Disclaimer: De Horikoshi todo, excepto los OCs que no se reconozcan.

¡Hola, Amy! Muchísimas gracias por tus comentarios *se sonroja por los elogios*. Sobre tu duda: en la historia no lo aclaro. Lo que los personajes saben es que All Might como tal ya no existe. One for All, por tanto, no ha sido transmitido a nadie ni aparecerá en la historia (hay que tener que este All for One tampoco es como el del canon en el manga, que se ha chetado muchísimo xD). Sí, esto quiere decir que Izuku no obtendra OFA en ningún momento (no creo que esté haciendo un spoiler a nadie a estas alturas teniendo en cuenta la importancia que tiene no tener Don en la historia). Como dato curioso: en el esquema inicial, Toshinori sí aparecía en un par de escenas (era el grillo de la suerte xD), pero su papel y escenas fueron reemplazados por otro personaje porque... bueno, no quería que Izuku obtuviese el One for All después de todo, lo cual habría dado al traste con el desarrollo y no habría tenido lógica. A efectos de la historia All for One es un nombre de Don/apodo de una persona, sin la relevancia dual que tiene en la historia original, que funciona similar a como lo hace en esta. ¡Y no digo más, que sería mucho spoiler! xD.

¡Muchísimas gracias por leer y comentar!


SALVAR CON UNA SONRISA (PARTE II)

Han encontrado refugio en una nave industrial vacía no demasiado lejos de donde está el complejo que han arrasado, asumiendo que los héroes están demasiado ocupados con el desastre como para buscarlos, ni aunque supieran por dónde empezar. All for One ha desactivado el sistema de alarma e Iguchi ha forzado la cerradura con un clavo largo y oxidado, lo cual los ha permitido entrar y acomodarse en una sala pensada para que los operarios coman se sienten en sus periodos de descanso.

Toga está celebrando la victoria con grandes aspavientos y voces. Dabi ni siquiera sabe de dónde ha salido el alcohol, pero no piensa ser él quien le quite la botella. Todos, menos Kurogiri y él mismo, han bebido al menos un trago, brindando por lo bien que ha salido el ataque. Por unos minutos, ha temido tener que hacer de adulto supervisor en una fiesta de adolescentes cualquiera y controlar o requisar la bebida, pero salvo Toga, que sí parece sonrojada y cuyo entusiasmo balbuceante se pierde en la charla común, el resto se ha comedido y ninguno va borracho.

—Shigaraki ha estado magnífico —dice Toga en ese momento, tan alto que hasta una de las personalidades de Bubaigawara la reprende antes de que otra de ellas se vuelva hacia Shigaraki y lo felicite—. Dabi ha quemado tantas cosas… Incluso he podido robar sangre de alguien que estaba desmayado en el suelo, pero no sabe demasiado bien. Si no hubieran aparecido esos héroes de pacotilla habríamos podido destruirlo todo sin necesidad de utilizar nuestro potencial al completo.

—Si no hubiera sido por esos dos… —masculla Shigaraki. Dabi asiente. Ha sido el Decay de Shigaraki el que los ha ayudado a escapar. Ha supuesto un esfuerzo extra sobre lo que se habían marcado, después de activar su Don para consumir la mayor parte posible del complejo, pero ninguno de ellos ha utilizado el cien por cien de sus fuerzas, aunque sí han puesto en práctica, al menos antes de que los héroes hiciesen su aparición, los Dones secundarios que portan dentro de sí.

—Ahora puedes centrarte en descansar —dice All for One, complacido por el relato. Dabi lo observa, palpándose meditabundo los injertos, que siente mucho mejor desde que el líder de la Liga utilizase un Don de sanación en su cuerpo. No habría podido utilizar las llamas como lo ha hecho en el complejo sin arder de no haber sido así.

—En realidad, estoy bastante bien —reconoce Shigaraki, negando con la cabeza y observando su mano con interés—. He tenido que abarcar un área superior al esperado, pero he podido hacerlo fácilmente. Quizá incluso podría haber destruido todo si me hubiese esforzado un poco más.

—Podrías, desde luego. —Dabi ladea la cabeza con curiosidad—. Pero no queremos quedarnos sin nuestros mejores combatientes justo ahora, ¿verdad? Tenemos que medir las fuerzas que utilizamos para golpear en el momento más adecuado con suficiente fuerza.

Sabe que antes de la batalla de Kamino, All for One había conseguido desbloquear el Don de Shigaraki de alguna manera, potenciándolo de forma exponencial. El único punto en contra es que, a más potencia utilizado y más área destruida, más agotado acaba Shigaraki y más tiempo necesita para descansar y reponerse hasta estar de nuevo en plena forma. Algo mucho más saludable que su propio Don, que depende de la cantidad de temperatura que puede soportar en su cuerpo. Shigaraki no tuvo oportunidad de emplear el Decay a plenitud hasta que se han fugado de Gunkanjima, donde quedó patente su capacidad de destruir no sólo la prisión, sino prácticamente todo el puerto, pero luego quedó incapacitado para repetir la proeza varios días, incluido el enfrentamiento contra Phantom Thief. Ahora, sin embargo, a pesar de que Shigaraki ha arrasado gran parte del complejo y, además, ha tenido que alejar a los héroes con un ataque de precisión al suelo que se extendiese en perímetro y no en profundidad, está relajado y animado, prueba de que el experimento de All for One de proporcionarles temporalmente Dones extra parece funcionar.

—Un momento adecuado podría ser este —dice Iguchi, que ha escuchado toda la conversación con aire pensativo—. La Comisión debe de estar auxiliando a toda la gente que haya sobrevivido, habrá caos y desorganización. Es obvio que nos habían subestimado y que les hemos pillado por sorpresa. No podremos volver a repetir lo que hemos hecho esta noche, reforzarán el resto de complejos así que, aunque sepamos dónde están…

—No, no podremos —asiente All for One—. Pero habrá más oportunidades. Y os prometo —dice mirando a Dabi y Shigaraki— que tendréis vuestra oportunidad de resarciros contra ese par de héroes que hoy casi impiden que nuestra victoria fuese limpia.

—Esos dos gilipollas me dan igual —musita Dabi, interviniendo por primera vez en la conversación e ignorando las palabras de All for One. Esos dos eran poderosos, sí, pero no serán los únicos que se van a topar en su camino, que es difícil y está lleno de obstáculos. Y ninguno de ellos es el héroe al que quiere enfrentarse, aunque no desdeña la oportunidad de pelear contra Shouto. Se levanta lentamente y se encara con All for One—. La Liga, tú, Shigaraki… en realidad todos me importáis un comino. Yo sólo quiero ver caer a Endeavour, la Comisión, los héroes y todo lo que representan e inaugurar una sociedad más cerca del ideario de Stain y para lo primero me basto yo solo. Lo demás es… ayuda. Creía que lo tenías claro.

