Día 20.

Prompt: Free Use

Trigger Warning: Sexo explícito, Free Use, sexo anal, sexo oral, Fingering, sexo con poco lubricante.

Free Use: Acuerdo al que pueden llegar las partes de una relación por las cuales una o ambas (o varias, si es poliamorosa) pueden disponer sexualmente de la otra persona cuando lo deseen, asumiendo que el consentimiento y los límites se dan en el momento del acuerdo.


LA PROPUESTA

El roce de una piel suave contra sus labios, frotándose insistentemente, despierta a Harry. Sin abrir los ojos, porque no lo necesita, abre la boca y deja que la polla de Draco, caliente y dura, le invada, demandante. Lame con la lengua, obligando a la piel de Draco a descubrir el glande, y aprieta los labios, obteniendo un suspiro de satisfacción de este, que se empuja un poco más adentro de él al percibir que está despierto.

Sin mover la cabeza, para permitir que Draco siga follándole lentamente la boca, se estira, despejándose y abre, ahora sí, los ojos, guiñándolos para habituarse a la luz clara que invade la habitación y compensar la miopía. De reojo, mira hacia arriba.

Draco está dulcemente despeinado, con su fino cabello rubio cayéndole sobre los hombros y la espalda. Sólo se ha bajado los pantalones del pijama lo suficiente para liberar el pene, pero en la parte superior no lleva la camisa y se acaricia la tripa con una mano al tiempo que se recoge un mechón perdido detrás de la oreja. Tiene los ojos cerrados, y los párpados inferiores están hinchados, prueba de que apenas lleva despierto veinte o treinta segundos más que Harry, el tiempo necesario para abandonar su lado de la cama, abrir las cortinas y plantarse, de pie, en el lado de Harry para metérsela en la boca. Sus labios se contraen en un rictus de placer y, después de asegurarse el pelo detrás de la oreja, deja la mano en su nuca, suspirando de placer al mover un poco más las caderas, tratando de entrar más profundamente en la boca de Harry.

Pensando que su novio recién levantado es la persona más hermosa del mundo, Harry relaja más la boca, permitiendo que Draco profundice más, y traga saliva, haciendo que las piernas de este tiemblen de placer. Bajo las sábanas, su polla se tensa contra la tela de estas, dura, pero no se toca a si mismo, a pesar de que lo está deseando. El orgasmo de Draco lo pilla desprevenido. Su polla se contrae durante medio segundo, sacudiéndose con fuerza dentro de su boca, y dispara un chorro de líquido caliente y de sabor amargo que Harry traga obedientemente al mismo tiempo que el siguiente le invade.

—Buenos días —murmura Draco, con la voz soñolienta y una sonrisa cariñosa, cuando su orgasmo por fin termina, todavía con el pene dentro de la boca de Harry—. ¿Qué tal has dormido hoy?

—Bien —contesta Harry, cuando Draco se retira de su interior para contestar, sonriéndole también. Draco se arrodilla en la cama y luego se tiende encima de Harry, que lo abraza.

Se quedan un rato tumbados, con el aliento de Draco empañando la piel del cuello de Harry, respirando lentamente, en una suerte de duermevela momentánea. Harry disfruta del momento, como todas las mañanas. Forma parte de su ritual matinal, desde que Draco y él llegaron al acuerdo. No ha vuelto a necesitar alarma matinal desde entonces, porque es el propio Draco quien, tanteando suavemente con su polla, llama a la puerta de sus labios para despertarlo, lo suficientemente temprano como para que les dé tiempo a acurrucarse un rato después. Es Draco, de nuevo, quien susurra en su oreja que es la hora de levantarse, ahora sí, cuando Harry está empezando a quedarse dormido de nuevo. Y lo besa, buscando consolarlo, para animarlo a levantarse cuando este se queja de que no quiere hacerlo.

