Día 17.
Prompt: Mobiliario Humano/Cock Warming
Trigger Warning: Sexo explícito, Human Furniture, Cock Warming, Prostate Massage, sexo anal, Fingering, Aftercare, referencias a sudor.
Human Furniture: Fetiche consistente en utilizar a una persona como mueble. Requiere de largos tiempos de estar completamente inmóvil. Suele implicar sumisión/dominación.
Cock Warming: Acto de introducir la erección dentro de una vagina, boca o ano, sin moverse ninguna de las partes, para "mantenerla caliente".
Prostate Massage: Estimulación en de la próstata a una persona con pene, mediante introducir los dedos a través del ano.
¡Hola! Tras escribir 50 000 palabras en una sola historia en apenas unos días (el objetivo que se suele marcar en un NaNoWriMo, evento que consiste en escribir una novela corta, para un mes), decidí rebajar un poco el ritmo. Es probable que, a partir de ahora, veais menos "desarrollo" en los fics. Siguen siendo PwP, pero normalmente me gusta darles un poco de contexto, explicar por qué ocurren las cosas o que un personaje tenga cierto grado de desarrollo (aunque sea simplemente partir de un: no sé que quiero esto a quiero esto pero no me atrevo y acabar en un quiero esto, me gusta, y me atrevo). La idea era limitarme a oneshots de máximo 2000 palabras, pero incluso con ese propósito, este ha quedado en 8000 (de ahí el probablemente). Again, siendo las molestias, pero escribir un fic que podría dividirse e capítulos cómodamente como oneshot me agotó bastante y no me gustaría acabar cerrando el kinktober con sólo 15 días publicados. Muchas gracias.
TARDES DE VIERNES
Katsuki llega a casa a las seis en punto. Está sudando, porque ha tenido que correr primero y luego volar, con su Don, por encima de las cabezas de los transeúntes para poder cruzar la puerta a la hora exacta a la que lo hace todos y cada uno de los días de su vida. No podría perdonarse de lo contrario.
No ha sido culpa suya. La patrulla ha sido tranquila, pero a falta de una hora para que terminase. un villano con capacidad para hacerse invisible, ha robado dentro de una joyería y él era el héroe más cercano a la zona. Su Don había sido completamente inútil, porque disparar indiscriminadamente a ambos lados de la calle habría sido contraproducente. Ha avisado a Best Jeanist, que ha confirmado su cercanía. También han avisado a Eraserhead, con la intención de que pudiera borrar el Don del villano, pero este estaba en el otro extremo de la ciudad.
Al final, sólo la pericia de Katsuki había permitido que todo saliese bien. Una mujer golpeada por la nada, una bolsa de naranjas cayéndose al suelo en el puesto de una frutería cuando algo invisible lo ha golpeado, un golpe sobre el capó de un coche, que se ha hundido ligeramente cuando el villano ha saltado sobre él para no ser atropellado… Todas pequeñas pistas que ha sabido ver sin dejar de controlar su entorno. Mientras una de sus compañeras comenzaba a evacuar las zonas, Katsuki perseguía cada una de esos deslices, tratando de no perder de vista, si se puede usar esa expresión, hasta que llegase algún refuerzo.
Best Jeanist ha sido hábil, tanto como para adelantarse a las comunicaciones de Katsuki sobre las calles que iba cruzando en su persecución, y ha llegado a tiempo de crear una trampa a base de hilos finos entre los edificios de un cruce. El villano no ha visto los hilos, tan finos que sólo un destello a contraluz del sol hubiese podido delatarlos, y se ha estampado contra ellos. Sin embargo, cuando Best Jeanist ha tratado de cerrar la trampa, no ha conseguido atar nada. Rugiendo de furia, porque dudaba que el villano fuese también intangible, ha saltado por encima de donde las cuerdas han detenido momentáneamente al ladrón, vaciando los depósitos de sudor de sus granadas.
Ha sido un movimiento arriesgado, porque de no haber tenido éxito, se habría quedado sin la mayor parte de su potencia de fuego. Pero ha funcionado, y eso es lo que importa. Uno de los pequeños chorros de sudor ha caído encima del ladrón, un poco más a la derecha de lo que Best Jeanist ha cerrado la trampa, mojándole las piernas. Y, cuando ha salido corriendo, con un leve rastro de humedad detrás de él ha permitido a Katsuki utilizar una última explosión, la única que le quedaba hasta que algún depósito se hubiese rellenado. Ha caído con todo su peso encima del ladrón, derribándolo al suelo bajo él.
Desnudo y húmedo por la capa de su propio sudor que le recubre toda la piel por el esfuerzo físico, el villano ha tratado de zafarse de su agarre aprovechando su ventaja y casi lo consigue, resbalándose de los guantes de Katsuki, pero una cuerda de Best Jeanist se ha enredado en su tobillo, tirando de él para volver a hacerlo caer al suelo con un gemido de dolor. Y, cuando Katsuki, cabreado porque ya casi era la hora de terminar su patrulla, lo ha amenazado con meterle un dedo por el culo y volárselo de una explosión, debe haber sonado lo suficientemente convincente, porque el cuerpo del ladrón se ha materializado debajo de ellos.
Evitando avergonzado la mirada de censura de Best Jeanist por su vulgar y pueril amenaza mientras este inmovilizaba al ladrón, confeccionándole al mismo tiempo una prenda de ropa con la que cubrir su desnudez, Katsuki se ha hecho cargo de la declaración a la policía y la entrega del villano. Y después, una vez el papeleo ha estado listo y el villano dentro del coche de la policía con un inhibidor de Don en su tobillo, se ha despedido con un gruñido, regresando a la agencia y maldiciendo por ir tarde. Ha tenido que hacer un ejercicio enorme de responsabilidad para quitarse el traje de héroe y separar las partes para guardar y para que el servicio de lavandería de la agencia limpie, guardándolo todo adecuadamente en lugar de embutirlo en su taquilla, impaciente y diciendo palabrotas cada vez que su prisa le ha hecho perder alguno de sus preciosos segundos.
