Capítulo 9

—¡¿Taylor?!… ¡¿Taylor de la secundaria?!

La despampanante mujer rió divertida.

—Pues sí. ¿No me digas que quieres empezar con eso del rol desde ahora? Primero comamos algo, encanto.

Lincoln no entendió a qué se refería con eso. Aún estaba tratando de procesar que su cita de trabajo sería con una chica que le había hecho calzón chino a su amiga Stella mientras a él también se lo hacían uno de aquellos matones con los que Taylor se juntaba cuando él tenía doce años.

—¡Lincoln! —algo repiqueteó en el oído del niño y que sonaba a la voz de su prima Lina—. ¡Haz que esos dos ya se muevan!

El Lincoln más joven tosió para llamar la atención de la pareja, igual procurando que la cara no se le viera mucho.

—Ah… Su mesa es por… —miró al recepcionista, quien le señaló con el pulgar el sitio sin complicaciones—. ¡Por aquí!… Síganme.

Espero que les guste la mesa que elegí —desde el baño, Hugh comentaba a sus primos—. Cuando por teléfono la reservé… Es decir, cuando el señor Hassam la reservó, escogió uno de los espacios más privados y con mejor vista para incentivar el acercamiento entre ambos.

Aunque estaban de acuerdo con el plan, a los hijos del señor Loud aún les costaba algo de trabajo aceptar del todo la idea.

—Lynn, ¿estás ocupado?

El niño se rascó el oído y se cubrió la boca para responderle a su prima.

—Bueno, estaba por atender la mesa dos y…

—¡Deja eso y ve a atender a mi tío y a Taylor!

Cuando el chico se apresuró para ir a la mesa de ambos, vio a Taylor de pie frente a una silla mirando por encima del hombro a Lincoln detrás de ella. Su acompañante la pasó de largo para tomar asiento. Sin embargo, al percatarse de la miradita acusatoria que le dirigió, de inmediato se puso de pie para regresar con ella, sacar la silla y cedérsela.

—Gracias, Lincoln —dijo Taylor, un tanto disgustada por haber tenido que ser tan obvia—. Eres todo un caballero.

El peliblanco, algo apenado, no estaba muy seguro sobre que decir al comprender la indirecta tan directa. Cuando Lynn lo resolvió al acercarse más y entregarles los menús a ambos, se aclaró la garganta y enronqueció su voz para simular al igual que lo había hecho su hermano.

—Hola… Ah… Pueden tomarse su tiempo para…

—Un whisky con soda para mí —pidió Taylor sin apartar la vista del menú.

—Sí, por supuesto —se volvió hacia su padre tratando de ocultar su cara casi pegándose la libreta a la misma—. ¿Tú quieres algo?

Aunque le tentaba bastante pedir alguna bebida como su acompañante, tal vez algo mucho más fuerte incluso, teniendo en mente la petición de su socio de comportarse de la forma más profesional posible, Lincoln tuvo a buen criterio abstenerse.

—No, gracias. Estoy bien por ahora.

—¡Oh, vamos! —le reclamó Taylor—. ¿Es que quieres hacerme ver mal bebiendo sola?

—¡No! ¡Claro que no! Hmm… Un refresco de cola para mi está bien.

La mujer hizo una mueca.

—Creía que con el tiempo también te habrías vuelto más divertido —sonrió con malicia—. Tal vez deba irme a buscar algo mejor.

Mientras Taylor esperaba que Lincoln se indignara ante la posibilidad de dejarlo plantado para ir a buscar un mejor prospecto que él, el propio Lincoln pensó aterrado en lo mucho que a Hassam le disgustaría saber que su cliente decidió ir a otra inmobiliaria para buscar una casa.

—¡No, espera! Es sólo que… Es temprano y… Sólo bromeaba —se dirigió al pequeño mesero latino con bigote—. Un whisky con soda para mí también, por favor.

Lynn refunfuñó por lo bajo.

—Sí, ahorita se los traigo.

Taylor miró al mesero alejarse con recelo.

—Vaya que le hacen falta modales.

—No seas muy dura con él —lo defendió Lincoln—. No ha de tener más de diez años. Tal vez, y gracias a algún conocido suyo, es que está trabajando de medio tiempo aquí aprovechando las vacaciones… Eso, o es otro niño que vino aquí a jugar a los espías.

—Sí, supongo que tienes razón.

Taylor decidió restarle importancia a ese detalle. No estaba ahí por el mesero, sino por Lincoln, así como este estaba presente sólo por negocios.

Sintiéndose bastante incómodo, el pequeño Lynn se cubrió la boca para quejarse con el grupo.

—Está bien. Taylor ya no me agrada tanto. Hace mucho tiempo de la última vez que vi a papá rechazar una bebida y esa mujer acaba de convencerlo de beber.

—No seas tan duro con ella —le pidió Lina —. Taylor no sabe del problema que él tiene con eso. Aunque a mí también me preocupa que mi tío pueda embriagarse justo en este momento en que lo necesitamos totalmente lúcido; pero eso se resuelve fácil. Esto es lo que tienes que hacer…

Cuando Lynn regresó con las bebidas que pidió en la cocina, Taylor cató la suya. Era refrescante, aunque el whisky no era francés como imaginó sería, sino mexicano, y vaya que el sabor era mucho mejor de lo esperado. Lincoln tras probar su copa, estuvo a punto de reclamarle al mesero que olvidó la parte del whisky; pero tras pensárselo mejor, y ver que tan pronto hizo la entrega el mesero al que no pudo alcanzar a verle la cara de nuevo se echó prácticamente a correr hacia el baño, prefirió dejarlo así.

"Cuando a alguien le gana, pues le gana", pensó con humor. De cualquier forma y por precaución había ido pensando en evitar beber.

—Entonces, Lincoln —Taylor lo miró saborear su bebida con disgusto y pensó que el pobre tal vez no estaba muy acostumbrado a tomar. "Será un niño todavía"—. ¿Qué me cuentas de ti?

Lincoln sintió que finalmente podría comenzar con la negociación sobre la casa en venta en la que según el correo de Hassam ella estaba interesada.

—Taylor, no estoy seguro de qué es lo que estás buscando pero, sea lo que sea, puedo garantizarte que puedo proporcionarte justo lo que necesitas y que no lo encontrarás en ningún otro lado más que conmigo. Puedo garantizártelo.

Ella se rió un tanto impresionada y divertida por su presunción. ¿De verdad tan así de egocéntrico era? Sería ella quien decidiría si él era mejor que cualquier otro hombre como le aseveraba.

—Suena interesante. Háblame de tus experiencias y tal vez yo te hable de las mías.

—Claro. Es comprensible que quieras estar más informada. Admito que tal vez últimamente no he tenido una buena racha en mis relaciones por… Por la muerte de mi esposa que me dejó claramente afectado; pero antes de eso dejé a decenas de personas completamente satisfechas por lo que les entregué.

Taylor casi escupe la bebida por lo directo que fue Lincoln al hablar sobre sus experiencias amorosas. Sonaba engreído, pero en serio se sentía más divertida que molesta al respecto.

—¡Cielos, Lincoln! Eso es… Impresionante, supongo. Eres todo un golfo. Igual me cuesta trabajo confiar en lo que dices, ya que no tengo modo de saber si es verdad.

Lincoln, seguro de sí mismo y recordando a quienes les había conseguido en sus buenos tiempos el terreno completo para edificar uno de los complejos más vanguardistas del ayuntamiento, al cual aún todavía sus miembros seguían alabando la ubicación y el modo en que pudo ser cimentado sin ningún inconveniente, le presumió.

—Tú misma puedes corroborarlo si gustas. Un día ve a las oficinas de la "Asociación de Mujeres Unidas", o AMU. Pregunta por mí y te garantizo que no habrá ni una sola que diga no haberse sentido plenamente satisfecha por lo que hice.

Taylor no se dio cuenta que tenía la boca tan abierta sino hasta que una mosca le pasó zumbando cerca de la misma.

—Eso es… Una broma, ¿verdad? Supongo que no a todas, exceptuando a algunas, como Prudence.

Lincoln recordaba a la anciana de ochenta años, quien quejumbrosa no se mostró al inicio muy segura acerca de que él hubiese hecho una buena elección sobre el terreno que les consiguió, debido a las malas experiencias con anteriores arrendatarios con los que vino lidiando casi toda su vida, prácticamente desde que se graduó de la universidad décadas atrás, para que al final y tras ver los resultados terminara admirando lo profesional y acertado que fue.

—Incluso a ella puedes preguntarle. Te dirá que nunca había conocido alguien como yo que haya satisfecho todas sus expectativas en décadas.

Aunque le estaba molestando bastante su presunción, Taylor mentiría si no admitía que le estaban entrando ganas de comprobar por ella misma todo lo que esas mujeres posiblemente decían acerca de él.

