos en esclavos, porque antes solían matar a absolutamente todos los nacidos de muggles. Torturó a McGonagall sin tener sus recuerdos. Ha hecho lo que ha hecho porque quería rescatar a su madre. Sé que no es excusa, y sé que eso no borra nada de las acciones que ha cometido. Solo puedo decir que- lo entiendo. Lo entiendo, y él me entiende a mí. Y sé que es sincero. Conmigo es sincero.

Draco se había quebrado entre sus brazos, y había accedido a decirle la verdad porque Harry no quería que le ocultara nada. Confiaba en ese hecho. Confiaba en él. Debía confiar en él porque no podía concebir que Draco fuera una persona desalmada.

No Draco.

Finalmente, Harry levantó la cabeza.

Hermione estaba mordiendo la uña de su dedo pulgar, mirando directamente al piso. Ron se encontraba de brazos cruzados y su boca formaba una fina línea. Harry sentía que había paredes, un mundo separándolos. Desearía saber qué podría hacer o decir para que las cosas estuvieran bien, para eliminar la distancia entre ellos.

—Honestamente, Harry, no sé si pueda hacer esto... —Hermione habló; su voz aún temblaba—. Él es parte de ellos. No puedo-

No es parte de ellos, Harry quería gritar. Es parte de nosotros.

Además, Hermione no tenía que hacer nada. No es como si Harry iba a restregarle en la cara que Draco y él tenían... lo que sea que tuvieran. Solamente necesitaba que no lo ignoraran, o trataran a Harry como una paria por algo que él verdaderamente no había elegido, no en realidad.

Pero sabía que era una petición demasiado grande. Demasiado pesada. Era un sacrificio.

Son mi familia, pensó, y las palabras por poco dejaron su boca.

Son mi familia, y yo soy la suya.

Déjenme tener esto.

No me hagan elegir por favor.

—Honestamente no puedo decir que estoy del todo sorprendido —dijo Ron de repente, sacándolo de sus pensamientos.

La cabeza de Hermione se volteó a él de inmediato y Harry alzó las cejas. Ron tenía una mirada calmada, pensativa, esa que traía la mayoría del tiempo.

—¿Ron? —preguntó ella, como si él acabara de traicionarla.

—Lo siento, Hermione, es la verdad. —Ron se pasó las manos por la cara, y Harry no tenía idea de si sentirse agradecido, o de si esperar algo malo—. Nunca pensé que terminaría en esto, nunca creí que Harry acabaría cayendo, pero... no es algo que me tome por sorpresa, eso es todo.

Nunca creía que Harry acabaría cayendo.

Se oía como si Draco lo hubiera arrastrado a una trampa, como si lo hubiera engañado. Como si Harry no le hubiera pedido que lo besara y prácticamente le hubiera rogado que le permitiera tenerlo mientras la guerra persistiera.

—¿Qué? —preguntó Harry sintiendo la garganta seca.

—He estado estos meses haciendo nada más que observar, ver en qué puedo ser útil. Y te he observado, los he observado a ambos. No soy ciego, y sé que Malfoy ha arriesgado su pellejo por la Orden. No quiere decir que eso lo haga mejor persona, pero... puedo ver por qué logró hacer que te sintieras de la forma en la que te sientes.

Harry dejó que las palabras se asentaran en él. Ron no decía que estaba de acuerdo, pero lo entendía. Quizás eso era lo único que Harry necesitaba.

Que lo entendieran, no que lo aprobaran.

Pensó en el Ron de antes del accidente, lleno de ira y frustración por lo que le habían hecho a su familia. Y quizás la tenía aún, pero las diferencias entre ese y el que estaba frente a él en ese instante eran abismales. El Ron de un año atrás hubiera estado gritando antes de que Hermione hubiese dicho nada. Harry creía que incluso lo hubiera golpeado y le habría reclamado cómo podía estar con uno de los asesinos de Fred y Ginny. Quizás no le hubiera hablado por un buen tiempo, y Harry no habría podido culparlo.

