Hueso
Las fiestas pasaron y el nuevo año llegó sin que Hermione tuviera de nuevo noticias de Draco.
Tampoco es que las hubiera esperado después de su despedida en Grinmauld Place.
Cuando los niños regresaron a Hogwarts ella volvió al Ministerio y se metió de lleno nuevamente en su rutina diaria, sus investigaciones y su persecución de la última célula de mortífagos activa.
Sabía por Harry que Malfoy había vuelto con el equipo de aurores y que estaba resultando ser una muy buena ayuda en las redadas, de hecho su amigo, jefe del departamento, le había propuesto para entrar a formar parte del equipo. No tenía edad para ir a la Academia pero si Harry Potter era capaz de promocionar al ex mortífago Draco Malfoy para que entrara a formar parte de uno de sus escuadrones, Hermione no creía que nadie en el mundo mágico le fuera a cuestionar.
Leía los informes de Harry con ansiedad, esperando no volver a a escuchar de otro ingreso en San Mungo y pese a que su posición en el Ministerio le hacía trabajar a cargo del Departamento de Seguridad Mágica, no le había visto nunca por allí, ni había coincidido con él en ningún evento, comida laboral o afterwork en el mes que llevaban sin saber el uno del otro.
Ella supuso que la evitaba y aunque le dolió, porque realmente echaba de menos los pocos contactos que habían tenido hasta la noche que pasaron juntos, decidió olvidar en la medida de lo posible y seguir adelante.
Enero dio paso a Febrero con una rapidez pasmosa. Hermione decidió hacer caso a Kingsley y presentarse al cargo de Ministra de Magia, algo a lo que llevaba dando vueltas desde que Draco le dijo que había sido su trabajo antes de cambiar el rumbo del futuro con el giratiempo.
Siempre había sabido que sus acciones y su esfuerzo titánico la empujaban a ese destino, ella quería hacer todo lo que estuviera en su mano para hacer del mundo un lugar aún más sobresaliente y ¿Qué mejor forma de hacerlo que tomar el relevo del más destacado Ministro de Magia que había conocido Inglaterra?
Se preparó tanto como le fue posible, derivó casos e investigaciones a Harry, se reunió con Kingsley a diario, acudió a cenas benéficas, a bailes, a reuniones internacionales, a vistas del Wizengamont y así, cuando Marzo hizo su entrada, Kingsley Shakelbolt dimitió y Hermione Jane Granger salió elegida como la nueva Ministra.
El día que empezó a ostentar el cargo se presentó en el Atrio, dónde cada uno de los trabajadores se apiñaban junto a reporteros y fotógrafos y allí, dando su primer discurso, hablando de los errores del pasado, del fructífero presente y del luminoso futuro que le esperaba a su mundo, fue cuando le vio.
Malfoy estaba junto a uno de los escuadrones de Harry, ataviado con una túnica de auror y la miraba con una extraña sonrisa en el rostro, una sonrisa de apreciación y ¿Orgullo?
Tenía el pelo algo más corto y se veía menos delgado, como si hubiera ganado músculo debido a su nuevo trabajo, uno de sus compañeros le decía algo y le golpeaba en el brazo con camaradería y Hermione se dio cuenta de que quizás por primera vez, Draco estaba viviendo su vida, haciendo amigos, trabajando, siendo algo más que un Malfoy. Miró hacia otro lado porque no quería quedarse embobada mirándole a él, así que siguió hablando, sobre las necesidades del Ministerio, sobre mejoras, sobre leyes y sobre la claridad y la transparencia que, ante todo, quería que imperara en cada uno de los departamentos.
Sin poder evitarlo volvió a buscarle con la mirada y lo vio hablando con Amandine Lefebvre, una bruja francesa que llevaba unos meses trabajando como embajadora temporal, supliendo al señor Gauthier quien se había contagiado de spattergroit cerebroespumoso y se había visto obligado ausentarse de la política y el mundo social por tiempo indefinido.
No sabía mucho de la mujer, solo que era algo más joven que ella, bonita, de sangre pura y una buena diplomática.
Cuando terminó el discurso los vio marcharse juntos hacia las chimeneas, así que se giró hacia Harry y sonrió.
—Bueno —dijo su amigo devolviéndole la sonrisa — lo has conseguido, finalmente.
—No puedo creerlo Harry —se aferró a su brazo mientras caminaban hacia los ascensores y se pegó a su costado hablando en voz baja —¡Soy Ministra! —rió y le miró con ojos enormes e incrédulos.
—Hermione siempre supe que llegarías a serlo. De hecho Ron y yo pensábamos que a estas alturas ya llevarías unos cuantos años ostentando el cargo. Has tardado más de lo que creímos.
—¿Qué tal le va a Malfoy —preguntó como hacía siempre que pasaba un tiempo con su mejor amigo.
—¿Seguís sin hablar?
Hermione se encogió de hombros
—Supongo que nunca tuvimos demasiado que decirnos realmente ¿No? —alzó las cejas levemente —no es como si hubiéramos sido amigos.
—Eso no fue un impedimento para ser amantes.
—¡Harry! —ella miró a ambos lados para confirmar que nadie estaba observándolos —juraste que guardarías silencio.
—Y lo he hecho —masculló mirándola con ojos entornados —jugándome el cuello, déjame decirte, porque en el momento en que Ginny se entere de que no se lo dije, querrá colgarme de la lámpara del salón.
—No tiene por qué enterarse. Bien ¿Cómo está?