—¡Claro que sí! —dice All for One al cabo de unos segundos, afablemente. Dabi se acomoda en la silla en la que está sentado, adoptando una postura lánguida y tranquila, satisfecho por haber dejado claras las cosas una vez más. Iguchi conecta una mirada con él, mostrándose de acuerdo acuerdo—. Tus ideas y las de Stain siguen teniendo cabida aquí, Dabi, no te preocupes por eso. Juntos, veremos un mundo mejor, uno donde la Comisión de Seguridad de Héroes sea cosa del pasado y donde todo el mundo pueda utilizar su Don sin héroes que jerarquicen a la población según sus habilidades. Y por supuesto que Endeavour será tuyo.

—En realidad, sí podemos. Me refiero a atacarlos una vez más ahora que están débiles —aclara la metálica voz inexpresiva de Kurogiri cuando todos se vuelven a mirarlo, extrañados—. En Kamino quedaron destruidos todos los nomu de aquel almacén, All for One, aquellos que iban a ser nuestra cabeza de ariete. Pero tú nunca has puesto todos los huevos en la misma cesta. Tengo datos en mi memoria que indican que en esta misma prefectura hubo otro laboratorio del doctor Garaki.

Hay un silencio sepulcral. Al ver que Kurogiri va a añadir ningún dato más, la atención se dirige hacia All for One, que está sopesando las palabras del nomu sin decir nada. Hasta Toga, que era incapaz de dejar de parlotear un par de segundos atrás, guarda un silencio expectante con los ojos muy abiertos y una sonrisa maliciosa en el rostro.

—Ni siquiera estaban terminados —dice All for One, finalmente.

—Quizá haya alguno funcional —responde Kurogiri. All for One asiente—. Lo sabremos si lo averiguarnos, claro. Ni siquiera necesitamos que sea capaz de seguir instrucciones complejas, con tu Don de carisma, basta con que pueda despertar y causar caos y daños en el lugar donde lo soltemos.

—¿Podrías, en caso de que hubiese alguno? —pregunta Iguchi inmediatamente, aludiendo al estado de cansancio de All for One cada vez que utiliza los Dones de su interior y a su agotamiento físico.

—Lo que sea —asegura All for One.

—Y supongo que Giran no tenía constancia de esto. —Dabi se vuelve hacia Kurogiri; valorando la posibilidad de que se repita algo como lo del héroe que los interceptó en el primer refugio.

—El doctor Garaki no tuvo contacto nunca con Giran —niega All for One en voz baja—. Como ha dicho Kurogiri, no se ponen todos los huevos en la misma cesta, así que no parece probable que vuelva a ocurrir lo que ocurrió con Phantom Thief, porque Garaki está muerto. —Dabi no se molesta en preguntar cómo lo sabe, prefiere no averiguarlo.

—¿Hay un lugar con nomus que podrían funcionar y no hemos priorizado ir allí? ¿A qué estamos esperando? —pregunta Bubaigawara con una mezcla de incredulidad y enfado—. ¡Sería una locura utilizar nomus! ¡Los héroes recibirían un golpe brutal!

—Hay un lugar donde se estaban fabricando nomus que no sabemos si los héroes conocían ni si lo han destruido al mismo tiempo que todo lo demás, aunque me parece muy poco probable con la información que tenemos —matiza All for One imprimiendo un toque de advertencia a sus palabras—. Hace trece años, incluso si no lo hubieran reducido a polvo como hicieron con todo lo demás, no hay demasiadas probabilidades de que haya alguno terminado. Y en caso de que lo estuvieran, hay una posibilidad alta de que el sistema de hibernación haya fallado y sean inservibles.

—Yo también opino que, si hay una posibilidad, es algo que deberíamos haber comprobado ya. No estamos precisamente sobrados de personal, ¿verdad? Y tampoco tenemos a Giran para que pueda ayudarnos a reclutar a toda la gente que podría tener interés en unirse a nosotros, así que nos vendría muy bien alguien más —interviene Toga, que ha pasado bruscamente de la alegría extrovertida proporcionada por el alcohol a un gesto grave y serio.

—Me temo que mi memoria, ya lo habéis comprobado, no es la más fiable —dice All for One, sin molestarse por la actitud del resto que, salvo Shigaraki que parece indiferente, le miran con reprobación por no haber pensado en ello antes—. Son muchas cosas que recordar, muchos sucesos y una cantidad enorme de información que manejar. Demasiado tiempo. Pero tenéis razón, no perdemos nada con intentarlo. Kurogiri, ¿podrías llevarnos hasta allí a todos?

—Ni siquiera estamos demasiado lejos —asiente Kurogiri, extendiendo el manto negro sobre todos ellos.

.

—A… a nadie… yo… —Izuku, pillado por sorpresa, es incapaz de inventar ninguna excusa. Además, no sabe cuánto ha escuchado Katsuki, que lo mira con los ojos entrecerrados. De pronto, tras hablar con los profesores, ya no está tan seguro de querer revelar su falta de Don.

—A su madre, por supuesto —dice le profesore Katô, sonriendo afablemente. Izuku suspira ruidosamente, lo cual provoca un leve dolor en su pecho—. Ha sido muy valiente, pero es muy peligroso repetir algo así. Claro que yo no soy quién para decirlo cuando los dos me habéis salvado la vida poniendo la vuestra en peligro.

—¿Ajá? —Katsuki todavía lo mira a los ojos, como queriendo que Izuku corrobore las palabras de Katô. Comprendiendo que el héroe está enfadado con él, Izuku se encoge de hombros, incapaz a pesar de todo de decir la mentira en voz alta.

—En realidad, sí me gustaría hablar con mi madre —admite en voz baja. Katsuki levanta una ceja. Izuku imagina que no se ha tragado el cambio de tema, pero en cualquier caso, el héroe asiente y le hace un gesto con la cabeza para que le siga. Izuku se vuelve hacia los dos profesores antes de seguirlo, haciendo otra reverencia respetuosa hacia ellos—. Por favor, si necesitan algo más…

—Es suficiente, Midoriya —dice el profesor Watanabe, negando con la cabeza—. Eso sí, me encantaría volver a ver tus guantes cuando todo esto acabe y examinarlos tranquilamente. Estás haciendo un buen trabajo con ellos.

