Las Crónicas del Campamento Mestizo, fue escrito por Rick Riordan.
La Última Hija del Mar
—El siguiente capítulo se llama: Monstruos Marinos —leyó Afrodita. —Esta historia, ya va necesitando algo de romance, definitivamente. —Opinó ella. Varios (como Artemisa y Ares), pusieron los ojos en blanco.
—Nosotras, junto a Clarisse, nos haremos cargo de Caribdis —dijo rápidamente Zoë, con una gran confianza en sí misma.
Artemisa le dio una sonrisa, a su teniente. Penny no dijo nada. No le desagradaba Zoë, pero estaba tan acostumbrada a ser una líder, como lo estaban Penny y la misma Thalía. Así que no era fácil, que se llevaran bien.
—Muy seguramente, ustedes ya saben esto —comencé, totalmente segura, de que me ganaría un regaño, por parte de las Cazadoras. —La piel de Caribdis es sumamente sólida, debido a que ha vivido toda una vida, en el fondo del océano, y su piel se ha fortalecido con la presión del mar.
—Usen los cañones —recomendó Cecyl. Lo cual provocó, que mi amada Clarisse, sonriera como una loca, pues finalmente, podría usar los cañones de su barco. Suspirando, me acerqué a ella, y la besé en los labios, esperando que eso la calmara. Zoë se veía, como si acabara de comerse un limón, porque le decían qué hacer.
Clarisse se sonrojó, pues incluso su padre sonreía, al pensar en los cañones de la nave, que él debía de haberle enviado.
Zoë suspiró. —Te ganaste mi respeto, hija de Poseidón. Y gracias a esa forma de ser tuya, de pensar fuera de la Caja, es que sobrevivimos a esa misión, y a la que venía. —Le enseñó una sonrisa a Penny, se levantó de su silla, se acercó a Penny, y la besó en los labios, causando un estallido de celos.
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—Si disparan a su boca, cuando ha tragado el agua, entonces solo escupirá el proyectil —advertí. —Si disparan tarde, solo golpearán la piel endurecida.
—Apunten a las glándulas —dijo mi hermana. —Caribdis abrirá su boca, tragará agua y cerrará su boca, para luego escupir el agua. Disparen a las glándulas, cuando acabe de tragar, y entonces, se expandirá y explotará.
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Clarisse y Zoë, murmuraron algo parecido a: "Maldita sabelotodo de ojos aguamarina". Las escuchamos y solo pudimos lanzar una carcajada, que provocó el sonrojo de las hijas de Atlas y Ares.
— ¿Cuál es el plan, para matar a Escila?, si ya tienen el de Caribdis —preguntó Atenea. —Ese no lo dijeron.
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Nuestros barcos se fueron, cada uno por un camino.
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—Sé que la frase dice: "Divide y vencerás", pero ante Escila y Caribdis, no creo que eso sea lo mejor —dijo una asustada Atenea.
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Nuestro barco, pronto llegó hasta dónde estaba Escila, con sus aterradores seis cuellos y cuatro ojos. Rápidamente, mi hermana y yo, usamos niebla. Pero no la Niebla, que ocultaba el mundo mitológico, del mundo mundano, sino niebla física, ocultando nuestro barco, de la presencia de Escila.
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—No es una mala idea, pero todavía no es muy útil —dijo Poseidón.
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Nos concentramos. Mover tal cantidad de agua, sería complicado. Pero lo hicimos. Acumulamos más y más, hasta sentir que estábamos a punto de perder el control del agua, y entonces, arrojamos una ola monstruosa, contra Escila, causando que se dé un golpe, contra un peñasco, momento en el cual, yo bajé corriendo, hasta los cañones, y los disparé, todos ellos, apuntando a los múltiples cuellos o a las cabezas de Escila, lastimándola y haciéndola rugir de furia y dolor.
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— ¿El plan era suicidarte, o qué rayos? —preguntó Anfitrite, mirando asustada a su hija, por haber cabreado a semejante criatura. Los dioses no podían morir de ataques al corazón, pero sus hijas, iban a provocarle uno (o al menos Penny, de quien sí se sentía como una madre, no de la otra mocosa de su marido).
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Cuando se volvió para atacarnos, yo salté sobre una de sus cabezas y cuellos, enviando el aire más frío que pude, a las hojas del tridente y lo pasé, cortándole el cuello, y dejando un rastro de hielo en el muñón.
Cecyl utilizó sus flechas, hasta que otra cabeza (o barbilla, mejor dicho) de Caribdis, sufrió un desangramiento, y cayó rápidamente. Pero mi hermana era muy lista, y usó sus cuchillos de Caza, cortando el cuello de Caribdis, y yo traje una ola, para que se llevará la segunda cabeza, y no nos lastimara o destruyera nuestro barco.