Normalmente se ducha en la agencia, pero si se hubiese quedado a hacerlo no habría llegado a tiempo, así que se ha puesto la ropa limpia encima del cuerpo sudado y ha salido disparado, tropezándose en la puerta con Best Jeanist, que se ha hecho a un lado para dejarle pasar y ha movido la cabeza, condescendiente, diciendo algo sobre el ímpetu de la juventud, algo que lleva repitiendo casi todos los días de la década que lleva trabajando para él después de graduarse.
Ahora se detiene en el umbral de la puerta, jadeando, con una sonrisa triunfal que deja ver todos sus dientes, porque ha conseguido llegar puntual.
—Estoy en casa —anuncia, cuando puede tragar un poco de saliva.
Se quita los zapatos de un tirón, sin preocuparse de dónde caen, y entra en el salón, buscando a Izuku. Lo ve en su lugar, en una posición perfecta, y de nuevo la sonrisa triunfal estira la comisura de su labio derecho hacia arriba.
—Ha —presume, petulante, pero sin añadir nada más, y se acerca a él, con las manos en los bolsillos, sonriendo con malicia y pisando fuerte.
Izuku está entre el sofá y el televisor, a una distancia del primero que permite utilizar el sofá cómodamente. Está desnudo y tumbado en el suelo: se ha arrodillado y luego sentado sobre sus cuclillas, inclinándose hacia adelante hasta apoyar los antebrazos y las palmas de las manos, que mantiene abiertas para tener más apoyo, escondiendo la cabeza entre los hombros, con la frente rozando el suelo. Permanece completamente inmóvil, tratando de arquear la espalda lo menos posible. Las primeras veces no le salía bien y, cuando Katsuki ponía algo encima de él, se caía. Pero ahora ha perfeccionado la técnica tanto que, salvo el leve hundimiento en la parte baja de la espalda, y las vértebras que le abultan la piel en la parte alta, la mantiene bastante recta. Como está delgado, sus omóplatos también resaltan, pero no hay nada que Izuku pueda hacer con eso, porque es su constitución natural, pero el resto de su postura es tan perfecta que Katsuki sonríe, notando crecer la excitación en su vientre.
Lo primero que hace es inspeccionar a Izuku. No es necesario, porque sabe que está perfecto, pero sabe que este luego le va a preguntar si había algún fallo que perfeccionar y le gusta poder contestarle, porque para él es importante que Izuku sepa que se fija en él, que está pendiente y que esto le importa lo suficiente como para implicarse. Además, y esto es todavía más importante para Katsuki, es una forma de estar seguro de que la postura es correcta y no va a hacerle daño, que no ha habido un pequeño error que dé al traste con lo que debería ser un momento agradable para ambos.
Lo rodea, caminando despacio, mientras examina su postura con atención. Le pisa suavemente la nuca con el pie, aun cubierto por los calcetines, comprobando que está debidamente protegida entre los brazos y luego pasa el dorso del pie por el estómago delgado de Izuku, cerciorándose de que está bien posicionado. Revisa las piernas y la forma en la que los pies de Izuku se doblan sobre el suelo y, por último, utilizando el dedo gordo del pie, hace fuerza para separar una nalga y mirar, desde arriba, que el ano de Izuku está debidamente lubricado y preparado.
Después, con cuidado de no caer con fuerza, se sienta en su espalda, satisfecho. Disfruta de la sensación de tener a Izuku bajo él, que está completamente inmóvil, mientras estira la espalda. Tiene ambos pies plantados en el suelo, sosteniendo parte de su peso, pero sonríe cuando levanta uno de ellos, cruzándolo sobre la rodilla contraria, descargando más peso sobre Izuku, para quitarse el calcetín, sudado por la carrera. Maliciosamente, lo deja caer entre los brazos de Izuku, junto a su cabeza, y apoya el pie en el suelo para repetir con el otro calcetín.
Muy despacio, se desviste. Sólo se levanta de la espalda de Izuku tras haberse desabrochado los pantalones, lo justo para bajarlos hasta sus muslos y luego quitárselos del todo ya sentado. Va dejando las diferentes prendas de ropa encima o alrededor del cuerpo del chico. Y cuando se incorpora para quitarse los calzoncillos y vuelve a sentarse, se inclina de un lado a otro por cada pierna que saca de estos, frotando el culo contra la espalda de Izuku con cierto placer obsceno de saber que hoy todavía no está duchado. Si Izuku lo nota o está molesto, no dice nada, ni se mueve más que el leve movimiento de su espalda cuando inspira y espira de manera lenta y relajada.
Katsuki se pone en pie, dejando caer los calzoncillos sucios encima de la espalda de Izuku y sale del salón en dirección al baño, con pasos lentos y medidos que se convierten en una apresurada y silenciosa carrerilla cuando está fuera de la vista del otro chico, apresurándose a enjabona, enjuagar y secar su cuerpo rápidamente, maldiciendo una vez más por la mala suerte que tiene de tener que perder el tiempo duchándose ahora. No obstante, el recuerdo de su cuerpo sudado encima del de Izuku es lo suficientemente potente como para que la erección que se eleva entre sus piernas cuando entra bajo el agua fría de la ducha cae sobre sus hombros, relajándolos de la tensión que su Don le causa, no pueda hacerla disminuir.
Llevan haciendo esto desde hace poco más de un año. A Izuku le cambiaron el turno de la agencia y pasó de tener el mismo horario que Katsuki a salir una hora antes todos los viernes a cambio de reducir la hora del almuerzo. Katsuki había gruñido, muerto de envidia porque Best Jeanist se ha negado a implementar algo semejante por las características de la agencia, e Izuku le había mirado, con el brillo travieso que le destella en los ojos verdes cada vez que va a pedirle una nueva guarrada que hacer en el sexo. En el momento en el que había visto esa mirada, Katsuki había sabido que iba a decir que sí, incluso antes de escucharlo, porque cualquier cosa que Izuku proponga es, para él, un deseo que debe satisfacer a toda cosa. Pero es que, además, su idea había sido cojonudamente buena. Tanto, que ha pasado un año e Izuku no sólo ha planteado dejar de hacerlo, sino que los fines de semana que le toca guardia nocturna, algo en lo que Izuku y él no suelen coincidir nunca, cuando llega al amanecer a casa, este lo espera en la posición, dispuesto a pasar un rato al servicio de Katsuki. Y a este le gusta tanto que posterga el momento de irse a dormir sin proferir ningún improperio por restar horas de sueño a su cuerpo.
