"No sé si será mi mente
O serán mis alas de color
Mira, voy volando alto
Los que no vuelan piden explicación

Fuimos a pasear a ese lugar
Donde el planeta gira y gira para atrás" 1

• ── ◦ ◦ ── •

Fueron de los últimos en llegar al gran comedor. Jessica lucia sus ojos hinchados por el llanto y seguía a Draco, con sus manos entrelazadas en una muestra de seguridad.

La diferencia de alturas entre ambos era tan abismal, que tan solo no lucían como padre e hija, por la edades de ambos chicos, y su claro aspecto discordante del uno con el otro.

Caminó con Jessica hasta su puesto, con las miradas curiosas de varios niños que se percataron de ambos. Pudo ver los ojos desorbitados de la hermana pequeña de Daphne, clavados en su espalda.

Draco, constantemente, enderezaba la postura de Jessica, haciéndola levantar su mentón y quitar la vista del suelo. En el momento en que llegaron a la parte de la mesa de Draco, Pansy ya los observaba, con una sonrisa extraña. Zabini y Nott, en cambio, cayeron en cuenta de la presencia de Jessica cuando la tuvieron en frente.

—Ella es Jessica Spooner —presentó Draco, dándole un empujón a Goyle para que se moviera un par de centímetros a la izquierda—. Ella es Pansy, ese par de feos son Crabbe y Goyle y esos bastardos Zabini y Nott—continuó Draco, haciendo que sus amigos rodaran los ojos—. Siéntate aquí.

—¡Qué preciosura! —exclamó Daphne, al lado de Pansy— ¿Es tu prima, Draco? Un placer. ¡Soy Daphne Greengrass!

Hizo que la niña se sentara entre Pansy y él, acercándole un plato limpio al igual que un par de cubiertos. Jessica se quedó quieta un instante, antes de sentarse y girar hacia Daphne.

—¿Greengrass?

—Es una amiga, Daphne —se apresuró a decir Draco, tomando un par de presas de pollo con ansiada hambre—. Tal vez deberías hablar con tu hermana, de seguro que te dice cosas encantadoras de Jessi ¿no?

Pudo percatarse en como los ojos de su amigos se hallaban fijos en la corbata amarilla de la chica. Que los grupos a su alrededor se juntaban para lograr verlos. Draco tuvo que hacer un gran esfuerzo para no guiar sus sentidos a esos cotilleos.

Le acercó el plato de ensalada a Jessica, que la niña negó, ya que en su lugar sacó un par de cupcakes de fresa.

—¿Astoria? Espera... ¿Tú no vas en primero? —preguntó Daphne, dejando su espejo de bolsillo en la mesa. Jessica la corrigió, algo a lo que todos, menos Draco, pareció sorprendido—. ¡Wow! Dime, ¿Cómo le haces para lucir tan joven? De verdad que si no tuvieras el uniforme incluso creería que eras menor. —Daphne, pareció más interesada que nunca—. Mi hermana también está en tercero, de seguro te has topado con ella en alguna asignatura.

—Si... la conozco bien —suspiró Jessica, partiendo el cupcake por la mitad, le dio vuelta y logró que se asimilara a la forma de una galleta rellena.

La única razón por la que Draco soportaba a Daphne, a pesar de sus exagerados intentos por parecer una persona maravillosa, era esa; La chica nunca parecía estar enterada de nada. Ya que pareció contentísima ante las palabras de Jessica, a pesar del claro tono desanimado que empleó.

Hufflepuff ¿eh? —mencionó Zabini, que demostraba por la fuerza de su voz como estuvo guardando esas palabras por mucho tiempo—. Curioso, después de Diggory; nunca le presté demasiado atención a esa casa.

Draco frunció el cejo, era un gesto que daba para hacer guardar silencio a sus amigos, no obstante; Zabini lo ignoró.

—Spooner, no me suena —continuó—. No, no está en lista. Dime, al menos eres sangre pura.

