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Advertencias del capítulo: (Lenguaje soez)

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Disclaimer:Attack on Titan y sus personajes NO me pertenece

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Nota: Esta historia es completa y absolutamente MIA, y no es permitido tomarla sin mi autorización.

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HILO ROJO

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CHAPTER 25

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FUTURE


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12 años…

—¿Me ha escuchado princesa? — la estricta voz femenina hizo que Mikasa finalmente saliera de sus pensamientos.

Con un suspiro, la morena volteó, irguiendo la espalda con firmeza y mirando a la severa figura de la mujer, a varios pasos de la puerta de su habitación.

—Creo que eso esta bien — susurró con una pequeña sonrisa a la sirvienta que le arreglaba el cabello.

La chica asintió rápidamente, levantando las manos con la misma velocidad. Se inclinó ligeramente y luego se alejó, con pasos cortos y sin darle la espalda hasta tomar posición a un lado de la puerta, junto con las dos otras sirvientas que se habían encargado de limpiar y ventilar la habitación.

—Pueden retirarse — la mujer mayor hizo un movimiento de manos, indicándoles que salieran.

Las tres chicas cruzaron la puerta en silencio y completo orden. Si no fuera porque Mikasa las observó todo el camino fuera del dormitorio, seguramente habría ignorado su presencia. A su alrededor, las personas debían ser como el aire, silenciosas y fácilmente imperceptibles, estas reglas se aplicaban a todos los trabajadores e incluso a cualquiera que no poseyera un cargo real.

—Princesa — el carraspeo mal disimulado la obligó a devolver la atención a Chihiro.

La mujer mayor era demasiado sería y un poco desagradable. Su tono de voz además de demandante, resultaba demasiado fuerte y pese a todos los años que llevaba de conocerla, Mikasa aún no se podía acostumbrar a su personalidad, ni mucho menos a los continuos reproches que recibía de ella cuando había alguna falta en su aptitud.

Se esperaba que una princesa fuera la personificación de la delicadeza, la educación y las buenas maneras.

Las continuas y tediosas instrucciones sobre todas las gracias que debía poseer se habían vuelto sus actividades diarias. Sabía de memoria la rutina que seguiría desde el momento en el que abriera los ojos hasta que volviera a cerrarlos. Esto no cambiaba a menos de que un elemento exterior le obligara a modificar su horario, aun así, todos los días, Chihiro se encargaba de recordarle sus ocupaciones diarias.

—Disculpe Chihiro, puede continuar — susurró con suavidad y delicadeza. La mujer asintió y procedió a indicarle lo que sería de su día.

Mikasa suspiró, aún sin escucharla. Apenas con doce años de edad ella comprendía muchas cosas, talvez demasiadas para una niña tan pequeña. Había aprendido a acostumbrarse a los cambios de su vida e intentaba ser agradecida, sin embargo, todo era tan extraño, como si no se sintiera ella misma, y quería volver a ver a su madre y padre, pero ellos habían muerto.

Su día a día resultaba tan vacío, que cada noche solo podía desear que algo lo cambiará.

Una pequeña esperanza.


—¿Quién es él? — Mikasa observó al pequeño niño que se encontraba sentado en las afueras de lo que era la pequeña botánica real del palacio.

Lucía sucio, triste y callado. Mientras daba su paseo matutino, Mikasa no pudo evitar reparar en la pequeña figura hecha un ovillo, al pie de la puerta principal del pequeño almacén medicinal que estaba dentro del castillo. Conocía a la mayoría de los sirvientes luego de haber llegado ahí cinco años atrás, pero nunca había visto a aquel chico, estaba segura.

—No reparé en él princesa, no merece su atención, siga — su acompañante, el profesor real, le indicó el camino con una mano, obligándola a continuar.

Mikasa asintió y le siguió, sin embargo, en cuanto el hombre se descuidó, mientras le comentaba algunas cosas sobre el clima y la estación, la pequeña volteó el rostro nuevamente y miró al chiquillo, el cual parecía ahora interesado en la caravana de sirvientes que la seguían. Sus miradas se encontraron un segundo y Mikasa volteó el rostro y continuó, asintiendo cuando era preciso como si realmente supiera de lo que el instructor hablaba.

Ojos claros, enormes, tristes y redondos.

Ojos esmeralda.

[•••]

—¿Eren Jaeger?

—Si princesa — Akio era de las pocas sirvientes que habían dejado el protocolo y las reglas de lado, y se había vuelto lo más cercano a una amiga dentro de aquel lugar tan solitario —. ¿Hay alguna razón por la que le haya llamado la atención?

Mikasa sintió como todo su rostro enrojecía y se apresuró a ocultarlo fingiendo que seguía con su bordado.

—No, solo… no lo había visto en el palacio jamás y parecía diferente — su mirada se perdió en una pared mientras recordaba —. Lucía distinguido…

—Bueno… según escuche — Akio miró por corredor antes de acercarse a ella y simular que limpiaba los muebles, su voz fue apenas un susurro en esa ocasión —. Fue el hijo del médico real.

—¿El médico real? — Mikasa intentó recordar a dicho personaje. Había sido una niña saludable, pero recordaba a un hombre gentil, de anteojos y sonrisa afable, quien había sido llamado para revisarla el primer día en que había puesto un pie en el palacio.

El control, pese a que había sido profesional y que estuvieron muy bien acompañados, fue demasiado personal y la hizo sentir incomoda y horriblemente expuesta, por lo que, la siguiente ocasión en que pudo vislumbrar al médico, no había hecho más que huir, y todas las veces que le siguieron durante ese tiempo.

Aun así, le pareció un personaje afable y bondadoso.

Mikasa cayó en la cuenta de lo que la chica había dicho, levantó el rostro rápidamente y la observó, con el ceño ligeramente fruncido.

—¿Fue?

—Si… el doctor y su esposa murieron en un accidente hace unos días.

—Ohhh… — el aire escapó de sus pulmones y una expresión de tristeza cruzó su semblante.

—Si, y al parecer el joven será instruido dentro del castillo para trabajar para la familia real. El doctor era un hombre muy querido, todo mundo lo amaba y fue muy triste su partida… tengo entendido que el consejo decidió que su progenie sea bienvenida.

—Ya veo — Mikasa asintió.

No entendía muy bien como funcionaba todo dentro del castillo aún, su papel se limitaba en algunas cosas por lo que no tenía la manera de saber algo como lo que sucedía con el chico que había visto dos días atrás. Aún así, no podía sacárselo de los pensamiento, había despertado su curiosidad de una manera inusual, fue algo en su mirada que le hizo sentir identificada y al mismo tiempo conectada.

Habían pasado por lo mismo. Ella también perdió a sus padres de una manera cruel y los sucesos que siguieron luego, solo le hicieron comprender lo oscuro que era el mundo en realidad.

Fue una tarde cualquiera, mientras estaban en casa, dos hombres habían llegado de la nada. Su padre creyó que eran vendedores por lo que abrió la puerta, no lucían intimidantes y de hecho tenían un rostro agradable y bondadoso, ahora ella muy poco se confiaba de una expresión afable.

Ambos sujetos se abalanzaron sobre su padre y le mataron frente a sus ojos. Su madre intentó darle tiempo de escapar, pero también corrió con la misma suerte. Estaba asustada y el dolor en su interior era insoportable. Por un momento fue como si su cuerpo no le perteneciera, como si su alma se hubiera sepultado en lo más profundo de su corazón dejando solo un cuerpo vacío, una muñeca rota.

Estaba perdida.

No sabia que sucedía, no comprendía nada más allá del dolor.

Todos lloraban, pero ella se había quedado sin lagrimas. Las personas clamaban por piedad y oraban a alguna entidad para tener un destino aceptable, a ella no le importaba. Por lo que, no se quejó, cuando una mujer la compró y se apresuró a sacarla de aquel lugar.

Creyó que su vida sería un infierno, hasta que aquella mujer le empezó a relatar una historia sorprendente. Era descendiente de los Azumabitos de Hizuru, nación antes aliada de Paradis. Era la última sobreviviente de la familia real y como tal, la futura heredera.

Tenia seis años cuando su vida cambió por completo. Ahora cuando contaba con doce años de edad, ella se preguntaba el propósito de todo aquello. La tarde en la que fue comprada en una subasta de esclavos, su destino había dado un giro de 360 grados, pero comprendió con el tiempo que simplemente había cambiado una prisión por otra.

Era una princesa y tenía todos los lujos que conllevaba el título, pero aquella era una vida restrictiva, con reglas, tareas y cantidades enormes de protocolos.

Todos los días intentaba decirse que no debía pensar de aquella manera, pero luego miraba a los chicos de su edad jugar mientras ella recibía numerosas clases de etiqueta. Agradecía al cielo por aquella oportunidad, pero egoístamente pedía con fervor encontrar una sola razón para vivir de verdad.

Porque cada nueva mañana cuando se levantaba y se observaba al espejo, mientras numerosas manos arreglaban su apariencia por completo, sin siquiera tener que mover un dedo para ayudar, su reflejo le devolvía una imagen repleta de pulcritud y sofisticación, pero eran sus ojos los que más llamaban su atención. Siempre tan oscuros, tan tristes y tan vacíos.

Justo como los ojos de Eren Jaeger.

Ambos compartían eso.

Una mirada ausente, solitaria, desesperanzada.


13 años…

—¡Princesa! — la voz de Akio la hizo sobresaltarse.

Mikasa volteó y se alejó un par de pasos de la ventana.

Era muy temprano en la mañana y los soldados se encontraban entrenando en el campo frente al palacio. Cada mañana durante los últimos meses, había procurado levantarse antes de lo usual, para poder tener una mirada de Eren.

Habían pasado ya tres años desde la primera vez que le había observado. El tiempo que siguió, solo avivó su curiosidad por el chico, pero aún no había tenido la oportunidad de conocerlo.

Aun así, había algo entre ellos. Lo sabía, por medio de las miradas que intercambiaban las escasas veces que se cruzaban, podría ser el entendimiento mutuo o un simple hecho de perspectiva, talvez era solo ella, pero no importaba, porque mientras le observaba a la lejanía, se sentía menos sola.

—¿Que hacía tan cerca de la…? — Akio había cruzado la habitación y en ese momento se encontraba ya inclinada sobre la ventana —. Ohhh, el joven Eren — volteó sobre su hombro y le dirigió una mirada francamente insinuadora.

Mikasa sintió que se le enrojecía todo el rostro al saberse descubierta. El campo se encontraba completamente lleno de hombres y guerreros de todas las edades, pero Akio había logrado entrever algo en su interés mal disimulado por aquel chico a través de los años.

—Yo no…

—Venía a despertarla y desearle un buen día — la chica dio la vuelta y se encaminó hacia la puerta, su paso era saltarín, como el de una niña en medio de una travesura —. Pero ya veo que llegue tarde…

—Akio — intentó reprimirla, pero la pelirroja no se intimido, en su lugar, se aferró a la puerta y salió de la habitación, no sin antes dirigirle una mirada astuta.

—Voy a pedir que le preparen el baño princesa — susurró y cerró el dormitorio.

Mikasa suspiro, aún avergonzada. Debía ser mas cuidadosa. En ese momento había sido Akio y estaba bien con ello, pero la siguiente vez podría ser otra persona y era escandaloso en todas las formas posibles, que la princesa del palacio estuviera interesada en el entrenamiento de los hombres.

Luego de la muerte de Chihiro, fue una suerte que Akio hubiera sido ascendida al cargo de su sirvienta personal, pero no debía confiarse, lo sabía.

Se acercó lentamente a la ventana, aun dudosa, y observó a través del cristal, el campo nuevamente. Había una única figura que le llamaba la atención. Era un chico pequeño y delgado en comparación de los demás, pero tenía la determinación de un auténtico guerrero.

Lo había observado cada día, durante el último año. No comprendía aún como había llegado hasta ahí, creyó en un inicio que el chico seguiría los pasos de su padre al incursionar en el mundo de la medicina, sin embargo, a los pocos meses de entrar al castillo, había empezado a entrenar con la guardia real.

Mikasa no veía aquello como un problema, pues era la manera más efectiva de continuar teniendo una mirada de su persona.

Los primeros días habían sido difíciles para él. Mientras se sometía a lo que parecía un entrenamiento cruel y exhaustivo, largas horas de practica con la espada y otras más con su propio cuerpo. No parecía alguien precisamente fuerte, pero se había levantado en cada ocasión que caía al piso. Su voluntad permanecía intacta pese a todo lo que había sufrido. Mikasa decidió que ella también lucharía por levantarse y caminar con la frente en alto cada día.

Todas sus lecciones tenían un propósito, algún día sería la reina y podría cuidar de todo su pueblo, protegerlos y asegurarse de que nadie pasará por lo que ella había pasado.

Eren le había enseñado que sin importar que, debía seguir avanzando, paso a paso. No podía rendirse y no lo haría.

Porque había encontrado algo por lo que luchar.

Finalmente un propósito.

Y mientras Eren se convirtiera en el guerrero que estaba destinado a ser, ella sería una princesa que enorgulleciera a su pueblo.


15 años…

—Eso es lo que hemos declarado princesa — demandó la mujer con una ceja alzada.

Mikasa frunció lentamente el ceño, mirando a los tres consejeros que la observaban fijamente.

Ellos eran quienes actualmente se hacían cargo del pueblo y las decisiones, por lo menos hasta que tuviera la capacidad emocional y mental para tomar el poder.

Los últimos días habían sido un poco tensos en el palacio, cuando una serpiente fue encontrada en su dormitorio. Aún no se sabía como había llegado ahí, pero era mas que evidente para la mayoría, que no se trataba de ninguna casualidad.

Luego de eso, ella misma había pedido un cambio de habitación y a continuación, solicitó que solo el personal que conocía fuera quien se encargara de servirle. Era su primera orden en todos los años que llevaba ahí y fue como si todas las personas a su alrededor la pudieran ver con otros ojos.

Se sintió bien y creyó poder controlarlo, no había esperado que los consejeros hubiera estado urdiendo algún plan a voces escondidas, ni mucho menos que quisieran imponerle una compañía obligatoria.

—Pero… no ha habido ningún ataque en las ultimas dos semanas.

—Investigamos todo el castillo princesa y a cada uno de los sirvientes y trabajadores en el interior, por lo que pudimos descartar la posibilidad que se tratara de un ataque interno, sin embargo… no podemos solo dejar pasar la ocasión, lo mejor es que usted se encuentre siempre acompañada — un hombre de cabellos albinos y ojos castaños habló, era Tanaka Daichi.

Mikasa había estudiado todo ese tiempo a los tres personajes frente a ella, los únicos que dentro de la jerarquía, estaban a su nivel y quienes actualmente gobernaban. Sabía que entre los consejeros, el señor Tanaka era el más flexible y comedido.

—Tengo un desfile de sirvientes siempre conmigo, nunca estoy sola — expuso rápidamente.

—¿Y qué se supone que van a hacer un grupo de mujeres débiles? — la voz de Yoshida Tomeo resonó fuerte en aquella pequeña sala.

Mikasa se tensó y dirigió una mirada en su dirección. Se trataba de un hombre fornido y muy mayor, que aún conservaba el cabello negro como la noche y tenia unos ojos tan oscuros que le hacían preguntarse como seria su alma. El hombre nunca había sido de su agrado absoluto, fuera por su tono de voz, su manera de observarla o incluso su trato a los sirvientes.

Mientras Daichi era el consejero con mayor experiencia dentro del palacio y por lo tanto, el más respetado, Tomeo resultaba el más intimidante de los tres. Nadie quiera meterse en su camino, contradecirle o siquiera negarse a cualquier petición suya.

—Lo que queremos decir princesa — Azumabito Kiyomi intervino rápidamente, con suavidad. Ella había sido la mujer que le rescató de un destino cruel como esclava, también la había llevado hasta aquel lugar y declaró ante todos que era la sucesora directa al trono. Era una persona reservada, un poco seria y ambiciosa, pero había sido siempre la más agradable de los tres —.… Es que, necesitamos asegurar su bienestar. El primer ataque puede ser tentativo y no podemos permitir el deceso de la única heredera al trono.

—Si, pero…

—Usted tiene que cooperar con nosotros y de igual manera, analizamos también las incomodidades que esta petición podía ocasionarle, por lo que decidimos limitar su compañía a un guardia — continuó la mujer como si no hubiera intentado tomar la palabra.

—¿Un guardia?

—Si, será el guarda real. Le servirá a usted en todo lo que necesite, será su sombra y nunca dejará su lado, incluso si debe dar su vida por ello.

Mikasa parpadeó, procesando la información. Aparentemente no tenía voz, ni voto en aquella decisión. Aún cuando deseara negarse, sabía que no seria escuchada, por lo que hacerlo en realidad era una confrontación sin sentido.

Comprendía muy bien la razón detrás de aquella petición, pero no lo hacia menos molesto. La consejera le había dicho todo lo que se esperaba de su guardia personal y sabía que una vez en el puesto, seria aún peor. No le molestaba la compañía de otra persona, pero la falta de privacidad, la presencia impuesta y sus propios sentimientos, le impedían dar su brazo a torcer.

Nunca volvería a estar sola, siempre estaría a su lado aquella persona. Seguramente mayor, intimidante y experimentado.

Nuevamente volvería a ser ella misma en sus pensamientos, ya no tendría la libertad de hablar con Akio o con Sadako, la cocinera. Ya no podría darse las incursiones por el palacio durante las tardes luego de las lecciones con el profesor real, o las escapadas en la noche, cuando todos pensaban que dormía. Tampoco podría observar a través de la ventana para obtener aunque sea una mirada de aquel chico que le había inspirado a dar lo mejor de sí misma.

Eren.

Un pensamiento inmediato le cruzó la mente y se apresuró a levantar la mirada y observar a las tres personas frente a ella.

—Si tengo que tener un guardia que invada mi espacio personal día y noche, al menos exijo la libertad de decidir quien será.

—No puede hacerlo princesa — el consejero Yoshida tensó la espalda y le dirigió un ceño fruncido —. No es una elección que se deba hacer a la ligera, esto no es un juego.

—No pienso que lo sea… comprendo perfectamente la importancia de salvaguardar mi seguridad — intentó ser firme, pese a que sentía un evidente temblor en las rodillas. Aún así, no podía ceder. Algún día sería la persona a cargo de un pueblo entero, lo único que podía esperar era al menos tener la voz para expresar sus sentimientos —. Solo estoy solicitando elegir al guardia.

—Princesa… debe entender que es una elección de seguridad primaria.

—Y lo comprendo perfectamente… sin embargo, también es mi elección — pensó muy bien las palabras que diría, debía sonar madura, sofisticada y seria —. Estoy muy agradecida con ustedes por siempre velar por mi seguridad, de verdad aprecio el esfuerzo, pero… lo único que pido en esta ocasión, es que me permitan elegir a mi guarda. Será la persona que me acompañará día y noche, y francamente me incomoda pensar en un hombre a mi lado. Solo quiero que sean un poco empáticos con mi situación.

—¿Entonces que? Además de velar por su seguridad ¿Su guardia tiene que caerle bien y procurar su sensibilidad femenina? — Yoshida alzó una insolente ceja en su dirección.

—Consejero Yoshida, le voy a pedir, por favor, que respete a la princesa y su opinión — el consejero Tanaka intervino rápidamente.

—¿Escuchaste lo que dijo?... este no es momento de pensar en lo que la hace sentir más cómoda, no sabemos nada sobre el enemigo y…

—No importa — la mujer carraspeó, interrumpiendo al hombre —. Un guerrero es un guerrero y como tal, no influye si ella lo elige.

—Claro que si — el pelinegro gruñó —. Necesitamos que el mejor soldado vigile su seguridad. No es un punto de negociación.

—Si me permiten — Mikasa intercedió —. Soy muy joven aún, y estoy completamente de acuerdo, en que su sabiduría compensa de todas las maneras mi pensamiento inocente y mi falta de experiencia, aun así… no soy tonta y se a lo que me estaría ateniendo de hacer una elección incorrecta, después de todo es mi vida la que esta en peligro — irguió la espalda con firmeza —. Aun así, puedo hacer varias concesiones en pos de mi seguridad. Les puedo asegurar que seré un objetivo obediente para mi guardia. Nunca daré un paso fuera de su lado e incluso haré todo lo que me ordene siempre que sea acerca de mi protección. También me aseguraré de nunca estar sola e incluso, pudo prometer aceptar toda decisión de su parte consejeros, si en esta ocasión, consienten mi elección.

Los tres personajes se observaron los unos a los otros en silencio. El menos contento con su intervención era sin duda Yoshida, aun así, Mikasa sabía que sus halagos y delegaciones acerca de cualquier otra decisión que le concerniera lo tenia interesado.

—Creo que tendremos que discutirlo en privado por unos minutos su alteza — Kiyomi se disculpó antes de que los tres dejaran sus asientos y se alejaran varios metros.

No podía escuchar lo que decían, pero parecía una discusión acalorada. No era correcto verlo, por lo que Mikasa dio media vuelta y fijó una mirada una pared.

Pasaron varios minutos antes de que escuchara un carraspeo. Los tres consejeros volvieron a sus antiguas posiciones y Kiyomi se inclinó sobre la mesa, apoyando los codos en la madera y entrelazando las manos. Mikasa se preparó para lo que seguía.

—Estamos de acuerdo en su petición alteza.

La morena se limitó a sonreír ligeramente, pese a que quería aplaudir de júbilo.

—Sin embargo, hay una sola limitación que tendremos que ponerle.

La sonrisa se borró del rostro de la chica, pero rápidamente recompuso su semblante y asintió.

—Muy bien… ¿De qué se trata?

—Nosotros estamos dispuesto a ceder, pero, como le aseguramos antes, su protección es nuestra principal preocupación, por lo que vamos a dejar al candidato en seis meses de prueba, para ver si es apto para ser el guardia real. En caso de que no sea así, usted deberá estar de acuerdo en nuestra elección.

Mikasa se lamió los labios, mientras observaba las expresiones solemnes de los consejeros. Era más que evidente que ninguno cedería un poco más y estaba bien, de hecho, había recibido mucho mas de lo que esperaba. Aún así, se tomó su tiempo antes de asentir y permitirse una sonrisa pequeña y suave.

—Esta bien, agradezco su voluntad — bajó la cabeza ligeramente, en señal de respeto.

—Esta bien princesa — Kiyomi asintió —. ¿Pensó ya en el guardia que la protegerá? ¿O quiere conocerlos y decidir?

—Podemos ir al campo de entrenamiento ahora — comento el consejero Tanaka.

—No hay necesidad — la morena sonrió —. He escuchado muchas anécdotas y vivencias de un guerrero en particular.

—Seguramente es Hiro Ishikawa, es nuestro mejor soldado y…

—No es él — Mikasa interrumpió a Yoshida.

—Entonces Fuuji Yamada, su pericia con la espada será leyenda algún…

—Tampoco.

—Muy bien, entonces princesa — el consejero Tomeo se cruzó de brazos y le dirigió una mirada seria — Díganos quien será su guardia.

Mikasa trago saliva y entrelazo los dedos de las manos a su espalda. Intento controlar los nervios mientras buscaba las palabras para revelarlo.

—Es un guerrero joven… pero que ha tenido la capacidad y fuerza para sobresalir y ser reconocido por eso, tanto así que llegó a mis oídos que podría incluso ser el mejor espadachín que tengamos en el reino en un futuro cercano y… creo que podría ser una compañía saludable.

—No estará hablando de…

—Me comentaron que fue el hijo del doctor real… no se su nombre y nunca lo he visto — fingió —. Pero por lo que escuche, tiene las cualidades necesarias para ser reconocido pese a su corta edad.

—Usted lo ha dicho princesa… es demasiado joven, no puede pretender que un chiquillo de 15 años tenga las características físicas, emocionales y psicológicas para protegerla — Yoshida estalló.

—Fue reconocido por el general de la armada real.

—Aun así, no sea tan… — parecía escupir las palabras, furioso, hasta que Kiyomi le lanzó una mirada fulminante y Tanaka le pegó un golpe en las costillas —… Crédula.

—Lo que quiere decir el consejero Yoshida princesa, es que lo mejor es considerar su petición. El joven soldado Jaeger es todo lo que ha escuchado, es muy bueno con la espada, ha mostrado disciplina, empeño y honor, ha trabajado muy duro y ha sido reconocido por ello.

Mikasa se apresuró a asentir vehemente.

—Pero carece de lo más importante — sus palabras le obligaron a fruncir el ceño.

—¿Qué es eso?

—De experiencia princesa — soltó esta vez Kiyomi.

—Un guerrero puede poseer enormes cualidades, pero si nunca ha experimentado el peligro real o se ha enfrentado a un enemigo fuerte, no es considerado un soldado como tal.

—Pero…

—Y estoy completamente de acuerdo con usted acerca de el soldado Jaeger, personalmente he visto el progreso del muchacho y es de admirar, pero aún le falta experiencia y eso lo hace ineficiente para el trabajo que necesitamos que haga — continuo el consejero Tanaka.

—Usted representa a todo el pueblo de Hizuru… sin usted su alteza, no somos nada, no tenemos propósito, seríamos un pueblo sin lo mas importante en su jerarquía, un mandatario supremo, una reina. Encontrarla debió haber sido un regalo de los dioses y no podemos perderla, usted reconstruirá la familia real en un futuro — aseveró Kiyomi Azumabito —. Así que le pido que reconsidere su elección.

Mikasa se sintió ahogada, sin salida. La firmeza en las palabras de los consejeros sólo le hacían saber que muy difícilmente darían su brazo a torcer.

Debería estar acostumbrada, desde que había llegado ahí las decisiones acerca de su vida y cualquier cosa que implicará esta, habían dejado de ser suyas.

No tiene ninguna elección propia, desde lo que vestía, hasta lo que comía. Su tiempo, sus intereses, sus ocupación y en este caso también sus decisiones.

Había sido estúpida al creer que podría lograr algo por si misma en aquel lugar.

Aun así, cuanto no habría dado por obtener la sensación de que al menos controlaba algo en su vida.

Y tener a Eren Jaeger en su día a día se había vuelto un anhelo.

Había algo en la fuerza que demostraba que le impulsaba una y otra vez a seguir adelante. Era su ideal, aquella imagen a la que se había aferrado para no hundirse en la soledad.

Apretó los puños y su mirada adquirió una determinación sin igual. Estaba tan temerosa, tan eufórica, molesta, asustada y nerviosa. Su interior era un nudo de sentimientos, pero tenía un propósito y no pensaba desistir más.

