Capítulo 3: Historia del Pasado parte II. La mina de los Trolls
-Usa tus artes, te lo imploro… has que Igraine sea mía, sólo mía, aunque sea una única noche- le rogó
-Bien…-aceptó Merlín, gustosa - lo haré…- continuó, a lo cual Uther se relajó visiblemente sin dejar de sostenerla, tembloroso- sin embargo, te pediré algo a cambio… -terminó, ganándose una mirada dudosa por parte del monarca.
-¿Algo?- repitió Uther desconcentrado. Merlín liberó su mano derecha de su agarre.
-Por supuesto, Alteza, nada en este mundo es gratis- indicó con una sonrisa juguetona mientras llevaba uno de sus dedos a sus carnosos labios. Uther la contempló unos segundos, los ojos dorados de pronto no parecían ser amistosos.
-¿Qué es lo que quieres?- terminó por preguntar el hombre, mientras se ponía de pie. La hechicera sonrió un poco más, alejándose unos pasos. Por fin, la tormenta comenzaba a ceder.
-¿Qué quiero? ¿Qué quiero? De hecho… ¿Qué es lo que quiero? – se preguntó Merlín en voz alta un tanto burlona, al tiempo que volvía su cabeza a él – Con mi magia, te convertiré en una réplica exacta de Gorlois de Tintagel, entonces será cuestión de tu ingenio para desarrollar un buen plan y colarte a la habitación de la duquesa…
-Es una gran idea- aceptó Uther después de un momento. El hombre tenía una sonrisa triunfadora pintada en su rostro. Por fin, por fin lograría tener a la mujer que tanto idolatra; la dama por la cual había sitiado por más de 100 días la fortaleza del duque.
-Pero a cambio me entregarás al primer hijo que concibas con ella- sentenció Merlín, mientras una mueca de triunfo, totalmente diferente a la del rey, se marcaba en su bello rostro.
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Lo primero que escuchó antes de recuperar por completo sus sentidos fueron sollozos de varias voces infantiles; además del frio tacto de la tierra contra su mejilla y el olor a tierra mojada. Abrió lentamente sus parpados. Le tomó un poco de tiempo ajustar su mirada a la poca luz. Entonces, notó por fin a dos niños y dos niñas que lo acompañaban; una de ella debía tener apenas 4 años.
-¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? – inquiero Arthur restregando el dorso de su mano por su rostro. La oscuridad era apenas despejadas por unas cuantas antorchas distribuidas a lo largo de la vieja mina. Una inmensa roca bloqueaba la única salida.
-Trolls… cuatro de ellos… - le contestó uno de los chicos, quien parecía dos años mayor que el peli ámbar. Ese muchacho llevaba puesta su pijama que consistía en unos pantalones y playera larga blancas, tenía el cabello corto castaño claro y ojos almendras.
-¿Trolls…? –murmuró Arthur concentrado en sus pensamiento. Forzando su memoria, pudo recordar una creatura de aspecto desagradable guiarlo por el bosque, pero ¿Por qué lo había seguido?
-Ellos nos están recolectando – intervino el siguiente chico, el cual se veía de la misma edad que Arthur. Este pequeño tenía un camisón largo rojo con pantalones del mismo color, ojos negros y cabello muy corto, al ras de la cabeza, del mismo color- No sabemos para qué nos quieren…
-Para comernos, obviamente… a estas alturas deben estar revisando su libro de cocina para hacer sopa de niños- contestó el mayor, fastidiado, provocando el llanto de la más pequeña: una chiquilla de largo cabello rojo, atado en dos coletas a ambos lados de su cabeza; sus ojos verdes estaban irritados de tanto llorar. Ella llevaba puesto un vestido-camisón rosado; se encontraba descalza.
-¡Callate, Brandón!- exclamo molesta la otra chica. Ella también tenía puesto un vestido-camisón, pero de color verde menta con el cabello rubio ondulado cayéndole hasta la cintura - ¡Qué ganas con decir eso! ¡Asustas a Lily!
-¡Es la verdad, Sarah!- discutió el mencionado - ¿Por qué más nos iban a traer aquí? ¿Aprender a coser?
-¡Pelear no nos llevará a ningún lado!- interrumpió el segundo chico -¡Y Sarah tiene razón! ¿De qué sirve hacer llorar a Lily?
