Disclaimer: el mundo mágico es propiedad de J.K., lo que yo tengo es algo de inspiración y mucho amor por esta pareja.
Nota de la autora: ¿soy solo yo o esta semana se ha sentido muy larga? Tanto que estuve a punto de publicar en sábado, jajaja. Pero dejando eso, bienvenidos a esta segunda parte. Muchísimas gracias a quienes me dejaron review, también por los favs y follows. Y como siempre, esperando que la historia sea de su agrado.
II. Tenemos un ganador.
Empezó como algo curioso, notando su mirada durante clase.
Siguió como un punto de diversión en su día, con guiños que descolocaban a su acosador.
Luego se le ocurrió emplear las sonrisas, que no fallaban en causar un chispazo de furia en los ojos verdes.
Entonces fue un paso más allá con las notitas. Las primeras las envió porque estaba aburrido. Continuó porque le gustaba enervarlo y mientras más descarado se volvía más parecía conseguir su cometido.
Y por último, temía que ese juego se le estuviera yendo de las manos.
Hacer rabiar a Potter siempre había ocupado un sitio de honor en su lista de prioridades, al menos cuando era un crío. Y el año que finalmente desechó ese ítem, había ocurrido eso. Como si el moreno se negara a dejar de llamar su atención. Y aunque su pensamiento inicial fue de curiosidad mezclada con fastidio, decidió hacer caso al taimado consejo de Pansy.
-Creo que piensa que planeo algo –fue su explicación, un día que departían junto al lago y ella lo descubrió intercambiando un silencioso duelo de miradas con él.
-¿Vas a ignorarlo o quieres aprovecharlo?
-Uhmm, ¿qué se te ocurre?
-Que le des más motivos para que piense que tienes algo entre manos –dijo con una malvada sonrisa. Draco alzó una ceja.
-¿Te parece apropiado desafiar al chico dorado?
-No lo estarás desafiando. Al fin y al cabo, no planeas nada de lo que debe estar imaginando. Solo… deja que lo piense. Míralo cómo si supieras algo que él no. Podrías incluso guiñarle un ojo para que se devane los sesos en vano.
-Eso podría ser entretenido –volvió a conectar con la mirada esmeralda y antes de poder arrepentirse, puso en práctica lo que Pansy había sugerido. El Gryffindor agrandó los ojos, escandalizado. Y su amiga y él rompieron a reír. Oh, eso podría ser más que hilarante.
Un par de meses después, parecía justo decir que las cosas tal vez habían ido muy lejos. Las sonrisas todavía fueron algo lejano e indoloro, pero las notitas… No pensó que escribiría tantas después de la primera, siempre con ese tono de ironía y burla que pronto mutó a algo más comprometedor. Pero no podía contenerse cuando notaba las mejillas del chico ardiendo. Ah, debía ser todo un mojigato reprimido. Por eso continuó, dando rienda suelta a sus insinuaciones y regocijándose en las reacciones indignadas y bruscas que conseguía. Lo que no esperaba era que lo emboscaría después de una de sus tutorías. Y mucho menos previó que sus insinuaciones verbales serían tan gratificantes, pero no podía negarlo cuando salió de ahí con una sonrisa y el cuerpo lleno de adrenalina.
Potter había estado tan enfurruñado los días posteriores, que casi le daba lástima. Pero entonces se recordaba que lo hacía porque el desconfiado Gryffindor seguía pensando que él era un crío malcriado y odioso, y por lo tanto se lo tenía merecido. Sin embargo, lo que finalmente le haría cuestionarse si aquello no estaba yendo demasiado lejos fue lo que sucedió un viernes por la tarde.
Había estado preparando las tutorías de la semana hasta que su cerebro se sintió sobrecargado y empezó a dormitar sobre su libro. Cuando despertó, un cuarto de hora después, su acosador había aparecido en la mesa de enfrente. Le dio una perezosa sonrisa, lo que hizo al chico apretar la mandíbula. Siguiendo su comportamiento de esos días, le lanzó un suave beso acompañado de un guiño. Lo extraño fue que el Gryffindor no retrocedió ni puso cara de estar oliendo mierda de dragón. Mantuvo una expresión más bien reservada y dio una ligera cabezada. Repitió el gesto un par de veces, y cuando se empezaba a preguntar si es que tenía un tic extraño, reparó en que había una nota sobre sus apuntes. ¿La había dejado ahí con magia o la pasó tirando? No podría decirlo. Pero era de lo más curioso. Por eso fue por ella con parsimonia, sin querer demostrar desconcierto ante la novedad. Contrario a sus propias misivas, no tenía un creativo encabezado ni frases ingeniosas. Eran solo un par de palabras, de lo más directas e inesperadas.
Aula de Historia de la Magia. Ahora.
Alzó el rostro para darle una mirada aburrida o de falso embeleso, pero el chico ya iba de camino hacia la salida. Draco sonrió de lado, guardando sus cosas con calma. Con suerte lo escucharía decir que se había equivocado al dudar de él, pediría disculpas y podría finalmente ignorarlo como planeó hacer desde el principio.
