TU, YO. INOLVIDABLE
CAPÍTULO 11.
El tiempo había transcurrido monótono. Era como si se efectuará una ley que tenía que ser cumplida al levantarse y al dormirse. Siempre la misma rutina, Candy se acostumbró. Y interpretando a una mujer dura y firme alguien a quién sólo le bastaba dar una orden. Nunca fallo en el trabajo, se gano el respeto incluso de los mismos médicos. Sin embargo una parte de la mujer que en realidad era seguía viva dentro de ella. Cuantas veces tuvo las ganas de subir a un barco y regresar al hogar de pony. Volver a ver a sus amigos, en especial a su querido Albert, Cien o doscientas, quizás muchas más. Pero no podía volver. Por qué sabía que si lo hacía las ganas de ver a Terry la llevarían a cometer una imprudencia y con eso haría daño. Pronto los meses se hicieron años. Se consideraba una solterona y había aprendido a vivir con ese pensamiento. Seguía siendo una mujer sola. No quería una relación y vaya que había pretendientes, Doctores y algunos del personal masculino en el hospital que habían intentado tener una cita con Candy, pero por más que ella quisiera no podía sacarse del alma aquel chico del San Pablo, ahora actor de Broadway casado con otra, que seguía dentro de su corazón y pensamientos. Había entregado su ser una única vez y jamás podría haber otro. Solo tenía el consuelo de haber Sido correspondida. Quizás Terry ya la había sacado de su corazón, pero él la había amado de eso estaba convencida.
Pero en ese momento, precisamente ese día más que ningún otro se sentía tan vacía y sola como en verdad estaba, decide salir a caminar, es su día de descanso y siente la necesidad de ir a la playa observar el océano, y ver como las olas se estrellan unas con otras terminando en una pequeña espuma debajo de sus pies. Su mirada se pierde más allá donde el océano oscuro y por encima de el se puede ver el horizonte. Su mente la traiciona y como las olas violentas se estrellan los recuerdos en su cabeza. Vuelve a pensar en él. Vuelve a vivir los momentos compartidos juntos en la casita de la playa. Y cree que lo puede ver.
Albert vio como el tiempo se había encargado de consumir a la joven risueña y vivaz que fue Candy, Alguna veces tenía ganas de acercarse a ella abrazara, extrañaba su sonrisa , esa que hacía años había dejado de aparecer en sus labios. Siguió el lento proceso del cambio en ella que los años se encargaron de formar. Si antes había una joven bonita y soñadora, ahora tenía a una mujer muy bella pero apagada, sin ilusiones. Como dolía ver precisamente a Candy tan vacía. Sabia que no podía ayudarle a curar su corazón por más que lo quisiera, por ese era de otro.
Terry termino de tomarse la copa dejando el vaso en la pequeña mesa de cristal, junto a la ventana de su despacho «Es curioso cómo un solo momento, un detalle cualquiera, puede desencadenar un torbellino de recuerdos tan potente como para barrer la más mínima certidumbre. —penso—, realmente parece que lo ha conseguido, que se ha salvado, que puede seguir adelante sin ella. Pero entonces, de repente, un minúsculo detalle arrastra de nuevo a todo su ser hasta allí, a ese poco tiempo que paso con ella. Y todo vuelve a empezar desde el principio, en cada ocasión. Es como una película que se repite hasta el infinito, pero a la que un director despistado se ha olvidado de dar un final. Un final que falta, que lo mantiene suspendido. Incompleto. Te echo de menos. Echo de menos todo lo que me habría gustado hacer a tu lado. Echo de menos cómo soy contigo y lo que podría haber sido. Se levanta. Camina hacia la gran cristalera que da al océano. Observa el mar oscuro, que, silencioso, ondea siguiendo su ritmo. A continuación, mira al cielo, distingue algunas constelaciones—. Quién sabe si tú también las estás mirando.» Y el corazón comienza a latir tan rápido por haberlo pensado, se siente como si pudiera hablar con ella.
