FINAL DE TEMPORADA
Hace veinticinco años...
-¡Majestad, Majestad! -gritaba una niña de larga cabellera rubia al mismo tiempo que agitaba su mano en lo alto, tratando de llamar la atención de la Regente del reino, la Reina Mavis Vermillion-. ¡Majestad!
La monarca logró escuchar los insistentes llamados de la pequeña, y con una sonrisa detuvo su andar y se giró hacia atrás para prestarle su debida atención. Gustosamente comenzó a platicar con ella.
-¿Qué pasa, Dimaria? -le preguntó dulcemente al mismo tiempo que se agachó para estar a la misma altura de la pequeña-. ¿Pasó algo malo?
-Quería preguntarle si algo que me acaba de pasar es natural; que si les pasa a todos los demás.
Ante la interrogativa de la pequeña Dimaria, la Reina Mavis levantó una de sus cejas, intrigada ante esa duda.
-¿Y qué es eso que te acaba de pasar? -Preguntó de una vez la Monarca del reino.
Dimaria retrocedió unos pasos, levantó su mano derecha a la altura de su pecho y ejerció un poco de fuerza, sus músculos se tensaron; en dos segundos una diminuta manifestación de magia apareció sobre la palma de la pequeña rubia. La Reina abrió la boca para decir unas palabras cuando fue interrumpida por un repentino cambio en la fluctuación de aquella pequeña manifestación de magia, la cual en menos de un parpadeo cambio a ser un intenso flujo constante, que de igual manera perdía su estabilidad. La Reina Mavis tuvo que actuar rápidamente y tomó gentilmente la muñeca de Dimaria para usar su propia magia para controlar el torrente. Poco a poco este se fue calmando, y disminuyó hasta desvanecerse. Mavis estaba sorprendida, y atónita.
-Eso me pasó apenas ayer -comentó Dimaria con inocencia-. Por poco y no lo controlaba.
-¿Pudiste controlarlo? -Dimaria asintió-. ¿Cómo?
-Cuando la magia casi explota, pensé en mi mamá y papá preparándome mi desayuno especial en mi cumpleaños, y entonces empezó a calmarse hasta que hizo "Puff".
Con esa tierna expresión, Dimaria le agregó un efecto más dramático al levantar ambas manos y abrirlas de repente, recreando la imagen de fuegos artificiales.
Por otro lado, su Majestad estaba intrigada por lo sucedido con la pequeña de los caireles de oro. Se supone que ella había sellado casi toda su magia al momento de nacer para que tuviera una buena vida, una vida que toda niña en el reino tendría; entonces, ¿Porqué se manifestó de esa manera su magia? O más bien, ¿Cómo? Pero de algo estaba segura su Majestad: Llegaría al fondo de esto.
-Dimaria... -musitó la Reina Mavis.
-Mande -musitó la pequeña en tono débil y agudo, como un ratoncito.
-¿Qué te parece si hoy me acompañas al palacio?
Los ojos de Dimaria se iluminaron al escuchar a la Reina decir aquello que todo niño desea desde que vieron el palacio en la lejanía por primera vez; sintió mariposas en el estómago.
-¡¿Lo dice en serio?! -exclamó Dimaria. La Reina Mavis asintió con una sincera sonrisa-. ¡¡Claro que sí!!
En la actualidad...
Un círculo mágico iluminado con una luz azulada apareció en medio de la calle principal del Distrito Ocho, segundos después su Majestad, la Reina Mavis, apareció junto con la aprendiz Lucy Heartfilia; al terminar de hacer su aparición, ambas echaron un rápido vistazo a su alrededor, y se sintieron completamente devastadas. Toda la calle estaba destrozada; hoyos por todas partes, algunos edificios partidos a la mitad, y un enorme rastro de fuego por todo el camino. Esto tenía todas las señales de ser los restos de una fuerte batalla.
-No puede ser... -masculló Lucy dando un paso al frente-. ¿Todo el Distrito Ocho estará igual de mal?
-Eso es lo que las fuerzas de la Capitán Yesta tratan de evitar -respondió la Reina con seriedad-. Apenas llegamos me pusieron al tanto de la situación.
-¿Le informaron por telepatía? -inquirió Lucy volteando a ver a la Reina. Ella asintió-. Aún no puedo captar nada.
-Todo a su tiempo, Lucy. Las habilidades y hechizo de primer nivel como la telepatía requieren de años de experiencia, y tú aún eres una Caballero de nuevo ingreso. No hace falta que te exijas demasiado.
-Me siento como una inútil -admitió Lucy agachando la mirada.
La Reina Mavis se acercó a Lucy y colocó su mano derecha sobre el hombro de ella.
-Eso es mentira; recuerda muy bien todo por lo que ya has pasado -comentó con amabilidad-. Derrotaste a una quimera, y eso ya es decir mucho.
-Gracias, Majestad -Lucy asintió ante las palabras de la Reina-. Es sólo que siento la necesidad de hacer algo más para ayudar.
-Por eso es que estas aquí, Lucy. Para ayudarme.
-¿Y qué necesita que haga?
-Si llegáramos a encontrarnos con Natsu, tanto tú como yo tendríamos una pequeña oportunidad de hacerlo entrar en razón -comenzó a explicar la Reina, pero Lucy no estaba del todo convencida-. Él nos conoce a ambas, podríamos hablar con él el tiempo suficiente para que el resto de los Caballeros del Distrito Ocho nos asistan y puedan inmovilizarlo.