Mantuvo su andar despreocupado todo el camino, aunque estaba listo para desenfundar su varita de ser preciso. Potter estaba en el centro de la sala, con los brazos cruzados y el cabello más despeinado que nunca, como si su nerviosismo fuera un detonante para eso.
-Uhmm, al menos pudiste poner velas o conseguir algunas rosas –comentó desapasionado, llevándose una mano al pecho.
-Esto es serio.
-Lo sé, una primera cita siempre lo es.
-Malfoy. ¿Puedes detener eso dos minutos y escucharme? –Hablaba con la mandíbula apretada, por lo que supuso que además de nervioso también estaba cabreado. Por eso se encogió de hombros y decidió otorgarle esos dos minutos de gracia–. No importa lo que hagas para disuadirme, sé que planeas algo. Y puedes fingir y negarlo todo lo que quieras, pero no lo vas a conseguir.
-De acuerdo, tengo que parar el cronómetro para decirte que no me quedaré dos minutos escuchando tus teorías conspirativas sobre mí. Viendo que es así, será mejor que me vaya a…
-Vas a detener todo, Malfoy. Tus planes y tu… cortejo –escupió la palabra, apretando la mandíbula todavía más–. No voy a permitir que sigas afectando mi relación, mis clases, lo que sueño…
-Espera, ¿dices que has soñado conmigo? –Detuvo su diatriba en ese punto, aunque lo primero también resultaba algo de lo más intrigante.
-Es... Por las tonterías que dices.
-Oh. Así que fue ese tipo de sueño –continuó, notando que Potter perdía su apariencia determinada y volvían a ganarle los nervios–. Y dime, ¿te dejé satisfecho? ¿Tal vez tembloroso, sonrojado y susurrando mi nombre?
-Estás enfermo –se había acercado más a medida que hablaba, de forma que ese ataque verbal no lo engañó en lo más mínimo.
-Se te dilataron las pupilas –apuntó sin poderlo evitar, porque su interlocutor podía proferir todas las frases de desprecio que quisiera, pero los ojos esmeralda lo traicionaban. Se regodeó por ello, sonriendo desalmado–. Fui muy bueno, ¿eh?
-Déjame en paz.
-¿Seguro que es lo que quieres? Porque ya sabes lo que dicen, a veces la realidad supera la ficción. O en este caso, los sueños.
-Fue una pesadilla.
-¿Sí? ¿No despertaste con una erección después de esa pesadilla? –Potter apretó los dientes hasta hacerlos rechinar, pero ya no era delatado solo por su mirada. Las mejillas del chico dorado mostraban un significativo e inesperado tono sonrojado. Draco le ofreció su mejor sonrisa depredadora y dio un paso más, dejando solo un palmo de distancia entre ambos–. Qué desconsiderado de tu parte. Tener erecciones en mi nombre y no permitirme hacerme cargo de ellas.
-Ya fue suficiente, ¿no crees?
-¿Uhmm?
-Desde el principio supe que hacías esto para molestarme. Lo conseguiste, ¿de acuerdo? ¿Puedes darte por satisfecho y dejarme en paz? –Era obvio su esfuerzo por sonar convencido, pero el quiebre final en su voz dañaba el efecto. Ese deje de súplica lo hizo suavizar el tono cuando volvió a hablar.
-¿En serio sigues pensando que es solo por molestar?
-¿Por qué más sería? –Inquirió, lanzando la interrogante más válida y razonable para su situación. Draco lo contempló de pies a cabeza antes de responder.
-No lo sé. Quizás es un capricho. Quizás solo se trata de mi ego. A lo mejor solo quiero ver al niño bonito de Gryffindor aullando de placer debajo de mí –experimentó una cálida corriente tras decir eso, potenciada por los labios entreabiertos del chico.
-¿Acabas de llamarme bonito?
-Sí. También dije que te quiero coger hasta que te quedes sin voz.
-¿Y entonces me dejarás tranquilo? –Draco ladeó el rostro, reconociendo que ahí había iniciado una negociación. Su codicia Slytherin lo instaba a presionar para ver qué podía conseguir.
-Probablemente. Aunque puede que entonces seas tú quien me busque.
-Está bien.
-¿Qué? –Detuvo sus enredados pensamientos, inseguro de qué se suponía que acababan de acordar.
-Te daré lo que quieres. Una sola vez. Y después no volverás siquiera a mirarme –Potter parecía decidido, aunque también era incapaz de esconder cierto tinte de miedo. Y Draco comprendió que era verdad. Lo haría. Hasta ese punto había llegado su juego, lo tenía acorralado. Esa era la mano ganadora y no podría ponerse mejor. Sin embargo… No está bien. Eso le decía su instinto, su corazón. Pero retirarse por la paz tampoco era algo que se le diera naturalmente.
-Qué tentadora oferta. En serio –reconoció con la voz enronquecida, deleitándose con la respiración cada vez más agitada del chico–. Porque si quisiera podría tomarte ahora mismo sobre ese escritorio de ahí. Te dejaría marchar sudoroso y con el corazón retumbando en tus oídos... Pero no lo haré.