Draco es el primero en entrar en el cuarto de baño, así que Harry se acicala la barba, que lleva dejándose un par de años por el puro placer de no afeitarse, en lo que este termina de ducharse. Con una toalla anudada a la cintura, Draco se despide de él con un beso, frotando los dedos contra el vello suave de su rostro, y le cede su lugar en la ducha. Para cuando Harry baja a la cocina, Draco está en ella, cepillándose el pelo y atándoselo pulcramente, y el desayuno lo espera servido encima de la mesa.

—Muchas gracias —dice Harry, como todas las mañanas.

La rutina tiene un aire doméstico que le agrada mucho. Sólo varía una o dos veces al año, si es Harry quien quiere agasajar a Draco. La primera mañana, después del acuerdo, que bajó a la cocina y encontró el desayuno listo para él, se lo agradeció diciendo que no era necesario, pero Draco había levantado una ceja y, con desdén y arrastrando las palabras, había descartado sus excusas con un «no digas tonterías, Potter, claro que no es necesario». Después, había pensado que sería cuestión de tiempo que la costumbre se fuese diluyendo con el paso de las semanas, pero no había sido así. Harry puede contar con dos momentos del día que no varían salvo que ocurra algo lo suficientemente grave como para impedirlo: va a despertar con la polla de Draco en la boca y el desayuno lo esperará al bajar a la cocina.

Draco se sienta a su lado en la mesa, con una taza de té delante y un par de tostadas. Dobla el periódico, que Harry mira de reojo con curiosidad. La mano izquierda de Draco se desliza debajo de la mesa, en busca de la rodilla desnuda de Harry, que acaricia distraídamente sin dejar de leer el periódico. La erección de Harry, que había desaparecido mientras estaban ambos tumbados, compartiendo un poco de su calor y sueño, se manifiesta lentamente en cuanto los dedos de Draco se deslizan por el interior de su muslo y se cierran alrededor de su polla.

Esa parte de la rutina no es tan invariable. A veces, Draco lo interrumpe en la ducha o mientras se recorta la barba para chupársela o masturbarle. Otras, justo después de correrse en su boca, haciéndose cargo de su erección al momento. Algunas veces lo deja marcharse a trabajar sin corresponder su orgasmo, algo que Harry hace con gusto, anhelando regresar a casa lo antes posible. Por eso, Harry casi nunca se masturba mientras Draco le folla la boca, expectante por saber qué ocurrirá después. Ahora, en cuanto su erección es completa, la mano de Draco se mueve rítmicamente arriba y abajo, a una velocidad que hace que Harry no tenga demasiado control, mucho menos después de haberse despertado chupándosela a Draco.

Tratando de aguantar lo más posible, Harry apoya la espalda en el respaldo de la silla, cierra los ojos y se olvida del desayuno. Una risita divertida de Draco le revela que este ya no está leyendo el periódico y que se lo está pasando tan bien como él sólo mirándolo. Cuando se corre, manchando a borbotones la mano de Draco, crispando los dedos y dejando caer el tenedor ruidosamente encima del plato, Draco vuelve a besarlo en la mejilla. Al abrir los ojos, Draco vuelve a parecer sumamente interesado en el periódico y una oleada de magia ha recorrido su cuerpo, limpiando todo rastro de lo ocurrido.

—Parece que Granger está teniendo una buena semana —señala Draco, disimulando si mucho éxito su sonrisa satisfecha por la cara de atontado placer de Harry, como si no hubiese interrumpido el desayuno de ambos durante unos minutos.

Todo había comenzado un poco por casualidad. Draco había sugerido en voz alta, bromeando sólo a medias que, si pudiera, no le quitaría las manos de encima a Harry en ningún momento y lo obligaría a tenerlo a su disposición todo el tiempo. Acababan de follar, un gran polvo, aunque Harry no recuerda si lo fue por alguna razón en especial. Había sido brusco y rápido, porque ambos estaban en la cocina, preparando algunos platos que llevar a la cena que tendrían con Pansy y Adrian. Una broma sobre lo sexi que se veía Draco con el cabello recogido en un moño y un delantal, una invectiva sobre probar la salsa directamente del culo de Harry y un «¿asustado, Malfoy?» habían desencadenado que Harry acabase doblado sobre la mesa de la cocina, con Draco detrás, follándole con fuerza y rapidez mientras murmuraba que no era justo que un Potter fuese tan caliente.