-Cállate, Oscar- suspiró Brandon, arto – Ahora es un crimen decir la verdad. Pues más vale que se hagan a la idea: de aquí no vamos a salir
El silencio que se cernió fue muy pesado; la tensión podía ser cortada por un cuchillo, mientras Sarah y Oscar no dejaban de fulminar con la mirada al chico, quién también los retaba, sobre todo, al otro varón. Fue cuando Arthur interrumpió, golpeando su puño derecho sobre su palma izquierda con fuerza.
-¡Ya veo! ¡Ustedes son los niños de la aldea! ¡Eso explica por qué se conocen tan bien!- concluyó, sorprendido con la revelación. Los otros niños lo contemplaron en silencio.
-¿Y tú quién eres? – preguntó Brandón, hostil- Tú no eres de por aquí- Arthur se giró a verlo con una gran sonrisa.
-¡Soy Arthur de Camelot! ¡Mucho gusto!- se presentó alegremente el peli ámbar – Mi maestra y yo los habíamos estado buscando…
-Pues extraordinario trabajo de rescate- masculló Brandón, malhumorado.
-Sht- lo calló Oscar
-¿Camelot? ¿No es el gran reino que está al sur del país?- interrogó Sarah muy interesada. Lily se había separado un poco de su amiga para observar al nuevo niño, mientras se secaba las lágrimas.
- ¡Así es! ¡Hemos estado de viaje durante semanas! – explicó Arthur con buenos ánimos- Y estoy seguro que ella nos va a encontrar muy pronto- concluyó tranquilo.
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Merlín llegó a la posada con los primeros rayos del sol. Frustrada era poco para describir como realmente se sentía: su búsqueda había sido un total fracaso: el puente roto era una pista falsa. Aunque estuvo despierta, buscando y en guardia toda la noche, no pudo ver ni sentir nada.
-Arthur, ya llegué… ¿Has desayunado?- comenzó a decir la maga, estirando su mano hacia la puerta, pero se detuvo en seco al darse cuenta de un pequeño detalle… se encontraba entreabierta.
La hechicera se mordió el labio inferior con poco de fuerza. Algo estaba mal, terriblemente mal. Sus peores temores se confirmaron cuando ingreso al cuarto. Se encontraba completamente vacío con la ventana abierta, las camas tendidas salvo por la espada plateada y la mochila de Arthur que yacían contra el colchón, en el cual el chico dormía.
En el escritorio, los libros y pergaminos se encontraban esparcidos, algunos cubiertos con la cera de la vela que se había consumido por completo… El lugar estaba helado.
-Arthur- susurró Merlín, preocupada… ¿Dónde podía estar?
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-Es una gran idea- aceptó Uther después de un momento. El hombre tenía una sonrisa de triunfo pintada en su rostro. Por fin ¡Por fin! lograría tener a la mujer que tanto idolatra; la dama por la cual había sitiado por más de 100 días la fortaleza del duque.
-Pero a cambio quiero el primer hijo que concibas con ella- terminó Merlín, mientras una mueca de triunfo, totalmente diferente a la del rey, se marcaba en su bello rostro.
Esas palabras se toparon con el silencio. Uther la contempló por unos segundos con los ojos dilatados entre el temor, la rabia y el desconcierto.
-¿Para qué quieres ese niño?- interrogó. La tormenta por fin había parado y unas cuantas estrellas se asomaban, tímidas, entre las nubes.
-Acabo de decir que nada en este mundo es gratuito, Majestad- responde Merlín tranquila- Tus hombres están agotados, no duraran un día más… y creo que, para terminar una guerra, un bebé recién nacido es un precio muy razonable…
-¿Qué vas a hacer con él? –interrogó Uther furioso, comenzando a pensar que quizás esta fuera una muy mala idea. Merlín no dejaba de sonreírse, mientras ahora era ella quién se acercaba al hombre con paso firme.
- Cuales sean mis motivaciones no son incumbencias suyas, Alteza- contestó Merlín con sagacidad – Estuvo dispuesto a asolar esta tierra por más de 100 días y llevar a sus caballeros a la enfermedad y la Muerte por el amor de una mujer… Puedo hacer que ella sea suya, pero el precio no cambia: mi ayuda a cambio del primer hijo… Decida ahora, Su Real Majestad…
Mientras la bruja hablaba, parecía que su figura se iba haciendo más y más grande con sus brillantes ojos dorados resplandeciendo insistentemente. Uther no pudo evitar volver a derrumbarse entre la hierba mojada y el lodo, deteniendo su caída con ambas manos.