-¿Qué? –¿Fue solo alivio o también algo de decepción lo que reflejó su mirada? Sería algo a considerar después.
-Ajá, lo que oíste. Será a tu manera, pero no así –continuó, sus palabras sonando sorprendentemente amables y persuasivas.
-¿Qué se supone que significa eso?
-Que todavía no estás listo –susurró, aproximándose hasta que la pared evitó que el Gryffindor siguiera retrocediendo. Entonces colocó las palmas contra la fría piedra, dejándolo atrapado mientras le hablaba al oído–. Pero lo estarás. Tú mismo lo pedirás... –Siguiendo con ese comportamiento tan cuestionable y potencialmente desastroso, acarició su perfil con la punta de la nariz, deleitándose con la respiración contenida del chico–. Vas a suplicar que te joda una y otra vez, que te convierta en un completo desastre de placer y desenfreno. Y te lo juro, Harry. Será muchísimo mejor que la más elaborada de tus fantasías –y aparentemente decidido a asegurar su ruina, procedió a darle un húmedo beso en el cuello antes de alejarse, pese a haber escuchado el jadeo tembloroso del Gryffindor–. Hasta entonces, seguirás disfrutando de mis notas y de mis sutiles atenciones –culminó ese improbable intercambio con un guiño y abandonó el aula riéndose, ignorando el propio palpitar de su corazón y la media erección que toda esa charla había provocado.
-Me quiero coger a Potter –la revelación llegó esa misma noche, en la quietud de la sala común de Slytherin. Draco tenía los dedos de sus manos entrelazados y el mentón apoyado en ellos. A su lado en el sillón estaba Pansy, que comía gomitas mientras miraba aburrida hacia el tercer participante de su conversación nocturna. Blaise, sentado en el suelo con las piernas cruzadas, dejó de hablar sobre… lo que sea que estuviera hablando, y dirigió su mirada hacia él. Oh. Lo había dicho en voz alta.
-Lo siento, ¿se supone que esa sea una novedad? Aunque es cierto que te has tardado al menos tres años en admitirlo –giró hacia Pansy, seguro de que lo defendería y tacharía de loco al joven, pero ella solo se encogió de hombros.
-Sí, como sea. Solo asegúrate de ser discreto, que no los descubran y que… lo disfrutes, supongo.
-¿Es todo?
-Bueno, obviamente estoy admirada y orgullosa de que le quitaras el novio a esa Gryffindor pretenciosa. Bien hecho.
-Me están jodiendo, ¿verdad? –Blaise bostezó, estirando los brazos hacia arriba para desperezarse.
-Honestamente, Draco. Has estado obsesionado con él desde los once años. Por no mencionar lo de los últimos meses.
-¡Eso fue idea de Pansy!
-Era un comentario sarcástico. Que tomaste muy literal y llevaste al extremo, debo agregar –siguió hablando en tono monótono, echándose una gomita amarilla a la boca después de decir eso.
-Estoy en medio de una crisis aquí, ¿quieren dejar de fingir que esto es normal? –Siseó, pero hubiera dado igual que gruñera o cantara un número musical, ellos seguían inalterables.
-Me quedan… unas siete gomitas. ¿Crees que podamos resolver tu crisis en lo que tardo en comerlas? Es que ya tengo sueño.
-Tranquila, Pansy. Yo me hago cargo –Blaise se aclaró la garganta, frunció el entrecejo y asintió, todo con demasiada parsimonia–. Así que Potter. Oh, qué sorpresa –enunció con el entusiasmo de un gusarajo–. Ahora que hemos superado esa impactante revelación… ¿Qué vas a hacer al respecto? Que no hayas hecho ya, quiero decir. Todos hemos visto e incluso apoyado tus descarados coqueteos.
-¡Eso era para joderlo! Es decir, no así, pero…
-Pero ahora sí quieres joderlo. En el sentido más crudo y literal.
-No estás ayudando.
-Lo que tienes que hacer es pensar como Potter. Así es. Cierra los ojos, imagina que tu cabello es horrible, que estás miope y que tu rival te quiere coger. ¿Qué tendría que hacer para que accedas a entregar tu cotizada castidad?
-Esto… ¿Que cambie todo sobre él para ajustarse a mis gustos corrientes y santurrones?
-No, muy elaborado. Intenta de nuevo –Draco asintió, frunciendo el ceño en gesto reflexivo.
-¿Regalos?
-Puedes hacerlo mejor.
-Una poción de amor.
-Ligeramente ilegal. ¿Alguna otra idea?