—Ok… Es… Interesante, lo reconozco, si. Pero tengo intriga acerca de tu esposa. Háblame un poco sobre ella.

El cambio de tema resultó bastante abrupto para Lincoln. Aunque no estaba muy deseoso de hablar al respecto, supuso que podría servir para romper el hielo y ganar su simpatía, para bien más adelante cuando trataran sobre el negocio.

—Ronnie Anne fue una persona maravillosa. Lo que le ocurrió se trató de… Algo muy duro. Con ella tuve los mejores años de mi vida. Nos conocimos desde niños y nos casamos algo jóvenes, tan pronto terminamos la universidad. A algunos no les pareció que nos apresuráramos, pero por lo que le sucedió después, agradezco que así fuera, pues eso me permitió disfrutarla por lo que le restó de vida.

Taylor estaba embelesada. Casi sintió celos por la difunta, pero a la vez se sintió agradecida porque dicha vida le daba una garantía a lo que podría esperar con Lincoln.

—Eso es muy lindo, seguro… —y cayó en la cuenta de algo—. Espera, ¿tuvieron muchos años de casados y de conocerse antes de que ella…? ¿Entonces en qué momentos fue que estuviste haciendo lo que me presumiste de la AMU?

—Pues… Obviamente mientras estuvimos casados.

Indignada, Taylor se levantó de su asiento ante la confesión de su múltiple infidelidad, ¡así como si nada!

—¡¿Y tú esposa nunca se enteró de eso?!

Lincoln no entendió porque se ofuscó. Ronnie Anne había sido quien le pidió tomar el proyecto, esperando no sólo que su esposo hiciese un buen trabajo de venta, sino que aprendiera más del negocio que tan bien reconoció sabía dársele.

—Claro que lo sabía. De hecho fue de ella la idea de que me relacionara con todas esas mujeres. Quería que tuviera más experiencia en ese campo.

Consternada, lentamente Taylor volvió a tomar asiento.

—Ah… No me imaginé que tuvieran una relación así de abierta o de ese tipo… Suena a que fue una mujer interesante.

—Sí, lo fue —el hombre permitió que su mente se distrajera un momento con el recuerdo de su amada.

Dado que Lincoln había sido muy… Endiabladamente sincero sobre su vida sexual, Taylor sintió que debía corresponderle del mismo modo.

—Bueno, tampoco creas que me impresionas mucho. ¿Recuerdas a Anderson? ¿El que te hizo calzón chino porque le restregaste comida en su camisa la mañana en que nos conocimos en el autobús?

—Sí, aunque, sin ofender, preferiría olvidarlo.

—Como sea. Fue con él con quien perdí la virginidad detrás del estadio de la secundaria el último día que cursamos el séptimo grado.

A diferencia de ella, Lincoln sí que estuvo a punto de ahogarse con el sorbo que le había dado a su soda.

—¡¿Cómo?!

—Sí, lo hice con él. Fue incluso unos meses antes del primer incidente del autobús que tuvimos contigo y tus amigos. No fue tan malo como de seguro te lo estás imaginando.

—No estoy imaginándomelo —desgraciadamente mentía. Lo hacía aunque no deseaba hacerlo.

—Malo fue cuando tuve que hacerlo con un profesor en la universidad, sólo para que no me suspendiera cuando me encontró fumando marihuana. Aunque no fue todo, todo como tal. Sólo lo hice con la boca y estoy segura que eso no cuenta —de pronto se sintió elocuente—. Más agradable me ocurrió en una fiesta de fraternidad a la que me invitaron. No sabía el nombre de ninguno de esos chicos, pero fue algo de lo que todavía me rio. En especial porque uno por accidente terminó sobre mi…

—¡Taylor! —Lincoln la detuvo alzando las manos escandalizado. Miró a su alrededor, sintiéndose enseguida aliviado porque no hubiera nadie cerca que los escuchara, pues el lugar estaba todavía casi vacío—. Por favor, detente ahí. No tengo ningún interés en escuchar tus experiencias… "Amorosas".

—Pero no todas fueron amorosas. La mayoría sólo fueron por diversión.

—¡Pues, amorosas o no, no me interesa escucharlas en lo más mínimo!

Aunque no habían alcanzado a escuchar de lo que estaban hablando, pensando hasta entonces que todo marchaba bien al notarlos hablar tan animados, los chicos miraron preocupados a la pareja, imaginando que algo se estaba estropeando gravemente para que el señor Loud se hubiera ofuscado de esa manera.

La sorpresa de Taylor ante la reacción de su acompañante no tardó mucho en convertirse en indignación.

—Yo… Sólo trataba de familiarizarte conmigo como tú lo hiciste.

—Bueno, pues creo que ese no es el modo correcto de hacerlo.

Taylor tomó su bolso.

—Lamento haberte incomodado, pero tú… Mira, soy una mujer ocupada. Tal vez deba irme ya para no molestarte, ni para que yo tenga que estar adivinando qué es lo que te ofende y que no.

—¡No, espera!

Lincoln consiguió detenerla, casi al tiempo que Lynn se dirigió apresurado hacia ellos para preguntar si todo estaba en orden, mientras que, en su oído, Lina y sus hermanas le ordenaban frenéticamente que hiciera algo.

—De verdad lo lamento, Taylor —se excusó con ella Lincoln padre—. Es sólo que me sorprendiste con eso tan así de repente y… Mira, como te conté, he estado atravesando un mal momento y me está costando acostumbrarme de nuevo a…

De forma consecutiva se señaló a sí mismo y a ella para darle a entender todo lo que perdió de experiencia como vendedor desde la muerte de su esposa.

—A esto. ¿Puedes entenderlo?

Aunque no del todo, Taylor trató. Suspiró. Por muy abierta que hubiese sido su relación, sin duda Lincoln estaba todavía muy afectado tras haber enviudado, como para poder recordar del todo cuál solía ser su trato y comportamiento habitual con las mujeres durante una cita.

—Está bien. Supongo que al menos podemos almorzar juntos.

Con la libreta y la pluma fuente sobre su cara, Lynn se impuso.

—¿Ya saben qué van a pedir?


La comida había amenizado bastante la tensión que entre la pareja se había producido. Tal vez era el alcohol del cuarto whisky, pero Taylor estaba más animada. Incluso no le importó que todo lo que Lincoln ordenara después para beber fuera soda. Los scargorts eran muy buenos, mientras que las enchiladas resultaron ser todo un manjar. Lo que los puso de buen humor, además la plática se había orillado a terrenos más sanos y menos escandalosos.

—¿En serio contaste dos veces mal a propósito el depósito sólo para negarle el préstamo a Hawk? —Lincoln estaba asombrado—. ¡Es lo más insólito que he escuchado?

—¿En serio? Nada de lo que te he contado supera a lo de ir a la escuela en un avión con el viejo Flip de piloto con tus amigos, sólo para evitar que nos topáramos en el autobús escolar.

—¿Tú crees? —Lincoln le dio el último bocado a una enchilada antes de proseguir sintiéndose nostálgico—. Tal vez fuera un patán y todo, pero, la verdad, a veces extraño un poco al viejo.

—Te entiendo. Fue un buen tipo… A su manera. No le molestaba venderme cigarrillos de vez en cuando desde los quince, ni a mi pagarle el doble para que lo hiciera.

Lincoln suspiró y levantó su vaso con soda.

—Por Flip.

Taylor chocó con él su copa agregando a alguien más al brindis.

—Y por Ronnie Anne.

Lincoln se sintió conmovido. Miró su plato vacío y el de su acompañante. Desde sus posiciones los chicos parecían satisfechos a que después de todo la cita fuese por buen puerto. Entonces el señor Loud se hizo al frente para ver mejor a la mujer… Con quien admitía estaba pasando un buen momento… Pero que no dejaba de ser sólo una cliente a la que debía de intentar venderle una casa.

—Taylor, si no te molesta, me gustaría ir al grano contigo de una vez.

Ella lo miró perspicaz.

—¿Qué tienes en mente?

—Si todavía estás interesada en lo que puedo ofrecerte, déjame pagar la cuenta para que te lleve a la casa.

Ese le pareció un movimiento muy osado por parte de Lincoln.

—¿Sí? ¿Y qué haríamos en la casa?

—Por supuesto lo que obviamente vinimos a hacer.

Ahí estaba una vez más el Lincoln Loud en el que se interesó cuando comenzó a textearle días atrás.

—No estoy segura. ¿Realmente piensas que podrás seguirme el ritmo?

¿Más de lo que lo ha hecho hasta ahora? Ignoraba qué bicho le había picado. Mas, durante sus experiencias como vendedor, Lincoln ya había lidiado con posibles clientes que se hacían mucho de rogar, al menos antes de ceder al final a sus términos de venta. Sonriéndole confiado, le aseveró.

—Estoy seguro que puedo contigo, Taylor. Te gustará lo que tengo para ofrecerte.