—¡Gracias! —Con una última reverencia apresurada, Izuku se apresura a correr tras Katsuki, que se ha detenido a un par de metros a esperarlo con aire impaciente. Cuando llega a su altura, este empieza a caminar a grandes zancadas, con las manos en los bolsillos y la mirada obstinada al frente, e Izuku lo sigue, un poco desconcertado y sin saber cómo manejar la situación. Es obvio para él que Katsuki ha ido a buscarlo intencionadamente, pero ahora parece querer ignorarlo en lugar de afrontar la situación de frente como ha hecho Hatsume, así que Izuku decide tomar la iniciativa.

—Lo siento.

—¿El qué? —pregunta Katsuki en tono cáustico, mirándolo de reojo durante una breve décima de segundo que Izuku siente como una victoria—. ¿Meterte en un edificio en llamas y ponerte a recorrerlo en busca de gente a la que salvar?

—¡No ha sido exactamente así! —protesta Izuku, pero Katsuki no le da lugar a seguir hablando.

—¿Entiendes que yo te envié porque pensaba que estaba siendo un incidente aislado y que allí no había peligro? Pensaba que algún imbécil se había dejado una llave de gas encendida o algo, no que nos estuviesen atacando. —Katsuki se ha detenido y lo fulmina con los ojos. Izuku se abraza a sí mismo, sintiendo el frío nocturno súbitamente meterse dentro de su cuerpo—. No puedes entrar así en un edificio en llamas, aunque yo te lo haya ordenado. ¡No funciona así!

—¡Pero mis amigos…!

—¿Sabías que estaban dentro?

—No cuando llegué, pero al recoger mi mochila de supervivencia vi las de ellos y tenía que asegurarme de que…

—¿Sabías que el edificio estaba en llamas? —Contrariado por la interrupción, Izuku asiente con la cabeza.

—Ni siquiera pude entrar por la puerta principal —admite con hilo de voz.

—Entonces deberías haber ido al punto de evacuación, asegurarte de que tus amigos no estaban allí e informar de ello a quienes estaban intentando coordinar la evacuación, ¿comprendes?

—Pero…

—Habrías tardado menos que buscándolos por tu cuenta y habría sido menos arriesgado.

—Pero tú… los héroes… Salváis a la gente… —murmura Izuku, confundido y un tanto frustrado por la duplicidad de criterio.

—Somos héroes y estamos preparados para ello. Y, aunque arriesgamos, lo hacemos de manera controlada, joder. Entrenamos durante años para esto; tú sigues siendo un civil por mucho que te hayas esforzado estos días —replica Katsuki, que está hablando prácticamente a voces, aunque Izuku cree que es porque es su forma de expresarse más que porque esté enfadado—. Además, en cualquier caso, ir al taller a recoger tus cosas ha sido una locura. Ninguna posesión, ¿me oyes?, ninguna posesión material justifica ponerte en peligro tú y ponernos en peligro a los demás. No vuelvas a hacerlo.

Izuku se encoge y acaba agachando la cabeza, con el conflicto de reconocer que el héroe tiene razón, su deseo de ser un héroe y ayudar a todas las personas que pueda y su propio secreto chocando dentro de su mente. A pesar de las palabras del profesor Watanabe, tiene la sensación de estar en caída libre todo el tiempo. Fingir ser alguien que no es resulta más agotador de lo que había supuesto en un principio y, si habitualmente no logra deshacerse nunca de la sensación de ser un impostor, ahora se siente aún peor, pues todo lo que hace parece estar mal.

—Lo siento mucho, de verdad. No debí… No quería causar problemas. Ya… Ya sé que debes… —musita Izuku, sin poder reprimir más las lágrimas que anegan sus ojos.

Con rabia y frustración, se las seca con el puño, pero brotan más. Llora por el dolor de ser sólo un civil y no un héroe, por el Don que no tiene, el miedo por haber puesto su propia vida en peligro, el terror al pensar en qué habría sido de sus profesores o amigos de haber actuado de la manera más lógica y el pánico que todavía siente al pensar en Katsuki atrapado tras una pared de fuego azul por haber ido tras él; todo junto en un cúmulo de emociones que amenaza por hacerle estallar el pecho.

—Eh… eh… ¿qué pasa ahora? —dice Katsuki torpemente, cambiado su expresión de ira a una de susto. Se acerca a Izuku y roza su hombro con la mano. Este cree, por un segundo, que va a darle un abrazo que agradecería recibir, pero Katsuki se limita a sujetarle sin decir nada más, sólo mirándolo con los labios apretados.

—Ya sé que debes estar muy enfadado conmigo, pero… —Con rabia, Izuku se enjuga los dos surcos de humedad que recorren sus mejillas con el dorso de la mano mientras continúa hablando—. No puedo arrepentirme de haberlo hecho. Si no hubiese estado allí, quizá ahora no estarían vivos, y no me habría perdonado no haber hecho nada para salvarlos.

—Ya lo sé —dice Katsuki con suavidad, en un tono sorprendentemente comprensivo. Ahora le está sujetando ambos hombros con las manos, mucho más cerca que antes, tanto que Izuku, cegado por las lágrimas, sólo puede ver su amplio torso cubierto por una camiseta de tirantes, ennegrecida por el humo y la ceniza, y el inicio de su cuello.

Izuku no puede contenerse más y es él quien acorta la distancia que hay entre ellos, a pesar de que hay una pequeña voz en su cabeza que le grita desesperadamente, intentando avisarle de que hacer algo así es un error, recordándole que no tiene Don y que no es la persona que Katsuki cree conocer, pero la necesidad de consuelo y de sentir que todo está bien es más fuerte. El héroe, tras la sorpresa inicial, lo rodea torpemente con sus enormes brazos, envolviéndolo prácticamente por completo durante unos segundos antes de separarse de él y agarrarle de nuevo por los hombros para mirarlo a los ojos. Izuku, incapaz de enfrentarse a su mirada, agacha la cabeza, pero Katsuki le sujeta la barbilla con los dedos, levantándosela. Los ojos de Katsuki tienen un aire más amable de lo habitual.

—Eh, nerd, mírame. Claro que estoy enfadado contigo, joder. —Frunce el ceño, que oscurece su expresión de nuevo, pero no deja que Izuku baje la mirada—. Yo no debí decirte que fueses a los dormitorios. No sabía que estaban en llamas, pero no tendría que haber infravalorado la magnitud del ataque. Te utilicé como si fueses uno de mis subordinados, pero no debí arriesgar así tu vida.

—Se supone que para eso estamos aquí, ¿no? —intenta bromear, sin mucho éxito, Izuku. Katsuki no le sigue la broma, mirándolo con mucha seriedad.

—No, no debiste ponerte en riesgo de esa manera. Pero si no hubieses ido, no habríamos rescatado a esa gente tampoco. Actuaste como un buen héroe, aplicaste todo lo aprendido estos días de atrás, Hisashi. —Izuku pega un respingo, porque es la primera vez que Katsuki lo llama por el que él cree que es su nombre, y no por el apelativo que le ha puesto. No sabe qué quiere decir eso, porque Katsuki no es una persona especialmente efusiva.

