Harry Potter, pertenece a J.K. Rowling.

Cazadores de Sombras, pertenece a Cassandra Clare.

41: Baile de Navidad.

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Sala Común de Ravenclaw.

Janeth miró el huevo de oro, mientras que círculos oscuros, se formaban bajo sus ojos. Agarró el huevo, y salió de la Sala Común de Ravenclaw. —El encantamiento de funcionamiento, me dice que es usado para ocultar un mensaje... pero solo tenemos ese grito extraño. Otros encantamientos (escolares o del Mundo de las Sombras), me indican que SÍ existe un mensaje, pero no me dicen de qué tipo. Solo me queda esto... y nada más.

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Se dirigió hacía el patio del colegio, y convocó entonces, una burbuja de agua, que la envolvió a ella y al huevo, para luego abrirlo.

Donde nuestras voces suenan, ven a buscarnos,

que sobre la tierra no se escuchan nuestros cantos.

Y estas palabras medita mientras tanto,

pues son importantes, ¡no sabes cuánto!:

Nos hemos llevado lo que más valoras,

y para encontrarlo tienes una hora.

Pasado este tiempo ¡negras perspectivas!

demasiado tarde, ya no habrá salida.

Ya ha pasado media hora, así que más vale que te apresures

porque lo que se queda aquí siempre se pudre.

Suspirando, convocó un papel, volvió a sumergir la cabeza, hasta tres veces, y escribió el mensaje. Lo guardó, y deshizo la burbuja de agua, suspirando, mientras levantaba el huevo y se lo llevaba.

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En aquel momento nevaba copiosamente en el castillo y sus alrededores. El carruaje de Beauxbatons, de color azul claro, parecía una calabaza enorme, helada y cubierta de escarcha, junto a la cabaña de Hagrid, que a su lado era como una casita de chocolate con azúcar glasé por encima, en tanto que el barco de Durmstrang tenía las portillas heladas y los mástiles cubiertos de escarcha. Abajo, en las cocinas, los elfos domésticos se superaban a sí mismos con guisos calientes y sabrosos, y postres muy ricos. La única que encontraba algo de lo cual quejarse era Fleur Delacour. —Toda esta comida de «Hogwag» es demasiado pesada —la oyeron decir una noche en que salían tras ella del Gran Comedor (Ron se ocultaba detrás de Harry, para que Fleur no lo viera)—. ¡No voy a «podeg lusig» la túnica!

— ¡Ah, qué tragedia! —se burló Hermione, poniendo los ojos en blanco, cuando Fleur salía al vestíbulo—. Vaya que es vanidosa, ¿eh?

— ¿Con quién vas a ir al baile, Hermione? —Ron le hacía aquella pregunta en los momentos más inesperados para ver si, al pillarla por sorpresa, conseguía que le contestara.

Sin embargo, Hermione no hacía más que mirarlo con el entrecejo fruncido y responder: —No te lo digo. Te reirías de mí.

— ¿Bromeas, Weasley? —dijo Malfoy tras ellos—. ¡No me dirás que ha conseguido pareja para el baile! ¿La sangre sucia de los dientes largos?

Alex y Ron se dieron la vuelta bruscamente, pero Hermione saludó a alguien detrás de Malfoy: — ¡Hola, profesor Moody! —Malfoy palideció y retrocedió de un salto, buscándolo con la mirada, pero Moody estaba todavía sentado a la mesa de los profesores, terminándose el guiso. —Eres un huroncito nervioso, ¿eh, Malfoy? —dijo Hermione mordazmente, y ella, Alex y Ron empezaron a subir por la escalinata de mármol riéndose con ganas.

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Los alumnos se pasaron casi toda la mañana en las Salas Comunes, disfrutando de los regalos que les enviaron sus familiares, y luego bajaron al Gran Comedor para tomar un magnífico almuerzo que incluyó al menos cien pavos y budines de Navidad, junto con montones de petardos sorpresa. Daphne y Tracey, se unieron a Janeth y Alex, celebrando la Fiesta del Ángel, decidiéndose que irían a Alicante, el año entrante, para conocer la ciudad de los Cazadores de Sombras y celebrar esa fiesta, como debía de ser.

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A las cinco les anunció que volvía al castillo para prepararse para el baile. —Pero ¿te hacen falta tres horas? —se extrañó Ron, mirándola sin comprender. Pagó su distracción recibiendo un bolazo de nieve arrojado por George que le pegó con fuerza en un lado de la cabeza.

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No había cena de Navidad porque el baile incluía un banquete, así que a las siete, cuando se hacía difícil acertar a alguien, dieron por terminada la batalla de bolas de nieve.

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Los Campeones abrían el baile, y ahora, los cuatro esperaban tras las puertas cerradas, del Gran Comedor, a que les abrieran.

Alex iba con una túnica de gala negra, con detalles plateados. Nayla llevaba un vestido azul, con detalles verdes y un collar con una gema verde, llamada Tulmalina.

Janeth llevaba un vestido dorado y negro, llevando un collar de jaspe negro, y Daphne tenía un vestido crema, con detalles blancos, ella era más modesta que su novia, en cuanto a joyería.