Daphne dejó de mirarse las uñas, y Pansy puso sus servicios en el plato. Draco sintió como toda esa conversación comenzaba a ponerle los pelos de punta, algo de lo cual tanto Jessica como Pansy se percataron, porque ambas se voltearon hacia él.

—Si lo soy —contestó Jessica mirando a Draco para luego sonreírle a Zabini.

Zabini se encogió de hombros poco convencido, aunque no se atrevió a continuar con la conversación.

Varios profesores; sin embargo, vieron a la mesa de Slytherin, e intercambiaron uno con otros palabras. La profesora Sinistra le sonrió con una calidad maternal a ambos chicos, mientras levantaba su copa de vino hacia ellos. Dumbledore, como siempre, se mostraba impasible y dentro de sus propios pensamientos. Snape, daba mucho a la interpretación con su gesto molesto.

Aun así, en el momento en que Jessica ignoró al resto; pronto empezó a disfrutar de las pláticas que mantenían los amigos de Draco.

Solo para estar seguro del efecto causado, los niños que se volteaban a ver a Jessica, al darse cuenta de los pequeños gestos territoriales que marcaba Draco (como servir por ella más comida en su plato o colocar su mano en la espalda para evitar que se cayera), decidían seguir con lo suyo.

Esperaba, que todo ese teatro, al menos sirviera para que dejaran de hostigar a Jessica.

Era consciente que hace un par de años, aquel acto que realizaba, lo más probable es que ni siquiera hubiese sido una posibilidad. De por sí, el que se involucrara con un Hufflepuff, era casi como un sacrilegio para el Draco del pasado.

"Si me llegaran a poner en Hufflepuff, me terminaría yendo ¿no creen?", "Esa es la casa de los sobrantes, los que son planos; lo que no sobresalen por algún logro."

Era, en su subconsciente, la casa con la peor cualidad de todos, claro, seguida por Gryffindor.

Ese era su pensamiento antes de conocer a Jessica.

De Griffyndor seguía manteniendo la misma opinión. Incluso luego de relacionarse con Harry, o Granger. Valentía impertinente.

Para cuando terminó de cenar, volvió a tomar la mano de Jessica, y se fueron tan pronto como pudieron a la torre de astronomía, para las clases extras de la profesora Sinistra.

Jessica lucia en especial ansiosa, y durante todo el trayecto no dejó de hablarle acerca de sus últimas lecturas y los descubrimientos que logró hacer.

Por primera vez, cuando Jessica subió a la parte de la torre destinada para la clase, no tiritó de frío o perdió la sonrisa de su rostro. Draco la vio feliz, con las mejillas sonrojadas, portándose como la niña curiosa y atrevida que conoció.

No le importaba si al día siguiente, o al llegar a su cuarto, sus amigos lo sepultaran de preguntas y malos rumores que, de seguro, llegarían a sus oídos en cuanto pudieran a él.

Al final de cuentas, él siempre fue consciente de la razón por la cual decidió forjar esos fuertes lazos con la niña. Porque significaba que iba a seguir siendo leal a ella.

«Puedes pertenecer a Hufflepuff

donde son justos y leales.

Esos perseverantes Hufflepuff

de verdad no temen el trabajo pesado.» (J.K. Rowling, 1997)

Mientras veía a Jessica trabajar sin desconcentrarse, dejar que le explique ciertas cosas sin intención de recibir nada a cambio y la forma en la que dejaba al resto de estudiantes responder las preguntas que ella sabía. Draco se percató de la razón por la cual Jessica le ocultó durante todo ese periodo sus problemas.

No quería molestar; esa era la parte dolorosa de ser un Hufflepuff de verdad. Tener el pensamiento tan humilde, que casi no llegas a considerar que tus dificultades son primordiales.

Se daba cuenta, que el mismo, gozaba de una parte suya que gritaba "¡HUFFLEPUFF!" con toda ferocidad.

