Hola a todos! Una disculpa por la demora, intentaré que los demás relatos que ya tengo preparados no demoren demasiado. Sé que los objetos antiguos tienen una historia, y ya han leído que incluso algo macabra, pero a veces, sólo a veces, estas pueden sorprendernos aunque quizás de formas no tan gratas. Como sea y sin más qué decir… COMENZAMOS!
….
Capítulo 61.
El viejo teléfono.
Marinette sopló quitando algo de la muy arraigada capa de polvo sobre el viejo teléfono de pared que su abuelo había conseguido en una casa de empeño.
-¿Y de verdad funciona?- preguntó la joven con desconfianza al verlo, era un modelo viejo de tipo caja de madera y al que uno debía acercarse para hablar con la persona del otro lado de la línea. Su abuelo rio.
-Por supuesto que funciona, yo mismo lo revisé. ¿No te parece precioso? Mi abuelo tenía uno igual a este.
-Es todo un clásico seguro.- dijo con una sonrisa.- ¿Crees poder instalarlo tú solo?- preguntó preocupada.
-Claro que sí. Seré viejo pero no soy un inútil. Ya verás lo bien que se queda.
Marinette suspiró resignada. La verdad era que había ido a su casa para convencerlo de conseguir un celular, sus padres y su abuela no pudieron convencerlo, pero tal como decía su abuelo, él casi no salía de casa y no le hallaba lo divertido a tener un teléfono de "esos". Al final, tuvo que ayudarle un poco al poner el pesado aparato en la pared, su abuelo en serio era un manitas. No tardó casi nada en conectar el aparato y cuando le pidió a Marinette llamarlo, el teléfono resonó por toda la casa con un timbre fuerte de campanas.
-Wow, es genial, abuelo.
-Ya ves, ¿qué te dije?
-Al menos sé que escucharás el timbre cuando suene. Oh, debo irme o se hará más tarde. Necesito terminar un pedido que me pidieron.- el abuelo frunció el ceño.
-¿Vas a hacer esas cosas de tejido?
-Es diseño, y yo confeccionó.
-¿Y en serio quieres dedicarte a hacer prendas bonitas? Mejor dedícate al negocio familiar, es más útil que hacer vestidos.
-Abuelo, me gusta lo que hago y no lo cambiaría por nada del mundo.- le dio un beso en la mejilla.- Te quiero, abuelo.
-Cuídate mucho Marinette. Y piensa detenidamente sobre ello. No se saca nada bueno de la vanidad. Hazme caso.- Marinette quiso decirle que no todo era simple vanidad pero hacerlo entrar en razón sería todo un reto. Roland se despidió de ella y después vio con orgullo su nuevo teléfono, esperando que alguien pronto le llamase.
…
Había tenido un gran día, su teléfono nuevo sonó tres veces y se dedicó a hacer algunos pedidos que luego el mensajero de siempre entregó. Así podría dormir toda la noche, o así pensó hasta que un sonido le despertó a la una de la mañana, el incesante sonido de la campana le hizo desperezarse, pensando por un momento que había puesto mal su alarma más era lo contrario.
-¿Quién rayos es a estas horas?- bajó las escaleras adormilado, pensando que quizás era alguien que tocaba su timbre, pero tampoco. El teléfono agitaba sus campanillas con fuerza desde la cocina. Curioso más que furioso se acercó y descolgó el auricular.- ¿Hola? ¿Quién habla?
Un leve gimoteo se escuchó del otro lado. ¿Alguien estaba llorando?
-¿P-Papá?- preguntó la voz de lo que parecía ser una joven.- Papá, perdóname por no haber podido pasar los exámenes, perdón papá.- su voz se escuchaba tan lastimera que Roland se sintió mal por la chica a pesar de haberlo despertado unas horas antes de lo que acostumbraba.- Por favor… Por favor, ¿puedo volver a casa?
-Hola. Lo siento querida, no soy tu papá, pero ¿estás bien?
De repente la joven rompió en llanto y la llamada se cortó.
-Oh, cielos. Pobre chica.- colgó y regresó a su habitación para intentar dormir un poco más, esperando que la chica estuviese bien.
…
Su teléfono funcionó de maravilla todo el día, hizo los pedidos de siempre, su familia y conocidos le hicieron algunas llamadas. Se acostó a las ocho de la noche como era su costumbre dejando que su cuerpo se relajase por todo el trabajo duro que hizo, pero de nuevo el sonido de las campanas le despertó a la una de la mañana.
