Winky

— No vas a creerte lo que he escuchado — James encontró a su prima Victoire en la Sala Común de Griffyndor.

—No seas pesado Jamie —dijo ella echándose el pelo hacia atrás con gesto elegante —estoy demasiado ocupada preparando mis EXTASIS y llego tarde a la biblioteca.

—No me llames así —replicó el adolescente con un bufido — y es importante.

Ella chasqueó la lengua y suspiró.

—A ver, cuéntame.

—Saliendo de Herbología, el tío Neville… quiero decir —dijo al ver la mirada de la rubia — el profesor Longbotton se quedó en el invernadero hablando solo… o con una de las mandrágoras la verdad es que no lo tengo claro, pero dijo —se quedó en silencio unos segundos para darle un poco de misterio y después imitó la voz de Neville — Malfoy y Hermione ¿Quién habría pensado después de tantos años que iban a enamorarse?

—¿Cómo has dicho? —Rose Weasley que estaba bajando las escaleras y sí, se había quedado a escuchar a escondidas a sus primos, bajó lo que quedaba de un salto y se puso delante de Jamen —Repite eso.

—¿La tía Hermione y Draco Malfoy? —preguntó Victoire repentinamente interesada en la conversación.

—Teniendo en cuenta que el otro Malfoy tiene trece años y mi madrina casi cuarenta espero que sí sea Draco —respondió James con una risita.

Rose le golpeó en un brazo.

—No seas idiota ¿Mi madre y el padre de Scorpius? —miró a James horrorizada —¿Pero y si se casan? ¿Y si nos convertimos en hermanos?

Se tapó la cara con las manos horrorizada.

Rose se había empezado a fijar en Scorpius aquellas navidades. James siempre decía que el pequeño de los Malfoy la miraba con ojos de carnero desde primer año, pero a Rose no podía haberle importado menos que el mejor amigo de su primo pudiera encontrarla bonita. Albus y ella siempre habían sido muy buenos amigos hasta que él fue puesto en Slytherin y, desde entonces, se habían distanciado mucho.

Cuando sus padres se divorciaron Rose había tenido una larga conversación con su madre, tras la que entendió lo estúpida que estaba siendo con los demás. Llegó a Hogwarts creyéndose alguien importante por cosas que ni siquiera tenían que ver con ella y había tratado a la gente con condescendencia y altivez.
Se avergonzaba de lo tonta que había sido y de haber perdido algunas amistades en el camino, como la de su primo Albus.

Hasta aquellas navidades en las que habían estado juntos en Grinmauld Place y había descubierto que Scorpius no solo era muy guapo, también era muy inteligente y además tenía gustos muy parecidos a los suyos en literatura y juegos. Más tarde, al regresar al colegio se enteró que Madeline Zabini llevaba meses acosándole en la sala común junto a su pequeño grupito de amigas, a cual más guapa y elegante.

Rose había pasado semanas tratando de domar sus rizos salvajes y había intentado encontrarse con Albus y él de vez en cuando, esperando ver si el interés del rubio por ella seguía allí o si había cambiado después de tantos meses de indiferencia por su parte. Incluso llegó a pedir a James que hablara con Albus y, según su primo, a Scorpius no le gustaba ninguna niña de su casa y todo parecía apuntar a que su interés por Rose Weasley seguía siendo el mismo de siempre pese a todo.

¿Y ahora iban a ser familia?

Tenía ganas de gritar.

—Dios mío Rose, tenía entendido que ibas encaminada a seguir los pasos académicos de tu madre y que se espera que seas la Premio Anual de tu promoción.

—Es la empollona de la familia —espetó James —cómo tía Hermione

—Tía Hermione —respondió Rose con ese tono de marisabidilla que había heredado de su madre —es la Ministra de Magia.

—Una empollona, lo que he dicho —replicó James entre risas.

—Lo que quise decir —intervino Victoire que empezaba a cansarse de las tonterías de sus primos pequeños — es que aunque se casara, no seréis familia de sangre… ¿Qué tiene que ver eso? —puso los ojos en blanco —todo el colegio debe saber que estás enamorada de Malfoy, pero si vuestros padres se casan —añadió levantando una ceja con una sonrisa ladeada —pasarás mucho más tiempo con él —le guiñó un ojo —la verdad es que yo ahí lo que veo es una muy buena oportunidad —fue hacia el retrato de la señora gorda —tengo que irme, ya me contaréis lo que ha ocurrido.

—Tiene razón —dijo Rose que tenía los ojos abiertos de par en par mientras multitud de ideas descabelladas y situaciones maravillosas pasaban por su romántica e hiperactiva mente —tenemos que conseguir que se casen o algo.

—¿Pero que dices? —James la zarandeó de los hombros —ni siquiera estamos en Londres y no sabemos más que lo que tío Neville le contaba a las madrágoras… o a la tentácula venenosa. Cómo sea, lo mejor es esperar a ver qué pasa —terminó por decir haciendo alarde de un maravilloso sentido común.

