Harry Potter, pertenece a J.K. Rowling.
Cazadores de Sombras, pertenece a Cassandra Clare.
43: Tercera Prueba.
.
Alex se pasó una mano por el cabello, mientras bajaba las escaleras. Acababa de salir de la oficina del profesor Dumbledore, luego de que él le diera un mensaje preocupante. Tomó aire, inflando el abdomen y luego lo dejó salir suave y lentamente. Tal y como Janeth le había enseñado.
.
Recuerdo
—Si vas a entrar en una pelea. Independientemente de que sea mano a mano, un duelo con varias o un combate de esgrima —decía ella. —Entonces, necesitas estar calmado. La forma más rápida para relajarte, es tomar aire. Inflar tu abdomen, y soltar el aire, lentamente.
Alex la miró fijamente. Quería preguntárselo. — ¿Lo usas, al enfrentarte a un Subterráneo, o a un demonio? —preguntó él. — ¿Cómo es, luchar contra un demonio, por primera vez?
Janeth levantó la cabeza. —Como es... luchar contra un demonio. Bueno: eso depende de cada persona. Pero te aseguro, querido niño mágico, que yo no fui muy normal —se atrevió a reírse.
—Claro. Los experimentos de Valentine, y su crianza —dijo él, sonrojándose. —Perdón. No quería recordártelo.
—Valentine, me entregó una espada y un cuchillo, —reveló ella —entonces invocó distintos tipos de demonios. Tenía siete años. —La boca de Alex se abrió con horror, ante esas palabras. No se imaginaba a sí mismo, ante un grupo de demonios, o un grupo de criaturas mágicas que buscaran dañarlo, y tener que hacerle frente, él solo. —Cuando los maté a todos (no salí de esa, simplemente caminando, ni intacta, te lo aseguro), él me llevó ante un traidor del Círculo. Me dijo que fue muy difícil para él, poder encontrar a Dorian Silverhood. Era un traidor, uno de los que colaboró con mamá. —Cayó en la cuenta de lo que decía, y se rio de sí misma —uno de los que colaboró con Jocelyn, en el plan para ir en contra del Levantamiento. —Negó con la cabeza, se pasó una mano por el rostro, pero Alex sabía que su hermana, estaba derramando lágrimas. No quería... no. La verdad es que... como Sebastian. Portando la sangre demoniaca, no me importó, matar a alguien inocente. Silverhood, Graymark y mamá, fueron miembros del Círculo, pero... al menos Dorian y mamá, se arrepintieron de sus actos. Y bueno —se encogió de hombros, y se sentó, concentrada en algo —Lucian Graymark, era hermano de...
—Amatis Herondale —dijo él.
Janeth le enseñó una sonrisa. —Stephen y Amatis, eran muy felices juntos. No me preguntes como lo sé, porque... solo puedo pensar en amor, y bueno... ¿si no amas a alguien, para qué estar con esa persona? —Alex asintió sonriente. —Eso... es lo que me molesta de personas manipuladoras, como Valentine y Ryddle. Y de... parejas que los siguen, como Stephen y Amatis o como Lucius y Narcisa.
— ¡¿TIENES ALGO QUE DECIR SOBRE MIS PADRES, FAIRBLUE?! —gritó repentinamente Draco, caminando hacia ellos, enfadado.
—Mi hermano quería saber más, sobre mi infancia —explicó ella. —Puedo comparar fácilmente, a mi padre, con Ryddle —Draco estaba por abrir la boca. Y Janeth sabía lo que pensaba Draco: «Por favor: todo el mundo sabe, que el traidor de la sangre de James Potter, jamás sería un aliado del Señor Oscuro» —Valentine y Tom, son el mismo tipo de manipuladores políticos, —continuó ella. Draco seguía el silencio, pero ahora estaba confundido —tus padres son Mortífagos, así que están obligados a obedecer a Ryddle, en cualquier orden que él les dé. Lo mismo, con los miembros del Círculo, antes del Levantamiento, cuando muchos de ellos, se desligaron del mismo. Entre los que se desligaron, estaban: mi madre (Jocelyn) y Amatis también. Amatis, estuvo casada con Stephen Herondale, quien se volvió la nueva mano derecha de mi padre, cuando su Parabatai, su compañero de armas: Lucian Graymark, se convirtió en un hombre lobo. —Alex asintió, comprendiendo. Draco solo estaba más y más confundido. Janeth mostró una sonrisa irónica. —Vale más el deber y el honor, que el amor, entre los Mortífagos y los miembros todavía fieles del Círculo. Pueden estar ambos, seguros de eso. ¿Le importó a Herondale, dejar al amor de su vida, solo por seguir a un hombre que pensaba por él?