-¿Y no es mejor que nosotras hagamos algo? -quiso saber Lucy. La reina negó con la cabeza.
-Me temo que no sabemos completamente qué clase de habilidades, o magia, tenga ahora Natsu; y no quiero que ocurra un incidente que involucre vidas inocentes en el fuego cruzado. El reino ha sufrido demasiado.
-En eso tiene razón, Majestad; pero aún así insisto en que... -
En un sólo parpadeo todo el alrededor se bañó en una luz púrpura, como si una espesa niebla hubiera llegado de improviso y cubriera cada centímetro del Distrito; y no sólo eso, literalmente todos los seres vivos dentro del Distrito dejaron de moverse: Caballeros, ciudadanos, incluso animales, al igual que Lucy y la Reina. Todos se quedaron inmóviles, convirtiéndose en estatuas de carne y hueso.
Por unos segundos, todo permaneció quieto y en silencio; no fue hasta que los ojos de la Reina lograron moverse de su posición, rompiendo la petrificación. Miró a su alrededor para confirmar sus sospechas, y luego observó a Lucy; esto, pensó ella, muy seguramente era obra de la Capitán Yesta. La Reina Mavis manifestó su magia a todo lo que daba y un círculo mágico apareció sobre la pechera de su armadura, entonces finalmente rompió por completo con su petrificación y logró moverse libremente.
-Ay, no... -musitó con un hilo de voz-. Dimaria.
El aire dentro de aquél cambio repentino del entorno era mucho más pesado, y muy difícil de respirar, como si uno tratara de respirar dentro de un contenedor muy pequeño; pero era mejor que quedarse petrificada sin hacer nada. Y no había tiempo que perder; si todo el entorno se congeló...eso significaba que la Capitán Yesta había activado su verdadera magia y despertó a la reencarnación del Dios del Tiempo: Chronos. Y eso representaba un grave peligro para la estabilidad espacio-tiempo.
-L-Lucy... -
Su Majestad se acercó lentamente hacia la rubia frente a ella y tocó su mano, transfirió un poco de su magia hacia el cuerpo de ella y en cuestión de segundos Lucy también fue liberada de su prisión; al salir, fue víctima de un ataque de tos que casi la derriba, y el aire no le ayudaba en nada. Por decirlo de una manera: Se estaba sofocando.
-Tranquila, Lucy -trató de apasiguarla la Reina Mavis-. Conserva la calma. Ya casi pasa.
-M-Majestad... -masculló Lucy en un gemido ahogado, su dificultad para respirar le estaba afectando más de lo que la Reina había imaginado-. ¿Qué es...?
-Necesito que respires, Lucy; o no podrás mantenerte consciente -le pidió...no, le suplicó la Reina-. Concéntrate.
Lucy trató de mantener la calma, fijó su mirada al suelo para tener una mayor concentración; manteniendo su respiración como normalmente lo haría, respirando profundamente, hasta donde sus pulmones se lo permitían. Inhaló muy profundamente una última vez, lo contuvo, y exhaló. Ya se encontraba mejor. Lucy se levantó del suelo y miró a la Reina Mavis a los ojos.
-Ya estoy mejor, Majestad -afirmó con confianza.
La Reina Mavis le sonrió de oreja a oreja.
-Debemos apresurarnos -señaló mirando a su alrededor-. Tal parece que la Capitán Yesta ha activado su verdadera magia, es por eso que todo se congeló.
-¿Está diciendo que la Capitán Yesta ha...?
-Congelado el tiempo -contestó rápidamente la Reina-, sí; lo que a demás quiere decir que la estructura Espacio-Tiempo está en riesgo.
-¿Cómo dice? -preguntó Lucy sintiendo un escalofrío en su espalda-. Pero la Capitán Yesta es una de los más grandes Capitanes y Mentores en el Reino, ¿No significa que tiene ya pleno control sobre su poder?
-En el camino te explico, Lucy -comentó la Reina al tomar a Lucy de su muñeca izquierda y jalarla a su derecha, girando en la esquina más cercana de la calle-. No hay tiempo que perder.
Hace veinticinco años...
Su Majestad, la Reina Mavis, caminaba por las calles del reino toda sonrisas saludando a todo ciudadano que se le pusiera en frente; junto a ella, tomándola de la mano, estaba la pequeña Dimaria mirándola hacia arriba con gran admiración e ilusión, pues aún no creía que la mismísima Reina la estaba guiando al Palacio Real. Era como un sueño hecho realidad; para la pequeña Dimaria era como acompañar a Papá Noel al Polo Norte para conocer su taller de juguetes. Se sentía muy afortunada.
Llegando a mitad del camino, la Reina Mavis distinguió una figura en la lejanía; conforme se iban acercando, aquella figura iba tomando más nitidez, y la Reina descubrió que se trataba de su segundo al mando, el Capitán Igneel; pero...no sólo descubrió aquello, también notó que Igneel tenía la mirada fija hacia arriba y hacía gestos con sus manos que señalaban el suelo, lo que confundió a la Reina. Mavis levantó la mirada y su corazón dio un vuelco al encontrar a un pequeño trepando por las paredes del Palacio Real; ese pequeño se trataba del único hijo de Igneel: Natsu.
-Majestad... -la llamó la pequeña Dimaria-. Hay un niño trepando por el Palacio.
-Lo sé, pequeña -dijo la Reina en total calma-. Vamos a ver si podemos ayudar.
