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Héroes versus heroínas
Tokio de Cristal, 17 de septiembre de 2992, 09:19a.m.
Desde que las temperaturas subieron lo suficiente para que los seres vivos del planeta Tierra pudieran moverse por su cuenta, los seres humanos diseminados por el mundo vieron aquella como una oportunidad para comenzar de nuevo. Hace diez años que se formaron los primeros asentamientos humanos, y, desde ese entonces, habían hecho enormes progresos, gracias a la ciencia y tecnología de los científicos sobrevivientes en el laboratorio de Herbert Dixon.
Hablando de él, cuando los científicos salieron del estado de animación suspendida, vieron que la puerta secreta en el ala Clavius no se hallaba protegida por los correspondientes obstáculos biométricos. Uno de los científicos abrió la puerta, y, para su sorpresa, no vio a Herbert por ningún lado. El recipiente que se supone que debía estar en el habitáculo también había desaparecido. Buscaron en todo el complejo, en el ala médica, en el domo habitacional, en el comedor, pero ni una sombra de su líder pudieron hallar. Al final, después de registrar una vez más todo el complejo, decidieron aceptar que Herbert Dixon había abandonado el laboratorio, seguramente para apoderarse del Cristal de Plata. Hawkins, quien había pasado a ser el encargado absoluto del complejo, empleó los satélites en órbita para tratar de encontrar a su jefe, pero tampoco tuvo éxito. Definitivamente, Herbert Dixon había desaparecido de la faz de la Tierra.
Cinco años después, un par de Sailor Senshi llegó al complejo, acompañada de quien lucía como una soberana, y Hawkins las recibió como si fuesen embajadoras de otro país. Después de unas cuantas negociaciones, la Neo Reina Serenity, como se había autodenominado la soberana, accedió a compartir el poder del Cristal de Plata, siempre y cuando los planos del reactor que había diseñado el equipo de Herbert Dixon pasara a manos de Sailor Mercury, una de las Sailor Senshi que había acompañado a la Neo Reina. A partir de ese momento, la humanidad solamente dio pasos adelante, en la dirección correcta.
En esos cinco años, se había construido el reactor que había diseñado Herbert Dixon y su equipo, y se ubicó bajo el palacio de cristal en Tokio de Cristal. Con el fin de emplear el Cristal de Plata a modo de fuente de poder, la Neo Reina debió renunciar a su condición de Sailor Senshi para desprenderse de su Sailor Cristal. Aquella decisión no había sido fácil de tomar, y las Outer Senshi estuvieron muy en desacuerdo con ello, pero, por desgracia para ellas, no tenían voto en aquella elección. Así fue como Sailor Moon dejó de existir por el bien mayor. Tuvo que pasar varios meses asimilando recuerdos que había perdido a causa de renunciar al poder del Cristal de Plata. Al principio, no quería aceptar que alguna vez fue una Sailor Senshi, aunque hubiese evidencia tangible de que aquel había sido el caso. Requirió la ayuda de sus amigas para lograr aceptar que alguna vez fue Sailor Moon. Aquello era importante para que ella pudiera reinar.
El reactor había sido encendido, y entregaba energía a todo el mundo. Receptores especiales habían sido construido y despachados a todas las viviendas e industrias del nuevo mundo, libre de costo. La Neo Reina había decidido eliminar el dinero de la ecuación, por sugerencia de Sailor Mercury, quien le había dicho que el dinero solamente existía como una barrera entre las personas y los recursos, y que la pregunta más importante no era "¿cuánto iba a costar el proyecto?", sino "¿tenemos los recursos para hacerlo?" (161). Aquel simple cambio de perspectiva hizo que, en un plazo de diez años, la necesidad de tener cárceles o bancos fuese irrelevante. Como las cosas eran abundantes, no tenían precio, y al no tener precio, no había ninguna razón por la que un ladrón quisiera apoderarse de un objeto determinado, porque todo el mundo podía hacerlo. Y, debido a la política de Sailor Mercury por construir aparatos que duraran décadas en lugar de un par de años, robar cualquier cosa carecía de sentido. Y fue así que el sistema legal fue desapareciendo de forma gradual. Muy poca gente tenía necesidades sin cubrir, por lo que crimen ya había dejado de ser un problema. Aquello gatilló otro cambio importante, porque la disminución de la agresión derivada de las necesidades sin cubrir había creado un mundo más equitativo, donde todos tenían las mismas oportunidades. La competición había sido reemplazada por la cooperación, y los seres humanos sobrevivientes de La Gran Sacudida, como comenzó a llamarse el evento que ocurrió en septiembre de 1996, descubrieron que cooperando entre ellos lograban más cosas que compitiendo entre ellos. La competición era destructiva, hacía que poca gente obtuviera lo que quería y que los demás se pudrieran. La cooperación era constructiva, porque todos obtenían los mismos beneficios. La educación, antaño competitiva, se enfocó en desarrollar el potencial natural de las personas, en lugar de amaestrar a alguien para un trabajo, obligando a la gente a estudiar lo que fuese más rentable, desde el punto de vista económico.