Al principio, Katsuki no lo había entendido. Había mirado a Izuku, con una ceja alzada y un incrédulo «¿ha?» mientras este explicaba su propuesta: esa hora de los viernes que él llega antes de trabajar, la emplea en ducharse, comer para recuperar fuerzas y preparar su culo, listo para la llegada de Katsuki. A la hora exacta en la que este debería estar cruzando la puerta, Izuku está listo en su posición y no se ha retrasado absolutamente ningún viernes del año. De esa manera, había argumentado, Katsuki no tendría una hora libre, pero sí dispondría libremente del servicio de Izuku. Y, le había asegurado, ninguna otra cosa le parecería mejor idea que aprovechar su hora libre para estar listo para Katsuki.
Y no lo había entendido, ni el objeto de la propuesta ni tampoco el razonamiento de Izuku, pero había asentido porque, ¿cómo no iba a hacer algo que Izuku quisiera? Porque Izuku quería. Podía verlo en el brillo travieso de sus ojos, en la sonrisa franca e ilusionada, en cómo le temblaba la voz al asegurarle que había visto vídeos al respecto. «Maldito Deku, cómo puedes ser tan nerd», había gruñido Katsuki, sorprendido de que el chico lo tuviese tan preparado y suponiendo que se le había presentado esa oportunidad de proponerlo, pero que antes o después habría sacado el tema.
Así, el primer viernes que Katsuki había llegado de trabajar tras esa conversación, Izuku estaba en posición. Y Katsuki había entendido, por fin, al menos el por qué. No había aprovechado muy bien ese primer intento, demasiado excitado como para pensar rápidamente. Además, inicialmente, todo era mucho más breve. Izuku podía aguantar en la posición media hora a lo sumo, que Katsuki tenía que aprovechar. Comprendiendo el potencial que tenía que Izuku se convirtiese en un mueble más de la casa durante media hora, totalmente a su disposición para hacer lo que quisiera, hizo que planificase cuidadosamente todas y cada una de las cosas que iba a hacer en esa media hora.
Tampoco había sido fácil las primeras veces. Katsuki había acabado buscando los mismos vídeos que Izuku, revisando cuidadosamente su postura, a pesar de perder varios valiosos minutos, después de que una contractura hubiese molestado a Izuku durante una semana y que este tuviera que utilizar su palabra de seguridad en otro par de ocasiones por un calambre en la pierna al estar mal colocado. Para Katsuki, esos minutos son una inversión, porque el bienestar de Izuku está por encima de su excitación y no sería capaz de disfrutar sabiendo que le está haciendo un daño real. Además, asegurarse de que todo está bien permite que la diversión se alargue lo máximo posible. Poco a poco, con el paso de las semanas, ambos habían aprendido no sólo una posición correcta y cómoda, sino también los límites necesarios en cuánto a qué puede hacer Katsuki.
Para cuando Izuku le había dicho, contento, que llevaban cincuenta viernes con la rutina establecida, este aguantaba dos horas totalmente inmóvil, sin variar la posición un ápice y, salvo que Katsuki juegue a acercarse a los límites, sin temblar o jadear. Ninguno de los dos está dispuesto a alargarlo más, y han establecido en ese tiempo un nuevo límite. Por eso, Katsuki ahora planifica cuidadosamente sus rutinas durante esas dos horas de viernes, tras terminar de trabajar, que ahora giran completamente a raíz de Izuku y su capacidad para convertirse en un mueble más.
Durante dos horas. Ni un minuto más, ni uno menos. Katsuki sabe, por Izuku, que se coloca en posición entre treinta segundos y un minuto antes de que los números del reloj marquen las seis de la tarde, para asegurarse de que queda bien colocado. Y no se mueve ni un ápice hasta que la alarma del teléfono móvil de Katsuki pita con fuerza, avisándoles de que falta un minuto para las ocho, momento en el que, esté haciendo lo que esté haciendo, Katsuki se detiene para ayudar a Izuku a levantarse.
Y, si llega tarde, esos minutos son irrecuperables. Ha podido comprobarlo, en este año, en dos ocasiones similares a las de hoy, que no pudo llegar a tiempo y apenas disfrutó de su regalo semanal durante un cuarto de hora. Izuku no tiene manera de saber que Katsuki se va a retrasar, porque este no tiene acceso a su teléfono hasta terminar la patrulla, así que se coloca en su posición a la hora en punto. Aunque Katsuki no llegue, no se mueve, porque tampoco tiene forma de saber si es simplemente una forma en la que Katsuki quiere usarlo. Las dos horas, Izuku le pertenece a Katsuki igual que lo hace el sofá o la televisión y, si no está en casa, ni Izuku, ni el sofá, ni la televisión, hacen nada por su cuenta. Si llega tarde, estará ahí siempre que no haya transcurrido el tiempo total, listo para él, en lugar de relajarse y ponerse en posición después de que Katsuki entre.
En una ocasión, una de las primeras veces, lo puso a prueba: ignoró a Izuku durante la media hora que aguantaba en ese momento. Izuku no se movió hasta que la alarma de Katsuki avisó y lo hizo con una sonrisa tan radiante como si Katsuki hubiese estado alrededor de él todo el tiempo, cuando la mayor parte de ese tiempo lo había pasado en la cocina, ni siquiera en el salón, con él. «Pero Kacchan, tú decides qué hacer. Si a Kacchan le hace feliz cocinar mientras yo soy su mesita de salón, a mí también», había dicho Izuku con una sonrisa cuando Katsuki, frunciendo el ceño, le había preguntado por qué le había gustado. Y su respuesta había ido directamente a los huevos de Katsuki, que nunca más ha vuelto a ignorar a Izuku durante el rato de los viernes por la tarde que le pertenece como un objeto más de su casa.
