Los personajes son de S. M., la trama es de mi autoría.
Una mujer sin corazón
de la saga La vida de ellas
Sobre cómo el primer paso son los celos
Angielizz (Anbeth Coro)
Agradecimientos especiales a:Silvia González Viridiana, Judith Miranda, Valentina, Mirthis
La universidad no era lo que pensé que sería. Aunque para mi tranquilidad tenía a Rose, quien era una pequeña cerebrito dispuesta a pasarme sus apuntes y con la cual podía reunirme para estudiar. Cuando mamá me dijo que fuera a la universidad, elegí la misma que mi mejor amiga. Nos habíamos conocido en la primaria y a cada escuela fuimos juntas, lo que significó que no fui a las mismas que mi hermano porque esas no podían pagarlas los padres de Rose. La universidad que elegí estaba en la misma ciudad, pero convencí a mis padres de pagarnos la residencia para poder independizarnos y vivir la experiencia de ir a una universidad en otro estado. Lo hicieron.
Rose fue la ventaja, la desventaja era todo lo otro.
—¿Y tienes novio? —arrugué mi nariz y sonreí sin ocultar lo falsa de mi sonrisa.
—No.
—¿Te gustaría tener novio?
—No.
—Arturo, podrías dejar de molestar a la señorita Funes, ¿por favor?
Mis ojos fueron al profesor, profesor lo hacía sonar como un señor, pero en realidad recién se había titulado de la maestría y consiguió que le dieran un par de asignaturas. Sonreí agradecida y él me sonrió de regreso.
¿Dije que no volví a perder mi tiempo con idiotas? Fue así. Se llamaba Tomás, tenía veintisiete años y no nos llamábamos ni mensajeábamos, lo nuestro surgió por las miradas y sonrisas. Era algo platónico y que pensé inocente.
Tan inocente como puede ser una aventura entre un maestro y una estudiante.
Siempre era la última en salir de la clase y la primera en llegar, pasamos de saludarnos a tutearnos cuando no había nadie cerca. Hasta que una tarde después de la última clase lo encontré en su aula. Pasé por ahí por una coincidencia y resultó que estaba el salón vacío, pero él seguía ahí.
—¿Trabajas tan tarde? —pregunté parándome al lado de la puerta.
—¿Estudias tan tarde? —sonreí aún más y entré. No creo haber sentido una mirada más apasionada hasta ese momento como la suya. Así que lo sabía y él sabía que yo también quería. Se acercó a mí y me encontré cerrando la puerta y poniendo el seguro.
Me besó dulce y lento, como nunca nadie antes. Y yo, impaciente, comencé a desabrochar su camisa. Y bueno… pasó, por supuesto. El cliché de la alumna y el profesor. Fue el primer hombre con el que repetí, también fue el primero que demostró estar más interesado en darme placer que en recibirlo. Fue por mucho, el mejor sexo que había recibido hasta entonces.
Tuvimos un romance de casi dos meses, nos encontrábamos siempre a esa hora y en ese lugar. Pensé, ingenua y estúpida, que la razón para no compartir teléfono ni vernos fuera de la escuela era para no meternos en problemas. No estaba tan errada, aunque los problemas no eran éticos, sino personales.
Fue una tarde, yo estaba de compras en una tienda y lo vi. Me acerqué para sorprenderlo y la sorprendida fui yo, a su lado una muy embarazada mujer elegía ropa de bebé. Estaba a unos pasos de él, así que cuando giró y me vio fingió que yo no estaba ahí.
—Mira cómo patea, cariño —dijo su esposa tomándole la mano y llevándola al vientre. ¿Por qué haría una escena para lastimar a una embarazada? Di media vuelta ocultando mis ojos de él.
Como un baldazo de agua fría.
No sé de dónde saqué el coraje para mantenerme en su clase el resto del semestre. No volvió a mirarme, avergonzado o cobarde e incapaz de enfrentarme. Pero no habría tenido ni una palabra de mi parte para disculparlo. Lo odié, lo odié más que a Peter Rouge incluso. Lo odié por hacerme quererlo mientras él sólo jugaba conmigo para cumplir una fantasía sucia antes de formar una familia.
Y esa fue la última vez que salí con hombres que estaban en una relación.
La mujer cactus y el hombro globo -Rayden
Jasper nunca se da por vencido así que vuelve a llamarme y esta vez le respondo.
—¿Qué quieres?
—Alice.
—No me hables así.
—Te añadí a la salida de hoy.
—No dije que fuera a ir.
—Vas a ir. Voy a pasar por ti y no está a discusión, Edward necesita distraerse.
—Qué considerado eres —añado con sarcasmo.
