El Gran Lío del Licántropo

El trimestre terminó y regresé a casa a Spinner's End. Evité a Lily en el tren, sentándome solo con Gabriel en su jaula a mis pies. Era la primera vez desde que acudía a Hogwarts que no compartía un compartimento con Lily y saber que estaba con ese pavo arrogante de Potter me ponía enfermo. Seguía reproduciendo la escena junto al lago una y otra vez en mi mente, preguntándome qué podría haber hecho de forma diferente. Pero no había nada más que pudiera haber hecho para defenderme una vez Potter y Black habían saltado sobre mí. Los detestaba por su injusta persecución, pero también aprendí de ellos una valiosa lección–mantente siempre preparado. Debería haber tenido la varita metida en la manga o en la mano, no tirada a mi lado. También debería haber encontrado un lugar mejor para estudiar, donde nadie pudiera acercarse furtivamente a mí sin que lo supiera. Ahora lo sabía. El libro que me dio mi compañero Slytherin Amos Mulciber me ayudaría a enseñar una lección a esos viles Merodeadores. Esperaba que Potter tuviera una cicatriz en su bonita cara por mi maldición, le estaría bien. ¡Pobre Lily! quizá volviera a sus sentidos durante las vacaciones de verano.

Una vez en casa, liberé a Gabe de su jaula y lo paseé, encontré que era bastante pacífico estar de vuelta aquí, y todos los vecinos se alegraron de vernos a mí y a Gabriel y nos saludaban mientras pasábamos. Me pasé por casa de Lily, pero fui demasiado cobarde para llamar a la puerta. Regresé a casa, arrastrando a Gabriel, que no podía comprender por qué no íbamos a visitarla como de costumbre. Gimoteó hasta que espeté, "Para, no vamos a ir allí. Ella ya no quiere que seamos amigos, ¿comprendes?"

Eso dolía más que nada, porque Lily había sido mi mejor amiga durante años y justo cuando estaba comenzando a mirarla como más que eso–había ocurrido esto. Estuve callado y malhumorado en la cena y le dije a Mamá que estaba cansado cuando me preguntó qué pasaba. Me fui a la cama temprano y pasé parte de ese rato leyendo El Libro de la Noche.

Supe después del tercer capítulo que éste no era un libro de hechizos que mi madre querría que leyera. Estaba lleno de hechizos de "Magia Gris" que bordeaban la línea entre la oscuridad y la luz, al menos lo que había leído hasta ahora. Así que decidí ocultárselo. Sabía en lo más profundo que no debería tomar este camino, que hechizos tales como éstos sólo conducían a magias más oscuras, pero estaba furioso y herido y buscando un modo de superar a los condenados Merodeadores de cualquier forma que pudiera. Era demasiado orgulloso para pedir ayuda a mis compañeros Slytherin, que me habían despreciado por mi amistad con una bruja hija de Muggles, y aun así el incidente junto al lago me había enseñado que necesitaba hechizos más fuertes que los que conocía actualmente para hacer que los Merodeadores mantuvieran las distancias. Necesitaba hechizos que les hicieran temerme, de modo que me dejaran en paz. También quería herirles como ellos me habían herido, robándome a mi mejor amiga. Bueno, una de mis mejores amigas, corregí, mirando al collie tumbado en mi alfombra.

Nada ni nadie podría jamás arrebatarme a Gabriel. Excepto la vejez y la muerte. Me agaché para rascarle detrás de las orejas y gimió de placer. Entonces reanudé la lectura.

Tres días después, decidí reunir mi coraje e ir a visitar a Lily. Había planeado persuadirla de reconsiderar salir con Potter, sólo para descubrir que se había marchado a quedarse con su tía en Liverpool durante casi todo el verano. "¿No te dijo eso, Sev?" preguntó la Sra. Evans amablemente. "Recibió una carta de mi hermana, que no ha visto a Lily desde que nos llegaba por la rodilla, y además es la madrina de Lil. Mi hermana viaja constantemente y casi nunca está en Gran Bretaña. Pasó siete años en América y tres en Japón y lamentaba haberse perdido ver crecer a mi bebé. Así que invitó a Lily durante casi todas las vacaciones de verano. Me sorprende que no te lo mencionara de camino a casa, le envié la carta hace una semana."

"Ah. Bueno, gracias por decírmelo. Adiós."