Después de ducharse, desnudo, Katsuki regresa al salón, secándose el pelo con una toalla, y sube el termostato para que ninguno de los dos se quede frío. Consulta el reloj que hizo colgar en la pared, enorme, números grandes que hubo que pegar siguiendo una plantilla, y un mecanismo de agujas en el centro, para poder verlo desde cualquier punto del salón y controlar el tiempo antes de que la alarma dé fin a las dos horas. A pesar de que se ha duchado rápido, ha tenido que frotar todo su cuerpo para limpiarse bien el sudor, así que ha perdido casi quince minutos. Tirando descuidadamente la toalla encima de Izuku, entra en la cocina, abre el frigorífico y saca varios cuentos forrados en film transparente. Mete dos de ellos en el microondas y deja el resto en la mesa de la cocina, atemperándose. Cuando llega de trabajar lo hace hambriento, pero los viernes ya no come con Izuku al terminar la jornada, así que se prepara cenas frías o que puedan calentarse rápidamente para no perder el tiempo durante esas dos horas ni tener que pasar hambre.
Tiene una rutina bastante marcada, en realidad. No todos los viernes improvisa, aunque a veces lo hace. Por ejemplo, cubriendo el suelo alrededor de Izuku con una toalla para sentarse en él y depilarse las axilas para facilitar el flujo de sudor de estas hacia sus granadas, algo que, como utiliza cera, hace que el otro chico sienta cada uno de los tirones encima de él. O se acomoda en la parte baja de su espalda y pone el pie en la nuca de Izuku para masajearse la rodilla, que sufre en los impactos al aterrizar bruscamente.
En otra ocasión, lo utilizó para construir un castillo de cartas. Y, cada vez que se caían al otro lado de donde estaba Katsuki, se inclinaba sobre él, apoyando el cuerpo encima. En varias ocasiones ha comprado rotuladores fluorescentes para decorarle la piel de la espalda, las nalgas y las piernas, a las que puede acceder más fácilmente. A veces mantiene conversaciones por videollamada con Eijiro, que sólo puede ver su rostro, por el simple placer de que está sentado, desnudo, encima del cuerpo, también desnudo, de Izuku, sin que su amigo lo sepa ni note nada.
Excepciones, al fin al cabo, reservadas para cuando Katsuki tiene una idea que quiere probar o necesita incorporar a Izuku en alguna cosa que tiene que hacer que no sea postergable o que, aunque pueda serlo, tenga un aliciente incluir el erótico y sensual mueble que le espera paciente en el salón.
Porque, al final, el objetivo de todo esto va dirigido, como le indicó el brillo travieso de los ojos de Izuku al proponérselo. La excitación que ambos sienten durante todo el tiempo, va acumulándose dentro de ellos hasta que la desatan. Al principio, con una media hora tan escasa que se les escapaba de los dedos, el sexo quedaba relegado para después de que Izuku se hubiese recuperado y entonces follaban como salvajes, desesperados por sacarse el uno al otro el orgasmo que habían cocinado durante todo ese rato. Ahora, dos horas siguen escapándoseles de entre los dedos como agua, pero la planificación de Katsuki y que ha aprendido a incorporar las actividades sexuales en las rutinas les han ayudado mucho con esa parte.
A veces llega tan cachondo a casa, que literalmente se sienta a horcajadas sobre la espalda de Izuku y frota sus huevos y su culo contra su piel mientras se masturba hasta que se corre, manchándole los hombros y el pelo. O utiliza los dedos para hurgarle en el culo, aprovechando que Izuku se lubrica siempre para estar listo, aunque no sepa si Katsuki va a metérsela o jugar con su culo, masturbándose después con sus nalgas apretándole la polla entre ellas. Otras, en cambio, deja que la excitación no se le desate hasta que Izuku se ha levantado, y normalmente no son capaces de llegar a la cama, porque mientras Katsuki le ayuda a recuperarse ya están los dos follando desesperados. En un par de ocasiones ha tratado de provocarlo, chupándole el culo a pesar de lo incómodo de la posición, durante toda la hora que, en ese momento, conseguía aguantar, para ver si Izuku perdía el control y se movía, pero más allá de un leve temblor y su respiración jadeante y un poco llorosa por el placer, pero este no había perdido el control. Aunque al terminar se había sentado en la polla de Katsuki con tanta fuerza que este había llegado a pensar que se la iba a arrancar.
De nuevo, excepciones. La rutina favorita de Katsuki es, precisamente, tratar de integrar la excitación que siente, el desahogo que desea y las actividades que puede realizar, durante las dos horas. Y tiene dos o tres, que va variando, según le apetece. Aunque no lo tenía planeado y va a tener que restar algunos minutos de otra actividad, haber perdido el tiempo en la ducha y tener que perderlo ahora recogiendo la ropa que ha tirado encima de Izuku, se decanta por esa, su vieja confiable.
Este es uno de esos casos en los que tiene que buscar una forma de integrar a Izuku en la tarea que tiene que hacer. Podría limitarse a recoger la ropa rápidamente y lanzarla en el cubo de la ropa sucia, y se siente tentado a hacerlo, pero la diversión está en lo contrario. Mientras la comida se calienta en el microondas, Katsuki se sienta, con las piernas cruzadas a lo indio, entre el sofá e Izuku y va recogiendo una a una las prendas de ropa que se ha quitado, doblándolas cuidadosamente utilizando su espalda como apoyo. No quita el ojo del reloj en todo el tiempo, asegurándose de que no excede los diez minutos en hacer todo el proceso. Cuando termina, toda la ropa sucia pulcramente doblada y apilada en un montón sobre Izuku, se levanta y sale despacio de la habitación para tirarla dentro del cesto de la ropa sucia.
Esa es otra de las normas. No puede correr, al menos no puede dejar que Izuku se entere de que corre. Parte del juego es que, esas dos horas, Katsuki tiene que hacer una vida «normal». Apresurarse como no lo haría en una situación en la que hubiese una verdadera mesita delante del sofá y no Izuku está fuera del juego y no lo tiene permitido. Así que, cuando regresa, con un trapo húmedo en una mano y otro seco en la otra, lo hace con pasos tranquilos. Dedica varios segundos a frotar la espalda de Izuku con el paño, secándolo después con energía. Para este momento, Katsuki ya tiene una erección, bamboleante según camina, entre las piernas.