No pensaba ceder en esa ocasión.

Perder no era una posibilidad.

—Yo era una niña esclava y huérfana cuando me encontraron. Salí de ningún lado y aún así, todos me aceptaron como la princesa, porque confiaron en mi y en mi capacidad a futuro de lograr algo extraordinario. Es lo mismo para el soldado Jaeger y…

—Él es solo un huérfano cualquiera y usted es una princesa… — refutó Yoshida.

—Aun así, eso no quita el valor de una persona que ha salido adelante. Independientemente de las posiciones jerárquicas, el soldado lucha día a día por hacerse un nombre y merece ser reconocido por eso.

—Comprendo muy bien que las circunstancias de vida similares la lleven a simpatizar con el soldado Jaeger, pero…

—No es solo empatía. Reconozco su valía como una persona que ha superado las adversidades de la vida y se abre paso a un mundo cruel en soledad. La experiencia es primordial para este trabajo, lo comprendo… pero de igual manera ¿No serían la juventud y vitalidad cualidades extraordinarias?

—Los consejeros se quedaron en silencio, analizando sus palabras.

—Su interés en este joven soldado es inusual — susurró pensativamente el azabache .

—No digas estupideces Tomeo — le reprendió Kiyomi.

—Pese a que aún tengo algunas contrariedades acerca de su decisión princesa, debo aceptar que su determinación, su convicción y tenacidad sobre su propósito y la buena elección de palabras me han hecho reconsiderar mi decisión — musito Tanaka con una ligera sonrisa.

—No digas idioteces Daichi — objeto el otro hombre.

—No lo estoy haciendo, pero la princesa tiene razón ¿Cómo el chico puede probarse si no obtiene la oportunidad?

—¡¿Y es acaso está a expensas de la vida de la princesa?!

—Su alteza ha estipulado que ella cooperara para hacer el trabajo mucho más sencillo — le recordó la mujer mayor.

—Además.. acepto los seis meses de prueba, por lo que si se presenta algún inconveniente o el soldado Jaeger es considerado ineficiente para el trabajo, será revocado sin discusión ¿Esta usted de acuerdo princesa?

—Completamente.

—Yo no estoy de acuerdo.

—Entonces lo pondremos a votación — el albino carraspeo —. Consejeros… levanten la mano si están de acuerdo que el soldado Jaeger sea temporalmente el guardia real de la princesa — le guiñó un ojo a la chica, quien al inicio resultó sorprendía, luego fascinada.

Tanaka levantó la mano apenas soltó las palabras y observó los ojos de los otros dos consejeros a la espera de un veredicto. Yoshida se cruzó de brazos, con una mueca de gravedad, dejando en claro su posición. Kiyomi por otro lado se limitó a observar a Mikasa con una expresión sería. Su mirada logró ponerla nerviosa, pero la morena se limitó a permanecer tranquila y todo lo serena que podía estar en esa situación. Su mente era una caos, pero no se dejó llevar por ello, por lo que pudo mirar directamente la pequeña sonrisa que cruzaba los labios de la mujer mayor, un segundo antes de que su mano se alzara.

—¡No puedes…!

—Esta decidido… durante los siguientes seis meses, el joven soldado Eren Jaeger será el guardia personal de la princesa Mikasa. Cuando termine la fecha límite, volveremos a reunirnos, para determinar si el chico puede seguir en ese honorable e importante puesto.

Mikasa bullía de excitación, pero se limitó a asentir varias veces.

—Ese chico será nuestra ruina, recuerden mis palabras.

—Muy bien, con esto, se levanta la sesión.

Y Mikasa, con un paso suave y delicado, y la espalda rígida, salió del salón tal cual había entrado. Sin embargo, en esa ocasión, su rostro se vio cruzado por una discreta, pero encantadora sonrisa.


—Quiero aprender a equitar — soltó de pronto mientras daba un paseo por los establos y observaba a los majestuosos caballos ser acicalados y alimentados.

La caravana de sirvientes que le seguían le observaron con extrañeza, debido a aquella singular petición, pero sus palabras iban destinadas a una persona en especial y Mikasa observó como la figura masculina que iba a tan solo dos pasos de distancia frente a ella, a la vigía de cualquier movimiento sospechoso, se tensaba.

Observó fijamente y con calma, como Eren erguía la espalda antes de voltear y enfocar una mirada seria en su persona. Habían pasado tres meses desde que él estaba a su cuidado y aunque se encontraba feliz con su elección, el chico había limitado su papel de tal manera que las únicas ocasiones en que la miraba, era cuando conversaban, y eran tan pocas veces, que si ella no iniciaba una charla, podría pasar un día completo sin escuchar el sonido de su voz.

—Su alteza… — Mikasa le observó dudar, seguramente buscando las palabras para decirle lo que quisiera soltar —. Es un deporte arriesgado y… — carraspeo —. Los caballos que tiene el palacio son entrenados para la guerra. Son sementales duros y muy poco accesibles.

Eran más palabras de las que había escuchado todo el día de su boca.

Mikasa asintió ligeramente y decidió que dejaría de ser alguien sencilla de leer. Talvez ese era el problema, que hacía lo que todos esperaban. Su horario siempre tenía el mismo orden y en los últimos siete años, apenas había variado.

Creyó que una vez que Eren estuviera cerca de ella, podría sentirse un poco mas como una persona. Él era la razón por la que había dejado de revolcarse en la autocompasión y su manera de seguir adelante fue el impulso que necesito para finalmente comprender que talvez aquella oportunidad era para la que estaba destinada.

Sin embargo, quería disfrutar nuevamente de las cosas. Quería reír y también llorar. Quería volver a sentir.

Miró al chico fijamente. Era tal cual lo había imaginado todo ese tiempo en sus pensamientos. Compartían la misma altura, pero el cuerpo de Eren había adquirido mucha mas masa que el suyo. Hasta el momento había demostrado una personalidad seria, pensativa y atenta. Siempre veía su protección, seguridad y necesidades como primordiales, pero muy pocas veces parecía realmente interesado en entablar una conversación con ella o conocerla aún más. Sabía que era estúpido sentirse dolida por eso, su trabajo se limitaba a salvaguardar su protección, no a ser su amigo, pero había esperado más.

¿Acaso él no sentía aquella sensación que flotaba entre ellos?

Había creído que se trataba de las cosas del pasado, que al menos le hacían comprenderlo mejor que nadie seguramente, pero luego, cuando él finalmente fue presentado ante ella, Mikasa se quedo sin aliento.

Era tan extraño, y no era tan hábil como para ponerle un nombre, pero podía sentirlo ahí, en ese momento, entre ambos, y es que, cuando él la miraba con aquellos atormentados ojos verdes, ella sentía que podría perderse en su mirada.

Bajó el rostro, sabiéndose bajo su atención, feliz y al mismo tiempo nerviosa.

—Hágalo cumplido — asintió ligeramente — Quiero un caballo para mañana — miró el establo y luego dirigió un vistazo de reojo al chico —. Y usted me enseñará como montarlo.

Y sabiendo que no necesitaba agregar nada más, Mikasa se alejó suavemente, con el rostro al frente y una postura erguida, digna de una princesa.


Dos semanas después, Mikasa había completado sus clases de equitación y finalmente podía dar un paseo sin la vigilancia constante y las precauciones exageradas que había tomado su profesor.

Pese a que hubiera deseado que fuera únicamente Eren, el que le enseñará a montar, una vez mas, los consejeros habían intervenido y no mucho después estuvo bajo la enseñanza del mejor instructor de equitación de todo el reino.

Observó a la enorme y bella yegua que había obtenido. Yuki era tan blanca como la nieve y tenia un hermoso y suave pelaje castaño que brillaba bajo la luz, era bastante mansa y Mikasa pudo sentir una conexión especial con el animal, en cuanto la conoció.

Aunque el instructor le había pedido que mantuviera los paseos en recorridos cortos y cercanos, Mikasa había decidido justo en ese momento, que no se limitaría de esa manera.

Cualquier paseo, por muy corto que fuera, era un protocolo tedioso. Siempre una comitiva de sirvientes le seguían. Nunca había podido caminar bajo su propio pie pues era obligada a subir a un carruaje y debía dar aviso a los consejeros para que al menos cinco guardias reales le acompañaran. Era una situación estresante y por ello, limitaba cualquier escapada, pero estaba harta de permanecer ahí, había olvidado disfrutar, la emoción de conocer un nuevo lugar e incluso la sensación del viento recorriendo su rostro.

—Vamos a ir al pueblo — decretó mientras se acercaba a la yegua.

Escuchó un pequeño jadeo femenino, seguramente de alguna sirvienta y también un ligero gruñido de una persona especial.

Ya había dado aviso a los consejeros sobre su incursión el día anterior y era la razón por la que ese día, tres guardias más le escoltaban. No le había comentado nada a Eren, pero tuvieron tan poco tiempo el día anterior a solas, que se le escapó, aun así, disfrutaba de sorprenderlo de vez en cuando. Algunas veces temía ser demasiado predecible para cualquiera, como si siempre esperaran el siguiente paso que daría y por lo tanto, pudieran estar por delante al servirla.

Estaba harta de ser la persona que había sido los últimos años.

Acarició el suave pelaje de su yegua y le habló en voz baja, soltando palabras cariñosas. Sabía que de alguna manera, Yuki las entendía, pues se tranquilizaba en algunos momentos o relinchaba en otro, como si le respondiera.

Pasó algunos minutos peinando su cabello. Un carraspeo llamó su atención y cuando volteó, se dio cuenta que se trataba de Eren. Él siempre era tan silencioso que muy difícilmente alguien podría escucharlo, aun cuando pusiera empeño en ello, aun así, su presencia no le sorprendió, pues sabía que estaba ahí, no entendía como, pero lo sabía.

—¿Si?

—Esta todo listo su alteza — él se inclinó antes de erguirse y mirarla fijamente. Mikasa asintió.

—Muy bien… voy a montar ahora.

Pese a todas las restricciones que había obtenido sobre las clases de equitación, la única que había podido evadir y pasar por alto era la manera en la que debía montar.

Tanto los sirvientes, como el instructor y el mismo Eren, se habían escandalizado cuando durante la primera lección, había montado la yegua a horcadas.

Fue un momento gracioso, que aún en ese momento lograba sacarle una auténtica sonrisa.

Claro que la discusión que siguió luego no fue nada agradable. Los consejeros se tomaron la molestia de organizar una reunión para hablar del tema y la única razón por la que salió victoriosa, fue porque refutó que la técnica fuera indecente y llevo a punto, la poca seguridad que confería la posición femenina para cabalgar.

Al final tuvo que aceptar hacerlo con ciertas limitaciones. En primera, debía siempre llevar un traje bajo el vestido porque mostrar aunque sea una minúscula porción de piel rozaba la indecencia. También debía siempre ir acompañada y su horario se limitaría bajo la supervisión de Kiyomi. Debía ser comedida en su práctica y había prometido cuál juramento, que jamás montaría de aquella manera frente alguien de la realeza o posición semejante.

Suspiró suavemente y miró a Eren, mientras el chico se acercaba a ella por la espalda. Aunque había adquirido bastante habilidad para montar a la yegua en los últimos días, Eren determinó que podía ser peligroso que lo hiciera por su propia cuenta, en caso de un desliz y le pidió que cediera en esa ocasión.

Mikasa no habría dudado en hacerlo siquiera, si él se lo pedía mientras la miraba fijamente.

Volteó para que nadie pudiera ver como su rostro había enrojecido por completo y asintió con un movimiento mecánico, mientras le daba la espalda, asegurándole a Eren que estaba preparada y dándole permiso para que pudiera tocarla.

Sintió como unas manos firmes, masculinas, se apoyaban en su cintura y solo un segundo después, el chico se disculpó por la osadía y se vio elevada sobre el lomo de Yuki.

Eren y ella compartían la misma estatura, pero no la fuerza, y eso se hizo evidente en ese momento, cuando él la levantó con facilidad hasta que pudo acomodarse sobre la yegua.

Mikasa susurró un agradecimiento y se arregló las faldas sobre los muslos, pese a que una malla de seda cubría su piel.

No mucho después, se apresuró a espolear a su caballo y avanzó lentamente, mientras Eren cabalgaba a su lado. Un séquito de sirvientes y guardias les seguían de cerca, por lo que no podía aumentar la velocidad al ritmo que quisiera, pero estaba bien de esa manera.

Miró el paisaje del bosque de camino al pueblo y le acometió una sensación de paz, mientras un ligero y apenas perceptible viento ondeaba entre las hebras de su cabello y le acariciaba las mejillas enrojecidas por la emoción. Podía inhalar el aroma de la madera de los árboles, del rocío, de la naturaleza misma.

Aquello era lo más cerca que se había sentido de la libertad y la felicidad en mucho tiempo. Un suceso nada extraordinario, pero que parecía llenar su alma como nada lo había hecho en demasiado tiempo.

Ni siquiera fue consciente de la enorme sonrisa que cruzó su rostro, mucho menos de la mirada fascinada que se fijo en su expresión. Discreta, sería y venerable.

Una mirada que le había seguido todo ese tiempo, en todo momento, leyendo cada pequeño gesto, memorizando cada elevación, absorbiendo cada pequeña sonrisa, siempre en la oscuridad, a escondidas.

Y Eren volteó la mirada al frente esa vez, con una sonrisa ligera en el rostro.


Montar se había hecho parte de su rutina diaria. Durante las mañanas y luego de desayunar y recibir la agenda del día, apenas después de alguna reunión importante en caso que estuviera estipulada o una discusión con el consejo, había decidido que su paseo matutino sería antes de las clases.

Yuki estaba lista cuando llegó al establo. Dio un asentimiento ligero al sirviente que la acicalaba y luego saludó al animal. Sintió el momento exacto en el que Eren se posicionó a su lado, y no mucho después, escuchó su carraspeo.

Era la hora usual en la que tendían a dar su paseo, por lo que notó de reojo, que él parecía listo también.

Vamos — susurró suavemente y se posicionó de espaldas, tomando con ambas manos la montura. Las familiares manos masculinas se situaron a los extremos de su cintura y luego la alzaron, ayudándola a montar.

Sentía el rostro aún enrojecido cuando empezaron a cabalgar. Eren iba a su lado, mientras sus ojos se desviaban por cada rincón entre los árboles y los arbustos, cualquier lugar donde su mirada pudiera ser puesta con excepción de ella misma. Su relación había avanzado ligeramente durante ese tiempo, pero siempre en un mismo sentido. Mientras el chico era mucho mas expresivo que en los primeros días, apenas la miraba fijamente y siempre era evidente la enorme diferencia social entre ambos, como si él la hiciera visible aún sin pretenderlo.

Decidió que no se preocuparía por ello ese día, y por lo contrario, admiró el paisaje. Aunque había recorrido aquel camino el último mes, aún se sentía fascinada por la naturaleza que le rodeaba. Su vida en Paradis era tan distinta, aunque talvez estuviera recordando mal, algunas veces apenas podía obtener algunas memorias y los recuerdos más permanentes eran sobre sus padres.

Pensar en ellos dolía aún, talvez era una herida que necesitaría tiempo para sanar o talvez sería una cicatriz que siempre permanecería ahí, en su pecho.

No lo sabía.

Salió bruscamente de sus pensamientos cuando sintió como Yuki se tensaba, la escuchó relinchar y luego hubo un movimiento violento y Mikasa no supo que hacer más que sujetarse de las cuerdas y apretar los muslos mientras la yegua empezaba a agitarse.

—¿Qué te sucede Yuki? ¡Calma preciosa! Calma — no funcionó, y antes de predecir lo que sucedería luego, el animal saltó alto y casi la impulsó hacia enfrente al levantar las patas traseras.

—¡Alteza!

Mikasa grito y se aferró a los largos cabellos castaños, justo cuando Yuki relincho y se hecho a correr.

—¡Princesa! — el rugido de Eren tenso su cuerpo y le hizo considerar completamente la situación. El chico había resultado un guerrero capaz, tan estoico y preparado como cualquier otro, rara vez le había vislumbrado alterado y en ese momento le hizo consciente del riesgo que corría.

¿Moriría de aquella manera?

Escucho el grito de las sirvientas, las maldiciones de los guardias, las pisadas fuertes y ansiosas de Yuki, su propia respiración agitada.

Había tenido una segunda oportunidad de vida y fue bueno, un poco vacía y solitaria, pero mucho mejor que el destino que seguramente le habría esperado como esclava. Conoció personas buenas y a Eren, era una desgracia que no hubieran interactuado mucho, talvez podría haber investigado el origen de aquella sensación que consumía su interior cuando se trataba de él.

Luego de sus pensamientos creyó que podría sentir una sensación de paz, pero no fue así, en su lugar sintió un escalofrío de terror y comprendió de pronto a que se debía.

Tenía apenas quince años y un futuro por delante, quería hacer tantas cosas, quería volver a vivir, disfrutar, conocer. Quería una familia algún día y mirar en el tiempo para darse cuenta que todo había valido la pena. Y quería ver alguna vez una sonrisa en el rostro de Eren.

—¡Princesa! — un grito le devolvió a la realidad. Escuchó los pasos agigantados del caballo de Eren y supo que él estaba ahí y que no permitiría que nada malo le sucediera.

Lo que siguió fue apenas un momento fugaz en su mente. Eren se posiciono a su lado; lucía agitado, asustado, pero firme; acercó su caballo tanto que temió que fueran a colisionar. Iban a una velocidad extraordinaria, por lo que una ligera caída podría significar la muerte. El chico empezó a gritar, estaba confundida y aterrorizada, pero se aseguró de absorber sus palabras y luego asintió, cuando él se lo pidió. Un segundo después sintió como la tomaba de la cintura y se vio impulsada en el aire. Se aferró a los hombros y cuello masculino tal como Eren le había pedido y no se dio cuenta que temblaba, hasta que él le acarició la espalda mientras estaba prácticamente a horcadas sobre su cuerpo.

—Ya pasó, ya… ya pasó — sus palabras eran firmes, fuertes y le transmitieron un poco de seguridad. No supo cuanto tiempo estuvo en la misma posición, pero cuando finalmente pudo encontrar algo de calma en su interior, levantó el rostro, bañado en lágrimas y miró los brillantes orbes esmeraldas.

Eren lucía agitado aún, tenía las pupilas dilatadas, la piel enrojecida y sudorosa y el cabello despeinado. También vislumbró algunos pequeños cortes en su frente y pómulos y comprendió que seguramente se había lastimado con algunas ramas, cuando intentó alcanzarla.

Su mano seguía acariciándola y su mirada nunca le había parecido tan emocional, era como si finalmente pudiera ver más allá de la seriedad y la formalidad del joven, y lo que encontró le dejo sin aliento.

—¡Princesa! — el grito de Akio logró despertarla del letargo. Eren se tensó y frunció el ceño, antes de tomar su cintura y levantarla.

—Recoja las piernas alteza — le ordenó. Mikasa asintió y encogió sus temblorosas extremidades hasta darle espacio suficiente para que la acomodara de lado.

En cuanto lo logró, Mikasa se abrazó al largo cuello del semental negro mientras Eren se bajaba de un salto y alzaba las manos en su dirección.

—Vamos princesa — susurró suavemente.

Mikasa le miró e intentó darle una mano, pero de pronto, una sensación de vértigo se atenazó justo en el centro de su estómago, amenazando su equilibrio, el eje de su mundo y llenándola de un escalofriante miedo.

Era como si, de soltarse, pudiera caer en un abismo infinito, donde nadie estaría para sostenerla o tomarla en brazos.

—Yo… — su mirada se nubló y un nudo le apretó la garganta, enronqueciendo su voz.

—Esta bien princesa — los demás sirvientes llegaban y pudo vislumbrar las altas y fornidas figuras de los otros guardias correr hacia ellos —. Yo la voy a atrapar, nunca la dejare caer.

De pronto, fue como si Eren pudiera comprender sus miedos, como si le hubiera leído los pensamientos o si pudiera ver directamente dentro su corazón.

Ahogó un sollozo y temblorosa, se dejó ir, cayendo directamente al vacío donde unos brazos fornidos le esperaban y comprendió en un segundo que había encontrado al fin su lugar seguro.


—Le dije que era un deporte peligroso y no me escucho alteza — la voz fuerte y alterada de Yoshida llenó toda la habitación.

Mikasa suspiró y levantó la mirada hacia los tres miembros que estaban en la habitación.

El día anterior, luego del incidente con su yegua, se había creado un auténtico alboroto en el palacio. Eren la había devuelto al castillo en brazos y solicitó que fuera atendida, mientras salía de su habitación, para dar un detallado informe de lo ocurrido.

Kiyomi había llegado no mucho después, con el doctor real. El chequeo había sido exhaustivo, pese a que aseguró que no había recibido ninguna lesión. Aún estaba nerviosa y el médico pudo notarlo, por lo que dejó algunas hierbas para hacerle un té, el cual le permitió dormir tranquilamente, hasta media tarde, en la que despertó para comer algo y fue avisada sobre una reunión a primera hora con los consejeros al día siguiente.

Sabía lo que sucedería en cuanto entrara a la habitación. Los tres miembros del consejo se encontraban ahí y su posición en el centro de la habitación le pareció, de pronto, demasiado expuesta.

Apenas habían dado paso a la reunión, cuando Yoshida estalló. A pesar de que sus advertencias habían sido ciertas, en realidad le molestaba que pareciera tan seguro de todo.

—El informe determinó que la yegua fue inducida a un comportamiento frenético a causa de un agente externo — soltó Tanaka tranquilamente.

—Al parecer fue otro ataque del enemigo. Sabíamos que la princesa era un blanco seguro para cualquiera como única heredera, pero nos confiamos con el tiempo — aportó Kiyomi.

—La princesa debería de permanecer dentro del castillo hasta que nos aseguremos que no corre peligro — demandó el pelinegro.

—Sabemos que la trampa estaba en el camino, por lo que fue imposible que se tratara de una infiltración — informó la mujer seriamente.

—Pero no debemos descartar que ya ha sucedido ¿Se les olvida lo de la serpiente? La rutina de la princesa rara vez varía y salió a cabalgar a la hora en que lo hace todos los días ¿Acaso soy el único que ve que esto es algo más que casualidad?

—¿Estas diciendo Yoshida, que tenemos al enemigo entre nosotros? — inquirió el albino.

—Solo estoy diciendo que debemos ser mas precavidos. Lo mejor es que la princesa se abstenga de practicar ningún deporte extremo o salir del palacio. Será supervisada día y noche hasta que sepamos quien es el enemigo.

—¿No crees que es extremo? — cuestionó Kiyomi.

—Nada es demasiado cuando se trata del futuro de la nación. Si la princesa debe vivir en una burbuja de cristal, así será.

Mikasa apretó los puños, con la mirada aún gacha, mientras escuchaba como aquellas personas decidían lo que sería de su vida desde ese momento en adelante.

Había creído que tenía un poco de libertad cuando postulo a Eren como su guardia real y cuando decidió que practicaría equitación. Eran cosas tan pequeñas, pero que le habían llenado de una sensación de felicidad y poderío, que había olvidado con facilidad su realidad.

—No lo creo, se deben tomar todas las medidas necesarias. La princesa debe ser protegida hasta que cumpla la edad casadera, entonces se buscará a un rey digno, ella cumplirá su deber casándose, teniendo su progenie y restaurando la familia real — demando Tomeo con rapidez.

—Pero… — Kiyomi intentó decir algo.

—Es esa la razón por la que esta aquí ¿no? Es su deber con el pueblo. No hay tiempo de sentimentalismo, es así como debe ser.

—Creo que tus medidas son exageradas, pero estoy de acuerdo en reforzar la seguridad entorno a la princesa — comentó Tanaka apoyando una mano en su barbilla.

—También estoy de acuerdo en eso — la mujer asintió —. Lo demás aun debe quedar en tema de discusión… por el momento, creo que hay que concentrarnos en el tema actual.

—Creí que estaba decidido — Tomeo alzó una arrogante ceja hacia la Azumabito.

—No es una decisión unilateral y no eres tu quien tiene la potestad de dictaminar que se hará, hay reglas… además, creo que es momento de que la princesa pueda tener un voto dentro del consejo, pronto cumplirá 16 años.

—Aun no es tiempo, hasta que cumpla la edad determinada — refutó el hombre rápidamente.

—No se desvíen, el tema a tratar es el accidente — le riño Tanaka.

—No creo que haya necesidad de votar sobre este veredicto en particular. La equitación es un deporte muy peligroso y la yegua deberá de ser sacrificada.

—¡¿Como?! — Mikasa levantó la mirada rápidamente, una mueca de sorpresa y horror transformando completamente su expresión.

—Lo que escuchó alteza — Tomeo se cruzó de brazos —. La yegua será sacrificada durante la tarde del día de mañana.

—Pero, pero… ¿Por qué? — observó a Tanaka, quien le devolvió una mirada inexpresiva. Kiyomi ni siquiera levantó el rostro, lo cual agotó las pocas esperanzas que tenía.

Tenia tantas ganas de llorar, pero debía mantenerse firme. Si flaqueaba, quedaría como alguien débil y había aprendido que en aquel medio, sería catastrófico.

—Tuvo un accidente que por poco pudo haberle costado su vida.

—Aun así… fue un atentado. Yuki no tuvo la culpa, ella es…

—Eso no importa. No podemos conservar al animal que por poco causó su muerte. También debe despedirse de su guardia. Sabía que el chico era demasiado joven, pero no quiso escucharme. El accidente es culpa únicamente suya por no estar atento al camino y la única razón por la que aún conserva su cabeza, es porque logró evitar un desenlace impensable.

Los oídos le zumbaban y le faltaba el aire. Un nudo le atravesaba la garganta y sus ojos le escocían por las lágrimas apenas retenidas. No podía pensar, no podía respirar.

—¿Su alteza? ¿Esta bien? — la voz preocupada de Kiyomi atravesó la niebla de sentimientos en su mente.

Estaba más allá de toda aquella conversación, mas allá de un pensamiento coherente, mucho más allá de quedarse callada y dejar que hicieran con su vida lo que quisieran.

—Talvez debemos llamar al médico real — susurró la mujer rápidamente.

—¿Princesa? — Tanaka se irguió y le miró fijamente.

—Creo que es hora de levantar esta reunión, la princesa no…

—Yuki no morirá…

—¿Como dice? — Tomeo frunció el ceño, confundido.