Empieza a oscurecer. El mar y la oscuridad de la noche se confunden Las pequeñas olas rompen en la orilla. La luna tiñe la playa de un tono ambarino. La arena es suave, está fría. Se levanta al caminar dejando que al cabo de un instante la brisa nocturna se lleve un poco consigo. Entonces se detiene, acaba de enredarse en su corazón un recuerdo, bonito, intenso, único, de otra noche de hace ya demasiado tiempo. Mira a lo lejos, hacia el horizonte que oculta la oscuridad. «No puedo verlo, pero sé que está ahí. Al igual que tú, Candy. » Las olas alcanzan sus pies desnudos. Se ve el reflejo de un rayo de luna. «Cuando es de noche todo parece más difícil, más distante, más doloroso. No estás y, sin embargo, más que ninguna otra persona, sigues irremediablemente ahí. No logro liberarme de ti. Tus imágenes acuden de repente al igual que una ola a veces intensa, impetuosa, fruto de algún desconocido huracán, y otras, menuda, redondeada, débil, ligera, con una pequeña y sencilla cresta acariciada por el viento. Hay algunos momentos en los que incluso el simple hecho de haberte vivido consigue hacerme pensar, hacerme tener la ilusión de que soy feliz, sólo es una ilusión de que un día pueda volver a encontrarte. Vivo de esto, de la esperanza.» sigue caminando. Las palmeras se balancean al compás del viento. Ahora la luna está más alta. Algunas nubes lejanas se deshilachan y dejan libres a las estrellas para que brillen. Algún pequeño animal nocturno se mueve raudo entre los arbustos. «Mi lugar, mi hogar , pero a veces parece realmente el infierno. Su madre decía que las noches en las que hemos dormido es como si no hubieran existido nunca. Sólo permanecen en la memoria aquellas en las que no hemos pegado ojo. La de hoy será una de esas noches.» El sol brillante le da los buenos días, expectante ante lo que pueda pasar, alentando con sus rayos, no deja de esperar cuando ya inicio su descenso. Pasa el tiempo ya rápido que no sabe distinguir el presente del día anterior.
Vuelve a ser hoy, permanece callado, en esa misma apariencia con ese recuerdo encima, tan fuerte y nítido que piensa que se volverá y Candy estará ahí, es como si la belleza de esos momentos los hubiera vivido el día anterior. Hay cosas tan bonitas o tan malas que nunca las podrás olvidar. A veces son sencillas, para muchos quizá insignificantes, pero para ti lo son todo, incluso te olvidas de cosas más grandes, pero ésas, en cambio, por algún extraño motivo, te acompañarán durante toda la vida, ahora ya sabe que nunca podrá olvidarse de ellas.
Un día empezó a soplar una brisa helada que se dejó sentir claramente en teatro Stanford. Al principio fue algo sutil; cuando vió el pasillo de los camarotes a el lunes posterior a la presentación de la obra, Robert pasó de largo dispensándo solo una somera inclinación de cabeza, y durante una reunión de actores pidió la opinión de todo el mundo excepto la Terry. Ese tipo de leves desaires se fueron repitiendo, pero como Terry estaba absorto en otro proyecto de amplitud quería una carrera centrada en la integridad, no le dió mayor importancia. Después de aquello vendrían la gira y dado que en la compañía siempre había un gran ajetreo a principios de año, hasta finales de enero no cayó en la cuenta de que Robert apenas le había dirigido la palabra durante seis semanas como mínimo. Entonces empezó a pasar por su despacho, pero la secretaria que ahora tenía informaba de que estaba hablando por teléfono u ocupado. No acabo de hacer cargo de la intensidad de su enojo con Terry hasta finales de febrero, cuando por fin reservó un momento para hablar con él.
La compañía Stanford sería vendida , con los actores incluso — Le dijo Robert a Terry, pero las cosas iban a cambiar , le informo casi con arrepentimiento o eso quiso creer Terry. Quizás era momento de abandonar Stanford, pensó Terry. Había hecho inversiones en empresas de cinematográfica en los años anteriores y aunque no le daban ganancias para llevar la vida que había llevado , si le daban los suficiente para tener lo necesario, pero allí no terminaban los cambios que su día a día vivía.