A veces se viste. Otras no. O se queda en calzoncillos. O no se desviste al llegar a casa. Todo depende de lo que le apetezca ese día. Vestirse o desvestirse es una oportunidad perfecta para sentarse encima de Izuku, para pisarlo mientras se pone los calcetines, para apoyar la rodilla en él cuando se inclina a por una prenda de ropa. Hoy prefiere ir desnudo, porque para su rutina favorita es mucho más cómodo.
Después pone la mesa. Pone a Izuku. Lo que sea.
Extiende un mantel sobre Izuku, cubriéndolo. Deposita encima dos de los cuencos y unos palillos. El vaso de agua lo deja en el suelo, junto a otro de los cuencos y un bote de salsa. No porque piense que Izuku va a derramarlo, porque no hay peligro con lo inmóvil y perfectamente posicionado que está, sino porque si no, no tendría excusas para moverse mientras come.
En lugar de sentarse en el sofá, elige sentarse en el suelo, detrás del culo de Izuku, perpendicular al televisor. Se cubre las rodillas con el mantel y mete la mano por debajo de él, sujetándose la erección para tantear con ella entre las nalgas de Izuku, notando como el pequeño agujero de su culo cede cuando lo roza con la punta. Utilizando los tobillos para impulsarse hacia adelante, acercándose lo más posible al cuerpo de Izuku, se va metiendo dentro de él con pequeños y rápidos trompicones, saltando sobre su culo e impulsándose con los talones, hasta que el vello de su pubis se aplasta contra la piel del culo de Izuku, con cierta facilidad gracias a la lubricación que Izuku ha utilizado.
Tardó en darse cuenta de que esa es la mejor posición para penetrarlo mientras Izuku está posicionado, porque al estar sentado sobre sus talones su ano queda bastante bajo como para metérsela puesto de rodillas. No es cómoda para él, porque le obliga a estar con las piernas a cada lado de este y sin apoyo para su espalda, pero eso le importa un comino. Si Izuku puede aguantar dos horas sin moverse, él puede estar un rato en una posición poco cómoda con tal de estar dentro de él. Con los talones apoyados en el suelo y las rodillas un poco flexionadas, Katsuki puede notar cómo el culo de Izuku se contrae alrededor de su polla todas las veces que se ha movido para poder metérsela entera, y una más cuando se queda quieto un momento, pero por fuera su cuerpo no ha hecho un solo movimiento.
No lo felicita, porque no se felicitaría a una mesa, pero Katsuki está orgulloso de que los únicos movimientos que es capaz de arrancarle son meramente reflejos que no puede contener.
Aunque la postura es poco natural, está permitida. No entra en la misma regla que no apresurarse, simplemente porque a Katsuki e Izuku les pone demasiado como para no hacerlo. Katsuki se acerca un cuenco, apoyándolo en la espalda de Izuku frente a él, y empieza a comer. Utiliza el móvil con la otra mano, navegando por redes sociales, pasando fotografías y mensajes sin leerlos, porque lo verdaderamente importante está en el cálido y apretado culo de Izuku que envuelve su erección. Pero como puede decirlo, apoya el codo izquierdo en la «mesa» para teclear más cómodamente.
Intencionadamente, se mueve todo el tiempo: para cambiar el cuenco que ha terminado por el segundo plato, para alcanzar el vaso de agua que ha dejado en el suelo. Para dejar este de nuevo, esta vez entre los omóplatos de Izuku. Para cogerlo de nuevo, beber otro sorbo, y dejarlo en el suelo, junto a su pie izquierdo y después para trasladarlo al derecho. Disfraza todos los movimientos de casuales, pero los ha pensado todos, practicándolos cada vez que utiliza a Izuku para cenar, que suele ser casi todos los viernes, y los tiene absolutamente medidos. Como el hecho de utilizar siempre una salsa cuyo bote siempre deja lejos, entre los omóplatos de Izuku o junto a sus pies, en el lado donde no esté el vaso de agua y que siempre necesita de un poco de enérgico movimiento para extraerla del interior del bote.
Las cenas de Katsuki los viernes son de lo más divertidas. En dos de sus rutinas más frecuentes las deja para el final, calculando el tiempo y ajustándolo lo más posible. SI lo hace bien, Izuku se corre poco antes de que el tiempo termine. Si calcula mal, tampoco es un drama, porque Izuku puede incorporarse y Katsuki le sujeta de las caderas para follarle bruscamente, aunque sí hay que limpiar después el desastre de los cubiertos, tazones y comida caídos al suelo.
En su favorita, en cambio, cena pronto, prácticamente nada más llegar a casa, porque Izuku siempre queda muy sensible después de correrse y puede utilizar eso para torturarle un poco, con naturalidad, aprovechando que no puede moverse ni hacer sonido alguno. Cada uno de estos movimientos le obliga a inclinarse hacia adelante e incorporarse hacia atrás, proporcionándole un roce mínimo a su erección enterrada en el culo de Izuku. La primera vez que se le ocurrió hacerlo, no había creído que eso fuese suficiente para que ninguno de los dos se corriese. Sólo le había parecido excitante llenar a Izuku, aprovechándose de su inmovilidad, a modo de cruel tentación.
Sin embargo, había resultado que Izuku, tras casi media hora con la polla dentro del culo, sin que ninguno de los dos se moviese, porque Katsuki fingía leer, se había corrido, apretando tanto el culo que este se había corrido también, casi por sorpresa, al retirarse hacia atrás para sacarla, viendo atónito cómo su pene soltaba disparos y borbotones de semen contra el culo de Izuku. Katsuki descubrió en ese momento lo sensible que puede ser su polla cuando está dentro del culo de Izuku y la poca fricción que le es necesaria. A veces, si está muy excitado, tiene que pajearse unos segundos, apretándose el pene con mucha fuerza para provocarse una suerte de insensibilización temporal que le permita aguantar estar dentro de Izuku sin que su orgasmo se desate.
No han pasado ni diez minutos desde que Katsuki lo ha penetrado y ha comenzado a cenar cuando, al inclinarse de nuevo a por el vaso de agua, el culo de Izuku se estremece y vibra, apretándose alrededor de su polla con contracciones rítmicas y fuertes. Es un orgasmo largo, al menos cinco apretones, así que Katsuki tiene que morderse la lengua, poniendo los ojos en blanco, para que no desate su propio orgasmo. Respira profundamente, dejando que Izuku termine de correrse y, cuando su ano deja de apretarle la base de la polla, se relaja, satisfecho.