Mikasa inhaló profundamente y se irguió con lentitud, hasta estar de pie. Había entrelazado los dedos de sus manos frente a su vientre y se aferró a ellos hasta que sintió que sus dígitos protestaban de dolor, aun así, no soltó el agarre. Los consejeros la observaban fijamente, pero ella limitó su mirada en el consejero Yoshida.

Estaba tan molesta, tan dolida, quería llorar y gritar, y también deseaba renunciar a todo y escapar de ahí. No comprendía lo que sucedía en su interior y maldita sea, si no le asustaba, pero se negaba a seguir así, en silencio, simplemente ahogándose sus propios sentimientos, de dejar las decisiones de su vida en manos de otras personas, de quedarse callada y tan solo aceptar cualquier cosa.

—Escuchen bien lo que voy a decir porque no está en discusión — pese a la angustia que sentía, su voz fue bastante calmada y cordial —. Soy la princesa de Hizuru, la futura reina y como tal, mi palabra es ley — levantó la mano derecha justo cuando Yoshida parecía dispuesto a hablar —. Entiendo perfectamente el protocolo actual y por lo tanto voy a hacer unas concesiones al respecto. La vida de Yuki no está en tema de discusión, es mi yegua personal y como tal, esta muy por sobre cualquier decisión que ustedes puedan tomar. El accidente que tuve, fue un atentado, por lo que un agente externo, lo ocasionó. Que la yegua deba pagar por algo que no fue su culpa y menos aún, algo de lo que ni siquiera es consciente como animal, es inhumano e intolerable en este reino.

—Le recuerdo su alteza que…

—Yoshida, creo que es hora de que te calles — Tanaka miró al pelinegro seriamente —. Tu princesa está hablando.

—En cuanto a mi guardia real, comprendo la importancia de esta tarea, creo recordar que les dije que me lo tomaba muy en serio y lo hago más aun ahora, cuando volví a vivir en carne propia un atentado y me hizo comprender que fácilmente puedo perder la vida, sin embargo, también llegué a un acuerdo con ustedes de dejar al soldado Jaeger en prueba durante seis meses, no obstante… me he dado cuenta que es innecesario. Como mi guardia, el soldado no ha hecho otra cosa más que protegerme, sin él, es posible que no estuviera en este momento presentándome ante ustedes. Aún falta un mes de prueba, pero he decidido que no hay necesidad y nuevamente no es tema de discusión. Decreto en este momento que el soldado Eren Jaeger será mi guardia real hasta que decida revocarlo yo misma de sus funciones o hasta que mi futuro marido lo haga.

—Princesa… — Kiyomi intentó hablar, pero nuevamente la detuvo.

—Con respecto a mis restricciones, estoy de acuerdo en limitar mis actividades mientras se realiza una investigación, pero no descartare cabalgar en un futuro, de la forma en que me haga sentir cómoda, hacia el lugar que desee bajo la seguridad estipulada y con la prudencia misma que creo, me ha caracterizado estos años.

Los tres consejeros se quedaron en silencio, mirándola sorprendidos. Las rodillas le temblaban y su pecho era un nudo de emociones, aun así, Mikasa se aseguró de mantener la porte y calma digna de su posición.

—¿Hay algún tema adicional que quieran tratar? — susurró suavemente.

Kiyomi la miraba como si no fuera ella la que había hablado con tanta seguridad, Tomeo parecía sorprendido mas allá de lo impensable, como si no pudiera comprender la manera en la que había tomado el control de la reunión cuando un momento atrás había estado temblando en el centro de la habitación, y fue el consejero Daichi, quién carraspeó y se irguió con calma antes de inclinar la cabeza.

—No es así majestad. Con esto concluye la reunión del día de hoy. Muchas gracias por conferirnos algunos minutos de su valioso tiempo, alteza.

—Es mi placer — les realizó una reverencia ligera, de cortesía.

Nadie agregó nada, por lo que Mikasa asumió que tenia la pauta para irse. Irguió la espalda y dio media vuelta, en un solo movimiento, antes de empezar a caminar.

Afuera habían algunos guardias reales a la vigía y a unos metros de distancia estaban sus sirvientes y Eren, a la espera de que saliera. Mikasa hizo un ligero movimiento con la cabeza en su dirección y esperó que se acercaran antes de empezar a caminar.

Cada extremidad de su cuerpo seguía temblando y la presión en su pecho amenazaba con ahogarla, aun así, se sentía sorprendentemente ligera y feliz. Como si finalmente se hubiera quitado un peso de encima. Como si fuera la única dueña de sus decisiones.

—¡Su alteza, espere! — el llamado de una voz femenina hizo tensar su piel. Su paso se detuvo abruptamente y a su espalda, todos lo hicieron justo al mismo tiempo, lo que trajo algunos quejidos, al chocar los unos con los otros y evitar colisionar con ella.

Mikasa suspiró y volteó lentamente observando que Kiyomi se acercaba.

—Consejera Azumabito — saludó.

—Su alteza, deseaba decirle una última cosa, si me permite — se inclinó. Mikasa asintió, sin opción y dirigió una mirada a sus sirvientes y a Eren, quienes dieron varios pasos lejos, brindándoles privacidad.

—Dígame consejera.

—Se que no hay nada en el mundo que le haga cambiar sus decisiones — susurró suavemente — Y tampoco es mi intención — aclaró rápidamente al verla tensarse —. Sólo quería exponerle mi admiración y orgullo acerca de su papel en la reunión anterior.

—¿Como? — eso logro sorprenderla.

—Vera… comprendo perfectamente que para usted no ha sido nada fácil llevar esta vida, pese a todos los lujos que la rodean, y agradezco infinitamente que se mantenga firme en ello. Se que es difícil tener que ceder en algunas veces y entiendo si usted puede sentirse obligada a hacerlo. Las decisiones nunca son sencillas por muy simple que parezca, una elección puede cambiar completamente un acontecimiento no sólo en su vida, sino en las demás personas, es esa la razón por la que este reino sin un rey, decidió dar esta elección a tres individuos diferentes, a nosotros, los consejeros. Nuestra palabra es ley sobre cualquiera con excepción suya.

—¿Yo?

—Así es… puede ser joven e inexperta, pero es nuestra princesa y futura reina. Sus decisiones son nuestras decisiones y estarán siempre por sobre cualquiera, sin embargo, en vista de su inexperiencia, como le había mencionado, es difícil atender esta parte y usted también la ha descuidado hasta el día de hoy.

—¿Descuidar?

—Verla plantarse así majestad, fue tan hilarante como sabia que seria. No mentí cuando dije que esta lista para tomar su cargo y lucharemos por ello, porque creo firmemente que el día en que la encontré, fue un designo de los dioses para nuestro pueblo.

—Ohhh… — ni siquiera sabia que podía decir ante eso, pero se limitó a sonreír —. Muchas gracias.

—A usted su alteza — la mujer volvió a inclinarse. Mikasa esperó un momento, pero al ver que no tenía nada que agregar, dio media vuelta y empezó a alejarse.

Rápidamente se vio rodeaba por su séquito, Eren se posicionó a su lado en silencio y eso trajo un poco de paz a su mente confundida.

—Creo que quiero ir… a los establos — susurró suavemente. Sintió como la mirada esmeralda se posaba sobre ella y de reojo, notó que el chico parecía sorprendido.

—¿Ahora?... — carraspeó, antes de erguirse —. Lo que usted ordene su alteza.

Apenas tardaron unos minutos, en cuanto entró, buscó a Yuki en su lugar usual, pero no estaba ahí. Cuando preguntó, el chico que cuidaba a los caballos parecía asustado. Eren tomó el control y le pidió que buscará a la yegua, lo que llevó más tiempo del que suponía.

Al parecer, los consejeros habían demandado sacar al animal peligroso de las caballerizas en caso de que quisiera atacar a alguien. No le habían dado nada de comer, ni la habían limpiado. Yuki tenía varios rasguños producto de la huida que había tenido y su pata trasera derecha aún tenía un poco de sangre seca, justo donde la trampa espinosa se había enterrado, lo que la volvió loca.

Mikasa sintió deseos inmensos de llorar, mientras miraba a la pobre yegua. Parecía un poco temerosa y casi sintió como si estuviera profundamente apenada por el accidente, aunque era pensamiento en realidad tonto.

Solicitó con rapidez que la atendieran y se quedó ahí hasta asegurarse que el trabajo fuera hecho meticulosamente. Casi transcurrió una hora y cuando terminó, la yegua estaba felizmente instalada en su sección y Mikasa tomó el cepillo y se acercó para acicalarla, mientras comía un poco de pasto.

Podía sentir una ligera tensión en su interior, al estar cerca de ella, pero sabía que aunque era un miedo natural, era tonto. No había sido culpa de Yuki y se negaba a dejarse manipular por sus emociones. Adoraba a su yegua y había sentido una enorme paz cuando pudo montarla. Sabía que se le dificultaría volver a hacerlo, pero no pensaba prescindir de aquella actividad que había disfrutado con el alma.

—Creí que… le tendría miedo — la voz masculina la sacó de sus pensamientos.

Eren estaba a su lado, en la puerta del establo, de brazos cruzados. Mikasa dejó lo que estaba haciendo y volteó hacía él.

—Lo tengo… un poco — eso pareció sorprender al moreno.

—Entonces… ¿Cómo es que…?

—No fue su culpa — volteó para continuar peinando el suave pelaje —. Mi miedo no es del todo racional y creo que me costará un poco olvidarlo, pero se que Yuki no quería hacerlo, ella no me haría daño a propósito, es una buena chica — acarició la cabeza de la yegua.

Sintió como Eren se acercaba y se posicionaba a su lado. Su mano se deslizó por la fuerte espalda de la yegua.

—Ella también estaba asustada.

—Lo se…

Ambos se quedaron en silencio, apenas cortado por la actividad fuera del establo.

—Creí que… sería sacrificada.

—Nunca podría permitirlo — Mikasa le miró fijamente —. Ella es inocente en todo esto.

Eren asintió y se agachó para tomar un cepillo y ponerse a acicalar a la yegua también. Estuvieron en ello varios minutos. Los sirvientes esperaban fuera del establo y los demás trabajadores estaban concentrados en sus quehaceres luego de ordenarles que ignoraran su presencia.

Mikasa suspiró y volteó hacia Eren, quien dejó lo que hacía al notarlo.

—Querían relevarte de tu cargo por el accidente.

—Lo se y… tomaré cualquier cosa con honor — suspiró —. Fue responsabilidad mía lo que ocurrió.

—No es así, fue un atentado y… tu me protegiste.

—Es muy amable al decirlo su alteza, pero muchas cosas podrían haber salido mal — su ceño se frunció —. Mi falta de experiencia la puso en peligro y…

—Y tu coraje me salvo — ella fue firme.

—Pero…

—Se que te dijeron que estarías seis meses a prueba para ser mi guardia real, pero creo que no hay necesidad de esperar más tiempo.

—Lo comprendo — susurró cabizbajo —. Respeto mucho su decisión y le aseguro alteza, que tomare cualquier castigo que crea pertinente.

—¿De qué hablas? — le miró extrañada. Eren levantó la mirada confundido.

—De mi castigo.

—¿Cual castigo?...

—El consejo dijo que…

—Eso no importa, es mi decisión y como tal, en este momento te nombro mi guardia real.

Eren parecía enormemente sorprendido.

—¿No tienes nada que decir?

—Alteza — el chico se acercó rápidamente a la puerta, para dejarse caer sobre una rodilla e inclinar el rostro —. Es el mas grande honor para mí y le prometo que la protegeré con mi propia vida.

—Muy bien soldado Jaeger — musitó suavemente, con una ligera sonrisa —. Ahora estoy en sus manos.


18 años…

—Es hora de volver su alteza — el susurro masculino, la obligó a levantar la cabeza y despegar la mirada del páramo celestial que suponía aquella hermosa extensión de verde y azul.

—He dicho que quería estar sola — soltó con frialdad.

Estaba atardeciendo y llevamos más una hora de retraso, de seguir así, podemos correr el riesgo de que la noche nos alcance lo cual sería muy…

—Peligroso, lo se — gruñó entre dientes —. No empieces, solo voy a… — se inclinó, dispuesta a ponerse en pie.

Eren se apresuró a colocarse a su lado y le ofreció la mano, pero Mikasa lo ignoró, en un claro gesto de rechazo.

Intentó respirar, mientras observaba nuevamente el lago, había querido darse un tiempo, pero era evidente que aún no conseguía la calma necesaria y estaba molesta.

—Princesa…

—Ya entendí — lo interrumpió groseramente —. Solo espera un momento con los otros sirvientes — hizo un gesto despectivo con la mano y ni siquiera volteó, lo cual pareció molestar al chico a juzgar por su gruñido bajo.

No le importaba, porque Eren jamás podría refutarle nada y por primera vez en cuatro años, estaba dispuesta a abusar de su poder.

¿En qué maldito momento se le había ocurrido al consejo que era buena idea establecer relaciones cercanas con los miembros del reino contiguo?

Todo había ido cada vez peor desde que había partido del palacio en compañía del consejero Yoshida. Aunque Kiyomi había deseado acompañarla, no pudo, lo que la orilló a aquella horrible situación.

El viaje era largo y tedioso, había hecho una parte en el carruaje y luego, desafío al consejero, cuando también decidió montar a caballo, halagando un dolor en las piernas. Eren y muchos soldados mas la escoltaron; tuvieron que acampar durante la noche y no fue hasta la mañana siguiente que llegaron.

La bienvenida fue todo lo que se esperaba, digna de alguien de su posición. Las atenciones y el trato general fue hospitalario, amable y honorable, en realidad no podía refutar nada al respecto hasta que conoció a la familia real.

Los reyes se presentaron en una audiencia personal, su progenie le acompañaba por lo que pudo conocer al hijo mayor, un hombre ya casado, bastante atractivo y educado. También vislumbró a una chica menuda, quien resultó la princesa de Manatel, una joven de apariencia dulce, pero mirada demasiado penetrante.

Aunque intentó ser cordial y muy amable, no pudo establecer una relación agradable con la chica y pasados los días, su enemistad se hizo aún más evidente cuando su atención pareció posarse en su guardia real.

Aun en ese momento le hervía la sangre dividida entre la molestia, la desilusión y el dolor.

Fue la diplomacia únicamente la que le obligó permanecer ahí. Sabía que de adelantar el viaje, sus anfitriones podría tomarlo como una ofensa, por lo que tuvo que aguantar cada día no solo la evidente coquetería de la princesa con Eren, sino también sus malos tratos hacia los empleados, sus malcriadezas y la manera egoísta en que siempre llamaba la atención.

Sin embargo, no fue hasta dos días antes de partir que realmente llegó a un punto de quiebre.

Era de noche y estaba en la habitación en que había sido hospedada, los lujos del palacio eran todo lo que se esperaba, aun así, no se sentía muy cómoda y anhelaba ansiosamente el momento en el que la semana pudiera terminar para volver al palacio de Hizuru.

Había estado dando vueltas en su tatami, hasta que decidió que no lograría nada, por lo que pensó que talvez debía hablarlo con alguien y le acometió la horrible necesidad de ver a Eren.

El chico debía estar haciendo guardia fuera de su habitación. Aún era temprano y aunque le había pedido que descansará y dejara la asignación a alguien mas, Eren había decidido no confiarse, alegando que estaban entre personas desconocidas. Él podía ser muy desconfiado algunas veces.

Y la entendía, como talvez nadie lo había hecho en mucho tiempo. Intentó controlar el rápido latido de su corazón y se levantó, poniéndose un kimono sobre la ropa de dormir para cubrir su pudor.

Estaba tan ansiosa de pronto por tener un momento a solas con Eren, algunas veces ellos hablaban, pero en otras ocasiones no era necesario decir ninguna palabra, porque lo de ellos no era algo tan superficial, la compañía compensaba cualquier cosa y llenaba de alguna manera el vacío con el que tenía que vivir día tras día.

Abrió la puerta principal y la escena que observó hizo explotar su interior en un sinfín de sentimientos negativos.

Nadie había dicho ninguna palabra, pero no había sido necesario. Eren lucía sorprendido, incluso horrorizado, había intentado alejarse del agarre posesivo de la princesa que casi escalaba sobre su cuerpo con un atuendo que podría rozar lo escandaloso. La chica no parecía asustada o precavida por haber sido encontrada y comprendió rápidamente que en realidad no le importaba.

"Es solo un sirviente, puedo hacer con el lo que quiera" — no lo había dicho, pero toda su actitud lo gritaba.

Eren parecía contenido, casi acorralado. Era evidente que no había estado preparado para encontrarse en aquel escenario y no sabía como actuar. También se hizo notorio que no había sido él quien había iniciado el acercamiento, sin embargo, Mikasa empezó a comprender, por obvias razones, que el moreno no podía hacer nada; apartarla o siquiera poner las manos sobre la princesa no sólo significaría un insulto hacia Manatel, sino también podría provocar una enemistad.

Sus ojos verdes parecían brillar mientras la observaban, suplicándole que le salvara de aquella situación y ni siquiera supo cómo pudo controlar sus nervios para actuar con la calma que se esperaba de su posición, pero lo logró, pese al nudo que atravesaba su garganta en ese momento.

—"Necesito a mi guarda real por un momento princesa" — su susurro fue comedido, suave, incluso dulce.

La chica parecía un poco molesta por la interrupción, pero nada avergonzada por aquella exhibición de descaro. En su lugar, se disculpó con rapidez y le deseó buenas noches antes de susurrarle a Eren al oído y alejarse contoneando exuberantemente las caderas.

Mikasa había esperado hasta que ella cruzara el pasillo. En cuanto la chica desapareció, inmediatamente dio media vuelta y volvió a la habitación, cerrando con suavidad.

No pasaron mas de unos segundos antes de que escuchara unos discretos y cortos golpes contra la madera

—"¿Princesa?" — la voz de Eren se escuchaba ahogada.

Mikasa negó, se acercó al tatami y se acostó de costado. Mientras miraba la pared, sus ojos se fueron llenando de lágrimas, ni siquiera ella misma comprendía la razón de su llanto y aún seguía entenderlo.

Solo se había sentido triste. Fue la noche más larga que había tenido en mucho tiempo, mientras retenía a duras penas los sollozos y escuchaba los golpeteos ocasionales de Eren quien pedía un minuto con ella.

No contestó y seguía sin hacerlo. No se sentía de humor, solo quería volver al palacio, recuperar la vida a la que estaba acostumbrada y olvidar aquel viaje.

Talvez ahí podría volver a sentirse ella misma y no se dejaría manipular de aquella manera por la situación y su evidente falta de control cuando se trataba de sus sentimientos.

Y de Eren.

Sobre todo cuando se trataba de Eren.


—Eso fue bastante impresionante — susurró con una sonrisa observando al agitado soldado que se plantaba frente a ella.

—¿Termino sus lecciones alteza?

—Lo hice… creo que estoy un poco agobiada de estar demasiado tiempo dentro del palacio.

Eren frunció el ceño y se acomodó el cabello que se le pegaba a la frente humedecida. Estaba magnífico, con su traje de combate ahora sucio, los músculos de los antebrazos aún endurecidos por el esfuerzo y la piel perlada de sudor.

Aunque seguramente para una señorita normal, aquellas cosas podrían parecer desagradables, para ella solo eran un recordatorio mas del guerrero en que se había convertido.

Eren ahora poseía la agilidad de un soldado de elite y aún así, no paraba de entrenar día y noche para ser mejor. Sabía de primera mano que siempre se forzaba a sí mismo por sobre sus capacidades y su deber de protegerla estaba muy encima de cualquier otra cosa dentro de su vida.

Había cambiado tanto en ese tiempo, aunque quería creer que no había sido el único, lo cual dudaba cuando tenía que levantar la cabeza para mirarle el rostro. Sobrepasaba su altura por varios centímetros y su cuerpo había adquirido mayor musculatura, era casi como una pirámide de granito. Sus facciones también habían cambiado, mucho más masculinas, nadie podría confundirlo ahora con un niño, aun así, seguía conservando esa mirada esmeralda que parecía capaz de atravesarla y mirar su alma directamente.

—¿Ira a descansar?... la voy a acompañar — él parecía bastante dispuesto a volver sobre sus pasos y pedirle a algún sirviente que tomara su espada.

—No, no hay necesidad… de hecho, venía a observarte entrenar.

—¿A mi? — pareció sorprendido.

—Eres mi guarda real — frunció ligeramente el ceño y se cruzó de brazos con una expresión falsamente severa — Tengo que asegurarme de tus capacidades, tu deber conmigo va más allá de seguirme a todos lados.

—Le aseguró princesa… — se inclinó ligeramente, sus ojos fijos en los de ella —. Que se cual es mi deber.

Había algo en su expresión, en la manera en que se inclinaba apenas unos centímetros, casi nada relevante para cualquier otro que estuviera mirándolos, pero muy significativo para ella. Mikasa sintió como se le aceleraba el corazón y soltó un suspiro.

Sin embargo, rápidamente se dio cuenta que casi se había quedado viendo a Eren como una idiota, por lo que se apresuró a cuadrarse.

—Eso veremos soldado Jaeger, así que le recomiendo que me muestre que no estuve equivocada cuando tome la elección de nombrarlo mi guardia personal.

Sus palabras parecían arrogantes y retadoras, pero iban mucho más allá, y Eren lo comprendió rápidamente, cuando en lugar de lucir precavido, se limitó a sonreír con confianza y asentir.

No dijo nada y realmente no hubo necesidad. En cuanto volvió al campo de entrenamiento, se acercó al comandante y tras intercambiar unas palabras, se posicionó. Un hombre fue llamado hacia el campo también y poco después, tomó una postura de combate y un solo silbido desató una batalla sin igual.

El sujeto era mayor y mucho más experimentado, pero Mikasa no sintió ningún miedo y en unos pocos minutos, confirmó una vez más, que Eren era uno de los mejores guerreros de la nación.

Su agilidad con la espada era impresionante y rápidamente dominó el campo de batalla. Aquello no era más que un entrenamiento, pero los hombres luchaban como si se tratara de una batalla real. Con los minutos se hizo evidente que Eren ganaría la batalla y fue cuestión de tiempo hasta que el otro hombre dejó caer la espada tras un golpe certero del chico.

Se limitó a sonreír, mientras algunas personas aplaudían. Eren fijo una mirada sobre ella desde la distancia e inclinó la cabeza

Creyó que se acercaría, pero en su lugar, otro hombre entró al campo, lo que llevó a otro enfrentamiento y uno más.

No sabia cuánto tiempo había transcurrido, pero cuando finalmente el moreno dejó caer la espada, casi se ocultaba el sol.

En esa ocasión y ante su última victoria, Mikasa aplaudió y le observó acercarse. Lucia agitado, sucio y humedecido de sudor en todas partes. Tenía algunos raspones en los brazos y un ligero corte en el cuello, pero había aprendido que era normal en un entrenamiento y procuró no preocuparse. En su lugar, miró a Eren cuando él se acercó hasta plantarse a unos pasos de distancia de ella.

—Alteza…

—Veo que no ha perdido su toque soldado Jaeger — sonrió con arrogancia —. El trabajo de guardia no ha suavizado sus habilidades.

—Nunca majestad.

—Muy bien… aunque encontré una única falla…

Eso hizo que el hombre frunciera el ceño.

—¿Cuál es princesa?... puede ilustrarme con su conocimiento — pese a que sus palabras eran jocosas, no había ningún atisbo de burla en su voz, aún cuando Mikasa sabia que no le gustaba que nadie cuestionara sus capacidades.

—Que su atención en ningún momento estuvo sobre mí, mientras combatía… — ella dio un paso lejos y alzó una arrogante ceja en su dirección.

Sin embargo, en lugar de lucir desconcertado o extrañado por sus palabras, Eren se limitó a sonreír.

No había nadie cerca de ellos en ese momento y fue la única razón por la que Eren se atrevió a soltar aquellas palabras.

—Le aseguró su alteza, que pese a que mi cuerpo se encontraba agitado por la batalla y mi mirada estaba fija en los movimientos de mi enemigo… — su tono de voz descendió hasta ser apenas un susurro —. Mis pensamientos y mi atención nunca se apartaron de usted.

Mikasa le miró sorprendida, pero rápidamente frunció el ceño y negó.

—Es imposible… no hay manera en que pueda hacer eso.

—Puedo probarlo

—¿Como?

—Cuando estaba peleando con Hiroshi, el soldado tuerto… usted llamó a una sirvienta y le pidió que consiguiera agua fresca para los soldados.

—Eso lo sabes porque en cuanto terminó la pelea te viste bien servido.

—¿Eso cree? — sonrió —. Porque no fue Akio quien nos atendió, sino alguien más… y fue a ella a quien le dio la orden ¿O me equivoco?

Había sido así, Mikasa boqueo como un pez fuera del agua. Eren había estado luchando ferozmente con aquel enorme guerrero, era imposible siquiera que hubiera desviado la mirada ¿Cómo sabía eso?

—Se lo dije… — la miró seriamente —. Yo siempre la observo.

—Ohh…

—Ahora si me permite, voy a apresurarme a tomar una ducha para volver a su lado.

—No es necesario… — apenas encontró la voz para hablar —. Yo voy a entrar al palacio… es… es hora de la cena.

—Insisto.

Mikasa observó al chico mientras se alejaba. Aunque le había sorprendido, el sentimiento rápidamente se vio obstaculizado por un burbujeo en el centro de su estómago. Ni siquiera percibió la sonrisa que cruzaba su rostro, pero si fue consciente de la manera en que sus mejillas empezaron a arder, enrojecidas.

Eren la miraba.

De pronto, aquello tomó plena consciencia en su mente y no pudo luchar contra ello. Eren la miraba y era la mejor sensación que había experimentado en toda su vida.

Porque teniendo todo, era lo único que había deseado por años.

Y lo amaba.

Tontamente y sin ningún futuro, el sentimiento se había anidado en su pecho y no podía sacarlo.

Pero tampoco quería.

Porque era la única decisión que había tomado con total autonomía, porque su amor por Eren la hacía una persona común, libre y dichosa.

Porque sus sentimientos eran solo suyos y su corazón eran el único lugar en el que vivirían.

Y estaba bien con ello.


Sus ojos se movían, al compás del ritmo en el que flotaban las telas que envolvían la figura femenina. Podía escuchar su risa desde la distancia y también percibía la manera en la que la luz hacia brillar su cabellera, como los ojos le chispeaban con alegría y el modo también en que parecía disfrutar enormemente de aquella actividad.

