Hola! Realmente no era esto lo que tenía pensado cuando me puse a escribir hoy, pero... me dejé llevar así que espero que os guste.
AJ
Falso
Al final Hermione durmió sola aquella noche.
Ante la insistencia de Ginny, dejó que Rose, Hugo y Scorpius fueran a hacer una fiesta de pijamas en Grinmauld Place.
No les costó demasiado convencerla porque tras el beso con Malfoy y las doscientas amenazas a Harry para que no divulgara nunca, jamás, a nadie en todo el universo, lo que había visto, se sintió drenada y lo último que le apetecía era discutir con unos niños bulliciosos y acelerados que saltaban, gritaban y suplicaban con distintos grados de intensidad.
Se fue a la cama temprano pero le resultó imposible conciliar el sueño pensando una y otra vez en lo que había ocurrido en San Mungo, cuando por fin logró dormirse eran casi las cinco y media de la mañana y cuando sonó el timbre de la puerta a las diez no lo escuchó.
Draco volvió a llamar tres veces más y, preocupado, pasó los siguientes quince minutos rompiendo una a una las protecciones de la casa de Granger. Lo poco que había aprendido con Potter sumado a su pasado, hacían que los allanamientos de morada fueran, si no sencillos para él, si lo suficientemente factibles.
Finalmente entró a la casa, volvió a poner las protecciones en su lugar y miró a su alrededor, halagando mentalmente el gusto de la bruja para la decoración. La casa era hogareña y cálida pero refinada y elegante. Se sorprendió, quizás porque nunca había esperado un lugar así. Tonos grises, blancos y cremas, de lineas simples. Había estanterías llenas de libros por todas partes, plantas salpicando las estancias, imágenes familiares, alfombras de pelo largo en sitios estratégicos… en general era un lugar hermoso.
Subió las escaleras, extrañado ante el silencio, pensando que tal vez había salido con los niños a algún lugar sin advertirle o sin recordar que iría a recoger a Scorpius.
Sin ningún tipo de vergüenza, caminando por el lugar como si fuera su propia casa, abrió las distintas puertas viendo las habitaciones de los niños, un despacho, una extraña sala con una ventana negra en la pared y finalmente la habitación de Granger.
Cuando entró y la vio pudo oír el clic que desconectó su cerebro definitivamente.
Inhaló, embebiéndose del olor de ella que parecía envolverle por todas partes y cerró la puerta, sonriendo de anticipación mientras avanzaba por la habitación con los fluidos y silenciosos movimientos de una serpiente.
La miró hambriento, tenía el rostro completamente relajado en el sueño y estaba boca arriba, con su cabello desperdigado sobre la almohada y la colcha en la cintura.
Estaba desnuda.
Gruñó, incapaz de ahogar el profundo sonido que salió de lo más hondo de su garganta y se lamió los labios bebiéndosela con la mirada.
Sus pechos llenos se exponían a su escrutinio, coronados por aquellos pezones que recordaba haber saboreado y endurecido a mordiscos y, sin pensar siquiera en lo que hacía tiró de la colcha hasta retirarla por completo, jadeando al verla allí, extendida sobre la cama como una ofrenda. Una de sus piernas estaba ligeramente flexionada y la visión de su sexo así, expuesto, abierto para él, fue más de lo que pudo soportar.
Se acercó para volver a taparla cuando se dio cuenta de que ella le observaba completamente inmóvil y sonrojada
Draco sintió que la sangre se agolpaba en sus mejillas al darse cuenta de que le había pillado comiéndosela con los ojos, pero no fue capaz de decir nada porque ¿Qué dices en un momento así?
Tragó saliva y su atontado cerebro se dio cuenta de que ella, pese a parecer avergonzada, no se tapaba y le mantenía la mirada valientemente.
—¿Es un sueño? —preguntó con voz adormilada.
—No —respondió él tras dudar unos segundos —¿Acaso estabas soñando conmigo, Granger?
—Sí —dijo sin ambages, haciendo que Draco casi se tragara la lengua —pero me desperté.
Él sintió como su corazón golpeaba contra su caja torácica una vez, dos, antes de lanzarse a una desenfrenada carrera.