Nos quedamos en silencio. Uno de esos incomodos silencios que ocurren cuando han descubierto que tienes varias chicas al mismo tiempo.
—¿Quién era? —pregunto al fin para romper con su silencio. Tarda unos segundos en darme su nombre.
—Sandy.
Abro y cierro la boca, había esperado que James se lo hubiese inventado para ponerme celosa.
—¿Sandy, tu ex?
—Ajá.
Vaya. Sandy y él habían ido y venido varias veces a lo largo del año. Así que han regresado. Supongo que al final James no estaba del bando de Jasper, sino del mío.
—¿Y cómo está ella? —pregunto intentando fingir normalidad. La normalidad que habría existido si él y yo no hubiéramos dormido jamás.
—Bien.
Miro hacia el video de perros detenido y me concentro en el feo disfraz de gato que lleva puesto encima. La hermana de Jasper dijo que Sandy hablaba de bebés, ¿lo haría él también? ¿Así de seria fue esa relación?
—¿Volvieron? —me animo a preguntar, y mi voz suena tan desinteresada como necesito que lo haga. Silencio. Volvieron—. Ella es muy linda, ¿sigue siendo maestra?
—Sí.
¿Sí volvieron? ¿Sí es maestra? ¿Sí a ambas?
Cierro los ojos y respiro hondo.
—Oye… yo no salgo con hombres con pareja, ¿vale? Pero todo normal. ¿Okay? Me llevo mi camioneta y allá los alcanzo —cuelgo.
Si quiero fingir que nada ocurrió entre nosotros, entonces deberé esmerarme en que así sea.
La siguiente hora la uso en ver el feo disfraz de gato sobre el perro salchicha, con mi mejilla contra el escritorio y el video pausado justo como lo dejé antes de responder la llamada.
No lloro porque no hay ninguna razón para llorar. Aunque tampoco encuentro la motivación para levantarme y fingir que estoy de buen humor. Por ella es que Jasper ha estado ausente estos días, lo entiendo.
Yo no soy de salir con personas con parejas, y él no es de los que es infiel a sus novias. Reviso mi celular sin levantar mi mejilla del escritorio, voy a mi perfil de Instagram y subo una foto que me tomé ayer. Luego voy a mi lista de mensajes sin leer, abro cualquiera. Entro a la cuenta del sujeto, lo recuerdo y regreso por el siguiente, ugh este tampoco fue nada memorable, siguiente, siguiente, siguiente, siguiente, siguiente. No había estado tan mal, un pelirrojo con tatuajes de mándala en el brazo.
¿Tienes planes?
Envío el mensaje.
¡Clara! Para ti lo que sea.
Ignoro el hecho de que ha escrito mal mi nombre, aunque mi cuenta dice perfectamente Alice Funes.
¿Tu apartamento o el mío? Has estado desaparecida estos días, nena.
Bien, al grano. Ignoro también que odio que me llamen nena.
El tuyo.
Envío y espero con los ojos cerrados. El sonido del mensaje, vuelvo a abrirlos.
UBICACIÓN.
Y aparte tengo que ir yo hacia allá. Encantador.
Pero este encuentro tiene una muy exclusiva intención: desintoxicarme de Jasper.
Alguien toca a la puerta. Cierro los ojos, porque es más sencillo fingir que estoy con la mejilla contra el escritorio dormida, que aceptar que estoy triste por un tarado.
Escucho las pisadas y luego quien sea que ha entrado sin presentaciones mueve la silla frente a mí. Me quedo quieta esperando. Me intenta quitar el celular de las manos, pero cierro mis dedos alrededor de éste.
—¿Qué quieres? —ni siquiera abro los ojos al preguntar, jalo mi celular y lo llevo a mis piernas, alejandolo de las manos intrusas.
—¿Qué es lo que quieres tú, Alice?
Jasper.
—¿No sabes agendar cita?
—Responde.
—Quiero dormir, eso es lo que quiero.
—Como jefa deberías tener tu propio sofá cama en la oficina.
—¿Tú tienes uno?
—Sí.
—No me sorprende con lo flojo que eres.
Pero todo lo que digo lo hago con los ojos cerrados, porque no me creo capaz de mirarlo sin darle una mirada de perrito abandonado en un callejón. Un perrito al que le han prometido un filete de carne y luego le dejaron un hueso de pollo.
Una semana. Le ha bastado enviarme a la mierda en menos de una semana sin verme. Casi como Peter, excepto que ese gigantesco idiota tenía una novia de la que nunca me habló.
—¿Si te cuento algo, prometes no matarme?
—Entonces no me lo cuentes.