-¡Está bien! ¡Está bien! ¡Acepto! ¡Sólo ayúdame, poderosa maga Merlín!- suplicó el monarca. La bruja pelinegra se inclinó un poco para acercar su bello rostro a él.
-Entonces tú y yo tenemos un trato de ahora en adelante, rey Uther Pendragón- sentenció Merlín gustosa.
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Arthur se encontraba de pie, contemplando insistentemente el mayor obstáculo que tenían hacia la libertad. Se acercó a la inmensa piedra circular, observándola de diferentes ángulos; entonces, la golpeó levemente con el dorso de su mano.
Suspiró una vez y se apartó un poco, como si consideraba sus opciones. Los demás niños lo veían atentos, sólo Lily se puso de pie y avanzó hacia el peli ámbar, quien inútilmente trataba de empujar el enorme cuerpo pesado. No… podía tachar esa opción, no había manera de moverla, aunque todos la empujaran a la vez.
-¿Qué haces?- la voz de la pelirroja lo sacó de sus pensamientos. Arthur se giró hacia la pequeña.
-Estoy viendo cómo podemos escapar – contestó el muchacho con optimismo – Estoy completamente seguro que Merlín vendrá, pero no podemos quedarnos sin hacer nada. Hay que tomar la iniciativa en nuestras manos
-¿Y cómo piensas hacer eso?- interrogó de mala manera Brandón –Ni en un millón de años podríamos mover esa cosa…
-Sí… acabo de confirmar que está muy pesada…- comentó en voz alta Arthur, tomándose la barbilla en un gesto pensativo – Merlín siempre me dice que debo pensar "fuera de la caja" y esta es una caja… grande y de roca y tierra, pero es una caja… debe de haber algo que no hemos considerado…
-Bah, cómo sea… de todas formas me llevarán pronto… -comentó Brandón de mala manera, ganándose la atención de Arthur, quien le dirigió una mirada impactada en sus obres violetas.
- ¿A qué te refieres?- quiso saber el peli ámbar
-Siempre a determinada hora un troll viene… ya sea para dejar un niño o llevarse otro… lo último generalmente pasa cuando ya hay cinco de nosotros aquí… se llevan al que lleva más tiempo encerrado… -explicó Oscar muy afectado
-¿Y adivina quién es el afortunado? ¡Yo! –exclamó Brandón, furioso- perfecto, genial, lo que siempre quise… terminar como comida para un desagradable monstruo…
Arthur los miró en silencio, eso explica por qué el chico había estado tan irascible… le tenía miedo a la Muerte, la cual no dejaba de hacerse con cada segundo que pasaba. El peli ámbar no podía culparlo, quizás él mismo se encontraría así si fuese el sacrificio, sin embargo, no podía rendirse.
-Arthur… todos moriremos aquí… -sollozó Lily, llamando su atención al jalarle el pantalón un par de veces con suavidad. El mencionado hincó una rodilla para quedar a su altura, mientras le acariciaba el cabello con afecto.
-Por supuesto que no… nadie más morirá… lo prometo – sonrió Arthur con confianza. Lily lo miró unos segundos, antes de creer en sus palabras y alegrase igualmente.
-Ah, sí y ¿Cuál es tu maravilloso plan de escape?- preguntó Brandón cada vez más furioso.
-En eso estoy… en eso estoy… -meditó Arthur levemente, mientras mantenía una mano sobre la cabeza de Lily, la cual se había aferrado a él.
Una forma… debía de haber una forma…
Sus ojos violetas no dejaban de recorrer el lugar: las paredes de piedra firme, las raíces que se colgaban hacia ellos, las vigas de madera casi podridas, las débiles antorchas y unas cuantas rocas regadas por el piso…
-¡Eso es! – gritó Arthur, provocando que todos los demás niños dieran un respingo- ¡Ya sé cómo saldremos de aquí!
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La frustración se mezclaba peligrosamente con la preocupación y la rabia en Merlín, quien tenía un brillo homicida en sus ojos, mientras volaba por encima del inmenso bosque. De alguna manera, que todavía no podía explicarse (quizás Arthur había decido desobedecerla y se aventuró solo en el bosque), su pupilo fue secuestrado y estaba segura que el responsable fue ese famoso Troll que debía exterminar.