-Eh…
-Ay, por Merlín. ¡Es doloroso ver esto! –Pansy reaccionó ante su indecisión. Debía haber terminado con sus ositos de goma, porque tenía la bolsa doblada entre los dedos y mirada malhumorada–. Es Potter de quien hablamos, no es complicado. Además, por la forma en que responde a tus miradas y sus reacciones a tus notas, apuesto mi cabello a que no es indiferente. Pero antes de cualquier cosa, tú debes estar seguro de lo que quieres. Si solo quieres follar, una propuesta directa funcionará. Es un Gryffindor después de todo. Lo peor que puede pasar es que te patee el trasero, y lo mejor que puede pasar es que te dé el suyo. Pero en caso de que quieras algo diferente… Ahí será más complicado. Porque entonces sí tendrás que demostrarle que has cambiado y que lo único que tenías entre manos era el objetivo de ganar su afecto. Por ridículo e improbable que eso suene. Ahora sí me retiro. Que descansen, ternuritas –Pansy se alejó con su característico andar de princesa y Draco volvió a ver a Blaise. El chico aplaudió una vez y mostró una sonrisa confiada.
-Bien, espero que te haya servido mi asesoría.
-No hiciste nada.
-¿Vienes o te quedarás pensando en Potter un rato más? –Cuestionó, luego de incorporarse. Draco bufó fastidiado, pero lo siguió hacia el dormitorio compartido.
Lo que dijo Pansy debió ser suficiente para tomar una decisión. Obviamente solo quería quitarse las ganas, así que el plan de una propuesta directa sería lo más apropiado. Sin embargo, la noche anterior no había dejado de darle vueltas a la segunda alternativa. Tampoco ayudaba que el libro que estaba escribiendo lo tuviera en una crisis creativa. Y con la inspiración trastocada, su mente no dejaba de volver al tema Potter una y otra vez. Aunque su amiga no había sido explícita sobre ese algo diferente que podría querer del Gryffindor, lo entendía a la perfección. Y lo más escalofriante de todo es que no le parecía tan ridículo e improbable como ella había mencionado.
Sucedió sin pretenderlo, pero ese fin de semana pasó muy ensimismado en sus pensamientos, ocupándose de las asignaciones pendientes y preparando casi un mes completo de tutorías. Fue consciente de ello hasta el lunes por la mañana, cuando Pansy puso el pergamino en su campo de visión.
Potter parece un cachorro desamparado. ¿Qué le hiciste esta vez?
Draco volteó despacio. Su amiga no había estado mintiendo, la expresión del chico era de suma preocupación. Aunque se encargó de disimularlo en cuánto sus miradas se encontraron. El rubio alzó un poco la ceja, gesto habitual para desafiarlo a que apartara la mirada. Y siguiendo su papel, Potter no lo hizo. Estaba sonriendo antes de darse cuenta.
Esa fue la primera vez que lo vio sonreír de regreso. Y para confirmar que aquello realmente había sucedido, también fue la primera vez que el Gryffindor fue quien rompió el contacto. Draco volvió a girar en su asiento. Tenía su respuesta al dilema que Pansy había planteado. Por eso cortó un trozo de pergamino y se dispuso a escribir en él, aunque finalmente solo plasmó una palabra.
Ganaste.
Debió prever que su sutileza se escaparía del alcance del moreno, porque el resto del día siguió dirigiéndole largas miradas interrogantes y cautelosas. Por su parte, había terminado. Meterse con el chico dorado había sido divertido, pero aunque Pansy lo dijera de manera irónica, la verdad era que él sí había cambiado. Y no pensaba perder la cabeza por un capricho. Involucrarse de más con Potter podría ser contraproducente, por muchas ganas que tuviera de hacerle todo lo que había insinuado. Porque no iba a mentirse, ni siquiera había tenido que esforzarse para escribir sus obscenas notas, mucho menos para el descarado coqueteo de la tarde del viernes. Pero no le parecía que Potter fuera del tipo de una cogida y ya. Cierto que había ofrecido estar con él, pero incentivado por la desesperación después de semanas de su cortejo. Y aunque le gustaría conseguir que fuera por voluntad propia como había enunciado, también sabía de la imposibilidad de que eso sucediera.
Pero ¿y sí…?
La duda volvió a materializarse en él. Pansy había mencionado que el chico no parecía del todo indiferente, y eso que ni siquiera sabía de lo ocurrido entre ellos. Del suspiro tembloroso cuando le dio ese osado beso y de que Potter realmente había admitido tener sueños húmedos con él. Draco exhaló frustrado, dejando que su frente chocara contra su libro con más fuerza de la necesaria. No. No iba a aprovecharse de eso para satisfacer sus deseos carnales. Sería un maldito caballero y daría un paso atrás.
Alguien se deslizó a su lado en la banca y el rubio apretó los labios, hablando con la voz ahogada pero amenazante.
-Si vienes a burlarte, vete a la mierda. Si vienes a pedir ayuda con alguna tarea, vete a la mierda. Si traes alguna solución lógica para mi crisis, entonces te escucho.
-Uhm, primero tendría que saber qué tipo de crisis es –Draco se incorporó cuál muñeco de resorte, porque quien había contestado no era Blaise. Luciendo vacilante y como si no supiera realmente qué diablos hacía ahí, estaba el motivo de su crisis. Al menos de una de ellas. Sería tan sencillo solo contestar con alguna obscenidad y lograr que se fuera…
-Crisis creativa –se escuchó replicar. Y empleando toda su fuerza de voluntad, volvió a mirar al frente y apoyó el mentón en su mano como si aquella fuera una interacción normal entre ambos.