No hay ningún signo externo que demuestre que Izuku se haya corrido con un potente orgasmo que, de haber sido en cualquier otro momento que no sean estas dos horas, habría sido escandaloso y habría estado plagado de gemidos y lloriqueos. Ni suspiros, ni jadeos, ni gimoteos… Sólo la respiración, un tanto irregular, y el culo apretándose alrededor de su polla. Una persona que hubiese estado con ellos en el salón no habría podido saberlo, porque Izuku no se mueve ni un ápice, ni se estremece, ni tiembla. Sólo una mesa, donde Katsuki puede seguir cenando.
Ahora que está seguro de que no se va a correr, Katsuki reanuda sus movimientos. Izuku no reacciona ni hace nada… excepto su culo. Este se contrae, en un gesto reflejo, a cada uno de los movimientos más leves de Katsuki. Izuku es la persona más sensible del mundo, a los ojos de Katsuki. Cuando follan, su piel reacciona bajo las caricias de sus dedos, retorciéndose cuando las gotas de sudor explotan al frotarlas contra su piel; sus pezones se ponen duros en cuanto el aliento de Katsuki los roza; su polla se estremece sólo con que se roce levemente con el abdomen de Katsuki cuando este lo penetra. Y, después de correrse, lo es aún más: puede llorar de doloroso placer si Katsuki le lame o pellizca los pezones, le chupa la sensitiva punta de la polla o le mete los dedos en el culo. Si Izuku se corre antes que Katsuki cuando este lo está follando, sabe que, de no correrse también en el siguiente medio minuto, el placer sobrepasa a Izuku y lo desborda, haciéndolo llorar y suplicar.
Es, exactamente, la razón por la que le gusta la planificación de esta rutina. Si lo hace bien, y hoy, a pesar de que casi no llega a tiempo y ha tenido que ducharse, lo ha hecho bien, porque le ha dado a Izuku oportunidades de ser utilizado realmente, como cuando se ha desvestido encima de él, Izuku no es capaz de aguantar a que Katsuki termine el primer plato. Y luego tiene que sufrir, con la polla y el culo sensibles por el orgasmo, hasta que Katsuki acaba de cenar. Algo para lo que este no tiene prisa. Se queda casi quince minutos más, acodado encima de Izuku y distraído en el móvil, con la polla dura dentro de su culo, disfrutando de las contracciones involuntarias de su culo, en contraste con su absoluto estatismo.
El momento más delicado es, precisamente, sacar la polla para levantarse. Aunque Katsuki disimule también, le excita mucho estar dentro de Izuku y no es la primera vez que el roce súbito al salir de él le desata un orgasmo repentino e inesperado, así que lo hace con cuidado. Quita la mesa, retirando el mantel y llevando todo a la cocina en un viaje. Al volver, repite el mismo movimiento que hizo mientras lo examinaba. Con el dedo gordo del pie descalzo, empuja una de las nalgas de Izuku para ver, satisfecho, como su ano húmedo de lubricante y preparado ahora luce un poco enrojecido y sigue contrayéndose involuntariamente, a pesar de que Katsuki ya no está dentro de él.
Está tan excitado, olvidadas las prisas iniciales y el cabreo por casi no llegar, que está deseando correrse, pero otra lección aprendida durante este último año es que esperar es más gratificante que apresurarse si no estás seguro de que, cuando ha gastado casi la mitad del tiempo del que dispones, vas a tener oportunidad de volver a ponerte duro. Conecta el televisor y saca el mando, dejándose caer sobre el sofá. Esta vez sí se concentra en lo que hace, dejando que su erección, húmeda por el lubricante del culo de Izuku, se relaje contra su muslo, perdiendo la erección. Ha subido los pies encima de la espalda de Izuku, repantigándose para poder llegar cómodamente. Mientras juega, cruza uno sobre otro, los descruza para pisarle el costado, empujándole ligeramente, deja uno en la espalda, de lado, mientras baja el otro para apoyarlo sobre la cabeza de Izuku y luego hasta el suelo, para meterlo en el pequeño hueco que hay justo entre su estómago y sus muslos, notando el calor de su cuerpo y la humedad tibia de su semen de su corrida. Se ha formado un pequeño charquito junto a las rodillas de Izuku, fruto del semen que ha goteado hasta ahí, y Katsuki lo remueve con el dedo grueso, distraído. Cuando vuelve a sacar el pie para acomodar las piernas de nuevo sobre la espalda de Izuku, lo frota contra uno de sus hombros para limpiárselo.
Aunque se concentre en el videojuego, no aparta un ojo del reloj.
En cuanto la aguja anuncia que queda poco más de media hora para el final de las dos horas, Katsuki apoya los pies en el suelo y se levanta, apagando la televisión. Ha quedado en medio de un momento emocionante, pero no le importa. Tiene el fin de semana entero para retomarlo, pero ahora su pene vuelve a estirarse, excitado por la idea de que sólo le quedan treinta minutos.
Tiene preparados ya un bloc de dibujo y un enorme surtido de lápices, junto con un lector de libros electrónicos, encima del escritorio del despacho que ambos comparten, así que apenas tarda unos segundos llenarse un vaso de refresco en la cocina y regresar de nuevo al salón. Se sienta de nuevo detrás de Izuku, en la misma posición en la que ha comido. No necesita tocarse el pene para terminar de ponerse duro, porque este ya está listo para la acción. Lo alinea contra el culo de Izuku por segunda vez, cubriéndose el glande con el prepucio porque espera que ahora Izuku no esté tan húmedo.
Es así. El lubricante que utiliza Izuku los viernes, poco adecuado cuando quieren follar de otra forma, dura más tiempo, pero después de hora y media, está secándose o siendo absorbido por su cuerpo, algo con lo que Katsuki cuenta en su rutina. Aún así, presiona y se empuja hacia adentro, complacido cuando el ano de Izuku acepta su glande y, según va metiéndose poco a poco, se aprieta lo suficiente como para retirar la piel de este hacia atrás. De esa forma, se asegura que, si hace un mínimo movimiento que haga que su pene retroceda unos milímetros, la piel lo roce, incrementando las sensaciones. Pero, si todo va bien, no va a necesitarlo.