Durante esa clase, Draco fue consciente de la razón por la que Jessica era la mejor estudiante del aula. Algo de lo que desde ya hace un tiempo se encontraba al corriente, pero que recién en ese momento notó; comenzó a buscar los signos.

Jessica, siempre que tocaba astronomía, traía consigo un bolso azul marino, con su nombre bordado a mano y de forma prolija en el borde. Era amplio y dentro le cabían un montón de útiles escolares, además de artilugios astronómicos.

Extendió un ejemplar del espejo de Urania, que a pesar de su nombre tan revelador, no se trataba de un espejo. Era un libro que recopilaba un total de 32 cartas gráficas astronómicas, las cuales mostraba, a través de ilustraciones precisas; las formas de las constelaciones.

El texto de Jessica mostraba signos de ser, incluso más viejo que ella. A pesar de que la cubierta de cuero estaba desgastada, al igual que la letra; eso no le impedía a Jessica sacarle el mayor provecho al libro, con un montón de anotaciones escitas a tinta.

—¿Te gusta? —cuestionó Jessica, a lo que Draco asintió—. Gracias a este libro me aprendí la ubicación exacta de cada estrella en una constelación.

—¿Qué edad tenías?

Jessica fue a la primera página, y le señaló la fecha escrita. Se trataba de un regalo. Leyó la letra de la dedicatoria, aunque logró identificar unas cuantas palabras: «Nieta» «Cariño» y «Estrellas».

—Me lo regaló mi abuelo cuando cumplí cinco. Tan pronto descubrió la razón por la que siempre ganaba en los juegos de memoria —contó Jessica, enseñándole sus dientes torcidos. Dio vuelta un par de páginas—. Este es cáncer.

Luego elevó el papel hacia el cielo, en una dirección específica poniendo los orificios de cada estrella encima. Sin mayor complicación los dos encontraron la constelación.

—Este libro es de mis posesiones más preciadas —declaró Jessica, poniendo de nuevo encima de mi mesa—, al año siguiente mi abuelo murió.

—Lo siento. ¿Él era astrónomo?

Jessica asintió con efusividad—. Era un hombre brillante, y bueno... en realidad mi relación con mi familia es algo complicada —explicó sacando de su bolso un pote de tinta—, no les gusta que quiera dedicarme a la astronomía. Dicen que es una rama demasiado... muggle.

Draco, tras aquello, no quiso continuar preguntando, Jessica por su parte, se acomodó mejor en la silla y mientras hacía un par de anotaciones en los pergaminos, miraba los ojos de Draco.

—Escuché que tienes problemas canalizando la magia, que te cuesta usar la varita.

—Si bueno, es raro, es como si no me quisiera. Era de mi abuela —dijo, enseñando su varita en exceso larga—. Es algo incómoda llevarla a todos lados, pero al menos sirve para su objetivo.

Se quedó analizando la varita de Jessica por un largo minuto, la cual no mostraba ningún detalle, en realidad, lucía haber sido arrancada del árbol sin pasar por todo el proceso de refinamiento básico.

A simple vista, notabas como esa varita, no concordada con la imagen de Jessica.

De todos modos, no era Ollivanders como para dar un veredicto acerca de si el problema de Jessica recaía en eso o solo era su fuerza mágica.

Lo olía en ella, ese aroma tenue, suave; débil. Su magia. Lo que demostraba, que al menos, sí que poseía el don para ser bruja.

—Supongo que debo esforzarme más —suspiró Jessica agitando su varita—. Lumus máxima —pronunció, aunque punta se encendió una leve luz. A lo que hizo un puchero.

Draco se rio y sacó su propia varita la agitó y pronunció:

Lumus máxima.

La luz que emitió fue tan intensa que la profesora Sinistra lo reprendió por aquello.

—Engreído.