La variación fue tan sutil que casi resultaba imperceptible. El segundo año de matrimonio Terry aceptaba los ocasionales accesos de mal humor e irritación de su esposa como algo normal y previsible, en el marco de una fase pasajera. No dirá que le gustara, pero se acostumbro a ellos, incluso cuando rayaban en el desprecio. La fase no parecía tener fin, sin embargo. A lo largo del siguiente año, Susana parecía cada vez más enojada, más decepcionada y más desinteresada por lo que a Terry lo hacía que se preguntara si Susana se había cansado de él . A menudo se enfadaba por naderías y le prodigaba insultos que el ni siquiera se imaginaba capaz de pronunciar. Sus agresiones eran rápidas e intencionadas, destinadas a hacer que él se disculpara y se echara atrás. Con lo poco que le gustaban los conflictos, acabo llegando al punto en que casi siempre el se iba de casa en cuanto ella levantaba la voz, por más motivos de queja que hubiera tenido. Era cociente que él tenía en gran parte la culpa por el constante humor de Susana, hasta el momento Terry no había demostrado ni el más mínimo afecto por ella. La relación siguió transformándose de forma gradual en algo que no siempre Terry reconocía, ni quería reconocer. El desprecio de Susana le empezó a afectar. Durante los dos siguientes años después de la boda, Terry paso buena parte del tiempo con un sentimiento de decepción contra él mismo por no sentir nada por ella, tomando resoluciones trato de esforzarse más para complacerla. Por más gratificante que había sido su matrimonio con Terry, Susana parecía haber perdido parte de su hechizo. Recordo que antes pensaba que Susana había cambiado en los casi cuatro años que llevaban casados, pero últimamente había llegado a la conclusión de que más que cambiar, simplement evolucionó, de modo que se hicieron más evidentes los rasgos de la persona que siempre fue, alguien que cada vez se le antojaba más como una desconocida.
Los meses siguientes tampoco fue mejor. Terry había tenido esperanzas de que su inversión le diera buenas ganancias pronto. Había reducido los gastos en su casa, sólo se había quedado con una señora de servicio y una cocinera , Pero cuando Terry le expuso a Susana los cambios detallando todos los motivos que lo habían llevado a tomar la decisión. Mientras hablaba, Susana se mantuvo inmóvil como una estatua de mármol, petrificada como no la había visto nunca, sin ni siquiera dedicar el mínimo gesto. Tampoco formuló la más mínima pregunta hasta que Terry había terminado. El silencio que se instaló en en la habitación resonaba hasta en las paredes.
—¿Estás convencido de que puedes trabajar en esa dirección? —dijo. —El cinematográfico es nuevo y no sabemos que pueda ser un entretenimiento que sirva. Creo que tienes que quedarte con lo que Robert te propuso.
—Se que puede funcionar. Ella apretó los labios y casi pudo ver cómo se encadenaban las palabras en su cabeza… «pero tú no eres actor de cine». Por suerte, no lo dijo. Pero frunció el entrecejo,
—¿Acaso sabes cómo funciona es entretenimiento?
— Susana voy a hacerlo. Solo quería decirte que solo tendrás a una persona para el servicio. Y a la cocinera. Terminando de decir esto Terry abandono la estancia. Susana sintió como la cólera revolvió en su estómago. Su venganza no se hizo esperar, A hora que se movía con mayor facilidad nada la detendría.
Susana anunció que tenía unos cuantos recados que hacer y que estaría fuera casi todo el día. El tono que utilizó, desenfadado y desafiante a la vez, dejaba muy claro que no iba a aceptar ninguna objeción. Aunque le daba la vida de lujos a Susana, siempre trataba de que no excediera en los gastos que a él le parecía innecesarios. Pero pronto comprendió que Susana no tenía ni la mínima intención por moderar sus gastos de señora de la alta sociedad. Terry tenía el dinero de la herencia de Richard pero no quería recurrir a su pasado.
continuará...