-¿Qué estás creando?
-Un libro.
-¿Sobre qué? –No podría dar una contestación escueta a eso, pero tampoco quería revelar demasiado. Por eso tardó algunos segundos extra en responder, los suficientes para notar el movimiento nervioso en las manos del chico.
-Crímenes. Un auror y un inefable que trabajan juntos resolviendo crímenes extraños. El problema es que el maldito auror nunca hace lo que quiero –fue breve, pero una ronca risa sonó a su lado.
-¿Cómo es eso posible? Son tus personajes, deberían hacer lo que quieres.
-No siempre funciona así. Es un dolor de cabeza.
-¿Por eso te ves tan preocupado a veces? ¿Por estas… crisis creativas? –Draco ladeó el rostro, dándole una apreciativa mirada. Las ganas de decirle algo obsceno seguían ahí, peleándose con las ganas de saltarle encima y cogérselo ahí mismo. Pero su yo maduro siguió al mando mientras asentía.
-Así es.
-Me gustaría saber qué gané –continuó, luego de casi un minuto en que solo se habían estado contemplando el uno al otro. Claro, debió sospechar que ese era el verdadero motivo de que se acercara a él.
-Te dejaré en paz.
-¿Así sin más? –Draco sonrió de lado ante el tono incrédulo del chico, pero reafirmó su decisión.
-Así sin más.
-¿Por qué?
-¿Importa? –Potter abrió y cerró la boca un par de veces, hasta que pareció decidir lo que quería decir.
-Ginny y yo… acordamos darnos un tiempo. Un plazo de dos semanas, en que yo solucionaría mis asuntos contigo. Si conseguía que todo se calmara para entonces, volveríamos a estar como antes. Ese… ese plazo termina hoy.
-Debes estar feliz –dijo inexpresivo. No tenía idea de qué motivaba al Gryffindor a contarle aquello, pero no podía fingir entusiasmo ni decirle a cabalidad lo que pensaba de ello.
-Yo… creo que voy a… dejarlo pasar.
-¿Uhmm? –El moreno cerró los ojos un instante, remojando sus labios con nerviosismo.
-Esto… es importante. Necesito preguntarte algo y solo quiero la cruda verdad. –El Slytherin alzó las cejas, lo que fue suficiente para que el joven continuara:- Llevo todo este tiempo convencido de que planeabas algo, y que empezaste a coquetear conmigo para distraerme. Pero lo que dijiste aquel día me hizo dudar… Y quiero saber la verdad sobre todo eso.
-La cruda verdad, eh –ese estilo tan directo no solía ser el suyo, pero ver la vulnerabilidad con que Harry se esforzaba por sostenerle la mirada lo hizo ceder. Después de todo, el Gryffindor debía ser consciente de que todavía se exponía a ser ridiculizado o humillado. Pero seguía mirándolo a los ojos y esperando por sus palabras–. No he estado planeando nada. Más allá de mis tutorías y la trama de mi libro. Empecé a coquetear contigo… porque siempre ha sido divertido hacerte rabiar y noté que te sacaba de quicio con mis notas. –Pensaba dejar su confesión hasta ahí, pero la decepción brilló muy evidente en los ojos esmeraldas y lo impulsó a añadir lo improbable:- Sin embargo, lo que dije aquel día es cierto. Por completo –de nuevo fue testigo de la reacción física del moreno ante sus palabras, y repitiendo su comportamiento audaz de esa vez, se inclinó hacia él, susurrando–. Por si no lo recuerdas… Me encantaría follarte hasta que te quedes sin voz.
-Mal… Draco –murmuró.
El movimiento brusco que vino después lo hizo pensar que sería golpeado o que vería al Gryffindor batirse en retirada. En su lugar, lo que sucedió fue… el beso más hambriento e intenso que había recibido jamás. Harry había rodeado su cuello con los brazos, manteniéndolo en su sitio mientras asaltaba su boca con desenfreno. Y aunque sus fantasías y deseos le urgían a tocarlo todo lo que pudiera, no quería sobrecargarse de sensaciones. Después de todo, no debía faltar mucho para que…
-¡¿Draco?! –Empujó al apasionado chico en cuánto escuchó la puerta, pero no fue lo suficientemente rápido para evitar que sus alumnos dedujeran lo que había estado sucediendo ahí.
-¡Chicos! Llegan temprano hoy.
-Eh… Dijiste que nos veríamos media hora antes para revisar los resultados de los últimos exámenes.
-Eso. Claro –tres niños más llegaron en ese momento, por lo que supo que sería mejor despedir al moreno.
-Puedo venir después –inesperadamente, fue él quien propuso eso. Sus labios seguían sonrosados y húmedos después del beso compartido.
-O podrías quedarte… –Dijo a su vez. Y antes de cambiar de opinión o cuestionarse a sí mismo, agregó:- Al fondo y sin evaluar mis métodos pedagógicos.
-Suena bien para mí.