Al finalizar la clase, ambos chicos se fueron sin mayores problemas. Por lo menos antes de que Draco entrara al colegio, donde un ave oscura, despellejada y, que recordaba muy bien, se anclara a su hombro, mientras lo picoteaba para llamar su atención.

Los dos se sobresaltaron al instante, en especial Draco que al ver el ave se puso pálido. Pudo ver como la lechuza le soltaba una carta elegante, para emprender vuelo de regreso, al segundo después.

—¡Qué susto! ¿Sabes de quién era?

—No —mintió Draco, leyendo el remitente: "F. G"—. Vámonos antes de que se nos haga demasiado tarde.

Draco dejó a Jessica en el pasillo de las mazmorras, donde los dos se separaron tomando caminos distintos para ir a sus respectivas salas comunes. Todo el trayecto de regreso se le hizo pesado, y cuando llegó, lo primero que hizo fue derrumbarse encima de uno de los sofás.

El lugar, como cada martes después de sus clases de Astronomía, se encontraba vacío, con las últimas llamas de la chimenea encendida, que cambiaba de rojo a verde sin nunca consumirse. Alzó la carta encima de su cabeza dudoso entre si abrirla o no.

Ese maniático, otra vez.

. "Estimado Draco Malfoy:

Esperando que se encuentre bien, y luego de una extensa conversación con mi padre, Fenrir Greyback; le extiendo la siguiente invitación: Este sábado, en tres escobas a las 8 p.m. Donde, después de entregarle a Madame Rosberta el pin que está dentro del sobre, lo hará pasar a una habitación privada donde podremos hablar con todas las comodidades.

No nos conocemos de nada, no obstante, le sugiero venir a tres escobas este sábado, para que usted pueda descubrir ciertos detalles, que de seguro desconoce, con la seguridad de que mi padre, no estará presente durante nuestra reunión.

Obviamente, cabe mencionar, que de ser posible no venga acompañado. Y, si menciona algo acerca del contenido de esta carta, nosotros lo sabremos. Tampoco es necesario que responda. Si usted viene lo sabremos, y si no es así, también. Pero déjeme decirle que estaría perdiendo una oportunidad única.

Me despido, cordialmente. Thomas Rosier. Los Carroñeros"

3. Draco se quedó helado. El papel era caro, grueso y con una textura elegante, al igual que la letra. Pasó sus dedos por el sello al lado del nombre del remitente.

Greyback se lo advirtió, que no era paciente. A pesar de ello, Draco aún albergaba la esperanza de que se hubiera aburrido de él.

"Los carroñeros" volvió a leer, qué nombre tan poco sugestivo. Comparaba esa carta con la que recibió en navidad, y ambas eran demasiado diferentes. La primera, hecha con una brutalidad animal, casi a último momento; buscando el espanto en su persona. La repulsión.

Esta, en cambio, era comprensiva, formal y sobre todo lucía humana. No empleaba términos que desconocía, o lo llamaba de formas extravagantes. Le hablaba como el ser humano que aún era.

Eso lo hizo cuestionarse si convenía asistir a esa invitación; la sensatez de cada fibra de su cuerpo le reclamaba que era un gran idiota por tan siquiera planteárselo. ¿Ir solo a algo como eso? Aquello sería suicidio.

Le aconsejaba que no fuera acompañado, no obstante, no se lo negaba.

Volvió a meter la carta dentro del sobre y revisó la hora. Doce en punto. Dirigió sus ojos al tablón de anuncios para percatarse si se colgó algo nuevo; no halló nada.

En la habitación, sus amigos ya dormían. Draco dejó la carta metida dentro del cajón de noche, y se cambió a pijama en medio de la oscuridad total. Se acostó con los ojos cerrados y el nombre del remitente en su cabeza.

"Thomas Rosier" "Rosier."

Era uno de los apellidos dentro de la lista de los sagrados 28. Draco la conocía de pe a pa; para los niños de sangre pura aquello era como su abecedario.