Me marché, sintiéndome absolutamente deprimido, y como si Lily realmente me hubiera cortado de su vida para siempre. Podría haberme dicho que iba a marcharse, de modo que pudiera desearle bon voyage al menos. ¿Podía Potter haberla vuelto contra mí tan rápido en la semana antes de marcharnos? ¿O estaba tratando de ahorrarnos a ambos el dolor de separarnos una y otra vez? Fuera la que fuera su razón, yo estaba muy disgustado y resolví aún más aprender esos hechizos en el Libro de la Noche.

Pasé los perezosos días de julio y agosto tratando de dominar los pocos hechizos de principiante en el libro y no podía esperar a probarlos en los Merodeadores. Algunos de los hechizos estaban diseñados para asustar e intimidar, otros para ocultar, y el último estaba diseñado para provocar al objetivo dolorosos calambres en las piernas durante tres horas. Ése era el que me estaba muriendo por probar en el maldito Pettigrew, y también en Black.

Vi a Lily en la Estación de King's Cross y le saludé con la mano.

Ella me dirigió una pequeña sonrisa, pero no vino a saludar, en cambio subió al tren detrás de Potter y el resto de Merodeadores. Yo apreté los dientes.

Las primeras dos semanas del trimestre las pasé estudiando para mis clases y empleando mis recién hallados hechizos para ocultarme de los Merodeadores. Todavía observaba a Lily desde lejos, Potter mantuvo su promesa, tal como fue, y no intentó maldecirme, pero los otros, principalmente Black y Pettigrew, todavía me acechaban cuando podían. Pero una vez que intentaron emboscarme cuando estaba regresando de una sesión nocturna tardía en la biblioteca, los pillé bien. Usé la nueva maldición que había aprendido y los clavé a ambos.

Entonces los dejé en el suelo, llorando y rechinando los dientes. "No sois tan duros ahora, sin vuestro colega Potter, ¿verdad?" me burlé.

"¿Qué maldición oscura usaste, Snape?" exigió Black. "¡Ahhh! ¡Creo que estoy lisiado de por vida, maldito imbécil!"

"Lo desearía, culo miserable. ¡Que tengáis buena noche! ¡Mejor esperad que Filch no patrulle el corredor y os encuentre!" Me di la vuelta y mientras pasaba junto al despacho de Filch de camino a mi sala común, le dejé una nota anónima. Ellos me habían hecho lo mismo demasiadas veces para contarlas.

Entonces la mañana siguiente, tuvimos nuestro primer laboratorio de pociones del año, Slughorn había pasado las primeras dos semanas repasando el plan de estudios y haciéndonos recolectar ingredientes. Fue entonces cuando descubrí que Lily ya no sería mi pareja. Slughorn había decidido emparejarnos con personas diferentes este año, e hizo que Lily fuera la pareja de Mary McDonald ¡y yo me quedé atascado con Lupin! Casi me atraganté. ¡Yo, emparejado con un Merodeador! Por supuesto que Lupin no era tan malo como los otros tres, pero aun así…

"Si inicias algo conmigo aquí, Lupin, o intentas sabotear nuestra poción–" comencé a advertir.

"No lo haré, Snape. También es mi calificación, ¿recuerdas? Simplemente elaboremos, ¿vale? Yo me encargaré de las cuatro primeras etapas y tú puedes hacer las últimas, son más complicadas y tú eres mejor en esto que yo."

"¡Buf! Quizá si te concentraras en lugar de gastar bromas estúpidas aprenderías algo," dije con acidez.

Lupin se sonrojó. "Pasé horas estudiando el año pasado y aun así no fue suficiente. No tengo la habilidad para memorizar cientos de nombres y propiedades de hierbas e ingredientes y Slughorn imaginó que me beneficiaría de observar trabajar a uno de sus estudiantes talentosos. Eso es por lo que me puso contigo."

Me aplaqué en cierto modo cuando oí eso, nunca antes me había considerado a mí mismo un modelo de conducta. Y mientras estuviera con Lupin, sus colegas no intentarían nada. Lupin no era mal compañero, hacía lo que le decía y no se reía de mí, pero aun así no disfruté de elaborar como habitualmente lo hacía. Últimamente, nada que hiciera parecía hacerme feliz. Estaba malhumorado y enojado casi todo el tiempo, y al principio lo atribuí a perder a Lily. Nunca pensé en considerar otras razones.