Ese era el Ron que estaba esperando. No este, que se giraba a Hermione, tomaba su mano, y cargaba sus palabras con significado:

—Malfoy no es un monstruo, Hermione.

Harry sintió cómo su garganta se apretaba.

Él mismo había llamado monstruo a Draco, y era horrible saber que de vez en cuando, aún lo pensaba. Mirar a su mejor amigo, a una de las personas con más razones para llamarlo inhumano decir algo así... Harry se sentía expuesto, como si todos los nervios hubieran salido a la superficie.

—Creí que lo era —prosiguió Ron—. Quería matarlo yo mismo, porque lo culpé por la muerte de Ginny, y- por todo, en realidad. Es fácil de esa forma. Es un asco de persona, en eso estamos de acuerdo, y no sé qué puede verle Harry, pero no es un monstruo. —Ron lo miró directamente, con ojos azules decididos—. No contigo. Sé que se preocupa por ti, los vi abajo, ¿y sinceramente? Es todo lo que importa.

En su vida Harry habría esperado que Ron Weasley dijera algo como eso. Sonaba honesto, y comprensivo y más leal de lo que el mismo Harry era. Deseaba abrazarlo, agradecerle y ponerse de rodillas para que nunca, nunca, nunca lo abandonara.

No es un monstruo. No contigo.

Se preocupa por ti.

Es todo lo que importa.

Hermione quitó la mano de la de Ron con brusquedad. Todavía tiritaba. Harry quería limpiar de su rostro esa mirada de traición.

—¿Qué?

—Merece algo de felicidad, Hermione —respondió él calmadamente—. Todos la merecemos.

—¿Y crees que él puede darle felicidad?

—Lo hace —Harry intervino, angustiado—. Lo hace.

Hermione tomó una respiración honda como si estuviera armándose de paciencia, e intercambió la mirada entre ambos. Los observaba igual que alguien que observa dos extraños.

—Me llamó sangre sucia hasta que el jodido insulto salía natural de su boca. Hizo mi vida miserable-

—También la mía, y la de Harry.

—Sí. Lo odiaba —Harry dijo, sabiendo quién había sido Draco, teniéndolo tan claro que dolía—. Lo odiaba, Hermione. Realmente lo hacía. No podía importarme menos, pero... no sé. No sé cómo explicártelo. Sólo necesito que confíes en mí cuando te digo que esto es algo bueno.

Cuida de mí. Le pertenezco. Hace que mi vida sea menos miserable.

Me hace sentir como si lo que está pasando no fuera mi culpa.

—Necesito que confíes en mí —repitió. Su voz sonó rota a sus propios oídos.

Hermione lo miró, y aunque estuvo callada por al menos un minuto entero, Harry sabía lo que iba a responder antes de que hablara. Aún estaba sucia por la batalla, tenía un corte en su labio, y la delgadez remarcaba lo que solían ser sus mejores rasgos. Hermione era terca, y podía ser rencorosa. Harry sabía que estaba pidiendo demasiado, más de lo que ella podía dar; más de lo que cualquier persona podía dar, después de todo lo que su amiga había pasado. La barbilla de Hermione temblaba, y de alguna forma Harry sentía que parte de la confianza que ambos cultivaron por más de quince años se había fracturado. Parecía que había defraudado a Hermione, y Harry quería llegar hasta ella, abrazarla incluso, y prometerle que no volvería a hacerle daño.

Pero ella se levantó, caminando rápidamente hacia la puerta.

Y Harry sintió su corazón.

—Lo siento Harry, no- no puedo con esto —dijo sin mirarlo—. No te haré elegir. Al parecer, ya has tomado tu decisión.

El portazo hizo eco por toda la habitación.

Harry retornó la mirada hasta sus manos y apretó la tela de sus pantalones con fuerza. Su mundo se había destrozado un poco. No quería sentir que Hermione lo había abandonado de una buena vez, como él siempre esperó que los que amaba lo hicieran, pero eso era lo que parecía. Ganas algo, la vida te quita otra cosa. Era como una ley.