Alex suspiró, y se pasó la mano por la cara. —Supongo, que no le importó mucho, ¿verdad?
—El muy cabrón, ni siquiera miró atrás —dijo Janeth enfadada, con el padre de Jace. —Valentine y Tom, son el mismo tipo de persona —repitió. —Y Stephen, se casó con una chica que no amaba. Una chica que lo adoraba, y que soñaba con estar con él. Una chica maltratada por sus padres, que solo soñaba con algo de amor, del rubio guapo —una sonrisa irónica, apareció en sus labios —como Ginevra Weasley. —Y miró directamente a los ojos, a Draco Malfoy. — ¿Ginevra Malfoy, mejor dicho?
Draco se sonrojó. — ¡NO TE ATREVAS A DARLE A ESA TRAIDORA DE SANGRE, EL APELLIDO DE MI FAMILIA, FAIRBLUE! —Janeth colocó un Glamour ante los ojos de todos, haciéndoles creer que todavía, estaba sentada. Pero se levantó, y se colocó ante Draco, quien desenfundó su varita mágica. Janeth eliminó el Glamour, y Draco trastabilló hacía atrás, ahora viendo a la pelinegra ante él, quien le arrebató la varita mágica de la mano. El simple hecho, de que le arrebataran su varita mágica, dejó al heredero Malfoy, desconcertado. Era una situación, para la cual un Mestizo o un Sangre Pura, no estaban preparados. ¡Devuélveme mi varita! —ordenó.
Ella desenfundó su varita, y la apuntó al pecho del rubio de ojos grises, haciendo que muchas chispas negras y rosadas, se acumularan en la punta de la varita, aterrando al rubio. —Lárgate, ¿quieres, Malfoy? Estoy ocupada, pensando en la tortu... digo: En el entrenamiento, que tendremos mi hermano y yo, para la Tercera Prueba.
— ¿Por qué ibas a decir tortura? —Preguntó Alex, asustado.
— ¿Es que te piensas que esto será pan comido, niño mágico? —Le devolvió ella, enfadada. Alex admitió, que su hermana tenía razón. Oh, como deseaba que ya terminara la tercera prueba. ¡Y agradecía, que solo fueran tres pruebas!, pues cada entrenamiento, era más extremo, que el anterior. —Tenemos que entrenarnos al máximo —arrojó la varita de Draco, sin mirar. —Comenzaremos con el hechizo obstaculizador. Pasaremos al hechizo excavador. —Se giró, para mirar a Draco, mirándolo de arriba abajo. — ¿Sigues aquí? Vamos. Vamos chico, busca, busca la varita. —Draco se sonrojó de furia y abrió la boca. —Mi padre se enterará de esto —Draco se sonrojó nuevamente... de vergüenza, y se fue finalmente. —Si sientes que los hechizos que voy a enseñarte, se vuelven demasiado. Si te sientes estresado y no sabes qué hacer, sintiendo como tu mente se llena de pensamientos, y no puedes concentrarte, entonces toma aire por la nariz, inflando el abdomen. —Aconsejó ella. —Y luego, déjalo salir suave y lentamente.
Fin del Recuerdo
.
Janeth lo llevó, hasta un salón de clases vacío, donde comenzó a escribir nombres de varios hechizos. —Impedimenta. Llamado encantamiento obstaculizador. Como su nombre lo indica: obstaculiza el movimiento del objetivo, ralentizándolo o deteniéndolo en seco. —Alex asintió. —Flipendo. Llamado el maleficio de rechazo. Es un maleficio, que obstaculiza el movimiento del objetivo, ralentizándolo o deteniéndolo en seco. Depulso. Es un encantamiento que aleja objetos y seres vivos del lanzador, mandándolos a volar hacia un objetivo o lugar en concreto. El encantamiento repulsor es opuesto al (Accio) Encantamiento convocador. Expelliarmus: Encantamiento de Desarme, ¿qué hará un Sangre Pura, sin su varita mágica? —Alex no pudo evitar reírse. —Malfoy no tenía idea de qué hacer, cuando fue desarmado. Muy pocos Mortífagos, sabrían qué hacer. Pero también puede servirte, como el Depulso. Rictusempra. Es un encantamiento que provoca en el objetivo fuertes cosquillas, lo cual le genera un ataque de risa, debilitándolo. También tuvo al menos otro efecto secundario. Gracias al Embrujo de Zancadilla, te... caerás al suelo. Everte Statum... es un golpe muy fuerte.