Fue unos dos meses después de nuestro primer laboratorio de pociones que comencé a observar algo extraño en Lupin. Noté que se ponía extremadamente pálido y con aspecto enfermizo alrededor del plenilunio, lo que normalmente duraba tres días. Siempre perdía las clases y aun así los maestros parecían esperarlo y nunca le restaban puntos, y le dejaban tiempo extra para compensar el trabajo. Yo habitualmente le permitía tomar prestados mis apuntes de pociones, ya que quería que estuviera a la altura, porque no podía soportar a un mal elaborador. Me molestaba sin fin.

Aun así… no pude averiguar por qué Lupin se ponía enfermo alrededor del plenilunio. Y Gabriel se ponía irritable cerca de él durante ese tiempo y mi perro nunca hacía eso a menos que pasara algo malo. A Gabe no le gustaba ninguno de los Merodeadores, pero nunca había gruñido a Potter o Black o Pettigrew a menos que estuvieran atacándome. Cuando inquirí por las misteriosas ausencias de Lupin a mi Jefe, Slughorn me dijo que Lupin tenía una enfermedad crónica y que no fuera un fisgón. Eso realmente puso en marcha mi curiosidad. ¿Qué tipo de enfermedad tenía Lupin que tuviera que mantenerse en secreto?

La respuesta debería haber sido obvia, ahora que lo pienso, pero en aquel momento, mi juicio estaba nublado. Me volví suspicaz al instante. Intenté hacer alguna investigación por mi cuenta, pero ninguna enfermedad mágica catalogada en la biblioteca encajaba con sus síntomas. En noviembre, el plenilunio llegó temprano, y yo estaba todo dispuesto a hacer algún espionaje encubierto. Desde la Maldición de Calambres, Black y Pettigrew me habían evitado mayormente excepto por llamarme nombres groseros a través del campo de Quidditch y arrojarme diversas frutas podridas durante el almuerzo y otras cosas estúpidas. ¡Dieciséis años y actuaban como si tuvieran nueve!

La luna llena estaba a sólo un día de distancia y tenía planes de ocultarme junto al agujero del retrato de Gryffindor y ver a dónde iba Lupin durante ese tiempo, o si iba a alguna parte, ya que si estaba enfermo podría simplemente quedarse en la cama. Ahí fue cuando una lechuza desconocida se me acercó con una nota. La abrí, y descubrí que era casi ilegible a causa de varias manchas grandes de agua.

Sev,

Por favor, perdóname. Tenías razón. No puedo soportar estar más con Potter. Necesitamos hablar. Por favor, reúnete conmigo junto al Sauce Boxeador a las once en punto mañana por la noche.

Siempre,

Lily

Mi corazón saltó de alegría y aferré la carta contra mí como si fuera una preciosa gema. Gabriel levantó la mirada desde su lugar a los pies de mi cama y gimoteó. Supongo que creyó mi reacción muy extraña, estaba prácticamente caminando en el aire.

Sabía que ella volvería a sus sentidos. Mañana por la noche no podía llegar lo bastante pronto.

15 de junio, 1993:

Todavía no puedo dormir, a pesar de la temprana hora, y es probablemente porque los recuerdos que he embotellado en mi interior no son conducentes a dormir. Porque lo que siguió fue una época muy oscura de mi vida y todo comenzó con la Gran Broma del Licántropo, como he llegado a llamarla.

20 de noviembre, 1976:

La nota no era, por supuesto, de Lily en absoluto. Era un señuelo, escrito por Black y Potter, para atraerme al Sauce Boxeador, y una vez estuve allí, conjuraron un encantamiento Imitador de Voz y me hicieron creer que Lily estaba atrapada bajo el sauce y herida.

Nunca pensé siquiera que pudiera ser una trampa, todo lo que sabía era que Lily me necesitaba y tenía que ayudarle. Así que, sin pensar corrí a la entrada bajo el árbol y túnel abajo que llevaba a… la Casa de los Gritos. Gabriel me había acompañado, y se volvió loco cuando bajé allí, un ataque de ladridos para despertar a los muertos. Antes de poder ordenarle que se quedara, me había seguido túnel abajo.

