Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 19

Bella

Caminé despacio sintiendo demasiado ardor para juntar las piernas.

— ¡Te mataré! —Exclamé.

Alice sonrió de lo más feliz. Seguía sentada en el piso junto a Lily, ambas coloreaban un libro de dibujo.

— Te dijeron que en unas horas se te pasaría —me recordó—. La depilación con láser es la mejor y más efectiva.

— Entonces quizá me provocó una reacción alérgica, me arde.

— Deja de ser tan quejumbrosa y vete a divertir. —Eso último lo dijo con sus ojos clavados en el libro, sin siquiera verme—. Anda, vete ya.

— Debería hablar con Edward y cancelar la cena. Ni siquiera puedo caminar bien.

Alice levantó su rostro; tenía las cejas muy juntas y los labios fruncidos como si estuviera pensando. De pronto se incorporó y caminó hacia la puerta la cual abrió de par a par.

Caminó hacia mí y tirando de mi mano me sacó a empujones de la habitación.

— Puedes llevártela —le dijo a Edward.

Él esperaba impaciente en la sala de estar. Apenas lo vi y le sonreí mostrando todos mis dientes.

Solo rogaba porque la irritación pasara pronto.


Edward

Bella se retorció en su lugar.

Había estado jugueteando con su comida desde que llegamos al restaurante, se veía intranquila y su nerviosismo me estaba sobrepasando.

— Bella, ¿te sientes bien? —cubrí su mano con la mía y le di un apretón—. Te ves asustada.

Ella sonrió como si nada pasara. Ese gesto lo hacía para tranquilizarme, lo sabía.

— Es que… hoy debía ser una noche perfecta, amor.

— ¿Y…?

Alejó su mano de la mía y abanicó su rostro; sus mejillas estaban excesivamente rojas. Exhaló mientras seguía abanicándose.

—No debí haber seguido los consejos de Alice —murmuró poniéndose de pie de forma tan brusca que la silla cayó hacia atrás. Bella apoyó sus palmas en la mesa, inclinó su cabeza.

Evidentemente llamó la atención de los comensales porque voltearon a verla. Un camarero se acercó y levantó la silla, lo cual agradecí.

— Bella, me estás preocupando —pronuncié lo más bajo posible—. ¿Qué te sucede?

Sus ojos se enfocaron en los míos, estaban llorosos.

— ¡Seguí los malditos consejos de Alice!

— Eso es evidente —le dije—, puedes sentarte.

Ella negó con la cabeza.

— Edward, no entiendes que no puedo estar más rato sentada. Quiero caminar, sí, caminar mucho y recorrer todo Central Park, dar algunas diez vueltas —tiró de mi mano, por supuesto no me moví.

— Quiero que me digas que te pasa —expresé.

— Te lo contaré si nos vamos.

Sujeté ambas manos. Observé lo delgadas y delicadas que eran con esa manicura francesa y después miré sus ojos cafés.

— Cuéntame.

Ella hizo mohín volviendo a moverse de esa forma incontrolable. Bella siempre era inquieta, pero hoy estaba rebasando los límites.

— Estoy irritada —susurró ininteligible.

Fruncí las cejas, mirándola.

— ¿Cómo?

— Edward, estoy irritada —repitió. Me observó unos minutos y al no escuchar respuesta prosiguió—: Me hice una depilación, ¿entiendes? Toda depilada.

— Ah… —Cerré la boca de inmediato al captar de lo que hablaba.

Es decir, Bella se había…

Sacudí la cabeza tratando de no imaginar nada impropio respecto a Isabella, sobre todo porque estábamos en un lugar público completamente abarrotado de comensales donde los caballeros parecían no poder ocultar su interés por la hermosa chica que estaba de pie junto a mí.

»Puedes hablar más bajo —le pedí antes de que se le ocurriera darme detalles—. Por favor, siéntate.

Pasé la servilleta por la comisura de mis labios, mientras Bella apresó su labio inferior entre sus dientes, mirándome con tanta inocencia y…

¡Santo Dios!

Pestañeé, rompiendo su hechizo. Ella no debía mirarme de esa manera, no cuando confesó que se había depilado toda.

¿Por qué simplemente no me busqué una novia normal? Una chica menos loca y que no le pasara algo nuevo cada cinco minutos.

No. No pude hacerlo porque caí perdidamente enamorado de Bella.

— No puedo sentarme.

— Entonces será mejor que nos vayamos —mencioné, al mismo tiempo que llamaba al camarero.

Habíamos llamado la atención de la mayoría en el restaurante. Y para una persona discreta como yo era suficiente. Una vez que pagué la guié hacia la salida donde las elegantes puertas de vidrio nos permitían apreciar el exterior, era de noche y el viento soplaba sin descanso.

Quise pasar desapercibido el hecho que Bella caminara extraño. En vez de reír, restregué los dedos en mi frente, sintiéndome abochornado.

— No quiero terminar la noche así —se quejó haciendo un puchero y abrazándose a mi torso— no eran esos los planes.

De hecho no lo eran. Tenía una suite reservada para pasar la noche.

— Podemos… —dudé— ir a la habitación y platicar. Es aquí mismo —señalé el ascensor del fondo.

Bella suspiró y una hermosa sonrisa se dibujó en sus labios rosas. Era evidente que también quería estar tiempo a solas conmigo.

Caminamos hacia el ascensor y llegamos al piso 23 más lento de lo que imaginé.