No me dejes, Harry pensó. No puedo hacer esto sin ti.

Ron soltó un gran suspiro al cabo de unos segundos, y Harry lo oyó removerse en su lugar. Estiró su pie hasta que tocaba el zapato de Harry. Era como una especie de soporte. Un "aquí estoy".

—No estoy feliz con esto yo tampoco, tengo que ser honesto. Creo que él será tu perdición. —Harry se encogió un poco, pensando si lo que Ron le diría terminaría por quebrarlo. Su amigo movió el pie para darle otro toque—. Pero no te haré pasar por más dolor, que es lo que te traerá si te hago elegir. Me preocupa lo que él puede hacerte, todo el mal que puede acarrear a tu vida, pero también sé que si te hace algo, eres más poderoso que todos nosotros para vengarte. —Harry dudaba de ser capaz de dañar a Draco, aunque eso no le impidió volver a ver la determinada expresión del rostro de Ron y esbozar una sonrisa agradecida que estaba seguro salió más como una mueca. Él pausó antes de continuar—: Y si no eres capaz de herirlo, lo mataré. Sabes que no es una amenaza, es una promesa. No sé cómo, no sé cómo me enfrentaré a él, pero te aseguro que si te daña, lo mataré.

Harry oyó la manera en que marcaba cada sílaba y palabra, y sabía que no era una broma; Ron no lo estaba diciendo en vano. Su amigo hablaba de navegar mar y volar el cielo para ver a Draco muerto, en el caso de que lo dañara.

Y Harry no lo merecía.

No merecía eso, después de cómo los había decepcionado desde el momento en que decidió buscar los Horrocruxes, todos esos años atrás. No lo merecía después de haber vuelto para vencer a Voldemort, y no poder lograrlo. No lo merecía porque toda esa gente murió por él, y ahora Harry les pagaba yendo y enamorándose de Draco Malfoy.

Quizás las cosas serían más fáciles si todos sus amigos lo odiaran.

Tenían razones de sobra para hacerlo.

—Lo siento —murmuró.

La mirada de Ron se suavizó. No era bueno.

Lo que había en sus ojos era lástima.

—Sí, yo también.

Ninguno sintió la necesidad de aclarar a qué se refería, y Harry trató de alejar todo pensamiento de Hermione, centrándose en Draco y en sus manos y su tacto y su boca y su cabello- pero de alguna forma las memorias se veían interrumpidas por la cara de la mujer, el gesto que había hecho antes de salir por esa puerta.

Me heriste, sus ojos decían. Me heriste cuando pensé que podía confiar en ti. Confiaba en ti, Harry. Lo hacía.

No puedo con esto.

No puedo con esta parte de ti.

Lo siento, Harry.

—¿Crees que Hermione será capaz de perdonarme? —preguntó antes de poder detenerse, y Ron volvió a darle un toque con su pie.

—No está enojada contigo —dijo con serenidad—. Quizás se siente traicionada, pero en realidad le enoja la situación por todo lo que ellos nos han hecho... y tiene miedo. Teme por ti, porque él te quite más y te dañe más. No puedo decir que está equivocada.

—Él no lo hará.

Ron, por primera vez en toda la conversación, le envió una mirada incrédula.

—¿Estás seguro de eso?

Era una pregunta tan simple. Harry, minutos atrás, habría creído estar seguro de qué contestar.

Ahora, en cambio, su estómago se revolvió y fue transportado directamente al Ministerio. Draco lo insultó. Lo atacó y le dijo que esperaba matarlo. Lo hirió y estuvo a punto de-

Pero no había sido él.

¿Estás seguro de eso?

Ron continuaba mirándolo, mas no parecía esperar que contestara, e internamente lo agradeció, porque Harry una vez más no sabía qué responder. Sólo sabía que, una vez más... no le importaba.

Draco podía sacarle el corazón y pisotearlo en el suelo y Harry aún así no lo dejaría ir, no hasta que él lo empujara fuera de su vida.

