Hielo

Ambos miraron la mano de la bruja dónde el sickle había caído.

—Cruz —susurró Hermione buscando la mirada de mercurio del hombre.

—Mierda —masculló él

Sus miradas se encontraron y un deseo visceral pasó por los oscurecidos ojos de Malfoy. Un deseo que no trató de ocultar, perdido como estaba en ese extraño momento de pura tensión sexual.

Tirando de la muñeca de ella que aún aferraba la atrajo hacia sí.

Hermione soltó un gemido de sorpresa cuando se vio empujada sobre el pecho de Draco y jadeó al darse cuenta de que estaba prácticamente encima de él, respirando su aliento mientras aquellos ojos parecían atravesarle el alma, como si pudiera leer sus más profundos anhelos.

—Has perdido —murmuró sobre su boca, sus labios a un milímetro de acariciarse mientras hablaba.

—Lo sé —respondió con la voz ronca y la respiración entrecortada.

Santo Merlín. Se estremeció al darse cuenta de la forma en la que su cuerpo estaba reaccionando a él, la forma en la que se humedecía únicamente por la expectación, por el sonido grave de su voz, por su olor y la calidez de su respiración.

—¿Sabes Granger? — sintió como aquellas manos grandes le rodeaban la cintura elevándola un poco más sobre él —si me lo pides —en esa ocasión sus labios si se rozaron al hablar —podemos ganar los dos.

Hermione tembló y él sonrió al darse cuenta, pero siguió así, quieto, esperando, con sus bocas separadas por apenas un suspiro.

Ella sabía que debía apartarse, que él estaba convaleciente, que aquello posiblemente fuera un error, no podía olvidar que Draco Malfoy estaba obsesionado con el recuerdo de su esposa y llevaba mucho tiempo intentando recuperarla ¿Qué iba a conseguir echándose en sus brazos?

Se lamió el labio inferior y ambos contuvieron la respiración cuando su lengua rozó la boca de él sin pretenderlo.

Draco gruñó y aquel gruñido gutural salido de las profundidades de su garganta hizo que Hermione perdiera la cabeza.

—Hazlo —susurró aferrándose a sus musculosos brazos.

—Dilo —respondió él con la voz gutural, sin moverse ni un milímetro.

—Por favor —gimió Hermione cerrando los ojos.

—Mírame —ordenó Draco. Los párpados de ella volvieron a elevarse —dilo —volvió a ordenar—pídemelo.

—Oh Dios —volvió a temblar entre sus brazos —bésame.

Y él lo hizo.

Sus bocas colisionaron y todo lo que pudo hacer Hermione fue derretirse sobre él. Quizás no fuera el beso más romántico del mundo, tal vez ni siquiera se pudiera considerar el más perfecto. Pero si fue el más caliente que ella recordaba haber tenido jamás.

Draco le mordió el labio inferior, gruñendo mientras tiraba, abriéndole la boca para adentrarse en ella con la lengua.

Hermione gimió. Calidez, humedad, fuego.

Sintiendo un ansia salvaje en su interior Draco deslizó una de sus manos por su espalda hasta enredar los dedos en su cabello y tiró hacia atrás obligándola a levantar su cabeza para profundizar el beso. Su lengua arrasó la de ella, lamiéndola, empujándola, retándola a seguirle en aquella lucha de poder. Cuando la sintió jadear soltó su pelo y sujetó sus nalgas con ambas manos, empujándola para arrastrarla sobre su cuerpo hasta que su centro descansó sobre su miembro entumecido.

Hermione se retorció sobre él buscando aquel roce, gimiendo sobre su boca cuando Draco usó sus manos para mover su trasero y frotarse contra ella haciéndoles a ambos jadear por el íntimo contacto.

Sus bocas volvieron a buscarse una y otra vez, ansiosas, salvajes, ávidas de deseo. Y el beso se convirtió en algo erótico y sexual que se les fue de las manos.
La lengua de Draco penetraba en ella con movimientos envolventes, entrando y saliendo , tentándola hasta que ella temblaba entre sus manos. Dejó sus labios para lamer su mandíbula y morder su barbilla, dejando un reguero de besos por su cuello hasta chupar el lóbulo de su oreja.