Todavía podía oír la voz de Lily, más frenética ahora, gritando, "¡Socorro! Severus, ¿estás ahí? ¡Por favor, ayúdame!"

"¡Ya voy, Lily!" llamé.

Pero entonces Gabriel agarró la parte trasera de mi túnica y tiró hacia atrás, casi haciéndome caer. Estaba gruñendo con urgencia. "¡Gabriel! ¡Suéltame, maldito perro!" grité. "¡Tengo que salvarla!"

Luché con mi collie de ochenta y cinco libras, y oí mi túnica desgarrarse mientras lo hacía. Juré furioso. "¡Maldita sea, Gabriel!"

Estaba a punto de librarme de mi perro cuando oí la voz de Potter detrás de mí. "¡Snape! ¡No abras esa puerta!" Me agarró el brazo.

"¡Lárgate, Potter!" gruñí. "¿Qué has hecho con Lily? ¿Esto es una especie de broma enfermiza?"

Se colgó de mí. "¡Lily no está ahí, Snape! Todo era una broma para hacer que bajaras aquí, pero–"

"¡Tonto perdido! ¿Qué demonios hay ahí si no es Lily?" Entre mi collie y Potter me sentía como un hueso de cuerda. Uno cuya paciencia estaba agotándose lentamente.

"No puedo decirte eso, Snape. Pero es peligroso, ahora aléjate."

"¡Estás mintiendo, Potter! ¡Sólo quieres dejarme en ridículo, como siempre! ¡Bueno, no esta vez! ¡Suelta… suéltame!" Logré liberarme justo cuando algo pesado golpeó la puerta de madera a pulgadas de mi mano.

La madera comenzó a astillarse, lo que fuera que estuviera allí era condenadamente fuerte. Entonces lo oí… el escalofriante y espantoso aullido… es un sonido que una vez oído, nunca puede ser olvidado. Piensa en todas las historias siniestras que has oído sobre lobos aullando y luego multiplica eso por cien. Eso es el aullido de un licántropo, te congela la sangre en las venas. Y yo estaba justo junto a la puerta cuando Lupin aulló, así que me golpeó toda la fuerza del aullido.

"¡Snape! ¡Corre! ¡Está liberándose!" gritó Potter, tratando de arrastrarme hacia atrás.

Yo me quedé rígido de terror por unos momentos. Gabriel de repente soltó mi túnica y vino a pararse ante mí, la cabeza gacha y gruñendo furioso.

Potter me arrastró hacia atrás túnel abajo justo cuando la parte superior de la puerta fue hecha pedazos y un enorme monstruo gris babeante emergió de la habitación, los ojos ardiendo rojos con la necesidad de rasgar, desgarrar, y matar.

Y mi collie estaba justo en su camino.

Por alguna razón, la visión de mi perro enfrentándose a la muerte sobre cuatro patas eliminó el miedo paralizante de mis miembros. "¡Gabriel! ¡NO!"

Pero mi perro se negó a correr, a pesar de que probablemente sabía que el monstruo al que se enfrentaba podía matarlo. Encaró a la bestia y saltó a sus patas peludas, logrando morderle con fuerza.

El licántropo aulló y aplastó a mi perro, acuchillando con las garras, y golpeó a mi valiente collie hasta el otro lado del túnel. Golpeó el suelo con fuerza y yació inmóvil.

Potter todavía me tenía agarrado por la parte trasera de la túnica y grité, "¡Tonto del culo, déjame ir! ¡Tengo que coger a mi perro!"

"¿Estás chalado, Snape? ¡En caso de que no lo hayas notado, hay un hombre-lobo ahí abajo!" gritó Potter, y siguió intentando tirar de mí para alejarme.

Clavé los talones. "¡No me importa! ¡No voy a dejar morir a mi perro!"

"¡Probablemente ya esté muerto, Snape!"

Lo ignoré y me libré de mi túnica, dejándole agarrándola. Corrí y conjuré un Encantamiento de Ligereza de Pluma en mi collie. Entonces lo cogí y corrí como el demonio túnel arriba. Potter me siguió y le hizo algo al árbol que hizo que el túnel se sellara y el árbol comenzara a golpear sus ramas de nuevo.