Dimaria asintió, y ambas se echaron a correr para auxiliar a Igneel y al pequeño Natsu. Corrieron lo más rápido que pudieron, y mientras más subía el pequeño Natsu, el corazón de la Reina se aceleraba el doble. Sentía como si su alma se despegara de su cuerpo. A tan sólo unos metros de donde se encontraban Igneel y Natsu, el pequeño de cabellera rosada resbaló del pie en el que estaba apoyado y resbaló, yendo así en caída libre; Igneel exclamó el nombre de Natsu, la Reina extendió su mano para usar magia de levitación para atrapar a Natsu, pero de momento la caída del pequeño se detuvo a la mitad; ambos, Igneel y la Reina, se sorprendieron y quedaron impactados, la Reina sintió un flujo de magia detrás de ella y en un acto de reflejo volteó sobre su hombro...y vio cómo el aspecto de Dimaria había cambiado por completo: Su cabello, antes rubio, ahora era negro, al igual que su piel; sus ropas desaparecieron y fueron reemplazadas por una especie de traje de protección con diseños en espiral que refulgían en una luz dorada; y su cuerpo era cubierto por un aura amarilla que no paraba de crecer. La Reina estaba anonadada.
Dimaria bajó despacio al pequeño Natsu, y en cuanto tocó el piso Dimaria perdió aquella...¿Transformación? Y se desmayó; apenas y la Reina logró atraparla antes de que golpeara el suelo. En su mente, cientos de preguntas la inundaban, tantas que apenas y podía pensar claramente.
-Dimaria... -musitó la Reina, mirando a una inconsciente Dimaria entre sus brazos.
-¡Majestad! -Igneel la llamó al mismo tiempo que corría para reunirse con ella, cargando entre sus brazos a Natsu, quien se encontraba en la misma condición que la pequeña de los caireles de oro-. ¡Vi lo que pasó! ¿Quién es esa pequeña?
-Se llama Dimaria -respondió la Reina sin apartar la vista de ella-, y...no sé qué fue lo que hizo.
-¿Nunca vio algo así? -le cuestionó Igneel. La Reina negó con la cabeza-. ¿Y ahora qué hacemos?
La Reina volteó hacia Igneel, y la reconfortó saber que al mirarlo a los ojos, compartían el mismo sentimiento: Confusión. Luego bajó la mirada hacia el pequeño de cabello color rosado, estaba dormido, eso también la relajó.
-¿Qué le pasó a Natsu? -quiso saber-. ¿Porqué estaba trepando por la pared del Palacio?
-No lo sé -respondió Igneel un poco apenado-, estaba bien hace rato, y simplemente me dijo que "Tenía que llegar", luego comenzó a trepar.
La Reina Mavis desvió la mirada, reflexionando sobre lo que recién sucedió; no era una coincidencia que dos de sus niños, metafóricamente hablando, perdieran el control sobre sí mismos casi al mismo tiempo. Había algo mal esto, y la Reina quería llegar al fondo del asunto.
-Igneel... -dijo al levantar la mirada-, debemos llevarlos al Centro de Investigación.
En la actualidad...
-¡¡HIJO DE PERRA!!
La magia de Dimaria se manifestó de golpe a su alrededor, formando así unas intensas olas que fluían en el aire, como cortinas volando en el viento; el suelo se agrietó bajo sus pies, rompiendo de una a tres capaz hasta formar un cráter bajo sus pies. La armadura de Dimaria se desintegró en cuestión de segundos para dar paso a su traje que usaba al momento de transformarse; su cabello cambió de rubio a negro, al igual que su piel, y se elevó, como si flotara en el mismo aire. Ahora ya no era Dimaria, ya no más. Ahora...sólo existía la encarnación misma del Dios del Tiempo: Chronos.
Natsu no se quedó inerte, tensó su cuerpo y rigió con todas sus fuerzas hacia el cielo. Se preparó para embestir una vez más a Dimaria, tomando su pose al ras del suelo, y salió disparado. Dimaria levantó su mano derecha hacia Natsu, y a tan sólo unos metros de ella...lo detuvo en el aire por completo; se acercó lentamente a él, acarició con delicadeza la mejilla derecha del pelirrosado, como si estuviera admirando su obra, y le propinó un fuerte golpe en la cara que lo mandó a volar por los aires hasta chocar contra un edificio, que en cuestión de segundos se derrumbó sobre él. Dimaria simplemente observó cómo sucedía aquello; minutos después el suelo bajo los pies de Dimaria comenzó a vibrar, bajó la mirada y en ese mismo instante Natsu surgió del suelo con el puño levantado, listo para golpear a Dimaria, pero una vez más fue congelado en medio del acto. Dimaria lo rodeó para tomar posición frente al pelirrosado y pateó su abdomen con todas sus fuerzas, seguido de varios golpes seguidos en la cara, y para terminar un rodillazo en el plexo solar. Natsu escupió un poco de sangre.
Dimaria se disponía a atacarlo una vez más pero esta vez Natsu fue más rápido, manifestó su poder de dragón al mismo tiempo que rugió; el ambiente volvió a llenarse de esa luz púrpura y todo se congeló otra vez. Dimaria se acercó a Natsu con la intensión de matarlo de una vez por todas, extendió su mano derecha y esta fue cubierta con una luz amarillenta que se movía con intensidad. Tal parecía que Dimaria quería cortarle la cabeza. Levantó aquella mano para asestar el golpe final cuando un repentino golpe por parte de Natsu la interrumpió, Dimaria estaba sorprendida; Natsu se agachó para tomar impulso y le asestó un gancho a la quijada a Dimaria, luego un puñetazo a la mejilla izquierda, después la izquierda, y así siguió por varios movimientos después; terminó sujetando la cabeza de Dimaria con ambas manos tiró de ella hacia abajo para impactar el tronco de su nariz con la rodilla. Ahora Dimaria estaba sangrando.