Lynn se acercó a la mesa cuando Taylor le hizo una seña. Lo que ella quería era la cuenta.

—¿Ya se van? —el niño se puso nervioso y no tanto porque la carta se le estaba cayendo de la cara—. ¡Aún no les he traído el postre!

La mujer miró a Lincoln que estaba eligiendo en su cartera una tarjeta de pago, así como algo de efectivo para dejar de propina.

—Ya tengo un postre y lo tomaré para llevar.


Cuando el niño regresó con el resto de los chicos, los encontró nerviosos al ver como los dos adultos se estaban retirando de sus mesas.

—¿Qué está pasando? —le urgió Liberty a su hermano—. ¿A dónde van esos dos? ¡No pueden terminar su cita así como así!

—No pude hacer nada. Ya querían irse y ni siquiera esperaron el postre. ¿Quién pide una comida corrida sin tocar el postre? Y con lo bueno que está.

Se apresuró a terminarse el arroz con leche que debió de ser para la pareja. Lina, apurada, le habló por el auricular a su primo que continuaba encerrado en el baño.

—¡Hugh! ¿Escuchaste? ¡Detén al tío Lincoln!


En esta ocasión Lincoln no se olvidó ser un caballero. Al llegar ambos a su auto le abrió la puerta del copiloto a Taylor antes de subirse él. Estaba por entrar cuando recibió una llamada entrante de su socio.

—¿Hassam?

—Pa…Tí… ¡Lincoln! ¿Cómo te está yendo en tu cita…? ¡De negocios con Taylor! ¿Aún están en el restaurante? Si me lo permites, te puedo hacer una sugerencia que no dejará indiferente a las papilas gustativas de ninguno de los dos.

—Ya terminamos de comer, amigo. Descuida, todo va bien. Voy a mostrarle la casa.

—¿En serio? No tienes que ir de lleno al negocio. Puedes… Mostrársela detenidamente mientras conversan de forma casual y…

—Todavía sé cómo hacer mi trabajo, Hassam. Muchas gracias.

Lincoln le colgó. Una vez más su amigo y socio trató de ponerse en contacto con él, pero esta vez ya no le contestó. Lo mismo en los siguientes intentos.

—¿Todo bien? — le preguntó Taylor cuando se sentó a su lado y puso el coche en marcha.

—Sí, bien. Era Hassam deseándome suerte pensando que voy a arruinar esto.

Ella asumió que se trataba de uno de sus amigos al que le había contado que tendría una cita, desconfiando que estuviera ya listo para una.

—Tienes buenos amigos que se preocupan por ti —lo animó dándole un apretón juguetón en la rodilla que lo dejó desconcertado—. Descuida, ya estoy comenzando a acostumbrarme a tu ritmo. Prometo ser contigo más comprensiva y menos… Traviesa.

—Ah… ¿Gracias?

Por un momento Lincoln temió que las intenciones de Taylor no fuesen tan profesionales como las suyas, pero desechó ese pensamiento de inmediato. Es verdad que se la habían pasado bien en el almuerzo, pero se trataba de la chica que le hacía bullying en la escuela tanto a él como a sus entonces amigos. Confiaba en que, como la adulta que era ya, respetara el que mantuvieran su relación únicamente en el plano profesional.


Detrás del coche, y quedando algo atrás de ellos por las prisas, los cuatrillizos echaron a pedalear a toda maquina sus bicicletas tratando de alcanzarlos. A la cabeza iba Lynn con Lina abrazada a su torso.

—¡No te quedes tan atrás, Hugh! —le habló la niña a su auricular.

Esto… Es… ¡Uf!… Muy pesado… Pedalear tanto… Tengo que… Parar… Además… Ya sabemos… A… ¡Agh! dónde van… Voy a detenerme por aquí y enviaré un dron a la casa que me pediste le dijera a mi tío que Taylor estaba interesada.

Las chicas miraron hacia atrás brevemente. No veían a Hugh por ningún lado. Esperaban que se encontrara bien.

—Pobrecito —dijo Liberty—. Creo que lo llevamos al límite. Le debemos una.

—Compartiré con él las propinas que conseguí —prometió Lynn—. Lina, ¿por qué no pareces preocupada?

Desde que Hugh les contó lo que su tío le dijo por teléfono, su prima se había mostrado radiante.

—Porque todo está marchando mejor de lo que me imaginaba. Es cierto que esperaba que ambos se conocieran un poco más antes que mi tío la llevara allá, pero de todas formas todo está apuntando a la dirección final que tenía en mente. Taylor verá que el tío Lincoln es un hombre de hogar, de familia, y quizás se porte con él de forma más natural. Luego mi tío se enamorará de ella y aun cuando se entere que nada acerca de la venta fue real ya estará tan interesado en Taylor que le volverá a pedir que salgan, esta vez de verdad. Ella por supuesto lo aceptará y antes que las vacaciones terminen serán novios. Ahora también por Taylor su padre se obligará a sí mismo a cambiar de una vez por todas. Entonces ustedes regresarán con él, él se casará con ella y todos volverán a ser una familia feliz.

Reconocieron que su prima era mucho más optimista que ellos al respecto, al punto que desearon contagiarse por su modo de pensar. Tal vez en efecto todo resultara como ella vaticinaba. Los cuatro hermanos internamente cruzaron los dedos para que así, como ella les contó, sucediera todo.

Mientras tanto, muy por detrás del grupo, Hugh se recargó contra un árbol situado cerca del borde de una banqueta, con su bicicleta con rueditas de seguridad apoyada a un lado. Se sentó y puso su tablet sobre sus rodillas. En la pantalla, la cámara del dron que ya había llegado a su punto de destino enfocó el auto de su tío. En ese instante acababa de llegar a su destino en compañía de su cita.

Minutos después, Lina y los cuatrillizos llegaron a quedar sorprendidos por la imponente casa de tres plantas, casi el doble de grande que la de sus abuelos, la cual Lina había escogido para efectuar el engaño de la venta.

—Este lugar sí que es inmenso —opinó Lynn—. ¿Creen que de verdad papá o Taylor podrían pagarla de querer comprarla? A mí no me importaría mudarme a una mansión como esta.

Mientras Linka asentía mostrándose de acuerdo con su hermano, Lina ayudaba al pequeño Lincoln a esconder su bicicleta.

—Enfóquense en lo que es importante, chicos. El auto de mi tío está ahí, por tanto ellos ya deben de estar adentro.

Liberty, tras guardar su bicicleta detrás de un arbusto junto a las de sus hermanos, saludó al dron de Hugh agitando su mano hacia este. El aparato se movió de arriba y abajo como si asintiera haciendo un ronroneo. Lina los interrumpió hablando por el auricular que continuaba portando al igual que el resto.

—Hugh, deja de hacerle ojitos a Liberty y trata de mirar por las ventanas. Avísanos si notas algo importante.

Agu... (Chiz!)… Fiestas.

—¿Qué dijiste?

Que no te celes, tú tam… (¡zuz)… E gustas. Tengo un poc… (¡shhhhhh!)… terferencia.

Lincoln se rascó pensativo la barbilla.

—Tal vez Hugh está muy lejos de aquí. Tratemos de averiguar nosotros mismos como le está yendo a papá ahí dentro; pero tengamos cuidado de que no nos vean.

Sus hermanos y su prima asintieron. De manera disimulada se acercaron a la propiedad con el tablón de "En venta" que estaba en el jardín, esperando que todo estuviese marchando bien para su padre y tío.


En la cocina, con los brazos extendidos para ejemplificar la amplitud de la misma, Lincoln continuaba su perorata.

—Sólo mira detalladamente el acabado minimalista. Además, si eso no te impresiona, la instalación del gas, al igual que la del agua y de la luz, es muy sencilla porque opera con los últimos implementos que salieron hace apenas dos años. Incluso hasta se podría instalar una segunda estufa o también un asador.

No es que nada de eso le interesara a Taylor. Realmente todo lo que Lincoln le promocionaba de aquella casa vacía a la que la llevó le resultaba interesante, aunque al principio le desconcertó cuando le habló de todo el mobiliario que podría caber en la sala, o los detalles de la tubería del baño, cuya tina genuinamente la impresionó. Sin duda a Lincoln debía de irle de las maravillas en su empresa si planeaba mudarse a ese sitio, como ella lo interpretó. Vaya que viviría como un rey en su palacio.

—¿Y qué te parece hasta ahora, Taylor?

—Es… Una casa muy bonita, Lincoln. Admito que me dejas impresionada. ¿Y para cuándo estará programada la mudanza?

—Para el momento en que tú estés lista para programarla.

La mujer perdió el interés en el fino azulejo azul cielo que estaba mirando, cuando, asustada, se volvió hacia él.

—¿Disculpa?