Katsuki lo mira tan intensamente que Izuku no puede hacer otra cosa que asentir. Atrapado por los ojos rojos de Katsuki, que no desvía la mirada de él, Izuku siente el aire escaso en sus pulmones, la mano cálida de Katsuki en el hombro, sus dedos callosos bajo la barbilla, el tacto áspero de la camiseta del héroe, que arruga con las manos, un hormigueo en el estómago y unas ganas terribles de volver a abrazarlo, pero intuye que eso forzaría demasiado su suerte. Y sus emociones, que a este paso no van a salir indemnes de todo este lío en el que se está metiendo y que es incapaz de detener por puro egoísmo.

—¿Y ahora? —susurra Izuku al cabo de unos segundos.

—¿Ahora qué? —pregunta Katsuki con la voz ronca, casi como un ronroneo.

—No lo sé. Es todo… un caos. A veces siento que ha sido un error venir, intentar quedarme, pretender que… Tenías razón. Hasta ahora, lo único que he conseguido es ser una carga para ti y para el resto, y dar problemas a todo el mundo sin conseguir progresar y… —balbucea Izuku. Katsuki que se inclina lentamente hacia él, niega levemente con la cabeza, chista para silenciarlo y esboza media sonrisa que a Izuku le parece la más seductora que ha visto nunca. Se calla al instante, mordiéndose el labio inferior antes de lamerlo, nervioso y abre los ojos de par en par, asombrado por la calidez del aliento de Katsuki en su rostro.

—¡Dynamight! —Con un salto, como un adolescente sorprendido en su primera cita, Izuku se separa de Katsuki, estableciendo una prudente distancia de un metro entre ellos. Best Jeanist se acerca, dando largas zancadas, hasta donde están—. Te he estado buscando.

—Estaba organizando a los supervivientes de mi bloque —responde Katsuki, volviéndose hacia él. La mención a supervivientes hace que Izuku se pregunte si conoce a alguien de entre los que no ha conseguido sobrevivir; ni siquiera ha preguntado por ello desde que se ha asegurado que su entorno más cercano estaba bien.

De repente, la realidad de lo que estaba haciendo, abrazando al héroe, acercándose a él, sujetándose a su camiseta, embebiéndose de sus ojos y de su aliento al acariciarle el abrasado rostro, golpea a Izuku. Sacude la cabeza para sacarse todas las sensaciones de la cabeza, pero no funciona, pues las sospechas de Hatsume, malinterpretando su secreto, vuelven a su cabeza, y maldice a su mejor amiga mentalmente por meterle ideas peregrinas en la cabeza que, si el héroe las conociese, seguramente provocarían que esa especie de tregua o alianza que tienen se disolviera. O, como una vocecilla insidiosa dentro de su cabeza le recuerda, si Katsuki se entera de todas las mentiras que Izuku ha contado para ocultar que no tiene Don.

—Endeavour ha decidido que acampemos aquí mismo. —Katsuki se ha acercado a Best Jeanist, que habla en voz baja, y le da la espalda a Izuku, pero ambos están lo suficientemente cerca como para poder captar algunas palabras y oraciones sueltas.

—Era de esperar, ya he hecho que todos los que pudiesen empezasen a montar las tiendas de campaña —asiente Katsuki—. No podemos volver a esa ruina y sería una locura hacer caminar a toda esta gente campo a través y no estaríamos más seguros. ¿Shouto y los otros dos?

—Están bien. Lemillion y Suneater están afectados por la pérdida de Fat Gum, pero por ahora intentan mantenerse centrados y enteros. Habrá tiempo de llorarlo más tarde, cuando todo el mundo esté a salvo.

—Esto es una mierda.

—Hemos conseguido contactar con Ingenium y Mera. Ya están coordinando el rescate con el ejército, pero tardarán varias horas en llegar. Hasta que lo hagan, los héroes montaremos turnos de guardias y patrullaremos para asegurarnos de que no se repite un ataque.

—¿Qué van a hacer con nosotros? —pregunta Katsuki, pareciendo enojado.

—Nos llevarán al complejo de Osaka. Es lo suficientemente grande como para alojarnos a todos y que podamos continuar el entrenamiento. —Sin embargo, la respuesta no parece satisfacer a Katsuki, que frunce más el ceño y eleva la voz.

—¡Lo que habría que hacer es evacuar todos los complejos militares, joder! Es obvio que se ha filtrado información, saben dónde estamos. Unos pocos ataques más de esta magnitud y no será necesario que la Liga se enfrente a los héroes, porque medio Japón habrá muerto antes.

—La Comisión ya está avisando a todos los complejos para que refuercen la vigilancia y estén preparados para repeler los posibles ataques. Esto no va a repetirse, Bakugou —niega Best Jeanist, pero el lenguaje corporal de Katsuki revela que no está de acuerdo.

—Nunca estuve de acuerdo, pero no podemos seguir con esto. Está claro que esto va a ser una masacre de civiles para… ¿para qué? ¿Carne de cañón contra villanos? Ese loco de Shigaraki es capaz de destruir áreas enormes, Shouto y yo lo hemos visto con nuestros propios ojos, y Dabi ha hecho arder medio complejo él solo —grita Katsuki, perdiendo la paciencia.

—En cualquier caso, es un plan, aunque nos parezca mejor o peor, y está en marcha —dice Best Jeanist sin perder la calma.

—¿Plan? ¡Ni siquiera teníamos un plan de evacuación para posibles ataques en el sitio donde hay un porrón de gente con Dones que queremos utilizar para el combate! ¿En qué momento hemos dado por hecho que la Liga se quedaría sentada sin intentar averiguar qué hacemos? —Katsuki parece fuera de sí, e Izuku comprende por primera vez que sus habituales exabruptos suelen ser controlados y conscientes, mientras que este es más similar a los que recuerda de la adolescencia del héroe durante los festivales deportivos de la U.A.: explosivos como su Don.

—En cualquier caso, ninguno de los dos podemos hacer nada al respecto que no hayamos hecho ya, salvo extremar las precauciones y prepararnos, prepararlos a todos, lo mejor posible —murmura Best Jeanist, en un tono no exento de simpatía hacia su antiguo alumno.

—Negarnos a esta especie de broma truculenta podría ser un buen paso. Ha sido todo un desastre desde el principio. Prepararlos… ¿Esos imbéciles de la Comisión realmente pensaban que unos villanos iban a quedarse esperando a ver si hacíamos algo? ¡Esta gente les importa un pimiento, todos son carne de cañón! —ruge Katsuki, cabreado.