-Ugh… ¿y ahora quién será?- no podía dejar que el teléfono sonase toda la noche, así que se levantó de nuevo y bajó las escaleras respondiendo en el acto.- ¿Diga?
De nuevo, escuchó llantos del otro lado de la línea.
-¿Eres tú papá?- era la misma voz.- Por favor, por favor… sé que te decepcioné pero déjame volver a casa.
Aquello lo desconcertó en sobremanera, era en verdad la misma chica, no había duda sobre ello.
-¿Hola? ¿Esto es acaso una broma? Porque no es gracioso jovencita.
-¿Papá?
-No soy tu padre, y te pediré que por favor no me llames de nuevo.
Colgó molesto, pero casi al instante se sintió mal. ¿Y si de verdad la chica estaba en problemas? ¿Y si necesitaba que alguien le aconsejase? La desazón le inundó.
-¿Pero quién será esa jovencita?- se prometió que la próxima vez que llamara le preguntaría si necesitaba ayuda.
…
A la mañana siguiente, fue a visitar a su hijo y nuera.
-¡Roland! Qué bueno verte.- le saludó Sabine, aunque pudo notar que su suegro se veía cansado.- ¿Estás bien?
-Hola, Sabine. Digamos que pasé una mala noche. ¿Y mi hijo?
-Fue a hacer un pedido. ¿Te gustaría tomar un té?
-Soy más de café, me vendría muy bien uno muy fuerte.
-Tengo un té que te dará más energía que un café.
-Eso quiero probarlo.
Aceptó la taza de té, esperando que al menos eso lo mantuviese un poco más despierto.
-¿Sucede algo? Pareces preocupado.
-He pasado un par de noches algo extrañas.
-¿Extrañas?
-Sí, por eso de la madrugada una chica me llama por teléfono, creo que me confunde con su papá, y me pide que si puede regresar a casa.
-¿No será una broma?
-No lo parece. Su llanto es… muy real. Puedes sentir el sentimiento que carga y hasta yo me siento muy mal por ella.- Sabine pareció pensativa unos momentos, y luego le soltó una pregunta que Roland no esperaba.
-¿Y de verdad crees que es una chica?- eso hizo que el hombre se enderezara de golpe y frunciera el ceño.
-¿Qué quieres decir?
-Verás, cuando era niña había una leyenda sobre demonios que tomaban la forma de una persona, podía ser un familiar, una niña desamparada o una anciana, e iban de puerta en puerta esperando que la gente los invitase a pasar.- Rolando lanzó un aspaviento al aire.
-Eso suena ridículo. Estoy seguro que es una chica, no puede ser otra cosa.
-Bueno, pues dado el caso pregúntale qué quiere y le puedes ayudar. Quizás sólo necesite alguien que la escuche, pero si te pide que la aceptes en tu casa entonces niégate en rotundo. Podría buscar perjudicarte o peor.
-Ya veré.
Esperaba que así fuese aunque tenía una pequeña duda sobre su nuevo teléfono. Se despidió de su nuera y se dirigió al único lugar donde podría encontrar respuestas, llegó a la casa de antigüedades y se encontró con el encargado que estaba desempolvando con un plumero algunas piezas.
-Ah, Roland. Mi mejor cliente. ¿Qué es lo que buscas?
-Me gustaría que investigaras algo por mí. Es sobre mi nuevo teléfono.
-Tú dirás…
…
Esa noche se quedó hasta tarde trabajando, más que nada para atender el teléfono. Miró el reloj y vio que era la una de la mañana, no debería tardar demasiado en sonar y…
¡RING! ¡RING!
Allí estaba. Se limpió las manos con su delantal y atendió al teléfono.
-¿Diga?
-Papá.- era la voz de la chica.- Papá, por favor. Sé que te decepcioné por no aprobar los exámenes de ingreso pero… déjame volver a casa.
Roland apretó los labios, era casi el mismo diálogo. Y tras unos momentos de escuchar aquellos sollozos del otro lado de la línea se llenó de valor.
-No soy tu padre, pero si quieres puedo escucharte y también puedo hacer algún favor por ti.- la escuchó hipar del otro lado de la línea hasta que se detuvo.
-¿Puede?
Agradecía que aquello no fuese como lo que le dijo su nuera, por lo que quiso confirmar con su viejo amigo acerca de la procedencia del aparato.
-Me lo dejó un hombre, alto, delgado, aquí tengo su hoja de información. Parecía apurado de deshacerse de este.
-¿Por qué crees que fue eso?