—¿Lo decías en serio? —Ron preguntó, cambiando el tema—. ¿Acerca de que crees estar enamorado de él?

Todo lo que me pidas, te lo daré.

Cariño...

Harry.

Es real.

Estoy aquí.

Cuidaré de ti.

Mi vida es tuya.

Harry no dudó.

—Sí.

—Bien. Eso es algo bueno.

—¿Lo es?

—Es algo bueno estar enamorado, incluso si eres sólo tú el que lo está —Ron respondió, y Harry pudo ver que pensaba en Hermione por la forma en que sus ojos brillaban—. Si lo dices en serio, es algo bueno.

Harry no creía poder entender esas palabras, o tal vez tenía problemas entendiendo las cosas buenas. Sabía que Draco era una, pero... ¿el amor?, ¿este amor que supuestamente Harry tenía? No parecía algo bueno. Como pensó horas atrás, este sentir se trataba de una herida abierta.

Draco tenía razón, era una debilidad toda esa mierda que les pasaba. Porque además de estar preocupado por Hermione y por su decepción, su estómago era una hilera de puros nudos, pensando en qué le haría Voldemort. Qué podría estar haciéndole en ese exacto momento. Harry no quería ni necesitaba debilidades.

Aquello tampoco había sido su opción.

—Se le pasará —Ron dijo, rompiendo nuevamente el silencio, y Harry una vez más no podía creerle. Él hizo un gesto con la mano—. ¿Recuerdas algún momento en el que pudiera estar enojada mucho tiempo contigo?

Harry sonrió. No llegó a sus ojos.

Ciertamente Hermione nunca había estado más de tres meses sin hablarle, pero Harry tampoco le había dado muchas razones para hacerlo. Se pasó una mano por el desastre de su cabello, exasperado.

—Siento- siento hacer- lo siento por hacer todo más difícil para ustedes-

—Nunca haces las cosas más difíciles, HarryRon lo cortó con fuerza, con tanta, que por un momento parecía enojado—. Nunca pienses eso.

Harry quiso echarse a reír.

Por alguna razón, sintió que era mentira, y que Ron haría lo que fuera para hacerlo sentir mejor. O quizás estaba lo suficientemente ciego para no ver que lo único que Harry siempre hacía era empeorar las cosas. Harry lo observó, agradecido, y la mirada de Ron se suavizó una vez más.

Mentira o no, apreciaba sus palabras. Quería decirle también- que lo amaba, y que le agradecía por todo. Pero de nuevo, no sabía cómo.

Nunca lo había hecho. No sabía cómo querer a alguien.

—Ahora, demasiado drama adolecente —dijo Ron palmeando sus muslos y tratando de levantarse con dificultad—. Creo que deberíamos checar a los heridos y a los padres de Adrian.

Algo se movió en su interior con desagrado, pero Harry aceptó, y con su ayuda, él y Ron salieron del cuarto.

•••

Theo llegó poco después de que Draco se Apareciera fuera de la mansión. Aún no habían sido llamados a ningún lugar, y por alguna razón, aquello hacía que una sensación de vértigo se instalara en su estómago. Una sensación de alarma que le gritaba que las cosas estaban al borde de la ruina.

Los presentimientos raramente se equivocaban.

Por eso, cuando Draco vio la cara de Theo aparecer en el salón principal, por poco olvidó a Harry, y a Pansy, y los sentimientos desgarradores que amenazaban con quebrar su pecho.

Porque las palabras de Theo presentaron una peor amenaza para su estabilidad.

—Viene hacia acá.

Draco sintió su boca secarse instantáneamente.

—¿Quién?

—Ambos sabemos quién.

Una cara monstruosa llegó a su cerebro. Ojos rojos. Dientes afilados y podridos. Despiadado.

Mierda. Mierda. Mierda.

¿No podía ser, no? ¿Voldemort querría retornar a la mansión? Draco se dejó apoyar en la chimenea. El peso de la pelea aún no se disipaba.