—Rebelarnos contra las decisiones de la Comisión ahora mismo sólo empeoraría las cosas. —Katsuki está a punto de gritar de nuevo, pero Best Jeanist alza una mano pidiéndole paciencia y, para sorpresa de Izuku, este se contiene y escucha—. Reunámonos con Shouto y Endeavour. Contemos con Lemillion y Suneater, que están haciéndose cargo de los supervivientes de la sección de Fat Gum y establezcamos una serie de peticiones que enviar a la Comisión cuando lleguemos a Osaka. Simulacros en los complejos, trasladar al máximo número de personas a la retaguardia, establecer un plan coordinado por las agencias, no lo sé, cualquier cosa que se nos ocurra y creamos que puede ser útil. Y cuando todo esto pase, quizá sea el momento más propicio para cambiar las cosas, Katsuki. Yo te apoyaré si decides intentarlo, pero ahora centrémonos en mantener a esta gente a salvo y entrenarlos para que nos ayuden a derrotar a los villanos.

—No creas que voy a dejarlo pasar —dice Katsuki en tono de amenaza, pero rebajando la intensidad de su voz.

—Cuento con ello. Pero la situación es delicada. No sólo por la Liga de Villanos o las decisiones de la Comisión. Suneater y Lemillion están trabajando sin detenerse y necesitan asimilar lo ocurrido en su sección y la pérdida de Fat Gum. —Mirando por encima del hombro de Katsuki. Best Jeanist parece darse cuenta por primera vez de la presencia de Izuku—. De todos modos, creo que deberíamos continuar esta conversación en un lugar más discreto. Si has terminado aquí, vamos con el resto. —Katsuki asiente y se vuelve hacia Izuku, que sigue parado en el mismo sitio, bajando la mirada al suelo para no parecer que está escuchando descaradamente.

—Escucha, todavía tardarán horas en comenzar a evacuarnos, así que monta la tienda de campaña que trae tu mochila y descansa todo lo que puedas. Tienes un hueco para hacerlo junto a… —Katsuki frunce el ceño y la irritación tiñe su voz—. ¿Dónde narices está tu mochila de supervivencia? Se supone que habías arriesgado tu vida para ir por ella.

—Yo… se la acabo de dar a ellos —murmura Izuku, abochornado, señalando con la mirada a los dos profesores, que están montando la tienda de su mochila con la ayuda de una chica del personal del complejo—. Supuse que no tenían porque… bueno, ellos no pudieron ir a recogerla y pensé que podría…

—Hisashi… —lo interrumpe Katsuki, haciendo un gesto de impaciencia y cansancio.

—No voy a disculparme por ello—se apresura a aclarar Izuku—. No me importa estar al raso, estaré bien en cualquier parte. O también puedo ir con Mei y…

—Tus amigos ya están compartiendo tienda, nerd idiota. Estamos organizándolo todo para que la gente comparta las tiendas de campaña y los víveres hasta que nos rescaten. Ya había gente de mi agencia buscando dónde alojar a esos dos profesores tuyos, no hacía falta que dieras tu mochila —dice Katsuki, irritado y apretando los dientes. Izuku se muerde los labios, intentando esconder una sonrisa, pues detrás de la impaciencia hay preocupación—. En fin, no hay sitio con tus amigos, porque ya están colocados, así que... ¿Dónde carajo están las cosas que fuiste a buscar al taller?

—Se las di a Mei para que me las guardara. Hatsume, mi amiga, la chica de los ojos telescópicos —aclara Izuku, rodando los ojos por tener que hacerlo.

—Ve yendo tú delante —dice Katsuki a Best Jeanist, haciéndole un gesto con la cabeza—. Nos vemos en unos minutos en la tienda de Endeavour. Primero voy a buscarle un sitio a este para que descanse.

—De acuerdo —asiente Best Jeanist, observando a Izuku con interés antes de darse media vuelta y alejarse.

Sujetándolo de la mano igual que mientras escapaban del edificio en llamas, Katsuki arrastra a Izuku a través de toda la gente que está congregada allí hasta llegar a una tienda de campaña grande y amplia que, al menos desde la percepción de Izuku, no destaca sobre las demás en nada más que en el tamaño, pensado para acoger a más de una persona, así que supone que será una tienda donde todavía queda sitio para alguien más.

—¡Quédate aquí y descansa! —ordena Katsuki, instándolo con un brusco empujón en la nuca a agachar la cabeza y meterse dentro—. Ni se te ocurra salir. No tardaré en volver, pero más te vale que estés aquí cuando lo haga, ¿entendido?

—¡Sí! —asiente Izuku, observando ansioso cómo Katsuki cierra la cremallera de la tienda.

De rodillas en la entrada de la tienda, la revisa de un vistazo. No hay nadie, como ha podido comprobar al entrar, a pesar de que ha creído entender que todo el mundo estaba compartiendo las tiendas disponibles. En el centro hay un saco de dormir, ya extendido en el suelo. Una mochila de supervivencia más grande que la que le correspondía a él está en uno de los rincones y tiene el logotipo de Dynamight en un lateral. Está un poco entreabierta e Izuku, curioso, no puede resistirse a gatear hacia ella y echar un vistazo superficial, sin tocarla. Dentro, además de las raciones de comida, una manta, una muda del uniforme deportivo y enseres para hacer fuego y potabilizar agua de la suya, está el traje de héroe profesional de Katsuki doblado descuidadamente. En otro rincón, lo suficientemente oscuras para que no las haya visto antes a pesar de lo grandes que son, las dos granadas que el héroe suele utilizar para maximizar la potencia de su Don.

—Es su tienda de campaña. La de Katsuki… —comprende Izuku, que no recuerda haberle visto cargar mochila alguna antes de desmayarse, así que asume que su dormitorio no se ha visto afectado por el incendio y que ha podido recogerla más tarde.

Evitando sentarse encima del saco de dormir, «el saco de dormir de Katsuki», piensa con cierto desasosiego por la posibilidad de ensuciarlo con sus ropas manchadas de ceniza y humo, se arrellana en un rincón de la tienda, el más alejado de la mochila y se apresura a descalzarse para no manchar nada con el polvo de las suelas de sus deportivas rojas. Apenado, las examina. El fuego ha hecho que las suelas estén destrozadas y derretidas, con agujeros en algunos sitios. Incluso sus calcetines están chamuscados y agujereados, lo cual explica las ampollas que tiene en los pies.