—Dije que esta casa ya está lista para ti. Lleguemos a un acuerdo, contratas una mudanza y podrás instalarte cuando gustes.

A pesar de sentir repentinamente la boca seca, consiguió hablar.

—Pretendes… ¿Quieres que me mude aquí?

Sin comprender porque no lo haría si acababa de decirle que le gustaba, Lincoln le sonrió afable esperando convencer a Taylor de comprar la casa. Por lo que entendió de la conversación que tuvieron en el restaurante, ella era soltera, así que podía apelar a la posibilidad de que si algún día se quisiera casar y posteriormente formar una familia, ese lugar sería el ideal para tal efecto. Algo que siempre le funcionaba en las ventas era hacerles entender a sus clientes que de tener la oportunidad, él mismo estaría dispuesto a comprar lo que les ofrecía.

—Nada me encantaría más que vivieses aquí. Este sitio es verdaderamente grande. Estoy seguro que mis hijos se la pasarían genial aquí y el espacio les sobraría. ¿Te gustaría tener hijos, Taylor? No habría mejor lugar para que crecieran todos juntos que este. Hay excelentes escuelas a corta distancia y se trata de una zona muy segura.

La mujer se cubrió la boca con ambas manos. Sólo llevaban una cita y este demente le estaba pidiendo que se mudara a esa casa con él, con sus hijos, y encima que tuvieran hijos propios. No es que por su edad pensara que ya no podía, incluso aún no renunciaba a la posibilidad de hacerlo. ¡Pero esto era tan apresurado! Por otro lado estaba por cumplir los cuarenta y su reloj biológico no se volvía precisamente más joven, aunque… ¡Todo estaba ocurriendo tan rápido!

—¡Lincoln, espera! Todo esto… Admito que me impresiona bastante, pero… De verdad me gustaría que me dieras más tiempo para pensarlo.

—Por supuesto, entiendo que esto es algo muy precipitado —entendía perfectamente que comprometerse a comprar una casa no era ningún juego, pese a que su trabajo fuera aparentar lo contrario—. Sin embargo, piensa en lo perfecta que podría volverse tu vida de aceptar esta oportunidad. Acompáñame arriba. Quiero mostrarte los dormitorios.

Aunque la parte racional del cerebro de Taylor le gritaba que debía correr hacia la puerta y huir lo antes posible, la otra parte, la que todavía estaba bajo los efectos del alcohol y que constantemente le recriminaba que estaba sola por las decisiones equivocadas que había tomado en su vida (y que curiosamente sonaba como su madre), fue la que tomó el mando obligándola a seguir al hombre al que no le costó nada enamorar.

Ya arriba, Lincoln la aburrió otro poco hablándole sobre lo muy espaciosos y cómodos que eran los cuartos de huéspedes, o de sus hijos sintiéndose muy a gusto cada uno en una habitación propia así, las cuales contaban con el espacio suficiente para ser compartidas por dos personas. Taylor se imaginó una escena entre sus hipotéticos hijos conviviendo con sus hijastros, contando ambos grupos en común que no podía imaginar a ninguno con un aspecto en concreto.

—Y esta es la alcoba principal. La cama está incluida.

Aunque no tenía cobijas o sábanas, sólo la base y un colchón, la cama Queen zise igualmente parecía bastante confortable y cómoda, la misma Taylor pudo comprobar que en efecto lo era al sentarse en ella.

—Es genial. Parece ser ortopédica… ¿Lo es? —a estás alturas no se impresionaría si Lincoln le confirmaba que lo era.

—Francamente no estoy muy seguro. Pero, entonces, a nivel general, ¿qué te parece la residencia hasta ahora?

La mujer se tapó la cara con ambas manos.

—Siento que debo estar loca por considerar seriamente en aceptar tu propuesta, a pesar de lo descabellada que parece.

Internamente Lincoln se felicitó a sí mismo por haberlo logrado de nuevo. Parecía ser que volvía a estar en racha después de haber permanecido tanto tiempo inactivo.

—Pues no se hable más. Déjame explicarte las formas de pago con las que podrás adquirir la propiedad.

Ella se descubrió el rostro confundida.

—¿Formas de pago?

—Sí. Por supuesto puedes realizar un único pago de contado, pero entiendo que podría tratarse de un gasto muy exorbitante, por lo que también puedo ofrecerte varios métodos alternativos, los cuales funcionan a plazos y que dependiendo de tus ingresos se pueden adaptar a tus necesidades en diversos lapsos de tiempo.

Ella se levantó de golpe.

—¡Wow! Detente ahí. ¿Pretendes en serio que sea yo quien compre la casa para ti?

Algo confundido, Lincoln miró a los lados, como si por un momento pensase que había algún otro vendedor además de él con quien Taylor pensara comprar la casa.

—Pues… sí —trató de hacerse el gracioso pensando que era eso lo que ella había intentado hacer—. De algo mis hijos tienen que comer.

Eso entre otros lujos que Lincoln pensó podría obsequiarles con la comisión que conseguiría de lograr la venta. Por su lado, Taylor se sintió un tanto decepcionada porque pensara que así de fácil ella accedería además de comprarle la casa donde vivirían juntos y también mantener a sus hijos. ¿Tan así de desesperada la percibía?

—Tú estás loco —le recriminó—. ¿Es que te sientes una especie de gigoló o cazafortunas? Ahora entiendo por qué tu empeño en que avancemos tan aprisa nuestra relación.

El peliblanco se rascó la cabeza sintiéndose el doble de confundido.

—Taylor, perdona, pero… ¿De qué rayos estás hablando?

Ella se mantuvo concentrada tratando de explicarle su sentir como para darse cuenta de su desconcierto.

—Obviamente de ti, de mí, de nosotros. Digo, no es que te esté diciendo que no. Realmente conseguiste impresionarme más de lo que ningún otro hombre lo haya conseguido en… Bueno, en mucho tiempo. Pero no te lo tomes a pecho. No es por tus hijos, o porque le haga ascos a salir con un viudo, pero… Lo que yo buscaba cuando comencé a seguirte no era una relación a largo plazo, sino algo más… Casual, ¿entiendes? Encuentros íntimos esporádicos, aunque… Tal vez no tan a largo plazo quizá esté más abierta a una relación; pero por ahora me gustaría que fuéramos más lento y nos limitáramos a experimentar algo… Ya sabes, casual.

Lincoln, horrorizado, sólo escuchó con mayor atención la parte en que Taylor admitió comenzar a seguirlo. ¿A qué se refería con eso? ¿Acaso llevaba tiempo acosándolo y el supuestamente contactar con su agencia para comprar una casa había sido una mera excusa para finalmente conseguir su atención? Sintió miedo y… Muy a su pesar, cierta excitación.

—Déjame ver si entendí lo que tratas de decirme, Taylor. Para empezar, tú… ¿Me consideras atractivo?

—Obvio que si. ¿Es que no has prestado atención a lo que hemos tenido hasta ahora?

—Lo… ¿Lo que tuvimos?

Ella suspiró.

—Sí, entiendo que te sientas frustrado, pues no es que avanzáramos mucho hasta ahora, pero… ¡Vaya que esta cama es realmente cómoda!

Se volvió a sentar en ella. Como si hubiese rebotado, enseguida se puso de pie otra vez para acercársele a su acompañante tomándolo por la corbata. Entonces lo obligó a inclinarse hacia ella, de modo que pudiera susurrarle al oído antes de soplárselo seductoramente.

—Vamos, Linky. Demuéstrame qué tan lejos puedes llegar conmigo.

Y lo soltó para, a continuación, recostarse en la cama entre picaras risillas, permitiendo que la falda se le subiera mucho más allá por encima de las rodillas sin pudor alguno.

La parte racional de Lincoln estuvo a nada de hacer las maletas y permitirle ceder a sus instintos más primitivos ante lo que Taylor le ofrecía… Cuando, a último momento, su sentido común prevaleció. Tras los dos pasos que avanzó dispuesto a saltar sobre ella, enseguida retrocedió otros tres.

—Taylor… Creo que aquí hubo un grave malentendido, o eso es lo que quiero creer para no pensar mal de ti. No puedo permitir que hagamos algo que después podamos lamentar.

La mujer lo miró intrigada por su repentino cambio de actitud.

—Lincoln, no entiendo a qué estás jugando. Será mejor que te expliques bien si no quieres perderme.

El peliblanco tomó aire y, tras pensarlo unos segundos, decidió cuál sería la mejor manera para volver a comenzar con su "cliente".

—A ver, tú y yo vamos a empezar desde el comienzo otra vez, en esta ocasión, con buen pie, ¿de acuerdo?

El silencio consternado de Taylor lo tomó como una invitación para proseguir. Ella, sin saber qué esperar, se sentó de manera apropiada.