—No, en serio, ¿el último? —Preguntó Alex, sonriente.
—Es un golpe muy fuerte, Alex —contestó Janeth, seriamente y cruzándose de brazos.
—Hum... entiendo —dijo finalmente el pelirrojo. —Te pareces a mamá, pero en pelinegra, y con un pasado bastante turbio.
—Glacius, es un hechizo que congelará a un objetivo con aire helado creado a partir de la punta de la varita. —Janeth ignoró las palabras de su hermano. Además, se sentía orgullosa, al ver como Alex estaba memorizando los hechizos. —Y, en caso de que necesites escapar: Fumos y Negrum Fumos, crearán nubes de humo.
Alex se removió incómodo. Unos segundos después, comenzaron a practicar todos esos encantamientos, uno tras otro, casi sin descanso.
.
Cuando terminaron, Alex estaba cayéndose del sueño, por lo cual, Janeth tuvo que apoyarlo en su hombro, para ayudarle a caminar. —Janeth... Dumbledore teme, que algo ocurra, en los próximos días. Cree que el hecho de que nuestros nombres salieran del Cáliz, era sinónimo de algo grave.
Janeth se tardó un rato, en contestarle a su hermano. —Yo también tengo algo de temor, Alex. No estamos en este torneo, para que Hogwarts gane. Un Mortífago nos metió en esta mierda. Algo grande, va a pasar.
.
Al día siguiente, Hagrid, que en la clase anterior les había dicho que ya habían acabado con los unicornios, los esperaba fuera de la cabaña con una nueva remesa de cajas. Al verlas, a Janeth se le cayó el alma a los pies. ¿Les tocaría cuidar otra camada de escregutos? Pero, cuando llegaron lo bastante cerca para echar un vistazo, vieron un montón de animalitos negros de aspecto esponjoso y largo hocico. Tenían las patas delanteras curiosamente planas, como palas, y miraban a la clase sin dejar de parpadear, algo sorprendidos de la atención que atraían.
—Son Escarbatos —explicó Hagrid cuando la clase se congregó en torno a ellos—. Se encuentran sobre todo en las minas. Les gustan las cosas brillantes... Mirad. —Uno de los Escarbatos dio un salto para intentar quitarle de un mordisco el reloj de pulsera a Pansy Parkinson, que gritó y se echó para atrás. —Resultan muy útiles como detectores de tesoros —dijo Hagrid contento—. Pensé que hoy podríamos divertirnos un poco con ellos. ¿Veis eso? —Señaló el trozo grande de tierra recién cavada en la que Harry lo había visto trabajar desde la ventana de la lechucería—. He enterrado algunas monedas de oro. Tengo preparado un premio para el que coja al Escarbato que consiga sacar más. Pero lo primero que tenéis que hacer es quitaros las cosas de valor; luego escoged un Escarbato y prepárense para soltarlo. —Harry se quitó el reloj, que sólo llevaba por costumbre, dado que ya no funcionaba, y lo guardó en el bolsillo. Luego cogió un Escarbato, que le metió el hocico en la oreja, olfateando. Era bastante cariñoso. —Esperen —dijo Hagrid mirando dentro de una caja—, aquí queda un Escarbato. ¿Quién falta? ¿Dónde está Hermione?
—Ha tenido que ir a la enfermería —explicó Ron.
— "Luego te lo explicamos" —susurró Alex, viendo que Pansy Parkinson estaba muy atenta.
.
Era con diferencia lo más divertido que hubieran visto nunca en clase de Cuidado de Criaturas Mágicas. Los escarbatos entraban y salían de la tierra como si ésta fuera agua, y acudían corriendo a su estudiante respectivo para depositar el oro en sus manos.
.
— ¿Se pueden comprar y tener de mascotas, Hagrid? —le preguntó emocionado, mientras su Escarbato volvía a hundirse en la tierra, salpicándole la túnica.
—A tu madre no le haría gracia, Ron —repuso Hagrid sonriendo—, porque destrozan las casas. Me parece que ya deben de haberlas recuperado todas —añadió paseando por el trozo de tierra excavado, mientras los Escarbatos continuaban buscando—. Sólo enterré cien monedas.
