Cinco
Abril llegó y Draco se dio cuenta de lo terriblemente rápido que habían pasado los meses.
Cinco.
Cinco meses desde la última vez que había visto a Granger o, más bien, que había hablado con ella, desde que se había perdido en sus curvas, adentrado en su cuerpo, vuelto loco con sus labios, sus pliegues y sus caderas.
Desde entonces la contempló alguna vez en la distancia, recordando los momentos que habían pasado juntos, preguntándose si ella pensaría en él alguna vez, si pensaría en esa noche en la que se lo habían dado todo.
Se arrepentía al menos una vez al día de no haber mantenido el contacto con ella, pero tras derrumbarse en la mansión esa mañana, había decidido que interpondría distancias con Granger y que buscaría su lugar en el mundo.
Draco Malfoy iba a encontrarse a sí mismo, incluso si lo hacía con años de retraso.
Había ido a hablar con Potter para seguir ayudándole en la búsqueda de Mulciber y sus secuaces, sabiendo que tenía una deuda de honor para con la sociedad mágica dado que, por su culpa, aquel cabrón seguía vivo sin pisar Azkaban.
Potter, siendo el santo de siempre, le había dado una oportunidad e incluso había hablado con Shacklebolt y movido los hilos de su heroísmo para conseguirle un puesto estable en uno de los escuadrones.
Allí, por primera vez en su vida Draco se había sentido útil, valorado y necesario. Incluso tenía compañeros de trabajo con quienes forjó una amistad que se iba fortaleciendo día a día y el compañerismo, la lealtad, el honor, empezaron a ser palabras de su vocabulario.
Había conocido gente muy interesante, e incluso había salido a comer o a cenar algunas veces con Amandine Lefebvre, ni más ni menos que la embajadora temporal de Francia, una bruja preciosa, inteligente, elegante y divertida con la que había congeniado desde el primer momento.
Draco pensaba que era una mujer estupenda por lo que, no queriendo herirla, desde el primer momento le dejó claro que él no quería ningún tipo de relación. Amandine le habló de su ex prometido y de las pocas ganas que ella tenía de volver a meterse en problemas románticos, por lo que, con las cosas claras habían quedado de vez en cuando de forma amistosa y puramente platónica.
Era gracioso ver como sus compañeros hacían apuestas y hablaban de su vida amorosa como si tuviera una, pero no creía que tuviera por qué dar explicaciones a nadie sobre su privacidad, por lo que no se pronunciaba al respecto.
Hasta ese día.
—Potter —dijo entrando en el despacho del Jefe de Aurores tras llamar a la puerta — ¿Querías verme?
—Sí, pasa Malfoy —el moreno se colocó las gafas y se recostó contra el respaldo de la silla en la que se encontraba sentado — necesito que te encargues de la organizar la seguridad de Viktor Krum.
—¿Krum?
—Sí, viene a presentar los Mundiales de quidditch de este año y necesito que todo esté correcto, tanto su seguridad personal como la de los terrenos, el partido de inicio y la fiesta posterior de recaudación de fondos.
—¿Krum no se retiró del mundo deportivo por segunda vez hace cuatro años?
—Sí —respondió Harry —después de la épica final con Brasil, en esa ocasión como un héroe.
Draco puso los ojos en blanco.
—Bueno, ya es demasiado mayor para seguir siendo buscador ¿Cuántos tiene ahora? ¿Cuarenta y dos o cuarenta y tres?
—Sí, por ahí —Harry se encogió de hombros —ahora es entrenador del equipo de Bulgaria. Se divorció de Irina hace un año y aceptó el puesto de entrenador.
—¿Se ha divorciado? —preguntó Malfoy que empezaba a darse cuenta de lo mucho que se había separado de la sociedad mágica.
—Sí —Harry miró de reojo a Draco y decidió jugar las cartas que tenía porque, aunque Malfoy nunca iba a ser santo de su devoción, él adoraba a Hermione —creo que ha puesto sus ojos en Inglaterra, si me entiendes.
El rubio le miró arqueando una ceja.
—Le han ofrecido la posibilidad de entrenar a los Puddlemere United cuando acaben los mundiales y se lo está pensando… creo que lo ve como una oportunidad de estar más cerca de Hermione.
—¿Granger? —Harry se aguantó las ganas de sonreír.
—Sí.
—Ignoraba que siguieran siendo cercanos.
—Siempre han sido amigos —Harry colocó unos papeles, intentando parecer indiferente y no reírse de la cara de profundo desagrado que tenía un Malfoy demasiado parecido al que recordaba de la escuela —pero desde su divorcio él está algo más interesado en ella.
—Siempre ha sido un orangután sin cerebro cuyo único logro en la vida fue hacer el amago de Wronski.
—Es posible que lleve a Hermione a la fiesta de recaudación de fondos.
Malfoy realmente gruñó y Harry tuvo que morderse el labio para no soltar una carcajada.
—¿Tú irás?
Draco no pensaba hacerlo, ni siquiera se le había pasado por la cabeza hasta ese mismísimo instante.
—Puedes estar seguro.
—¿Llevarás a Amandine?
Malfoy le miró, como un perro que hubiera olisqueado algo que le llamara la atención.
—¿Por qué iba a ir con ella?
—Oh, ya sabes, todo el mundo en el Ministerio sabe que estáis juntos, no es necesario que lo ocultéis, el otro día Hermione….
—¿Granger cree que estoy en una relación con Amandine? —preguntó como si no se le hubiera ocurrido pensar eso en ningún momento.
Harry frunció el ceño, como si realmente pensara en ello.
—Sí, creo que dijo que bueno… en fin… después de aquello que no sé y que nunca vi, estará feliz si consigues hmmm realmente no sé qué dijo, algo como que estará feliz por ti.
—¿Feliz por mi? —Draco empezaba a sentir que se le revolvía el estómago.
—Ya sabes como es Hermione… bueno, igual no lo sabes ¿No? Realmente vosotros solo… —se estremeció —no sé hasta que punto intimasteis… bueno en realidad si lo sé, desgraciadamente, pero quiero decir —se colocó las gafas que se le resbalaban de la nariz —ya me entiendes. Hermione es demasiado buena. Tal vez ahora que tú tienes a alguien en tu vida y pareces feliz y ella tal vez acepte las insinuaciones de Viktor, podéis intentar ser amigos.
—¿Ser amigos? —Malfoy estaba mirando a Harry como si se hubiera convertido en una babosa carnívora delante de sus ojos ¿Por qué coño iba a querer ser amigo de Granger? Lo que quería era… ¡Maldita sea! —¿Has dicho que tal vez acepte las insinuaciones de Krum?
—Sí, creo que iba a ir a almorzar on él —miró su reloj —sale a comer en media hora, seguramente tengan una cita a la una y media.
Malfoy había salido por la puerta maldiciendo soezmente antes de que Harry terminara su frase.
En cuanto se quedó solo se echó a reír, cogió un pedazo de pergamino y escribió.
Me debes cinco galeones, pelirroja.
Con amor
Harry.
Se fue a enviar la misiva silbando el himno nacional más contento de lo que había estado en mucho tiempo.