Draco había murmurado la broma en cuestión justo después de correrse. Se había quedado un momento dentro de Harry, inclinado sobre su espalda y respirándole en la nuca, y luego había salido de él con cierta gentileza y le había colocado la ropa mientras lo decía, casi más para sí mismo que hacia Harry, pero este se había dado por aludido.

—No hay nada que te lo impida.

—No seas idiota, Potter —había negado Draco, riéndose nerviosamente, sin ápice de la habitual flema que ostenta la mayor parte del tiempo.

—No veo ningún inconveniente —había insistido Harry, excitado por la idea y, al mismo tiempo, un poco inseguro, porque no sabía si Draco y él estaban pensando en lo mismo. No obstante, la imagen mental de Draco siendo incapaz de quitarle las manos de encima, en cualquier sitio y lugar de la casa, como acababan de hacer, había vencido a los posibles reparos.

Desde ese día, Harry había pasado a estar a disposición de Draco todo el tiempo. Y, como bien había predicho, no había habido ningún inconveniente, pues este no se ha olvidado en ningún momento de sus propias necesidades ni de cuidarlo convenientemente. No es necesario suspender el acuerdo si Harry enferma, porque Draco no piensa siquiera en el sexo hasta que se ha recuperado. Tampoco ha provocado que Harry pierda la iniciativa, sólo le ha dado más medios para seducir a Draco cuando le apetece tener sexo. Y es muy divertido.

Tras aquella primera mañana en la que Draco, un poco titubeante, había solucionado su erección matinal con la boca de Harry, inaugurando una nueva rutina en sus vidas, ninguno había querido dar marcha atrás en su inusitado acuerdo de pareja. Harry había empezado a caminar desnudo o en ropa interior por la casa, incluso en invierno, aprovechando vivir en medio del campo escocés, sólo para facilitar aún más a Draco su tarea. Este lo había mirado, atónito, pero luego sus pupilas se habían dilatado y había ido tras él para empujarlo sobre la cama.

Disposición absoluta. En cualquier momento y en cualquier lugar de la casa. En un par de ocasiones, incluso fuera de ella, en el baño del restaurante donde han cenado o en un callejón oscuro al volver de una fiesta, pero son ocasiones menos frecuentes. Y, en cierto modo, incluso ese uso que puede hacer Draco de Harry es… rutinario.

Como cuando Harry se tumba en el sofá a ver televisión muggle y Draco se sienta bajo sus piernas, reptando con una mano en dirección a su culo mientras sostiene el libro que finge leer en la otra. En esos momentos, Harry cierra los ojos, y se deja hacer, percibiendo cómo los dedos de Draco pasan de acariciar lánguidamente la piel de sus nalgas a tantear entre ellas e introducirse dentro de su culo. A veces deja uno, dejando que Harry apriete a su alrededor, sin moverlo durante tanto tiempo, que a Harry le duele la polla de la tensión. Otras, son dos, o incluso tres, rotando lentamente en su interior hasta que Harry mancha el sofá con su semen. Las menos, cuando la visión de Harry le resulta demasiado excitante, acaba tumbándose sobre él y follándolo hasta desahogarse en su interior.

Si ha tenido un día estresante en el trabajo, en cuanto llega a casa Draco lo hace arrodillarse entre sus piernas y tragarse su erección. En cambio, si ha tenido un día corto y agradable, es frecuente que prefiera disponer de la polla de Harry en su lugar, devorándolo hasta que Harry se corre con fuerza dentro de su boca. Quizá pasa por su lado en el pasillo, y detiene a Harry estampándolo contra la pared o doblándolo sobre sí mismo hasta que se sujeta los tobillos con las manos, utilizando un hechizo lubricante para introducirse en su interior sin dilaciones. Por las noches, aunque no es algo tan rutinario como las mamadas mañaneras, puede abrazarlo por detrás y masturbarlo suavemente, incluso aunque la polla de Harry esté sensible si ese día Draco ha estado especialmente apetente. O sentarse sobre su cara, para que Harry le chupe el culo y los huevos.

