Disclaimer: South Park es propiedad de Matt Stone y Trey Parker. Los Mitos de Cthulhu son propiedad de H. P. Lovecraft y los miembros del Círculo Lovecraft.
Universo Lovecraft-Park
Tras la huella de los dioses
Capítulo 11
«… A su alrededor se apretaban las masas, ansiosas de sus órdenes,
pero al marcharse no podían repetir lo que habían oído;
mientras por las naciones se propagaba la pavorosa noticia
de que las bestias salvajes le seguían lamiéndole las manos…»
—H. P. Lovecraft, Nyarlathotep
Henrietta se marchó de inmediato. Iría a recoger a los otros góticos, para posteriormente volver a casa de su tío a buscar entre las cosas de su tío algo que pudiera serles de utilidad. Kenny la cuestionó sobre si eso estaba bien, es decir, el cuerpo de su tío todavía estaba allí. La respuesta que recibió fue que el hombre estaba muerto, y eso era todo. Aunque, claramente, la niña de diez años estaba tratando de ocultar cuanto le dolía en realidad.
Dejando eso de lado, parecía ser que, quienes habían asesinado al profesor Biggle, también habían saqueado la biblioteca y los papeles en su despacho. Sin duda un intento del culto por privarlos de toda la información a la que el hombre tenía acceso. Por supuesto, ellos no eran Henrietta: no habían sabido en donde buscar.
Luego de una tensa comida, Mysterion intentó llamar al profesor Carter, pero al parecer toda la comunicación estaba cortada. Incluso el internet y las señales de televisión y radio estaban fuera de servicio. South Park ahora se encontraba por completo incomunicado del resto del mundo.
Finalmente, Kenny, vestido ya con su ropa normal, aunque con la capucha bajada, se reunió con Kyle, Stan y Cartman –más Damien, quien exigió estar presente– en una sala de juntas del hospital. Era momento de ser por completo sincero con ellos.
Cuidando de ocultar la verdad sobre Cartman, les habló sobre lo que había descubierto respecto los Grandes Antiguos, a quienes Damien llamaba Primigenios. También como, gracias al difunto profesor Biggle, Henrietta y el profesor Carter, descubrió más pistas sobre su relación con todo ese asunto tan turbio.
—Entonces —preguntó Kyle—, es cierto: de alguna manera eres inmortal.
—¡Jo, te lo dije judío!
—¡Cierra la boca, Culo Gordo!
Stan se pellizcó el puente de la nariz mientras murmuraba: «Aquí vamos de nuevo».
Luego de que la discusión entre ambos fuera detenida por un furioso Damien (el viejo truco de las llamas en el trasero del gordo jamás fallaba), Kyle preguntó a Kenny:
—¿Cuál es el plan ahora?
—Enfrentar a Nyarlathotep y tratar de detener el despertar de Cthulhu.
—Pero, ¿no eres muy joven para ese tipo de cosas?
—Stan tiene razón —acotó Kyle.
—¿Cuándo nos ha detenido eso? —respondió Kenny—. Si lo piensan, todo el tiempo estamos haciendo cosas para las que somos muy jóvenes.
Los cuatro amigos sonrieron ante esa respuesta.
—Ir directo a Nyarlathotep puede ser un grave error —intervino Damien—. No pase por esos problemas para traerte aquí, solo para que vayas y te entregues voluntariamente al enemigo.
—Oh, Damien, no sabía que te preocupabas tanto por mí —dijo Kenny, mientras pasaba un brazo por la espalda del anticristo. Este lo empujó de inmediato.
—¡Claro que no, McCormick! —gritó enfurecido—. Se trata de joderle los planes a los Primigenios.
—Bueno, si el pobretón se enfrenta a ese sujeto, entonces yo también —dijo Cartman—. ¡Le enseñaré a respetar mi autoridad!
—Seguro que está muy asustado de ti, Culo Gordo —dijo Kyle con sarcasmo.
—¡Cállate, judío!
—No me obliguen a actuar —espetó Damien al ver cómo comenzaban otra pelea.
Los dos se recargaron en las sillas que estaban ocupando, tratando de proteger sus traseros de ser quemados (de nuevo) por el fuego del infierno, pero no dejaron de enviarse miradas de odio.
—¿Alguien sabe lo que está pasando realmente en el pueblo? —preguntó finalmente Stan.