Volviendo a Tokio de Cristal, la Neo Reina se hallaba sentado en su trono, al lado del rey Endimión, pensativa. Desde que había renunciado a ser Sailor Moon, había estado reflexionando si aquella había sido la decisión correcta. Claro, lo había sido para que el mundo entrara en una época de prosperidad que la humanidad jamás había experimentado, pero aquella no era la pregunta que se hacía. Lo que le carcomía la cabeza era si había sido la decisión correcta para ella. Porque ya no podría combatir el mal junto a sus compañeras. Sin embargo, gracias a su difícil decisión, había evitado que apareciera un grupo como el clan Black Moon. Ya no habría amenazas que provinieran del mismo mundo. La humanidad en general se regocijaba que la Neo Reina Serenity hubiera decidido que el poder del Cristal de Plata fuese de todos, no solamente de Tokio de Cristal. Lo único que podría arruinar la fiesta era una amenaza del exterior.
Uno de los guardias del exterior del palacio llegó al salón del trono, haciendo una reverencia antes de hablar.
—Neo Reina, Rey Endimión, vengo a anunciar la visita de una persona muy importante, proveniente del planeta Tyros.
La Neo Reina no era familiar con ese planeta, pero imaginaba que se encontraba bastante lejos del sistema solar, por lo que negarle la entrada sería una descortesía.
—Qué pase —dijo, y el guardia hizo una nueva reverencia, dio media vuelta y desapareció por donde había llegado. La Neo Reina se volvió hacia una de los miembros de su guardia personal, un nombre rimbombante para las Inner Senshi. En el salón del trono también estaba presente la hija de la Neo Reina y el rey, una niña de diez años, de cabello rosa chicle, idéntica a la Rini que había conocido en el siglo veinte, y con el mismo nombre que le había puesto Amy hace ya un milenio.
—Sailor Mercury —dijo la Neo Reina con curiosidad—. ¿Dónde queda el planeta Tyros?
La aludida consultó su confiable computadora de bolsillo, desplegando un mapa de la Vía Láctea conocida por ella.
—Está a tres mil años luz del sistema solar, Ascensión Recta, doce grados, quince minutos y cuarenta y siete coma dos segundos, Declinación, menos treinta y seis grados, dos minutos y cincuenta y tres coma ocho segundos.
La Neo Reina se quedó mirando a Sailor Mercury con cara de pregunta.
—Te pregunté dónde quedaba, no cuáles eran sus coordenadas.
—Perdón —dijo Sailor Mercury, cuando el embajador del planeta Tyros apareció en el salón del trono. Era un hombre cuyo cabello era largo, lacio y de color castaño, sus ojos semejaban rendijas, y sus facciones eran toscas, como talladas en piedra. Vestía una especie de uniforme, en cuyo pecho relucía un emblema que semejaba una espada plateada. El uniforme era negro, a excepción del cinturón que rodeaba su cintura, el cual también era plateado, así como la capa que colgaba desde sus hombro. Usaba botas de cuero, las que, para variar, también eran plateadas.
—Usted debe ser el embajador de Tyros —dijo la Neo Reina, poniéndose de pie, y acercándose a él, con el brazo extendido, dispuesto a saludarle de la forma más cortés en que sabía hacerlo—. Bienvenido a Tokio de Cristal.