No es lo único que está chamuscado. Tiene la piel de las mejillas y la frente tirante y dolorida y al pasarse la mano por el pelo lo nota corto, estropajoso, sucio y quemado; ni siquiera le queda suficiente como para recogérselo en una cola de caballo, aunque algunos mechones sueltos sí se han salvado y le cosquillean las orejas. Sabe que no tiene importancia, y que el cabello crecerá de nuevo, que sólo necesita un buen corte para estar bonito y tiempo para recuperarlo, pero no puede evitar sentir pena por haberlo perdido. Con el efecto de la adrenalina disipado, la ansiedad, la tristeza y el dolor se aúnan. Se abraza las rodillas y hunde la cara en ellas, con cuidado de no rozar en exceso la piel de sus mejillas y nariz, que duelen al contacto con la tela áspera del uniforme del complejo.

Cada vez que Katsuki no está cerca de él, Izuku puede pensar con claridad y percibir cuál es su posición real, todos los inconvenientes y mentiras que sostiene para estar allí y que no sea su madre quien se vea obligada a presenciar algo como lo que ha ocurrido esa noche. La sensación de ansiedad se intensifica, pensando en cuántas probabilidades tendría su madre de haber estado en una de las secciones totalmente arrasadas. Sin embargo, cuando el héroe está delante de él, Izuku olvida todos los razonamientos y pensamientos objetivos que se plantea en los momentos de lucidez, extasiado por la presencia de Katsuki, que lo llena todo como una fragancia melosa que lo intoxica hasta hacerle capaz de olvidarse de todas las razones en contra para involucrarse en cualquier amistad con él.

Izuku pierde la noción del tiempo, perdido en sus pensamientos, vagando de la preocupación que debe sentir su madre al no haber recibido el acostumbrado mensaje nocturno, a revivir algunos detalles del incendio, la presión en el pecho producto del humo y el recuerdo del tacto de la mano de Katsuki rozando la suya, ligeramente húmeda, pero férreo como una tenaza, arrastrándolo por doquier. No se mueve hasta que un ruido de cremallera le hace levantar la vista. Katsuki ha vuelto y le observa desde la entrada de la tienda. Al ver las deportivas rojas de Izuku junto a la entrada, las coge para examinarlas y frunce el ceño,

—Están destrozadas —constata Katsuki en voz baja. Sin miramientos, las arroja fuera de la tienda. Gatea dentro de la tienda, con una pequeña bolsa de tela colgada a la espalda, hasta quedar sentado sobre sus talones frente a Izuku.

—Eran mis favoritas —murmura este, intentando fingir no darle mayor importancia, como a su cabello, sintiéndose egoísta por echar de menos cosas materiales a sabiendas de que hay otras personas que han perdido cosas más importantes.

—Ya encontraremos unas que te puedan valer. Toma. —Katsuki le tira en el regazo la bolsa de tela. Izuku la coge, extrañado, ya que no la reconoce—. Tus cosas, he ido a buscarlas a la tienda de tu amiga, que me ha asediado a un montón de puñeteras preguntas sobre dónde estás. Toma, ponte estos y tira los tuyos ahí fuera también, están destrozados y sucios —añade, tendiéndole unos calcetines que ha sacado tras rebuscar en su mochila durante unos segundos.

—Pero…

—Cuando nos recojan, se quedará todo limpio, no vamos a contaminar —insiste Katsuki, malinterpretando la duda de Izuku, que sólo se siente sobrepasado.

—Gracias —acepta Izuku, cogiendo los calcetines.

—Ropa… Hay una muda en esta mochila, pero no será suficiente. Pero puedes quitarte eso que llevas y ponerte la camiseta limpia, te quedará lo suficientemente grande para cubrirte el cuerpo y al menos podrás dormir cómodo. Yo usaré los pantalones. Mañana tendremos que utilizar la misma ropa que ahora, pero sólo serán unas horas en lo que llegamos a Osaka.

Mientras habla, Katsuki le ha lanzado la camiseta de su muda y se está quitando los pantalones, arrojándolos a un lado, para sustituirlos por los limpios. Cuando termina, Izuku todavía sostiene la camiseta y los calcetines limpios en sus manos, un poco avasallado por la situación. Normalmente, el héroe es mucho más parco en palabras, pero ahora las órdenes y explicaciones que va dando parecen una catarata de palabras. Katsuki lo mira durante unos segundos con los ojos entrecerrados.

—¿Qué haces en ese rincón? Creía que te había dicho que aprovechases para descansar. —Izuku se encoge de hombros, demasiado avergonzado para admitir que no lo ha hecho porque no tenía saco de dormir y no quería ensuciar sus cosas, pero Katsuki no espera su respuesta y le tiende un teléfono móvil—. Toma, puedes hablar con tu madre si quieres. No va a salir en los medios, así que ningún civil se ha enterado de lo ocurrido, si se lo cuentas, pídele que guarde el secreto.

—Entiendo.

El reloj de la pantalla del celular marca una hora que no debe estar muy lejos del momento del amanecer. Con rapidez, Izuku teclea unas pocas palabras para su madre, aliviado por haberse aprendido su número de teléfono en su momento, intentando minimizar la culpabilidad por mentirla al avisarla de que su teléfono se ha estropeado y estará varios días sin poder comunicarse con ella sin contarle lo que ha ocurrido, porque no quiere preocuparla innecesariamente.

—Te avisaré si contesta —dice Katsuki cuando le devuelve el teléfono. Izuku vuelve a asentir. El sentimiento habitual cuando Katsuki está presente vuelve a inundar su pecho, llevándose en parte el pesimismo por el ataque—. En la bolsa también hay unas medicinas. Te fuiste de la zona de enfermería tan rápido que no les dio tiempo a decirte que tenías que utilizar unas cremas para tus quemaduras. ¿A qué esperas para ponerte la camiseta?

—¡Voy! —Todavía aturdido, desviando la mirada para evitar la de Katsuki, Izuku se apresura a quitarse la ropa, que dobla torpemente y deja a un lado, junto a las granadas del héroe, y a ponerse la camiseta. Como el héroe ha dicho, le queda tan grande como para caerle por debajo de la ropa interior, y se agradece que esté limpia. Después, rebusca en la bolsa de tela y encuentra el pequeño pote de crema y un pequeño paquete de toallitas húmedas higiénicas, que usa para limpiarse cuidadosamente las quemaduras de la cara, las manos y los pies. Saca el bote de crema y reprime un quejido de dolor al abrirlo: tiene las palmas destrozadas por las quemaduras.

—Trae acá —ordena Katsuki, que ha estado observándolo todo el tiempo, arrebatándole el bote de las manos. Obliga a Izuku a poner las palmas hacia arriba y, con gentileza, comienza a extender parte de la crema sobre ellas con pequeños toques delicados de sus dedos—. Funciona muy bien, las mías ya casi han sanado, pero no hay que frotar fuerte o la piel se despellejará y tarda más en curar. Ha dicho la vieja que no son demasiado graves: ni siquiera hará falta vendarte, sólo esperar a que la crema se absorba.