Yo estaba jadeando y enfermo de terror. Había descubierto el secreto de Lupin, me percaté entonces. Ahora tenía sentido. Lupin estaba maldito, no enfermo. Acuné a Gabriel contra mi pecho, podía sentir su corazón todavía latiendo debajo de mis dedos. Estaba sangrando profusamente por cuatro laceraciones paralelas a lo largo de su hombro y costado. ¿Podía un perro convertirse en licántropo? Sabía que era el mordisco de un licántropo lo que pasaba la maldición, pero, ¿qué había de las garras? Tenía que buscar a Hagrid, rápido.

"Snape, estás loco–arriesgando tu vida por un maldito perro de esa manera–" comenzó Potter.

Me volví contra él, prácticamente escupiendo las palabras. "¡Cierra tu maldita boca, Potter! ¿A qué estás jugando? Si mi perro muere–" Me estremecí sólo de pensar en ello. "Voy a perseguirte y clavar tu culo a una pared–a ti y a tus amiguitos Black y Pettigrew - ¡Sé que están implicados en esto también, no lo niegues!"

"Mira, Snape, fue un accidente…" comenzó Potter.

"¡Vete a la mierda, Potter!" Me giré y me alejé, no podía confiar en mi genio justo entonces.

"¡Te salvé la vida, Quejicus, imbécil grasiento!" gritó tras de mí.

"¡Después de ponerme en peligro primero, maldito gilipollas! ¡Gracias por nada!" grité por encima del hombro.

Comencé a correr hacia casa de Hagrid, y medio derribé la puerta en mi prisa.

"¡Hagrid! ¡Abre la puerta, soy yo, Severus!"

Fang comenzó a aullar y pronto la puerta se abrió de golpe.

"¿Severus? ¿Qué va mal, muchacho?"

"Gabriel… él…" No pude terminar, se me cerró la garganta. "¡Por favor, ayúdale!"

Hagrid me condujo dentro de su hogar, y me dirigió para que dejara a mi perro sobre la gran cama de Fang. Gabriel seguía inconsciente y su sangre había empapado mi uniforme. "¿Qué ocurrió, Sev?"

"Él… le arañó un… hombre-lobo…" jadeé.

"¡Hombre-lobo… no Remus Lupin...!"

"¿Lo sabías?" grité.

"Por supuesto que lo sabía. Todo el personal sabe de él, Dumbledore nos lo dijo el primer día de vuestro primer año. Tuvo que hacerlo. Pero, ¿cómo lo averiguaste?" Se arrodilló y aplicó una poción para detener el sangrado, luego usó una cuchilla afilada mágicamente para afeitar el pelaje de los cortes, haciéndolos más fáciles de tratar.

Se lo conté todo. Luego pregunté, terror en mi tono, "Hagrid, ¿los perros pueden… pueden contraer licantropía?" No quería conocer la respuesta, pero al mismo tiempo no podía soportar no saber.

"Ahh… no lo creo, Severus. Al menos nunca oí de ello," dijo Hagrid.

"Se contrae a través de la saliva, ¿verdad? Eso es por lo que dicen que si eres mordido por un hombre-lobo puedes coger la maldición, ¿verdad?"

"Sí, eso es correcto," acordó Hagrid.

"Pero Gabriel fue arañado, así que eso debería significar que no la cogerá. Las garras no son lo mismo que los colmillos."

"Sí. Y sí sangró bastante, así que eso debería limpiar algo las heridas," dijo Hagrid. Tanteó el cráneo de mi collie con dedos gentiles y expertos. "Aunque se llevó un mal golpe en la cabeza. Tráeme un poco de Reparador de Huesos de mi estantería, Sev. Podría tener el cráneo fracturado."

Era seguro dar Reparador de Huesos a los perros, el Skele-Gro no lo era. Lo traje enseguida y lo vertimos despacio por la garganta del perro inconsciente, y luego hicimos lo mismo con un Calmante de Dolor. Ayudé a Hagrid a limpiar los arañazos y ponerles una Pomada Limpiadora de Heridas. Luego lo envolví en un vendaje blanco limpio.

Entonces me senté a su lado, entumecido de shock y miedo. Me quedé dormido allí, sin importarme que debería regresar al castillo. Todo lo que importaba era que mi perro viviera. Mañana era un fin de semana de Hogsmeade, algo que normalmente esperaba con ganas, pero no entonces.

