LXXI
Eren expuesto
—Hay algo que se me olvidó preguntarte —le dije a Louise, mientras cabalgábamos por las planicies entre los muros Rose y Sina. Ya estaba anocheciendo, pero, como ya había dicho antes, no íbamos a acampar durante la misión. Con suerte, nos detendríamos unos diez o veinte minutos para comer, beber y recuperar el aliento.
—¿Y qué es?
—¿Por qué no te gustan los chismes?
Louise no respondió de inmediato. Por un momento pensé que la pregunta no era apropiada para la situación, pero, al mirar de reojo a mi compañera, entendí que ese no era el caso. Tenía la mirada perdida y su cara expresaba congoja, por lo que asumí que se trataba de algo que le había pasado a ella.
—Porque yo fui víctima de uno cuando era niña —repuso Louise, volviendo a mirar al frente—. Pasó un par de días antes de que los titanes invadieran Trost. Resulta que, cuando salí a la calle a jugar con unos amigos, ellos se quedaron mirándome por un rato, y después, se echaron a reír. Yo, toda colorada, le pregunté a uno de ellos por qué se reían, y me dijo que alguien me había visto de la mano con un chico cerca del muro, y que él lo había hecho solamente para creyeran que él tenía novia.
—¿Y era verdad?
—Sí, era cierto que yo andaba de la mano con un chico cerca del muro —repuso Louise, y yo arqueé una ceja, pues creí que esos susodichos habían inventado eso del "novio" para incomodarla—. Pero no tenían que estar espiándome, porque se suponía que era un momento de los dos y solamente de los dos. Y eso de que él solamente me había usado para su propio beneficio, me dejó devastada. Le conocía hace no mucho tiempo, por lo que era posible que estuviera jugando conmigo.
—¿Y eso llegó a pasar?
—Lo vi al día siguiente, y le pregunté si había estado usándome solamente para decir que tenía novia. Él se sorprendió cuando acabé de hablar, y me dijo que nunca había ido conmigo con la intención de engañarme, y que realmente quería estar conmigo. Me preguntó dónde podía encontrar a los que dijeron eso, y ambos fuimos a encararlos. Al final, fueron ellos los que quedaron en evidencia, pero la incomodidad que sentí cuando escuché esos falsos chismes dejó una marca en mí. Por eso es que no me gustan los chismes, por eso odio que la gente se ponga a hablar sin fundamento sobre algo que no tiene idea.
—¿Y qué pasó con ese novio de la infancia?
—Entramos juntos al Cuerpo de Entrenamiento —dijo Louise, y, por el rabillo del ojo, vi que mostraba una sonrisa de reminiscencia—. Estuvimos juntos hasta… bueno… ya sabes—. La sonrisa desapareció, reemplazada por una expresión de tristeza. Al fin, después de mucho tiempo, sabía por qué le había afectado tanto la muerte de su novio. Había sido una combinación de varios factores, pues él no solamente era el hombre que amaba, sino quien la había defendido de lo que más odiaba en el mundo. Su muerte había sido más de un golpe emocional para ella, y, en retrospectiva, agradecía que yo hubiera estado para ella en ese momento tan difícil.
—Te agradezco por consolarme después de la batalla de Liberio —dijo Louise, sonriendo—. No sé qué habría hecho si hubieras actuado como mi superior.
—Posiblemente te habrías enojado conmigo por ser tan insensible —dije, y Louise solamente atinó a asentir con la cabeza.
La noche había caído por completo, y era necesario el uso de faroles para iluminar nuestro camino. Recuerdo que en las antiguas exploraciones nocturnas usábamos antorchas para ese propósito, pero eso cambió con el descubrimiento de la capilla de cristal en el territorio de los Reiss. El cristal se minaba y se empleaba de manera frecuente para iluminación. Lo único malo era que esa luz era más blanca, y a veces podía lastimar la vista, a diferencia de la luz más cálida de una antorcha, pero contaba con la ventaja de iluminar más lejos y con mayor intensidad.
Ordené una pausa de quince minutos para comer, beber y descansar, cosa que los demás soldados agradecieron bastante. No podíamos cargar con demasiado alimento y agua, pues eso haría que los caballos perdieran velocidad y se cansaran más rápido. De esa forma, debíamos racionar las comidas, lo que nunca era una situación ideal, pero era eso, o perder efectividad en nuestros esfuerzos por dar caza al titán bestia.
Por el rabillo del ojo, vi que Jean se acercaba a mí. Giré sobre mis talones en su dirección, y vi que lucía preocupado.
—¿Crees que podamos derrotar al titán bestia? —me preguntó, y su voz sonó trémula, evidenciando su miedo—. Ya viste lo que es capaz de hacer.
—Si trabajamos todos juntos, tendremos una oportunidad —repuse, pero Jean no parecía satisfecho con la respuesta que le di, así que me expliqué—. Ustedes no tendrán que acercarse al titán bestia. Ese será mi trabajo. Solamente yo soy lo suficientemente rápida para esquivar sus ataques, pero no podré hacerlo por mucho tiempo. Ustedes me apoyarán desde lejos con sus lanzas relámpago. Procuraremos pelear contra él en un bosque, de manera que podamos sacar provecho de nuestros equipos de maniobras.
Jean seguía sin lucir convencido por mi plan.
—Zeke no es tonto —dijo, cruzándose de brazos—. Sabe que pelear en un bosque es una desventaja para él. No caerá en tu trampa.