Lincoln le dio la espalda dirigiéndose hacia la puerta, lo que hizo temer a la mujer de que fuese a marcharse. Entonces, de pronto y sin llegar tan lejos, él se volvió y, con una sonrisa de vendedor confiable, regresó hacia ella ofreciéndole una mano que Taylor, aún confundida, dudó unos segundos en estrechar.

—Encantado de volver a verte, Taylor. Soy Lincoln Loud, un respetable hombre de familia —"o al menos quiero creer que sigo siéndolo", pensó—. Y te traje aquí con la única intención de venderte una casa. Si aun estás interesada en la misma, estoy dispuesto a negociar al respecto.

Taylor claramente estaba teniendo problemas para procesar lo que estaba sucediendo. ¡Y entonces lo entendió! Cuando finalmente comprendió lo que ocurría se sintió tentada a reír, lo que le dio cierta esperanza a Lincoln de que por fin ella pusiese los pies en la tierra.

—Por supuesto, Lincoln Loud, por supuesto. Perdóname por no haberte entendido hasta ahora. ¡Pues si en eso habíamos quedado!

—¡Exactamente! —le sonrió animado por estar llegando a algo—. Entonces, ¿quieres escuchar los métodos de pago? ¿O quieres hacerme una oferta? Estoy seguro que podemos llegar a un arreglo.

Sin perder su sonrisa, ella asintió complacida. Se levantó y fue hacia el ventanal para correr las persianas. Después regresó y se volvió a sentar en la cama tomando su bolso para buscar algo dentro del mismo.

—Claro, claro que sí, Lincoln. De hecho, te tengo mi propia propuesta, una que no podrás rechazar.

Curioso por sus acciones, él se sentó a su lado teniendo un buen presentimiento al respecto.

—Me alegra saber que me pude dar a entender, Taylor.

—Por supuesto —los ojos le brillaron cuando dio con lo que quería, aunque Lincoln no alcanzaba a distinguir de qué se trataba—. Vaya que eres un pillo, y sabes meterte demasiado bien en tu papel en esta clase de juegos.

—¿Cómo dices?

—¡Oh! Olvida eso. No quiero que nos salgamos de nuestros personajes.

—¿Personajes? ¿Juegos? ¿De qué…?

De un curioso movimiento, tomándolo por el brazo, ella lo obligó a tumbarse sobre la cama a su lado. Apenas él trató de enderezarse, de un empujón lo regresó de nuevo contra el colchón, para acto seguido subirse encima de él sentándose de frente sobre su cadera.

—De verdad quiero mucho esta casa, señor Loud —le susurró de forma juguetona—. ¿Pero qué cree? No tengo dinero.

El puchero seductor que hacía puso nervioso a Lincoln por lo que, tragando saliva, trató de mantenerse racional al hablar.

—Ah… Es… Estoy seguro que si tu historial crediticio es bueno… Te podrían dar… —la madura mujer se desprendió la camisa quedando frente a él sólo en sostén, demostrando lo mucho, pero mucho que se había desarrollado desde que fue la adolescente que conoció. Lincoln comenzó a sudar—. Dos… ¡Digo!, un préstamo que sexy… ¡Serviría! para parar… ¡Pagar! un enganche.

—Tranquilo, "señor gran vendedor". El plan con el que te pagaré a plazos ni siquiera será con dinero, sino algo mucho mejor.

—Una… ¿Una propiedad comercial redituable?

Durante el desesperado intento de Lincoln por pretender que no estaba ocurriendo lo que claramente sucedía, ella había estado masajeándole las muñecas, haciendo que estirara los brazos hacia arriba de su cuerpo, lo que distraía a Lincoln pues por aquellas maniobras tuvo una vista mucho más completa y peligrosamente cercana a sus atributos, aún atrapados dentro de aquél brasier negro que resultó familiar. ¿Su esposa no usó uno parecido en morado durante un catorce de febrero? ¿O fue en su segundo aniversario? Taylor estaba siendo demasiado ruda con sus muñecas. ¿Qué tanta diferencia habría entre los pechos de Taylor con los de Ronnie Anne? Hace mucho que no se reunía con la vieja pandilla. ¿Qué dirían los muchachos si se enteraran de lo que estaba por hacer con Taylor? Tal vez le levantarían el pulgar aprobando complacidos su situación, pidiéndole que acabará con ella… O en ella… Salvo por Stella. ¿Cómo estaría su vieja amiga últimamente? ¿Tendría tanto ahí enfrente como Taylor? Estaba deseando poner sus manos en esos senos, seguro que serían bastante firmes. Por el contrario de sus amigos, Stella estaría muy molesta, además de decepcionada; le aseguraría que de seguro los de Taylor no eran naturales y que debería… ¡¿Qué se supone que estaba haciendo?!

Una vez que recobró su sentido común, Lincoln trató de enderezarse y quitarse de encima a aquella mujer… Pero esta vez no pudo… Las esposas con las que lo había apresado contra la cabecera se lo impidieron.

—¿Taylor?

Shhh… Silencio, "señor vendedor". Espero que no te moleste que sea yo quien tome el control. Así es como me gusta a mí.

—¡Espera! ¡No puedes…! ¡Hmm!

Las esposas no eran lo único que Taylor llevaba en su bolso, también la mordaza de plástico que le colocó en la boca. Lincoln supuso que esta no era su primera vez haciendo algo así dada la facilidad con la que lo sometió… O quizá sencillamente él se la había puesto demasiado fácil al pecar de ingenuo.

Por mucho que intentó luchar para zafarse, o siquiera hablar para intentar razonar con ella a que se detuviera, no lo consiguió. Estaba a su completa merced y no había nada que pudiera hacer más allá de resignarse.

—Quiero sentir cada centímetro de tu piel contra la mía, Linky.

Más que excitarle la manera en que le susurró eso al oído, al peliblanco le molestó que lo llamara de ese modo. Tal vez su esposa casi nunca lo llamó así, salvo en muy contadas ocasiones, siendo esa la forma en que la mayoría de sus hermanas se dirigían a él de cariño, por lo que le dio cierto repelús. Se sintió mal cuando su cuerpo comenzó a reaccionar ante las acciones de Taylor que, tras deshacerse de su falda, empezó a frotar su cuerpo contra el suyo. Ella se rió al notarlo.

—Parece que cierto amigo tuyo está a favor de aprobar este método de pago. Me halagas. ¿Sabes?, no es como me hubiera gustado que empezáramos de este modo, pero tampoco tengo quejas. Me gustan los retos y tú me hiciste difíciles las cosas, niño malo. Eso amerita un buen castigo y al mismo tiempo una recompensa por recordarme lo divertido que es jugar en serio.

Comenzó a juguetear con el borde de su camisa, la cual jaló de un tirón sorpresivo haciendo que se rasgara. Lincoln se agitó muy asustado por la acción de Taylor, misma que repitió tomando esta vez con ambas manos su playera bajo la camisa, consiguiendo rasgarla del mismo modo apenas con menos dificultad. No estaba seguro si de verdad ella era así de fuerte, o era la excitación de la mujer hablando. Se sintió muy aterrado y… También… Bastante excitado.

Semejante experiencia no sería en realidad algo nuevo para él. El escenario, la rudeza con la que lo trataban, o la sumisión que manifestaba, todo eso era algo a lo que más que acostumbrarse, terminó por fascinarle a lo largo de los años. Sólo había un serio inconveniente con lo que estaba ocurriendo: esa mujer no era Ronnie Anne. Ni siquiera los besos y chupetones que comenzó a darle en el cuello consiguieron apaciguarlo, por lo que volvió a agitarse violentamente para quitársela de encima.

—Vamos, "señor vendedor". No se haga el difícil. Si piensas que muerdo… Tienes toda la razón.

Acto seguido le dio un mordisco en el hombro bastante preciso que provocó que Lincoln viera estrellas, sintiera dolor, excitación, todo junto con una oleada de culpa. Volvió a refunfuñar, en especial cuando, con horror, vio la mano de Taylor descender en dirección hacia el zipper de su pantalón.

Fue cuando el bolso de la mujer se agitó emitiendo un zumbido, que fue creciendo hasta distinguirse una canción. Con fastidio, finalmente ella dejó por un momento en paz a su acompañante para ir a atender la llamada entrante en su celular.

—Por favor, no te muevas. De esto me encargo rápido.

Aliviado por el momento, Lincoln relajó su cuerpo descansando de todo el peso que Taylor había apoyado contra él. Cuando la mujer se dio la vuelta para contestar, se reprendió a sí mismo por verle la retaguardia. Nada mal. Si tuviera las manos libres se abofetearía.

Si no fuese porque se trataba de una de sus compañeras de trabajo, Taylor hubiese ignorado la llamada.