A unos metros de ahí, Lucy y la Reina Mavis ya estaban por llegar; su Majestad le explicaba a la rubia mientras corrían a toda prisa...
"Dimaria no posee el poder del Dios del Tiempo, ella ES el Dios del Tiempo; al momento de nacer se le otorgó la desdicha de ser la reencarnación del mismísimo Dios Chronos, y digo Desdicha porque cuando ella era sólo una niña de cinco años, cometió el error de manifestar ese poder sin ninguna clase de entrenamiento o conocimiento, y eso le provocó una condición rara y específica: Su cuerpo no puede procesar el poder de Chronos, pero puede vivir con el. Por lo que sí, puede usar otras clases de magias y encantamientos, pero al momento de usar el poder de Chronos..su cuerpo se deteriora lentamente, hasta que Dimaria ya no pueda ni mantenerse en pie. Y es ese mismo deterioro el que provoca que el poder de Chronos fluya de manera antinatural, y termina desgarrando los límites del Espacio-Tiempo"
Lucy no podía creer lo que la Reina le estaba explicando, apenas y podía procesar todo eso.
Su majestad seguía mirando al frente mientras ambas corrían por las calles para llegar al lugar donde se encontraba Dimaria y Natsu.
-Majestad -dijo Lucy con el poco aliento en sus pulmones-, ¿Cómo es que saben todo eso?
-Cuando era pequeña la llevamos al Centro de Investigación y le realizamos todas y cada una de las pruebas y exámenes que hay, y gracias al al Señor Baron, el líder de aquél entonces del equipo de investigación, llegamos a esas conclusiones; además, nunca dejamos de observar a Dimaria y a todo su progreso.
-¿Y que ella sea una Capitán ahora es para tenerla más de cerca, o en realidad se ganó ese puesto?
La Reina Mavis se detuvo en seco y volteó a ver a Lucy con una expresión anonadada.
-Yo jamás haría algo como eso para mantener a alguien vigilado, Lucy -aclaró en tono claro, sereno, y firme-. Dimaria trabajó arduamente por años para llegar a donde está; en todas sus evaluaciones y desafíos sacó la mejor de las calificaciones. Se superó a sí misma. Ser Capitán del Distrito Ocho es un título que se ganó por completo.
Notando la mirada en su Majestad, Lucy supo que sin querer había hablado de más; ahora creía que la Reina se había ofendido. Y esa no era su intención.
-Disculpe, Majestad -dijo Lucy con un hilo de voz-. No fue mi intención sonar tan descarada. Era una duda real la que dije, no me malinterprete.
-Descuida, Lucy -comentó la Reina al suavizar su tono y expresión, ahora tenía una sincera sonrisa en su rostro-. No estoy molesta; es sólo que me sorprendió tu comentario.
-Entiendo, Majestad.
Ambas intercambiaron sonrisas y asintieron al mismo tiempo. Una intensa detonación interrumpió el momento, sacándolas ambas de su ensimismamiento; se miraron la una a la otra y reanudaron su paso veloz. Ya sólo faltaba una calle para llegar.
Dimaria soltó un grito de desesperación al ver que Natsu no dejaba de levantarse y de darle pelea; el poder de Chronos se intensificó y emanó ferozmente del interior de su cuerpo, provocando así que la luz púrpura que cubría los alrededores se intensificara, así mismo como provocó un fuerte sismo que sacudió violentamente la tierra bajo sus pies, haciendo que dos edificios se derrumbaran; uno de ellos cayó hacia el frente, justamente donde se encontraba Natsu, él se dio cuenta de ello al levantar la cabeza hacia arriba abrió la boca y una enorme ola de fuego abrazador salió disparada de su interior, incinerando la estructura por completo.
Dimaria aprovechó aquel descuido y salió disparada hacia Natsu, levantó la pierna derecha y lo pateó en el rostro, giró hacia la derecha para ganar impulso y le soltó otra patada en el estómago que lo arrojó unos metros hacia atrás. Dimaria dio un paso al frente pero fue interrumpida por un repentino dolor intenso en la cabeza, un dolor que le impedía siquiera pensar en algo más; se sacudió violentamente en un desesperado intento por mitigar el dolor, el cual era inútil, para luego caer de rodillas al suelo. Dimaria gritó una vez más, pero este era un alarido de dolor, y sobre ella, en el cielo, el aire se quebró como si de vidrio se tratara y apareció lo que a simple vista parecía ser un portal. Un portal a algo desconocido, o más bien...a un tiempo desconocido.
Uno a uno en el cielo aparecían más y más portales de la misma manera por todo el Distrito Ocho, llamando así la atención de todo mundo, incluido Natsu, y todos concordaban en una sola cosa: Todo eso era antinatural, y por ende, peligroso.
Lucy y la Reina aparecieron a la distancia, y fueron reconocidas por Natsu, quien no dudó en avalanzarse sobre ellas; su Majestad levantó la mano derecha para detener el ataque de Natsu pero fue Lucy quien se le adelantó, generando un escudo protector frente a ellas. La Reina estaba sorprendida.
-¡Majestad! -dijo Lucy al hacer un enorme esfuerzo para soportar el ataque de Natsu con su escudo-. ¡Por lo que puedo ver, la Capitán Yesta necesita de su ayuda para controlar su poder! ¡Ayúdela mientras yo me ocupo del Señor Dragneel!