En verdad, Jean tenía un punto. Zeke no había llegado a ser lo que era sin ser cauto. Sabía que su titán no es el más fuerte de todos, pero sí sabía cómo sacarle el máximo provecho, y eso le hacía bastante peligroso. No obstante, había algo raro de todo eso. Cuando Eren se transformó en titán, no se molestó en matar a ninguno de nosotros. Solamente quería escapar, como si hubiera algo más importante para él que el simple salvajismo, como si tuviera un propósito muy específico. Y el hecho que haya ido directamente hacia el sur, era bastante raro. ¿Qué cosa de importancia podría estar en esa dirección? Lo único que se me ocurría era el titán bestia…
Tragué saliva.
—¡Tenemos que encontrar a Eren, y rápido! —exclamé, lo que tomó por sorpresa a todos—. ¡No hay tiempo que perder! ¡Monten los caballos, rápido!
Pero los demás se quedaron mirándome, como si yo hubiera caído enferma delante de ellos.
—Pensé que nuestro objetivo era capturar al titán bestia —observó Connie, luciendo perdido—. El comandante dio esas órdenes, ¿recuerdas?
—Lo sé, pero la mejor forma de dar con el paradero del titán bestia es encontrando a Eren —expliqué, pero los demás seguían sin entenderme. Aquello me hizo perder la paciencia—. ¡Debemos irnos a toda prisa! ¡Les explicaré en el camino!
Mis compañeros se quedaron mirándome por un rato más antes de montar sus respectivos caballos y reanudar el trayecto. Un minuto después de que volvimos a la cabalgata, en honor a la confusión de mis compañeros, decidí explicar mi razonamiento para hacer lo que estábamos haciendo.
—Cuando Eren escapó, noté que no quiso matar a nadie, y se dirigió directamente hacia el sur, como si hubiera algo muy importante en esa dirección. Y lo único importante que queda en esa dirección, es Zeke.
—¿Y qué tienen que ver él con Eren? —preguntó Marlo, quien no conocía mucho del trasfondo entre ambos hombres. Con suerte, sabía que Eren era hermanastro de Zeke, y aquello no aportaba mucho contexto a lo que yo acababa de descubrir.
—Lo que es pasa es que, gracias a los recuerdos de Eren y los diarios de su padre, sabemos que Zeke Jaeger es descendiente directo de la familia real —dije, pero los demás seguían perdidos, por lo que continué—. Y, no sé si recuerdan el interrogatorio a Zeke, pero él mencionó que el retumbar de la tierra se activa en presencia de un miembro de la familia real.
En esa ocasión, pude ver el horror en la cara de mis compañeros. No había que ser muy inteligente para conectar los cables. Eren había salido muy pronto de la prisión, sin preocuparse de pelear con nosotros, porque quería encontrarse con Zeke, y, de ese modo, activar el retumbar de la tierra. Esa era la forma en que él quería destruir a Marley y a sus aliados. Al principio, no me parecía que fuese un plan demasiado terrible, pero después caí en la cuenta que Eren no iba a detenerse en Marley. Era muy probable que se ganara muchos enemigos con lo que se proponía hacer, y, si le conocía bien, él no recurriría al diálogo. Para él le era más fácil usar sus diez millones de titanes colosales para eliminar cualquier oposición. Era capaz de llevarse al mundo entero por delante, si eso le daba la libertad que tanto ansiaba.
—¿Eren… quiere activar el retumbar de la tierra? —quiso saber Louise, quien tenía los ojos muy abiertos y una expresión de terror en su cara—. ¿A esa clase de persona admira Floch Forster?
Yo podía entender a la perfección el problema de Louise con ese nuevo giro. Había caído presa del carisma de Floch, y había llegado a creer en la causa de los Jaegeristas, en que Eren iba a ser el libertador de Paradis, solamente para entender que aquel supuesto libertador estaba dispuesto a matar millones para lograr que su pueblo fuese libre.
—No creo que esto sea fácil de asimilar para ti —le dije, sin mirar atrás, pues era imperativo tener la mirada al frente, sobre todo cuando era de noche, y lo que era más, una noche sin luna—. Saber que tu causa no era la que creías.
Louise no dijo nada. Su mutismo era capaz de decir mil palabras. Me imaginé que aún debía estar procesando las ideas dentro de su cabeza, las que no era pocas. De pronto, no creí inteligente que ella formara parte de la misión, pues no sabía cómo iba a reaccionar cuando viera a Eren, si es que alguna vez le encontrábamos. Pero también era cierto que no podía dejar a Louise atrás, sin caballo y con heridas a medio sanar. Al final, decidí que lo más sensato era que ella permaneciera con nosotros. De todas maneras, no iba a participar en ninguna pelea, menos en la condición en la que se encontraba.
Ya debía ser medianoche cuando atravesamos la ciudad de Trost. Apenas había gente en las calles, por lo que no fue difícil cabalgar por sus calles. Usamos señales de humo para indicar a los soldados de la Tropa de Guarnición que abrieran la puerta de entrada a la urbe, de manera que no nos detuviéramos frente a ésta.
Dos horas después de salir de Trost, aparecieron unas nubes densas desde el norte. Pensando que, tal vez, debiésemos enfrentar lluvia, seguimos adelante. Louise aún no decía nada. La entendía a la perfección. Tenía bastante en lo que pensar, y tiempo iba a tener.
Fue cuando escuché los sonidos.
Eran estampidos lejanos y rítmicos. No podía ser otra cosa que un titán en plena carrera. Al parecer, los demás también escucharon las pisadas del titán de ataque, porque espolearon a sus caballos.
Bueno, era el momento de la verdad. Respiré hondo para buscar la calma, y espoleé a mi caballo. El hecho que estuviéramos tan cerca del bosque de árboles gigantes nos decía que Zeke no debía estar lejos de allí. Tenía que evitar la activación del retumbar a toda costa.