Preferiría solo sospechar que ha tenido novia todo este tiempo a corroborarlo, eso arruinaría su imagen para siempre.
—Jasper, estos son mis quince minutos de descanso y realmente quiero descansar.
—Sandy se apareció en la oficina porque quiere que regresemos.
De nuevo. Esa Sandy había vuelto con Jasper como cinco veces en un año.
—Pues, como dije, ella es muy linda. Debes gustarle mucho si es como la quinta vez que te perdona tus mierdas.
—Ella no me perdona mis… —se interrumpe—, ese no es el punto.
Levanto mi cabeza de la mesa y finalmente lo miro inexpresiva mientras hago papillas a ese pequeño bulto llamado sentimientos.
Él no está rompiendo conmigo, para romper conmigo debimos antes tener algún vínculo. Amigos con derechos es sólo una etiqueta, y como tal está removiendo la parte de "con derechos" dejando claro que hemos vuelto a sólo amigos.
Me gusta eso. Las etiquetas son estorbosas, por eso se deben quitar de la ropa nueva antes de usarla.
¿Soy yo el problema? No. Es él. A él le gusta complicarse la existencia regresando con sus novias locas. Sandy está loca, la llegué a ver menos de media decena de veces y esa es mi etiqueta para su ya-no-ex -de-nuevo-novia.
Aunque posiblemente ese es el tipo de Jasper, las locas. Lo que explica que ser amigos con derecho me haya durado casi dos semanas. No. Exactamente dos semanas. Puede sonar poco, pero es la etiqueta más larga de mi vida.
—No tienes que darme explicaciones, Jasper. Lo entiendo —me encojo de hombros y me pongo de pie— ¿quieres un café para celebrar? La casa invita.
Y sin dejarlo añadir nada salgo con prisas de la oficina hacia el final del pasillo, abro la puerta de salida de emergencias y salgo caminando por el callejón sin tener puta idea de a dónde ir sin las llaves de mi camioneta. Reviso los bolsillos de mi pantalón y mi suéter, bien, tengo mi celular y un billete, esto deberá ser más que suficiente para un viaje a mi edificio.
Me apresuro hacia el siguiente taxi que pasa y subo.
—¿A dónde?
—Sólo conduzca. Traigo cien dólares —mi celular comienza a vibrar con su nombre en mi pantalla, Jasper.
—Estás loca.
—¿Y cuál es la novedad con eso?
—Baja del taxi.
—¿Estás siguiéndome, psicópata?
—No estoy para juegos, Alice.
—¿No? Porque a mí me parece que siempre estás para juegos.
—Detén el taxi —suena enojado por primera vez.
—Conduzca más rápido.
—Alice —puedo imaginarlo apretando su nariz y lanzándome esa mirada oscura encima.
—Jasper —también puedo imaginarme estapandole mi zapatilla contra su cara.
—¿Alguna vez tendremos una verdadera conversación como adultos?
—No, psicópata.
—Señorita, ¿conoce al conductor detrás de nosotros?
Me giro sobre el asiento para ver a Jasper conduciendo su carcacha. Le saco el dedo medio y él me devuelve la seña vulgar. Idiota.
—Estás demente.
—Tú también —y para reafirmarlo toca su claxon como idiota.
—Por todos los zapatos del mundo, deja de seguirme.
—Detén el taxi —vuelve a pitar, le entrecierro los ojos.
Me giro para mirar al conductor.
—Conduzca más rápido.
—¿A dónde crees que vas? —dice de nuevo Jasper contra la bocina, lejos de él, eso es un hecho.
—Tengo una cita para follar con un chico lindo de internet. No queremos un trio, así que ¿por qué no me dejas de seguir y vas con tu novia?
—Estás loca.
—¿Sí? Bueno, ese no es tu problema, nunca más.
Le cuelgo y le dicto la dirección al conductor. Le envío un mensaje al chico ardiente de Instagram.
Voy en camino.
Su respuesta es rápida.
No estoy en casa.
Idiota.
Puedo esperar.
Por lo menos hasta que Jasper desista.
Le diré al portero que te deje entrar.
—Señor, si logra perder al idiota de atrás le daré los cien dólares.
Aunque después no tenga manera de volver.
Apago mi celular cuando vuelve a sonar. Escucho los cláxones de un carro tras nosotros. ¿Qué quiere de mí? ¿Proponerme follar a espaldas de su novia? No lo creo, no es algo de Jasper.
Aunque su fidelidad parece exclusiva de los noviazgos formales, no de las zorras con las que tiene sexo ocasional, me llevo la mano a la boca y muerdo. Me recuesto en el asiento a mi lado y cierro los ojos concentrada en mantener mis sentimientos bajo el sótano al que pertenecen. ¿Me habría hablado de su novia si no fuera por James? ¿O sencillamente me habría ignorado para siempre? Posiblemente lo segundo.