Algunos días follan sólo una vez, exceptuando la mamada matinal que Draco no perdona salvo excepciones. Otros, en cambio, Draco parece perseguirlo por cualquier rincón de la casa, excitado y deseando ponerle las manos encima, hasta que ambos acaban en una mezcla de agotamiento y éxtasis orgásmico que hace que a Harry le tiemblen hasta las yemas de los dedos. Los días que follan solo una vez, suelen ser polvos largos, más medidos, menos urgentes. Los demás, pueden variar entre la urgencia de follarse la boca de Harry, tumbado encima de la cama con la cabeza colgando del borde para permitir un total acceso a Draco a su boca, a largas y bruscas penetraciones antes de dormir, derribando a Harry encima del colchón e impidiéndole tocarse a sí mismo por la fuerza y el aguante con el que Draco embiste, tardando en alcanzar el orgasmo tras haber pasado por un par de ellos a lo largo del día.

Hoy, Harry regresa de trabajar más pronto que Draco. Todavía con el recuerdo de la paja durante el desayuno en la cabeza, se desnuda en el cuarto de baño y se da una ducha rápida antes de avivar la chimenea de la habitación y la del salón. Draco no tarda en llegar, portando la cena, que ha comprado en un restaurante muggle cercano a San Mungo, y deja que sea Harry quien caliente la cena mientras se ducha también.

Harry observa a su novio mientras comen, charlando cómodamente sobre su día. Draco ha tenido bastante jaleo en la consulta, así que lo deja desahogarse, a pesar de estar impaciente por proponerle la idea que tiene en mente desde que, al llegar al trabajo, Minerva le ha comunicado la noticia.

Draco tiene el pelo húmedo, en lugar de habérselo secado con un hechizo, como acostumbra. Hambriento, ha bajado a cenar con la toalla de la ducha anudada en la cintura, deseando hincar el diente a la comida. A pesar de ello, come con delicadeza y desinterés, casi como si le hiciese un favor a cada bocado que mastica. No sonríe mucho, pero sus ojos grises destellan cuando levantan la vista del plato, comentando alguna anécdota idiota de algún paciente, y se encuentran con la sonrisa de Harry, embelesada en lo guapo que se ve su novio con el pelo húmedo pegándosele en los hombros y la espalda, su afilada barbilla alzándose con altivez cuando suelta los cubiertos para masticar o la forma involuntaria en la que su nariz se arruga de placer al inspirar para olfatear el siguiente bocado.

—Puedo recoger yo, si quieres —se ofrece Draco, a pesar de que le toca a Harry, cuando este se levanta de la mesa, al notar que no tiene la varita a mano.

—No es necesario —dice Harry, que tiene otros planes en mente. Se sitúa detrás de Draco, que ha terminado de cenar también y que remueve una cuchara sobre el plato, dibujando formas abstractas en los restos de salsa que han quedado en él—. Iré ahora a por la varita, no te preocupes.

Los hechizos domésticos se le dan mejor a él que a Draco, que ha crecido con servidumbre toda la vida. Son una gran ventaja con respecto a la mecánica de frotar y restregar a mano que tanto practicó Harry en su infancia, pero también ha aprendido que consumen muchísima magia, sobre todo cuantos más hay funcionando al mismo tiempo y más duración tienen. Ron llegó a decir, bromeando, que aprecia muchísimo más el potencial mágico de su madre desde que tiene que encargarse de las coladas de los pañales de Rose y la desinfección de sus biberones. El comentario le costó un zape por parte de Hermione y que Molly le sirviese menos ración de postre, pero desde entonces se hizo cargo de más de la mitad de la magia de su propia casa, así que, desde el punto de vista de Harry, la broma tuvo consecuencias positivas.