Rosier, no conocía a ninguno, y se preguntaba como un mago de sangre pura (como él), se convirtió en un licántropo (como Él) y ahora trabajaba para Greyback. (¡Al fin se diferenciaban en algo!)

Ahora llamaba "padre" a Greyback.

Tantas preguntas y tan pocas respuestas.

Draco acabó por quedarse dormido, luego de debatirse, en que si ese tal Thomas Rosier, comprendía aunque fuera un cuarto del dolor que lo custodiaba cada noche antes de dormir.

• ── ◦ ◦ ── •

Ron puso el último libro en la pila y luego los dos dieron un paso hacia atrás.

Debian haber comenzado a estudiar antes.

Les quedaba, con exactitud, un mes antes de los TIMO y tenían deberes acumulados desde antes de vacaciones de invierno (¿Aun se lo recibirían los profesores? Flitwick si, Snape ni en broma, McGonagall... tendrían que llevarle algún tipo de soborno, pero aún era plausible). Además les quedaba la ardua tarea de revisar la materia que entraba en los exámenes, para luego seccionarla y... estaban jodidos.

—Si estudiamos ocho horas diarias de lunes a domingo; quizás tengamos alguna posibilidad —dijo Ron, dejándose caer encima de una silla, con visible flojera en los movimientos—. ¡Hermione!

La chica se volteó. Se encontraba parada en uno de los tantos pasillos de la biblioteca, con exactitud la que dictaba "tiempo libre". Hermione miró a Ron escéptica, vigilando y contando en su cabeza el ritmo que Ron marcaba mientras se balanceaba en la silla.

—¿Qué?

—¿No quisieras darnos tus respuestas para nuestra tarea de... —Ron volvió a ver toda la pila de pendientes—básicamente todo?

Ja, ja, que gracioso Ronald —contestó Hermione, poniendo los ojos en blanco —La culpa es de ambos por haberlo postergado todo. ¡Yo comencé a estudiar en vacaciones!

—¡Pero si no tocaste ni un libro en navidad!

—Vacaciones de verano, tonto —aclaró Hermione—. Harry, sé qué has tenido problemas, pero eso no es excusa para dejarlo todo a última hora.

Quizás eran, de verdad, los últimos estudiantes en comenzar a estudiar para los exámenes que se avecinaban a una velocidad impresionante. Harry subestimó el temario, considerando que entraba, todo el contenido desde primero a quinto ¡Eso era enfermizo!

En especial, considerando que Harry era, más bien, un estudiante que se satisfacía con pasar con la nota media (baja). No le importaba ser de excelencia académica, exceptuando las asignaturas de las cuales sí lograba sacar algo de provecho.

Era incorrecto, lo reconocía, pero habiendo crecido con sus tíos, que le interesaban en absoluto si se sacaba buenas o malas notas; Harry, nunca le tomo peso a eso de volver orgulloso a alguien de su entorno cercano.

Aun con todo eso, de los tres, él era el único, que en más de una ocasión, tuvo que aplicar el conocimiento de sus años anteriores (el trascendental) para no morir.

Creía, que era una injusticia total, el que tuviera que dar el examen. ¡Participó en el torneo de los tres magos! ¡Derrotó a Voldemort en primero! ¡Venció un basilisco en segundo! Y aun le tocaba demostrar su conocimiento en una prueba evaluada.

—El temario de adivinación está incompleto —señaló Ron— ¡Y el de cuidado de las criaturas mágicas también! Solo está el contenido que vimos con la profesora Grubbly-Plank.

—Desde el mes pasado que Hagrid está a prueba, Ron —contestó Harry, dejando escapar un suspiro—. Y ya sabes que Firenze habla con la gente que respeta; no creo que haya entablado alguna palabra con Umbridge durante todo lo que lleva aquí.