—Contento… creo. Es Malfoy, no es fácil saber cómo se siente —rió entre dientes —pero parece tranquilo. Ha hecho algunas relaciones buenas con sus compañeros, es un gran duelista y no tiene miedo ¿Quién hubiera esperado que el hurón se convirtiera en un auror con un par de pelotas? Yo no
Hermione entró en el ascensor y se mordió el labio, como si estuviera manteniendo una conversación silenciosa consigo misma, una que, teniendo el cuenta la cantidad de años que hacía que se conocían y todo lo que habían vivido juntos, Harry casi podía escuchar.
—No sale con nadie —dijo.
Ella le miró de reojo.
—No he preguntado.
El auror sonrió.
—No, es cierto.
—Se fue con Amandine Lafabvre —replicó la castaña sin poder mantener su boca cerrada.
Harry frunció el ceño.
—Oh, sí, Amandine —se colocó las gafas y se frotó la nuca —no creo que estén tengan una relación.
—¿No crees? —Hermione arqueó una ceja y él se sonrojó.
—Hay comentarios y todo eso, pero no son más que rumores. Yo hablé con él… —parecía tan incómodo que a Hermione le recordó a aquel niño que se sonrojaba por la desconocida fama que ostentaba desde su nacimiento.
—Oh Merlín, no de mí, espero.
—No, no de ti —caminaron por el pasillo hacía el nuevo despacho de ella —de todo un poco, del pasado, del presente, de la vida —se encogió de hombros —no es el gilipollas que solía ser.
—No —Hermione sonrió —no lo es.
—Me habló de su esposa —exhaló con fuerza y cerró la puerta a su espalda —no creo que Malfoy esté teniendo nada con Lefabvre, ni siquiera sé si él querrá tener algo con alguien en el futuro —miró a su amiga con algo que pudo haber sido compasión —al menos no algo serio.
—Tranquilo Harry —dijo ella cogiéndole de la mano y dándole un pequeño apretón —si lo que intentas decir es que quizás pueda estar acostándose con ella sin implicarse emocionalmente hablando, como hizo conmigo —añadió con brutal honestidad —lo sé. Es un hombre sano, joven y con toda la vida por delante.
—Y a ti te gusta.
—Sí —dijo con aquella sinceridad tan típica de ella, sabiendo que a ese hombre que tenía frente a ella podría contarle cualquier cosa —creo que me enamoré de él —rió sin humor, casi con incredulidad —la bruja más inteligente de la generación —dijo imitando la voz de Kingsley —no lo tengo yo tan claro — la sonrisa no le llegó a los ojos pero era sincera —estoy bien Harry —y de verdad lo estaba —me enamoré de ese hombre roto, triste, solitario y muerto de tristeza, pero también del hombre leal, valiente y persistente que vi allí, que ha demostrado ser. ¿No es algo muy Gryffindor?
Harry rió.
—No creo que nadie pueda confundir jamás a Malfoy con un Gryffindor.
—Puede que no, pero tiene algunas cualidades ocultas.
—Eso es cierto —concordó el moreno.
—Por eso estoy bien. Estos meses me he dado cuenta de que le quiero y estoy bien con eso. No siento como si fuera algo malo o impropio, es un sentimiento… hermoso. Y precisamente porque le quiero, me gustaría que él dejara se ser ese hombre roto, triste y solitario. Que encuentre su camino —se encogió de hombros —estaba algo perdido yo solamente le ayudé a dar un paso en la dirección correcta.
—Así que ¿Te da igual si encuentra la felicidad en otro lado?
—Mientras sea feliz me parecerá bien —frunció los labios y suspiró —me habría gustado que fuera conmigo, sobre todo porque el sexo fue algo…
—Ahhhh, nahh, no, no —Harry se tapó las orejas con las manos — We are the champions my frieeend —caminó de espaldas hacia la puerta —la la la no te oigo Hermione —dijo a gritos —¡No puedo oír nada!
Cuando la puerta se cerró Hermione se echó a reír. Se sentó en su silla y tocó con la yema de un dedo el pequeño whisbone que llevaba colgado, el regalo que Rose y Hugo le habían hecho por Navidad.
El año anterior, en la cena de La Madriguera, Ron había encontrado en su plato de pollo un pequeño hueso en forma de herradura. Cuando Hermione lo vio, les contó a los niños la tradición muggle que decía que si a alguien le tocaba ese hueso en el plato, debía elegir una persona con quien sujetarlo, cada uno pediría tres deseos y tirarían. .Quien se quedara la parte más larga, vería cumplidos sus deseos. Así que su ex marido le pidió que lo sujetaran juntos, por lo viejos tiempos, según le dijo con aquella bobalicona sonrisa y ella terminó agarrando el extremos más grande. Como todos sabían que aquello era una tontería, sus hijos habían buscado un colgante con la forma del wishbone y se lo habían entregado ese año como recuerdo del anterior diciéndole, con aquellas hermosas caras llenas de felicidad, que así tendría la suerte siempre con ella y todo lo que deseara podría cumplirse con facilidad. Se dio la vuelta para mirar al Atrio desde la ventana, aún jugando con él entre los dedos. Lo que nadie sabía era que los deseos de Hermione fueron; salud para su familia, brillar en el Ministerio y encontrar ese amor que siempre le había sido esquivo.
Dos de ellos se habían cumplido y no pudo evitar preguntarse si finalmente conseguiría el tercero.