-¡¿Qué estás diciendo, Lucy?! -la Reina Mavis estaba impactada por la sugerencia de la rubia-. ¡Natsu es demasiado peligroso para que lo enfrentes sola!
-¡No lo voy a enfrentar, sólo lo voy a distraer! -aclaró al intensificar su flujo de magia para darle más poder al escudo-. ¡Ayude a la Capitán Yesta y luego las dos nos ocuparemos del Señor Dragneel!
No había tiempo para dudar, se tenía que tomar una decisión, y Lucy ya lo había hecho. La Reina asintió en respuesta y salió corriendo del escudo; Natsu se percató de eso y se disponía a perseguir a la Reina, pero fue engullido por el escudo de poder, el cual se transformó rápidamente en una especie de crisálida que lo envolvió de pies a cabeza; trató de zafarse de su prisión pero no resultó, en cambio Lucy se acercó a él con la mano derecha extendida.
-Lo siento, Señor Dragneel; pero esto es por su bien.
El escudo, que ahora era una prisión para Natsu, cambió su tamaño a ser más chico; los movimientos de Natsu ahora eran más limitados, y apenas podía respirar ahí. Lucy sentía cómo su corazón se le estrujaba en su interior.
Natsu rugió con fuerza al mismo tiempo que tensaba todo cuerpo para romper su prisión, el portal cedió ante la presión que ejercía Natsu y explotó como una bolsa de plástico. Lucy retrocedió dos pasos al tratar de recuperar el equilibrio, levantó la mirada y encontró a Natsu a escasos centímetros de ella, preparándose para golpearla con su enorme garra; la rubia apenas y reaccionó a tiempo para esquivar el ataque que rozó muy de cerca su cabello. Lucy cayó de espaldas al suelo, rodó sobre sí misma hacia atrás para tomar impulso, contrajo sus rodillas y las usó para impactar el pecho de Natsu, dejándolo aturdido.
-Una vez más.
Lucy conjuró una vez más el escudo para aprisionar a Natsu, pero fue en vano; Natsu reaccionó y expulsó una gran ola de su poder de Dragón para romperlo, Lucy se ponía cada vez más nerviosa.
Natsu cayó al suelo, inmediatamente se reincorporó y se abalanzó sobre la rubia, tomándola del cuello y ejerciendo presión; Lucy sintió un agudo escalofrío en su espalda, agarró la mano que Natsu estaba usando para apretar su cuello y le implantó un sello que lo congeló en el acto; no perdió tiempo y Lucy se liberó del agarre, realizó varios movimientos y gestos con sus manos y unas soleras metálicas, que parecían estar al rojo vivo, emergieron del suelo y sujetaron a Natsu de brazos y piernas. El pelirrosado trató de forcejear, pero aquellas soleras parecían resistir, o al menos eso aparentaban.
-Debo actuar rápido -musitó Lucy para sí misma.
Realizó un par de movimientos con los brazos y al terminar los extendió al frente, hacia Natsu, y en pocos segundos Natsu perdió el sentido de la vista, el tacto, oído, y el gusto; prácticamente se quedó en un oscuro vacío que apenas lograba percibir. Finalmente estaba dominado.
-Rayos... -gruñó Lucy sudando en frío y sufriendo de un gran dolor de cabeza-. Mi poder está al límite, no creo poder resistir mucho tiempo esto.
Repentinamente perdió el equilibrio y las soleras que aprisionaban a Natsu titilaron de su refulgente luz; Lucy recuperó el control y las tensó aún más.
-Ugh...tengo que concentrarme.
Lucy levantó la mirada y observó fijamente a Natsu, en ese momento se sintió muy mal por él, y pensó que estaba siendo injusta con su mentor.
-Se-Señor Dragneel...sé que no puede oírme en estos momentos, pero quiero decirle que no lo culpo por atacarme hace un rato; sé que no está completamente consciente de sus acciones, y eso lo entiendo. Quiero que sepa que la Reina, los demás Capitanes, y yo, estamos haciendo lo mejor que podemos para ayudarle con su condición; porque usted es un gran hombre que inspira a toda la gente que lo rodea, que a la vez nos exhorta a tomar las mejores decisiones para superarnos como personas. Como caballeros. Y...eso también me hace admirarlo, mucho, al igual que me hace sentir afortunada el hecho de que me haya elegido como su aprendiz. Y es que yo...yo... -
Un agresivo estruendo interrumpió las palabras de Lucy, que le hizo sentir a la vez un escalofrío por todo su cuerpo; el recuerdo de ella estando sola en su casa en medio de una intensa tormenta eléctrica cuando aún era sólo una niña vino a su mente, y se sintió vulnerable por unos minutos.
Luego de ese estruendo una decena de portales se abrieron en el cielo, de los cuales atravesaban lo que parecían ser partes de casas, edificios, y construcciones; era como si..."Los límites del Espacio-Tiempo se estuvieran desgarrando". Eso era lo que su Majestad dijo que pasaría si la Capitán Dimaria usaba todo el poder de Chronos, lo que quería decir que...en verdad eso estaba pasando. Entonces, ¿Qué ocurrió con la Reina?
Natsu reaccionó ante la presencia de los portales en el cielo dejando salir un gruñido, seguido de un leve rugido. Lucy se sintió muy nerviosa de golpe al pensar que la Reina había fracasado en su objetivo de ayudar a la Capitán Yesta, y le aterró más imaginarse que ahora ella tendría que lidiar con Natsu sola; si debía, Lucy lo haría, pero no estaba de más tener el respaldo de una increíble persona con años de experiencia por detrás como la Reina Mavis para resolver ese asunto.