Gabriel despertó de madrugada, le di un poco de agua y lo llevé afuera, luego cuando entró, le tomé la temperatura usando magia, había aprendido ese hechizo de Madame Pomfrey, ¡era ciertamente más cómodo que el modo en que un veterinario Muggle tomaba la temperatura a un perro!

Descubrí que tenía fiebre alta y simplemente se tumbó allí en la cama de perro de Fang, todo mareado y jadeando. Fang estaba roncando al otro lado. Enseguida encontré un frasco de Reductor de Fiebre hecho para animales y le di dos cucharadas mezcladas con pasta de ternera de modo que lo tragara con facilidad. Después, simplemente durmió, y yo permanecí a su lado, acariciándole el pelaje.

"Ponte bien, Gabriel. ¡Por favor, ponte bien!" supliqué, me quedé dormido allí a su lado.

Cuando desperté estaba en una gran cama, y me percaté de que era la de Hagrid.

Pero Gabriel estaba muy enfermo por las heridas del licántropo. Puede que las garras de un licántropo no transmitan el mordisco, pero estaban muy sucias y llenas de gérmenes, y el hombro de Gabriel se infectó. A Hagrid y a mí nos costó dos días bajar la fiebre y vencer la infección, yo elaboré sin pausa y una vez me di por satisfecho de que mi perro viviría, le dije a Hagrid que iba a informar de los Merodeadores al Director.

"¡Pero Severus, se supone que nadie debe saber de Remus!"

"Demasiado tarde para eso, Hagrid," dije con una brusca risa. "El gato–o el lobo–está fuera de la bolsa."

Esta vez los Merodeadores habían ido demasiado lejos. ¿Seguramente Dumbledore se percataría de esto ahora y los expulsaría?

Yo casi había muerto y peor, también lo había hecho mi perro.

Pero las cosas no resultaron de esa manera. El Director parecía más preocupado por que no chismorreara el secreto de Lupin que por el hecho de que una broma estúpida casi nos había costado la vida a mí y a Gabe. Me hizo prometer no contar a nadie lo que sabía.

Resultó que McGonagall entró en el despacho durante ese rato y para mi eterna sorpresa ella me defendió. "¡Albus, no puede dejarles librarse con un azote en la muñeca! ¡No por esto! ¡Esto no fue una simple broma, podría haberle costado la vida al joven Severus! ¡Por no mencionar la vida de ese maravilloso collie!"

"Lo comprendo, Minerva, pero no puedo expulsarles, ni puedo permitir que Severus revele lo que ocurrió realmente esa noche. Además, James alejó a Severus de la puerta. Claramente no se pretendía ningún daño."

Me quedé boquiabierto y pensé que estaba gravemente loco.

"¿Ningún daño?" gritó McGonagall, estaba furiosa. "¡Atrajeron a un niño a una situación peligrosa sin ninguna razón! ¡Eso no es lo que yo llamaría ningún daño!" Su boca se afirmó. "Les consiente demasiado. Quiero su permiso, Albus, para darme licencia para imponerles disciplina como considere adecuado. Están en mi Casa."

Dumbledore levantó la mirada hacia ella, sus ojos graves. "Muy bien, Minerva. Estás a cargo de ellos."

Ella le dirigió un asentimiento. Entonces se volvió hacia mí. "Tiene mis disculpas, Sr. Snape. No se comportaron como Gryffindors, se comportaron como… como rufianes. Sí espero que su perro se ponga bien. Aunque está en buenas manos, con Hagrid. Le he visto cuidar de un Pegaso medio muerto hasta sanarlo. Me pasaré más tarde para ver cómo va. Ahora mismo, tengo algunos malhechores que castigar."

Navegó fuera de la habitación, pareciendo que iba a sacarles tiras. Siempre tuvo un punto débil por mi perro, diciendo que Gabriel le recordaba a su Jock, y dándome golosinas para él.

Más tarde, Minerva sí se pasó a ver a Gabriel, y mientras se arrodillaba y le acariciaba la cabeza, me dijo que recibiría cuatro disculpas por escrito de los Merodeadores, incluido Remus, que se sentía fatal y también quería escribir una. También me dijo que había usado un bastón con Potter, Black, y Pettigrew por su detestable comportamiento, dándoles diez a cada uno, como se había hecho cuando ella era niña. "Sentía que merecían más que sólo líneas, o fregar retretes, y todas las detenciones normales no parecen tener efecto en ellos, así que quizá esto podría."