—A estas alturas, la mayoría de los habitantes deben de haber caído presas de la locura —respondió Damien—. Es la influencia del Caos Reptante. Los que quedan en pie son los que están con el culto, o tienen una mente lo suficientemente resistente para soportar la locura. Aunque, lo más probable es que, tarde o temprano, también caerán bajo su influjo. La niebla roja no se ha disipado, después de todo.
—¿Dónde está Nyarlathotep? —preguntó Kenny.
Damien lo miró con intensidad.
—Si te lo digo ahora, saldrás hacia allá de inmediato.
—Incluso si no lo haces, saldré a buscarlo.
—Y nosotros te acompañaremos, amigo —dijo Stan.
—Sí —confirmó Kyle, mientras bajaba la cabeza, en actitud avergonzada—. Siento lo de hace unas horas… Yo… No pensaba claramente…
—Descuida, estabas desesperado por tus padres. —Kenny sonrió.
—Bien, entonces, esto será una misión oficial de… —Stan pareció dudarlo un poco, pero finalmente terminó—: Coon y Amigos.
—Por supuesto —Kenny sonrió y puso la mano al frente—: ¡Mysterion!
—¡Toolshed! —exclamó Stan, colocando su mano sobre la de Kenny.
—¡Cometa Humano! —los imitó Kyle.
—¡El Coon! —Los tres volvieron a ver a Cartman.
—¿Qué carajo haces? —preguntó Kyle con el ceño fruncido.
—Ah, no van a dejarme fuera de esto. ¡Yo soy el cabrón Coon!
—¡Nos traicionaste, Culo Gordo! —le recordó Kyle.
—¡Porque ustedes me echaron, y yo soy el cabrón Coon!
—¡No actuabas como un verdadero héroe!
—¡Claro que sí! Tú eres el que no sabe cómo ser un superhéroe.
—¡Sé más de héroes que tú!
—¡No, los judíos no saben ser superhéroes!
La discusión se detuvo cuando una quinta mano se sumó a las suyas.
Los cuatro se volvieron para ver a Damien, quien estaba tan rojo que parecía haber haber comido un plato de chile con carne especialmente picante. Decir que estaban en shock es poca cosa.
—¿Qué? —preguntó Damien a la defensiva al ver la expresión de los otros. Luego se justificó—: Si no los ayudo, van a terminar siendo capturados por el enemigo, y entonces mi padre…
—Olvidaste decir tu nombre de héroe —interrumpió Cartman.
Damien se lo quedó viendo con extrañeza. Luego su mirada se convirtió en una de furia.
—¡Yo no necesito un estúpido apodo! —exclamó, mientras apartaba la mano. Todos los demás hicieron lo mismo.
—Pero tienes que tenerlo, no puedes ser un superhéroe sin uno —explicó Cartman.
—¡No quiero ser un superhéroe! —Tosió sobre su puño para recobrar la compostura—. Únicamente los ayudaré en esta ocasión.
—Pues, sin un nombre heroico, no puedes ser parte de Coon y Amigos.
—Ya, Culo Gordo, deja que se una —dijo Kyle, exasperado.
—No lo defiendas, judío.
—¡Ya está bien! —gritó Stan—. Dejen de discutir. Si Damien no quiere usar un nombre alterno que no lo haga.
—Pero…
—Suficiente, Culón, tenemos trabajo que hacer —le cortó Kenny.
Cartman se cruzó de brazos, mientras murmuraba insultos sobre los hippies, los pobres y los judíos.
—Dark Prince…
Aunque Damien habló en voz muy baja, todos lo escucharon perfectamente.
—¿Qué? —le preguntó Stan.
Damien fulminó al niño con sus ojos, casi como si quisiera prenderle fuego. No obstante, estaba tan sonrojado que parecía un rábano. A pesar de eso, al final gritó:
—¡Pueden llamarme Dark Prince!
- ULP -
Pasaron el resto del día buscando materiales en el hospital con los cuales recrear sus trajes de héroes. Salvo por Cartman, que se negaba a crear un traje nuevo, puesto que ya tenía el del Coon. Así pues, Damien y Mysterion se vieron obligados a acompañarlo a su casa en busca de su disfraz.
Afortunadamente, regresaron a Paso al Infierno sin muchos problemas –algunos ocultistas a los que Damien dejó noqueados–. Por supuesto, Satán se cabreó un poco cuando se dio cuenta de que se habían arriesgado por algo tan ridículo como eso. Y esto, a su vez, cabreó a Cartman: nadie llamaba ridículo al traje del Coon, ni siquiera el mismísimo rey del Infierno.