Las soleras que sujetaba a Natsu comenzaron a titilar una vez más, Lucy entró en pánico pues no sabía el porqué estaba sucediendo eso si ella estaba más que concentrada en mantener su magia en un flujo constante y firme; hizo todo lo posible para que las soleras siguieran resistiendo...pero falló. Las soleras se quebraron, Natsu se liberó, recuperó sus cinco sentidos y se arrojó hacia Lucy con una de sus inmensas garras preparada para partirla en dos; Lucy sólo cerró lo ojos y espero el inevitable momento del intenso dolor...que nunca llegó. Lucy abrió los ojos y encontró a Natsu flotando en el aire, petrificado, como las demás personas a su alrededor; la rubia volteó a todos lados en busca de una respuesta, y encontró a la Reina Mavis Vermillion manifestando una intensa aura amarilla alrededor de su cuerpo. Lucy estaba impactada.
-Majestad... -musitó Lucy.
La Reina se acercó a Lucy aún manteniendo a Natsu petrificado sobre ella, extendió su mano izquierda y en un parpadeo la espada de Natsu, aquella arma con una hoja color rojo brillante, apareció junto a ella; gentilmente se la pasó a Lucy, quien la recibió con ambas manos, como si estuviera hecha de cristal y con cualquier movimiento se fuese a quebrar.
-Úsala, Lucy -dijo la Reina de repente, su voz estaba distorsionada, lo que la hizo ver más intimidante.
-¿Usarla? -cuestionó Lucy al mirarla de arriba a abajo-. ¿Cómo?
La Reina tardó en responder, pero al final lo hizo, con gran dolor en su corazón.
-Atraviesa a Natsu con Ellla.
Esas cinco palabras rebotaron una y otra vez dentro de la mente de Lucy, y se sentían como fuertes martilleos que la lastimaban desde adentro; en segundos sus ojos se cristalizaron, y su alma casi abandonó su cuerpo.
-T-Tiene que e-estar bromeando -las palabras que salieron de la boca de Lucy vibraron al momento de ser pronunciadas, las cuales dolían con tremendo nudo que tenía en la garganta.
La Reina negó con la cabeza. Lucy sintió como si una cubetada de agua fría se vertiera sobre ella, entonces se quebró.
-¡¿Esto es una maldita broma?! -exclamó hecha todo un lío.
-Lucy... -la Reina trató de razonar con ella.
-¡¡OLVÍDELO!! -pero fue inútil. Supo que no podría-. ¡¡No voy a hacer eso!! ¡Tiene que haber otra forma!
-No... -su Majestad dejó salir una arcada y cayó de rodillas al suelo. Alarmada, Lucy se acercó a ella-. No la hay.
-Majestad... -Lucy examinó a la Reina, y descubrió un poco de sangre en las comisuras de sus labios, además, su respiración era rápida y entrecortada. En definitiva algo andaba mal-. ¿Qué le sucedió?
-Dimaria... -gimió la Reina en respuesta-. Cuando llegué con Dimaria, para controlar su poder tuve que absorberlo casi todo.
-¿"Absorberlo"? -inquirió Lucy. La Reina asintió.
-Sólo así logró estabilizarse... -al hablar, Lucy notó que la Reina se estaba quedando sin aire. Estaba haciendo un gran esfuerzo para hablar-, pero es dañino...porque yo no soy la encarnación misma de Chronos. El poder...se defiende, y está ganando.
-¿Cómo pudo hacerlo? -más que una pregunta, la interrogativa de Lucy se escuchó más como un reclamo.
-Era necesario...Dimaria no puede controlar el poder de Chronos y... -la Reina le echó un vistazo rápido a Natsu-, se dejó guiar por sus emociones. Así como tú lo estás haciendo ahora.
-¿Perdone? -aquella afirmación tomó a Lucy con la guardia baja. Estaba confundida.
-Entiendo que te preocupas por Natsu -aclaró la Reina con su rostro pálido-, yo también lo hago; pero debemos también pensar en el bienestar de las personas del reino. NUESTRO reino.
-Pero... -Lucy quiso replicar.
-Lucy -pero fue interrumpida por la Reina, quien le dedicó una comprensiva mirada, que también estaba llena de pesar-, ¿Qué crees que haría Natsu?
Y aunque esa pregunta era una trampa por parte de la Reina, o algunos lo considerarían jugar sucio, era válida después de todo. ¿Qué haría Natsu en estos momentos?, se preguntaba Lucy; dejándose guiar por el tiempo que pasó junto a él, la rubia dedujo que haría todo lo posible por mantener a todo el reino a salvo. Salvaguardar vidas inocentes para que puedan seguir con sus tranquilas vidas; sin embargo, por otro lado...la parte egoísta de Lucy, la que estaba gritando con desesperación dentro de ella como si estuviera entrando en pánico, le decía que salvara a Natsu a cualquier costo. CUALQUIER COSTO; pero...
"Se lo dije en el carruaje: Usted vale mucho. Y puede llegar a convertirse en una de las mejores"
Las palabras de Natsu llegaron a su mente, y como una roca que golpea un lago en constante movimiento, aquellas palabras fueron como ondas que aclararon sus pensamientos. Si Natsu confiaba en ella, estaba muy segura de estar a la altura de sus expectativas, y haría lo correcto.