No me importa, no tenía ninguna ilusión a que esto fuera a durar mucho de todos modos. ¿Admitir que nuestros pocos encuentros sexuales han sido mejor que la gran montaña de sexo de mi vida? No lo haré. Se aburrió de la informalidad conmigo y regresó a su lugar seguro que son las relaciones estables.
¿Dijo que lleva tras de mí algunos meses y se sació en un par de semanas? Vaya. Creo que necesitaría tener un acosador de vida para que le interese por medio año y tal vez ni así conseguiría una relación formal. Tampoco es como que salir con un acosador me parezca una idea atractiva. Aunque si es la mitad de bueno en el sexo que Jasper posiblemente lo considere. ¿Qué estoy pensando? Tonterías para distraerme.
—Lo hemos perdido.
¿Hemos? No, señor taxista -que consiguió una licencia de conducir a base de sobornos porque es terrible en usar el freno o la palanca de cambios-, no lo hemos perdido. Yo lo perdí.
Ni un mes he durado siendo la follamiga no exclusiva de un idiota. Apenas dos semanas.
—Llegamos.
Me siento con prisas, abro la puerta y le paso el billete de cien. En cuanto salgo del vehículo recuerdo al idiota al que he decidido elegir entre todos los otros. Mierda. Su departamento lujoso pagado con el salario de sus papis ricos. Puta mierda. ¿Por qué no le pedí una foto de su edificio antes de lanzarme a él?
Lo recuerdo ahora: de todo lo que habló fue de sí mismo y sus vacaciones pagadas por papá. Gracias a él decidí añadir a mi lista un nuevo apartado: no salir con chicos menores a mí. Él tiene tres o cuatro años menos que yo y como dos décadas de inmadurez extra, aunque su cuerpo no lo parezca.
Doble mierda.
—¿Señorita Clara? —abre las puertas de cristal el portero y me doy cuenta que llevo un par de minutos parada como estúpida frente al edificio. ¿Realmente tendré sexo con ese niñato por despecho?
Niego con mi cabeza y el hombre cabecea como disculpa antes de cerrar la puerta de cristal.
Miro tras de mí, pero el taxi ha desaparecido con mis últimos cien dólares. Mierda otra vez.
Enciendo mi celular y comienzo a caminar por la acera sin tener idea de dónde me encuentro ni cuánto tiempo va a tomarme llegar a mi departamento o a la cafetería o a donde sea.
Jasper tiene novia.
Vaya.
Aprieto el paso y los labios con fuerza y sigo andando pretendiendo que no me importa. Miro mis zapatillas de punta y odio un poco más a Jasper por hacerme caminar hasta que me quedé sin pies.
Voy a la aplicación del mapa. Bien. Una hora a pie.
Llamo a Edward y espero, pero me envía a buzón. Intento lo mismo con James. Rose. Cloe. Pero hoy es el día de enviarme al carajo.
¿Por qué mi lista de personas es tan corta? Tan corta y tan insuficiente. Mi celular comienza a sonar con repiqueteos cortos y constantes, estoy segura que es una llamada de mi cita de Instagram. Ugh. Cuelgo.
Camino un par de cuadras hasta que tengo una nueva llamada entrante.
Jasper.
Cuelgo y envío un mensaje rápido.
Estoy teniendo sexo, ¿qué quieres?
Su mensaje es igual de instantáneo.
¿Dónde estás?
Escribo con prisas.
Follando.
Lo veo escribir y borrar el mensaje hasta que al fin lo envía.
Debe ser pésimo en la cama si eres capaz de textear.
Idiota.
Puedo hacer muchas cosas al mismo tiempo, ya deberías saberlo.
Y ya. No vuelve a aparecer que está escribiendo ningún mensaje, sigo caminando el resto de la cuadra y cuando no recibo llamadas ni mensajes asumo que seguramente ahora él también está follándose a su novia, no también, yo no estoy follándome a nadie, él sí.
Llamada entrante, miro a la pantalla.
Escoria.
—Hola —mi voz suena terrible. Paso saliva y me concentro en pretender normalidad.
—¿Por qué tengo a Jasper enviándome mensajes de odio?
Sonrío con una mezcla de tristeza.
—Porque es un idiota —ahora mi voz es divertida, justo como toda mi vida.
—Lo que los convierte en el perfecto par. ¿Dónde estás?
—Caminando, resulta que me cité con el imbécil de tres años.
Su risa es ridículamente burlesca. Cero empatías como siempre.