Consigue deslizarse por entero dentro de Izuku. Este ha vuelto a contraer el culo con fuerza a cada empellón, pero la sensibilidad que aun le dura por su orgasmo y la falta de lubricación suficiente hacen que, cuando por fin se queda quieto, con el pubis contra su culo, siga apretándose durante varios segundos. Y, Katsuki sonríe de medio lado, feroz y complacido, este no es un movimiento involuntario del cuerpo de Izuku: es su manera de lidiar con la sobreexposición a las sensaciones que le invaden el cuerpo. Exteriormente, no se nota, su cuerpo sigue inmóvil y perfectamente quieto, pero dentro de su culo, alrededor de la polla de Katsuki, su ano se abre y se cierra con fuerza, estremeciéndose y vibrando de una forma similar a cuando se ha corrido.
Esta vez, Katsuki no se mueve. Tiene suficientes excusas, por si lo necesita, gracias al bloc de dibujo y los lápices, que puede esparcir a su gusto mientras se apoya en la espalda de Izuku para dibujar. Pero está tan excitado que se limita a dejar el vaso de refresco entre los omóplatos de Izuku y encender el lector de libros. El móvil reposa también en la espalda de Izuku, junto al vaso, listo para sonar cuando el tiempo acabe, así que Katsuki ya no vuelve a mirar el reloj. No importa, da igual lo que suceda a partir de ahora. Se acoda en la espalda de Izuku, con el lector en una mano, ligeramente apoyado contra el vaso, el otro brazo reposando y la barbilla sobre este, totalmente inmóvil.
No toca el vaso, que ha colocado porque siempre siente curiosidad por saber si el líquido se mueve por algo que no sea un movimiento suyo, pero está tan quieta como él. El único movimiento que hay en el salón está en el único sitio que no se puede ver a simple vista: en el ano de Izuku que sigue apretándose, con fuerza, alrededor de su polla. Realmente lee. Igual que los días que decide utilizar el bloc, hace dibujos que luego puede mostrarle a Izuku. En una ocasión, mirando el móvil, decidió poner pornografía y subir el volumen al tope, dejando que los gemidos escandalosos del vídeo llenasen la habitación, sólo por ver cómo reaccionaba Izuku, que no lo decepcionó: su culo se apretó alrededor de su polla, pero el resto de su cuerpo permaneció inmóvil.
No sabe cuánto tiempo queda cuando el culo caliente y prieto de Izuku ya no le permite pensar en las palabras del libro que está leyendo. Trata de retomar el hilo, releyendo la misma frase tres veces, pero su mente parece centrarse única y exclusivamente en que Izuku sigue contrayendo el culo cada pocos segundos, casi espasmódicamente, en lo cálido y suave que se sienten las paredes de su culo alrededor de su pene y lo potente que es su músculo cuando pierde un ápice de control y aprieta con exquisita fuerza. A veces sospecha que lo hace adrede, pero Izuku es una persona tan honesta que duda que hiciese trampas en su juego, así que lo desecha inmediatamente.
Al final, acaba moviendo el vaso al suelo, para no tirarlo sin querer, deja caer el lector de libros sobre la espalda de Izuku, al lado del móvil y cruza los brazos sobre él, apoyándose con fuerza al enterrar la cara en ellos. Todos estos pequeños movimientos han estado a punto de desatar su orgasmo, pero al quedarse quieto, creyendo que puede controlarlo un poco más, se da cuenta de lo equivocado que está.
El cosquilleo empieza en sus huevos, y luego su cerebro le pide, no, le exige que se empuje hacia adelante, que mueva las caderas dos o tres veces, suficientes para correrse. Katsuki hace uso de toda su fuerza de voluntad para no moverse, tan inmóvil como Izuku, tragando saliva cada vez que el culo de este se contrae alrededor de su polla. El orgasmo llega sin previo aviso, recorriéndole todo el cuerpo en un relámpago electrizante. Se estremece con un escalofrío, pero no levanta la cabeza. Dentro del culo de Izuku, su polla sí vibra en varios espasmos, escupiendo dentro de él varios chorros de semen que van perdiendo fuerza paulatinamente hasta que el último sale casi sin fuerza, dejando a Katsuki exhausto sobre la espalda de Izuku.
No se mueve, notando cómo va decayendo la erección de su pene y el culo de Izuku se va ajustando, todavía con contracciones, al decreciente grosor de este, hasta que varios minutos después la alarma del teléfono suena con fuerza, poniéndolo alerta al instante.
Katsuki recoge el lector y el móvil inmediatamente y se incorpora. Su polla, ya flácida, se desliza fácilmente fuera de Izuku cuando se pone en pie. Poniendo una rodilla en el suelo, rodea la cintura de Izuku con un brazo y le ofrece la otra mano, que Izuku acepta para ayudarse de ella al ponerse en pie. Katsuki le acompaña en el movimiento con cuidado, mirándole seriamente y evaluando si Izuku está bien, al menos a simple vista.
El chico está despeinado y sonrojado por el esfuerzo, pero también por el placer. Sonríe, haciendo que sus pómulos resalten sus pecas. Tiene el vello del pubis, la polla y los muslos húmedos de cuando ha eyaculado, y le tiemblan las piernas, pero se estira con facilidad, gimiendo con placer al hacerlo. En el suelo, están los restos del charquito de semen de Izuku, que este pisa sin querer, disculpándose al notarlo, cuando se tropieza al intentar andar.
—No vas a ir a ninguna parte todavía, Deku; túmbate en el sofá —le ordena Katsuki, empujándolo hacia él. Izuku intenta protestar, como hace todos los viernes, argumentando que está manchado, pero Katsuki lo ignora—. Cállate.