Pansy.

Harry.

Viene hacia acá.

—Viene hacia acá —Theo repitió, haciendo eco en su cabeza—, porque el Ministerio ya no existe, y esta es la base del Nobilium.

—¿Cuándo va a llegar? —preguntó Draco tembloroso por el miedo.

—No creo que falte mucho.

—Carajo.

Prácticamente corrió hasta su laboratorio, ignorando a Theo mientras buscaba todo lo que podría ser usado en su contra en caso de que Voldemort buscara entre sus pertenencias como sabía que haría. Draco abrió cajones, sacó carpetas y papeles dejándolos encima de la mesa. Conjuró un Incendio en ellos, destruyéndolos.

—Tendrás que borrarme la memoria —dijo dejando afuera de su voz lo que eso le hacía sentir, viendo cómo el papel se consumía gracias al fuego—. No creo que pueda escabullirme pronto a la base, y en cualquier momento el Lord querrá meterse a mi cabeza.

—La última vez...

—Sé como resultaron las cosas la última vez que lo hiciste —Draco lo cortó, tal vez con demasiada fuerza.

—Joder.

Había torturado a McGonagall.

Había herido a Harry.

Se condenó a sí mismo a torturar personas cada mes.

Hizo que Pansy fuera apresada.

Draco cometía errores, pero toda su vida lo había hecho. ¿Qué era uno más? ¿Qué era un error más a la lista de cosas jodidas que hizo?

Harry.

Narcissa.

Lucius.

Pansy.

La guerra.

A pesar de que el prospecto de no recordar hacía que quisiera quitarse la piel, debía hacerlo. Debía cumplir con ese sacrificio. Nadie dijo que las cosas tenían que ser fáciles.

—Tendrás que avisarle a Harry cuando lo veas —dijo, sin encontrar la mirada de Theo—. Advertirle de lo que podrá encontrar cuando nos encontremos de nuevo. De lo que podré hacer en este tiempo.

Harry debía estar sobre aviso, para que no se sorprendiera cuando Draco actuara como siempre había actuado, de la forma en la que en realidad era: cruel y vil.

¿Bastarían las disculpas, si es que hacía algo demasiado malo?

¿Draco terminaría rompiendo lo que tenían, como siempre supuso que iba a hacer?

¿Acaso Harry vería más allá de su acto, de la persona que pretendía ser cuando estaban juntos?

Alguien más honorable. Más merecedor.

¿Realmente estaría tan sorprendido?

Joder. Joder. Joder.

—¿Harry? —Theo lo sacó de su ensimismamiento. Draco levantó la cabeza, viendo su expresión cautelosa.

—Sí.

—¿Harry Potter?

Draco podía ver adónde iba eso. Nunca lo había llamado Harry antes, no en la presencia de él.

—Sí.

Theo lo estudió. Observó con cuidado cada línea de su cuerpo y escrutó su cara. Draco dudaba estar delatando algo, su gesto era de piedra y su postura estoica. Sin embargo, Theo pareció leer más allá.

—¿Te lo estás follando?

Y bueno, sinceramente, Draco no veía el punto en mentir, no después de haberse delatado esa noche frente a las personas que a Harry más le importaban en la vida.

—¿Cuál es el problema?

—Ninguno, sólo es algo sorprendente.

—¿Lo es?

Había sido una pregunta retórica, pero Theo pareció pensarlo, y sus ojos se movieron como si estuvieran repasando cada interacción que Draco y Harry habían tenido desde el momento en que se conocieron.

—No, supongo que no.

Bueno, ciertamente no parecía sorprendido.

Draco dio una vuelta más en su laboratorio, para luego sacar la moneda de su bolsillo y entregarla a Theo, en caso de ser registrado por el Señor Tenebroso. No sabía si los encantamientos proteicos podían sentirse, pero por si acaso, no iba a arriesgarse. Podrían salir muchas cosas mal; podrían suceder muchas cosas. Podrían pasar meses antes de que Draco volviera a ver a Harry, y no unas cuantas semanas. Ya nadie estaría a salvo.