—¿El que fue a Disney con sus papas? —ojala tuviera la memoria de James para no cometer los errores más de una vez.
—Sí —olvidé esa parte de la historia.
—Vaya. ¿Y por qué decidiste enviar a la mierda a Jasper para salir corriendo por ese niño?
—Así soy.
Suspira contra la bocina.
—Alice, ¿te han dicho que eres dada al dramatismo?
—A veces —respondo a regañadientes.
—Mira, pequeña idiota, que Jasper no haya querido volver con Sandy no significa que tienes que ser su novia, pero tampoco significa que debes lanzarte a la siguiente —lo interrumpo.
—Espera, ¿qué?
—¿Qué parte quieres que repita?
—¿No volvió con Sandy?
—¿No te lo dijo?
—Pues… no.
—Ah… espera. ¿Te fuiste en taxi?
—¿Está él contigo?
—Por mensaje.
—Pues sí, tenía una cita. Ya te lo dije.
—Alice —su tono de papá sermoneándome.
—No me digas mi nombre con ese tono, no eres mi padre, y ¿qué se suponía que creyera? Tú dijiste que ella fue a su oficina, y él lo corroboro. ¿No era obvio?
—¿Dónde estás? —escucho ese suspiro de falso cansancio tras la bocina.
—Ni puta idea.
—¿Quieres que vaya por ti?
—Sí… por favor, sí —mis pies están asesinándome, hace frío y sólo llevo un estúpido suéter ligero que no está diseñado para andar por las calles.
—Envíame tu ubicación y no te muevas.
Le envío mi ubicación.
—¿Estás muy lejos? —no responde en seguida— ¿Sam?
—Cinco minutos conduciendo como loco —sonrío.
Respiro hondo.
—¿Así que en taxi? Cuánto dramatismo en tu pequeño cuerpo, ¿cómo consigues no reventar?
Me siento en una banca afuera de unos bonitos condominios, por suerte está debajo de un árbol así que tengo sombra y puedo mirar al edificio para matar el tiempo.
—Con dieta.
Vuelve a reír. Mierda. Jasper no había vuelto con ella… bueno, posiblemente para este momento sí. Me quito el celular de la oreja y reviso los mensajes.
¿Dónde estás?
¿Dónde estás?
¿Dónde estás?
¿Dónde estás?
¿Dónde estás?
¿Dónde estás?
¿Dónde estás?
¿Dónde estás?
¿Dónde estás?
¿Dónde estás?
¿Dónde estás?
¿Dónde estás?
Alice.
El último mensaje es de hace dos minutos.
—Entonces… ¿alguna mentira para no ser tan patética cuando vea a Jasper esta noche?
—Dile que a veces enloqueces y que…
—Le dije que estaba teniendo sexo con el niñato de tres años.
—Bien, pues no. Diviértete actuando como si no hubieras tenido un arranque de celos.
—Yo no soy celosa.
—Dramática y al parecer celosa, lo que tienen es toda una telenovela porno, ¿no?
Lo que teníamos, porque es un hecho que lo he arruinado con mis estúpidos loquesea.
—Podría decirse. Espera.
Me quito el teléfono de la oreja, pero no hay ningún mensaje nuevo. ¿Y si es demasiado tarde? Dejo caer mis hombros con decepción. Jasper me advirtió de esto en nuestra primera cita: entre su orgullo y yo, siempre iba a elegirse a sí mismo. Seguramente rompí su orgullo aceptando una cita para follar.
—¿Edward aceptó salir? —pregunto cambiando de tema, obligándome a alejarme de temas peligrosos.
—Sí, le di a escoger entre salir o… no te lo puedo contar, pero escogió salir.
—¿De verdad tengo que ir? —miro hacia las hojas del árbol sobre mí.
—No, no tienes qué. Estás invitada.
—¿Por qué he sido requerida?
—Edward necesita a alguien que lo haga comportarse.
—No soy esa persona, créeme —lo he intentado toda la semana y he fracasado estrepitosamente. Un claro ejemplo de eso es que el día anterior me emborraché con él mientras jugábamos ajedrez.
—Lo eres —dice con seguridad—. ¿Alice? —ugh, ese tono es peor que el de regaño, ese es el tono dulce antes de darme un sermón— necesitas aprender a escuchar antes de salir huyendo, no todos son…
—Lo sé —añado antes de que termine la oración—, pero soy Alice.
—Y eres asombrosa —parpadeo luchando contra las lágrimas, ¿por qué los hombres no podían verme con los ojos de James o de Edward?—, y ten por seguro que si no te viera como mi pequeña mascota —me rio— no te dejaría subirte a un taxi sin perseguirte como lunático por toda la ciudad.