Había algo en su manera de actuar cuando estaba distraída o lejos del protocolo usual, en el que finalmente podía vislumbrar algo de su verdadera esencia, algo mas allá de su posición y el cargo que había llevado en su espalda durante demasiado tiempo.

Salió de sus pensamientos al escuchar unos ligeros pasos aproximarse en su dirección, lo que le hizo tensarse, mientras su mano se movía con celeridad para tomar la empuñadura de su espada.

No obstante, rápidamente se dio cuenta del poco peligro que representaba la persona que se acercaba y solo le tomó unos segundos reconocer de quien se trataba.

—¿Qué haces en el palacio hoy? — la voz femenina le hizo suspirar.

—Es donde vivo.

—Si, pero hoy es tu día libre. Esperaba que estuvieras ya lejos de aquí… de vez en cuando es bueno despejar la mente.

—¿Enserio lo crees? — le dirigió una mirada seria.

Observó como Akio sonreía. Era mayor que él por casi diez años, pero seguía conservando el carisma y la belleza con la que le había conocido.

La mujer era lo más cercano a una amiga que tenía dentro del palacio.

—Claro que si… deberías salir un poco.

—¿Dónde? — se encogió de hombros y levantó la mirada hacia el cielo, para no fijarla nuevamente en el salón abierto y varios metros de distancia.

—A cualquier lugar, talvez conocer gente te ayude a ser menos amargado, chiquillo — se burló.

—Jajaja… muy graciosa — le dirigió una mirada de reojo.

—Ya sabes… una chica bonita que por fin saque la espina que llevas clavada en el culo por demasiado tiempo, creo que es hora de que pienses en tu futuro.

—¿Y por qué este tiene que estar entrelazado con una chica? — volteó y se cruzó de brazos, alzando una ceja en su dirección.

—Porque así es la vida, tienes que enamorarte, casarte y tener hijos.

—¿Y quién dice eso? — soltó una pequeña carcajada sarcástica —. Desde que te casaste, crees que todo el mundo encontrará la felicidad en una vida doméstica ¿Quién lo creería?

—No seas malcriado jovencito — le riño, cual si fuera una anciana.

—No eres mucho mayor que yo.

—Pero los años pesan mas — bufó —. Como sea… de verdad deberías ir pensando en lo que quieres de la vida. La princesa pronto deberá casarse por el bien de Hizuru y seguramente el rey será quien decidirá todo lo que concierne a su protección.

—Si… — asintió quedadamente y volteó — Creo que… iré a dar un paseo.

Akio lo observó con una sonrisa mientras se alejaba. Se había relacionado con el chico desde que había llegado al palacio y debido al interés que pudo vislumbrar en la princesa, decidió acercarse a él para conocerle.

Eren resultó un joven excepcional. Había tenido que escalar desde abajo tan solo aferrándose a las oportunidades que le habían brindado por su linaje, aun así, demostró que podía ser capaz y sobresalió hasta el punto en que terminó siendo guardia real de la princesa. Algunas veces le parecía que era demasiado serio y frío, había pasado por tanto que inevitablemente su personalidad se amoldo a la situación, talvez le faltaba un poco de alegría y alguien que le enseñará que no debía ser tan estricto todo el tiempo, pero sabía que Eren no cedería con facilidad. Eran tan pocas veces las que le había observado sonreír y siempre era en compañía de la princesa.

Un pensamiento le cruzó la mente, pero lo descartó con rapidez. Esperaba que Eren hiciera lo mismo, porque en aquella línea de sucesos, lo único que lograría era salir con el corazón roto.

—Mierda — el moreno suspiró y tiró con la bota una piedra en el camino.

No había esperado ser encontrado mientras vigilaba a la princesa a la distancia y era vergonzoso que quien lo hubiera hecho fuera Akio. Sabía que siendo su día libre tenía la libertad incluso de salir del palacio y viajar, siempre y cuando estuviera ahí al día siguiente presentándose al trabajo.

Aun así no había sabido que hacer, no tenía amigos, ni familiares y todas las personas que conocía estaban ahí, en el castillo. Decidió entrenar para afianzar sus habilidades, pero de camino al campo de entrenamiento escuchó una melodía y se sintió tentado por el suave sonido que conocía de memoria. Ni siquiera tuvo que desviarse mucho para tener una mirada del salón de baile. La princesa se encontraba en su clase semanal y parecía bastante entusiasmada.

El era una desastre en aquellas artes, apenas recordaba cuando su madre había intentado enseñarle en el antaño, ella le decía que tenía dos pies izquierdos y seguramente ahora seria aún peor. Aquello le sacó una sonrisa nostálgica.

El maestro de danza era un hombre ya mayor, pero muy correcto. Permanecía a una distancia prudencial de la princesa y su mano puesta en su espalda era completamente respetuosa. Apenas tenía que hacer un movimiento para empezar a dar vueltas por todo el salón y casi le pareció que el kimono de la princesa flotaba cual seda en cada giro.

Ella se miraba hermosa y sonreía. Parecía disfrutar enormemente de aquella actividad y eran tan pocas cosas en las que podía deleitarse que él no pudo evitar quedarse ahí, absorbiendo cada expresión, cada sonrisa, cada destello de alegría que iluminaban su rostro.

Era tan brillante que le fascinaba, pero siempre lo había sido, pese a la mirada triste en sus ojos cuando la conoció siendo ambos solo unos chiquillos o aún cuando tuvo que pasar por tantas dificultades para llegar ahí.

La princesa nunca decía nada, siempre sonreía y parecía guardar tan recelosamente sus sentimientos que le hizo sentirse identificado. Incluso desde la primera vez que le vio, una imagen delicada, solemne, casi etérea. Iba rodeada de una caravana de sirviente y aún así, parecía tan sola.

Sus ojos se había fijado en ella y desde entonces no se habían despegado. Siempre la buscaban sin importar que y cuando la tuvo cerca, solo le hizo comprender que haría cualquier cosa por conservar su sonrisa, aún si tenia que matar o morir por ello.

No sabía que era aquello que le impulsaba a su lado, ambos como dos imanes en direcciones opuestas, siempre conectados y con la necesidad imperiosa de encontrarse. Pero era consciente de que no se trataba de nada más que una fantasía. Sabía que sus pensamientos rozaban lo escandaloso y sus sentimientos eran del todo inapropiados.

No debía pensar en la princesa de ninguna otra manera. No era digno de siquiera observar su sonrisa y jamás sería suficiente para merecerla, por mucho que la amara.


—¡Su alteza!

—Sera solo un momento — Mikasa se encogió de hombros, con una sonrisa traviesa en el rostro.

Eren no sabía que había sucedido con ella cuando en medio de la noche, había salido de su habitación diciéndole que necesitaba ir a un lugar.

No supo que responder en ese momento y la princesa no le dio la oportunidad cuando atravesó los pasillos sin siquiera esperarle.

Aunque intentó convencerla de llamar a los sirvientes, Mikasa se negó y en su lugar, le dijo que bien podría acompañarla o iría sola.

Claro que lo último no era una opción.

La chica detuvo a los guardias que estaban en la entrada del palacio y les exigió que se quedarán en su puesto, pues venía acompañada. Hizo lo mismo con los que hacían una ronda en el patio en cuanto salieron ahí. Estaba oscuro, pero no hacía frío, en su lugar, en pleno verano, el clima era en realidad agradable. Eren se apresuró a alcanzar a la mujer cuando observó como avanzaba por el estrecho camino de rocas hasta el inicio del pasto de los inmensos y hermosos jardines.

—Majestad… — miró sus pies desnudos —. Esta descalza… es mejor que volvamos, conseguiré algo para…

—Y se siente bien.

—¿Disculpe? — frunció el ceño.

—No seas tan estirado Eren — le observó por sobre el hombro, una mirada pícara y atractiva que hizo un pequeño caos en su interior.

—Pero...

—Apúrate — ella se alzó las faldas del kimono un poco arriba de los finos tobillos y dio un paso al frente — Esta húmedo — sus pequeños dedos se abrieron y cerraron sopesando la textura del césped.

—Alteza…

—Te vas a quedar atrás — sonrió y luego empezó a alejarse, sin esperarle. Su paso era juguetón, ligeramente saltarín —. Vamos soldado — se río.

Eren la observó, mientras saltaba de un lado a otro con aquella dirección aún desconocida para él. No sabía que había sucedido para que la princesa empezará a actuar así, pero no intentaría comprenderlo, sabiendo que no lo lograría. Era la persona mas impredecible que había conocido, era una de las cosas que más amaba sobre ella. También había aprendido con él tiempo que creaba su propia felicidad, de cosas absolutamente cotidianas. Mientras otras mujeres vivirían fascinadas con la idea de ser una princesa y tener un castillo, joyas y riquezas, la mujer frente a él podía morir de felicidad por solo tener un paseo en su yegua o decidía detenerse en algún lugar por el simple hecho de disfrutar del paisaje, también adoraba bailar y leer, apreciaba a las personas que la rodeaban, pese a la distinción que implicaban sus diferentes clases sociales y podía tener ideas ingeniosas, como escaparse una noche mientras los sirvientes y demás dormían, para deleitarse en un paseo por el palacio que conocía de memoria.

No sabía que había causado aquella nueva aventura, pero comprendió que no importaba, pues mientras pudiera disfrutar aunque fuera en sus adentros de su imagen pura y de la sonrisa que cruzaba su rostro con alegría, el podía seguirla incluso al mismo infierno.

—¡Princesa! — la chica se había detenido casi luego de cruzar medio palacio, en los jardines que provocaban mas de un suspiro y justo frente al pequeño estanque de luna.

—Creo que voy a mojar mis pies — susurró Mikasa para si misma y se inclinó, hasta plantar el trasero sobre las rocas que rodeaban el amanal.

—Pero princesa… — observó que se levantaba las faldas y no pudo evitar fijar la mirada en las tonificadas pantorrillas.

Su rostro se encendió y se apresuró a apartar la mirada, fue entonces que reparó en los dos guardias que se encontraban haciendo ronda, uno de ellos miraba la escena con asombro, el otro parecía encontrarse seducido por la ligera porción de delicada piel que podía vislumbrar.

—¡Pueden irse!... no hay nada que ver aquí, estoy a cargo de la princesa en este momento — su voz fue más tensa y contenida de lo que había pretendido y las orejas le quemaban, justo de la misma manera que la presión en su pecho parecía amenazar con aplastar su corazón.

—Jaeger que…

—¡Obedezcan! — demando. Los hombres se tensaron y el que dirigía una mirada impúdica hacia la princesa, finalmente lo observó.

—Si señor — soltaron al mismo tiempo, inclinando ligeramente el rostro antes de dar la vuelta y alejarse. Eren se cuadro, molesto aún, pero finalmente dándose c1q q de la manera tan arrogante en que la había hecho despliegue de su posición. Como guardia real, su posición había escalado dentro de los soldados, lo que le llevaba únicamente debajo de los comandantes y el general. Nunca había necesitado dar una orden de aquella manera y ahora, mientras los hombres se alejaba, se dio cuenta que había sido más que una orden sobre su deber y más sobre algo personal.

Volteó hacia la princesa con el ceño fruncido y notó que tenía la mirada fija en él.

—¿Qué sucede? — ella le miró confundida.

—No puede estar haciendo eso — observó sus pantorrillas un segundo —. Es indecente.

—Ohh, vamos Eren — ella hizo un movimiento de manos, restándole importancia al asunto, lo que le puso de muy mal humor —. Me has visto con menos ropa — pese a que su intención había sido parecer sofisticada y hasta altanera, por su sonrojo era evidente que aquel hecho aún seguía avergonzándola.

Eren sintió como todo el rostro se le entibiaba, mientras se ruborizaba también. Aún recordaba aquel suceso ¿Cómo podría olvidarlo jamás? La princesa tenía la costumbre de tomar baños sola, aun cuando las sirvientas parecían dispuestas a atenderla en la mas mínima cosa. Él se había quedado fuera de la habitación, simplemente vigilando y mientras se deleitaba con su suave tatareo, intentando por todos los medios no dar un pensamiento a lo que sucedía dentro de la habitación. Luego había escuchado un grito y ni siquiera se detuvo a pensar cuando ingreso a la alcoba real para verificar que Mikasa se encontrará bien.

Ella lo estaba.

Bien.

Muy bien.

Casi perfecta.

Intentó tragar el nudo en su garganta mientras su mirada se deslizaba por la húmeda y brillante piel pálida, por los cabellos humedecidos, las mejillas arreboladas, los labios rojos, el estilizado cuello y los senos llenos, erguidos, simplemente perfectos.

El resto de su cuerpo estaba aún sumergido en la tina de madera, pero no había necesidad de otra mirada mas profunda para determinar qué ella era sin duda la chica más hermosa que sus ojos jamás habían visto.

La princesa también le había observado, a los ojos, nerviosa, avergonzada y sorprendida. Las sirvientas a su lado había corrido a auxiliarla cuando se deslizó en sus prisas por ponerse de pie.

La chica no dijo nada y Eren tampoco pudo hablar, ni siquiera encontraba la voz para hacerlo y disculparse, por lo que simplemente dio media vuelta y se alejó, hasta salir de la habitación y volver a cerrar.

Ninguno había comentado nada de aquel vergonzoso accidente y que fuera Mikasa quien lo soltara con tanta tranquilidad le saco de su zona de confort y le llevó a aquellos recuerdos que habría deseado borrar de sus pensamientos.

—Yo...

—Ven… — las mejillas de ella estaban ruborizadas mientras palpaba el lugar a su lado —. Vamos a disfrutar de un momento de tranquilidad.

—Tengo que… vigilar princesa.

—Claro — la chica rodó los ojos —. Como si fuera a pasar algo a mitad de la noche.

Él no deseaba refutarlo, porque entonces tendría que mirarla e inevitablemente contemplaría la piel que brillaba bajo la luna, lo que le traería nuevamente esos recuerdos que le atormentaban en las noches.

La princesa era en su mente, una figura pura e intachable, que sus pensamientos tuvieran caminos perversos solo le hacían avergonzarse de sí mismo.

Carraspeo y dio media vuelta mientras su mirada se deslizaba por cada rincón oscuro del palacio. Aunque habían transcurrido ya tres años desde el último ataque en contra de la princesa, él siempre procuraba estar atento y fiarse, no podía hacerlo cuando tenía algo tan valioso para proteger.

—Esto se siente delicioso.

La morena suspiro con deleite, y de reojo, Eren aprecio como levantaba el rostro al cielo. Su piel parecía tan suave y el reflejo de la luna la confería de un brillo casi celestial. Sus labios rosados saltaban a la vista y los mechones de cabello azabache parecían hilos de seda que rodeaba su hermoso rostro cual adornos.

Era tan bonita.

Nunca había visto ninguna mujer que pudiera igualar su belleza, pero también era algo más que físico. La manera en la que sus vidas se encontraban entrelazadas podría considerarse casualidad, y en algunas ocasiones también le parecía que había terminado siendo su guardia por un mero capricho, no obstante, sin importar que le había llevado ahí, a ese momento, a ese lugar y a tener aunque fuera un minúsculo papel en la vida de la princesa, no había otro lugar más en el mundo en el que desearía estar.

—¿Que… le sucede hoy? — su pregunta fue tentativa, apenas un susurro.

—¿Sobre que? — la chica le miró sobre el hombro, Eren no volteó, aun dándole la espalda, pero pudo percibir su mirada sobre su cuerpo y como acariciaba incluso su piel con suavidad. Sintió como le estremecía el alma.

—¿Esta sufriendo de insomnio de nuevo?

—Ohh… bueno, no podía dormir — ella se encogió de hombros —. Tenía mucho en lo que pensar — miró el reflejo de la luna en el estanque.

—Ya veo… — casi nunca hablando de sus deberes como princesa, pese a que él siempre quería hacer la distinción para no olvidar la enorme diferencia social que existía entre ambos, y aun, cuando dicho título pesaba entre ambos con la responsabilidad y realidad que conllevaba.

—He estado tan ocupada. No he visto a Yuki en toda la semana — parecía pensativa. Eren asintió, aunque ella seguramente no le estaba viendo.

—Estoy seguro de que la extraña.

—Y yo a ella — parecía sonreír mientras se lo decía.

—Me imagino que si — le impresionaba aun que la princesa en realidad amara montar su yegua, para ella era una de sus actividades favoritas en su día a día. También, a pesar de los años, continuaba maravillándose por la visión de su persona, cada ver que montaba cual si fuera una amazona. Nunca había esperado ver el momento en que una mujer lo hiciera, menos alguien de su posición, era sencillamente impresionante.

—También extrañaba nuestros paseos.

—¿Disculpe? — sus palabras le sacaron de sus pensamientos y le tomó un momento procesarlo.

—Ya sabes… cuando vamos en los caballos y… me enseñas cualquier cosa.

—Es un placer para mi princesa.

—Es mas que eso… eres la única persona con la que puedo ser yo misma — la suavidad con la que había susurrado le hizo ver que ella en realidad decía aquello desde el alma.

También le hizo darse cuenta una vez más de lo sincronizados que estaban sus corazones e intento no pensar en lo incorrecto que era. Porque estaban ahí, solos en medio de la noche, con la luna como único testigo de aquella platica sin sentido, en la que podía hablar con la verdad de sus almas, sin temor a que alguien pudiera llegar a malinterpretarlo o saberse expuestos.

Y lo cierto era que ambos sabían que lo que sentían por el otro era algo mas que un reconocimiento, más que complicidad o amistad. Sus corazones se llamaban y solo en el silencio podían escucharse, pero nunca podrían hablar de ello, pues estaba prohibido, así como las miradas, como los roces y como los sentimientos que nacían y que por doloroso que resultara, eran correspondidos. Y solo quedaban esos momentos robados para disfrutarlos.

Ninguno dijo nada mas, pero no hubo necesidad, porque ellos se entendían y nada más importaba.


Eren observó que la princesa salía del salón de reunión y se irguió con rapidez, para ponerse a un lado de ella.

La chica llevaba la mirada gacha y se arreglaba los pliegues de la falda del kimono como si fuera la cosa mas interesante que podía hacer. Eren frunció el ceño y carraspeo, para llamar su atención, solo entonces ella levanto el rostro y lo fijo en el.

Tenía los ojos triste y estaba ojerosa, decaída y taciturna. Sólo unas horas antes, luego del desayuno y antes de que fuera llamada por el consejo, había parecido tan tranquila y sonriente. Los días transcurrieron con sorprendente calma y le había hecho sentir confiado en que todo seguiría igual, pero algo estaba pasando con la princesa y lo sabía, algo mas que allá de su expresión abatida.

—Vamos — ella levanto el rostro con repentina firme y empezó a caminar por el pasillo. Eren rápidamente se coloco a su lado y así mismo le siguieron los sirvientes.

La morena parecía decidida y mientras salían del palacio se le hizo evidente hacia adonde se dirigían. No dijo nada y dejó que ella les guiara a los establos.

No necesito de ninguna palabra para comprenderla, en cuanto llegaron, ordenó que ensillaran su caballo y el de la princesa, luego le aviso a los demás sirvientes sobre el paseo que darían.

Poco menos de diez minutos después, habían partido. Mikasa seguía sin decir nada, pero decidió darle su espacio, era lo mejor que podía hacer por ella en ese momento.

Salieron del palacio con un séquito de menos de seis sirvientes y cinco guardias más, los mismos que usualmente le acompañaban en aquellos recorridos y en quienes más confiaba debido a sus habilidades de pelea.

Conocía cada rincón, elevación y espacio de aquel camino, lo habían recorrido juntos los últimos tres años por lo que bien podría atravesarlo con los ojos cerrados. La princesa iba a su lado, callada y pensativa, lo que le hizo darse cuenta una vez mas que algo había sucedido en aquella reunión ¿Qué podía haber sido tan malo como para poner una expresión de tristeza en su rostro?

Sintió como el pecho le dolía y carraspeo, para llamar la atención de la chica.

—Parece un poco callada hoy — susurró suavemente.

La chica suspiro, lo que le indicó que sus palabras no habían pasado desapercibidas. La miró de reojo y vislumbro como apretaba las riendas de la montura.

—Debo verme fatal si lo has notado — sonrió ligeramente, una mueca que no llego a sus ojos.

—Princesa…

—Tuve un mal inicio de día Eren — le interrumpió con dulzura —. Solo eso, yo… quiero distraerme.

Era su pauta para darle a entender que no deseaba hablar al respecto. No tenía el derecho a intentar indagar y seguramente años atrás se habría sentido avergonzado por la manera en que ella le había dejado en claro que no deseaba seguir conversando sobre el tema, pero estaba mucho más allá de esas emocionales banales ahora y realmente le preocupaba.

Empero, sabia que ella necesitaba espacio y un poco de paz, también tenía el conocimiento por su propia boca que sus paseos juntos le transmitían toda clase de sentimientos positivos y le alegraba, realmente le alegraba ser ese lugar en el mundo en el que ella pudiera encontrar tranquilidad.

Miró de reojo a su espalda y vislumbro que los guardias y sirvientes venían atrás, apenas a unos pasos de distancia. No había mucha separación entre ellos, pero si la suficiente para hablar con relativa calma.

—¿Puedo hacer algo para… ayudarla? — sintió que las mejillas le ardían mientras soltaba aquellas palabras.

La princesa parecía sorprendida en un inicio, no sabia cuál sería su reacción, pero no había esperado que su mirada adquiriera una ternura que le tocó el alma.

—Tu presencia es suficiente.

Parecían palabras tan simples y de hecho, la chica no hizo ningún gesto significativo mientras la soltaba, pero eran palabras importantes y le provocaron una presión tal dentro de su pecho, que de pronto se dio cuenta, que haría cualquier cosa por la mujer frente a él, por disfrutar de su sonrisa y por su felicidad.

—Princesa…

—Aunque… — una sonrisa pequeña le cruzó el rostro —. Hay algo que siempre he querido hacer.

—¿De que se trata? — su interior aun se encontraba agitado por sus anteriores palabras.

—Siempre he deseado hacer una carrera en caballo, ya sabes — encogió un hombro —. Nunca he corrido y me pregunto como se sentirá la adrenalina… luego de aquella vez hace años...

Eren asintió, sabiendo a que se refería. Nunca había sentido tanto miedo en su vida como en aquel momento y fue justo cuando se dio cuenta que cuidar a la princesa era más que un trabajo para él, porque habría deseado morir si algo le sucedía.

Después del incidente, la vigilancia hacia ella se había reforzado y sus actividades dentro del castillo se limitaron. Nunca se supo quien había sido el que decidió atentar contra la princesa, pero tampoco cabía la duda que si existía un enemigo desconocido. Aunque no habían pasado por algo similar en el último tiempo, decidió nunca confiarse y en lo que a él respectaba, todos eran enemigos jurados.

Proteger a la princesa se había vuelto su misión de vida y cada día se volvía algo primordial, mas importante.

—Yo no creo que…

—Dijiste que harías cualquier cosa para ayudarme a tener mejor humor ¿no? — le dirigió una mirada dulce, los ojos le brillaban engatusadores, sabía que lo hacia apropósito, pero ¡Diablos! Era bellísima.

—No dije eso exactamente — susurró alzando una ceja.

—Pero es lo que querías decir ¿no?... estoy muy triste ahora y eso me haría sentir mejor — fingió, con un puchero en los labios.

Si algo había aprendido de la princesa en los últimos años, era que, nunca seria una persona manipuladora ni nada que se lo pareciera, era el ser más transparente que había conocido jamás, por lo que su treta lejos de engañarlo, solo lo hizo sentir divertido.

—Su alteza…

—Mikasa, ese es mi nombre — ella le miró a los ojos. Eren se apresuró a negar, antes de voltear y verificar que nadie hubiera escuchado lo último.

—Sabe que es incorrecto princesa…

—Somos amigos — dijo seriamente. Eren sintió como un calor nacía en su pecho y subía por su cuello, hasta sus orejas y luego a sus mejillas. Llevo un puño a su boca y fingió toser para disimular la vergüenza antes de erguirse con aplomo.

—Sabe que no podemos…

—Si, si… se lo que vas a decir. Ohhh, vamos Eren, solo será una carrera.

—Puede pasar de todo en una carrera alteza — rodó los ojos.

—No voy a limitarme por lo que pueda pasar. Te lo digo en serio, vamos a hacer esta carrera — le lanzó una mirada desafiante y antes de que tuviera algo que decir, un grito corto el silencio —¡Vamos Yuki!

—¡Princesa! — Eren jadeo mientras miraba como la yegua blanca salía a galope como alma que intentaba llevarse el mismísimo demonio.

—¡Tendrás que alcanzarme!

El moreno frunció el ceño y tras darle la orden a los guardias de que vigilarán el perímetro, se lanzó hacia adelante mientras observaba como los mechones azabaches se mezclaban con las telas vaporosas que portaba la princesa a causa del viento.

No sabía que demonios había sucedido con ella como para que estuviera actuando de una manera tan imprudente y le hizo darse cuenta que debía haber pasado algo realmente grave en la reunión.

Eso le preocupo, pero intento concentrarse en alcanzar a la chica.

—Eres tan lento soldado — escucho la burla en la voz femenina.

Aquello definitivamente encendió una vena competitiva en su interior y aunque intentó alejarla, escuchó como la princesa empezaba a reír.

Su risa era sin duda el mejor sonido que había escuchado jamás, cuando volvió a levantar la mirada se dio cuenta que la chica realmente parecía disfrutar de aquella experiencia. El contraste de su actitud anterior con la actual fue revelador.

"Eres la única persona con la que puedo ser yo misma"

Sus palabras tomaron un nuevo significado y sonriendo, se inclinó sobre el caballo para tomar mayor velocidad. Poco a poco fue acortando la distancia entre ambos, hasta que finalmente estuvo a su lado.

—Aún no es muy rápida su alteza — se burló. La chica jadeo y volteó el rostro un segundo hacia él para dirigirle una mirada sorprendida.

—Eso fue increíblemente irrespetuoso.

—No si es verdad — sonrió.

—¡Pero apuesto que podemos ir aun mas rápido!

—No creo que sea lo correcto princesa — dudo, justo cuando la vio inclinarse sobre su yegua —. Princesa! ¡Le estoy suplicando que se detenga!

—Alcánzame si puedes — canturreo ella.

—Es muy rápido, demasiado rápido… — Eren empezó a jadear mientras su mirada se deslizaba por el camino que la chica recorría en lugar del suyo propio —. Baje la velocidad, se lo estoy pidiendo princesa.