Cartman pasó un largo rato jodiendo a Damien para que generara un traje de superhéroe con sus poderes. Hasta que finalmente el anticristo se hartó y, tras prenderle fuego un rato al trasero del gordo, se envolvió en sombras convirtiéndose en algo muy parecido a una mezcla de Venom y Spawn.
—¿Estás feliz ahora, gordo de mierda? —preguntó, con la voz distorsionada por el traje.
Kyle consiguió armar una cometa con restos de bolsas plásticas, encontradas en uno de los armarios de limpieza, y tubos metálicos de las intravenosas. El resto de su indumentaria la obtuvo cortando algunos trajes de operación, para recrear el resto de su traje.
Stan encontró algunas herramientas en la bodega de mantenimiento, por lo que tampoco tuvo muchos problemas en recrear su traje.
Finalmente, vestidos con sus disfraces, volvieron a la sala de juntas. Habían decidido convertirla en su base de operaciones.
—Bien, el tiempo se acaba y debemos actuar cuanto antes —dijo Mysterion—. Mañana por la noche atacaremos. ¿Cuál es el plan de Satán?
—Arrasar el pueblo con sus legiones —respondió Dark Prince—. Aún no están listos, sin embargo. Creo que tenemos suficiente tiempo. Pero, estoy preocupado por algo más.
Miró a los presentes.
—Solamente tres de nosotros tenemos realmente poderes, y yo soy el único que los tiene activos.
—Aún dudo sobre eso de los poderes psíquicos —argumentó Cometa Humano.
—¿Poderes psíquicos? —preguntó el Coon, para luego agregar—. Por supuesto que no los tienes. Los judíos no son psíquicos. Si lo fueran, nos habrían hipnotizado a todos para robarnos el dinero.
—¡Deja de meterte con mi pueblo, Culo Gordo! —gritó Cometa Humano.
—¡Basta! —los cortó Mysterion—. Dark Prince, ¿hay una manera de despertar los poderes de Cometa Humano y dotar de poderes reales a Coon y Toolshed?
Dark Prince pareció pensativo.
—Podemos hacer un pacto con mi padre.
—¿Un pacto demoníaco? —preguntó Toolshed, con el temor filtrado en su voz.
—¡Oh, genial! —dijo el Coon como si le estuvieran ofreciendo un caramelo.
—Venderle tu alma al Diablo no tiene nada de genial, Culón —espetó Cometa Humano.
—Es cierto, eso nos condenaría —agregó Toolshed.
—No, de hecho, están condenados por no ser mormones —aclaró Dark Prince restándole importancia.
—Si no hay otra forma, tendremos que hacerlo —declaró Mysterion—. Es nuestra única oportunidad de tener la fuerza suficiente para detener al culto. Creo que condenar nuestras almas es un sacrificio necesario. Al menos yo estoy dispuesto a hacerlo. Sin embargo, está en su propia conciencia el hacerlo o no.
Toolshed y Cometa Humano parecieron pensativos. Se notaba que el Coon ya había tomado su decisión.
—Derrotar al culto es la única forma en la que mis padres podrían volver a la normalidad —dijo Cometa Humano—. Si no hay otra forma, lo haré.
—Posiblemente ellos tengan a mi padre y a mi hermana —continuó esta vez Toolshed—. No puedo dejar que se salgan con las suya. También lo haré.
Damien, dentro de la «máscara» sonrió. Siempre le divertía ser el causante de la condenación de algunas almas –nunca sabía cuándo Dios podría cambiar de opinión y dejar entrar a personas que no fueran mormonas al paraíso–, más aún la de un futuro profeta. ¿Estaría con esto asegurándose de que Kyle fuera el falso profeta del que hablaba el apocalipsis? A decir verdad, no le importaba.
—¿Qué hay del pobretón? —preguntó Cartman—. No creo que revivir sea un poder muy útil en el combate.
—Es un inmortal hijo de Shub-Niggurath, debería será capaz de usar alguna habilidad similar a la de Cthulhu —respondió Dark Prince—. Incluso puede que algo más, puesto que ella no es un Primigenio, sino parte de los Dioses Exteriores.
Mysterion cerró los ojos. Detestaba tanto lo que era, que nunca se le había pasado por la mente la idea de que podría llegar a ser de utilidad.
—Podría haber una forma de activarlos, si es que los tengo —dijo. Respiró profundamente—. Temo convertirme en algo como Nyarlathotep.