—Como un verdadero demente —digo a mi pesar, porque el tono no es burlón sino deprimente.
—Bueno, mi cliente llegó, llámame si te pierdes.
—¿Tu qué? —olvida lo de tono deprimente. ¿Dijo cliente? ¿No estaba a diez minutos de mí? La rabia reaparece—. James, estoy a una hora de mi apartamento a pie. Más vale que muevas tu trasero y vengas por mí.
—Tengo una reunión, sargento.
—¿Estás bromeando?
Cuelga. Ese hijo de puta.
—Voy a matarte —marco su número de nuevo, pero el imbécil me cuelga. Sólo perdí mi tiempo sentada en esta estúpida banca cuando podría haber llegado a… la siguiente cuadra.
¿A quién engaño? Caminar una hora sería como elegir que me amputen los pies mañana.
Voy a los contactos y entro al de Jasper. Muerdo mi labio inferior. ¿Le llamo y entonces qué? ¿Me disculpo por estar loca? ¿Culpo a su idiotez por no ser claro conmigo? ¿Le digo que se meta por el culo su no exclusividad? Suponiendo claro que aún no haya vuelto con Sandy.
Suelto el aire, pero mi pulgar sigue a unos milímetros sobre la pantalla sin animarme a presionar el botón de llamar. Ya jodí esto, es más sencillo así. Yo y las relaciones somos incompatibles y él tarde o temprano lo iba a descubrir.
James tiene razón, fui inmadura y dramática cuando pude haber obtenido las respuestas de manera diferente. ¿Y dije que Sandy estaba loca? Creo que la he dejado atrás por mucho.
Releo su nombre varias veces mientras mi pulgar va del botón de llamada al de salida.
—Yo lo llamaría, y comenzaría con una disculpa por hacer público los resultados de unos análisis que no recuerdo haberme hecho.
Oh mierda.
Se sienta a mi lado mirando hacia los edificios frente a nosotros. Recompongo lo mejor que puedo mi expresión de sorpresa antes de hablar.
—Tal vez son mis análisis.
Asiente analítico.
—Tal vez. Pero recuerdo que dijiste que estabas limpia de enfermedades de trasmisión sexual antes de hacer la apuesta.
—¿Y me creíste?
No se ríe, en cambio sus cejas se curvan, gira su rostro hacia mí y levanta el mentón esperando algo de mí.
—¿Y qué tal estuvo? —ugh. Directo.
—Me cité con el que fue a Disney con sus papás —por segunda vez su risa no llega, jugueteo con mi celular entre mis manos—, y no entré —espero que eso lo tranquilice un poco, pero no responde manteniendo la misma expresión—. El estúpido taxista se fue con mis cien dólares.
—Lo que explica que tu conductor imprudente estuvo a punto de chocar dos veces por huir de mí —suena molesto.
Levanto esta vez yo las cejas.
—Bueno, te dije que no me siguieras —inhala hondo y sostiene el aire en sus mejillas antes de soltarla de golpe. ¿Acaso estoy terminando con su paciencia?
—Pues cuando casi te arrolla un camión decidí dejarte ir.
Abro los ojos en grande, ¿cómo es que me perdí de todo eso? Oh ya, estaba fingiendo estar dormida en el sillón trasero, más bien, estaba fingiendo que no me había dolido ser enviada a la mierda sin aviso.
—Yo… ¿gracias?
Me rueda los ojos.
—No estás con Sandy —digo finalmente porque supongo que es a mí a quien corresponde ahora iniciar esa conversación.
—Si no hubieras salido corriendo lo habrías descubierto antes —paso saliva y pienso en una respuesta inteligente mientras observo la corteza del tronco a mi otro lado, esquivando la mirada de Jasper.
—¿Le dijiste que estabas… pensándolo? —muerdo con fuerza mi labio inferior mientras miro con detenimiento el tronco. No mirar a Jasper es más seguro para mí, tendré tiempo de sonreír y decir que estoy alegre por él y añadir que Sandy es muy divertida cuando no es celosa… como yo. Ugh. James tenía razón como siempre, han sido estúpidos celos.
—No estoy saliendo con Sandy, estoy saliendo contigo y lo sabes. Así que asúmelo. Puedes quedarte con tu no exclusividad si eso te hace sentir con el control de esta relación, podemos seguir jugando a ser amigos con derecho hasta que estés lista para admitir la verdad. Pero estoy contigo y no requiero una etiqueta para no buscar a nadie más.
Me imagino un hámster en mi cabeza al que han noqueado con luces incandescentes y luego han golpeado con un palo de golf, supongo que algo así ocurre con mi cerebro porque no tengo idea de qué responder a eso. Al final solo me encuentro aturdida y parpadeando. Lo miro.