—¿Qué soñabas? —preguntó con voz gutural, mirándola a los ojos pese a lo mucho que quería volver a mirar el resto de su cuerpo —cuéntamelo.
Hermione sintió que su sexo palpitaba y se contraía al escuchar su voz oscura y primitiva.
Aquella no era ella, ese ser sexual que la incitaba a darle lo que le pedía, esa mujer que en lugar de taparse se había quedado desnuda, dejándole mirarla, exhibiéndose sin pudor ni vergüenza.
Tenía casi cuarenta años y su cuerpo no era el de una jovencita de veinte, pero con el tiempo también había ganado más confianza en sí misma y la mirada de deseo de ese hombre decía a las claras que le gustaba y mucho, lo que veía.
Se mordió el labio inferior y dejó salir el aire con un suspiro.
—Soñaba contigo tocándome —susurró con un estremecimiento.
Él dio un paso más hacia ella, sus rodillas tocando el borde del colchón, sus ojos recorriendo todo su cuerpo.
—¿Dónde te tocaba? — Hermione se estremeció cuando escuchó aquella voz ronca, como whisky añejo derramándose sobre ella —Hazlo —siguió diciendo —déjame ver como te tocas —la yema de su dedo índice recorrió el empeine de su pie derecho y sintió como su cuerpo se erizaba en respuesta —muéstrame cómo lo hacía en tu sueño.
Hermione jamás se habría creído capaz de algo así, nunca, ni siquiera con Ron con quien había tenido toda la confianza del mundo, hubiera pensado que era posible semejante desverguenza. Pero allí, viendo el rostro congestionado y salvaje de Draco, mandó todo al infierno y se acarició los pechos. Un roce efímero de sus dedos en su pezón, un pequeño apretón, un arco dibujado alrededor de su areola.
—Merlín Hermione —le oyó susurrar y se volvió más osada al escuchar un gemido bronco que escapaba de sus labios.
Con ambas manos se masajeó suavemente ambos pechos, levantándolos hacia él, como si se los ofreciera ante de juguetear con los pulgares en las endurecidas puntas.
—Abre las piernas —le oyó decir con una voz que ni siquiera parecía la suya —déjame verte.
Y sin dejar de acariciarse ella lo hizo, abrió los muslos y apoyó los pies en el colchón.
—En mi sueño —se escuchó decir — no tenías tanta ropa.
Los ojos de mercurio de Draco se oscurecieron al escucharla y la sonrisa que se perfiló en sus labios fue suficiente para hacerla sentir un espasmo en el mismo centro de su útero. Sus músculos internos se contrajeron y se relajaron y, enrojeciendo aún más, se dio cuenta de que la humedad se resbalaba de sus labios.
Jadeó y juntó las piernas pero con un gruñido él la tomó por las rodillas y volvió a separarlas.
—Joder —miró su sexo y pensó que parecían los pétalos de una flor cubiertos de rocío, la humedad los hacía brillar bajo la tenue luz que entraba por las rendijas de la persiana y sintió que se le hacía la boca agua solo de imaginarse lamiendo sus pliegues y hundiendo la lengua en aquella pegajosa suavidad —quiero probarte —dijo sonriendo de nuevo cuando ella gimió y la pequeña abertura de su cuerpo se contrajo dejando escapar una gruesa lágrima que desapareció entre sus nalgas —necesito…
No terminó de hablar, su dedo índice, como con voluntad propia, acarició esa empapada hendidura mojando la yema para resbalar por toda la longitud hasta apoyarse en el pequeño bultito inflamado de su clítoris.
—Estás tan empapada que tu coño está goteando —dijo con una brutalidad que ella recibió con un quedo gemido.
Estaba extasiado. Jamás, en toda su vida había visto algo tan abrumador, tan brutalmente erótico.
Vio como clavaba los talones en el colchón y se arqueaba ante el contacto y empujó la punta del dedo siseando cuando sintió sus paredes apretarse a su alrededor con fuerza.
—Oh mierda —dijo empujando un poco más hasta tenerlo completamente hundido en su interior.
—Draco —ella casi gritó cuando retiró el dedo y se incorporó para mirarle.
Inhaló con brusquedad al verle contemplar como los jugos de su sexo resbalaban por su nudillo y después, buscando su mirada lo lamió con lentitud.