—No seas miedoso.

Pero lo era y entre más rápido viajaban, más rápido le latía el corazón de un terror vivo. No comprendía como habían llegado a aquella situación y se dio cuenta que no podía controlarlo, escapaba de sus manos.

Mikasa era una de las pocas cosas que jamás podría controlar.

—¡Vamos Eren!

—¡Deténgase! ¡Por favor princesa! — ella siguió alejándose y la presión en su pecho aumentó, ya no era solo el hecho de alcanzarla, era un peligro real —¡Detente ahora Mikasa!

Y la chica se tenso, irguiendo la espalda con firmeza mientras lentamente empezaba a bajar la velocidad. Eren respiró agitadamente y también obligó a su caballo a reducir la rapidez de su marcha. Fue un poco más tarde de lo que lo había hecho la princesa y por esa razón es que se detuvo varios metros después. Estaba tan agitado que prácticamente jadeaba y pequeñas gotas de sudor le recorrían el rostro.

El alivio en su interior era tal que de pronto se dio cuenta que le temblaban las manos y cuando su caballo relincho, le obligó a dar media vuelta y miró la figura de la princesa, que al igual que él, lucía agitada.

Su ceño se frunció casi instantáneamente y se lanzó hacia el frente, hasta acercarse a la morena. Mikasa tenia el cabello alborotado, la piel sonrojada y los ojos brillantes. Estaba tan molesto, pero ver su sonrisa de alguna manera le hacía pensar demasiado en su siguiente paso. Aún así sabía que no podía simplemente dejar ir lo que había sucedido, la princesa debía entender que aquella situación podría implicar un peligro mayor para el que no estaba preparada.

—Eso fue…

—Completamente imprudente — la corto con rapidez.

—Pero Eren… — la sonrisa se borró de su rostro.

—Princesa… le dije que no era seguro. He visto hombres caerse de un caballo y quebrarse el cuello.

—¿Donde has visto eso? — parecía sorprendida.

—Mi padre fue un doctor… y soy soldado. Se de lo hablo. Necesito que actúe como siempre lo hace, su imprudencia de hace un momento podría…

—Ohh, vamos soldado — una sonrisa tentativa le cruzó los labios —. Necesitaba esto y necesitaba un momento a solas contigo.

—Princesa…

—Me llamaste por mi nombre hace un momento.

—Eso fue porque necesitaba que se detuviera, estábamos solos y…

—Aun estamos solos — se acercó ligeramente a él hasta que pudo observarlo de frente.

—Princesa… no me esta escuchando.

—Lo hago Eren — le miró directamente —. Eres tu quien no me escucha.

—¿Cómo es que…?

—Por favor — ella levanto una mano, indicándole que se detuviera, luego suspiró —. ¿Por qué siempre lo haces tan difícil?

—¿De que…?

—Solo quería sentir que tenia el control en mi vida sobre una sola cosa ¿Por qué debe ser tan complicado?

—¿Ponerse el peligro es su forma de sentir que tiene el control?

—Yo no…

—Porque si es así, tendré que pedirle que se obtenga de practicar el deporte o incluso de montar a su yegua.

—Un momento…

—No princesa, creo que usted no comprende el alcance de la imprudencia que acaba de cometer.

—Solo fue una carrera.

—¡No fue solo una carrera! Fue una practica riesgosa ¡¿Acaso no recuerda lo que pasó hace tres años en este mismo camino?!

—Eso fue un atentado Eren.

—Pues en este momento no tuvo que intervenir un agente externo para que fuera igual de peligroso.

—Exageras — intentó restarle importancia.

—¡No es así! — su tranquilidad logro enervarlo —¡Me preocupo por usted!

Sus palabras vibraron con la fuerza de sus sentimientos. Mikasa le miró sorprendida mientras el moreno apenas podía controlar el ritmo de su respiración, de nuevo agitada.

—¿Como tu deber? — necesitó saber ella.

Eren bajó el rostro y negó con la cabeza. Su pecho se movía acelerado y la piel le quemaba en todo el cuerpo, mientras el nudo en su interior le impedía conseguir la calma para continuar con aquella charla. Porque había traspasado todas las barreras que creo y les rodeaban a ambos para mantener su relación de la manera más profesional que sus sentimientos permitían y ahora todo desbordaba de la forma más sincera y pura posible.

Y no podía seguir fingiendo, al menos no en ese momento, cuando le ahogaba el miedo de que la mujer frente a él pudiera ser dañada alguna vez y no encontrara la manera de protegerla incluso de ella misma.

—Sabe que es más que eso… — susurró casi sin voz, un pequeño sonido que esperaba se perdiera en el viento, suave y prohibido.

Los ojos de la chica brillaron y su tez se ruborizo. La observó lamerse los sonrosados labios y luego dirigirle la mirada de mayor fragilidad femenina que amenazó con derrumbar su mundo entero.

—Eren yo…

Un reflejo a varios metros llamó la atención del chico, y obstaculizo casi al instante, cualquier sonido que le rodeaba mientras su mirada se fijaba en el objetivo a la distancia. Le tomó sólo un latido del corazón advertir el peligro y antes de poder siquiera razonar sobre su siguiente movimiento, impulsó su caballo hacia la princesa y la tomó de la cintura, dándole un rápido empujón con la mano en la pequeña espalda justo sobre el lomo de la yegua.

La princesa gimió y soltó un gemido que fue interrumpido por el filoso sonido de una flecha cortando el aire en su dirección. Eren se inclinó ligeramente sobre su lado derecho, tomando con la mano libre su montura para sostenerse mientras se balanceaba sobre la silla y al mismo tiempo procuraba que la chica continuara en la misma posición.

Aunque logró esquivar la flecha, rápidamente se percató de otro movimiento en su flanco izquierdo y por el rabillo derecho le pareció ver algunas hojas moverse a casi diez metros hacia el interior del bosque, al noroeste.

Sabía que si se permitía tener una mirada más, posiblemente encontraría otros objetivos, pero en ese momento, un solo segundo de distracción podría resultar riesgoso. Fue por esa razón que en cuanto se irguió, se apresuró a tomar a Mikasa de la cintura, antes de levantarla de su asiento y cruzarla hacia el suyo. La chica jadeó, sin saber que sucedía, pero sin intentar impedirlo.

—Levante la pierna — no necesitó repetirlo y la princesa no dudo un segundo en seguir su orden hasta terminar de espaldas — Sus piernas pegadas al caballo, los brazos encerrados dentro de su torso y la cabeza abajo — le indicó fríamente. La morena lo hizo, pero el kimono podía ser un estorbo y en un solo movimiento, Eren se apresuró a tomar la tela sobre sus caderas y levantarla. El frágil tejido crujió, pero no le importo mientras apretaba una mano en su espalda y la obligaba a aplastarse contra el lomo del animal.

Mikasa no hizo ningún ruido, habiendo comprendió finalmente lo que sucedía. Eren tomó las riendas del semental, apoyó los muslos sobre las caderas femeninas para cubrir su piel con su cuerpo ante cualquier ataque y se inclinó sobre ella, encerrándola bajo su pecho. Solo hizo falta un movimiento de las riendas y un silbido de su parte para que su caballo saliera disparado, como un rayo.

Su hazaña había durado menos de diez segundo y aunque parecía poco tiempo, en realidad se dio cuenta que había pecado de lento y tuvo que apresurarse a pensar su siguiente movimiento cuando el sonido de más flechas cortó el viento.

—Izquierda — susurró, y Kuro, su semental de pelaje tan oscuro como el carbón, se inclinó, apenas escapando de un ataque que seguramente habría sido mortal para los tres —. Derecha y vuelta a las tres.

El caballo siguió las órdenes como si de alguna manera pudiera entenderlas, haciendo una maniobra que sin dudas hizo imposible a sus atacantes predecir cuál era el siguiente movimiento.

—¿Yuki? — gimió Mikasa sin aliento.

—Ella nos sigue princesa.

Mas flechas pasaron por su lado, Eren gruñó cuando percibió un roce en su brazo derecho y lanzó una maldición cuando algo fuerte rebotó contra su armadura justo bajo su omóplato derecho, seguramente un golpe destinado a su corazón.

A los lejos vislumbro a los guardias que corrían en su dirección seguramente siguiendo las huellas que su carrera habían dejado en el camino.

—¡Estamos bajo ataque! — su voz fue potente, un rugido tal que vibro en cada rincón del bosque y dio pie a la batalla.

Los cinco soldados reaccionaron a su llamado rápidamente y Eren no se detuvo mientras su caballo cruzaba entre ellos y de largo hacia el palacio.

Apenas unos segundos después y dado la velocidad de su huida, pudo vislumbrar a la caravana de sirvientes que seguían a la princesa a todas partes. En cuanto estos les observaron acercarse, se volvió evidente que algo sucedía y Eren se los confirmó con un alarido.

—¡Huyan! — y los gritos se alzaron mientras todos corrían en diferentes direcciones.

Las puertas se abrieron varios segundos antes de que llegarán al palacio. Los sirvientes que estaban en sus quehaceres, se escandalizaron al observar tal despliegue de agitación, mientras los guardias que se encontraban cerca, se apresuraban a correr hacia las personas que les acompañaban antes y que ahora corrían hacia el palacio para refugiarse, Eren se apresuró a labrar ordenes agitadamente a los guardias que recién se acercaban debido al alboroto.

El caballo negro ingresó tal como Eren le indicó y se apresuró a guiarlo hasta que se detuvo en el centro mismo de los jardines. Eren se sostuvo con fuerza de la montura para mantener el equilibrio y el de la princesa justo cuando el corcel plantaba las patas delanteras brutalmente contra el suelo rocoso. Escuchó el gemido de la chica y se apresuró a mover las caderas un poco para pasar una pierna sobre el lomo del caballo y bajar de un salto.

—Puede levantar el rostro princesa — le indico con suavidad mientras varios sirvientes se aglomeraban a su alrededor.

Mikasa hizo justo lo que le ordenó. Tenía el cabello hecho una maraña, los ojos dilatados y la respiración alterada, era evidente su miedo. Eren extendió los brazos en su dirección y la chica no dudo un segundo en ir a su lado, hasta hacerse un pequeño ovillo contra su pecho y esconder el rostro en su cuello.

—¡Jaeger ¿Qué demonios paso?! — la voz del comandante le obligó a tensarse y cuadrar los hombros.

Eren volteó con rapidez y observó que el hombre se acercaba con firmeza y un ceño fuertemente fruncido. Esperó hasta que se plantó frente a él antes de hablar.

—Fue un ataque sorpresa. Una flecha paso sobre la cabeza de la princesa y cuando la tome en brazos para refugiarla, conté a tres enemigos más. Era una emboscada sin duda.

—Revisamos el perímetro esta mañana como todos los días y no había ningún enemigo cerca — el hombre gruñó entre dientes. Eren asintió.

—Los cinco soldados que me acompañaban el día de hoy se quedaron luchando, mande a varios más para ayudar en el camino.

—Bien hecho — el hombre bajo la mirada finalmente al bulto que llevaba en brazos.

—Si me permite comandante, debo buscar un refugio a salvo para la princesa — le aclaró rápidamente.

—Claro — el mayor inclinó el rostro —. Su alteza.

Mikasa no se movió y Eren se apresuró a dar media vuelta y caminar hacia el interior del palacio. A lo lejos vislumbro que Akio se acercaba alterada.

—¡¿Que sucedió?! — indagó cuando llegó a un lado de ellos.

—Fue una emboscada, la princesa se encuentra bien, pero para descartar cualquier herida llama al doctor real. Hay que informar a los consejeros y…

—Ellos ya lo saben, vienen para acá — la mujer no dejaba de dar una mirada preocupada a Mikasa.

—Bien, a su habitación.

No necesito decir más y pese a la curiosidad que seguramente generaba aquella situación, nadie se interpuso en su camino mientras alcanzaban la alcoba real.

El cuerpo de Mikasa había dejado de temblar casi por completo cuando ingresaron a su dormitorio y se apresuró a levantar el rostro al sentirse en un lugar finalmente seguro.

—Princesa… esta a salvo — susurró Eren con una sonrisa.

La chica levantó el rostro y le miro a los ojos rápidamente. Su mano se encontraba apoyada sobre su pecho masculino y Eren sabía que ella seguramente estaría consciente de lo rápido que le latía el corazón. La última vez que habían estado tan cerca de una amenaza igual fue durante una situación similar, tres años atrás. Parecía que la única manera en que pudiera pasar por altos los protocolos era ante el peligro.

—Gracias — la mirada de ella se humedeció mientras soltaba las palabras.

—Tráela aquí Eren — Akio se había movido hacia el tatami donde Mikasa descansaba, apartando cualquier cosa que pudiera estorbar.

Eren se acercó y se puso sobre una rodilla para poder ubicar a la princesa en el centro del colchón sin problemas.

En cuanto ella pudo sentarse por si misma, se irguió con rapidez y la miró desde la altura. La mirada de Mikasa estaba fija en él también.

—¿Esta bien alteza?... ¿Le duele algo? ¿Se siente mareada? – Akio se apresuró a buscar con la mirada cualquier indicio de heridas.

—Estoy bien. No sufrí ningún rasgu…

—¡Esta sangrando! — Akio levantó el brazo izquierdo de la chica, para observar

—No, nada me sucedió, Eren me prote… — volteo y observó como la sangre empapaba la manga de su kimono rosa —¿Eren? — su mirada se levanto con rapidez y se fijo en el chico, que parecía mucho más preocupado por ella que por cualquier otra cosa

—Estoy bien princesa.

Mikasa negó, mientras su mirada sorprendida y luego aterrorizada se deslizaba por el brazo del moreno. Tenia la armadura hasta los hombros y luego la manga de su camisa se encontraba llena de sangre desde la parte superior de su brazo y todo el camino abajo, hasta los dedos de su mano, donde pequeñas cuencas carmesí goteaba.

—El doctor está aquí — un sirviente se apresuró a ingresar a la habitación para dar el aviso y solo un segundo después un hombre mayor también entró.

—Princesa… estoy aquí para atenderla — realizo una pequeña reverencia.

Mikasa negó con la cabeza.

—No, yo estoy bien — su mano tembló mientras la levantaba para señalar a Eren —. Necesito que revise a mi guardia personal, esta herido y sangrando — su voz era frágil y los ojos se le llenaron de lágrimas.

—Pero princesa… yo estoy para servirle a usted, el soldado puede esperar mientras…

—¡Estoy bien! ¡¿No me escucho?!... ¡Atiéndalo a él! ¡AHORA!

—Princesa… — Eren se apresuró a negar —. Solo es una herida pequeña y…

—Su alteza — el médico también intentó decir algo, mientras se acercaba a ella.

Mikasa le lanzó una mirada furiosa que obligó al hombre a detenerse e hizo tensar a Eren.

—¡Hará lo que le digo y atenderá al soldado ahora! ¡¿Entendido?!

Un silencio inundó la habitación y fue cortado únicamente por un sollozo pequeño de la chica. Akio se puso de pie rápidamente y se acercó a ambos hombres.

—La princesa ha pasado por una experiencia traumática doctor, yo me voy a encargar personalmente de asistirla y si encuentro alguna herida se lo haré saber lo antes posible — se inclinó frente al hombre —. De momento creo que lo mejor sería que pudiera atender al soldado Jaeger, al parecer la visión de sangre perturbó mucho a nuestra alteza.

—Si — el hombre asintió rápidamente, confirmando lo último ¿Por qué otra razón la princesa se alteraría por la herida de un simple soldado? — Eso haré — le dirigió una mirada a Eren e hizo un movimiento de manos —. Vamos a mi consultorio, al parecer fue una herida profunda.

Eren asintió y le siguió, no sin antes fijar una mirada en Mikasa, que se encontraba inclinada sobre su propio cuerpo, mientras sus pequeñas manos intentaban rodear su figura. Sintió como se le oprimía el pecho y deseó por un segundo poder acercarse a ella y abrazarla.

Era doloroso saber que jamás podría consolarla en verdad y que debía vivir tan solo de aquellos pequeños deseos insatisfechos.


Un ligero sonido le hizo abrir los ojos y observar el techo de su habitación. Era de noche y la oscuridad de la pequeña alcoba le dio la bienvenida. Apenas había un rayo de luz proveniente de la luna, que se filtraba escasamente a través de la ventana.

Eren se irguió, mientras extendía la mano para palpar su espada apoyada a un lado de la cama. Su herida protesto, pero la ignoró mientras apoyaba el brazo sano sobre el colchón y se impulsaba hasta tomar asiento. Habían unos ligeros pasos por el pasillo y a juzgar por las luces apagadas fuera de su habitación, todos los sirvientes y demás debían encontrarse dormidos. Una de las reglas mas duras del palacio era que nadie podía estar deambulando a deshoras. Notó que un pequeño halo de luz se filtraba bajo la puerta y se le hizo aún mas evidente que alguien estaba buscando algo donde no se le había perdido.

Se apresuró a levantarse de un impulso justo cuando escuchó como la puerta de su habitación era abierta. Las puertas en aquel lugar no conferían ninguna seguridad pues ningún sirviente, guardia o personal de clase obrera, podía contar con algo como la privacidad más allá de lo personal. Apenas se necesito un empujón para que la madera rechinara y antes que pudiera observar de quien se trataba, levanto la espada y apunto directamente a su objetivo.

La filosa punto rozo el borde de una candela ligeramente derretida.

—Tienes tres segundos para explicarme porque estás…

Unos ojos azabaches le devolvieron una mirada sorprendida y Eren jadeo mientras se apresuraba a dejar caer la espada de golpe. El metal resonó al impactar contra el suelo de madera y antes de siquiera lograra procesar lo que sucedía, tomó uno de los brazos de la chica y la halo al interior de su habitación antes de dar una mirada al pasillo en busca de alguna figura, que pudiera haber presenciado aquella escena. En cuanto se aseguró que no había nadie, cerró lentamente, sin hacer el mínimo ruido y volteó hacía la princesa, que le observaba fijamente.

—¿Que esta…?

—No deberías estar levantado — ella le interrumpió con una mirada preocupada.

—Princesa — Eren negó — Si alguien la ve…

—Toma asiento por favor — la chica dejo la vela en una pequeña mesa de madera y se acercó a él —¿Te sientes mejor? ¿Te duele algo? ¿Te dio el doctor algunas hierbas para el dolor? — ella apoyó las manos en su pecho desnudo y entre preguntas le obligó a retroceder hasta que prácticamente no tuvo mas remedio que caer sobre el colchón de nuevo, mientras le ayudaba a sentarse con lentitud.

—Alteza…

—Te sangra el vendaje — la mirada de ella seguía fija en su herida, pero fueron sus manos que aún se encontraban apoyadas en su pecho lo que llamaban su atención. La piel le quemaba justo donde ella tocaba.

No comprendía nada ¿Cómo ella había llegado hasta ahí? ¿Alguien la había visto? ¿Estaría ahora en problema? No le importaba en lo más mínimo lo que pudiera pasar con él, pero sabía que si alguien se enteraba de aquel encuentro, la princesa tendría graves problemas ¡Podrían creer que tenían un amorío! O aún peor ¡Su reputación y virtud serían puestas en dudas! Sintió como se le escapaba el aliento ante aquella funesta posibilidad.

—Necesito que me escuche — frunció el ceño y tomó las manos de ella, para hacerle saber que hablaba muy enserio — ¿Alguien la vio?

—¿Que? — parecía confundida. Como si su mente sorprendentemente ágil no pudiera comprender algo tan simple —. ¡No!

—¿Está segura? — dirigió una mirada a la puerta y luego observó la vela que llameaba, iluminando la pequeña habitación — Alteza ¿Tiene idea de lo peligroso que es que alguien la encuentre aquí?

—No me importa.

—¿Cómo?

Ella le miró a los ojos con firmeza durante un segundo, pero luego su ceño se frunció con angustia, y Eren observó su genuino desosiego.

—Necesitaba verte y saber que estabas bien.

—Alteza… estoy bien.

—Si, pero… estas herido y… — los labios le temblaron —. Había demasiado sangre… creí que era grave.

Ella estaba preocupada.

En verdad preocupada.

Observó que las manos le temblaban y su mirada se humedecía. Sabia que debía detener todo aquella locura, pero no pudo evitar sentirse conmovido al saberse como receptor de tan fuertes emociones.

Ella había estado asustada desde el accidente por él.

Solo por él.

Sintió como un nudo le atravesaba la garganta y bajó la mirada a las delicadas manos que aún tenía encerradas entre las suyas. Una sensación de ternura le inundó el pecho, pero luego observó el contraste de la piel inmaculada, pálida y suave contra la suya mucho más curtida, callosa y morena, y se dio cuenta una vez más de lo diferente que ellos eran.

No era algo de simples categorías sociales.

Era mucho mas profundo y nunca podría cambiarlo, sin importar que.

—Eso jamás podría acabar conmigo princesa — se jactó con falsa arrogancia mientras le soltaba las manos.

Ella le miró confundida un segundo, luego arrugó el ceño e hizo un puchero con los labios.

—No es gracioso – se sorbió la nariz en un gesto poco femenino. Eren reprimió a duras penas una sonrisa. Era adorable.

—Pero no podía dejarse llevar por sus sentimientos.

—Debe irse ahora — le dijo con seriedad —. El haber venido aquí fue un enorme error.

—No me iré hasta confirmar que estas bien.

—¡Lo estoy! — se encogió, al percibir que había levantado la voz —. Alteza, es peligroso — susurró en esa ocasión.

—Tu brazo — la mano de ella se elevó, pero Eren la tomó en el aire antes de que pudiera tocarlo nuevamente y nublar su raciocinio —. El vendaje te sangra.

—Lo se — intentó mantener un tono de voz controlado, incluso frío, pese a que todo en su interior hervía —. Fue una herida limpia, no toco ninguna vena o arteria que pudiera resultar peligrosa, esta suturada y curada. Voy a revisarla yo mismo hasta mañana — le dio toda la información que pudiera querer saber.

—¿Tu solo? No — negó con la cabeza —. El doctor… yo voy a pedirle que te atienda a primera hora y…

—Es el médico real alteza — Eren la interrumpió con suavidad —. No se supone que deba atender a la clase obrera.

—Tu no eres un sirviente — frunció el ceño.

—Soy un soldado y en categorías es lo mismo. Además, como le dije, es una herida limpia y solo debo cuidarla y…

—Tendrá que atenderte si se lo ordenó — parecía muy decidida.

—No, no necesita hacer eso.

—Es mi responsabilidad.

—Eso no es…

—Debí haberte escuchado.

—Princesa…

—Si algo te hubiera sucedido yo… — los ojos se le llenaron de lágrimas —. Tenía tanto miedo.

—Nunca habría permitido que algo le sucediera.

—Por ti… temí que algo te lastimara, y lo hizo y fue mi culpa

—Nada paso — apretó con suavidad la mano que tenia apretada —. Estaré bien.

—Eren…

—No voy a ir a ningún lado, estaré aquí hasta el momento en el que usted decida apartarme.

—Si pudiera tomar esa decisión, desearía que…

El pequeño, pero perceptible sonido de algo cayendo contra el suelo de madera, a varios metros de distancia, obligó a Eren a tensarse. Su mano salió disparada, tapando la boca de la princesa mientras llevaba dos dedos a la flama de la vela que ondeaba ligeramente, para apagarla. La habitación se sumió en una penetrante oscuridad una vez más. Mikasa frunció el ceño, pero esperó, sin intentar hacer el menor ruido mientras la expresión de Eren rozaba la concentración, era obvio que el parecía buscar por algún otro sonido que pudiera revelar si el primero que había escuchado era mera casualidad o si alguien estaba fuera de su cama a esa hora de la madrugada.

No volvió a escuchar nada y pasados los minutos en la misma posición, determinó que no se trataba más que de alguna madera contrayéndose o algún objeto que se había caído.

Soltó la boca de la princesa rápidamente y se puso de pie, con tanta rapidez que Mikasa casi cayó de espalda, sino fuera porque la tomó de un brazo y la obligó a alzarse, con suavidad, pero inmediatez.

—Debe irse ahora — su voz fue un susurro apresurado —. Parece que no fue nadie, pero no podemos confiarnos.

La soltó sin esperar una contestación y se acercó a la puerta para abrirla con tanta lentitud y cuidado que no hizo el menor ruido. En cuanto tuvo el espacio suficiente para que su cuerpo pasara, volvió hacia la princesa y la asió de la muñeca, no sin antes hacerse un gesto para que guardará el mas absoluto silencio.

Los siguientes minutos fueron tensos mientras la llevaba a través del estrecho pasillo de habitaciones hacia afuera. El palacio tenía diferentes divisiones según las posiciones sociales. La servidumbre quedaba unos metros casi dentro del bosque mientras la cabaña de los guardias estaba casi dentro de los terrenos en caso de un ataque.

En cuanto salió, percibió que la temperatura afuera había descendido. Estaba a inicios de otoño y pronto las hojas de los árboles empezarían a caerse. Volteó hacia la princesa y noto que bajo la luz de la luna sus ojos grises adquirían tonalidades fascinantes. Suspiró, negó con la cabeza y se apresuró a guiarla por el camino de regreso al interior del palacio.

Habían varios guardias haciendo sus rondas de patrullajes, pero sabia la posición exacta de cada uno y las horas en las que debían pasar por el camino que estaba recorriendo, fue la única razón por la que no se toparon con nadie mientras avanzaban hacia la habitación real.

La princesa iba en silencio, apenas un par de pasos atrás de él. No había hecho el menor intento de detenerlo y seguía sus órdenes al pie de la letra, con una confianza tan ciega que difícilmente podría ignorar. Sus manos habían permanecido juntas todo el camino y era el contacto más extenso y significativo que jamás habían compartido en todo ese tiempo.

No debía pensar en ello, lo sabía. Pero tampoco podía sencillamente ignorarlo. Iba más allá de la situación, del peligro o su razonamiento, sabía que aquello era la locura mas grande del mundo.

Eran sus sentimientos.

Cada día mas fuertes, cada vez menos silenciosos.

Negó con la cabeza y siguió de largo hacia la entrada del territorio real. Sabia que la seguridad ahí era un poco más estricta debido a que no sólo era el lugar de descanso de la princesa, sino también de los consejeros, eunucos y demás. La vigilancia era mucho mas organizada, lo que hacia el lugar más transitado durante la noche. Eren intentó dar un paso hacia enfrente hasta que vislumbró a dos soldados cruzar el jardín mientras veían a todos lados. Generalmente la protección era estricta, pero desde que la princesa había sido blanco del enemigo una vez más, se había activado el protocolo de seguridad extrema, una patada en el culo en ese momento.