—¿No estás considerando volver con Sandy?
Niega despacio sin sonreír como cretino, solo hay calma en espera de una mejor reacción de mi parte, levanto ambas cejas.
—¿Y por qué ella fue a tu oficina? —mi voz tiene para mi pesar el tono de reclamo y Jasper lo nota porque sonríe.
—Porque me ha estado buscando desde navidad para regresar. Pensó que mi celular se descompuso ante mi falta de respuesta y me buscó.
—No puedes culparla, has vuelto con ella una decena de veces este año —exagero.
—Tres veces.
Tres veces, hago girar mis ojos.
—Así que le mostré lo funcional que era mi celular y entonces vio tu foto en mi pantalla.
Una sonrisa involuntaria aparece, porque no ha cambiado la foto de su pantalla y porque Sandy lo supo en cuanto me vio.
—Sólo diré que no eres su persona favorita —sentencia.
—Qué pena —digo sin que mi voz muestre afectación por ese hecho—. Siempre pensé que estaba un poquito loca.
Jasper no lo niega ni acepta.
—Dijiste que sí habían vuelto —le reclamo.
—No, dije que era maestra.
—Pero tú sabías que yo iba a pensar que…
—Sí, lo supuse.
Levanto mi mentón con falso orgullo en busca de rescatar algo de mi pisoteada dignidad.
—Eres un idiota —sonríe esta vez.
—Y supuse que ibas a conseguirte una cita para sacarme de tu cabeza, por eso fui a tu oficina.
Bien, yo también soy una idiota.
—¿Cómo es que la no exclusividad surge de la misma persona que no sale con personas que están en una relación?
Ugh a la millonésima potencia.
—No lo dije yo, fue Victoria —admito.
—¿Victoria? —al parecer no esperaba esa respuesta porque se muestra confundido.
—Ella estaba asesorándome sobre lo que debía saber de las etiquetas —desvío la mirada de Jasper a los edificios frente a nosotros.
—¿Y te dijo que era lo mismo que una relación abierta?
—No realmente. Su noviazgo de fachada tiene ciertos privilegios al parecer —y lo digo de tal manera que entienda que no voy a profundizar al respecto, ¿cómo le diría a Jasper que lo que tenemos veta cualquier sentimiento más profundo que amistad? O que no es algo que se ventile como las relaciones abiertas.
—La exclusividad es una elección, Alice. Y no voy a quitarte eso a la fuerza.
Con Jasper todo es una elección, y debía dejarla en evidencia. Buscarlo para hacerlo cumplir nuestras citas fue mi elección, enviarle mensajes después de ellas fue mi elección, cuando acepté dormir con él también fue mi elección, incluso buscarlo más tarde o aceptar repetir fue mi elección, una que quedó dicha explícitamente. Esto también es mi elección. El libre albedrío es una puta mierda que sólo sabe subirle el ego a él.
Y como yo no sé qué decir él continúa:
—Preferiría que tú inventes las condiciones a que lo haga alguien más —paso saliva—. Pero no pongas palabras en mi boca que nunca he dicho para que después me culpes de eso.
Me levanta una ceja, en espera de mi respuesta. Así que elijo con cuidado mis siguientes palabras.
—Sería irresponsable que fueras por ahí contagiando a más mujeres de gonorrea.
—Sería horrible… aunque gracias a una chiflada para la siguiente semana todo el edificio estará al tanto —me como mi sonrisa con mis labios, no podría importarme menos—, ¿debería hacerlo público y añadirte en alguna lista en los bares para alejar a tus pretendientes?
Lo creo muy capaz de eso, y no por celos, sino por diversión. Mi celular suena con los repiqueteos constantes y molestos que reconozco como las llamadas de Instagram, y Jasper lleva sus ojos a mis manos, seguramente identificando el sonido también.
—Lo que tenemos es mutuo, Alice. En el nivel que tú estés, ahí estoy.
—No lo sabes.
—Bueno… dado que has salido corriendo, te subiste a un taxi, casi consigues que un camión te pase encima, te citaste con un imbécil como venganza y caminaste todas estas cuadras, yo creo que lo sé.
Jasper es muy bueno resumiendo mis errores.
—Puedes tener sexo con otros hombres si eso te ayuda a hacer un cuadro comparativo, pero te lo dije antes de empezar. Al final vas a volver a mí.