Había decidido dar tutorías ese año como parte de su "servicio a la comunidad", aunque encontró en ellas algo que realmente le gustaba hacer. En especial con grupos de los primeros años, que carecían de animadversión hacia él y se mostraban más entusiastas sobre sus lecciones. Sin embargo, esa hora y media del lunes se sintió especialmente larga. Aunque se cuidó de mantener el ritmo de siempre, respetando su programa y manteniendo su atención en sus alumnos, podía percibir la apreciativa e intensa mirada de alguien más sobre él. No tenía la menor duda de ello, porque el par de veces que sus ojos se desviaron hacia la parte trasera del aula se había encontrado directamente con los orbes esmeraldas.
Cuando finalmente despidió al grupo, luego de fijar diferentes horarios para revisar las tareas de esa semana, solo uno de ellos se quedó rezagado.
-¿Hay algo más que pueda hacer por ti, Marvin? –El niño dio un vistazo hacia el fondo del aula, pero casi de inmediato volvió a centrarse en él.
-Yo solo… quería darte las gracias. Hablé con la profesora Sprout, como me dijiste.
-Es bueno oír eso, amigo. Espero que la situación mejore –aunque no conocía a ciencia cierta el problema, sabía que algo muy serio debía haber sucedido para que el Hufflepuff estuviera fallando en sus asignaciones.
-Esto… ¿Puedo preguntarte algo?
-Dime.
-¿Alguna vez has hecho algo de lo que te arrepientas después? –Draco casi sonrió con ironía, pero se contuvo por respeto a los sentimientos del niño. No quería que pensara que se estaba burlando o que no se lo tomaba en serio.
-Muchas veces, Marvin.
-¿Y qué hiciste entonces?
-Eso es algo más complicado. Porque aunque te arrepientas, hay cosas que no puedes cambiar. Pero en el caso de ser posible… como si lastimaste a alguien con tus palabras o acciones, puedes disculparte y dar lo mejor de ti para demostrar que lo lamentas.
-Es lo que dijo la profesora Sprout. Que una disculpa sincera es un tipo especial de magia.
-Ahí lo tienes.
-Fui muy grosero con alguien. Alguien que ahora está enferma. Me gustaría disculparme, pero no sé cómo…
-Bueno, si es alguien que está lejos, puedes escribirle una carta. A veces las ideas se expresan mejor de esa forma.
-¿Tú me ayudarías?
-Por supuesto. Podemos hacerla mañana después de revisar tu tarea, ¿qué te parece?
-¡Eres increíble! –Draco sonrió, recibiendo uno de los conocidos abrazos efusivos del pequeño Hufflepuff–. Muchas gracias.
-Es un gusto.
-¿Te ayudo a guardar los materiales?
-Oh, no te preocupes. Ya me ocupo de eso.
-De acuerdo. Nos vemos el miércoles, Draco –creyó que por fin se quedaría a solas con el Gryffindor, pero el chico se detuvo justo en la puerta, dedicándole una amigable sonrisa al joven que había permanecido ahí en silencio–. ¡Adiós, novio de Draco! –Y se retiró, dejando tras de sí a un estupefacto Harry Potter. Notó que estaba riendo cuando lo vio entrecerrar los ojos en su dirección.
-Lo siento por… eso –dijo en nombre de su alumno, empezando a limpiar el caldero que había utilizado para su lección–. Marvin es de primer año, hijo de muggles. Debe haber oído hablar de ti, pero no te tiene tan identificado.
-Eso fue… inusual.
-¿Nada más?
-Uhmm. Tu lección fue entretenida, creo que si Snape nos hubiera explicado así, tendría una mejor relación con las pociones –Draco sonrió de lado, inseguro de si estaba metiéndose con él o dándole un genuino cumplido.
-Bueno, tengo que hacer las prácticas entretenidas. Algunos de ellos tienen problemas de aprendizaje.
-¿En serio?
-Así es. Por eso son dos grupos de primer año. Ellos eran los hiperactivos. Les cuesta seguir una lección normal porque se distraen con facilidad, como habrás notado. La lección del viernes será la misma pero totalmente diferente, mucho más descriptiva y con apoyo visual. Eso favorece la memorización por asociación y que no se frustren por explicaciones demasiado teóricas.
-¿Me estás invitando a la tutoría del viernes?
-Bueno, siempre andas rondando por ahí. Podrías entrar, para variar –su provocativo comentario obtuvo una sonrisa ladeada del Gryffindor. Draco hizo un hechizo más para guardar todo en su maletín.
-Me gustaría mucho, en realidad.
-Bien.
-Sobre lo que pasó antes… –No hacía falta mayor indicio para que supiera de lo que hablaba, pero cualquier ligera duda habría sido despejada por el vistazo codicioso que le dio a sus labios.
-Uhmm, ¿hablas de tu descarado ataque?
-No planeaba hacer eso –admitió, luciendo avergonzado en su justa medida–. Pero siempre te las arreglas para sacar lo peor de mí.
-Creo que difiero, porque eso fue por mucho lo mejor que he obtenido de ti –Harry apartó la mirada un instante, sus mejillas mostrando un tenue tono rojizo. Draco se reprendió por pensar que eso era adorable. Podía lidiar con su libido y con la tensión sexual, pero aquello ya cruzaba a una zona más peligrosa.