¿Qué pasaba si lo hería de nuevo?

Bueno, Draco lo iba a herir de nuevo. Destruía todo lo que tocaba.

Todos los que se le acercaban demasiado acababan heridos.

—Necesito que me prometas algo —dijo a Theo, manteniendo su voz nivelada.

—No soy fanático de las promesas.

—No es nada que tú no me harías prometer, si la situación fuera al revés.

Theo pareció intrigarse por aquello y Draco se giró hacia él, evitando limpiarse para que Voldemort viera que había estado en la pelea. Todos sus movimientos eran calculados.

—Protégelo —dijo yendo directo al grano—. Protégelo como puedas. No permitas que sea dañado.

Draco no recordaba cuándo fue la última vez que Theo se quedó sin palabras, sin saber qué contestar. Esa era una de esas veces. La máscara fue retirada por unos segundos, los ojos se abrieron levemente, y su boca se abrió en un pequeño "oh".

De ser otras las circunstancias, Draco se habría avergonzado.

—¿Y si eres tú el que va a hacerle daño? —terminó preguntando cuando se recuperó, con su cara neutra una vez más. El interior de Draco cayó por un breve segundo ante la implicación.

¿Cómo respondía a eso?

¿Cómo le decía que esa era una de las mayores razones por la que lo hacía prometer aquello?

—No importa, haz lo que sea necesario incluso si debes enfrentarte a mí. Asegúrate- asegúrate de que viva.

A eso, las cejas de Theo subieron nuevamente, y su expresión flaqueó- sólo un poco. No de mala forma. Draco casi podía ver que se encontraba divertido.

—Wow. No solo te lo estás follando, esto es algo más serio.

No tenía tiempo para eso.

—Theo, promételo.

—Es la primera vez que te veo así. Después de todo, realmente tienes sentimientos.

—Theo —Draco lo ignoró, el pánico se estaba levantando tras su indiferencia—. Promételo.

Su amigo lo pensó, desviando la mirada. Como si hubiera una opción. Como si Draco prácticamente no se lo estuviera rogando.

—No veo por qué debería hacerlo —respondió—. Él puede protegerse a sí mismo.

No, quería escupirle. No, no es un superhéroe, no es un súper humano. No puede solo, y no debería poder solo. No porque sea más poderoso y fuerte quiere decir que debe cargar con los sufrimientos del resto.

No debería. No es su posición.

—¿Dirías lo mismo si fuera Luna? —logró decir, antes de que la rabia lo consumiera por completo. Toda la expresión de Theo se volvió tensa.

—Potter no es Luna.

—Para mí, lo es.

Estaba consciente de lo que significaba.

—Joder, Draco.

—Es un mártir —insistió, haciendo que Theo volviera a mirarlo—. Cree que todo es su culpa, y piensa que debe sangrar él para evitar que sangren los demás. Si yo no estoy ahí, terminará matándose.

—Ha sobrevivido ocho años.

—Y no tengo ni puta idea de cómo, pero sé que las cosas han cambiado y ahora son peores que antes, corrígeme si me equivoco. —Theo apretó los labios. Draco sabía que tenía razón—. No puedo asegurarme de que esté bien si me encuentro- así.

Si no lo recuerdo. Si no se quién es, quién soy, y qué somos.

Si lo odio.

Theo, una vez más, se quedó callado un tiempo exageradamente largo. Draco casi se puso a gritarle y a decirle que de la situación ser inversa, él lo ayudaría, porque sabía lo que era no quedarse con nadie.

Habían asesinado a Pansy.

Draco sintió sus defensas flaquear.

—Está bien —Theo terminó diciendo, a medida que asentía, y sinceramente, Draco podría haber llorado del alivio—. Está bien, lo protegeré por ti.

