Personajes: Draco y Harry


Unos toquecitos en el marco de la puerta de su despacho le hicieron dar un respingo. Estaba tan concentrado en su trabajo que ni siquiera se había dado cuenta de que otro auror llevaba cinco minutos observándole desde allí.

— ¿Mucho trabajo?

— Siempre —contestó, cerrando el expediente ante él y estirando la espalda— ¿Querías algo?

— James me envía a recordarte que tienes que estar en Hogwarts en media hora —le respondió su ahijado con una sonrisa ladeada.

Esta vez no fue un respingo, fue directamente un salto que provocó que el tintero se derramara por toda la mesa.

— Mierda —masculló entre dientes mientras sacaba la varita para limpiarlo.

— Yo me ocupo. Cámbiate —le dijo, señalando la túnica colgada de una percha, aparentemente recién planchada—, y lávate un poco, tienes tinta en la cara y en las manos.

Harry cogió la túnica por la percha y se encerró en el baño junto a su despacho. Con la varita en la mano se miró al espejo para limpiar las manchas de su cara y sus manos. Trató también de hacer algo con su pelo, pero la visión de las canas brillando entre los mechones oscuros le deprimió y la dejó sobre el lavabo mientras respiraba hondo para calmarse.

Desde el divorcio, que había vuelto a ponerle en los titulares de El Profeta, la idea de aparecer en sitios públicos volvía a generarle ansiedad. Le temblaban las manos y tenía todo el tiempo la sensación de que le fallarían las piernas y se desmayaría. Y esa era una cosa muy desagradable si tenías que acudir a la ceremonia de graduación de tu hijo.

— ¿Estás bien, Harry? —preguntó desde fuera la voz de su ahijado.

— Emmm, sí sí —contestó, abriendo el grifo para lavarse la cara con agua fría—. Dame tres minutos y nos vamos.

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Aparecieron delante de las verjas de Hogwarts con el tiempo justo. En las escaleras que subían a la gran puerta del castillo, James lo esperaba con gesto impaciente.

— Está a punto de empezar, papá —le renegó en cuanto su padre y su novio estuvieron a la altura.

— Lo siento —contestó casi sin aliento—. ¿Entramos?

James lo agarró del brazo un momento cuando pasó por su lado.

— Mamá ha venido al final. He supuesto que no querrías sentarte con ella y te he conseguido otro sitio. Pero no sé si te gustará.

— Estará bien, James. Gracias —respondió Harry, abrazando a su hijo con el brazo libre—. Entremos, si me pierdo el discurso de Scorpius tu hermano es capaz de maldecirme —trató de bromear mientras echaba a andar.

No vio la mirada que se cruzó entre Teddy y James a sus espaldas. Ni como lo observaban a él cuando se sentó en el sitio conseguido por James, junto al padre de Scorpius.

Decir que estaba tenso se quedaba corto. No apartó ni un milímetro la mirada fija en el atril desde el que hablaba McGonagall. Sentía que estaba apretando tanto los dientes que le dolía hasta el cuello.

En cuanto se pronunció la última palabra y comenzaron los aplausos, dando por acabada la ceremonia, se levantó y salió con pasos rápidos del Gran Comedor. Y al verse solo en el pasillo, pasó de caminar a correr para acabar encerrándose en un baño, con la sensación de que se le iba a salir el corazón por la boca.

Hasta que no escuchó la fría voz tras él, no captó la tremenda ironía: era el mismo aseo, la misma su postura en la que lo había encontrado llorando tantos años atrás, solo que Harry estaba aferrado al lavabo con la cabeza agachada tratando de que entrara aire en sus pulmones.

— ¿Buscando la compañía de Myrtle? Creo que después de la batalla se trasladó a otra parte del castillo.

Cerró los ojos con fuerza e intentó respirar hondo, pero parecía que tenía los pulmones llenos de algodón.

— ¿Es un ataque de ansiedad? —preguntó Malfoy, su tono cambiando a preocupado, su voz sonando mucho más cerca— Respira conmigo, venga. Toma aire por la nariz —lo escuchó inspirar exageradamente y luego soltarlo por la boca despacio—, y luego suéltalo así. Venga, Potter, sé lo que hago —le riñó al ver que el auror negaba con fuerza con la cabeza—. Por la nariz, sostenido, va.