Ahora, Harry deja que Draco se repantingue en la silla, suspirando de placer y cerrando los ojos, mientras le masajea los hombros y el cuello con torpeza. Draco sabe dar muy buenos masajes, forma parte de su formación sanitaria, pero van enfocados sobre todo a localizar y corregir lesiones musculares. Por su parte, Harry no tiene ni idea de qué está haciendo con los dedos ni pretende profundizar en los músculos, solo acariciar y disfrutar de la piel de su novio, tal y como este disfruta de esas mismas caricias.

—Tienes mucha tensión acumulada —susurra en voz baja. Draco, que ha agachado la cabeza hacia adelante y se ha apartado el cabello húmedo para ofrecer mejor acceso a su nuca, gruñe.

—Repetir las cosas que yo digo no te hace más inteligente, Potter. —Harry se ríe quedamente, pillado. Es cierto que es una de las cosas que Draco le repite cuando le masajea las piernas tras arbitrar un partido de quidditch especialmente largo o al masajearle los hombros mientras corrige los exámenes o los trabajos de final de curso—. ¿Qué quieres?

—¿Tengo que querer algo? —bromea Harry, aunque, de nuevo, también es cierto que suele masajear los hombros de Draco cuando va a pedirle un favor.

—Siempre quieres algo.

—Lo siento —se disculpa Harry, sonrojándose.

—Yo no. —Draco se ríe quedamente, haciendo que sus hombros se agiten suavemente—. Por mí, te haría pedirme favores todo el tiempo si este va a ser el precio.

—No seas idiota. —Ahora, Harry no sabe si pedirle el favor, que sabe que llevará a una conversación seria o seguir acariciándole los hombros, porque entre la piel desnuda de Draco y que él solo lleva su ropa interior, se siente excitado—. Ven conmigo.

Lo guía hasta el salón, donde la chimenea arde alegremente y los recibe con una oleada de calor grato, y lo sienta en el sofá. Draco lo mira, un tanto sorprendido, pero con un gesto de sorpresa en los labios, que sonríen en una expresión que se extiende hasta sus ojos, gris oscuro por lo dilatado de sus pupilas. Desde que llegaron al acuerdo, es Draco quien ha tomado todas y cada una de las iniciativas y Harry se ha dejado llevar, pero ver las tímidas gotas de agua deslizándose desde su cabello rubio, por la espalda, bajo sus dedos, la forma en la que la piel de Draco se enrojece con facilidad al presionarla, la forma en la que sus caderas huesudas sostenían a duras penas la toalla en el sitio cuando lo ha levantado... De pronto ha tenido la necesidad de, por una vez, ser él quien arrastre a Draco y, tras sentarlo, se arrodilla entre sus piernas y le abre la toalla, revelando su pene, que reposa sobre sus huevos.

Obligándolo a abrir más las rodillas, Harry se inclina sobre él y se mete la polla de Draco en la boca. Este suspira y echa la cabeza hacia atrás, enredando una mano en el pelo de Harry y crispando la otra sobre el muslo. Harry chupa, notando cómo el pene crece dentro de su boca, inundándola cuando llega a su máxima plenitud. Se saca la polla de Draco y levanta la mirada, descubriendo que este lo mira desde arriba, con la mirada vidriosa de placer. Metiéndose los dedos en la boca, los cubre de toda la saliva posible para luego llevarlos hacia atrás, por debajo de la ropa interior, y metérselos en el culo mientras regresa a su tarea de chuparle la polla a Draco. Pronto, este empieza a gemir suavemente.

Antes de que sus sonidos se hagan más urgentes, revelando el punto de no retorno, Harry se levanta, quitándose los calzoncillos y lanzándolos de una patada al otro extremo del salón. A horcajadas, se encarama sobre el regazo de Draco, y tantea tras su espalda hasta encontrar la polla de Draco y dirigirla adecuadamente, al mismo tiempo que se deja caer sobre ella.