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Atenea sonreía ante ese plan tan loco. —Es raro ver a las hijas de Cabeza de Percebe, tengan planes que les resulten. Aún más, raro, es verlo teniendo hijas.
— ¡HEY! —se quejó el dios de los mares.
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La tercera cabeza, vino hacía nosotras, que ya estábamos consumiendo ambrosía, antes de agitar nuestros brazos, y moverlos en varias direcciones, creando seis tentáculos de agua, que sujetaron el cuello de la tercera cabeza, permitiéndome decapitarla, con mi espada, dejando una capa de hielo, que le impidió al muñón, derretirme en ácido.
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—Oh sí, campista y Cazadora, la unión más brutal —dijo Hera sonriente.
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Las cabezas cuarta y quinta, estaba por atacar, cuando se escuchó una gran explosión. Solo podía ser, la muerte de Caribdis.
Aprovechamos, y mi hermana volvió a disparar flechas, ahora de fuego. Corrí a cargar los cañones, y los levanté, lo máximo que pude, antes de accionar sus gatillos, lastimando sus cuellos, haciéndola rugir.
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Se quedaron expectantes, ante las próximas muertes de la criatura.
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Cabezas seis y siete, atacaron.
Pero mi hermana mayor, hizo girar en dos ocasiones el mástil, golpeando sus cabezas, dejándola atontada.
Lanzando gritos de guerra, apuñalamos sus cuellos. Casi salimos volando, cuando se separaron violentamente del barco, pero nos aferramos a los cuellos, y a nuestras armas, lanzando gritos de guerra, y girando alrededor de los cuellos, decapitando sus últimas cabezas, y caímos al agua, exhaustas, pero gracias a la misma, nos recuperamos.
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— ¡Muy bien, derrotaron a Escila! —dijeron todos los dioses inmaduros. Artemisa estaba preocupada por su Cazadora y Poseidón por sus hijas, esperando que estuvieran bien.
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Volvimos a subir, y dejamos que el mar nos condujera a... A dónde él quisiera, mientras que nos arrastrábamos, a nuestras habitaciones.
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Todos (menos Zeus y Ares), miraron con preocupación a las hijas de Poseidón.
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Mover tanta agua, lanzar esos cortes de esa forma, apuñalar se ese modo a Escila.
—Clarisse me va a matar —dije yo, borracha de sueño. Caí profundamente dormida. Entonces, vi a mi padre ante mí.
Pero no estaba en su forma rubia, del cual yo, había heredado su cabello. Sino en su forma de cabello negro, corto y mediano, llevaba un sombrero de pescador, una camiseta de palmeras y pantalón corto. Entonces, vi como sus facciones cambiaban. El sombrero de pescador y la camiseta, comenzaron a desvanecerse de su torso, y una toga apareció, su cabello se alargó. Entonces, volvió su mirada hacía mí. —Penélope. Te saludo, hija mía. Soy Neptuno.
—La contraparte romana —dije.
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—No me digas —dijeron los inmaduros Apolo y Hermes.
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Él asintió. —Existió una Guerra Civil, en el Campamento. Hace ya años. Por este motivo, los semidioses griegos, van al Campamento Mestizo, en Long Island, Nueva York. Y los semidioses romanos, al Campamento Júpiter, en San Francisco, California. —Me sorprendió aquello. —Es tu misión, mi niña, salvar a las hijas de Bellona, de su cautiverio, en la isla de la diosa Circe, diosa menor de la magia. Cuando despiertes, doce Pegasos, estarán a la espera de tus órdenes, además de tu pegado Blackjack, un tatuaje aparecerá en tu antebrazo, permitiéndote pasar por una hija de Roma. A Reyna Ramírez-Arellano, debes decirle que se dirija al Campamento Júpiter y a su hermana Hylla, que se dirija al Complejo de las Amazonas, en Seattle. Que ella debe de demostrar su poderío y bravura, derrocando a la actual reina de las Amazonas.
Desperté, y usé mis habilidades sobre el mar, para saber a dónde dirigirme. Me encontré con Cecyl, cuando salí del camarote, y me dirigí hacía el timón, virando, y bajando las velas, aprovechando el viento para ganar velocidad. Ella me contó de su sueño, y confirmamos, que era el mismo. Y la misma misión.
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—Espero que tengan mucho cuidado con Circe, niñas —dijo una pálida Anfitrite. Y no era la única, pues también varios, estaban preocupados.
—Estaremos bien, mamá —dijo Penélope, pues ella era la hija amada, no Cecyl, y la Cazadora lo sabía. —Lo prometo.
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Miramos nuestros antebrazos derechos, que tenían siete líneas, y el tridente de Poseidón.