—Gracias —dijo el embajador, estrechando la mano de la Neo Reina con gracia—. Mi nombre es Anorus, y he venido en son de paz, a ofrecerle un trato que seguramente va a beneficiar a todos los habitantes de este planeta.
—Ese es un buen ofrecimiento —convino la Neo Reina, y el rey asintió en señal de conformidad—. ¿En qué consiste?
Anorus se quedó en silencio por un breve momento antes de hacer una seña con la mano, y cuatro hombres más aparecieron al lado de él. Los recién llegados usaban ropajes similares a los que ostentaba Anorus, solamente que con diferentes colores y símbolos. Los colores concordaban con los de las Inner Senshi, pero los símbolos eran extraños. Uno era una estrella de seis puntas, semejando un copo de nieve, otro era una especie de triángulo en cuyo lado superior había tres puntas, luciendo como una llama, otro que semejaba un rayo simétrico, y el último tenía un octágono del que salían varias puntas, semejando el sol. No obstante, lo más sorprendente de los hombres que habían aparecido al lado de Anorus era que las Inner Senshi conocían a esos sujetos.
—No puede ser —dijo el rey Endimión, poniéndose de pie, y mirando a los cuatro hombres con desconcierto—. Son… son los Generales Celestiales.
—No sé de qué hablas —dijo el sujeto del cabello albino y largo, quien estaba siendo observado detenidamente por Sailor Venus—. Nosotros somos los Galthazar.
—¿Y qué quieren ofrecernos? —preguntó la Neo Reina, frunciendo el ceño.
—Bueno, no es exactamente un ofrecimiento —dijo Anorus, desenvainando su espada, y las Inner Senshi se pusieron en guardia inmediatamente, plantándose delante de la Neo Reina. El rey Endimión instruyó a la Pequeña Dama a que se fuera del salón del trono, con el objeto de alejarla del peligro que se avecinaba, a lo que ella obedeció sin hacer ninguna pregunta—. Hemos venido a este lugar para obtener sus Sailor Cristales.
Aquello hizo que, tanto la Neo Reina como sus guardianas, se pusieran tensas. No era la primera vez que alguien amenazaba con quitarles sus Sailor Cristales, pero, a diferencia de Shadow Galactica, había algo en esos cinco hombres que les infundía un miedo que no eran capaces de explicar. Era obvio que ellos eran los Generales Celestiales, pero parecía ser que alguien les había lavado el cerebro para servir de peones en un juego que ellas desconocían por completo.
—No tendrán lo que han venido a obtener —dijo Sailor Venus, dando un paso hacia los Galthazar, preparada para atacar a la más mínima señal de agresión—. Váyanse de este lugar, y no vuelvan.
Anorus puso los brazos en jarras, y compuso una sonrisa.
—¿Por qué las Sailor Senshi son todas tan desafiantes? —dijo, mirando a Sailor Venus con una expresión de seriedad—. Deberían darse cuenta que ustedes están derrotadas. Sus poderes son insignificantes en comparación con los de nosotros.
—Pues otros dijeron eso, y ahora están dos metros bajo tierra —dijo Sailor Jupiter, esgrimiendo un puño en contra de los Galthazar—. No ganan nada con subestimarnos.
—Curiosamente, es lo mismo que nos dijeron las otras Sailor Senshi a las que nos enfrentamos —dijo Anorus como si no hubiera nadie amenazándole—. A consecuencia de ello, tenemos sus Sailor Cristales.
—¿Y para qué quieren los Sailor Cristales? —preguntó Sailor Mercury, mirando de vez en cuando al sujeto del emblema de la estrella de seis puntas con su visor, tratando de determinar qué fue lo que les había pasado a los Generales Celestiales para comportarse de ese modo, y, lo más importante aún, por qué estaban vivos, si tenía evidencia de cámaras de seguridad que Aurora los había matado. Fue cuando se percató para quién trabajaban los sujetos frente a ella.
—Es simple —dijo Anorus, haciendo caso omiso de las miradas fulgurantes de Sailor Mars, Sailor Jupiter y Sailor Venus, y posando sus ojos en Sailor Mercury—. Creemos que las Sailor Senshi ya no están cumpliendo con su trabajo, y decidimos reemplazarlas. Y, para asegurarnos que no vuelvan a interferir, causando problemas que no queremos, estamos apoderándonos de sus Sailor Cristales. Pero no deberían preocuparse demasiado. A diferencia de los métodos de Sailor Galaxia, los nuestros no son letales. Se sentirán como si jamás hubieran sido Sailor Senshi.