Con todo el dolor en su alma y corazón, Lucy tomó la espada por la empuñadura con su mano derecha y se levantó con la frente en alto, giró en dirección a Natsu y caminó hacia él, sintiéndose cada vez más mal con cada paso que daba.
Los momentos que pasó con él pasaron por su mente como si de una película se tratara: Su primera misión, el paseo en carruaje, cuando lucharon en la cafetería, incluso el baile...el baile. Ese momento casi la hizo flaquear en su acción; cuando pasaron a la pista de baile y compartieron de hermosa danza, aquella atmósfera romántica que los invadió de pies a cabeza, y su casi beso para sellar esa noche con broche de oro. Las lágrimas salieron de los ojos de Lucy, y el nudo en su garganta se hizo más fuerte; todo aquello que pasó le estaba doliendo como si fuese la primera vez que alguien...se haya interesado en ella. ¿Estaría mal pensar que Natsu hizo lo que hizo porque tenía interés en ella? ¿En realidad llegó a gustarle, a amarla? Eran pensamientos egoístas, eso lo comprendía, más sabiendo que su Mentor estuvo casado anteriormente; sin embargo ella...Lucy estaba...
-Lu... -la chica de los caireles de oro escuchó una voz frente a ella. La voz de su mentor-. Lucy... -
¿Cómo podía hacer eso si Natsu estaba petrificado? Era algo imposible de creer, aunque lo haya escuchado ella misma en ese momento.
El corazón de Lucy se quebró en mil pedazos, y en cuestión de segundos rompió a llorar; levantó la mano derecha y la colocó en la mejilla de su Mentor, sintiéndose más y más culpable y destrozada.
-Lo...lo siento mucho...señor Dragneel -decía Lucy entre sollozos, mirando a su mentor a los ojos-; en estos momentos...no sé...qué hacer. Estoy desesperada. ¿De qué...de qué me sirve todo mi conocimiento si no puedo salvar...salvar a quien yo quiero?
Lucy apretó con fuerza la empuñadura de la espada de Natsu, y poco a poco la fue levantando hasta que la punta de la hoja tocó el pecho del pelirrosado; en ese momento, la respiración de la rubia se detuvo.
-Hubiera querido pasar más tiempo con usted. Perdóneme -y con esa última palabra, Lucy incrustó la espada en el pecho de Natsu.
El aura púrpura que cubría a Natsu se quebró como cristal, e instantáneamente el pelirrosado rugió con todas sus fuerzas, pero este era diferente, era un rugido de intenso dolor; el poder de dragón que llenaba el cuerpo de Natsu se manifestó violentamente, provocando fuertes corrientes de poder mágico que salían disparados hacia el cielo; Lucy sentía una intensa vibracion en sus manos, por medio de la empuñadura de la espada de Natsu, e hizo todo lo posible por resistir aquella reacción. Entonces una intensa luz blanca brilló con intensidad y cubrió cada rincón del Distrito Ocho, llamando la atención de todos los habitantes del reino, los capitanes, los aprendices, hasta el grupo liderado por Anna, incluso ella misma. Todos voltearon en la misma dirección, la dirección donde esa luz brillaba, y se preguntaron...si aquella manifestación era una buena o mala señal.
"Tiene que seguir aprendiendo, señorita Heartfilia. Y verá que ni el mismísimo Rey Sombra podría contra usted. Yo creo en ti, Lucy"
Lucy despertó de golpe y se enderezó rápidamente, lo que fue un grabe error ya que en el momento que lo hizo todo su cuerpo le dolió con gran intensidad, dejó salir un pequeño grito y en el acto un hombre de la tercera edad se acercó a ella.
-Espere, señorita, espere -le pidió colocando gentilmente la mano sobre su pecho, justo en medio de las clavículas para evitar que llegara a sentarse por completo-. No debe levantarse, aún se encuentra delicada y sus heridas podrían abrirse.
Cuando Lucy recuperó un poco de su visión, la cual se encontraba borrosa por abrir los ojos de golpe, notó que aquél señor era en realidad un Doctor, y que aún se encontraba en medio de la calle central del Distrito Ocho, el cual...era un completo desastre.
-¿Cómo...? -quiso preguntarle al Doctor el cómo llegó ahí, junto a ella.
-El Capitán Dreyar -pero fue interrumpida por el Doctor-, el nos guió hasta llegar aquí, con ustedes.
"El Capitán Dreyar", dijo el Doctor, pero no había nadie más ahí. Lucy abrió la boca para preguntarle al Doctor sobre donde se encontraban, pero fue interrumpida una vez más.
-Como su Majestad estaba gravemente herida, igual que usted, la llevaron de manera inmediata al Palacio para ser atendida urgentemente.
-Entiendo -Lucy se relajó un poco, así que volvió a recostarse-. Pero había más heridos, Doctor; la Capitán Yesta y su aprendiz Brandish.
-Ambas fueron trasladadas junto con su Majestad, señorita. No se preocupe.
-Qué alivio.
Lucy dejó salir una exhalación, e inmediatamente frunció el ceño, al igual que los labios, apretó con fuerza los párpados y rompió a llorar. El Doctor se alteró un poco, pues creyó que lastimó por accidente a Lucy al momento de tratar sus heridas.
-¿Se encuentra bien, señorita? -le preguntó con gran preocupación-. ¿Qué le duele?
Lucy seguía llorando, y parecía no poder detenerse; pero hizo un esfuerzo para responderle al Doctor.