—No quiero tener sexo con otros hombres, ni siquiera he considerado… —me interrumpo— hasta hace una hora —ugh. Se ríe esta vez—. Y eso fue tu culpa —me cruzo de brazos intentando verme molesta en lugar de avergonzada. ¿Por qué tuve que contarle de ese imbécil y esa estúpida cita de venganza?— ¿y cómo supiste que iba a hacer eso?
Me arrepiento en cuanto lo pregunto porque solo hay una respuesta posible: Porque así soy. Yo sólo follo con idiotas, es todo lo que sé hacer. Soy una zorra fácil y además predecible. Dejo caer mi cabeza hacia atrás contra el respaldo de la banca mirando las hojas encima de nosotros. Miro de reojo a Jasper, él está viéndome en silencio.
—¿Qué? —Jasper se acerca a mí pasando su brazo por detrás de la banca, acercando su rostro hasta mi mejilla, pasa lenta y dulcemente su pulgar sobre mi mentón siguiendo un camino hasta mi frente y de ahí pasa mi mechón de cabello rebelde detrás de mi oreja.
—Te lo diré en nuestra séptima cita —¿me dirá en nuestra séptima cita que soy una zorra?
—No veo como eso vaya a terminar bien —levanta una ceja interrogante—, si me insultas voy a cortarte los testículos.
Sonríe.
—¿Por qué haría algo así? —y suena honesto.
Pero no tengo una respuesta, porque no existe. ¿Por qué Jasper me insultaría? Decido encogerme de hombros en lugar de responder.
—Eres una pequeña celosa.
—Yo no soy celosa —le entrecierro los ojos y su sonrisa crece.
—No lo eras, ¿eso cuenta como una primera vez? —no respondo. Y como si quisiera demostrarle lo poco celosa que soy añado:
—Sólo promete que cuando ella aparezca vas a decírmelo —Jasper parece desconcertado, así que me obligo a admitir que soy una chismosa—, tus hermanas tienen teorías interesantes sobre la mujer de la que hablaba Peter.
Su desconcierto aumenta.
—¿Cómo…
—Tu grupo familiar. Y fue obvio que Peter estaba molestándote con alguien como para actuar como cavernícola. Venga, que ni siquiera mi hermano, que encontró a su prometida con él perdió los estribos de esa manera.
Pero Jasper no responde.
—Eso… eso no va a pasar, Alice.
Paso mi mano sobre su cabello rubio y le doy un ligero jalón.
—Prometelo —exijo.
Sostiene mi mano que está en su cabello y deja un beso en el dorso de ésta.
—Te lo juro.
No es una promesa a una relación, ni siquiera a algo de larga duración. En algún momento él se cansaría de mí y seguiría en su búsqueda de la mujer perfecta para su estúpido plan perfecto, pero por el momento a ambos nos bastaba esto que teníamos. Es una promesa a terminar de frente conmigo, sin huir en la madrugada, ni escapar sin decir adiós.
Sus ojos negros se quedan fijos en mí antes de que sea yo quien me acerque a él para besarlo. Cielos, demasiados días desde que estuvimos en el baño de la casa de Rose. Enredo mis dedos en su cabello mientras su mano me aprieta por la espalda acercándome a él. Mi otra mano se acomoda detrás de su cuello aferrándome a su cuerpo.
—¿Sabes qué nunca he hecho?
—¿Dejame adivinar? Sexo en una banca en medio de la vía pública —ruedo los ojos, qué predecible. Sonríe aún más.
—Deja de leerme la mente —bromeo—. Yo iba a decir que esto.
Recarga su frente contra mí y por suerte lo comprende sin que tenga que ridiculizarme diciéndolo en voz alta: Nunca he sido besada en una banca en una via publica y con luz de día. Nunca. Toma mi mejilla acariciando mi piel mientras su pulgar entreabre mis labios.
—Hagamos más de esas primeras veces que te has estado perdiendo, ¿qué dices?
Digo que ese sí es un buen plan, y como ya sabes, Jasper es muy bueno en planear.
¿Qué te ha parecido este capítulo?
Clare enloqueciendo, Lucas enloqueciendo, Samuel disfrutando de la locura de los dos y finalmente actuando como adultos que se sientan a poner todas las cartas sobre la mesa. Casi todas.
Pero ya llegarémos a esa mentada septima cita que Lucas ha estado prometiendo desde que no pudo responder la pregunta de Clare en la tercera cita.
Mañana actualizaré Una dama de burdel, por la noche porque saldré a una escapada al campo este fin de semana así que estaré sin internet.
¿Cuánto falta para que aparezca Elisa y se hile la historia de Una dama de burdel con esta? Exactamente tres más. Aunque estos siguientes capitulos son sobre esa noche del sábado-madrugada del domingo en la que se encuentran así que de alguna manera estamos cerca.