—He tenido mucha suerte —dice Izuku, esbozando media sonrisa. El rostro de Katsuki, en cambio, permanece serio y en sus ojos hay una sombra de preocupación oscureciendo sus ojos—. Oí lo que hablabais Best Jeanist y tú. La situación es grave, ¿verdad?

—No tienes que preocuparte por eso —masculla Katsuki, que ha terminado de extender la crema por la palma de las manos de Izuku, pero todavía las sostiene entre las suyas.

—No me importa ser carne de cañón si con eso puedo ayudar a que todo esto acabe —menciona Izuku en un hilo de voz. Está seguro de ello, a pesar de todas sus dudas sobre sí mismo y sus mentiras.

—He dicho que no te preocupes por esas cosas. Piensas demasiado dentro de esa cabecita tuya, nerd —le reprende Katsuki, soltando las manos de Izuku—. Déjame que te ponga crema en la cara también. Joder, estás hecho un desastre, te ves hecho mierda.

—Tú también. —Un hilillo de risa se escapa de entre los labios de Izuku, relajando la situación. Katsuki también esboza una mueca que resta seriedad a su rostro.

—La situación es grave, sí. No esperábamos que ocurriese esto. Ni siquiera yo —admite Katsuki. Se ha levantado sobre sus rodillas para acercarse más y sus dedos van extendiendo la crema despacio por la cara de Izuku, que reprime un estremecimiento cada vez que las yemas callosas del héroe lo tocan con gentileza—. Deberíamos haber hecho tantas cosas de otra manera… Creo que yo estaba tan enfadado por tener que hacer esto que ni siquiera se me había ocurrido pensar en cómo hacer que la situación fuera mejor.

Izuku traga saliva con fuerza. A pesar de que, en general, ha pasado bastante tiempo a solas con Katsuki desde que llegaron al complejo, normalmente este es reservado y no suele contarle nada. De hecho, es Izuku quien parlotea más, contándole cosas sobre sí mismo. Esta es la primera vez que Izuku lo escucha hablar de sí mismo y, sobre todo, admitir un error.

—No creo que sea culpa tuya —dice Izuku, intentando quitarle importancia.

—¡Pues claro que no! ¿Qué crees? —exclama Katsuki, exasperado—. Pero a veces me puede la rabia. Hoy he perdido compañeros. Aunque se supone que es un riesgo del oficio, cuando estás en la academia te crees invencible, intocable. En estas ocasiones me da por pensar si podría haber hecho algo más.

—Como cuando All Might se retiró después de lo de Kamino —asiente Izuku, cogiendo un poco de crema del pote ya abierto, extendiéndola por la planta quemada de sus pies para poder utilizar los calcetines limpios que le ha proporcionado Katsuki a modo de calzado.

—¿Qué cojones sabes tú de eso? —dice Katsuki, frunciendo el ceño y dejando de extender la crema por el rostro de Izuku. Izuku se encoge de hombros, un tanto acobardado. Se crea un silencio incómodo durante varios segundos. Izuku está a punto de cambiar de tema, cuando los dedos de Katsuki vuelven a su mejilla, acariciándola mientras la cubre con más pomada—. Sí, un poco así. En aquel momento tuve que aprender una lección muy difícil.

—¿Cuál? —pregunta Izuku con un hilo de voz, temiendo que si interrumpe a Katsuki este vuelva a cerrarse en banda.

—Que no era culpa mía. Salvar para ganar, ganar para salvar, ese es mi lema. —Izuku asiente, porque lo conoce, ha sido el estandarte de Dynamight desde el momento en que empezó a trabajar como héroe profesional y fueron sus únicas palabras en el discurso que pronunció cuando accedió al top 10 del ranking en su primer año—. Pero no es culpa mía todo lo que ocurre, sólo puedo responsabilizarme de lo que me toque y aprender de mis errores para no volver a cometerlos. Por eso, no te responsabilices de cosas que no te corresponden. Somos los héroes los responsables de la gravedad de la situación y de todo lo ocurrido, no tú. Así que quítate de la mente las palabras sobre ser carne de cañón y vamos a intentar hacerlo todos lo mejor posible, con una sonrisa, como All Might, para salvar Japón de esos cabrones —añade con voz fiera e Izuku no está seguro de si está hablando de la Comisión o de la Liga de Villanos, pero prefiere no preguntar.

Katsuki se vuelve a sentar sobre sus talones. Izuku tiene la cara, las manos y los pies pringosos, pero la crema está aliviando eficazmente el escozor de las quemaduras. Katsuki lo mira durante algunos segundos más antes apretar los labios y alzar levemente las comisuras, no demasiado, pero lo suficiente para que Izuku le corresponda la sonrisa al instante.

—Eso está mejor —dice Katsuki, cogiendo la bolsa de tela del regazo de Izuku con un gesto interrogativo. Izuku tarda unos instantes en comprender que le está pidiendo permiso y asiente, concediéndoselo—. Quiero ver qué es tan importante como para que te jugases la vida para salvarlo.

—Mis guantes —señala Izuku cuando Katsuki los saca de la bolsa.

—¡Ya lo sé, idiota! —La frase suena como una explosión, pero Izuku, en lugar de acobardarse por ella, sonríe más ampliamente—. De hecho, me sorprende que no sacases también la mochila de mi aniversario como héroe número uno. Cuando llegaste al complejo parecías incapaz de separarte de ella.

—Me gustaba mucho, pero no era importante —dice Izuku, sonrojándose al pensar que Katsuki recuerda su reticencia inicial a abandonarla y cómo se la llevó al taller. Katsuki esboza una sonrisa burlona, pero no dice nada, sacando el estuche de herramientas.

—¿Qué es?

—Mi estuche de herramientas —explica Izuku, haciendo el gesto de ir a cogerlo para abrirlo y mostrárselo mejor, pero Katsuki lo aparta justo a tiempo e Izuku recuerda que todavía tiene las manos impregnadas con crema.

—Lo recuerdo, te vi utilizarlas para hacer los audífonos —murmura Katsuki, abriendo el estuche y poniéndolo entre los dos para que Izuku pueda señalarle para qué sirve cada una—. Debes apreciarlas mucho.

—Siempre lo llevo conmigo —concluye Izuku, con nostalgia—. Me lo regaló mamá cuando ingresé en la U.A. Es de calidad profesional, gastó mucho dinero para conseguirlo, uno que probablemente no teníamos, pero estaba tan emocionada como yo porque hubiera conseguido entrar y… bueno, hacer parte de mi sueño realidad. Estaba tan orgullosa de mí… Materialmente, es lo más valioso que tengo. No sólo porque sea un regalo de mamá y me recuerde a ella, es porque es lo que me hace útil.