Alex se acercó a su hermana. — ¿No me dijiste, que los Nefilim, se casaban de dorado? —preguntó Alex, al ver el color del vestido de su hermana. — ¿Un arreglo, con la familia Green-Grass?

—El último registro de los Nefilim casándose por acuerdos y obligación, es del siglo XVII, Alex —explicó su hermana, poniendo los ojos en blanco. —Se casan por amor, como casi cualquier otra pareja, de casi cualquier otro rincón del planeta. Al menos, de que esas familias mágicas, sean estilo Malfoy y todo eso.

—Hablando del diablo —Daphne no pudo evitar reírse, y señaló con la barbilla. Las dos parejas de Campeones, se giraron, viendo llegar a Malfoy, por cuyo rostro leyeron, que no quería estar allí. Quizás fuera la túnica negra, que lo hacía parecer, o bien: un cura, o Bella Lugosi, interpretando al Conde Drácula. Junto a él, iba una chica robusta y de espalda ancha. Tenía cabello negro y una gran mandíbula que le daba un aspecto agresivo, y su sonrisa, solo los asustaba; Daphne no pudo evitar sonreír. — "Ese de allí" —susurró la heredera Greengrass. — "Es un buen ejemplo, de un futuro matrimonio arreglado; todo el mundo sabe, que Lucius Malfoy SÍ es un Mortífago, y todo el mundo sabe, que Benedict Bulstrode, también lo era, así que quizás ambas familias, vayan a juntar sus fortunas"

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En ese momento los llamó la voz de la profesora McGonagall: — ¡Los campeones por aquí, por favor! — Sonriendo, Daphne se acomodó las pulseras. Sin dejar de hablar, la multitud se apartó para dejarlos pasar. La profesora McGonagall, que llevaba una túnica de tela escocesa roja y se había puesto una corona de cardos bastante fea alrededor del ala del sombrero, les pidió que esperaran a un lado de la puerta mientras pasaban todos los demás: ellos entrarían en procesión en el Gran Comedor cuando el resto de los alumnos estuviera sentado.

Alex y Nayla, se colocaron del lado izquierdo de Daphne y Janeth.

Fleur Delacour y Roger Davies se pusieron al lado derecho la pareja lésbica: Davies parecía tan aturdido por la buena suerte de ser la pareja de Fleur que apenas podía quitarle los ojos de encima.

Entonces, Alex volvió a mirar a la chica que acompañaba a Krum. Y se quedó con la boca abierta. Era Hermione. Pero estaba completamente distinta. Se había hecho algo en el pelo: ya no lo tenía enmarañado, sino liso y brillante, y lo llevaba recogido por detrás en un elegante moño. La túnica era de una tela añil vaporosa, y su porte no era el de siempre, o tal vez fuera simplemente la ausencia de la veintena de libros que solía cargar a la espalda. Ella también sonreía (con una sonrisa nerviosa, a decir verdad), pero la disminución del tamaño de sus incisivos era más evidente que nunca.

Cuando todos se hubieron acomodado en el Gran Comedor, la profesora McGonagall les dijo que entraran detrás de ella, una pareja tras otra. Lo hicieron así, y todos cuantos estaban en el Gran Comedor los aplaudieron mientras cruzaban la entrada y se dirigían a una amplia mesa redonda situada en un extremo del salón, donde se hallaban sentados los miembros del tribunal.

Habían recubierto los muros del Gran Comedor de escarcha con destellos de plata, y cientos de guirnaldas de muérdago y hiedra cruzaban el techo negro lleno de estrellas. En lugar de las habituales mesas de las casas había un centenar de mesas más pequeñas, alumbradas con farolillos, cada una con capacidad para unas doce personas.

Janeth y Daphne, actuaban como si fueran reinas de belleza, o como las presidentas de quien sabe qué país, saludando a todos lados. Se acercó a los representantes de países aliados de la Inglaterra mágica, y los dejaron encantados, ante sus conocimientos de la actualidad política y social de sus países.

Dumbledore sonrió de contento cuando los campeones se acercaron a la mesa principal. La expresión de Karkarov, en cambio, recordaba más bien a la de Ron al ver acercarse a Krum y Hermione. Ludo Bagman, que aquella noche llevaba una túnica de color púrpura brillante con grandes estrellas amarillas, aplaudía con tanto entusiasmo como cualquiera de los alumnos. Y Madame Maxime, que había cambiado su habitual uniforme de satén negro por un vestido de seda suelto de color azul lavanda, aplaudía cortésmente.

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No había comida en los brillantes platos de oro; sólo unas pequeñas minutas delante de cada uno de ellos. Harry cogió la suya como dudando, y miró a su alrededor. No había camareros. Observó que Dumbledore leía su menú con detenimiento y luego le decía muy claramente a su plato: —¡Chuletas de cerdo! — Y las chuletas de cerdo aparecieron sobre él. Captando la idea, los restantes comensales también pidieron a sus respectivos platos lo que deseaban. Harry le echó una mirada a Hermione para ver qué le parecía aquel nuevo y más complicado sistema de cena, que seguramente implicaría más trabajo para los elfos. Pero, por una vez, Hermione no parecía acordarse de la P.E.D.D.O.