Obedeció, el tono imperativo de Malfoy debió de alcanzar alguna de las neuronas que aún no habían muerto por falta de oxígeno. O quizá fue que sintió la mano del hombre haciendo círculos en su espalda, el caso fue que tras unos minutos de inhalar y exhalar pareció que el zumbido en su cerebro desaparecía y se dejó caer sentado al suelo, con las manos abrazando las rodillas y la cara sobre ellas.

— Es jodida. La ansiedad —comentó con tono más suave Malfoy, sentándose frente a él.

— Es una puta mierda. Gracias.

— Te diría que no me las des, pero creo que esto ha sido como cerrar un círculo. Intenté cruciarte aquí mismo.

Harry levantó los ojos y lo miró bien por primera vez en mucho tiempo. El parecido con el novio de su hijo mediano era evidente. Esa era otra ironía de la vida, Malfoy había asumido mucho mejor que él y su familia el hecho de que Albus y Scorpius fueran amigos, y actualmente pareja.

— ¿Qué ocurre? —inquirió Draco al cabo de un largo minuto de la mirada verde clavada en él.

— La vida es muy perra.

Las cejas rubias se arquearon, sin entender. Harry movió la cabeza, intentando despejarla, las palabras seguían sin ser lo suyo.

— Está pensando en cuanto se parece Scorpius a ti y en qué no te he agradecido que hayas cuidado de ellos todo este tiempo.

— De nada. ¿Esto es habitual?

— ¿Expresarme mal o la ansiedad? —trató de bromear Harry.

— Lo primero es una causa perdida, me temo —respondió Draco, con un asomo de su antiguo tono pedante que le hizo sonreír.

— Me dio muchos problemas después de la guerra y ha vuelto a raíz del divorcio y de ser el maldito centro de atención —le explicó después de una pausa para tratar de ordenar sus ideas.

— Por eso te prodigas poco en actos públicos.

—Por suerte el subjefe es mucho más sociable que yo.

— He temido por un momento que fuera por estar sentado a mi lado —dejó caer Draco, bajando el tono.

Harry se mordisqueó un labio, buscando las palabras antes de hablar, pero Draco se le adelantó.

— Llevas años evitándome.

— Cierto. Pero no eres tú...

— Soy yo. Ahórrame los tópicos, Potter. ¿Sabes una cosa? —comentó, inclinándose un poco hacia delante—. Hace unos meses, cuando la prensa se volvió loca con tu terremoto familiar, Scorpius comentó algo que Albus le había dicho.

Vio al moreno tragar saliva y desviar la mirada.

— Albus le dijo que te arrepentías de no haber aceptado lo que sentías por alguien cuando eras joven —prosiguió Draco.

— Déjalo estar, Draco. Por favor —le rogó con voz un poco estrangulada.

— ¿Por qué? Mírame a los ojos, Harry y dame un buen motivo —le increpó el rubio, usando un tono apasionado que no había escuchado desde su pelea en ese mismo lugar, su aparente frialdad completamente desaparecida—. Y no me salgas con el tiempo o las oportunidades perdidas. ¿Por qué el hombre más valiente que conozco es un cobarde para dejarse querer?

Cuando Harry le miró por fin, tenía los ojos llenos de lágrimas.

— Es más fácil ser valiente para morir que serlo para vivir, Draco.

— Eso es una gilipollez —contestó tajante Malfoy.

A continuación, se incorporó hasta quedar de rodillas y acercárselo suficiente como para cogerle de la barbilla. Lo miró profundo a los ojos.

— Elígeme. Los dos sabemos que nos lo debemos.

Las pestañas oscuras se movieron varias veces. Harry se lamió los labios resecos y se inclinó hacia él.

— Voy a besarte, Draco, como quería hacer cuando te encontré aquí aquel día en el que casi te mato.

Draco sonrió, de la misma manera provocadora que sonreía en la escuela, y cerró los ojos esperando que llegara el beso que tenían pendiente.


Y así se salta una sus propias normas. Dije que solo habría dos drarry en este Fictober y no lo voy a cumplir, pero bueno, las historias cobran vida propia. Con este OS se cierra una línea que abarca los días 6,8,9 y 14.