—Bueno, pero esas asignaturas no lo son todo —interrumpió Hermione—. Primero terminen los deberes y luego se enfocan en el estudio; Y siempre es buena idea comenzar con la asignatura que menos les agrada que es...

Pociones —dijo Harry.

Defensa contra las artes oscuras — respondió Ron.

—Ya tienen un punto de partida —sentenció Hermione—. Treinta centímetros de las propiedades y usos de los huevos de Doxy. Y reescribir desde la página quince a la treinta todo el texto de DCAO.

Hermione, como casi no poseía deberes que hacer, se quedó cerca de las estanterías, mientras leía libros de temas variados. Y, de vez en cuando se acercaba para hacer apuntes. Harry curioso, en un momento trató de leer lo que la chica llevaba escrito, pero no pudo descifrar los jeroglíficos y abreviaturas de su amiga.

Pasaron tantas horas resolviendo sus deberes, que cuando llegó la hora de la cena, le dolía todo el cuerpo, comenzando desde la cabeza hasta el coxis. El estómago le rugía de manera desconcertante y su boca estaba tan seca que le costó separar los labios para volver a hablar.

—Ron. Harry y yo vamos a ir a caminar un rato ¿verdad? —avisó Hermione, a lo que Ron frunció el cejo—. Escuche que Seamus te necesitaba para algo, aunque... no me acuerdo de que era.

—¿Segura? —Hermione asintió con pasión—. Seamus entonces... Dame tus cosas Harry, las dejaré en la habitación. Los veo en la hora de la cena.

Ron se dio media vuelta, cargando una gran cantidad de material escolar con facilidad. podía no parecerlo, pero Ron era bastante fornido y, antes de cada entrenamiento de Quidditch, le gustaba hacer dominadas, para mantenerse fuerte; alegando que el guardián era el jugador que debía ser más atlético.

Hermione, sostuvo el flaco brazo de Harry (aunque no jugara, Ron siempre le pedía que se mantuviera escuálido. Por si las dudas. De cualquier modo, a Harry le costaba en exceso ganar peso) y arrastró al chico por el patio del colegio. Bien alejado de la multitud que se acumulaba en los bancos dispuestos.

—Vale estuve investigando acerca de lo de escuchar voces —dijo Hermione, agitando su pergamino rayado—, y... no hay mucho, en realidad.

—¿Pero qué es lo que hay?

—Pues, encontré varios textos que me derivaban al ministerio, no comprendí mucho por qué los libros están escritos en runas muy antiguas, pero parece que los lobos, en el pasado, tenían una relación bastante amigable con la comunidad mágica.

—¿Y qué pudo haber...—comenzó Harry— ya sabes, destruido todo eso?

—Ni idea, pero ese no es el punto —continuó Hermione, cada vez más bajo—, está implícito que los licántropos estaban a cargo de una labor importante dentro del ministerio, porque eran los que determinaban el veredicto de algún juicio.

» En los apartados de astronomía no hay nada al respecto, pero como una mención muy leve, en el libro de encantamientos, dice que los lobos son el único ser vivo que puede utilizar agentes externos para potenciar su fuerza.

—¿Cómo? Te refieres a drogas.

—¡No, imbécil! —farfulló Hermione— ¿Qué hace que un licántropo se transforme?... La luna. Ese es el agente externo. Nosotros podemos tomar pociones, pero nunca incrementaremos nuestra cantidad de magia con eso. Creo que esa es la razón por la que el ministerio rompió los enlaces con los lobos y le puso tan mala fama.

—Porque pueden convertirse en seres aún más fuertes que los brujos.

—Los licántropos híbridos, eso sí. Como Lupin o Draco —dijo Hermione sentándose a la sombra de un árbol—. Aunque la probabilidad de supervivencia es menor, un muggle que es mordido, si puede transformarse en licántropo.