Afortunadamente para ella, el peli ámbar dejó atrás su objeto más preciado: la espada plateada que le había obsequiado su padrastro, Sir Héctor. Quizás Arthur no lo sabía, pero el amor y respeto que le tenía a ese hombre había forjado un lazo entre el arma y él mismo; ahora sólo era necesario un hechizo para que Hilo de la Unión le indicara el camino hacia el jovencito.
La hechicera se detuvo en medio del cielo, colocando el objeto preciado, que resplandecía con las luces doradas del atardecer, justo frente a sus ojos. Sin perder un segundo, Merlín comenzó a murmurar su encantamiento, concentrando su magia en el propósito que tenía en mente, usando sus globos oculares como receptáculo del poder.
No pasó mucho tiempo cuando un fino hilo se materializó frente a ella.
-Perfecto… - se dijo la mujer. Inmediatamente, voló a toda velocidad siguiendo la guía invisible para los demás. No se sorprendió cuando las minas abandonas aparecieron más allá del límite de los árboles.
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-¿Estás completamente seguro que esto va a funcionar?- quiso saber Brandón.
-Por supuesto – indicó Arthur, tranquilo – Los Trolls no son los seres más inteligentes de Britania, así que mientras estemos juntos, en silencio y nos mantengamos escondidos detrás de él estaremos bien…
-Hace frío- quiso quejarse de nueva cuenta el mayor de todos, ahora traía puesto únicamente sus pantalones.
-Lily ha estado descalza todo el tiempo- interceptó Sarah bastante harta – Se un hombrecito debes en cuando ¿Quieres?
Brandón se calló inmediatamente, mientras Arthur y Oscar se reían al unísono; ambos tenían puestos sólo los pantalones también. El peli ámbar sonrió, por alguna razón, ese chico le recordaba mucho a Kay.
-Listo… ya acabé aquí- indicó Oscar, viendo con atención las cinco pequeñas columnas de piedras que construyeron con ayuda de los maderos y las raíces: tres de ellas tenían puesto la ropa de los varones.
-Muy bien… ahora sólo hay que apagar las antorchas y esperar el momento preciso – indicó Arthur, muy seguro de su plan, sin embargo, la más joven se colgó de su muñeca.
-Pero le tengo miedo a la oscuridad- sollozó Lily, afligida.
-Descuida… no me apartaré de ti ni un solo segundo – contestó Arthur. Mientras ella se le abrazaba, todos los demás se encargaban de apagar el fuego, sumiendo la caverna en las tinieblas.
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No tuvieron que esperar mucho tiempo. El espantoso tronido de la roca gigante en contra de la pared los puso en sobre aviso; inmediatamente, Arthur pudo sentir como Lily se estremecía entre sus brazos, sin embargo, le cubrió la boca con una de sus manos, firme, pero gentil. Ella seguía temblando, pero ponía todo de sí misma para no llorar.
Al poco, la horrible cabeza deforme de enormes orejas con una gigante nariz rosada cubierta de verrugas se asomó, seguido por el inmenso troll que se sacudió; al parecer acaba de despertarse. Vio hacia delante de él y resopló molesto.
-Condenadas bolsas de carne… ¿Por qué apagaron las malditas antorchas? - farfulló - ¡Oigan! ¡Oigan! ¡Les estoy hablando! –le gritó a los bultos que se encontraban al fondo de la caverna- Siempre debe ser de la forma difícil, ¿No? –continuó quejándose, mientras se rascaba la espalda baja. Sin más entró, buscando la cena de esa noche.
Arthur dio una indicación en silencio, mientras comenzaba la huía. Los demás inmediatamente se levantaron para seguirlo, primero en puntillas, pero entonces un furioso rugido llegó hasta sus oídos, haciéndolos pegar un brinco del susto.
-¡Corran! ¡Corran ahora!- urgió el peli ámbar jalando a la pequeña Lily con él. A los otros tres no se los tuvo que repetir una segunda vez; más rápido que tarde, todos se encontraban corriendo con la fuerza máxima que les daban sus jóvenes piernas.
No sabían muy bien hacia donde se dirigían, pero querían poner la suficiente distancia entre ellos y el dueño de los pesados pasos que resonaban detrás. Los túneles eran todos iguales, interminables pozos, igual de oscuros, igual de terrosos: un jodido laberinto sin fin que se retorcía sobre sí mismo como una mala broma. No había nada que les indicara hacia dónde estaba la salida y eso los angustiaba más, haciendo que incrementaran la velocidad en su desesperada carrera.
Tan concentrado estaba Arthur que no se dio cuanta cuando Lily lo soltó hasta que ella estaba en el suelo, sollozando.