—¿Es suficiente? —pregunta Draco, un tanto preocupado, tras comprobar con un vistazo poco disimulado que ninguno tiene la varita a mano, olvidada la suya en la cocina.

—Lo es —asegura Harry, que arruga la frente y frunce los labios, dejando ver sus dientes apretados, mientras deja que la polla de Draco se abra paso en su interior hasta que queda sentado encima de él—. Lo es —repite una vez más, sudoroso por el esfuerzo, con el rostro ya relajado y una sonrisa de felicidad, cruzando las manos tras la nuca de Draco.

Ninguno habla mientras Harry utiliza las rodillas para subir y bajar sobre la polla de Draco, despacio al principio, dejando que este casi salga de su interior antes de volver a dejarse caer sobre ella suavemente, más rápido después, en saltos cortos que permiten que roce una y otra vez el punto sensible de su interior, que envía corrientes eléctricas de placer por todo su cuerpo cuando el orgasmo se acerca.

Quizá porque Draco ha notado cómo tiembla y se estremece, o porque Harry esconde la cara en el hueco de su cuello, abrumado por la sensación y el control que tiene o porque está más que dispuesto a dejarse llevar por Harry y su iniciativa, se corre en primer lugar, vibrando bajo Harry con un estremecimiento de placer y un gemido ronco que va directo al vientre de este. Jadeando y musitando sonidos inarticulados de placer, Harry sigue cabalgando a Draco, que clava las uñas en la piel de su espalda, sobrepasado por la intensidad de la fricción en su polla después del orgasmo, hasta que se corre también, dejando que su pene atrapado entre los cuerpos de ambos los manche de tibio y abundante líquido antes de incorporarse y liberar a Draco de su interior, que suspira de placer.

—Ese va a ser un favor muy gordo, Potter —ronronea Draco, con los ojos cerrados, abrazando a Harry para que no se separe de él.

—Qué va —asegura Harry, riéndose entre dientes—. Es algo que vas a querer hacer incluso aunque no te lo pidiese yo.

—¿Entonces esto…?

—Estabas muy sexi con el pelo mojado y tu piel es tan suave y bonita que no pude resistirme —confiesa Harry, sonrojándose—. Ya sé que prefieres ser tú quien…

—Potter, no seas idiota —chista Draco suavemente, interrumpiéndolo—. En cualquier momento y en cualquier lugar, vale también para ti.

—Me gusta —dice este.

—Por supuesto —dice Draco, petulante—. Y ahora, ¿cuál es el favor que ha originado el masaje que ha desencadenado que por fin te decidas a corresponder parte de la generosidad con la que me tratas a diario?

—Me preguntaba si querrías formar parte del tribunal para los exámenes de EXTASIS de Defensa contra las Artes Oscuras y Pociones este año. El profesor Grylls se retira y hay una vacante. —Draco abre mucho los ojos, mudo por la sorpresa. Harry está prácticamente seguro de que le gusta la idea, pero por si acaso se equivoca, se apresura a intentar eliminar los posibles contras—. No pagan mucho, pero es un puesto muy reputado. Y tendrás que madrugar bastante durante la semana de exámenes, porque si aceptas cuadrarán los horarios para que puedas realizar las partes teóricas y prácticas por las mañanas, pero yo también tendré que…

—Potter. —Harry se calla, mirando a Draco, que esboza una sonrisa ilusionada—. No te preocupes por eso, ajustaré el hechizo de alarma para poder encargarme personalmente de despertarte, como hasta ahora.

Y, con una sonrisa feliz, Harry asiente.


NdA. Voy con retraso, pero voy. Recién sacado del horno, porque esta tarde me he sentido con ánimos, fuerza e inspiración para escribir este y el correspondiente del BakuDeku. Con esto, sorprendentemente, estoy al día, porque mañana, día 22, tocaría Ron/Hermione/Krum de nuevo (que los dejé olvidados tras el mega oneshot de El club de Theodore Nott) y está escrito desde hace varios días. Luego... pues ya se verá, jajaja.