Bella quedó deslumbrada con la habitación y con la hermosa vista que había en el ventanal, pues en él podía apreciarse parte de la ciudad con sus cientos de luces.

Me acerqué y la abracé por la espalda. Ella se tensó en un principio, pero al sentir mis labios en su cuello se relajó y me dio mejor acceso.

— ¿Quieres contarme lo que ocurrió?

Tenía curiosidad por saber qué había pasado para estar irritada de su zona íntima, quizá mi lado morboso quería deleitarse con los detalles y escuchar de su voz lo que me diría.

La hice voltear, levanté su mentón delicadamente. Bella mordía su labio inferior, un hábito común en ella y tentador para mí.

— Fui a un lugar para… ya sabes.

— Entiendo.

— En realidad yo no quería, solo que Alice dijo que… ustedes preferían vernos limpias.

— Alice está loca y tú igual por seguirle la corriente.

— Y no es que antes no me depilara, eh —frunció las cejas—. Lo he hecho siempre, lo que pasa es que he usado otros métodos.

— Te creo.

— Fue una depilación láser. La chica que me atendió dijo que era normal sentir irritación por algunas horas, solo que no siento mejoría. Arde.

Asentí.

— ¿Te has revisado?

— Lo hice en la ducha, hace una hora, quizá.

— ¿Cuántas horas han pasado desde el procedimiento?

— Creo que apenas han pasado tres horas.

Suspiré aliviado.

— Ha pasado muy poco tiempo, Bella. ¿Estás inflamada?

Bella asintió.

— Y muy roja.

— Ven aquí —la cargué en brazos y la dejé delicadamente sobre la cama cubierta de pétalos rojos y me tumbé junto a ella.

Una vez más debíamos posponer nuestra noche. Y no es que estuviera desesperado, sin embargo… ¡demonios! Claro que estaba desesperado por ella, por su cuerpo.

— La habitación es muy bonita —murmuró apoyando su cabeza en mi hombro, sujeté su mano y jugué con sus delgados dedos—. Hoy era nuestra noche, Edward. Y lo he arruinado todo.

— Bella, no te culpes. Existirán más días y noches para nosotros.

— Pero esta era especial, era nuestra. Quería que ocurriera hoy.

Sonreí al escuchar su decepción. Bella también lo quería tanto como yo.

— Podemos besarnos —sugerí ansioso.

Nuestras bocas se encontraron con deseo… Al cabo de media hora lo único que se escuchaba en la habitación eran nuestros jadeos y respiraciones aceleradas.

Estábamos tumbados por completo sobre la cama con mi cuerpo cubriendo el suyo, teníamos la mitad de nuestros torsos desnudos y no podía dejar de probar la piel de su cuello.

— No quiero que… paremos —jadeó entre suspiros.

— Bella, no me digas eso —bajé mi boca hasta sus pechos y succione.

Estaba buscando un pretexto para detenerme, ella estaba lastimada y no podía aprovecharme. No lo disfrutaría y era lo que menos quería para su primera vez.

— No te detengas, por favor —rogó—, porque duele.

— ¿¡Qué!? —me alejé un poco sosteniéndome con los antebrazos y miré su rostro— ¿de qué hablas?

— Después de tantos besos entre nosotros, me duele —explicó— por no terminar.

— Ah…

Mierda. Debí haber imaginado que al no obtener su liberación se sintiera mal. Porque justamente me ocurría lo mismo.

— Continúa —insistió tirando de mis hombros para acercarme a su cuerpo.

— ¿Estás segura?

Sus manos acunaron mi cara acercándome a sus labios los cuales besé.

— Sí.

— Pero estás… —puso un dedo en mis labios.

— Estoy hirviendo porque ocurra de una vez, Edward.

Solté una exhalación pesada mientras una mano bajaba hacia sus muslos. Ella automáticamente intenta cerrar las piernas.

»No podemos saltarnos esa parte —murmuró.

— Debo cerciorarme que estés lubricada —murmuré palpando.

— Lo estoy y mucho, parezco un arroyo naciente de tan mojada que estoy.

Reí de sus ocurrencias. Incliné la cabeza y dejé un beso en su frente.

— No ahora nena. Pude sentir que tu piel está muy caliente, esperemos un poco.

Resopló.

— Me sigue ardiendo —confesó.

— Lo mejor sería que fuéramos a urgencias, Bella. No puedes seguir así, no es normal —bajé de la cama y me puse la camisa.

Ella se sentó muy despacio sobre el colchón mientras hacía una mueca de incomodidad.

Estaba arrepentido de haber preferido traerla a la habitación y no haberla llevado a un hospital. Era un imbécil que me atreví a poner primero mis deseos en vez de cuidarla.

— Bien, pasemos esta vergüenza —articuló por lo bajo.

.

Pasaron treinta y cinco minutos y Bella estaba en una camilla, esperando por ser revisada.

— Creo que piensan que hemos tenido una noche loca —bromeó al recordar cuando llegamos y ella apenas podía caminar.

Acaricié su cabello sin mucho ánimo de reír. Estaba preocupado por ella.

— Isabella Cullen.

Volteé hacía esa voz que yo conocía, me paralicé.

Era ella.


Antes que nada AGRADEZCO con mi corazón sus buenos deseos, ahora estoy bien y lista para darle el final a esta historia. Ojalá quieran otro capítulo muy pronto, ¿qué dicen? ¿Quieren otro capítulo?

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