-...estoy...estoy bien, Doctor. Es...es sólo que...es complicado.
Lucy sabía muy bien porqué lloraba, pero no quería ni pensar en ello. Después de todo, ¿Quién querría hablar sobre perder a dos de las personas que más amaba?
EPÍLOGO
Al día siguiente, dentro del Aula Médica dentro del Palacio Real, su majestad, La Reina Mavis Vermilion, yacía recostada sobre su cama escuchando al Señor Baron Zajac dando su informe sobre lo sucedido.
-Afortunadamente sólo hubieron siete heridos, ninguna baja, y todo el Distrito Ocho está iniciando su reconstrucción -el Señor Baron bajó la tabla donde tenía su informe y cruzó sus manos al nivel de su cintura-. Personalmente, Majestad, me siento aliviado al saber que la evacuación se realizó exitosamente.
-Pero olvidas algo importante, Baron -señaló la Reina.
El Señor Baron agachó la mirada; podía sentirse la tristeza en su semblante.
-...no, Majestad. No lo olvidé. Es sólo que... -
-Este es el informe de los civiles -lo interrumpió su Majestad en tono neutral-. Entiendo. Lo siento mucho.
-Comprendo su situación, Majestad; no tiene porqué disculparse.
-¿Cómo lo están tomando los demás? -quiso saber la Reina. En realidad estaba muy preocupada por su gente, y el cómo estarían tomando lo ocurrido.
-Hay...diversidad en todos lados; los Capitanes lloran la pérdida, y seguimos haciendo lo posible por rechazar la renuncia de la Capitán Yesta al sentirse responsable; toda la plantilla de Caballeros Sagrados están alzando un monumento para honrar al hombre que los inspiró a ser los mejores, es complicado declinar dicho monumento cuando ya se recaudaron diez mil firmas...y aumentando; la Señorita Anna muestra sus condolencias, repite y hace énfasis en su sugerencia para patrullar discretamente todo el reino en caso de un posible ataque, al igual que su ofrecimiento de invitarle una taza de café; sin embargo...la más afectada es la señorita Heartfilia.
-Lucy... -musitó la Reina con su preocupación disparada por los aires.
El Señor Baron Asintió.
-Se niega rotundamente a salir de su casa, o bueno, la casa de su tía;las puertas y ventanas están cerradas, y ya pasaron más de... -el Señor Baron echó un vistazo rápido a su reloj-, veinte horas sin saberse nada de ella. Tememos lo peor.
-¿Han intentado entrar a su casa?
-Tocamos la puerta, e incluso pensamos en ello también, pero la casa está protegida con un poderoso escudo que impide nuestro ingreso.
-Sí... -dijo la Reina de manera vacilante-, Lucy puede hacer eso y mucho más. No por nada fue la mejor de su clase. ¿La Señorita Müller?
-No le responde los mensajes ni llamadas.
-¿Mirajane?
-No quiere ni verla.
-Entonces se nos acabaron las opciones -La Reina cubrió su barbilla con los dedos índice y pulgar, reflexionando en una manera de acercarse a Lucy, pero sólo le llegaba una sola idea a la mente-: Hay que darle su espacio a Lucy; no es de las chicas que abandonan, mucho menos de las que renuncian. El tiempo dirá cuando esté lista para salir.
-Entendido, Majestad -una señal telepática llegó a la mente del Señor Baron, y luego de unos segundos dejó salir una exhalación de exasperación-. Otra vez no.
-¿Qué sucede? -quiso saber la Reina.
-Mientras usted estaba inconsciente, rescatamos a una mujer entre los escombros, parecía haber tratado de interferir en la pelea contra Natsu, pero al parecer la explosión se lo impidió; la trajimos aquí para atenderla, y en cuanto despertó insistió en verla a usted personalmente. Y lo ha intentado las últimas doce horas.
-¿Y quién es?
-Ese es el problema, ella... -
Una gran conmoción interrumpió las palabras del Señor Baron, ambos voltearon hacia la puerta de la habitación de la Reina y vieron cómo un par de guardias de seguridad salieron volando por el pasillo de enfrente hasta estamparse contra las paredes de vidrio de la habitación y romperse de inmediato; Baron se dio una palmada en la cabeza y dejó salir un gruñido de irritación. La Reina Mavis no sabía qué estaba pasando, pero sus dudas serían respondidas al ver acercarse por ese mismo pasillo a una joven veinteañera vistiendo una bata azul claro, cuyo razgo más notorio era su cabellera rojo brillante.
-¿Porqué sigues causando inconvenientes? -preguntó Baron en tono severo y autoritario a la chica frente a él-. Erza.
-Tengo que hablar con su Majestad -respondió la joven Pelirroja, fulminado a Baron con la mirada.
La Reina Mavis aclaró su garganta para llamar la atención de la joven.
-¿En qué puedo ayudarla, Señorita Scarlet?
-¡Quiero que me diga el porqué dejó morir a mi marido!
FINALE.
Bueno, chicos. Hemos llegado al final de esta historia; anteriormente tenía planeado hacerla más larga, de doce caps en total, pero debido a su poco recibimiento, tomé la decisión de terminarlo. Sin embargo, aún estoy abierto a la posibilidad; si quieren saber más de las aventuras de Lucy, y quieren saber el cómo llegó Erza ahí aún sabiendo que estaba muerta, déjenme un comentario, y si el suficiente número de gente lo pide, se hará.
Mientras tanto, esto es todo.
Sin nada más qué agregar, me despido. Raizerbak se larga. Paz