-¡Lily!- gritó el peli ámbar, sin dudarlo se regresó, ayudándola a levantarse con mucho cuidado.
-¡Oh, no! ¡Lily!- clamó Sarah, también volviéndose para ayudar.
-¿Estás bien?- preguntó Oscar, dirigiéndose hacia ellos. Brandón, en cambio, no se detuvo, continuando solo la huida.
-Mi rodilla- sollozó la pequeña, señalando la sangre que la cubría por un rasguño en esa zona. Arthur la rodea con ambos brazos, buscando levantarla, cuando el enorme Troll cae justo frente a ellos, haciendo que la tierra temblara y que los niños perdieran el equilibrio. Sarah gritó desesperada al ver al monstruo, el terror había dejado muda a la más pequeña, Oscar estaba entre furioso y temblando, mientras Arthur contemplaba seriamente a la bestia delante de ellos.
-Un, dos, tres por ustedes, bolsas de carne… - dijo con su horripilante voz- ¿Creyeron que se podían escapar de nosotros?
Arthur se levantó rápidamente, cubriendo a los demás con su cuerpo. El troll fijó sus enormes ojos amarillos en él.
-No somos bolsas de carne… somos humanos- contradijo, seriamente. El monstruo ladeó la cabeza, divertido, antes de soltar una sonora carcajada. Las niñas de nueva se estremecieron.
- Son nuestra cena y ahora mismo se regresan… todo este ejercicio me despertó el apetito – dijo, mientras que se relamía los labios cuarteados con su enorme lengua –Quizás simplemente los comamos a todos de una vez- agregó, mientras el grito de Brandón resonó a la distancia.
-¡No! ¡Brandón! –clamó Arthur, conmocionado. Sarah le cubrió los oídos a Lily, mientras Oscar maldecía en silencio. No dejaban de escuchar al quinto compañero llorar por piedad.
-¿Ven? No pueden escapar, ríndanse ya… - dijo divertido el troll, acercándose más a ellos. Los tres niños se abrazaron entre sí con fuerza, mientras Arthur avanzó también.
-No te tengo miedo- desafió el peli ámbar sin saber muy bien qué rayos estaba haciendo, pero no podía permitir que lastimaran a los demás… No podía… Se estaba quedando sin opciones y, aunque la desesperación quería apoderarse de él, sabía que no podía rendirse. Sin tan sólo su tan aclamada magia despertará de una vez…
-Vaya, vaya, vaya… ¿Comida valiente? Me agrada… los héroes siempre tienen un buen sabor… -comentó el Troll mientras avanzaba unos cuantos pasos más- ¿Por qué no mejor empiezo contigo? – preguntó. Arthur le sostuvo la mirada, desafiante – Sí… te voy a destripar, pequeño héroe – concluyó, acercando su mano hacia el peli ámbar, quien cerró su parpados con fuerza.
Pero la mano del monstruo nunca hizo contacto con él. En cambio, una cegadora luz que duró apenas unos segundos cubrió el lugar, seguida de un tronido violento. Arthur se atrevió a mirar cuando el desagradable monstruo caía hacia atrás totalmente carbonizado; apenas tocó el piso, el Troll se convirtió en una pila de rocas que quedaron esparcidas por todas partes. El peli ámbar sólo tuvo que sentir la presencia nueva para relajarse completamente.
-¡MERLÍN! – gritó, antes de correr hacia ella y aferrarse con fuerza a su cintura. Sin quererlo, varias lágrimas de alivio comenzaron a caer de sus parpados, goteando sobre la ropa de su maestra.
La maga, por su parte, había llegado hecha una fiera: por eso no había dudo ni un segundo en matar al horripilante monstruo que amenazaba la vida de su pupilo. Sin embargo, el niño no se iba escapar del regaño que le tenía preparado… o, al menos, eso creía, porque en cuanto Arthur llegó a su lado toda la furia abandonó su sistema.
-Arthur… se puede saber ¿Por qué…? –comenzó ella en suspiro, después de acariciar el brillante cabello ámbar del pequeño.