Eren se apresuró a aplastar a la princesa contra una pared con su propio cuerpo y esperó hasta que estuvo libre para seguir su camino.

El resto del recorrido fue igual, sin embargo, logró llegar a su destino sin mayor contratiempo. El pasillo principal estaba oscuro y aparentemente vacío, pero sabía que seguramente habían al menos tres guardias que debían vigilar a la princesa en caso de otro atentado, era el protocolo usual.

A las sombras, sabía que tenia unos segundos de gracia hasta que otra ronda de guardias debieran pasar. Haló a la princesa y la plantó frente a él antes de soltarle la mano finalmente. No esperó la falta que sintió tras romper su contacto, mucho menos las emociones que amenazarían con ahogarlo cuando tuviera una mirada de sus ojos.

—Alteza — ella levantó la mano con rapidez y poso un dedo sobre sus labios.

—No necesito que digas nada… se que esto fue tonto, pero creo que nunca podrás comprender como me sentí al pensar que estabas herido.

Eren no dijo nada, pero tampoco negó, porque no podía. De alguna manera lo sabía, que si ella resultara herida pasaría todos los protocolos necesarios hasta asegurarse que estuviera bien.

Aun así, afirmarlo sería contraproducente. Porque independientemente de los sentimientos de ella y de los suyos propios, había estado mal. En todas las malditas maneras posibles.

—Temo que alguien la vea — susurró suavemente. Sus labios se extendieron mientras soltaba las frases y acariciaron la delicada piel de su dedo en un contacto prohibido. Ambos fueron conscientes, pero no comentaron nada.

—Akio me ha cubierto. Gracias por traerme hasta aquí.

Eren simplemente asintió y observó como se alejaba. Tenía pocos segundos, lo sabía, pero no se quedó tranquilo hasta que vio que ella se perdía en el pasillo. Habría deseado asegurarse con sus mismos ojos que la princesa estaba a salvo en su habitación, pero ya había tentado demasiado a su suerte y sabia que nada malo le sucedería en ese punto.

Aun así no podía estar del todo tranquilo, por lo que volvió a su habitación, se puso una camisa y tomó su espada, antes de recorrer el mismo camino de vuelta.

Cuando volvió ya habían pasado al menos unos quince minutos. Los guardias que custodiaban la habitación real parecían sorprendidos de verle a esa hora y se plantaron con firmeza.

—Jaeger ¿Qué haces aquí? — uno de ellos frunció el ceño.

—Creí que tenias los siguientes dos días libres por una herida en batalla — comentó otro mirando el vendaje en su brazo.

—No fue nada — carraspeó y se encogió de hombros —. Necesitaba saber si la princesa se encontraba bien esta noche.

—Siempre pensando en el trabajo chico… tomate un descanso al menos — el mayor se río ligeramente, cruzado de brazos.

—La princesa no ha salido esta noche, hemos estado pendientes Jaeger, puedes volver a tu cama.

Eren no supo si reír o molestarse por lo último. Una vez más se dio cuenta que no podía dejar el cuidado de la princesa a nadie mas. Nunca nadie la protegería como él.

—Creo que estoy bien. Voy a entrar.

Era un privilegio, como guardia real. Podía entrar a la habitación siempre y cuando no estuvieran a solas.

Dio un toque, para indicarle a la persona del otro lado que ingresaría y abrió, pasando en silencio. Akio pareció sorprendida por verle aparecer, pero Eren ignoró sus preguntas mientras observaba el velo blancuzco que cubría el tatami donde descansaba la princesa.

Aunque no era del todo transparente, no podía verle el rostro, pero vislumbro su silueta y se hizo evidente que ella dormía.

—Acaba de quedarse dormida — Akio estaba a su lado, mirando a la chica también —. Estaba exhausta, pero no podía conciliar el sueño, no hasta comprobar que estuvieras bien. En cuanto volvió, se quedó dormida al instante.

—No debiste dejarla cometer un acto tan imprudente a mitad de la noche, es muy peligroso y ya tuvo un atentado hoy.

—Lo siento mucho — parecía de verdad arrepentida —. Intente detenerla, pero sabes que es muy testaruda y cuando quiere algo lo consigue.

—Si…

Era uno de sus rasgos más entrañables que le robado el corazón.


—¿Están seguros que no son enemigos?

—Se trata del príncipe de Tarik. No sabemos mucho de ellos, pero al parecer el príncipe trae las pruebas suficientes para demostrar que es quien dice ser.

—No debemos confiar en nadie.

—No es su decisión soldado Jaeger, limítese a ocupar su lugar como el guardián de la princesa y absténgase de comentar nada frente al consejo — Tomeo explotó sin medida mientras la sala entera quedaba en silencio.

Mikasa apretó los puños y respiró pausadamente, sabiendo que no podía refutar nada sin ponerse en evidencia. Quería voltear hacia Eren y decirle que todo estaría bien, pero era consciente de que no era lo correcto, menos frente a un número grande de persona, como eran los consejeros principales y los secundarios, mismos que también habían sido convocados en ese momento.

Luego de cumplir los dieciocho años y tal como había estipulado la consejera Azumabito, la princesa había tenido un voto dentro de cada decisión general del pueblo. Justo en ese momento, era ella quien estaba sentada en la silla real, en el frente de toda la habitación, mientras los tres consejeros principales se encontraban sentados en una posición "seiza" arrodillados sobre sus pies, con la espalda recta y las manos descansando sobre sus muslos, era en realidad la posición en la que cada miembro dentro de la sala le mostraba respeto con la única distinción de Eren, quien a su lado le guardaba protección.

Sentirlo ahí le brindaba de una sensación de confianza y necesitaba aferrarse a ello, para decidir que haría a continuación.

—Prohibirles la entrada al castillo y no recibirles como se lo merecen, podría ser considerado como una ofensa — sintió como Eren se tensaba a su alrededor, pero intentó ignorarlo —. Estoy completamente de acuerdo en abrirles las puertas de nuestro pueblo a estos invitados inesperados. Esperemos poder crear con ellos una nueva alianza en un futuro. Sin embargo, como medida, podemos reforzar la seguridad y vigilancia entorno nuestro invitados, claro que con la cautela debida para que no se sientan juzgados, consejero de seguridad — un hombre mayor, pero con la contextura de un luchador capaz, se puso de pie —. ¿Podemos ver eso hecho?

—Claro que si, su majestad.

—En ese caso, podemos votar — concibió.

El consejero Tanaka se puso lentamente de pie y se coloco en una posición donde pudiera ver al resto de los consejeros, pero sin darle la espalda a la princesa.

Aquellos que estén a favor del mandado real de su alteza, levante la mano.

Y Mikasa asintió.


—Pero no estoy de acuerdo — la morena suspiro mientras Eren caminaba de un lado a otro frente a ella.

Estaban en el salón de reunión y una vez que los consejeros y demás personas se habían ido, Eren finalmente explotó.

Mikasa decidió darle la oportunidad de desahogarse y sacar toda su frustración, sabía que el hombre no estaría de acuerdo con su decisión, ella tampoco estaba tan segura de haber hecho lo correcto, sin embargo, era una decisión mucho más que personal, era algo político y no podía tomarlo a la ligera.

—Eren, la decisión está tomada.

—Ni siquiera sabemos de donde vienen princesa — se detuvo, para dirigirle una mirada de soslayo antes de retomar su marcha — ¿Qué tal si son ellos los enemigos que la han atacado ya en tres ocasiones?

—Eso es absurdo.

—No lo es.

—Si, si lo es… El hombre viene en son de paz, con un trato de alianza para nuestro pueblo, es tonto pensar que mi enemigo vendría con tan buena disposición.

—A menos que nos intente engañar.

—Estas paranoico — río suavemente.

—No princesa, soy realista — suspiró y se detuvo finalmente, para cruzarse de brazos y mirarla fijamente —. Lo digo muy en serio, tengo un mal presentimiento de todo esto.

—¿Como que? — eso la hizo erguirse con firmeza —. ¿Crees que representa un peligro?

—No lo sé, pero… no me siento cómodo.

—Esta bien — ella asintió —. Voy a pedirle al comandante en jefe que hable contigo, juntos pueden pensar en una estrategia en caso de que algo salga mal.

—Princesa…

—Por favor Eren… no tenia más opción.

—Lo se — él suspiro.

—Bien, no tienes que preocuparte por nada más. Confío en tus habilidades, sabes que tienes mi vida en tus manos.

El Jaeger asintió con firmeza.

—Ahora vamos — se puso de pie —. Tengo que ir a conocer al famoso príncipe de Tarik.

—Bien — él espero hasta que pasó a su lado para seguirla.

Apenas unos pasos antes de que salieran, Mikasa se detuvo abruptamente.

—Por cierto, hay algo más — volteó hacía él.

—¿Qué? — Eren entrecerró los ojos desconfiado.

—Necesito que seas amable con él — plantó las manos en su cintura — Y lo digo en serio.

—Bien.

—Pero en serio Eren ¿Promételo?

El moreno presionó los labios y bufó, nada complacido con aquel mandato. Estaba por confirmarlo cuando la consejera Azumabito ingresó a la habitación con una enorme sonrisa.

—Esta aquí princesa.

—Bien, vamos — Mikasa asintió y dio media vuelta antes de salir de la habitación con un andar sutil y elegante.

Y Eren suspiró, sin comprender muy bien por qué se sentía tan satisfecho por no haber prometido nada.


—Es muy amable por mostrarme las instalaciones de, debo decir, su hermoso palacio.

—Es un placer para mi príncipe — Mikasa inclinó el rostro mientras caminaba lado a lado con el extranjero.

Jean Kirschtein, el príncipe de Tarik era nada menos que un atractivo prospecto. Mucho mas alto que la mayoría de los hombres de Hizuru, incluso que el mismo Eren, poseía una cabellera castaña brillante, unos profundos y coquetos ojos oscuros y la sonrisa más ligera y agradable de todas. Era muy guapo y carismático, lo que había resultado una auténtica sorpresa. Siempre había creído que la realeza que nacía en cuna de oro era por lo menos un poco estirada y sofisticada. El hombre frente a ella le mostró que podía estar equivocada.

No pensé que podría disfrutar de una reunión política, pero empiezo a creer que definitivamente voy a agradecer que mi padre me haya encomendado esta misión — soltó con una ligera sonrisa.

—¿Por qué lo dice? — Mikasa no le entendió, pues su atención estaba centrada en Eren, que caminaba apenas a un par de pasos de distancia tras ellos.

—Algún día se lo diré — prometió con una mirada galante.

La morena asintió, sin saber muy bien qué podría decir al respecto. No era muy dotada en las artes de enamoramiento o coquetería, pero de pronto se le hizo muy evidente que el príncipe parecía estar flirteando con ella.

Escuchó un gruñido, proveniente de su espalda y volteó el rostro ligeramente, para observar de reojo, que Eren parecía mirar los alrededores con un ceño fuertemente fruncido.

Parecía no haber prestado atención a lo que había sucedido y fue esa la razón por la que pudo relajarse. Seguramente a él ni siquiera le importaba, negó y volteó nuevamente hacia el príncipe.

—Emm… y… ¿Espera quedarse mucho tiempo con nosotros?

—¿Esta intentando correrme? — alzó una ceja en su dirección.

—No, no… yo jamás… — Mikasa se ruborizo, escandalizada por que el hombre pudiera haber malinterpretado su pregunta.

—No se preocupe princesa — se río divertido, mientras apoyaba la mano sobre el hombro femenino, en un gesto confiado —. Se que jamás haría eso y… de hecho, no puedo quedarme más que un par de días, pues debo volver a mi reino para reportar a mi padre sobre los frutos de mi viaje de investigación.

—¿Viaje de investigación?

—Ya sabe — se encogió de hombros, Mikasa no pudo evitar percatarse que no la había soltado y por el gruñido que Eren soltó, asumió que para él tampoco pasó desapercibido —. Normas politizadas.

—Ya veo

—Y creo que he encontrado un aliado muy importante en Hizuru… sino estoy pecando de arrogante — sonrió mientras su mano se deslizaba fuera de su piel finalmente.

—Claro que no príncipe — le miró a los ojos unos segundos antes de devolver la mirada al camino —. Estamos muy contentos de contar con la amistad de Tarik.

—Y si me permite, también quería hacer una solicitud — empezó, sin embargo, se detuvo un segundo al notar que el guardia parecía demasiado cerca para escuchar su conversación —. Pero… ¿Puede su guarda caminar al menos a un metro de distancia? — dirigió una mirada de soslayo al soldado, Eren se tenso al percibirla y se la devolvió con el mismo ceño fruncido —. Esta es una conversación privada.

—Ohh… el soldado Jaeger es muy estricto sobre mi seguridad debido al último atentado que tuvimos — Mikasa tuvo la necesidad imperiosa de justificar a Eren.

—¿En serio? — Jean parecía sorprendido —. Pero no salió lastimada ¿cierto? — su mirada la recorrió con apreciación.

—No, debido a la valentía y rápida acción de mi guardia personal, el soldado Jaeger.

—Ya veo — el castaño asintió —. Buen trabajo soldado — volteó hacía Eren un segundo y le sonrió con firmeza —. Entiendo que tomas tu trabajo muy en serio, pero te agradecería que respetes la privacidad de nuestra conversación. Puedes darnos un poco de espacio y te prometo que protegeré yo mismo a la princesa de cualquier ataque, si lo hay.

Eren se tenso, mientras miraba fijamente los ojos oscuros del hombre. El príncipe parecía hablar con mucha firmeza al respecto, de verdad esperaba que diera un paso atrás y le dejara a solas en la distancia con la princesa. Aunque su tono no fue arrogante, ni pomposo, no pudo evitar sentir indignado y furioso porque creyera que podía mandarle sobre algo así.

No confiaba en él y no había pasado por alto la evidente atracción que sentía por la princesa. Sabía cuál era la intención que tenía de llevar la charla hacia un punto mucho mas íntimo, había logrado ver los indicios de galantería y evidente coquetería en su persona y sabía como hombre, que solo podían significar una cosa.

No, no pensaba darle la oportunidad de desplegar su encanto real de niño bonito y riquillo, no iba darle el espacio para intentarlo siquiera, en lo que a él concernía, jamás le dejaría tener un momento a solas con la princesa, podía irse olvidando de…

—Soldado Jaeger… creo que… puede permitirnos un poco de espacio sin dejar de lado su deber — Mikasa dudo mientras soltaba las palabras, a la expectativas de cómo el chico podía reaccionar ante su solicitud.

Aun era difícil saber cual seria la reacción de Eren ante determinadas situaciones, algunas veces no sabia que pensar al respecto sobre su actitud general. Podía llegar a creer que él actuaría con mucha tranquilidad mientras se enfocaba en su única misión de protegerla o tomar una actitud mucho más arisca y emocional, que una vez más despertaba esa pequeña y absurda esperanza en su interior.

—Esta bien princesa — la voz del soldado se escucho, fuerte y sin emoción mientras se quedaba unos pasos atrás hasta poner entre ellos la distancia que le habían solicitado.

Mikasa suspiro, en parte aliviada, en parte entristecida. Jean sonrió, mientras buscaba en su mente la manera de decirle aquello que había estado dándole vueltas desde que le había dado una primera mirada. Y Eren… él simplemente se mantuvo en silencio, mientras su mirada se deslizaba por todos lados a la vigía de algún ataque o movimiento extraño.

Si eso al menos pudiera reducir la furia que consumía su interior.

Pero debía conformarse con estar ahí al menos, bajo la posibilidad de intervenir si el príncipe intentaba pasarse de listo. Era lo único a lo que podía aferrarse.

Hervía de celos.

[•••]

—Pareció disfrutar de esta tarde alteza.

No había querido soltarlo.

Mierda.

Había pensando en ello toda la tarde y parte de la noche. No podía quitárselo de la cabeza. Le torturaba por dentro, le hacía inestable, resultaba una distracción.

Maldito el momento en el que ese príncipe de cuarta había pisado el palacio.

Eren bufó, exhalando ruidosamente a través de las fosas nasales antes de voltear el rostro y dirigir la mirada a la figura difusa a través del manto que cubría el tatami de la princesa.

Habían transcurrido dos semanas ya desde el ataque en el bosque. Aunque los guardias que le acompañaron durante aquel paseo y los que había mandado del palacio luego del ataque intentaron actuar con rapidez, no pudieron dar con el enemigo. Habían muerto dos de sus atacante y el que estaba vivo, al final práctico el "harakiri" suicidándose frente a los ojos de los guardias de Hizuru por voluntad propia.

El resto habían escapado, era un total de cinco y los últimos dos fueron encontrados sin vida a varios kilómetros del palacio, lo que nuevamente les había llevado al mismo callejón sin salida ¿Quién era el verdadero enemigo? ¿Por qué había tardado tres años en volver a atacar?

Eran preguntas para las que no tenia respuesta, pese al esfuerzo mental y físico que había hecho para encontrar un enlace que le permitiera dar con quien se escondía en las sombras.

Luego de que la princesa escapara de su habitación para visitarlo, se dio cuenta que no podía confiarse de mantenerla a salvo tras una puerta. Dudaba que ella volviera a hacerlo, habían hablado mucho al respecto y le hizo prometer que jamás iría a ningún lado sin su compañía, sin embargo, temía que alguien pudiera entrar de la misma sencilla manera en la que ella pudo salir, sin que nadie siquiera se diera cuenta de su ausencia.

Tuvo que encontrar la manera de hacer una solicitud al consejo sobre un método más efectivo de protección durante la noche, sin revelar la hazaña de la princesa. Aunque los consejeros parecieron escandalizados y molestos por su insolencia, después de su profunda explicación, pudo obtener el permiso de realizar aquella tarea.

No había sido sencillo los primeros días. Era extraño tener que dormir en la misma habitación, apenas a unos pocos metros de distancia de la princesa.

Su ubicación cerca de la puerta, era estratégica. En primera porque sería el primer obstáculo en caso de que alguien desear entrar y atacar a la princesa, en segunda porque un guardia directo de los consejeros revisaba cada cierto tiempo que se mantuviera en su posición y no intentara ningún movimiento deshonroso.

No era algo que le preocupara, aunque podía resultar molesto. Había terminado acostumbrándose y luego de tres noches por fin pudo descansar mas de dos horas sin estar siempre alerta, habiéndose familiarizado con el lugar y los sonidos a su alrededor.

La princesa tampoco había estado muy cómoda al inicio, pero no se había quejado.

"Eres la primera persona con la que comparto habitación desde mis padres" — le había comentado con nostalgia el primer día —. "Se siente bien… que seas tu"

Intentaba no pensar en ello, pues volvía a tener pensamientos vergonzosos. La situación en general no ayudaba ¿Cómo lo harían sus propios sentimientos hacia la princesa?

Era mejor cortarlo de raíz.

Pero no podía, menos después de lo que había sucedido esa tarde. Nunca se había sentido traicionado por la princesa ¡Era absurdo! Pero era justo como se sentía.

Y un infierno si no podía dejar de torturarse con ello.

—¿Como? — el susurro de la voz femenina le saco de sus pensamientos —¿Qué dijiste?

Ella no le había escuchado, era su oportunidad de cambiar de tema, pero una vez más, su lengua fue mucho más rápida que su mente.

—Que pareció disfrutar de la compañía de esta tarde princesa.

—Ahhh… — ella pareció dudar —. Bueno… El príncipe Jean es… muy… elocuente, si, elocuente y… caballeroso.

—Ya veo — pensó en sus palabras profusamente.

—Los consejeros estaban muy interesados en que tuviera una amistad con él.

—Mmm…

—Es muy amable, pero… — vaciló un segundo.

—¿Pero qué? — preguntó Eren rápidamente, en voz baja.

—Ya sabes… no me siento tranquila a su lado… no me malentiendas, es agradable y muy atractivo

—¿Ahh si? — el Jaeger gruñó entre dientes.

—Si, pero… no me siento tan cómoda con alguien de mi edad. No sé si es normal, talvez se debe a que he estado tanto tiempo entre personas mayores, además… su atención sobre mi es… intimidante — suspiró suavemente.

Un minuto de silencio se creó luego de esa confesión, pero el mismo fue interrumpido con el sonido ligero de una risa femenina.

—¿Qué? —preguntó Eren repentinamente mas relajado.

—Pues… hay una excepción a lo que acabo de decir… es que me he dado cuenta que tu eres la única persona de mi edad con la que tengo una relación.

—Cierto.

—Y me siento en confianza a tu lado… — ella cogió aire lentamente —. Eres lo más cercano a… — dudo un segundo y Eren sintió como le daba un vuelco en el pecho —. Creo que… es tarde — la voz de Mikasa temblaba de repente.

Eren apretó los puños, deseando confrontarla y exigirle que completara la oración ¿Lo más cercano a que? ¿Un amigo? ¿Un amor? ¿Un…

Se dio rápidamente cuenta del hilo que seguían sus pensamientos y los reprimió al instante, sabiendo que no podía dejarse llevar por algo como aquello.

Era algo en su vida, algo importante, talvez especial y tendría que conformarse con ello, debía ser suficiente.

—Buenas noches princesa…

—Buenas noches Eren.


Apenas unas semanas después de que el príncipe de Tarik hubiera partido y casi un mes luego del ataque, Mikasa casi había vuelto a su rutina normal.

Luego de dar un ligero y corto paseo sobre Yuki en los terrenos traseros del palacio, había tenido que iniciar sus clases de conocimiento y ciencias. Su profesor usual, el maestro Miyazaki había sido jubilado luego de casi toda una vida en servicio y aunque Mikasa hubiera deseado que fuera él quien continuará impartiéndole lecciones, le parecía injusto quitarle su derecho.

La profesora que había quedado a cargo de su educación tenía un historial de enseñanza impecable y un gran conocimiento en todo tipo. Aunque podría enumerar muchas cualidades excepcionales, seguía sin encontrar la manera de congeniar con ella, lo que le impedía concentrarse.

Aun así, intentaba realizar su mayor esfuerzo. Quería creer que era así, porque deseaba volver a lo que conocía antes del ataque, casi siempre era difícil hacerlo.

La voz de su instructora se difumino, mientras fijaba una mirada en el campo de entrenamiento. Los hombres se encontraban ahí desde el alba y casi hasta el mediodía, a la hora del almuerzo, era su rutina diaria y se preguntó si también se sentirían restringidos y sin mas opciones.

Negó con la cabeza y desvío la mirada hacia una figura en especial. Era únicamente durante sus horas de clases, que su guardia personal tenía un poco de tiempo de descanso y Eren siempre lo usaba para poder entrenar. No era extraño verlo a esas horas del día en los campos de entrenamiento y era aquel hecho el que llamaba tanto la atención de Mikasa, pues sin duda resultaba muy atractivo a la vista.

Desde la ventana tenía un panorama amplio de todo lo que sucedía en los entrenamientos. Su mirada se deslizó por la silueta del chico mientras blandía la espada como todo un experto. Tenía el cabello tomado sobre la nuca, aunque algunos mechones se habían escapado sobre su rostro humedecido y ligeramente sonrosado por el esfuerzo. Llevaba su traje de soldado, ahora un poco sucio y las botas llenas de lodo y tierra, aun así lucía magnífico con los músculos en tensión, la mirada fija en su oponente, acechadora. Su ceño se mantenía fruncido y era evidente que nada tenía su mente más que la batalla. Sus movimientos siempre le habían fascinado… letales, controlados, elegantes y certeros. Era algo hermoso de ver.

Claro que no era solo su estilo de combate el que apreciaba a simple vista ¿Cómo podría serlo? Sintió como el rostro se le enrojecía mientras deslizaba la mirada por sus brazos fuertes y tensos, las manos grandes, los hombros anchos y su rostro, tan serio, tan atractivo. No debía, pero no podía evitarlo. Era un deleite para la vista.

—¿Me escucho princesa? — la pregunta, hecha por tercera vez esa mañana, logró sobresaltarla en esa ocasión. Sintió como todo el rostro le quemaba, avergonzada por sus pensamientos indecentes.

—¿Disculpe? — fingió haberse distraído mientras se ponía de pie, alejándose de la ventana —. ¿Podría repetir?... solo me distraje un momento.

—Claro princesa — la señora le dirigió una sonrisa tensa y retomo la clase, repitiendo cada palabra antes dicha, mientras lentamente se acercaba a la misma ventana.

Cuando finalmente tomó la posición en la que descansaba la princesa antes, vislumbro el campo de entrenamiento.

Eso logro confundirla y verificó que su alteza estuviera aun pendiente del ejercicio que le había dejado antes de fijar su atención una vez más en los hombres que se encontraban entrenando.

No podía estar confundida, la anterior no había sido una simple distracción, menos aún su reacción al ser pillada en la infracción.

No, claro que no, la princesa estaba interesada en un hombre, lo había visto con sus propios ojos.

Y mientras deslizaba la mirada a través de cada figura en el patio, finalmente dio con la opción más obvia.

Un chico alto, fornido y muy atractivo.

El guardián de la princesa.

El soldado Jaeger.


—¿Que es de lo que desean hablar? — Mikasa observo a los tres miembros principales del consejo que se encontraban sentados frente a ella.

No había nadie más en el salón de reunión e incluso habían sido estrictos acerca de que Eren estuviera ahí.

Sabía que nada bueno saldría de esa conversación, podía sentirlo. Era obvio que aquello que los consejeros tenían que decir era muy grave y lo que sea que fuera le hizo sentir no solo tensa, sino también muy nerviosa

Aun así dio todo de sí para no mostrarlo, no iba a dejarse guiar por sus emociones, había pasado por mucho los últimos años, lo que le enseño que se necesitaba para hacer frente a lo que sucedería durante esa reunión.

—Queremos hacer una solicitud a usted su alteza — empezó Tanaka suavemente.

—Muy bien — asintió.

—Sabemos que seguramente será una situación incomoda, sin embargo… — la consejera Azumabito tomó la palabra con un tono de voz firme, pero pareció pensarlo un momento, buscando seguramente la manera de continuar.

—¿Sin embargo?... — todos permanecieron en silencio —. ¿Pueden decirme que sucede? — miró a Tanaka quien continuó con los labios sellados, Azumabito parecía avergonzada, lo cual era extraño, pero no le pasó desapercibida la expresión de reprobación en el rostro del consejero Tomeo —. ¿Tiene usted consejero Yoshida algo que decirme?