—Joder —en aquella ocasión fue Hermione la que no pudo contenerse y, con una ansía difícil de controlar buscó su varita en la mesilla lanzándole un hechizo no verbal que le desvaneció la ropa y le dejó desnudo de la cabeza a los pies —Oh Señor —dijo cuando le vio.
Decir que Draco Malfoy había mejorado con la edad era un estúpido eufemismo. Draco a los dieciséis había sido alto, flaco y algo desgarbado, a los treinta y ocho era el sueño húmedo de cualquier mujer con sangre en las venas.
Hombros anchos, cuerpo delgado pero lleno de músculos, abdomen plano y esculpido.
—Dios mío —jadeó al ver su polla completamente erguida —No sé si será posible —se lamió los labios contemplado el amoratado glande húmedo que se agitaba ante su voz.
Buscó sus ojos y sintió que se le secaba la boca ante el deseo descarnado que vio en ellos.
—Créeme, es posible —dijo con la voz tomada, recordando.
Le vio sujetar la base de su miembro y apretarla, acariciándola lentamente mientras la miraba. Hermione se sintió enrojecer al verle y las manos le cosquillearon de las ganas que tenía de tocarle.
De pronto él se soltó, sujetó sus tobillos y tiró de ella hasta que su trasero quedó al borde del colchón.
Hermione imaginaba lo que él quería pero ella no era una leona mansa. Se sentó y vio como sus ojos casi se salían de sus cuencas cuando su rostro quedó frente a aquella enorme polla endurecida.
—Hermione que… tu no tienes que… no… Hmmmph
Ella lo hizo.
Sujetó el miembro con ambas manos y lamió una pequeña gota preseminal que resbalaba por la gruesa punta antes de meterla en su boca.
—Joder —Las manos de Draco se agarraron a su cabeza, los dedos enredándose en sus cabellos mientras la mujer intentaba llevarlo profundamente en su garganta —Mierda no, no.
La empujó y la sujetó de los hombros levantándola con brusquedad.
—Yo no… no aguanto —dijo con los dientes apretados.
La agarró por las nalgas y la levantó, instándola a rodearle las caderas con las piernas y ella lo hizo, sus bocas separadas por apenas dos milímetros.
—Ya no necesitas mis recuerdos —susurró pasando la punta de la lengua por su labio inferior.
—Eso sería algo falso y fuera de lugar ahora… hagamos recuerdos nuevos.
Draco gruñó y arrasó su boca en un beso ciego y caliente que la dejó de nuevo temblorosa.
—Quiero follarte —dijo contra sus labios —mordiendo su barbilla y el borde de su mandíbula. Ella ladeó el cuello para dejarle acceso hasta su oreja.
—Por favor —suplicó ella agarrando su pelo para sujetar su cabeza y poder besarle de nuevo —Draco, por favor.
Él la tumbó en la cama, arrastró la almohada para ponerla bajo sus nalgas y se arrodilló entre sus piernas sujetando la base de su miembro con una mano y empujando una de las rodillas de Hermione con la otra.
—Abre las piernas —dijo una vez más, pero aquella vez Hermione sabía lo vendría después y lo hizo ofreciéndose completamente.
Draco se soltó sujeto sus muslos y elevó sus piernas empujando contra aquella pequeña y empapada abertura. Mordiéndose el labio y viendo como sus pliegues se separaban y su sexo se abría para recibirle, balanceó sus caderas, disfrutando del hondo gemido de la bruja mientras él entraba cada vez más profundo, lentamente, dejando que se acostumbrara a su grosor y su tamaño hasta quedar completamente hundido en aquel puño apretado que parecía querer ordeñarle.
—Draco —su voz sonaba más aguda y trataba de agarrarse a sus brazos.
—No —Draco cogió sus muñecas y las inmovilizó por encima de sus caderas, cambiando sin querer el ángulo de la penetración y la profundidad al recostarse sobre ella.
Los dos gimieron y Hermione aprovechó su cercanía para buscar su boca de nuevo.
—Muevete —dijo jadeando sobre sus labios —no voy a romperme Draco, te necesito.
Su voz se rompió con un nuevo gemido y él perdió el poco control que le quedaba.