Harry se agacho, acostándose de estómago a un lado de Hermione. La chica sonrió, y sin pensarlo dos veces, comenzó a acariciar la cabeza de Harry. Luego de un largo instante, cuando sonaron las campanas que avisaban la hora de la cena y los estudiantes fueron abandonando el patio, Harry habló:

—¿Sabes por qué astronomía, desde el próximo año es electiva?

—No. ¿Por qué? ¿Acaso quieres tomarla?

—Si claro, dime una constelación y te digo cada estrella. —Hermione aprovechó de tirarle el cabello juguetona y Harry le contestó sacándole la lengua—. Ahora, en serio: ¿No crees que es extraño? Es de las pocas asignaturas que no vamos a tomar de nuevo.

Vuelo; solo tuvimos en primero.

—Eso es comprensible, pero ¿Astronomía? Es raro. Según Firenze...

—Profesor Firenze —corrigió Hermione

—Según el profesor Firenze, la astronomía es la base para muchas asignaturas, creo que es porque poco a poco, se va especializando —teorizó Harry—, el trabajo de Astrometría que estamos haciendo, por ejemplo, es dificilísimo.

—No sé cuál es el promedio de los estudiantes que hacen los éxtasis de la asignaturas, pero no son demasiados, en realidad yo también pensaba dejar de tomar Astronomía —meditó Hermione—. Será como las matemáticas, todos lo estudian, aunque algunos se vuelven ingenieros.

—Creo que incluso este tema llega a ser atemorizante —dijo Harry, poniéndose de pie—. Si los hombres lobo son capaces de potenciarse de forma natural ¿Qué nos asegura que los astrónomos no han logrado una forma de hacerlo y no nos han querido contar?

» Tal vez, porque todo ese conocimiento, podría llegar en las manos equivocadas.

—O nos estamos ahogando en un vaso de agua, Harry —suspiro Hermione, encogiéndose de hombros—. Si hay tan poca información es por dos razones: Es muy difícil de adquirir esa ventaja o el esfuerzo no vale la recompensa. —Harry ayudó a su amiga a levantarse, y luego se pusieron en marcha hacia el comedor—. Además, nos desviamos de la razón de porque puedes escucharlos.

—Si el tema está en el ministerio. Tendríamos que meternos ahí, revisar cada gabinete y rezar —dijo Harry—. Te lo diré sin rodeos, Mione. Dejémoslo como una simple coincidencia, ya puedo hablar pársel, un idioma que no comprendo y no marca una diferencia considerable en mi vida.

—Si tú lo dices...

Escucharon los llamados de Ron a sus espaldas, que venía junto a Dean, quien vestía su tenida que utilizaba para asistir al club de arte. Manchas de pintura seca lo cubrían por completo, incluso algunas de color morado adornaban su cabello

— ¡Hola Ron! —saludó Hermione.

—No pude encontrar a Seamus, al final. Pero a este sí. Ni idea de donde puede estar ¡Imagínate, si no está con Dean...!

—Nací solo, Seamus puede hacer lo que se le dé la gana, sin necesitar estar pegado a mi como un siamés —alegó Dean, metiendo sus manos en los bolsillos, para luego cambiar su actitud defensiva—, pero no me dijo nada acerca de que quería hablar contigo... ¿Creen que se haya enojado conmigo?...

Ron se encogió de hombros, seguido por Hermione y Harry que hicieron los mismo. Ron se acercó a Dean, tomándolo por los hombros y quitándole del pelo una gota de pintura seca.

—¡Ni idea hombre! Con lo quejica que es Seamus... Bah, da igual, ¡Vamos a comer! ¡Me muero de hambre!

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1. Trip: Cami.

Hola!

Este capítulo es más una preparación para el plato fuerte que se viene la próxima semana.

Also... Ojo con ese Deamus... Lo siento, para mi ese par de imbéciles de por si son pareja en el canon.

"Pero si Dean Thomas salió con Ginny"... ¡CANON DIJE!

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