-No lo sé. Pero te puedo decir una cosa, no se deshizo de esto para conseguir dinero, sino que creo que le traía malos recuerdos. Yo sé de eso, lo he visto infinidad de veces.- dijo pasando su mano señalando su tienda, ya que cada objeto del lugar tenía una historia distinta.
-Puedo hacerlo cariño. Dime, ¿qué necesitas?
…
Al otro día, Roland llegó a la escuela Françoise Dupont a la hora de la salida. Marinette que estaba sentada en una banca mirando los entrenamientos del equipo de esgrima al verle corrió hacia él.
-¡Abuelo! ¿Qué haces aquí?- le preguntó curiosa.
-Vengo a ver a alguien.- dijo señalando en dirección hacia los alumnos que practicaban esgrima bajo la estricta dirección del señor D'Argentcourt. Este se acercó al profesor junto a su nieta.
-Disculpe.- le tocó el hombro y el maestro frunció el ceño ante la interrupción.
-¿Sí? ¿Necesita algo?- preguntó con su usual tono prepotente.
-Tengo algo para usted.- de su bolsillo sacó una carta de papel amarillento, y al tomarla, su expresión cambió por completo al ver su nombre escrito en una caligrafía que hacía años no veía y que lo hizo terminar la clase abruptamente.
Adrien y Marinette veían curiosos la escena, mientras que ambos adultos fueron a sentarse a una banca en el fondo del patio.
-¿Cómo consiguió esto?- preguntó el hombre.
-Mmm, no me lo va a creer si se lo digo. Pero, es de parte de su hermana.- el profesor abrió la carta y sus ojos se humedecieron ante el mensaje de este.
-Katrine… Mi hermana menor.- dijo con voz estrangulada y se aclaró un poco.- Nuestro padre era muy estricto. Quería que yo estudiara leyes y mi hermana medicina, no teníamos opción a nada más. Pero yo quería enseñar esgrima a otros y mi hermana quería actuar… nunca nos lo permitió. Yo me fui a la escuela de leyes en Oxford y ella se quedó aquí pero… no aprobó sus exámenes y sin saberlo, mi padre la echó de casa y me mintió diciendo que ella no estaba cada vez que preguntaba por ella, aunque tampoco era una mentira.- expresó con acritud.- Y un día, supe que se lanzó del Ponts de Arts en la madrugada y encontraron su cuerpo días después flotando en el Sena. Odié tanto a mi padre cuando me enteré de todo. Boté la carrera, corté lazos con él, y decidir seguir mi pasión por ambos. Nunca perdoné a mi padre por lo que le hizo y no dejarla seguir su verdadera vocación, por eso cuando murió no dudé en vender la casa junto con todo lo que tenía dentro.
Roland se sintió tan mal por aquella chica. Sólo quería seguir su pasión, vivir como ella quería y su padre no se lo permitió… cuánto debió de haber sufrido. Y fue entonces vio a su nieta y sintió un gran peso en su corazón, dándose cuenta de muchas cosas.
-Creo que ahora lo dejaré a solas, para que lea su carta.
-Muchas gracias. No sabe cómo se lo agradezco.
-No es nada. La verdad es que yo voté por usted en las elecciones pasadas. Tiene muy buenas ideas.
Escuchó la risa de este a su espalda, caminó hacia su nieta que parecía intrigada por la situación y su amigo les dio algo de espacio.
-¿Qué ha pasado? ¿De dónde conoces al señor D'Argentcourt?
-Era el propietario de mi teléfono. Encontré que dentro había una carta que iba dirigida a él y se la vine a dejar.
-¿En serio? Vaya, qué raro.- Roland rio.
-Marinette, ¿por qué no vamos a casa y me muestras en lo que has estado trabajando?
-¿De verdad quieres mis trabajos?
-Por supuesto.- le abrazó con cariño.- Quiero ver tus creaciones y así algún día presumir en la gran costurera que es mi nieta.
-Diseñadora abuelo, diseñadora.
-Ya me lo aprenderé, no te preocupes.
Marinette rio encantada y tras despedirse de Adrien y Kagami con un gesto de mano, caminó de vuelta a casa con su abuelo donde le mostró sus trabajos más recientes y Roland alabó con orgullo cada pieza notando lo bien hecho que estaba todo. Agradecía al fantasma que le había dado una lección importante. Y desde ese día, no volvió a recibir ninguna llamada del más allá.
…
Y… espero que les haya gustado! Gracias a todos por leer. Y para la próxima historia recomiendo no comer nada. Así que dejen review, nada de tomatazos y sin más qué decir… UN ABRAZO! UN GUSTAZO! Y HASTA LA SIGUIENTE!