—Te deseo —murmuró haciendo que toda la piel del cuerpo de Hermione se erizaba —quiero volver a tenerte debajo de mi cuerpo, gritando mi nombre mientras te follo durante toda la noche, Hermione —lamió el arco de su oreja y volvió a empujar sus nalgas para que le pudiera sentir contra ella —tengo tantas ganas de estar dentro de ti que me duele —empujó las caderas hasta que ella gimió echando la cabeza hacia atrás —Dios mío eres tan jodidamente deseable —lamió su garganta y volvió a buscar su boca con avidez —¿Me dejarás, Hermione? —susurró perdido en el deseo más crudo y salvaje que jamás había sentido —¿Me dejarás que te folle hasta que olvidarlo todo? —dijo con crudeza mientras una de sus manos se metía bajo el jersey de la bruja y su pulgar rozaba el borde de su sujetador, subiendo sobre la tela para buscar el endurecido pezón que empujaba contra el algodón—Necesito hacerlo —susurró sobre sus labios entre besos lánguidos y eróticos —necesito que me mires cuando te corras y que esta vez no lo olvides.

—Sí —murmuró entre gemidos Hermione —sí

—Joder —Draco volvió a besarla y la rodeó con los brazos para apretarla contra su cuerpo.

Necesitaba la varita, tenía que cerrar aquella maldita puerta de hospital, sellarla, silenciarla y entrar dentro de aquel cuerpo que le estaba volviendo completamente loco.

¿Qué tenía esa mujer que le volvía un auténtico salvaje? Todo en lo que podía pensar era en llenarla, morderla, sentirla correrse alrededor de su polla hasta que le arrastrara con ella. Su mente estaba llena de posibilidades aunque le daba igual el cómo o el dónde, todo lo que necesitaba era sentir su calidez, su cuerpo rodeándole…

—Hermione… Oh la madre de… lo siento yo… mierda.

Potter cerró tan rápido como había abierto pero fue como si un cubo de hielo cayera encima de los dos, congelándolos al instante.

Draco cerró los ojos ligeramente consternado e incluso algo avergonzado de su propio comportamiento. Por Salazar, había estado a punto de poseerla allí mismo, en una puta cama de San Mungo. No la soltó, por miedo a que saliera despavorida como alma que lleva el diablo, pero tampoco la miró ¿Cómo iba a enfrentar aquellos inocentes ojos castaños después de haberle dicho todo eso?

El deseo que despertaba en él era salvaje, abrasador, primitivo y Draco ni siquiera había podido pensar, se había dejado llevar por completo, como si todo el control que siempre había podido tener en la cama se evaporara cuando estaba con Granger.

—Creo —dijo ella con la voz entrecortada —que voy a tener que salir a hablar con Harry.

Draco decidió abrir los ojos y la miró. Estaba despeinada, terriblemente sonrojada y con los labios enrojecidos por los besos que habían compartido, pero pese al rubor no parecía arrepentida. Él dejó escapar el aire que había estado conteniendo al darse cuenta de que ella no iba a huir de allí, que no iba a huir de él.

—Aún me debes la apuesta —dijo con la voz tomada.

—Está bien —respondió enrojeciendo un poco más si es que aquello era posible.

Draco pasó la yema de su dedo por su labio inferior y gruñó cuando ella sacó tentativamente la lengua para rozarlo.

—Joder —masculló —esto no ha terminado —sentenció con los ojos oscurecidos cuando ella se levantó.

—Yo… —se pasó la lengua por los labios resecos —creo que quiero ver esos recuerdos. Pronto.

Draco apretó las mandíbulas, resistiendo el impulso de abalanzarse sobre ella y tomarla allí mismo, contra la puta pared de la habitación.

—Pronto —siseó entre dientes.

Se miraron durante lo que pudo ser una eternidad, conscientes ambos de la tensión que había entre los dos.

—Me iré con los niños a casa —dijo finalmente Hermione antes de salir —mañana… —le sonrió con timidez aderezada de deseo —puedes venir a por Scorpius.

Draco sonrió. Una sonrisa lenta, ligeramente ladeada.

—Mañana Hermione.

Y a ella aquellas palabras le sonaron a promesa.