-Te juro por mi honor y por el recuerdo de mi padre que no tengo la menor idea de cómo llegue aquí- contestó Arthur, alzando su mirada cristalina- Estaba en la habitación, justo dónde me dejaste, cuando de repente escuche música de flauta… Lo siguiente que recuerdo es que desperté encerrado en esta mina…
-Eso es cierto, señorita ¡A mí me pasó lo mismo! – dijo Sarah, acercándose a ellos. –Estaba en mi cuarto a punto de acostarme cuando alguien comenzó a tocar una flauta…
-Yo también recuerdo esa música- intervino Oscar
-¡Y yo, y yo!- saltó Lily. Merlín contempló a los tres niños y después a los ojos violetas de su alumno, que la observaban suplicantes. Entonces, se quedó pensando unos segundos.
-¿Una flauta, dicen?- preguntó la bruja con el entrecejo fruncido… Realmente no tenía razones para dudar de las palabras del peli ámbar, especialmente cuando otros tres pequeños secundaban su historia, sobre todo, porque todos ellos estaban vestidos con sus ropas de noche… Una flauta con el poder de controlar infantes… ¿Acaso podía ser? – Arthur, dejé el camino señalado con obres de luz… saca a estos niños de aquí y espérenme fuera…
-Está bien… pero… ¿Qué vas a hacer?- interroga Arthur, afligido.
- Puedo sentir las presencias de otros tres trolles más adentro, así que terminaré el trabajo- contestó Merlín
-Maestra… había un quinto niño… Brandón… él se fue solo y lo capturaron… ¡Sálvelo, por favor!- suplicó Arthur dirigiéndole sus resplandecientes ojos violetas.
-Yo me encargaré de todo, descuida- respondió Merlín con una tranquila sonrisa, mientras tomaba el rostro del muchacho entre sus manos, depositando un ligero beso en su frente– Vayan… -ordenó serenamente. Los niños asintieron al unísono para alejarse corriendo por el camino indicado.
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-¿Esa es la flauta?- preguntó Arthur, interesado, mientras observaba el mencionado objeto entre las manos de la maga. Ambos se encontraban en el cuarto compartido de la posada.
No le tomo más de cinco minutos a Merlín en acabar con el resto de los trolles y lo mejor es que pudo encontrar a Brandón vivo, completamente desnudo, sí, pues casi lo hervían como langosta, pero vivo. Además de que no era el único encerrado ahí: en otras cavernas se encontraban presos otros niños. Lo siguiente fue llevar a cada uno con sus familias.
-Sí… se llama la flauta Hamelin- indicó la hechicera, pasándosela para que el chico la viera más de cerca –Ya había escuchado antes de ella… es un poderoso objeto mágico con la capacidad de controlar lo que sea o quién sea… lo peor, es que no se necesita magia para usarla, sólo mantener en mente el objetivo que se desea… es por eso que no pude sentir nada la otra vez…
-Oh… entonces… eso fue lo que usaron los trolles para recolectar niños… con razón – analizó Arthur, pero había algo más en todo eso – pero… si es tan peligrosa… ¿Cómo llegó en manos de ellos?
-Esa es la cuestión… no debería…- confesó Merlín, frunciendo el entrecejo con preocupación – debe de haber alguien allá afuera que está vendiendo esta clase artefactos…- Arthur la contempló en silencio unos segundos.
-Si es así… ¡Debemos detenerlo!- exclamó el peli ámbar, alterado - ¡Está poniendo la vida de inocentes en peligro!
-Lo detendremos… -asintió Merlín, confiada- Supongo que ya quieres partir ¿No es así, Arthur?
- A decir verdad… preferiría descansar un poco… fue una noche muy pesada- contestó el chico apenado- Quién iba a decir que estar atrapado entre feroces creaturas devora humanos iba a lograr ponerme tan nervioso- bromeó, sonriente.
-¿Tuviste miedo?- preguntó Merlín, tranquila, interesada en saber qué respuesta le iba dar su pupilo. Arthur bajó la mirada, meditó unos segundos antes de verla a los ojos y responder con toda la honestidad del mundo:
-Estaba aterrado… pero ¿De qué serviría si yo también me dejaba llevar por el pánico?
La maga asintió, satisfecha.
-Te manejaste muy bien allá, Arthur, realmente pensante fuera de la caja. Parece que te he subestimado- Ahora fue su turno de ser honesta.
-¿Significa que me dejaras ayudarte a ganar algunas monedas?- preguntó el peli ámbar, mientras se metía bajo las cobijas.
-No abuses- contesta Merlín, molesta. Arthur, en cambio, se ríe un poco, reposando su cansada cabeza en el suave abrazo de la almohada.
-Buenas noches, maestra…
-Descansa, Arthur…