Con los movimientos certeros de haber hecho más de medio centenar de veces en el último año, Katsuki utiliza los dedos y las palmas de sus manos para masajear con fuerza los brazos de Izuku, reactivando la circulación en ellos antes de que el molesto hormigueo de haber estado tanto tiempo con las extremidades dormidas haga su aparición. Trabaja con precisión, bajando por el brazo y el antebrazo hasta llegar a la palma de la mano, masajeando un dedo tras otro. Repite con el otro brazo y luego con la pierna derecha, apretando los dedos con fuerza para superar la fuerza de los músculos de los muslos de Izuku, que tratan de engarrotarse bajo ellos, retorciendo las cicatrices de su piel. Luego trabaja ambos gemelos, y los pies, introduciendo sus dedos entre los de Izuku para frotarlos. Comprende, cuando Izuku suspira aliviado que, o bien ha conseguido evitar el hormigueo, o bien lo ha aliviado con su masaje.
Tumbado desnudo en el sofá, con cara de dulce agotamiento, las extremidades desmadejadas y una sonrisa de felicidad, Izuku es la cosa más preciosa del mundo. Por eso, Katsuki se inclina sobre él y le besa suavemente los labios. Izuku sonríe más, pero luego cierra los ojos cuando vuelve a besarle en la línea de la barbilla, rasposa por un conato de barba, la nuez de Adán que sube y baja cuando traga saliva, el pequeño hundimiento entre sus clavículas y los pezones, lamiéndolos. Están duros y sensibles, así que Izuku solloza por primera vez cuando Katsuki le mordisquea suavemente uno de ellos. Baja depositando pequeños besos por su abdomen y saborea su ombligo con la lengua. Luego mancha de saliva su vello público que sabe al semen de su eyaculación, le lame los huevos, manchados también y se mete su polla, que se ha empezado a poner dura ya mientras le masajeaba las extremidades, succionando con fuerza y limpiándole los restos de semen.
Izuku pega un gritito, pero Katsuki ya ha abandonado su polla y está usando la fuerza de sus brazos para girarlo y ponerlo bocabajo en el sofá. Dedica los siguientes veinte minutos a dar un masaje en la espalda de Izuku. Otra cosa que tuvo que aprender un año atrás: dar buenos masajes, masajes que realmente sirvan de algo. Con todo lo que Katsuki sabe de descontracturar espaldas, podría convalidar medio título de fisioterapia. Con los dedos, el canto de la palma, la mano entera e, incluso, el codo, se dedica a trabajar todos y cada uno de los músculos de la espalda de Izuku, que se debate entre gemir de placer o sollozar cuando un músculo en particular le duele más.
Cuando está satisfecho con el resultado, posa las manos sobre las nalgas de Izuku y las aprieta también, en una suerte de falso masaje que sólo tiene el objetivo de que Katsuki pueda echar un vistazo al ano de Izuku. Está enrojecido y un poco hinchado. También un poco dilatado, diferente cuando se lo ha mirado al llegar a casa, que estaba completamente cerrado. La idea de que eso lo ha hecho él le gusta. Roza la piel arrugada con la yema del dedo, acariciándolo.
—¿Kacchan? —pregunta Izuku, divertido, porque sabe de la obsesión de Katsuki por su culo.
—Calla, estoy desestresándolo también.
Utiliza los dedos pulgares para, mientras separa las nalgas de Izuku, masajearle el ano con mimo. También el dedo índice, metiéndolo dentro, notando como el culo de Izuku se ajusta a él y cuando lo saca, haciendo un poco de gancho con la yema, arrastrando hacia fuera un poco de su propia corrida, que extiende por el ano, mojándolo. Luego se inclina y le da un beso, humedeciéndose los labios con el líquido transparente.
—Kacchan tiene razón, ahora está menos estresado —admite Izuku, con una risita.
—No he terminado todavía, así que cállate.
La forma en la que Izuku ha temblado bajo sus labios, el escalofrío cuando ha metido el dedo y el jadeo casi inaudible que ha emitido cuando le ha masajeado con los pulgares, le han indicado que Izuku todavía está muy sensible, y no piensa desaprovechar esa oportunidad.
Utilizando su propio semen como lubricante, introduce dos dedos dentro del culo de Izuku, que suelta una exclamación de sorpresa, y empieza a meterlos y sacarlos con fuerza y rapidez. Izuku no tarda ni quince segundos en retorcerse debajo de él, llorando de placer, y aullando cuando mete un tercer dedo y los rota.
—Kacchan, voy a manchar el sofá —grita, pero Katsuki sonríe, porque no le ha pedido parar.
—Pues mánchalo, demonios.
El ano de Izuku se contrae, una vez más, esta vez alrededor de sus dedos, desatando un poco de la potencia del Don de Izuku, apenas un mínimo, lo justo para atrapar sus dedos con suficiente fuerza para no poder moverlos ni sacarlos. Durante como diez o doce segundos, hasta que el orgasmo de Izuku termina y este relaja todos los músculos de su cuerpo al instante, incluyendo su culo para que pueda sacar los dedos. Katsuki lo hace, limpiándoselos, con una sonrisa maliciosa, en la nalga derecha de Izuku, donde tiene una pequeña nebulosa de pecas que le encanta marcar como suya, ya sea con su semen, a mordiscos o con lengüetazos.
—Es la tercera vez este mes —masculla Izuku, al cabo de unos momentos, con cierto tono de fastidio.
—Deja que yo me preocupe por eso, nerd —contesta Katsuki, levantándose. Va a tener que frotar el sofá con un cepillo y un producto de limpieza especializado por tercera vez ese mes, pero no le importa si es porque Izuku está deshecho en un amasijo de placer por su culpa. O gracias a él—. Quédate ahí descansando, voy a limpiar y luego te llevo a la ducha para lavarte.
Y, mirando de reojo cómo Izuku lo sigue con la vista y sonríe, Katsuki limpia el suelo, recoge todas las cosas que están esparcidas en el y luego se planta delante de él, todavía desnudo. Izuku lo ayuda moviéndose, para ponerse bocarriba, aunque Katsuki le exige que se quede quieto entre maldiciones y palabrotas. Pero cuando lo tiene en brazos, uno bajo su espalda y otro tras sus rodillas, con Izuku abrazándose a su cuello con un brazo, se queda inmóvil, un poco ensimismado, mirando los labios de Izuku. Cuando este carraspea, cambiando su expresión a una de ira, le ordena callarse mientras lo lleva hasta el cuarto de baño, tratando de acallar las carcajadas de Izuku con gritos.