-Yo… estoy de acuerdo –fue apenas un susurro, al que siguió un gesto de ojos apretados y entrecejo fruncido. De nuevo falló en contenerse a sí mismo cuando alargó la mano para deshacer esa expresión con una caricia. El Gryffindor abrió los ojos, sin alejarse mientras sus dedos le perfilaban la nariz hasta que su palma terminó acunando su mejilla.
-Si sigues mirándome así no seré capaz de dejarte en paz –advirtió, más los ojos verdes centellearon con su amenaza.
-No lo hagas.
-Quieres volverme loco –acusó flojamente. Había seguido descendiendo con su mano, ahora acariciando el cuello del chico.
-Tú ya lo hiciste conmigo.
-Tengo curiosidad. ¿Lo de hace rato superó tus sueños?
-Fue diferente.
-¿Quieres poner a prueba lo demás? –El moreno aspiró tembloroso, ofreciendo por respuesta un tímido asentimiento–. De acuerdo. Nos vemos aquí a las once.
-¿Hoy?
-Hoy –y remarcó la invitación dándole un beso rápido y desordenado, antes de alejarse por el bien de su mente y del Gryffindor–. Hasta entonces… Harry –se despidió con un descarado guiño, sonriendo por el balbuceo incomprensible del chico.
-No lo entiendo –repitió Blaise, sentado en su cama con los brazos cruzados–. Conseguiste que acceda a verte en un aula desierta después del toque de queda… ¿y dices que no te lo vas a coger?
-En efecto.
-¿Por qué?
-Porque, pequeño discípulo, yo siempre voy por el premio mayor. Y no me quedaré con un listón de participante cuando sé que puedo conseguir una orden de Merlín.
-O dicho en palabras sencillas: no te bastaría con follártelo una vez, así que te vas a asegurar de que lo suyo sea más que algo experimental o para quitarse las ganas.
-Ahora lo entiendes –Draco asintió hacia su reflejo, volteando para presumir el resultado–. ¿Cómo me veo?
-Creo que le vas a poner difícil el mantener las manos lejos de ti.
-Perfecto.
Los corredores estaban totalmente desolados a esa hora. A parte de sus pasos, solo se escuchaba el ocasional crujir de las tuberías y el sonido lejano de las escaleras cambiando de lugar. El Slytherin llegó al sitio acordado con quince minutos de antelación. Y al instante escuchó el rumor de tela moviéndose y vio al chico dorado de Gryffindor materializándose frente a él. Su cabello estaba más despeinado tras haberse quitado la capa y su vestimenta no era nada especial a su apariencia de siempre, pero su expresión sí que contrastaba de forma impresionante. Los ojos verdes estaban oscurecidos y tenía un sutil sonrojo en los labios, como si hubiera estado mordiéndolos nerviosamente.
-Buenas noches, Harry.
-Draco –asintió, haciendo evidente que se debatía entre acercarse más o mantener la distancia. El rubio sonrió de lado, quedándose donde estaba.
-Debo admitir que no creí que vendrías.
-¿Y te vestiste así pese a dudarlo? –Se encogió de hombros, como si no hubiese pasado una hora escogiendo vestuario.
-La ropa es lo de menos, considerando lo que vamos a hacer –se deleitó con el recorrido ansioso de pies a cabeza que le dio el joven, al tiempo que tragaba saliva.
-Entonces… ¿Aquí?
-Oh no, la primera vez tiene que ser especial –Harry jugueteaba distraído con la capa a medio doblar que colgaba de su brazo, haciéndolo desaparecer parcialmente.
-¿Qué tienes en mente?
-Ya lo verás –y entonces le tendió la mano. Los dedos del chico estaban fríos cuando aceptó el agarre.
Caminaron juntos en silencio hasta que llegaron a su destino. Los jardines traseros del castillo ofrecían una vista perfecta en esa época del año. Sprout tenía una espléndida cosecha de lazo de luna y otras especies luminiscentes, por lo que el lugar estaba iluminado de manera puramente natural. Había un par de bancas ahí y algunas mesas. Guio a Harry a una de ellas, invitándolo a sentarse a su lado.
-¿Alguna vez habías venido aquí de noche? –Él negó despacio, sus ojos reflejando distintas tonalidades de dorado, verde y plata a medida que recorría su entorno–. Lo supuse, no muchos saben al respecto. Motivo por el que me gusta personalmente. Un lugar tan pacífico y bello favorece las ideas.
-¿Vienes aquí a escribir?
-En efecto. Mucho más inspirador que mi habitación y más tranquilo que un lugar donde cualquiera puede interrumpirme.
-Sigue siendo… bastante público –su tono delataba su nerviosismo, igual que la forma en que volvía a mordisquearse el labio inferior. Draco alzó la mano, sosteniendo su mentón y usando su pulgar para liberar al torturado prisionero.
-Eso no es problema. –Permitió que el Gryffindor se mostrara justamente alarmado unos segundos, antes de añadir:- Porque solo hemos venido a hablar.
-Oh.