Agarrando sus manos con una sola de las suyas se empujó en ella con fuerza, arremetiendo una y otra vez, cegado de deseo, ciego, sordo y mudo a todo lo que no fuera el placer. Quería llenarla, quería marcarla por dentro y por fuera, impregnarse de ella hasta perderse en la locura de su cuerpo, de su olor, de sus gemidos… bajó la otra mano entre sus cuerpos buscando de nuevo su clítoris, rogando por aguantar lo suficiente y no terminar como un crío imberbe en su primera vez.
Ella corcoveó cuando sintió el contacto de sus dedos en el sensible botón y su respiración se aceleró cada vez más,
Draco podía sentir la inminencia de su orgasmo por la forma en la que sus paredes le constreñían, por el modo en que sus flujos resbalaban por el tronco de su polla hasta su escroto y gruñó pensando que aquello era la mejor experiencia de toda su jodida vida. Un tirón en la parte baja de su estómago le avisó de lo cerca que estaba y buscó sus ojos.
—Mírame —ordenó con una voz gutural, a punto de quebrarse —quiero verte cuando te corras, Her… Hermione.
Ella lo hizo y en ese instante, en ese infinitesimal segundo en el que sus miradas se encontraron perdidos en aquel frenesí sensual, conectaron y esa conexión primitiva les arrastró, empujándoles a un brutal orgasmo que les dejó completamente drenados y desfallecidos.
Draco cayó sobre ella y la giró con las pocas fuerzas que le quedaba lo suficiente para no aplastarla. Ella aun intentaba controlar la respiración, aún aturdida por la fuerza de aquella liberación tan absoluta pero pese a que, ahora que había pasado la tormenta, se sentía algo violenta y cohibida, la plenitud que había alcanzado bien valía un poco de vergüenza.
Le miró y, para su sorpresa él también estaba algo ruborizado y tragaba saliva con dificultad.
—Yo no… —dijo algo abrumado —no suelo ser así —tosió con incomodidad —Merlín, despiertas algo en mi que no sabía que estaba ahí.
Una felicidad extraña burbujeó en su estómago y rió echándose sobre él.
—Bien —dijo sorprendiéndolos a ambos —me gusta eso.
Y le gustaba. Si solo ella tenía ese poder sobre él, el poder de sacar la parte más oscura y sexual de Draco Malfoy, no se quejaría.
Era cierto que se había dado cuenta de que para ella eso no había sido algo puramente físico, pero ya lidiaría con eso más adelante, por el momento disfrutaría de aquella maravillosa experiencia.
—¿Quieres desayunar? —dijo después de darle un beso en los labios.
—Estoy famélico —sonrió él.
Hermione se dio cuenta de que nunca antes había visto aquella sonrisa, una sonrisa real, sincera, no únicamente una mueca de sus labios.
—¿Podrías devolverme la ropa? —preguntó Draco alzando una ceja burlona.
—No estoy segura —dijo pensando en el hechizo que había utilizado para desnudarle —Pero si puedo usa un hechizo de transformación.
Cogió unos vaqueros de Hugo y una camiseta y los adaptó al cuerpo de Draco.
—No es tu estilo pero valdrá por ahora.
Media hora después ambos estaban en albornoz dando buena cuenta de unos huevos revueltos y unos crepés caseros cuando la chimenea crepitó, las llamas crecieron y escupieron a un sonriente Harry que, tras mirar en su dirección y valorar el estado en el que estaban se golpeó la frente con fuerza y sacudió la cabeza con un sonido lastimero.
—No joder no, otra vez no —miró a su amiga y después a Malfoy y volvió a la chimenea dando pequeños pasos de espaldas —volveré en treinta minutos, nunca he visto esto, jamás he estado aquí y te juro que la próxima vez mandaré a Ron —dijo dramáticamente —yo ya he tenido bastante de esto para dos vidas.
Hermione rompió a reír cuando le vio desaparecer de nuevo entre las llamas.
—Creo que va a ser el momento de sacar mi falso galeón —dijo aun entre risitas.
—¿Un falso galeón?
—Es una forma de comunicación.
Y procedió a contarle como habían tenido a su Brigada Inquisistorial loca durante su quinto año en Hogwarts.