Se acercaba por la explanada. Llevaba las manos llenas de vendajes, y parecía triste. Pansy Parkinson la miró escrutadoramente. —¡Bueno, comprobemos cómo ha ido la cosa! —dijo Hagrid—. ¡Cuenten las monedas! Y no merece la pena que intentes robar ninguna, Goyle —agregó, entornando los ojos de color azabache—. Es oro leprechaun: se desvanece al cabo de unas horas. — Goyle se vació los bolsillos, enfurruñado. Resultó que el que más monedas había recuperado era el escarbato de Ron, así que Hagrid le dio como premio una enorme tableta de chocolate de Honeydukes. En esos momentos sonó la campana del colegio anunciando la comida.
-/-/Algunas Semanas después.../-/-
—Damas y caballeros, dentro de cinco minutos les pediré que vayamos todos hacia el campo de Quidditch para presenciar la tercera y última prueba del Torneo de los tres magos. En cuanto a los campeones, les ruego que tengan la bondad de seguir al señor Bagman hasta el estadio.
Así lo hicieron los cuatro. De camino, el señor Bagman llamó a Alex. — "¿Qué tal te encuentras, Alex?" —le preguntó Bagman, mientras bajaban la escalinata de piedra por la que se salía del castillo— "¿Estás tranquilo?" —Alex asintió. El heredero Potter ya sabía, que ese hombre era un apostador. Y solo podía pensar, en que apostó por él, para ganar la competencia, pues no se le ocurría nada más.
.
Llegaron al campo de Quidditch, que estaba totalmente irreconocible. Un seto de seis metros de altura lo bordeaba. Había un hueco justo delante de ellos: era la entrada al enorme laberinto. El camino que había dentro parecía oscuro y terrorífico.
Cinco minutos después empezaron a ocuparse las tribunas. El aire se llenó de voces excitadas y del ruido de pisadas de cientos de alumnos que se dirigían a sus sitios. El cielo era de un azul intenso pero claro, y empezaban a aparecer las primeras estrellas. Hagrid, el profesor Moody, la profesora McGonagall, la profesora Tonks y el profesor Flitwick llegaron al estadio y se aproximaron a Bagman y los campeones. Llevaban en el sombrero estrellas luminosas, grandes y rojas. Todos menos Hagrid, que las llevaba en la espalda de su chaleco de piel de topo.
—Estaremos haciendo una ronda por la parte exterior del laberinto —dijo la profesora McGonagall a los campeones—. Si tienen dificultades y queréis que os rescaten, echad al aire chispas rojas, y uno de nosotros irá a salvaros, ¿entendido? —Los campeones asintieron con la cabeza.
—Pues entonces... ya pueden irse —les dijo Bagman con voz alegre a los cuatro que iban a hacer la ronda. Bagman se apuntó a la garganta con la varita, murmuró «¡Sonorus!», y su voz, amplificada por arte de magia, retumbó en las tribunas: — ¡Damas y caballeros, va a dar comienzo la tercera y última prueba del Torneo de los Tres Magos! Permítanme que les recuerde el estado de las puntuaciones: empatados en el primer puesto, con ochenta y cinco puntos cada uno... ¡La señorita Janeth Fairblue y el señor Thomas Potter, ambos del colegio Hogwarts! —Los aplausos y vítores provocaron que algunos pájaros salieran revoloteando del bosque prohibido y se perdieran en el cielo cada vez más oscuro—. En segundo lugar, con ochenta puntos, ¡el señor Viktor Krum, del Instituto Durmstrang! —Más aplausos—. Y, en tercer lugar, ¡la señorita Fleur Delacour, de la Academia Beauxbatons! ¡Entonces... cuando sople el silbato, entrarán Janeth y Thomas! —dijo Bagman. —Tres... dos... uno...
Dio un fuerte pitido, y Thomas y Janeth penetraron rápidamente en el laberinto. Los altísimos setos arrojaban en el camino sombras negras y, ya fuera a causa de su altura y su espesor, o porque estaban encantados, el bramido de la multitud se apagó en cuanto traspasaron la entrada. Thomas se sentía casi corno si volviera a estar sumergido. Sacó la varita, susurró «¡Lumos!», y oyó a Janeth que hacía lo mismo detrás de él. Después de unos cincuenta metros, llegaron a una bifurcación. Se miraron el uno al otro.