Las Inner Senshi miraron a Anorus y a sus compañeros con el más profundo resentimiento.
—¿Y quién eres tú para decir si las Sailor Senshi estamos haciendo nuestro trabajo o no? —increpó Sailor Mars, llamas brotando de sus manos—. ¡No eres nadie! ¡Ninguno de ustedes tiene el derecho de decidir eso!
Anorus no dijo nada. Con un gesto de su cabeza, indicó al hombre del cabello color paja a que atacara a Sailor Mars. Wildfire dio dos pasos hacia delante, e hizo aparecer un látigo de fuego. Sailor Mars supo en el acto que iba a atacar, y dispuso sus brazos de forma que estuviera sosteniendo un arco y flecha. Inmediatamente, un arco y una flecha de fuego aparecieron en sus manos.
—¡SAETA LLAMEANTE DE MARTE! —rugió Sailor Mars, y disparó la flecha de fuego. Wildfire, por su parte, maniobró el látigo de fuego, y, con un movimiento rápido y elegante, partió la flecha de fuego por la mitad. Pero Wildfire no había acabado. Dio un giro para darle más inercia al látigo, pasándolo por encima de su cabeza, e hizo un movimiento rápido y violento hacia abajo. Sailor Mars no fue capaz de esquivar o bloquear el ataque a causa de su rapidez, y el látigo la golpeó medio a medio, lanzándola contra la pared, dejándole una quemadura que iba de su cuello hasta sus piernas. Sailor Mars cayó al suelo, casi inconsciente, gruñendo de dolor.
—¡A ver qué te parece esto! —exclamó Sailor Jupiter, cruzando los brazos y haciendo aparecer su antena—. ¡Relámpago de Jupiter!
Anorus hizo otro gesto de su cabeza, pero esta vez, el sujeto del cabello castaño largo fue quien respondió. Stormrider extendió una mano, como tratando de decirle que se detuviera, pero Sailor Jupiter atacó de todas formas. El rayo dio de lleno en la mano de Stormrider, pero no le hizo ningún daño. De hecho, parecía estar absorbiendo el relámpago con su mano, y, en efecto, éste desapareció en éste. Sailor Jupiter quedó atónita ante el movimiento de su oponente, y se preparó para emplear sus trepadoras, y así inmovilizar a su adversario. Pero Stormrider no esperó a que Sailor Jupiter tomara la iniciativa. Con la misma mano que absorbió el rayo, tronó los dedos, y múltiples rayos cayeron desde arriba. Sailor Jupiter los esquivaba como podía, e incluso usó la antena para absorber los que caían sobre ella. Gracias a esa táctica, no sufrió ningún daño.
—Sabes pelear —dijo Stormrider, extendiendo un dedo hacia el pecho de Sailor Jupiter, y ella pensó que solamente la estaba amenazando, por lo que hizo el ataque de las plantas trepadoras—, pero no será suficiente en contra de mí.
Y del dedo brotó un rayo, pero no era como los de Sailor Jupiter, que demoraban un poco en llegar al oponente. Aquel rayo era como los que caían en las tormentas, o sea, impactaban en el enemigo de forma instantánea. Y, en cuanto lanzó el rayo, Sailor Jupiter lo recibió de inmediato, incapaz de bloquearlo, y su cuerpo fue electrocutado de forma dolorosa. Stormrider sostuvo el ataque por diez segundos, hasta que el uniforme de Sailor Jupiter comenzó a humear. Ella se desplomó al suelo, casi inconsciente, para horror de los demás que seguían en pie.
—Continuaría, pero Anorus las necesita con vida —dijo Stormrider, volviendo a su puesto calmadamente.
—¿Alguien más quiere retarnos, ahora que ya saben que no hay victoria posible en contra de nosotros? —desafió Anorus, y Sailor Venus crispaba los puños en señal de impotencia y rabia. Sailor Mercury, por otro lado, se le había ocurrido una idea para sobrevivir al combate. Buscó la mirada de Sailor Venus, y ella también miró a Sailor Mercury, y supo que ella tenía una idea. Ambas asintieron con la cabeza.