El hombre no bajó la mirada, en su lugar, la observó fijamente antes de asentir.

—Creo que no puedo hablar entre titubeos.

—Muy bien, le doy el permiso de que diga todo lo que necesite decir — concibió Mikasa frunciendo el ceño.

—Si es así majestad, lo que voy a…

—Yo lo haré — Tanaka carraspeó tomando rápidamente la palabra, el consejero Tomeo pareció querer decir algo, pero no le dejo —. Nos ha llegado un informe.

—Muy bien.

—De su nueva instructora — soltó. La morena ladeo el rostro y entrelazó las manos confundida.

—¿Ahh si?

—Ella cree que su relación con… el soldado Jaeger es muy estrecha.

Mikasa sintió que se le aceleraba el pulso, mientras observaba las expresiones serias de los consejeros.

—Creo que es como debe ser… dado que se trata de mi guardián.

—No creo que se refiriera a una relación profesional — negó el albino.

—No puedo negar que he creado una relación de complicidad con el soldado Jaeger. Hemos compartido muchas experiencias, no obstante… siempre he sabido cual es su lugar y el mío como princesa de Hizuru — declaró rápidamente.

—Y sabemos que es así princesa — se apresuró a intervenir la mujer mayor —. Jamás dudaríamos que usted toma su papel muy en serio.

—Pero… si una persona recién llegada vio algo extraño ¿Qué pueden pensar las personas a su alrededor?

—¿Qué es lo que dice el informe? — miró el escrito que tenía el consejero Daichi.

—Princesa…

—Quiero saber lo que dice ahora… ¡Textualmente!

—Su alteza, creo que…

—Dame eso — Yoshida interrumpió al otro hombre mientras le arrebataba el pergamino, lo extendió sin dilatación y le dirigió una mirada fugaz antes de empezar a leer.

Mikasa sintió que los oídos le zumbaban y que el estómago se le revolvía mientras escuchaba palabra por palabra.

Cuando terminó, apenas recordaba ciertas frases, pero las mismas estaban profundamente incrustadas en su memoria, seguramente tardaría demasiado en olvidarlas si en algún momento lo hacia.

"La princesa debe ser pura, un ser de pensamientos castos y transparentes"

"Su mirada era un reflejo de su alma atormentada por deseos lujuriosos"

"Él no es más que un soldado, temo que este influyendo sobre los sentimientos, emociones o la mente de la princesa a puertas cerradas"

"Debo acudir a ustedes consejeros, porque temo que el soldado Jaeger este intentando corromper a la princesa"

—¡Basta! — alzó la voz con un nudo en la garganta.

—Princesa… si esta conversación ha sido demasiado para usted podemos…

—No, no es así… pero ese informe, ese horrible… — señaló el papel —. Es un insulto a mi, a lo que soy.

—Princesa… como le dije, no creemos que usted realmente haya hecho nada de lo que esta mujer insinúa. Ella fue expulsada inmediatamente del palacio por su insolencia — le aclaró Kiyomi —. Pero aún así, es algo…

—Demasiado serio — Yoshida tomó la palabra —. Esta reunión no es acerca de la ofenda de esta mujer, es sobre su relación con el soldado Jaeger y la razón por la que ella cree que entre ustedes existe algún tipo de complicidad más allá de la profesional o amistosa.

—Si esta insinuando… — jadeo la morena

—No es así su alteza, pero no queremos que se creen especulaciones o rumores de su relación con su guardia — le aclaró Tanaka rápidamente —. No es nuestra intención incomodarla con esto, pero no podemos posponerlo un día más.

—¿Y que quieren que haga? — Mikasa respiró, intentando encontrar la calma en sus emociones agitadas ¿Cómo habían llegado a ese punto? ¿Cuándo la instructora había visto algo en ella?

Recordó la mañana dos días atrás, la mujer parecía extraña luego de llamar su atención por tercera vez mientras estaba distraída en el campo de entrenamiento, viendo a Eren ¿Acaso había sido tan trasparente? Claro, eso fue lo que conllevó a que el día siguiente le pidiera que cambiaran de salón.

—Creemos por mutuo acuerdo que lo mejor es que el soldado Jaeger sea relevado de su cargo de guardia real — estipuló Tanaka firmemente.

—¿Qué?

—Si es posible, debe serlo el día de hoy… talvez también podemos cambiar su localidad, seguramente sus habilidades serán útiles al norte, con nuestro ejército — continuó Tomeo.

Mikasa negó, sin voz.

Renunciar a Eren, mandarlo lejos y nunca más volver a verlo. Sintió como los ojos se le llenaban de lágrimas, pero se apresuró a parpadearlas mientras apretaba los puños con fuerza. Había renunciado a tantas cosas en su vida, y en otras circunstancias o bajo otra elección, seguramente seria sencillo, pero no podía perder a Eren.

Era el único que mantenía unidas, todas sus piezas rotas.

—¡No!

—Princesa…

—¡No! ¡Y no esta en tema de discusión!

—¿Con esto debemos asumir que la instructora tenía razón? ¿Acaso su relación con el soldado Jaeger es personal? — indagó agresivamente el pelinegro.

—Hemos creado un vínculo sin duda, una amistad, pero… — la voz le temblaba, sus pensamientos se encontraban confundidos, su interior agitado, pero no podía flaquear, no es ese momento cuando podía perder a lo mas importante que tenía, la única relación verdadera que había creado en aquel mundo tan elegante y aun así, vacío —. Es más que eso, él me salvo de dos ataques de este… este enemigo que aún ignoramos.

—Princesa…

—Arriesgó su vida por mi sin dudarlo, confío en él mi vida con los ojos cerrados. No voy a renunciar a… mi seguridad por lo que creyó ver una instructora.

—Su alteza, creo que debería considerar…

—No lo haré, no voy a revocar al soldado Jaeger de su cargo.

—Su alteza, usted es una mujer en edad casadera y él un hombre joven, no se como no pudimos ver lo incorrecto de la situación, no obstante…

—Nunca estuve de acuerdo en que el soldado Jaeger fuera el guardia real — les recordó Tomeo.

—El punto es que, por votación unánime del consejo...

¡No podía perderlo! ¡No podía!

—En nuestra última reunión a solas, antes del ataque… ustedes… — se lamió los labios —. Me dijeron que era hora de buscar al futuro rey y gobernante de Hizuru.

—Correcto — el consejero Daichi asintió —. Pero usted parecía poco dispuesta a dar ese paso y nos pidió tiempo.

—Es así, sin embargo… — tragó saliva —. Comprendo lo que… la instructora creyó ver y… entiendo que fue mi falta de compromiso o pareja lo que llevo a esta situación.

—Bueno… si usted tuviera un prometido o esposo, seguramente nadie dudaría siquiera de su relación con su guardia — estuvo de acuerdo Kiyomi.

—Llegaría hasta el matrimonio para no renunciar a…

—Eso es increíblemente irrespetuoso Yoshida, te recomiendo cerrar la boca.

—No es así consejero — Mikasa miró a Daichi furiosa —. Pero no esta en votación el puesto del soldado Jaeger como mi guardia… y se que seguramente mi soltería fue la que ocasiono este enorme malentendido, por lo que ahora… estoy a favor de que empecemos la búsqueda del futuro rey.

—¿Esta segura princesa?

—Así es — asintió con firmeza.

Era lo único que se le había ocurrido. Una solución temporal.

—Aun así, esto no resuelve el inconveniente — Tomeo frunció el ceño.

—Claro que si. En cuanto me case, seguramente mi futuro esposo escogerá mi guardia personal y entonces el soldado Jaeger será libre de elegir el camino que desee tomar… hasta entonces, la única persona en la que confío mi seguridad es en él.

—Entonces… después de casada ¿No le importara si Jaeger sale del palacio? — Tomeo parecía escéptico.

—Es lo que dije ¿Tiene alguna otra duda consejero Yoshida?

—No princesa… sin embargo tengo una sugerencia.

—Me interesa escucharla — musitó Mikasa con una ceja alzada.

—Creo que sería conveniente que el soldado Jaeger vuelva a sus rondas nocturnas fuera de su habitación, ha pasado poco mas de un mes desde el ataque y con lo presente, es incorrecto que él siga durmiendo tan cerca de usted.

—Estoy completamente de acuerdo — la morena asintió —. Había pensado en ello desde un par de días atrás. Ahora que el peligro ha pasado, me siento mas segura para dormir en infinita paz. Aunque creo que debo recordarles que esa medida se tomó debido al ataque y esa fue su única razón.

—No tiene que explicarlo su alteza. Esta reunión ha resultado bastante difícil para todos los presentes — convino Kiyomi.

—Bien, en ese caso ¿Hay algo más que agregar? — los consejeros negaron —. Si es así, entonces con su permiso me retiro.

—Nosotros haremos una lista de los candidatos a un compromiso real, majestad.

—Estaré esperando.

Y con aparente tranquilidad, Mikasa salió de la habitación.

Afuera estaba Eren, quien sonrió en cuanto la vio aparecer. Mikasa intentó devolverle el gesto, con un nudo intenso en el pecho.

No podía ignorar la sensación de que había ganado una batalla, que le costó la guerra misma.

Y lo que sucedió a partir de entonces fue una fugas serie de acontecimientos que le hicieron comprender que nunca había estado en control de su vida.


—Príncipe, es un placer tenerlo devuelta aquí — Mikasa se inclinó ligeramente y tras de ella lo hicieron todos los sirvientes que daban la bienvenida a la caravana recién llegada de Tarik.

Jean se bajó del corcel de un salto y se acercó a la chica. Llevaba un traje de montar azul, sucio por el viaje y el cabello alborotado, aunque lucía cansado, su sonrisa era tan grande como la ultima vez.

—Es un placer estar aquí princesa — él se inclinó, sobre una rodilla, frente a ella y alzó la mirada para verla a los ojos. Cuando extendió su mano, Mikasa no dudo en darle la suya y se estremeció cuando el chico depósito un beso en su palma.

—Pero pase príncipe… — murmuró en cuanto la soltó —. Seguramente se encuentra cansado.

—Bueno… creo que me hace falta un baño — el castaño se puso de pie, con una sonrisa.

—Claro, todo está preparado para que usted.

—Esperamos que usted y su compañía se sientan como en casa — Mikasa se tensó, cuando la consejera Azumabito habló. Dio una mirada de reojo a su lado izquierdo y vislumbro las tres figuras solemnes de los consejeros.

Eso le hizo inevitablemente recordar la conversación que habían tenido dos meses atrás y la que le había seguido una semana antes de la llegada del príncipe, cuando el mismo mandó una carta con una solicitud para visitar el palacio y a ella.

Todos parecían pensar que el interés del príncipe era más personal que político, y tras semanas de no encontrar un candidato perfecto para ser su futuro rey, era más que obvio que los consejeros vieran aquella oportunidad como única y deseara indagar si dicho personaje seria Jean Kirschtein.

—Princesa… — Jean volteó hacía ella, en cuanto terminó de cruzar unas palabras con los consejeros —. ¿Podría usted guiarme hacia mis aposentos?... sino es mucha molestia o… — parecía nervioso. Mikasa lo tranquilizó con una sonrisa.

—Claro que no es molestia príncipe, sería un placer para mí — no paso desapercibida para ella la manera en la que los consejeros observaban su interacción, ni mucho menos sus murmullos mal disimulados.

Guío al príncipe, puertas adentro y tuvo que pasar a un lado de la guardia real, encabezada por Eren. Tener una mirada de él cada día resultaba más doloroso, pero sabia que las cosas debían ser de esa manera. Seguramente él se sentiría confundido por la forma en la que se había alejado y guardado las distancias luego de la confrontación sobre su relación con el consejo, pero era mejor así. Porque prefería tener su relación aunque fuera de esa manera a perderlo.

Al menos aún no.


—Esto es…

—Se que es apresurado — la voz masculina temblaba mientras el chico forzaba las palabras a través de sus labios —. Entiendo que debe haberla tomado por sorpresa princesa, por eso… es que comprendo si su respuesta es negativa, sin embargo… quiero que sepa que es algo que sobrepasa mi razonamiento, es mi corazón expuesto ante usted… desde la primera vez que la vi, yo… supe que usted era la mujer de mi vida.

Mikasa intentó tomar aire, como un pequeño pez fuera del agua ¿Cómo había pasado aquello? ¿Cómo se había dejado acorralar en aquella situación?

—Príncipe, yo… — jadeó, sin voz.

—Cuando solicité por medio de la carta que me permitieran visitar Hizuru una vez mas, fue más que solo un acuerdo político. Estoy encantado con su pueblo, con lo que miro a mi alrededor y con lo que conozco cada día… creí que Tarik era un lugar hermoso, pero… la belleza de Hizuru me hizo comprender que estaba equivocado, aun así… no fue eso lo que me hizo volver, sino usted.

—Yo… — ¿Por qué no podía respirar? Intentó inhalar y exhalar, pero el aire parecía incapaz de ingresar en sus pulmones. Bajó la mirada y observó sus manos, atrapadas en el agarre suave y aun así, restrictivo del príncipe.

—Su belleza me deslumbró desde el instante en que posee mis ojos en usted, creo que es la criatura más hermosa que he visto jamás, pero… no fue hasta que la conocí, que comprendí lo que significaba esa palabra en realidad, pues su belleza va mas allá del físico. Es la persona más dulce y bondadosa que he conocido.

—Príncipe… por favor — no sabía que decir ante aquel despliegue de palabras. Sintió que el rostro se le enrojecía, que un nudo le atravesaba la garganta y fue presa del pánico, al comprender lo que aquello implicaría desde ese momento en adelante.

—No voy a presionar una respuesta en usted princesa, sin embargo… quiero que sepa todo lo que hay en mi corazón y pedirle que piense sobre mis sentimientos y… — se puso sobre una rodilla y Mikasa quiso dar un paso hacia atrás casi instantáneamente —. No es una petición de matrimonio como tal, no con la formalidad de su cargo o el mío, pero tampoco deseó que alguien influya una respuesta en usted, no se si… su situación es igual a la mía, se que algunos agentes externos puede influenciar sobre nuestras decisiones y… — negó con la cabeza —. Creo que estoy balbuceando… El punto es que deseo que me conceda su mano en matrimonio por voluntad propia.

—Ohh… — con un suspiro, Mikasa dio un paso hacia atrás, hasta que cayó en cuenta de lo irrespetuoso que resultaba y volvió hacia adelante, a su antigua posición. Las piernas le temblaban y su corazón latía a un ritmo desenfrenado, casi podía escucharlo en su interior, buscando un escape.

—No deseo que me de su respuesta ahora… estaré en Hizuru toda la semana… talvez… eso le permita conocerme y... — sus mejillas parecieron sonrojarse —. Talvez pueda corresponder mis sentimientos por usted.

—Príncipe — gimió.

Jean sonrió y se puso de pie lentamente. Extendió una mano en su dirección y Mikasa dudo, los primeros segundos, antes de ceder por puro compromiso y también alargar su mano en su dirección. El príncipe la tomó, mientras ella se preguntaba internamente si sería capaz de sentir como le temblaba el cuerpo y la piel se sudaba. Observó como Jean se inclinaba y depositaba un ligero y galante beso en su palma. El contacto duro unos instantes, pero permaneció en su piel incluso cuando él la soltó.

—Espero que mi confesión y propuesta no hayan abierto una grieta en nuestra relación… y le aseguro que sea cual sea su respuesta, siempre valorare su amistad.

Mikasa intentó decir algo, aunque fuera para tranquilizar al chico, no obstante, parecía haber perdido la voz y temió que pudiera en todo caso, soltar algo tonto. En su lugar, se limitó a asentir, aun nerviosa y agitada, antes de sonreír trémulamente.

—Muy bien… — el castaño lucía apenado, pero aun sonriente —. Entonces… ¿Daremos ese paseo a caballo que me prometió? De haber sabido que practicaba equitación todas las mañanas, la habría acompañado el día de hoy — dio un paso al frente, con dirección a la salida del pequeño saloncito de té y Mikasa dudo, antes de seguirlo.

Que guiara la conversación a un tema un poco mas común y cotidiano, sin dudas le permitió relajarse un poco. Las palabras que él le había dicho anteriormente vibraba en su mente con un eco de sentencia, aun así, decidió que no se dejaría llevar por aquella situación. El príncipe le había dado la oportunidad de pensar su propuesta e incluso negarse, tenía la posibilidad de decir que no, era mas de lo que había logrado en todos aquellos años en Hizuru, también era mas de lo que jamás espero de él luego de que empezara a hablar.

Aunque su respuesta inmediata habría sido negarse, presa del pánico, se había detenido, y una vez que salió del salón y llegó al pasillo, comprendió porque.

Eren estaba ahí, como siempre, tan cerca y tan lejos. Su expresión sería rozaban la frialdad y se preguntó si podría haber sabido lo que sucedía dentro de la habitación o siquiera si le importaba, pero negó.

No iba a hacerse eso.

Solo terminaría con el corazón roto.

Con un suspiro, siguió al príncipe por el pasillo consciente de que su guardia y sus sirvientes no tardarían en seguirle el paso.

Aunque habría deseado comprobar que Eren estaba ahí, debía conformarse con el conocimiento de que era su deber y con la sensación de su presencia cercana.

Y disfrutar de ello mientras aún pudiera.

Porque cada día se acercaba aún más el momento en el que debería dejarlo ir.


—Creemos que el príncipe Kirschtein es el candidato perfecto para ser el futuro rey de Hizuru, y ahora que él hizo la propuesta, será cuestión de tiempo antes de que el matrimonio sea una realidad.

Mikasa observó a los consejeros mientras empezaban a hacer planes sobre su futuro.

Sabía que la reunión del consejo no podía ser nada bueno y lo comprobó cuando al entrar al salón se vio acechada por preguntas personales. No sabía como ellos se habían enterado de la propuesta del príncipe Jean, pero no importaba en ese momento, porque en cuanto supieron de aquel acontecimiento, sabía que su decisión sería sólo una.

Ni siquiera se molestó en negar, mientras consejo tras consejo llegaba a sus oídos. No tenía opción, y una palabra negativa de sus labios, no sólo atraería la atención sobre su persona, sino también sobre Eren.

Habían pasado ya varias semanas desde que ambos fueron acusados de sostener una relación más allá de lo profesional, aun así, las miradas no se apartaron de ellos desde entonces y su relación era apenas una sombra de lo que había sido. Tuvo que alejarse y cada día dolía más. Era triste saber que no tenía opción, pero también la hacía sentir furiosa consigo misma, el solo hecho de haber pensado que alguna vez la había tenido.

Pero lo amaba.

Sus sentimientos eran más transparentes que nunca y le dolía el pecho cada vez que pensaba que estaba cerca de perderlo, pero sabía que debía ser así, aferrarse a él podría conllevar a especulaciones erróneas sobre su relación.

Porque su amor era solo suyo y porque Eren no tenía la culpa de haberle robado el corazón y prefería morir de un amor no destinado a perderlo en el proceso.

—Esta bien — asintió, con la voz fría y el sentimiento de vacío en su pecho —. Aceptaré la propuesta del príncipe Jean y dejaré en sus manos las decisiones que conciernen a mi futura boda.

—Es la mejor decisión que puede tomar princesa — alabo Kiyomi.

—Será una alianza poderosa que llevara a Hizuru a la gloria — comentó el consejero Tanaka.

Mikasa asintió, y luego de pedir el permiso debido, salió de la habitación. Estaba a oscuras afuera, seguramente el príncipe debía encontrarse en sus aposentos, preparándose para dormir. La morena suspiró y avanzó por los pasillos en silencio, consciente de las presencias que seguían cada uno de sus pasos.

Siempre había estado acompañada, pero se sentía tan sola como en su llegada al palacio.

Se detuvo abruptamente, lo que hizo que las personas a su espalda lo hicieran, para evitar colisionar con ella. Eren encabezaba al grupo, Mikasa volteó, levantó el rostro y observó sus ojos. Era la primera mirada fija que tenía de sus orbes esmeraldas en semanas y le provocó un nudo en el pecho. Suspiró, dirigió la mirada hacia los sirvientes y sonrió ligeramente, una mueca vacía y mecánica.

—Necesito un momento a solas… el soldado Jaeger me acompañará, pueden ir a descansar — susurró.

Se alzaron las murmuraciones y alguien quiso refutar, pero lo acalló con un gesto de manos y esperó hasta que todos se fueron, antes de salir del palacio y encaminarse hacia los jardines traseros.

El panorama le recordó una noche, casi un año atrás, cuando había decidido escapar de sus aposentos creyendo que tenía el control de su vida.

Que ingenua había sido.

Llego al estanque, se subió las faldas del kimono, dejó a un lado sus zapatos y hundió los pies en la fría agua. Casi estaban en invierno y pronto empezaría a nevar, aunque su cuerpo se estremeció ligeramente, se dio cuenta que no sentía mas que un frío exterior y dramáticamente pensó que su interior también se encontraba gélido, pues no había percibido un cambio de temperatura.

Eren estaba a su espalda y por primera vez en mucho tiempo, luego de una imprudencia de tal calibre, no dijo nada, ni la reprendió. Eso, en lugar de hacerla sentir aliviada, la lleno de una sensación de tristeza, al comprender una vez mas la enorme brecha que se había creado entre ellos.

Y dolía, saber que estaba perdiendo el único lazo que había construido en todo ese tiempo.

Las lagrimas le llenaron los ojos y el nudo en su garganta se potenció hasta que abarcó todo y amenazó con ahogarla en un mar de sentimientos.

Eren apretó los labios, mientras fingía ver los alrededores, y captaba el ligero y doloroso sonido proveniente de la princesa. Sus sollozos eran tan bajas que seguramente ella los estaba conteniendo y creía que él no se daría cuenta, pero no había nada de ella que jamás podría ignorar, porque Mikasa capturaba su completa atención, porque su cuerpo, sus sentidos, sus emociones, cada latido de su corazón tenían la consciencia de ella y jamás podría ignorarla, pese a todo lo que había sucedido entre ellos y que aún no comprendía.

Estaba tan confundido, tan dolido y furioso. No había esperado su traición, pero comprendía que había sido ingenuo al confiar.

Porque había sido ella quien se había alejado, había sido ella quien puso un muro entre ambos, fue ella quien le rompió el corazón y no al revés.

Intentó pensar con la cabeza fría, no estaba ahí para dejarse llevar por sus emociones y sabia desde el inicio que sus sentimientos nunca le llevarían a ningún lado, pero había sido tonto, crédulo y joven. Había creído que de alguna estúpida manera podría ser correspondido alguna vez y también pensó que aquello nunca se acabaría sin comprender que nada bueno saldría de su relación.

Lo mejor era agrandar la distancia entre ambos hasta que su amor se extinguirá o hasta que encontrara la manera de vivir con él y no sentir que se ahogaba por dentro.

Sin embargo, escuchó otro sollozo femenino y sus fuerzas flaquearon. Un nudo se instaló en su garganta y tuvo aquellas locas y estúpidas ganas de abrazar a la chica y consolarla.

No debía.

¡No!

¡Malditos sentimientos!

—¿Puedo ayudarla princesa? — su voz salió ronca, apenas un murmullo entre dientes.

—¿Eren? — su gemido roto, débil, fue suficiente para romper todo lo que había construido aquellas semanas luego de su separación sentimental.

Eren apretó los labios y volteó, mirando la pequeña figura frente al estanque. Casi parecía una diosa bajo los reflejos de la luna, sin duda no era una simple mortal, porque nadie podía poseer tal encanto, era increíble como aún lograba sorprenderlo su belleza, pero iba más allá, siempre lo había hecho.

Observó como los delgados hombros temblaban y el nudo en su pecho creció mientras se acercaba a ella. Estaba a varios pasos de distancia y cuando llegó a su lado, se dio cuenta que su corazón se había acelerado. Se puso de cuclillas y suspiró antes de darle una mirada a su rostro bañado en lágrimas.

—¿Princesa?

Ella negó, sin decir nada, mientras mas lagrimas le bañaban las mejillas.

—Puede decirme lo que quiera, jamás le diré a nadie.

—No es ese el problema — susurró finalmente.

—Princesa... — un sollozo cortó sus palabras y cuando levantó la mirada, notó que la chica se había cubierto el rostro.

No saber como actuar le hizo sentirse impotente. Intentó buscar en su mente que decir o hacer para detener el llanto de la princesa. Habían tantas cosas entre ellos y aún así, todo lo que podía desear era darle un poco de consuelo.

Levantó la mano y la posó sobre la cabellera azabache. Mikasa se detuvo y volteó lentamente hacia él hasta encontrarse con su mirada.

Su expresión de dolor, las lágrimas en sus ojos y la manera en que le temblaban los labios, toco su corazón. Soltó sus cabellos y intentó capturar las lágrimas en sus mejillas, pero la chica tomó su mano con rapidez, antes de que siquiera pudiera tocarla.

—No es correcto — su expresión se contrajo en sufrimiento.

Eren se sintió avergonzado por el rechazo.

—Debo hacer guardia — miró su mano grande y cicatrizada, encerrada entre los delicados dedos femeninos y recordó una vez más las enormes diferencias entre ambos —. ¿Podría soltarme?

—No te vayas… por favor — ella se aferró, como si realmente lo necesitará.

—Princesa…

—Yo… — sollozó —. Debo casarme.

—¿Usted? — la noticia se sintió como un golpe en su pecho, el impacto que causó en él no sólo le quito el aliento, sino también provocó un nudo intenso en su interior.

—El consejo dictaminó que estoy en edad casadera y — ella le soltó, pero permaneció aun cerca, con mirada gacha —. Esta tarde…

—Recibió una propuesta — concluyó. La princesa levanto el rostro y le observó sorprendida.

—¿Cómo? — el entendimiento pareció llegar a ella, su expresión se contrajo mientras suspiraba, sus ojos habían vuelto a cristalizarse, abnegados en lágrimas —. Así es.

—Ya veo — Eren asintió, la mirada fija en el estanque.

—Es mi deber con el pueblo.

¿Su deber con el pueblo? Una frase que sin duda tenía un significado especial. Quería creer que la princesa no quería casarse, que no deseaba desposar al príncipe, pero ¿Qué pruebas tenía sobre ello?

Jean Kirschtein era lo que toda mujer desearía. Un hombre joven, atractivo, adinerado, con título y además, profundamente cautivado por la princesa ¿Qué más podría desear?