—Están prácticamente nuevas —dice Katsuki, examinando las herramientas, desplegándolas según las indicaciones de Izuku y acariciándolas con la yema de los dedos. Izuku suspira aliviado al ver que están en perfecto estado y no han sufrido ningún daño por el incendio o el rescate.

—Un buen inventor ha de cuidar bien sus herramientas. Son una extensión de mí mismo, las que me permiten… —Se interrumpe antes de mencionar que le ayudan a compensar su falta de Don a base de inventar objetos como los guantes.

—Hablas de tu madre, pero no mencionas a tu padre —señala Katsuki.

—No tengo padre. —Katsuki levanta las cejas, exasperado, e Izuku se ríe—. Bueno sí, claro que tengo padre, como todo el mundo. Es un asunto biológico, al fin y al cabo. Mi madre siempre dice que se fue a trabajar al extranjero, pero… bueno, nunca lo he visto y es mi madre la que trabaja duro para ganar suficiente dinero y que yo pueda estudiar.

—¿Y esto? —Ante el cambio de tema, Izuku sabe qué es lo único que debe quedar en la bolsa.

—Un proyecto en el que estoy trabajando. Tela antirretroceso —explica. Katsuki la examina con atención.

—Parece una camiseta. Un crop top de esos, pero horriblemente cosido.

—Aún no está terminada —murmura Izuku, sonrojándose—. La idea es integrarla en el traje de héroe, en la parte de las articulaciones. Aunque a lo mejor no es mala idea hacer una camiseta interior completa. Ayudaría a amortiguar no sólo los movimientos a consecuencia de la percusión del Don, sino que también podría hacerlo con aquellos golpes directos que pueda recibir, igual que mi guante cuando…

—¡Frena, joder, que pierdo el hilo de lo que dices cuando te pones a murmurar así! —gruñe Katsuki—. ¿Amortiguar el qué?

—¡Oh! Tus explosiones —dice Izuku, un poco avergonzado. Katsuki levanta las cejas y vuelve a mirar la tela que sostiene entre las manos, sorprendido—. Hace tiempo noté que tu principal punto débil, junto con el posible daño a los tímpanos, era que tus brazos se resienten por el retroceso provocado por las explosiones de las manos. Cuando estabas en la U.A. no parecías darle mucha importancia, aunque siempre dejabas caer los brazos cuando terminabas los combates del festival deportivo; así fue como supe que te dolían tras utilizarlos durante mucho rato. —Izuku ha vuelto a empezar a murmurar para sí mismo y, distraído, no se da cuenta de que Katsuki lo mira con los ojos entrecerrados y una expresión extraña en el rostro—. Cuando saltaste a la escena profesional utilizabas ya una técnica distinta, una que hacía que el retroceso no impactara sobre los codos, sino sobre los hombros, aunque eso seguía siendo peligroso para tus tendones y articulaciones, pero supongo que estudiarías la razón concreta para…

—Me disloqué el codo izquierdo —lo interrumpe Katsuki con voz solemne. Izuku levanta la vista, notando que ha hablado demasiado, y se sonroja—. Una explosión más fuerte de lo habitual en las intervenciones con delincuentes de poca monta durante una de las pasantías y una mala posición en el brazo. La vieja me lo curó en un momento, pero me di cuenta de que necesitaba descargar el codo, porque es más frágil que el hombro. Aunque ambos tienden a salirse de su sitio por igual —añade con un gruñido.

—¡Claro! ¡Tiene sentido! ¡No! ¿Qué haces? —exclama Izuku, horrorizado, cuando ve que Katsuki levanta la tela por encima de su cabeza, a punto de ponérsela—. ¡No puedes probarla aún!

—¿Por qué no? Con los audífonos sí me dejaste hacerlo.

—Los audífonos eran un prototipo —explica Izuku con paciencia—. Se supone que hay que probarlos, determinar fallos y corregirlos o adaptarlos. Esto ni siquiera está en ese punto, solo es material que servirá de base para construir objetos. Me ha sido útil para mis guantes, por ejemplo, y probablemente podré hacer unas protecciones parciales, una camiseta… quizá un mono de cuerpo entero… Algún día, cuando pueda trabajar en ello y acceder a más material —concluye con tono apenado.

Los dedos de Katsuki bajo su barbilla le obligan a levantar la mirada una vez más, encontrándose con sus ojos rojos. Se ha vuelto a incorporar sobre sus rodillas, así que lo tiene tan cerca que vuelve a notar el aliento caliente y dulce de este en las mejillas. En silencio, el héroe lo mira durante varios segundos, como si estuviera evaluándolo o sopesando alguna decisión, y al cabo de unos segundos deja de tocarlo, aunque no se aparta.

—Ya tienes la cara limpia de crema. La piel la ha absorbido toda y apenas se notan las quemaduras. En unas horas estarás bien.

Nervioso por su cercanía, Izuku asiente y, con cuidado de comprobar que tiene también las manos secas y que ya no hay rastro de crema en ellas, coge el trozo de tela amortiguadora de las manos de Katsuki, envuelve con ella el maletín de herramientas y la guarda en el fondo de la bolsa de tela. Katsuki no dice nada, sólo aprieta los labios con fuerza y le deja hacer, todavía enfrente de él. Finalmente, después de que Izuku haya guardado también sus guantes, se incorpora y gatea hasta el otro lado de la tienda. Abre el saco de dormir, extendiéndolo como un futón, y se tumba en un lado, dejando suficiente espacio para Izuku.

—Hora de descansar, nerd —dice, sacando una manta de la mochila de supervivencia y apagando la pequeña luz led que ilumina la tienda—. Vamos a aprovechar a ver si unas pocas horas de sueño hacen más llevadera la espera en este sitio de mierda.

Izuku se apresura a obedecer. Colocándose la mochila de tela bajo la cabeza, a modo de tosca almohada, se tumba en el improvisado lecho. Katsuki los cubre a ambos con la manta y se gira, dándole la espalda a Izuku. La tranquilidad de la charla, el cansancio y el bajón de adrenalina lo han dejado más exhausto de lo que creía, así que los ojos se le cierran automáticamente y su respiración se acompasa con el ritmo lento de la de Katsuki, cuyo calor corporal siente a escasos centímetros de su espalda.

—No creo que seas una carga, nerd. —La voz de Katsuki, casi imperceptible, llega hasta el cerebro somnoliento de Izuku como la onda de agua a la orilla de un lago tras tirar una piedra en el centro—. Haré que te dejen acceso a otro taller en el complejo al que nos lleven.