—Espero que sea importante. Ya sabes que no me gusta que interrumpan mi descanso y justo ahora que estoy ocupada… ¿En serio?… ¡Pues eso no debería de ser un problema! ¡Ya hay un contrato firmado en el que se comprometía a vendernos su empresa para realizar la afiliación! ¿Quién es el contador?… Ajá… Ajá…

La mujer terminó absorta en la conversación, con la que prosiguió caminando por la habitación frente al ventanal. Ignorante que tras las persianas había un muy insistente dron tratando de espiar en el interior.


—¿Estás seguro que siguen en la habitación?

Algo agitado por todo lo que tuvo que apresurarse para poder llegar, aún apoyado en Liberty, Hugh le respondió a Lynn sin apartar su vista de la tablet con la que controlaba la pequeña aeronave.

—Afirmativo. Tal vez no tenga una comprobación visual directa, pero el sensor infrarrojo térmico detecta a dos personas en la alcoba principal.

Linka se sonrojo y tragó saliva.

—¿En la alcoba? No creerán que ellos dos… Estén ya…

Lina la interrumpió escandalizada.

—¡Ni siquiera lo digas! No seas tonta. Apenas esta es su primera cita como para que ya anden haciendo eso… —hizo una pausa reflexiva—. Supongo, ¿verdad?

Liberty miró aprensiva a Hugh que le negó con un gesto.

—Según el sensor, sólo uno de ellos está en la cama. La otra persona parece estar moviéndose de lado a lado por la habitación.

Eso tranquilizó a Lina.

—¿Lo ven? Seguramente Taylor se recostó para descansar mientras mi tío platica con ella manteniendo una respetuosa distancia. No sean malpensados; es su padre, chicos… No te estoy incluyendo, Hugh… A lo que voy es que estoy segura que no es del tipo de hombres que se aproveche de las mujeres de esa manera.

Eso era cierto y las chicas se sintieron culpables por haber pensado algo imposible. Su padre era una persona buena e incapaz de atacar a una mujer inocente.


Tras colgar la llamada, Taylor regresó su atención a Lincoln, quien en ese espacio de tiempo no pudo ser capaz de soltarse. Las muñecas le ardían ante los intentos que realizó.

—¿En qué nos quedamos, Linky? ¡Oh! Es verdad. Te traje un regalito.

De su bolso sacó entonces ahora lo que parecía ser un tubo de pasta dental, que para el peliblanco no significó nada, al menos hasta que alcanzó a leer bajo el nombre de la desconocida marca la palabra "lubricante".

—Te dije que era una mujer preparada.

El hombre suspiró sintiendo sus fuerzas mermadas. Se dijo a sí mismo que lo mejor sería ya resignarse a lo que iba a suceder, además que en realidad quizás no contaría si iba usar… "Ese acceso". Taylor soltó una risita que le heló la sangre.

—¿Para quién crees que será esto? Tal vez no lo traje para mí como de seguro estás pensando.

Lincoln volvió a agitarse en la cama aterrado, usando fuerzas que no se dio cuenta le sobraban todavía. Taylor acababa de abrir el tubo, cuando, una vez más, el tono de su celular la interrumpió.

—Lo lamento —se disculpó preocupada tras comprobar de quién se trataba—, pero también tengo que atender ésta llamada.

"Tómate tu tiempo" fue lo que pareció rumiarle en respuesta. El tono de Taylor cambió radicalmente cuando contestó.

—¡Hola, mamita! ¿Cómo has estado?… ¿Sucede algo? Si se trata de la instalación del internet de la nueva compañía, ya me encargué para que en un par de días vayan los técnicos a realizarte el cambio.

Algo debería de estarle contando la mujer a su hija, quien para no interrumpirla se sentó en la cama apoyando el celular sobre su hombro y sujetándolo contra su oído. Aprovechando que tenía las manos libres, Taylor se quitó los tacones.

—Ajá… Entiendo… Pues eso debería solucionarlo la misma casa de retiro, que para eso les estoy pagando tanto yo como las familias de tus amigos, no es responsabilidad de ustedes… Si la situación no mejora yo misma iré el siguiente fin de semana para hablar con el director. Eso no es justo.

La manera comprensiva y preocupada en que hablaba Taylor hicieron reflexionar a Lincoln de que en realidad no se trataba de una mala persona, si acaso sólo alguien un poco desubicada. Para él hablaba bien de ella el trato que parecía tenerle a su madre.

—No es ninguna molestia, mamá. En realidad estaba pensando ir a visitarte por estos días.

Se llevó las manos a la espalda y, con horror, Lincoln vio como estuvo a punto de desabrocharse su sostén, lo que volvió a cesar sus intentos de escape. A último minuto Taylor se lo dejó puesto para inclinarse hacia delante sosteniendo el celular.

—Bueno… De serte franca, sí, pero descuida. Escucha, ¿podemos hablar más tarde? Es que estoy en una cita, mamá… ¡No me digas eso! Por supuesto que no voy a arruinar nada. Ambos estamos perfectamente cómodos.

Lincoln la miró molesto, con una expresión que parecía decir: "¿En serio?". Sin darse por aludida, Taylor se arrodilló en la cama con el teléfono contra el hombro y la oreja y procedió a quitarle los zapatos.

Aunque la idea de patearla le pasó por la mente, ni siquiera él se sintió tan bárbaro como para hacer eso. Sólo se echó para atrás entre pataleos cuando, con desconcierto, advirtió que ya era tarde. Taylor había conseguido quitarle los pantalones. Ella hizo un gesto de burla cuando lo vio en interiores, pero continuó hablando con su madre.

—Pues, sí, le conoces. Es de la secundaría… No, no es Pablo… No, mamá. Ya te dije que Pablo tiene un novio y eso es lo de menos. ¿Recuerdas a Lincoln Loud?… ¡Sí, ese…! No, mamá, ya lo superamos. Eso sucedió cuando éramos niños… Bueno, cuando él era un niño… Todo está bien, mamá. Lincoln ya no me tiene miedo como antes.

El hombre esposado a la cama discreparía con eso de tener la posibilidad de hablar. De ahí, Taylor repitió el gesto de estar a punto de quitarse el brasier, lo que lo hizo calmarse y abrir los ojos, cuando los de ella también se iluminaron.

—¡En serio eso te dijo el señor Spencer! ¡Por favor cuéntamelo todo desde el principio…! ¿Cómo? Mamá, por muy… "Entrados en materia" que estuvieran, ¿cómo es que se les olvidó algo tan básico como cerrar la puerta? —de pronto Taylor palideció y se volvió hacia el decepcionado hombre—. Oye, Linc, ¿cerraste la puerta principal cuando entramos?

La expresión que hizo le dio a entender que ni él estaba seguro de haberlo hecho. Taylor negó con un gesto y salió de la habitación sin dejar de hablar con su madre.

—¿Y luego que pasó? ¿Les levantaron un reporte?

Una vez se marchó, Lincoln murmuró una maldición por lo inoportuna que había sido la madre de Taylor justo cuando ella estaba a punto de quitarse… ¡¿Pero en qué estaba pensando?! Tarde comprendió la oportunidad que esto le daba. Su vista apuntó al tubo de lubricante que Taylor se dejó sobre el colchón.

Entre pataleos consiguió agarrarlo con los pies. Luego, recordando algunos trucos que su hermana Lynn le enseñó en su juventud, alzó sus piernas con todo y su cadera apoyando su peso contra su espalda dejándolo entonces caer en su cara. Después lo apretó entre sus dientes y se giró otro poco, esta vez con los brazos lastimándose las muñecas en el proceso. Mordiendo fuerte logró salpicar una buena cantidad del lubricante sobre sus muñecas consiguiendo embadurnárselas y, por accidente, parte de su rostro, en especifico donde no se deben arrojar cosas. En eso, miró hacia la puerta y agudizó el oído, a sabiendas que el tiempo apremiaba.

—Posiblemente sea algo serio, mamá. Pero no lo sé. Está algo loco. Sin embargo, me gusta. ¿Puedes creer que ya está pensando en que vivamos juntos con sus hijos…? No, aún no conozco a tus "nietos". Tú tampoco te emociones todavía… Ya veremos… Si, después te llamo y te digo como me fue… También te amo… Bye.

Lincoln ya no tenía dudas de dónde Taylor sacó su locura. Oyó su voz alejarse, así que quiso aprovechar que tenía las manos y las muñecas todas resbalosas. Comenzó a tirar para que se le saliesen de las esposas sin resultado alguno, más allá de sentir que se estaba lacerando la piel. El lubricante que le cayó en los ojos si que lo había echo lagrimear peor a cuando intentó imitar una escena que vio en una película de Davy Steele cuando joven. Intencional y tontamente él se había…

Tragó saliva por lo que de pronto se le ocurrió hacer y que en estos momentos podría tratarse ya de su única opción.


—¿De verdad quieren que sea yo quien haga esto? —inseguro, Hugh sólo quería la confirmación de sus primos.

Liberty le palmeó la espalda.