-Aunque puede que te bese y te manosee un poco, dependiendo de cómo vaya lo primero –diablos, sí que es incapaz de esconder lo que siente, pensó para sí mismo, tras detectar con precisión cómo pasaba de la decepción al interés en un parpadeo.
-Tú… eres muy directo con lo que dices –Draco finalmente dejó caer su mano, aunque la otra siguió sosteniendo la del chico.
-Uhmm, ¿preferirías que fuera recatado y frívolo en mi cortejo?
-Creo que… tiene su parte positiva. Es bueno no tener que leer entre líneas o estar adivinando lo que quieres o esperas de mí. Aunque también es… diferente escucharte, a solo leer tus notas.
-¿Todavía las tienes? –Harry asintió, sus mejillas aumentando a un tono rojizo más oscuro.
-¿Lo que escribes es… así?
-Oh no, por el momento solo me he mantenido en acción y misterio. Pero quién sabe, podría transformarse en algo más.
-¿Desde cuándo escribes? –Sonrió de lado por lo que empezaba a convertirse en un interrogatorio unilateral, pero el moreno parecía cada vez más seguro y cómodo a su lado, así que siguió contestando.
-Desde los doce. Con ciertas pausas por… conflictos y eso, pero sí. –Se calló unos segundos, pero finalmente agregó:- Empecé después de una pelea, eh, complicada con mi padre. Solo quería dejar de pensar, supongo. Escapar a algún lugar donde yo tuviera el control.
-¿Sigue siendo así?
-Ya no tanto. Lo disfruto mucho y espero llegar a publicar algún día. Pero creo que tampoco sentiré que fracasé si no lo consigo, porque en realidad es algo que hago para mí.
-¿Me dejarías leer algo de lo que escribes?
-Absolutamente no. Pero puedes acompañarme mientras lo hago. Así podrías verme en silencio por horas sin que sea raro –Harry hizo un puchero y él se encargó de borrar ese gesto, aunque esa vez ocupó sus labios para tal propósito. Fue todo un contraste a lo ocurrido esa tarde, cuando había predominado la premura y agitación. En ese jardín luminiscente bajo la luz de la luna, degustó con paciencia la calidez única y magnífica de la boca del chico dorado. Fue un beso tan plácido y acogedor que tuvo que quedarse con los ojos cerrados un tiempo más, percibiendo la alterada respiración del joven frente a él.
-Quiero… entenderte –susurró Harry, por lo que sus pestañas se agitaron y buscó su cercana mirada–. Saber qué piensas, quién eres… y qué es todo esto –Draco exhaló tembloroso. Probablemente lo habría afectado menos que le dijera quiero follarte o algo similar. Porque lo que el joven pedía era un tipo de intimidad y confianza desconocida para él. Sin embargo…
-Soy Draco Malfoy, prefecto de Slytherin y aspirante a escritor. Y lo que más pienso está justo frente a mí –fue inesperado, pero Harry rió tímido, aunque evidentemente complacido.
-Mucho gusto, Draco. Yo soy Harry Potter, estudiante promedio de Gryffindor, con opción de carrera más bien indefinida. Y he pasado meses pensando que mi antiguo rival tenía malignos planes entre manos.
-A menos que te consideres a ti mismo como algo maligno, creo que puedes desechar esa teoría –sugirió, volviendo a disfrutar de la risa nerviosa del chico.
-Ya lo hice.
-En ese caso, ¿qué es lo que más piensas ahora?
-En que creo que caí en el cortejo más raro de la historia –Draco se echó a reír, aunque fue silenciado al poco tiempo de la forma más exquisita posible.
Habían vuelto a las miradas. Tuvo ese pensamiento cuando, al sentarse a su mesa en el gran comedor, lo primero que hizo fue buscar la conocida (y hablaba en el sentido más físico de la palabra) melena oscura. Harry ya tenía los ojos puestos en él. Sonrió en silencio, viendo el gesto reflejado en esos labios que tan profundamente lo habían besado la noche anterior. Y tan inesperado y adorable como había sido, contempló al Gryffindor guiñar ambos ojos a la vez y lanzarle un tímido beso. Así que Draco hizo lo único razonable y discreto en esas circunstancias. Fingir que lo atrapaba en el aire y llevárselo a los labios. El moreno dejó caer la cabeza contra la mesa, tenía hasta las orejas enrojecidas. Y él rió con auténtica alegría, porque ese juego era más divertido cuando se jugaba entre dos.
FIN
Notas finales: amé esa escena final y su paralelismo con la primera, como un círculo completado. Por otro lado, Draco escritor es algo que a-do-ro. Es la segunda vez que escribo uno así (hasta donde recuerdo) y lo amé. En especial por su forma creativa de reaccionar al acoso de Harry, solo para terminar dándose cuenta de que no le era nada indiferente, jaja. Además, al hablar de su libro nos hizo un pequeño spoiler de lo que será mi siguiente longfic, se los dejo como curiosidad. En fin, como dije la semana anterior, esto tiene un infame epílogo. Y si quieren saber por qué lo digo así, tendrán que sintonizarme la próxima semana.
Allyselle.