—Vamos a contárselo a los chicos —Rose se fue hacia la salida con paso decidido.

—¿Quieres bajar a las mazmorras ahora? —James la miró con el ceño fruncido.

—No sé dónde están —le señaló con el dedo —saca el mapa de tío Harry. Sé que lo tienes escondido.

—¿Pero qué demonios? —siseó mirando alrededor por si alguien más les escuchaba.

—Venga venga, no pierdas el tiempo negándolo. Tú lo sabes, yo lo sé. Ahora saca el mapa y dime donde están Scorpius y tu hermano.

James lo hizo mascullando maldiciones y finalmente encontraron las dos pequeñas motitas de y en las cocinas.

—¿Qué hacen allí? —preguntó James a quien no le apetecía recibir un vociferador de su madre gritándole por no ayudar a Albus a no meterse en líos.

—Ni idea, pero lo descubriré.

James suspiró con pesadez saliendo detrás de su prima. Ser el mayor de toda esa santa familia no era nada divertido.

Cuando consiguieron llegar a las cocinas sin que nadie les pillara, Rose hizo cosquillas a la pera de la entrada y accedieron al lugar donde los elfos cocinaban en una algarabía de cancioncillas, murmullos, conversaciones y gritos.

En medio de todos ellos, la vieja elfina Winky estaba subida a una mesa cantando una canción sobre un pirata que surcaba los mares bebiendo ron y cantando rock and roll mientras Albus y Scorpius la animaban con palmadas y silbidos.

—¿Se puede saber qué hacéis? —preguntó James a su hermano, mirándole desde el otro lado de la mesa cruzado de brazos.

—Asistimos al concierto del año —respondió Scorpius entre risas.

Rose puso los ojos en blanco aunque no pudo evitar una sonrisa.

—Hay algo que tienes que saber —le dijo al rubio de sopetón.

Él alzó una interrogante ceja y se acercó a ella algo nervioso, como siempre que estaba al lado de aquella pelirroja cuya presencia le hacía sentir cosas extrañas en el estómago parecidas a las nauseas.

Siempre había pensado que cuando uno se enamoraba tenía mariposas en la barriga, pero a él Rose Weasley le daba ganas de vomitar. No creía que fuera algo demasiado romántico de decir por lo que siempre se había callado y ni siquiera le había contado eso a su mejor amigo Albus.

—¿Qué pasa?

—Nuestros padres están enamorados —exclamó sin paños calientes.

—Tú si que sabes dar noticias —dijo James con una risita —te agradecería que cuando quieras contarme algo a mi tengas un poquito más de mano izquierda.

—Cállate James —espetó ella cruzándose de brazos. Miró a Scorpius que la contemplaba fijamente y se mordió el labio inferior repentinamente nerviosa.

Después de lo que parecieron minutos pero seguramente fueron apenas unos segundos, Scorpius empezó a sonreír. Primero una mueca que poco a poco se fue transformando en una autentica sonrisa amplia y alegre.

—¿Eso es cierto?

—Oí al profesor Longbottom decírselo a una mandrágora en el invernadero.

Ninguno de los chicos puso en duda aquella estúpida frase y asintieron creyéndolo a pies juntillas.

—¿No te importa? —preguntó Rose.

—No —el chico seguía sonriendo —tu madre es genial y papá lleva triste demasiado tiempo, Quiero que sea feliz y si se ha enamorado de Hermione es algo bueno ¿No?

Además si sus padres se casaban él tendría todo el tiempo del mundo para estar con Rose, lo que le parecía algo fantástico.

—¿Te importa a ti? —preguntó repentinamente alerta, pensando que quizás a ella no le gustara esa situación.

—No —respondió con una bonita sonrisa que le hizo tragar saliva repentinamente incómodo —pero tu padre tiene que casarse con ella —dijo levantando la respingona nariz, luchando por el honor de su madre.

—Por supuesto —dijo él absolutamente de acuerdo.

La mansión había sido un lugar tétrico y triste desde que su abuelo y su madre habían muerto, Scorpius había visto la casa de los Potter en Navidad y quería que la felicidad y las risas volvieran a Malfoy Manor ese año.

Además cuando su padre llegó con Hermione a Grinmauld Place para recogerle, él, que no era ningún tonto, se había dado cuenta de la forma en la que su padre miraba a esa mujer y las sonrisas que ella le dedicaba a él.

Había tenido esperanza de no estar equivocado pero con el paso de los meses empezó a pensar que tal vez solo fueron sus ganas de ver feliz a su padre y de volver a tener una familia, ahora esa esperanza había vuelto y golpeaba a su puerta con fuerza.

Scorpius miró a Rose y, con un repentino alarde de valentía le apartó un rizo de la frente para ponerlo tras su oreja.

—Las próximas navidades van a ser geniales.

Ella se sonrojó, pero no apartó la mirada.

—Sí —respondió

Y el mundo de Scorpius se iluminó como si alguien hubiera invocado un lumus solem a su espalda.