"Mi deber"

—¿Es lo que quiere? — volteó hacia ella y la observó, con un repentino nudo en la garganta.

Mikasa sonrió tristemente.

—¿Importa?

¿Lo hacia?

No, porque realmente nada de aquello había sido su elección, porque era evidente que se trataba de una responsabilidad más que de un sentimiento, aun así, dolía saber que no podía hacer nada para impedirlo.

Se levantó rápidamente hasta ponerse sobre una rodilla y se inclinó, con la mano sobre su pecho, antes de soltar aquellas palabras que se incrustaron en su corazón con dolor.

—Estaré a su servicio… hasta que el futuro rey lo decida.

Y Mikasa asintió, comprendiendo que no tenía mas opción.

Sacó los pies del agua fría y se cubrió la piel con las faldas de su kimono sin importarle que se humedeciera, cuando hizo un ademán para ponerse en pie, Eren se levanto y le ofreció su mano. Estaban solo en la noche fría y fue la única razón por la que la tomó, parecía un gesto sencillo, la ayuda de un sirviente a su amo, pero solo ellos, en su interior, comprendían la importancia de aquel gesto y como con ello llenaban aquella necesidad de un contacto, aunque fuera efímero, de la persona que había robado su corazón sin remedio y quien creían, jamás les correspondería.

En cuanto estuvo de pie, se soltó y se arregló las faldas antes de entrelazar las manos sobre su vientre, tomando aquella postura de elegancia que conocía de memoria.

—Me entere que… el consejero de guerra vio un potencial extraordinario en ti y te propuso un puesto como comandante, en el ejército.

Eren la miró sorprendido ¿Cómo se había enterado? Había procurado mantenerlo en secreto, aunque pensándolo mejor no debió haberlo sorprendido ¿Acaso era posible que algún consejero pasara sobre ella al solicitar servicios de uno de sus sirvientes?

—Así es… — asintió indeciso.

—¿Porque no te has ido aún? ¿Por qué sigues aquí? — la princesa no le observó y fue la única razón por la que fue fácil ocultar todo lo que había en su corazón.

—Prometí que la protegería — dudo —. Es cuestión de honor.

Mikasa asintió suavemente antes de dar media vuelta. Se limpió las lágrimas, irguió la espalda con firmeza y suspiró. Una sonrisa triste le cruzó el rostro.

—Deseo que llegue el día en el que puedas darme otra respuesta — susurró con dulzura antes de dar un paso al frente y comenzar a alejarse. Eren la siguió sin dilatación, sin comprender, pero manteniéndose en silencio — "Y espero que no sea muy tarde" — pensó dolorosamente.


—Mi princesa, le aseguro que volveré pronto y… — Jean le tomó de las manos con fuerzas —. Estaré a la espera de que cada minuto, cada hora, hasta el día en el que vuelva, pase con mayor rapidez. Quiero que sepa que esta separación supone un tormento para mi, pero debo hacer los arreglos pertinentes para nuestro compromiso. Le comunicaré personalmente a mi padre que ha aceptado, es seguro que se alegrara y derramará bendiciones sobre nuestra felicidad.

—Claro mi príncipe — Mikasa asintió ligeramente, apenas sonriendo.

—Solo le pido que espere mi regreso.

—Así lo haré — aseguró antes de verlo montarse a su caballo y partir con una sonrisa.

Deseaba tener al menos un poco de emoción acerca de su matrimonio, al menos una pizca de sentimiento, pero no había nada en su interior, al menos nada más allá del vacío y el dolor.

Mientras observaba como la caravana se alejaba, fue consciente de la figura y presencia que opacaba todo, justo a su lado, que aunque estoica e indiferente, era lo único que removía algo dentro de su pecho.

Cada día se acercaba la fecha en la que debería dejar ir a Eren. Había tenido una reunión personal con el ministro de combate y le pidió que se hiciera cargo de su guardián, una vez el futuro rey tomará el mando. Sugirió que entre más lejos él estuviera, mejor desempeñaría su cargo y alabó cada una de sus habilidades hasta que casi creyó estar relevando sus verdaderos sentimientos por él, mientras en el proceso, se le rompía el corazón.

Llegó rápidamente a la resolución de que solo quería su bienestar y empezó a comprender el verdadero significado del amor, cuando pensó que dejarle ir era la mas sincera muestra de su amor por Eren.

Cada día desde que había aceptado la propuesta del príncipe era una tortura. Intentaba sonreír, actuar con normalidad, pero tenía el corazón hecho pedazos y era algo que muy escasamente podría superar en algún momento.

Eren había pasado de ser su amigo y confidente, a un guardia más, luego a un sirviente y finalmente a un desconocido. Sabía que él no comprendía nada, pero era mejor así, porque entonces existía el riesgo de revelar demasiado de sus sentimientos reales.

Solo le quedaba dejar correr el tiempo, el acomodaba las cosas en su lugar, curaba las heridas y permitía la capacidad de adaptarse a nueva vida. Había funcionado una vez cuando perdió todo lo que conocía y volvería a hacerlo, al menos con el conocimiento de que la persona que más amaba estaba bien.

Luego tendría que casarse, formar una familia, honrar a su patria, envejecer y finalmente morir.

Simple.

Frío.

Esperar fue lo que hizo, mientras las hojas caían de cada árbol dentro y fuera del palacio, y la temperatura descendía. Justo cuando la primera nevada cayó y el suelo se pinto de un blanco angelical. Cuando los días se convirtieron en semanas y luego meses.

Todo fue tan fugaz, tan precipitado, y al mismo tiempo, tan pausado que, vivirlo momento a momento, resultó un tormento.

Su novio volvió, con regalos de compromiso, un anillo que enlazaba su futuro juntos y la tela de su vestido de novia. Su madre le acompañaba, resultó una mujer asombrosa, dispuesta a recibirla en el seno de su familia con los brazos abiertos. Mientras la actividad crecía cuando la fecha de boda fue estipulada para dos meses después, las esperanzas de Mikasa se desvanecieron, en el mismo lugar donde había enterrado todos sus sentimientos.

Ni siquiera percibió el paso del tiempo, no fue consciente de la actividad entorno a la boda, de las invitaciones, de la preparación, el cortejo del príncipe que solo quería una oportunidad de ganarse su corazón, no fue consciente de que poco a poco ella moría y que no era la única.

Porque Eren sufría también, día a día, con la única esperanza que cuando llegara el día de la boda ya no estaría ahí.

No podía verla vestirse de blanco y caminar hasta un altar donde la esperaba otro hombre. No podía observar su sonrisa de felicidad, ni comprender como sus sentimientos no la había alcanzado.

No podía…


Mientras observaba el vestido de novia, apenas a tres días de la boda, es que Mikasa finalmente lo comprendió.

No supo de donde venía el sentimiento, ni mucho menos aquella desesperación que le impedía respirar. Todo el cuerpo le temblaba, le apretaba el pecho, con la promesa de un dolor físico que amenazaba todo a su paso.

Intento respirar, controlarse, mientras se dejaba caer al piso de golpe. El impacto dolió, pero no mucho más de lo que sentía dentro y debido a eso es que fue sencillo ignorarlo. Se llevó una mano al pecho e intento respirar, nunca se había sentido de aquella manera, ni siquiera cuando sus padres murieron ¿Acaso la consciencia de lo que estaba perdiendo era más fuerte ahora?

Era como si todo a su alrededor se desmoronara. Como si ella fuera pequeña, mas aún… insignificante. Como si ardiera, quemándose por dentro. Las lágrimas le bañaron el rostro, los labios le temblaron y empezó a sollozar, sin voz, con dolor, como si se desgarrara por dentro.

¡No!

Las paredes a su alrededor se cerraban, sintió que no podía respirar y cuando lo intento, fue como si se ahogara entre lágrimas. Llevó una mano a sus labios e intentó retenerlo, como si pudiera vomitar todas las frustraciones, las maldiciones, todas las veces que había llorado sola en las noches.

La piel se le estremecía, se sentía fría, pero hervía, como si tuviera fiebre. Se ahogaba, en la desesperación, en los remordimientos, en cada uno de sus fracasos.

Era solo un títere, manejado por otras personas, sin voz, sin voto, sin ninguna opción.

Sin esperanzas.

Sola.

Intentó apoyar las manos en el piso y levantarse, pero las piernas le temblaban y su cuerpo convulsionaba, con cada lágrima derramada, con cada sollozo reprimido. Casi cedió bajo su peso, lo que le llevó sobre sus rodillas, pero lo intentó una vez más, y otra, hasta que pudo apoyarse finalmente sobre sus pies.

El cuerpo le temblaba, tanto que parecía como si su mundo se moviera con cada sacudida. Aún así dio un paso hacia la salida, debía darlo, para tomar un poco de aire, para poder alcanzar algo de tranquilidad, porque de pronto era como si se desmoronara desde adentro, las paredes se cerraban a su alrededor y nada estaba bien, ni siquiera podía fingir que lo estaría en algún momento.

No sabia aún lo que implicaba la muerte, pero debía ser cercano a ello. Recordaba la sensación vagamente años atrás, cuando comprendió que su vida cambiaría por completo luego de que sus padres fueran asesinados y ella vendida como esclava. No implicaba un deceso físico, el suyo era emocional. Era la consciencia de que su corazón agrietado, débil, apenas recuperado, se estuviera haciendo pedazos una vez más y es que las gentiles manos que sostenían todas sus piezas, la habían abandonado sin más.

Eren se había alejado, se iría y nunca volvería a verlo. Saber que estaba haciendo lo correcto y que él estaría a salvo, había dejado de importar, porque no se trataba solo de él y se dio cuenta que podía ser una persona extremadamente egoísta. Ya no sólo era él y ella, era el conocimiento de que de pronto su vida volvería a cambiar.

Y era triste pensar que un buen hombre le había entregado el corazón y que no era capaz de corresponderle porque amaba a otro. Podría intentar ser feliz, podría intentar sonreír cuando era debido y fingir cuando fuera necesario. Pero su interior se marchitaría día a día y luego ya no sería ella, sino una muñeca vacía.

¿Por qué había llegado hasta ahí si nunca sería feliz?

Salió de la habitación y jadeó, intentando recuperar el aliento.

Los hombres la miraron sorprendidos y Eren frunció el ceño antes de acercarse y auxiliarla.

—¡No, no! — musito desesperadamente. Si él le tocaba, ella no podría lograr su cometido, porque no encontraría la manera de salir de sus brazos.

—¿Princesa…?— él se detuvo, tenso y con una expresión de sufrimiento que sólo acrecentó el dolor de su pecho — ¿Necesita algo? — su mirada recorrió su rostro pálido, las lagrimas en sus mejillas, el sufrimiento en su rostro — ¿Debo llamar al doctor real?

Mikasa negó, sin voz, con más lagrimas viniendo y el nudo en su garganta ahogándola en un mar de aflicción.

—¿Princesa? — él intentó dar un paso adelante, temiendo que pudiera desmayarse. Estaba apoyada precariamente en la puerta y jadeaba, como si no pudiera conseguir suficiente aire en sus pulmones.

—¡Quiero estar sola! — estaba por alcanzarla cuando la chica le lanzó una mirada descontrolada y gritó, hasta que su voz se quebró por el esfuerzo.

Eren intentó decir algo, pero ella no se lo permitió y se hecho a correr, desesperadamente por el corredor.

—¿Que demonios…?

—La princesa esta…

—¡Silencio!... mierda, vigilen bien, voy a ir por ella — se hecho a correr, persiguiendo su frágil figura.

—¿Debemos avisar a algún superior o miembro del consejo? — el grito de uno de los guardias llegó a sus oídos antes de que llegara al final del pasillo, Eren recorrió el jardín con la mirada y notó el fugaz destello de la vaporosa tela blanca del kimono correr hacia la derecha.

A los jardines traseros.

—¡No!... Es una orden directa — volteó hacía el oscuro pasillo y gritó —. ¡Mantengan su lugar!

Seguidamente, se apresuró a alcanzar a la princesa, esquivando a los demás guardias y ordenándoles a quienes se encontraban en el camino, que mantuvieran silencio con una amenaza fría.

¿Que demonios le había sucedido a la princesa?

¿Porque actuaba de esa manera?

No la comprendía, pero había dejado de hacerlo hacia mucho tiempo.

Ella había cambiado tanto en esos días, pero no fue solo un cambio de actitud, fue en su entorno, en su trato, en su personalidad e incluso, cambió la manera en que le brillaban los ojos.

Había tenido tiempo para analizarlo, tantas noches sin poder conciliar el sueño, pensando si acaso todo aquello que había visto de ella no fue más que un espejismo o preguntándose si simplemente había dejado de importarle.

Tantas noches cuestionados su propio valor.

Juzgando sus sentimientos.

Encontrándose insuficiente.

Aquella era una herida aún reciente en su pecho, el tormento de saber que jamás estaría a su altura, que jamás podría siquiera aspirar a obtener más que un cariño servicial de su parte y cuando este desapareció como si jamás hubiera existido, se dijo que ni siquiera era digno de una mirada, mucho menos de una sonrisa o reconocimiento.

Y dolía, le quemaba el pecho, le hacia tan minúsculo e insignificante a su lado, quitaba todo el valor de su persona ¿Porque le había hecho amarla si luego terminaría de esa manera?

—¡Princesa! — llamo, mientras la chica corría a varios metros frente a él.

Apresuro el paso y empezó a alcanzarla. Ambos jadeaban, sin aliento, acelerados, dolidos.

Cuando su mano estuvo a un palmo de ello, eren no dudo en tomarla del brazo. La carrera había sido tan agitada que iban a una velocidad extraordinaria y cuando finalmente tomó a la princesa y la volteo, tuvo que abrazarla contra su pecho para poder mantener el equilibrio y no colisionar contra el suelo.

Habían llegado casi al bosque que colindaba con el palacio, al sur en el mismo camino estaba la cabaña de los sirvientes. Eren intentó respirar, con la mente aun acelerada.

La había alcanzado. Intento erguirse, pero entonces la princesa empezó a agitarse entre sus brazos y aunque no sabía lo que sucedía, en cuanto empezó a soltarla, ella se removió con brusquedad.

—Princesa…

—¡Suéltame! ¡Suéltame! — ella grito y salto hasta que no le quedó mas remedio que hacer lo que le decía. Estaba sorprendido por su despliegue de histeria y fue la única razón por la que no pudo tomarla en brazos cuando en sus prisas por alejarse de él terminó en el piso.

—¿Princesa? — instintivamente intento dar un peso en su dirección, pero la chica negó y se arrastró, aun mas lejos.

Su reacción, la manera en la que temblaba, las lagrimas en sus ojos, todo logro romperle el corazón

—No… — ella gimió.

¿Le temía miedo? ¿A él? Que prefería morir antes de hacerle daño.

Eso logro destrozarlo por dentro.

Sus ojos ardieron, pero se apresuró a parpadear las lágrimas. Se trago el nudo en su garganta y apretó los puños, tanto que sintió como sus dedos protestaban, con tanta fuerza hasta que se enterró las uñas en la piel.

Apretó la mandíbula y asintió, su voz fue más dura e inflexiva de lo que pretendía.

—Debe volver a su habitación, su novio volverá mañana.

Mikasa recorrió las rodillas y las rodeo, hasta abrazarlas contra su pecho. Su kimono se estaba ensuciando, pero Eren no se atrevió a tocarla.

—No quiero.

—¿Princesa...?... debe…

Ella ni siquiera le observaba, sus ojos tenían una mirada vacía y se perdían en algún lugar del bosque.

—Si voy a mi habitación, dormiré y los días pasaran y…. Llegará el día de… — su voz se detuvo, ahogada por las lágrimas.

—¿De su boda?

Ella asintió y bajo la mirada antes de sollozar. Eren suspiro mientras se ponía de rodillas lentamente. No comprendía nada de lo que sucedía, la actitud de la princesa podía ser confusa, pero era evidente que algo sucedía con ella. Venía viéndolo desde hacia meses, no era la misma y aunque había creído que se debía a su futura boda y el cargo que conllevaría, no era así.

Empezó a ver más allá del dolor, viajo a través de los días que habían pasado y empezó a notar todas aquellas cosas que había ignorado.

Como ella se había retraído, como parecía más triste y distante, como sus hermosos ojos habían dejado de brillar y las pequeñas sonrisas se extinguieron lentamente de sus labios. Parecía tan sola, tan dolida y había estado a su lado, tan sumido en su propio dolor que fue incapaz de verlo.

—Princesa...

—¿Como crees que… será el día de tu boda? — la voz femenina temblaba.

—No me casare princesa — no dudo en negarlo.

—El ciclo natural de la vida es ese — ella levanto la mirada y le observó directamente. Los ojos de ambos estaban cristalizados e inundados en un sinfín de sentimientos.

La sola imagen de algo así duele, pero lo hace aún más cuando en su mente es ella quien está a su lado. Porque es así como se ha visto por años, pese a que sabía que era solo una fantasía estúpida e inconveniente.

La mujer que escojas será afortunada.

—No diga eso alteza — él negó, dolido.

—En cuanto me case… pasare a ser custodiada por la guardia de mi esposo, el futuro rey y… tu debes aceptar el cargo del consejero de seguridad — sollozo, pero se apresuró a continuar —. Estoy segura que harás un trabajo excepcional.

—¿Es eso lo que quiere? — su ceño se frunció.

La morena se limpio bruscamente la mejilla derecha y encogió los hombros.

—¿Importa?

Era la misma pregunta que le había soltado cuando le preguntó si deseaba casarse. Él no le había contestado consciente de que no podía hacer nada para evitar el desenlace de toda aquella situación. Aún era incapaz de hacer algo y protegerla, pero eso no hacia menos su deseo de hacerlo, y es que, ella parecía tan desdichada en ese momento.

—Si, lo hace… me importa… a mi.

Sus palabras parecieron sorprender a la princesa. Observó fijamente como su rostro se contraía y luego ella simplemente se hecho a llorar, con total libertad. Las lágrimas le bañaron las mejillas y sus sollozos fueron tan fuertes que sacudieron su cuerpo entero. Notó como ella plantaba las manos en el suelo, sobre la tela de su kimono y las fruncía hasta hacer un puño.

—Odio esto… odio esta vida, odio ser princesa… odio no tener elecciones.

Eren sintió como un nudo le atravesaba el pecho y se arrastró hacia ella lentamente, hasta que apenas un metro de distancia les separaba.

Su dolor, su sufrimiento, su vulnerabilidad fueron los que terminaron de destrozar las barreras que había formado entorno a su corazón

—¿Y cual seria su elección? — se arrastró un poco más cerca.

Ella levanto el rostro, le dirigió una mirada vulnerable y se inclinó hacia el. Estaba mucho más cerca, por lo que su cabeza fue a parar hasta su pecho, agitado por un sinfín de sentimientos. Eren bajo la mirada y observó la cabellera azabache ahora desordenada.

—Mi elección… nunca tuve una.

—Y si la tuviera, si pudiera hacerla realidad para usted… ¿Cuál seria?

Ella sollozo y levantó las manos hasta apoyarlas en su pecho.

—Mi elección siempre… siempre fuiste tu.

Sus palabras le quitaron el aliento y cuando ella levanto el rostro y pudo obtener una mirada directa de su rostro, Eren sintió como si su corazón se apretara.

Ni siquiera se detuvo a pensar en lo que hacia, en todo lo que aquello implicaba. De pronto, fue como si todas sus razones para mantenerse lejos, todas las veces que se había castigado por tener pensamiento románticos con la princesa y todos los momentos en lo que había deseado al menos tener una oportunidad para amarla sin restricciones, por un solo segundo, se hubiera reunido y tras sus palabras, simplemente desaparecieron, dejando en su interior un sentimiento tan inmenso y absoluto que nubló todo lo demás, que se convirtió en una realidad.

—Me enamore de ti Eren y… debes irte — ella levanto el rostro, su mirada parecía desesperada y tristeza —. Ser feliz.

—No puedo…

—No me hagas esto… — sollozo —. Por favor, debes alejarte… Ellos lo vieron y pueden… herirte, y yo… no podría vivir si algo te pasara.

¿Acaso su alma había dejado su cuerpo? Porqué él sentía que no se pertenecía a sí mismo, como si de pronto flotaba o fuera invencible.

—Princesa…

—Debes alejarte — ella intentó retroceder, como si hasta entonces hubiera notado su cercanía —. Si alguien nos ve…

—Mikasa…

La chica se detuvo y le miro con incredulidad, pero Eren se limitó a sonreír y ni siquiera lo dudo, cuando se inclinó y poso los labios sobre los finos pétalos sonrosado que siempre había deseado probar.

Mikasa gimió sorprendida y aunque intentó alejarse un segundo, Eren no se lo permitió, hasta que sintió como caía rendida por su toque. La sensación que le siguió fue extraña y al mismo tiempo entrañable, como si aquello fuera completamente correcto.

Fue la princesa quien se alejó. Agitada, ruborizada, sorprendida. Hermosa.

¿Que?... — miró a los lados desesperadamente —. ¿Qué estas haciendo? Si alguien nos ve podrían… tu…

—No me importa.

—Eren…

—Solo me importa usted princesa, solo usted… yo la amo — en cuanto soltó las palabras, unas manos le cubrieron la boca rápidamente.

—No.

Eren sonrió y suavemente tomó las muñecas femeninas.

—La he amado desde que la conocí… año tras año, mi amor por usted solo ha aumentado.

—Basta, detente.

—La amo.

—No, cállate por favor, si alguien te escucha, podrían… ellos van a herirte.

—No me importa…

—¡Pero a mi si!

—Princesa…

Ella negó y vigilo a los lados antes de centrar una mirada firme en el.

—Debes irte de aquí, mañana hablaré con el comandante para que seas trasladado inmediatamente. Olvídate de esa locura y solo… vive, intenta ser feliz, consigue a una buena mujer, cásate… ten descendencia, si tu eres feliz yo también lo seré.

—No puedo… — se apresuró a negar.

—No lo hagas más difícil Eren.

—No soy tan noble como usted princesa… no puedo abandonarla.

—No eres justo, no eres nada justo — ella sollozo —. ¿Crees que quiero verte alejarte de mi? Tienes que entenderlo, no hay un futuro para nosotros aquí…

—Entonces escapemos…

—¿Como?

—Escapemos juntos.

—Pero… si nos encuentran.

—Si nos encuentran seremos condenados a muerte por traición y… — tomó las manos femeninas. En esa ocasión, Mikasa no se alejó y Eren se apresuró a sostenerla con ternura mientras la mirada a los ojos —. No se que podría suceder, seguramente no será sencillo en un inicio y… podríamos pasar por penurias, pero le aseguro que la protegeré siempre y… — su voz se fue apagando mientras la realidad de sus propias palabras tomaba consciencia dentro de su mente.

Estaba pidiéndole a la princesa un imposible ¿Escapar con él? ¿Adonde? ¿Con que recursos? ¿Solo por amor?

La chica permanecía taciturna y eso le permitió darse cuenta una vez mas de lo que egoísta que estaba siendo ¿Y decía amarla más que a su propia vida?

—Yo… lo siento princesa — empezó a soltarla lentamente —… Mis deseos son del todo egoístas y…

—Esta bien — sus palabras cortaron su disculpa —. No importa como sea, cualquier cosa es mejor que este infierno — una sonrisa trémula le cruzo los labios mientras ella se aferraba a sus manos como si fuera un salvavidas —. A pensar en pertenecer a otra persona que no seas tu.

Eren negó, sin saber muy bien qué se supone que debía decir en esa situación. Los sentimientos le sobrepasaban y su corazón se había llenado del amor más puro y pleno que jamás podría haber sentido, incluso si volviera a nacer.

Sus brazos rodearon la figura femenina y la apretó contra su cuerpo casi deseando que se fundirá en su interior. Era la mejor sensación que jamás había sentido y compensaba de alguna manera todas las penas por las que ambos habían pasado, porque eso les había permitido llegar hasta ahí, a los brazos del otro y a un amor que había transcendido a través del dolor, los obstáculos y las mismas clases sociales.

Una noche después, apenas a dos del matrimonio de la princesa y justo cuando el castillo se encontraba sumido en las sombras y oscuridad, luego del festejo que se había suscitado la llegada del novio… ellos huyeron.

Habían altas posibilidades que fuera encontrados y juzgados, pero también habían probabilidades de escapar. Cualquiera que fuera el caso, ambos decidieron que el sacrificio valía la pena y fueron sus sentimientos los que les permitieron cometer aquella locura.

Pero más que locura era amor y el suyo había sido escrito desde tiempos antiguos, porque era algo que transcurría a través de las vidas, un amor que volvería a encontrarlos, que siempre existiría y que ninguna circunstancia podría romper.

Porque eso sucedía con las almas destinadas.

Habían nacido para amarse y nadie jamás podría cambiarlo.

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FIN DEL CAPÍTULO


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NOTAS DEL CAPÍTULO:

Buenas noches bellas.

Lamento la tardanza, otra vez. No me he organizado bien para la edición de estos capítulos y aunque están escritos, es la razón por la que las actualizaciones han sido más lentas de lo que prometí.

Espero que el capítulo haya sido de su agrado. Como dije, fue bastante extenso, porque, no sólo intenté explicar este mundo –no existen los titanes como pudieron observar y de hecho es un AU, por lo que Jean forma parte de la realeza de una nación– sino también, porque también, porque intenté desarrollar su lazo desde un inicio, hasta darles un final.

Ahora, algunas curiosidades:

•Si tuviera que decidir quién era el enemigo, creo que seria alguien dentro de Hizuru y espero, de verdad espero, que se les venga a la mente el nombre del consejero Yoshida porque sino, no hice un buen trabajo poniéndolo como un antagonista pasivo.

•Durante la huida, la única persona que se entero y por lo tanto, la que les ayudo, fue Akio.

•Ese final también es un guiñó a la huida del EreMika a las cabañas, por lo que si, ellos huyeron y vivieron felices, porque amo los cuentos de hadas, sino, no escribiera fanfics con extra fluff.

•Y finalmente ¡EreMika canon por siempre! Solo porque si jajaja.

Espero que les haya gustado. El siguiente es otra historia alterna, un poco triste y dolorosa para nuestro Eren, pero también muy hermosa, y tenemos otra Mikasa enfermera ¡Si!

Además que es larga jaja, porque no quiero que el reto termine y me extiendo demasiado.

Nos leemos en unos días con "Perfume"

Besos y abrazos.

17/10/2021

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