—Hasta luego —dijo Janeth, y tiró por el de la izquierda, mientras Thomas cogía el de la derecha.
Janeth oyó por segunda vez el silbato de Bagman: Krum acababa de entrar en el laberinto. Janeth se apresuró. El camino que había escogido parecía completamente desierto. Giró a la derecha y corrió, sosteniendo la varita por encima de la cabeza para tratar de ver lo más lejos posible. Pero seguía sin haber nada a la vista. Se escuchó por tercera vez, distante, el silbato de Ludo Bagman. Ya estaban todos los campeones dentro del laberinto. El laberinto se volvía más oscuro a cada minuto, conforme el cielo se oscurecía. Llegó a una segunda bifurcación. — ¡Oriéntame! —le susurró a su varita, poniéndola horizontalmente sobre la palma de la mano. La varita giró y señaló hacia la derecha, a pleno seto. Eso era el norte, y sabía que tenía que ir hacia el noroeste para llegar al centro del laberinto. La mejor opción era tomar la calle de la izquierda, y girar a la derecha en cuanto pudiera.
.
-/-/-/-
— ¡Atrapado! —exclamó Alex, mientras que los grilletes salían del suelo, y atrapaban a un Hipogrifo. Sintió el calor detrás de sí, y se giró rápidamente. — ¡Protego! —el encantamiento escudo, hizo justo lo que su nombre decía, protegiéndolo de un chorro de fuego, lanzado por un Cangrejo de Fuego. — ¡Congelado! —el cangrejo no pudo esquivar el hechizo, y quedó atrapado en hielo. Guardó su varita, y realizó magia sin varita, como se lo había enseñado Janeth, antes de lanzarle muchas chispas azules. — ¡Aeterna Glacies! (Hielo Eterno) —La prisión de hielo se fortificó.
.
-/-/-/-
También aquella calle estaba vacía, y cuando encontró un desvío a la derecha y lo cogió, volvió a hallar su camino libre de obstáculos. No sabía por qué, pero aquella ausencia de problemas la desconcertaba. ¿No tendría que haberse encontrado ya con algo? Parecía que el laberinto le estuviera tendiendo una trampa para que se sintiera segura y confiada. Luego oyó moverse algo justo tras él. Levantó la varita, lista para el ataque, apareció entonces, una enorme langosta sin caparazón, que le arrojó una llamarada encima. —¡Los escregutos de cola explosiva de Hagrid! —dijo entre dientes—. ¡Aqua Eructo! —su chorro de agua, golpeó contra la llamarada, hasta extinguirla. Extendió su mano derecha, y la giró, como si estuviera sosteniendo el pomo de una puerta invisible, provocando que el escreguto se volteara de espaldas. Entonces, al volver una esquina, vio... Jonathan "Sebastian" Christopher Morgenstern. Y sabía que era Sebastian, debido a sus ojos negros, pero… ¿Qué carajos estaba haciendo...? — ¡Riddikulo! —Y se transformó en Clary. Eso le provocó, derramar una lagrima, y luego pasarle por el lado. Izquierda, derecha, de nuevo izquierda... Dos veces se encontró en callejones sin salida. Repitió el encantamiento brújula, y se dio cuenta de que se había desviado demasiado hacia el este. Volvió sobre sus pasos, tomó una calle a la derecha, y vio una extraña neblina dorada que flotaba delante de él. Janeth se acercó con cautela, apuntando con el haz de luz de la varita. Parecía algún tipo de encantamiento. Se preguntó si podría deshacerse de ella. — ¡Finite Incantatem! —exclamó. El encantamiento salió como un disparo y atravesó la niebla, la cual comenzó a deshacerse, lentamente. Entonces, vio un fuego en el suelo y varias serpientes, comenzaron a salir de allí. Hizo una mueca. — ¡Glacius! —con eso, las serpientes fallecieron y ella pudo seguir su camino.
.