—A papá le parecería demasiado sospechoso que fuese cualquiera de nosotros o Lina quien vaya a interrumpir lo que ellos… Podrían estar haciendo.

Su prima negó con un gesto frustrada.

—De verdad que no creo que estén haciendo algo malo, pero si lo hacen, ¿qué más da? Digo, si esos dos se casan… Lamento decírselos, pero creo que será lo más natural del mundo si ellos… Ya saben.

—¡Todavía es muy pronto! —saltó Linka —. Además, incluso si no están haciendo nada de eso, Hugh puede ver cómo están avanzando y venir luego a contarnos.

Lynn y Lincoln asintieron mostrándose de acuerdo con su hermana, siendo Lincoln quien se dirigió a su primo para corroborar el plan.

—¿Te queda alguna duda?

Hugh negó y recitó lo que ensayó una vez más.

—"Hola, pasaba por aquí y me caí de la bicicleta. ¿Podría entrar a tomar su teléfono para llamar a mi mamá? ¡Tío Lincoln! ¡Pero qué sorpresa! ¿Ella es tu novia? ¡Pero qué bien se ven juntos los dos!"

Lincoln miró a sus hermanos y prima.

—Sí, está listo.

Los chicos fueron a esconderse hacia los arbustos donde estaban sus bicicletas, dejando sólo expuesta la de Hugh, que ya se encontraba frente a la puerta, la cual tocó justo en el momento que Taylor iba a comprobar estaba cerrada, y lo escuchó.

—¿Sí? ¿Quién es?

Y dado que la puerta de hecho sí estaba abierta, Hugh tomó la pregunta como una invitación, giró la cerradura y entró.

—Hola, pasaba por aquí y… ¡WOW!…

Asustada, Taylor retrocedió cubriéndose sus pechos y entrepierna con las manos, pues seguía en interiores.

—¡Oye, niño! ¿Por qué te metiste? ¿Quién eres tú?

El niño, al que le costaba apartar la vista del bien proporcionado cuerpo de la mujer, sin poder creer que ella fuese más de una década mayor que su propia madre, tragó saliva.

—Ah… vine a… Algo.

Desconcertada, Taylor estaba por volver a recriminarle, cuando tanto ella como el chiquillo, junto con los otros que esperaban afuera, se sobresaltaron ante el ensordecedor grito que se escuchó en el piso de arriba. Uno que había amortiguado el de dos dolorosos chasquidos consecutivos.

Justo cuando todos recién se preguntaban qué habría ocurrido, y Lina junto con sus primos estaban por entrar en escena al alertarse por eso, Lincoln padre bajó corriendo las escaleras descalzo con su pantalón entre sus manos.

—¡Lincoln! ¿Pero cómo te soltaste?

Este no le respondió. Se desconcertó al ver a su sobrino a la entrada de la estancia junto a la mujer que seguía casi desnuda. Le costaba sujetar la ropa entre sus doloridas manos teniendo ambos pulgares dislocados.

—¡Aléjate de él, degenerada!

Con dolor y dificultad tomó la mano de Hugh y lo arrastró afuera hacia su auto. Tras abrir la puerta trasera y aventar su ropa y a su sobrino adentro, entró a prisa por el lado del conductor mientras que Taylor lo persiguió apurada hasta allí perdiendo todo el pudor en ello.

—¡Linky, espera! ¿Qué pasó? ¿Fue por algo que dije? ¿Hice algo mal en el juego?

—¡Deja de llamarme así!

Cuando este otro arrancó el auto, manteniendo aun las esperanzas, Taylor insistió en preguntar:

— ¿Me llamarás pronto?

El auto de Lincoln dio un violento giro en "U" y aceleró, dejando tras de si una espesa nube de polvo ante la perpleja mirada de la mujer, quien se preguntó si acaso su madre tuvo razón y de alguna manera lo había arruinado sin enterarse cómo.

Linka, Liberty y Lina permanecieron quietas y asustadas en su escondite, mirándose entre sí sin dar crédito a lo sucedido.

—¿Saben?… Creo que las cosas entre esos dos no van a resultar.

—¡No me digas! —le recriminó Lynn a su hermano lo evidente.

Ambos fueron los únicos que no apartaron la vista de Taylor, hasta que esta, fastidiada y molesta, regresó a la casa para vestirse antes de irse.


—¿Estás seguro que esa loca no te hizo nada, Hugh?

—Ya te he dicho que no, tío —aunque al niño le hubiera encantado, prefirió guardarse eso. Suficientes preocupaciones tenía al suponer que por culpa de sus primos se había metido en serios problemas—. Todo lo que buscaba era que alguien me prestará el teléfono porque me caí de la bicicleta cuando paseaba por aquí.

—No me imaginaba que fueras del tipo que acostumbra a salir a pasear en bicicleta.

Hugh entendió el porqué su tío se mostraba tan inquisitivo.

—A veces lo hago para ejercitarme un poco.

—Bien. Porque si te hizo algo, puedo levantarle una denuncia.

—Con el debido respeto, tío Lincoln, ella no fue el adulto parcialmente desnudo que me metió dentro de un auto en contra de mi voluntad.

Lincoln gruñó por lo bajo, lo que hizo a Hugh irse con mayor cautela. Bien, el hombre confiaría en la palabra de su sobrino. Pensándolo de manera más coherente, parecía imposible que algo le hubiera sucedido al niño en el breve lapso de tiempo entre que Taylor lo dejó sólo y él se escapó.

Se sintió mal por pensar que con su sobrino hubiese conseguido una mejor excusa para ir con la policía, sintiéndose además como un tonto por el modo en que esa mujer casi abusó de él sin poder hacer nada para detenerla.

—Entonces… —Hugh, nervioso, recitó—. Pero qué sorpresa fue esa, ¿no? ¿Esa mujer era tu novia? ¡Porque se veían tan bien juntos!

Tras recibir una muy amenazante mirada de su tío, el chiquillo se encogió en su asiento y permaneció en silencio hasta que lo dejó con su muy desconcertada madre por las fachas en que se lo entregó.

Con mala cara, Lincoln le pediría a su hermana que no le hiciera preguntas. Prometió regresarle la bicicleta de su sobrino o comprarle otra en unos días si ya no la encontraba.


—Una orden especial de bolitas de macarrones con queso para mis queridos nietos. Cortesía de la casa, por supuesto.

Tras agradecerle a su abuelo por el gran platón que les dejó en la mesa de su restaurante, Lina y los cuatrillizos se sirvieron sus porciones en sus platos con sus tenedores. Miraron con soslayo la caída del atardecer por la ventana frente a ellos, reflexionando el muy agitado día que tuvieron.

—¿Alguien sabe cómo está Hugh?

Fue Lina la que contestó a la pregunta de Liberty.

—Recién me mandó un mensaje contándome que su mamá no se creyó lo de que salió a pasear en bicicleta; pero, descuiden, no le contó lo que de verdad hicimos. Le dijo que salió a hacer un experimento de campo, lo que surtió mayor efecto, pero igual lo castigó por salir sin avisarle.

—¿Le contó por qué papá…?

—Sólo la verdad, es decir, que no tenía idea de por qué su tío estaba en esas fachas, igual que nosotros.

Miró la ficha de Taylor en la aplicación de citas en su celular, la cual tenía varios mensajes entrantes preguntando por él. Lamentando hacerlo de esta manera, pero teniendo presente el desastre que ocurrió, Lina bloqueó a la mujer y suspiró.

—¿Qué es lo que haremos ahora? —le preguntó su primo Lincoln.

—No lo sé todavía.

Al escuchar un auto estacionarse fuera al otro lado de la calle, coincidiendo esto con el momento exacto en que su abuelo salió a sacar la basura, los chicos vieron a su padre llegar. Ya estaba vestido otra vez y más presentable, aunque, por su expresión de fastidio que parecía seguir siendo la misma a la última vez que lo vieron, aventuraron a suponer que su humor tampoco había cambiado. A juzgar también por el modo en que azotó la puerta tras salir del vehículo.

Tras vacilarlo un momento, el dueño del restaurante se acercó a saludarlo, pero se asustó al percatarse de su estado. Se dio cuenta de las marcas enrojecidas en sus muñecas y sus ojos irritados, además de un aspecto muy desaliñado, pero no el usual a cuando se emborrachaba.

—¡Hijo! ¿Pero qué te pasó? ¿Tuviste un accidente? ¿Te asaltaron?

El peliblanco suspiró.

—… Algo así, papá. Descuida, estoy bien.

—Pero no te quedes ahí. Vamos, pasa. Te serviré algo de cenar.

Agradecido con la invitación de su padre, el hombre se acercó al restaurante cuando distinguió a sus hijos y a su sobrina mirándolo preocupados a través de la ventana. Con timidez, Liberty y Lincoln alzaron una mano para saludarle. Gesto que él también imitó con incomodidad antes de volverse hacia su padre.