Al principio me alegré de que por fin obtuvieran lo que merecían, pero después de un momento o dos me encontré sólo deseando que mi perro mejorara pronto y sin importarme un comino los Merodeadores. McGonagall tomó el té con Hagrid y conmigo, y yo le agradecí que castigara adecuadamente a los Merodeadores. Ella se agachó y acarició a mi perro antes de marcharse, y Gabriel despertó y le lamió la mano.

"¡He aquí un buen perro!" canturreó ella. "Te traeré un buen hueso mañana, ¿vale? ¿Te gustaría eso, gran bestia?"

Gabe meneó la cola y dio una especie de medio ladrido.

Mi maestra sonrió y dijo, "Procure regresar a su dormitorio esta noche, Severus Snape, de lo contrario su Jefe se verá obligado a descontar puntos."

Hagrid dijo que me ayudaría a llevar a Gabe a mi habitación esa noche. Yo estaba bastante disgustado porque Lily ni siquiera viniera a ver cómo estaba Gabe, cuando de repente hubo una llamada a la puerta y cuando Hagrid la abrió, allí estaba Lily. "¡Severus, acabo de encontrarme con McGonagall regresando y me dijo que Gabe había sido herido! ¿Va a ponerse bien?"

Sus verdes ojos estaban llenos de compasión y fue a arrodillarse en el suelo y abrazó a mi collie. "¡Pobre Gabe! ¡Pobre perro valiente!"

Yo me alegraba de verla, y por un rato no dije nada, contento sólo con estar en la misma habitación que ella.

"¿Cómo… qué ocurrió? ¿Fue herido luchando con una bestia salvaje?" preguntó ella.

"Podrías decir eso," le dije, deseando poder contarle la verdad. Pero estaba atado por mi promesa. "Cogió una infección en el hombro y casi murió."

"¡Oh, Sev! Lo siento tanto…"

La toqué en el hombro. "Lily, deja al imbécil de James y volvamos a ser amigos."

Pero ella sacudió la cabeza. "Severus, hemos pasado por esto. No puedo faltar a mi palabra."

"¿Por qué no? ¡Él faltó a la suya!" gruñí. "¡O no sabías que los Merodeadores fueron responsables de que yo casi muriera y también Gabriel aquella noche!"

"James dijo que trató de impedir que entraras en el Bosque," comenzó Lily.

"Se acobardó, pero no dejes que te engañe. Él también estaba metido en ello," dije ásperamente.

"Severus, estar con él es la única manera en que puedo protegerte."

"¡Puedo cuidar de mí mismo, Lily!"

"¿Puedes?" Ella suspiró. Entonces se puso en pie. "Tengo que correr. Cuídate, Sev. ¡Adiós, Gaby! ¡Espero que te sientas mejor pronto!"

Lily, ¿qué demonios te ha ocurrido? Me pregunté con pesar mientras acariciaba a mi collie. Nunca jamás te pedí que hicieras nada por mí.

No podía comprender cómo podía tolerarlos, porque salvo a Remus, yo los odiaba a todos.

15 de junio, 1993:

Detrás de mí, oí agitarse a Lily.

"¿Sev? ¿Qué estás haciendo levantado? ¿Estás enfermo?"

"No. Simplemente no podía dormir, así que estaba escribiendo algunos recuerdos," respondí.

"Ah. Espero que fueran buenos. Regresa a la cama, amor. Tengo frío." Palmeó la cama tentadoramente.

Yo sonreí y fingí reticencia, dejando mi pluma. "¿Eso es todo para lo que sirvo? ¿Un calientacamas?"

Ella rio entre dientes, bajo y apasionado. "Entre otras cosas."

Hice lo que pedía y volví a deslizarme bajo las sábanas, acurrucándome a su lado. Antes de saberlo, estábamos besándonos y eso a su vez llevó a otras cosas, y después me quedé dormido por fin, contento y feliz, y dormí hasta la hora del desayuno. ¡Oh, cómo adoraba cuando Lily venía a casa!

. . . . . . . . .

N/AEntonces, ¿os gustó la interferencia de Minerva? Sé que probablemente no fue suficiente para algunos de vosotros pero ella hizo lo que pudo.

A continuación: Severus revela cómo de no ser por un perro, se habría visto atrapado por la magia oscura.