-/-/-/-
Un grito agudo quebró el silencio. — ¿Fleur? —gritó Alex. Nadie contestó. Miró hacia todos lados. ¿Qué le habría sucedido a ella? El grito parecía proceder de delante. Tomó aire, y se internó corriendo en la niebla encantada. El mundo se puso boca abajo. Alex estaba colgado del suelo, con el pelo levantado, las gafas suspendidas en el aire y a punto de caerse al cielo sin fondo. Se las colocó encima de la nariz, y comprobó, aterrorizado, su situación: era como si tuviera los pies pegados con cola al césped, que se había convertido en techo, y bajo él se extendía el infinito cielo oscuro y estrellado. Pensó que, si trataba de mover un pie, se caería de la tierra. «Piensa —se dijo, mientras la sangre le bajaba a la cabeza—. Piensa...» Pero ninguno de los encantamientos que había estudiado servía para combatir una repentina inversión del cielo y la tierra. ¿Se atrevería a desplazar un pie? Oía la sangre latiendo en los oídos. Tenía dos opciones: intentar moverse, o lanzar chispas rojas para ser rescatado y descalificado.
Cerró los ojos, para no ver el espacio infinito que tenía debajo, y levantó el pie derecho con todas sus fuerzas, separándolo del techo de césped. De inmediato, el mundo volvió a colocarse. Alex cayó de rodillas a un suelo maravillosamente sólido. La impresión lo dejó momentáneamente sin fuerzas. Volvió a tomar aliento, se levantó y corrió; volvió la vista mientras se alejaba de la niebla dorada, que, a la luz de la luna, centelleaba con inocencia.
-/-/-/-
Se detuvo en un cruce y miró buscando algún rastro de Fleur. Estaba segura de que había sido ella la que había gritado. ¿Qué era lo que había encontrado? ¿Estaría bien? No había rastro de chispas rojas: ¿quería eso decir que había logrado salir del peligro, o que se hallaba en un apuro tan grande que ni siquiera podía utilizar la varita? Janeth tomó el camino de la derecha con una sensación de creciente angustia... pero, al mismo tiempo, no podía evitar pensar: «una menos».
Pasaron otros diez minutos sin más encuentro que el de las calles sin salida. Dos veces torció por la misma calle equivocada. Finalmente dio con una ruta distinta, y comenzó a avanzar por ella, ya no tan aprisa. La varita se balanceaba en su mano haciendo oscilar su sombra en los setos. Luego dobló otra esquina, y se encontró ante un Escreguto de cola explosiva. — ¡Impedimenta! —gritó Janeth. El embrujo dio de nuevo en el caparazón del Escreguto y rebotó. Janeth retrocedió algunos pasos tambaleándose antes de caer—. ¡IMPEDIMENTA! — El Escreguto se hallaba a unos centímetros de él en el momento en que quedó paralizado: había conseguido darle en la parte de abajo, que era carnosa y sin caparazón. Jadeando, Janeth se apartó de él y corrió, con todas sus fuerzas, en la dirección opuesta: el embrujo obstaculizador no era permanente, y el Escreguto recuperaría de un momento a otro la movilidad de las patas.
Tomó un camino a la izquierda y resultó ser un callejón sin salida; otro a la derecha, y dio en otro. No tuvo más remedio que detenerse y volver a utilizar el encantamiento brújula. Desanduvo lo andado y escogió un camino que parecía ir al noroeste.
-/-/-/-
Alex giró a la izquierda, luego a la derecha, usó el Arania Exumai, contra una Acromántula y en la esquina siguiente, se deshizo de un muro de fuego que crecía ante él.
Saltó sobre lo que parecía ser un precipicio, y estuvo ante la Copa. Entonces, miró más allá, como su hermana aparecía en otra salida. Extendió su mano, invitándola a tomar la Copa, y levantó su varita, para decirle que tomara la Copa. Pero Janeth negó y le arrebató la varita, con un Expelliarmus, antes de que pudiera mandar las chispas rojas, y la atrapó. Caminaron uno hacía la otra, con la Copa en el medio. — ¿Qué planeas? —preguntó un confundido Alex.
—Tomemos la Copa juntos. —Dijo Janeth, tendiéndole su varita, la cual Alex recuperó feliz. —Que no sea el triunfo de Alex Fleamont Potter o de Janeth Cristal Fairblue, sino el triunfo de Hogwarts.
—Al instante, Janeth sintió una sacudida en el estómago. Sus pies despegaron del suelo. No podía aflojar la mano que sostenía la Copa de los tres magos: la llevaba hacia delante, en un torbellino de viento y colores, y Alex iba a su lado. — ¡LA COPA ES UN PUTO TRASLADOR! —Rugió histérica.
— ¡¿Cómo dices?! —Preguntó asustado.
—Acabo de recibir una puta premonición, justo ahora —ruñó ella. Alex la miró asustado. —Usa un Protego, tan pronto toquemos tierra.