Sailor Venus usó su rayo creciente en contra de Anorus, lo que distrajo a los demás. Sailor Mercury hizo expandir su niebla, de forma que nadie pudiera ver lo que estaba pasando en el salón del trono. Sailor Venus seguía atacando a los Galthazar desde puntos al azar, de forma que ellos no supieran dónde estaba. Sin embargo, Sailor Mercury sabía que solamente era cuestión de tiempo para que ellos pudieran verlas a través de la niebla.
—Están atacando de forma aleatoria y cubriéndose con la niebla —dijo Frostbite, analizando la situación con su visor, el que era más avanzado que el que usaba Sailor Mercury—. Están ganando tiempo para que las demás se unan a la batalla.
—¿Y qué sugieres?
—Hacerles creer que su estrategia funcionó —repuso Frostbite con una voz pareja—. Si mis estimaciones son las correctas, las Inner Senshi tratarán de atacar al mismo tiempo, de modo que hacernos el mayor daño posible. Es ahí cuando Lightbringer demostrará de lo que es capaz.
Y, tal como Frostbite lo había pronosticado, las Inner Senshi ya se encontraban reunidas cuando la niebla se deshizo en jirones. Las cuatro se encontraban juntas, con los brazos extendidos hacia delante. Anorus hizo una señal a Lightbringer (el del cabello albino), para que hiciera lo suyo.
Lightbringer se adelantó a los demás, y alzó los brazos hacia arriba, justo cuando las Inner Senshi reunían la energía suficiente para realizar el ataque combinado.
—¡Ataque de los planetas de las Inner Senshi! —exclamaron las cuatro a coro, y una inmensa bola de energía brotó de las muchas manos. Lightbringer esperó a que la esfera estuviera cerca de él, y bajó los brazos de forma violenta. Una explosión de luz cegó a todos los presentes, deshaciendo la esfera de energía en miles de corpúsculos luminosos. La ceguera duró unos pocos segundos, después de los cuales, todo fue visible nuevamente. Las Inner Senshi quedaron estupefactas cuando vieron que Lightbringer no había sufrido ningún daño. Anorus aprovechó el momento de conmoción de las Inner Senshi para dar varios pasos rápidos, desenvainando su espada y, cuando estuvo frente a las Inner Senshi, dio un pequeño salto, e hizo un corte horizontal, amplio y veloz como el rayo. El impacto hizo que las Inner Senshi salieran eyectadas hacia la pared, rebotando en ésta y cayendo al suelo. Todas ellas tenían una herida superficial en su abdomen. La Neo Reina y el rey no podían creer que las Inner Senshi, estando en sus formas Eternas, fuesen derrotadas tan fácilmente. Anorus, al parecer, tenía razón con respecto a sus fuerzas.
—Se los advertí —dijo Anorus, alzando una mano, y los cuerpos inconscientes de las Inner Senshi se elevaron en el aire, quedando como marionetas. Después, con su otra mano, hizo un movimiento rápido hacia delante, y los Sailor Cristales de las Inner Senshi salieron expulsados de sus cuerpos. Lightbringer los cogió y los guardó en su bolsillo como si fuesen canicas.
—Y ahora, Neo Reina Serena —dijo Anorus, acercándose con pasos peligrosos hacia la soberana de Tokio de Cristal—. Es tu turno para entregarme tu Sailor Cristal.
(161) En la década de los setenta, un diseñador industrial llamado Jacque Fresco propuso un sistema económico que reemplazara a la economía de libre mercado, denominada economía basada en recursos, en el que el dinero quedaba fuera de la ecuación, pues la idea era aplicar el método científico para resolver los problemas sociales en la humanidad, y, con ello, eliminar el dinero de la ecuación. Postulaba que el sistema actual se basaba en la escasez, y que crear abundancia haría que las cosas carecieran de precio. Pese a que la idea es considerada una utopía, algo que no es realizable, hay gente que cree que, con el conocimiento científico y tecnológico actual, y los recursos disponibles en el planeta, es más que posible.