—Esto no es nada —decía, echando una despectiva mirada a los centelleantes muros del Gran Comedor—. En Navidad, en el palacio de Beauxbatons tenemos esculturas de hielo en todo el salón comedor. «Por» supuesto, no se «derriten»: son como enormes estatuas de diamante, brillando por todos lados. Y la comida es sencillamente soberbia. Y tenemos «coros» de ninfas de manera que nos cantan serenatas mientras comemos. En los salones no hay ni una de estas feas armaduras, y si entrara en Beauxbatons un poltergeist lo «expulsaríamos» de inmediato —añadió, dando un golpe en la mesa con la mano.

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Las Brujas de Macbeth subieron al escenario entre aplausos entusiastas. Eran todas melenudas, e iban vestidas muy modernas, con túnicas negras llenas de desgarrones y aberturas. Cogieron sus instrumentos, y Alex, que las miraba con tanto interés que no advertía lo que se avecinaba, comprendió de repente que los farolillos de todas las otras mesas se habían apagado y que los campeones y sus parejas estaban de pie.

— "¡Vamos!" —le susurró Nayla—, "¡se supone que tenemos que bailar!"

Al levantarse, Alex tropezó con la túnica. Las Brujas de Macbeth empezaron a tocar una melodía lenta, triste. Alex fue hasta la parte más iluminada del salón, evitando cuidadosamente mirar a nadie (aunque vio a Seamus y Dean, que lo saludaban con una risita), y, al momento siguiente, Nayla le agarró las manos, le colocó una en su cintura y le agarró la otra fuertemente.

No era tan terrible como había temido, pensó Alex, dando vueltas lentamente casi sin desplazarse (Nayla lo llevaba). Miraba por encima de la gente, que muy pronto empezó a unirse al baile, de forma que los campeones dejaron de ser el centro de atención.

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Daphne y Janeth, bailaban con tal soltura y sincronización, que un celoso Draco Malfoy, dejó de prestarle atención a Millicent, ¿Cómo podían bailar así?, ¿Por qué eran tan...?, ¿... porque estaban juntos?, ¡Se suponía que él atrapara a Daphne Greengrass, ganando el favor político de los Greengrass!

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Pronto, los dignatarios e invitados de carácter político extranjero, comenzaron a admirar la precisión de Janeth Fairblue y Daphne Greengrass, al bailar. Todos estaban encantados, con cual bella se veía la pareja, ante el vals vienés clásico, diciendo que resaltaban entre otros o que su amor resplandecía y otro tipo de música, como (por ejemplo) su precisión al bailar tango.

Se acercaron a ellas, y conversaron amablemente, buscando conocer más a la pareja, y prometiéndoles conversaciones con sus padres, cosa que las hizo felices y (al mismo tiempo), las hizo sentirse curiosas.

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Cuando acabó la noche, Albus Dumbledore solo pudo llorar por la impotencia, de que, en una simple noche, solo por bailar, Janeth Fairblue y Daphne Greengrass, le hubieran arrebatado tanta influencia en la política internacional, otorgándola a las casas Potter (Black) y Greengrass, y quitándosela a él.

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A partir de la mañana siguiente, cerca del mediodía, Janeth y Daphne, creyeron comprender la totalidad de la prueba: alguien importante para los participantes (en el caso de Janeth, Daphne), sería llevado al fondo del Lago Negro.

Ante esto, Janeth propuso liberar un demonio japonés llamado Baku, que actuaría como una aspiradora, drenar el lago y bajar a rescatarla.

Pero inmediatamente, Daphne le dio un golpe en la cabeza. —No eres una Gryffindor, que actúa impulsivamente, señorita Fairblue. Busquemos otro modo.

— ¿Usar un demonio, que libere una llamarada y seque el lago, también está fuera de la ecuación? —preguntó Janeth. Ante eso, Daphne se pasó una mano por la cara, y agarró el brazo de su amada, llevando hacía algún lugar. Subieron varios tramos de escaleras, y por un pasillo. — ¿El séptimo piso?

—Es aquí —indicó Daphne.

— ¿El Retrato de Bárnabas el Chiflado, enseñando a los Trolls a bailar ballet? —preguntó Janeth, mientras la veía pasar ante la pared vacía. Janeth se recostó contra la pared. —Siempre podría llevar, un par de Cuchillos Serafines, para protegerme.

Una puerta salió de la nada, Daphne sonrió y abrió la puerta, enseñando una curiosa biblioteca. — ¿Quiere usted pasar, señorita Fairblue?

— ¿Quieres que te haga el amor, en una biblioteca? —Janeth preguntarlo, con una sonrisa en los labios. Era obvio, que no estaban allí para eso. Sino, para encontrar algún hechizo útil, para que Janeth pudiera respirar bajo el agua, y sacarla.

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Pero bueno, eso también podría ser bueno para ambas, si es que su estrés aumentaba, a partir de ahora.