Por primera vez desde que se alejó de Harry, Draco sintió volver a respirar. Se dejó caer contra un estante, sabiendo que no poseía demasiado tiempo antes de que tuviera que ponerse en guardia de nuevo. Al menos, por unos segundos, podía sentir tranquilidad de saber que alguien iba a velar por Harry mientras él no estuviera allí.

—Lo amas.

Draco creyó haberlo imaginado.

Pero no fue así.

La voz de Theo rompió su momentánea paz, y Draco levantó la cabeza rápido. Su expresión no era diferente, no parecía estar preguntando o burlándose, simplemente afirmaba un hecho evidente.

Lo amas.

Draco tragó pesadamente buscando algo para responder.

—No es una pregunta, sé que lo haces. Siempre has sido intenso con él pero- esto... —Theo suspiró, como si Draco acabara de cometer el mayor error de su vida—. Lo amas. Tal vez no te das cuenta aún, tal vez no quieras admitirlo porque Merlín te prevenga de sentir algo, pero... lo haces.

Draco apartó la mirada y la fijó a la distancia. Simplemente no se había detenido a pensarlo, y ese no era el momento para hacerlo tampoco. ¿Era amor? No lo sabía. Nunca se había sentido así por nadie antes. Haber memorizado el sonido de su risa, o las distintas formas en que sus sonrisas eran esbozadas. Draco se preocupaba por él, eso era seguro. En ese momento-

Era su todo, en ese momento.

—El día que haya una oportunidad de ir a la base, te enviaré una lechuza citándote a mi casa bajo el pretexto de una mamada —Theo soltó cauteloso al ver que Draco no tenía nada para responder—. El Señor Tenebroso probablemente la interceptará, por lo que dudo que desconfíe, no debería desconfiar de eso. Allí te devolveré los recuerdos e iremos a la base. Tendremos que hacerlo rápido, no podrás estar ahí demasiado tiempo.

—Cinco minutos es suficiente para mí.

Era la verdad. Si lo veía, si se aseguraba de que estuviera bien-

Si veía sus ojos...

Theo asintió, aunque lucía como si aún no quisiera dejar descansar el tema. Draco esperó lo siguiente que tuviera para decir.

—Me alegro —admitió, provocando que lo mirara—. Me alegro de que sea él.

—¿Por qué?

—Porque te ves menos como un robot y más como un hombre cuando hablas sobre Potter. Eso no puede hacerlo cualquiera.

Esa misma emoción cálida se expandió por su persona. Los ojos verdes de Harry llegaron a su memoria.

Brillantes, amables, curiosos.

Suyos.

Esos ojos representaban calidez.

Lo llevaban de vuelta a casa.

—Me alegro de que sea él también.

Tal como Draco suponía que a Harry le pasaba, no lo había elegido. De entre todas las personas y situaciones, quizás sentir eso por Harry era lo más complicado en su vida, por lo que habría sido un idiota al escogerlo si hubiera podido.

Sin embargo, no imaginaba eso con nadie más.

Quizás desde nunca. Quizás desde que eran niños, lo único que Draco veía en el más allá era a Harry Potter. Dividió su vida con él, con su presencia. Antes y después de que Harry no tomara su mano. Antes y después de que Harry muriera. Antes y después de que Harry reapareciera...

No había nadie más.

Nunca hubo nadie más.

Las protecciones se sacudieron en ese instante, avisando que querían ingresar a los terrenos de la mansión. Draco sabía que acababa de llegar la hora y se acercó a Theo, como quien se acerca al final de un túnel.

Un túnel que lo acababa de transportar a 1997.

—Hazlo —Draco dijo, poniéndose a una distancia prudente de Theo—. Cuando despierte, di que quedé inconsciente en el Ministerio, y que tú me rescataste.

—Está bien.

Theo llevó la varita hasta su sien.

—Y espero que cumplas tu promesa.

Theo la agitó.

—Está bien.

Draco se concentró en lo que quería olvidar.

Y pronto fue arrastrado de vuelta al salón, donde una risa estridente recorrió lo que solía ser su hogar.