—Todo ser, mortal, inmortal o divino, tiene libre albedrío —dijo Dark Prince—. Es por eso que no podemos obligar a alguien a pecar, solo tentarlo a hacerlo. Lo mismo pasa con Nyarlathotep. Para él hubiera sido más fácil obligarte a hacer lo que sea que tenga en mente, pero las leyes del mismo universo se lo impiden. Su ventaja real es es un bastardo manipulador.
Mysterion se puso de pie.
—Bien, Coon y Amigos, mañana por la noche partiremos al campo de batalla. Vamos a prometer que, pase lo que pase, nos veremos de nuevo aquí.
Todos sonrieron.
—Por supuesto —dijo Toolshed.
—Volveremos, todos —aseguró Cometa Humano.
—Chicos, esto es muy marica.
—¡Oh, cierra la boca, Culón! —espetó Cometa Humano.
Dark Prince se limitó a asentir con aparente desgana.
- ULP -
Convencer a Satán resultó ser más complicado de lo que pensaron. Y no fue porque no quisiera agregar más almas al Infierno, sino porque estaba totalmente en contra de dejar a los objetivos de Nyarlathotep a su merced.
—Tarde o temprano, él vendrá a buscarnos —dijo Mysterion—, no podemos quedarnos esperando. Con o sin poderes, iremos a enfrentarlo.
—Damien, ¿tú también lo harás? —preguntó el demonio.
—¿Qué crees? —inquirió el anticristo.
El demonio suspiró y finalmente asintió.
—Sólo recuerden, una vez cerrado el trato, no hay marcha atrás.
Todos asintieron de acuerdo.
Satán chasqueó sus dedos y, surgido en una llamarada, aparecieron tres contratos en pergaminos amarillos.
—Deberán firmar con sangre —explicó Satán—. Y una vez hecho, sus almas serán mías por toda la eternidad, a cambio de despertar cualquier habilidad sobrenatural en ustedes, o cualquier poder que se hayan inventado cuando crearon sus personajes de superhéroes.
Luego de firmar el contrato, todos se retiraron a dormir.
Kenny, despojado del disfraz de Mysterion, fue en busca de Karen, quien se había quedado en el pabellón infantil del hospital, ahora vacío. Su hermana corrió a abrazarlo cuando lo vio entrar.
—¡Tardaste demasiado! —sollozó contra su pecho.
Kenny sólo atinó a dar pequeños masajes con forma de círculos en su espalda.
—Mañana será el fin de esto —dijo—. Prometo que volveré, pero mientras, debes quedarte aquí.
La niña abrazó con más fuerza a su hermano.
—¿No podemos ir por mamá, papá y Kevin? Tal vez si nos fuéramos…
—Escapar no es una opción… nunca lo fue —la interrumpió—. Lo único que quiero es que estés a salvo.
—Tienes que volver sin importar que pase.
—Lo prometo.
Se alejó de allí, dejando a Karen atrás, seguro de que, sin importar que pasara, Karen estaría a salvo. Satán podría ser el enemigo de Dios, pero a pesar de eso no dejaba de ser un arcángel.
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Henrietta cerró el libro y apoyó la cabeza en él. Podía escuchar el sonido de las esferas a su alrededor. La puerta que acababa de abrir con aquel conjuro era una que nunca pensó llegaría a traspasar. De estar vivo, su tío sin duda lo habría impedido. Aunque, en ese momento, no le quedaba ninguna opción.
Incluso si McCormick abrazaba los poderes que los Dioses Exteriores le habían dado, no sería suficiente para detener a Nyarlathotep. Era necesario invocar un poder superior, el poder de un dios superior en rango al Caos Reptante. No podía acudir a los Arquetípicos, pues la mayoría de ellos en las eras actuales se hallaban en las Tierras del Sueño. Y Yahvé no era conocido precisamente por su interferencia directa en asuntos mortales, por más que se tratara de una amenaza del mensajero de los Dioses Otros.
Yog-Sothoth era su única opción. Era el más poderoso de todos, justo después de Azathoth, el estúpido sultán de los demonios, y ya en el pasado había acudido a ayudar a los humanos y a otras especies en momentos como aquel. ¿Por qué? Esa era una pregunta que al parecer nunca obtendría respuestas.
Henrietta salió de sus pensamientos y volvió a abrir el Necronomicón. Se le acababa el tiempo. Aquellos niños conformistas ya debían de estar en camino al enfrentamiento con el Caos Reptante. Necesitaba el conjuro que le permitiera desterrar a Nyarlathotep y sellarlo temporalmente en las Tierras del Sueño de dónde había salido. Así ganarían tiempo, algo que, a menudo, hacía toda la diferencia cuando se enfrentaban a ser como estos.