—Mmm… Tal vez no sea una buena idea. Si mamá o Luna se enteran que me acerqué a los chicos… De verdad que no estoy de humor para más problemas.

El señor Lynn suspiró al ver a su hijo regresar a su auto cojeando. No le gustó que este conflicto permaneciera pero, como su hijo, también se quería ahorrar ciertos inconvenientes.

—Espera, campeón. Al menos déjame darte algo que ya tenía preparado para llevar.

Lincoln asintió con pesadez.

—Sí, gracias, papá. Esperaré aquí y, por favor… Salúdame a todos mis hijos.

—Y a Lina también, desde luego.

Lincoln se cubrió la cara y la apoyó contra el volante.

—Sí, también a ella.

Cuando su padre se marchó, repasó todo lo vivido ese día. Le fue difícil esclarecer qué le dolió más, si la tarde que tuvo con Taylor, Hassam desentendiéndose por teléfono tratándolo a como si se hubiese vuelto loco al no tener idea de qué le hablaba cuando a medias le contó sobre el fracaso de la supuesta venta, o el cómo lo remató con lo que pensó sería una visita rápida al restaurante de su padre buscando comer algo para no tener que preparar nada, sólo para al final volverse a sentir tan distanciado de su familia.

Una vez le agradeció a su padre por el toper que le entregó con comida, se despidió de él, encendió un cigarrillo y condujo, no a su casa, sino a un local a sólo dos calles más adelante.

—¿A dónde creen que va? —preguntó Lina al notar la corta distancia a la que su tío aparcó su coche; pero sin poder distinguir en dónde. Lynn rumió molesto.

—¿Tú a dónde crees? A emborracharse en un bar.

—¿Eso piensas?

—Lo sé. Hay uno a sólo dos cuadras de aquí. Sabemos que va ahí con cierta regularidad.

Sus hermanos asintieron tan decepcionados como Lina.

—¡Todo esto apestó! —soltó Linka tras comprobar que su abuelo no estuviera cerca para escucharlos, antes de echárselo en cara a su prima—. ¡Tú plan apestó! ¡Estaba lleno de fallas que no tomaste…! ¡Que no tomamos en cuenta!

Lina bajó la mirada.

—Siempre pueden presentarse contratiempos que no podremos sortear, por lo que no nos quedará más que improvisar. Estoy segura que la próxima vez que lo intentemos será mejor que esta.

—¿Próxima vez? —el pequeño Lincoln se sorprendió tras escucharla—. ¿De verdad piensas seguir con esto después de lo de hoy?

—Tal vez no terminó como esperábamos, pero miren esto.

A pesar de haber bloqueado a Taylor, podían leer los mensajes que ella le había enviado a Lincoln padre tras lo ocurrido en la tarde. Entre disculpas insistía habérsela pasado bien, además de pedirle otra oportunidad para que volvieran a salir.

—¿Qué significa esto?

En uno de los mensajes leyeron:

T: lamento si no llevé el juego de rol como te habría gustado. La próxima vez tu puedes poner los términos y te prometo que ya no seré tan brusca.

—¿De verdad se pusieron a jugar? —Linka estaba sorprendida—. Juego de rol. ¿Cuál sería? ¿"Hechiceros y cerdos"?

—¿Pero por qué estaban casi desnudos? —le cuestionó Liberty, incómoda.

—¿Nadie ha escuchado del póker de prendas? —les señaló Lynn haciéndose el importante—. Es como los adultos juegan. Debió de ser algo parecido.

—¿Pero por qué se pelearían? —fue lo que ahora Lina preguntó, cuando Lincoln chasqueó los dedos, seguro de haber resuelto la incógnita.

—Seguro papá le estaba sacando ventaja y ella se enojó por eso. Mamá también se sulfuraba a veces cuando perdía. Papá entonces, más que asustarse, se molestaba y decía algo que por lo menos ella no era como la tía Lynn quien si se vuelve peligrosa las pocas veces que consiguen vencerla en algo. Tal vez Taylor se parece más a la tía Lynn que a mamá y por eso papá no pudo con ella.

Ahora era Lina quien estaba sorprendida.

—¿Es esa una de las características de las personas con mucho carácter, ser unos malos perdedores?

Lynn salió en su defensa.

—Tal vez se deba a que papá todavía no la conoce del todo como para tolerar su carácter. Mamá se tomaba muy en serio esos juegos entre otros, como las "guerras de bromas". ¿Las recuerdan?

—¡Es verdad!

Liberty le dio la razón. Como sus hermanos, pareció perderse entre ciertos recuerdos que aún estaban muy vívidos en su memoria, los cuales intrigaron a Lina.

—¿Qué es eso de la "guerra de bromas"? Suena a algo que haría la tía Luan el día de los inocentes.

—Muy parecido —le respondió Linka—. Sólo que mamá y papá normalmente no involucraban a otros haciéndoselas únicamente entre sí. A veces nos pedían nuestra ayuda formando dos bandos. Liberty y yo con ella, mientras que Lynn y Lincoln ayudaban a papá. Parece que tenían la costumbre de hacer eso incluso desde que eran unos niños y nunca pudieron superarla, con todo y que crecieron, maduraron, se casaron y nos tuvieron. Eran desesperantes cuando se ponían así, pero también se volvían muy divertidos.

Lina imaginó tal escena y reflexionó al respecto. Lamentó no haber tenido la oportunidad de ver a sus tíos comportarse como unos niños. Debió haber sido divertido. Miró una vez más el perfil que bloqueó de Taylor en su celular. Con su dedo jugueteó entre las opciones de habilitación mostrándose pensativa.

—Tal vez… Lo que al tío Lincoln le falta sea entrar en más confianza con Taylor para que llegue con ella a ese nivel, ¿no? Es decir… No deberíamos cerrarnos a lo de darle otra oportunidad. ¿Qué opinan?

Los niños se miraron entre sí dudosos al inicio. Los recuerdos de sus padres jugando durante aquellas ocasiones los habían animado bastante. Seriamente se preguntaron si todavía existiría la manera en que esos días regresaran. Linka asintió con ciertas dudas.

—Supongo que, si llegamos ya hasta aquí, por lo menos deberíamos de continuar y ver hasta dónde podemos llevar esto más lejos, ¿no?

Decidida, Lina volvió a habilitar a Taylor para que pudiese seguir en contacto con su tío.


Lincoln apuró el último trago de Whisky que le quedaba, para enseguida regresarle su vaso al cantinero y pedirle otro.

—Te lo serviré, sólo si me das las llaves de tu coche y me prometes que tomarás un taxi de regreso.

—Está bien, Rusty. Ya, dame otro.

Por mucho que ganaba buen dinero con clientes como Lincoln, eso no aminoró la culpa del hombre de cabellera y barba pelirroja al llenarle el vaso tras escuchar el relato que le vino a contar.

—Entonces… Después de lo que Taylor te hizo… ¿De verdad ni siquiera aprovechaste para hacer algo tú con ella?

—¿No prestaste atención a lo que te conté? Esa mujer por poco…¡Nha!, ya te dije, la experiencia no fue tan grandiosa como te imaginas que lo fue.

—Pues que desperdicio. No importa que fueras con Taylor. La oportunidad yo no la habría desaprovechado si fuera tú. Además, ¿de qué te quejas? Por lo que una vez me diste a entender, ese tipo de cosas son lo tuyo.

Lincoln se mostró serio. Pasó casi un minuto entero antes que le diese una respuesta a Rusty.

—Si —gruñó—, pero sólo con… Ella…


Ronnie Anne se recargó cariñosamente contra el pecho desnudo de su esposo, que al igual que ella respiraba de forma agitada.

—Muchas gracias, Link. Eso fue hermoso… Y mucho más divertido de lo que imaginaba que sería.

Con una sonrisa de oreja a oreja y los brazos aun extendidos, Lincoln asintió.

—Feliz primer aniversario, mi amor.

Ella se acercó a su rostro y le dio un profundo beso antes de echarse a reír.

¡Dios mío! La gente pensaría que estamos locos si se enteraran lo que tú y yo hacemos en la intimidad.

—Que la gente piense lo que quiere. Lo único que me importa es que estemos juntos.

Ambos se miraron con profundo sentimiento de afecto y amor, siendo esa la diferencia principal que marcaba la relación que pudieron haber tenido con cualquier otra persona que no fueran ellos. A veces seguían sin poder creer todavía la suerte que habían corrido al terminar juntos, sin poder imaginarse una vida distinta con alguien más.

—¿Quieres otra ronda, perdedor? —propuso la mujer hispana con picardía tras sentir que ya se estaba recuperando de la anterior.

—Sólo si esta vez me dejas usar a mí la fusta.

Ronnie Anne se lo pensó.

—Está bien. Supongo que te lo has ganado. Sólo no te contengas.

—¡Dalo por hecho! Pero primero quítame las esposas.